Saturday, September 23, 2023

Un Lorca vivo sobre los escenarios (por Wilfredo A. Ramos)


“La breve visita de Lorca fue un huracán que venía no del Caribe sino de Granada”.
Guillermo Cabrera Infante.





Posiblemente uno de los autores dramáticos más llevado a las tablas a nivel internacional sea el español Federico García Lorca, quien a través de sus obras teatrales, tocando temas de su entorno provinciano, convirtió las mismas en inmortales piezas dramáticas. Este autor granadino, por medio de su destacada obra literaria se ha convertido en un imprescindible de las letras, sin importar de que lengua se trate.

De igual forma su vida estuvo marcada por una etapa importante en el panorama social, político y cultural español, donde tuvo la oportunidad de compartir espacio con otros nombres célebres de las letras de su país como Rafael Alberti, Pedro Salinas, Jorge Guillén, Dámaso Alonso, León Felipe, Miguel Hernández, Luis Cernuda y Vicente Aleixandre, así como Pablo Picasso y Salvador Dalí, en la plástica o Manuel de Falla en el ámbito musical, siendo reconocido como uno de los más destacados autores de la llamada Generación del 27. Fue tanta la popularidad de su obra, incluso antes de ser publicada que el propio Jorge Guillén lo llamó “el bardo anterior a la imprenta”.

Federico García Lorca se ha convertido en un referente de la cultura española, haciendo que tanto su poesía como su teatro sean estudiados en escuelas y universidades alrededor del mundo. Su textos dramáticos amén de subir a todos los escenarios, conforman planes de preparación en academias teatrales, tanto así que se podría decir que no existe actor que no haya experimentado con algún personaje lorquiano en algún momento de su formación o carrera.

La obra de este autor, como la de todos los de su generación está marcada por la de uno de los grandes escritores del Siglo de Oro español: Luis de Góngora; pero a la vez se encuentra personalizada debido a la propia naturaleza del autor.

A través de sus textos encontraremos características recurrentes que irán definiendo toda su obra. Estas serán la muerte violenta, la angustia existencial, la infancia, el amor, el sexo, las dificultades, el desbordamiento de los sentimientos, la melancolía, pero sobre todo la frustración.

Lorca escribirá bajo la influencia de la corriente del Modernismo, en una primera etapa, a la sombra de Antonio Machado, Rubén Darío y Salvador Rueda, para después hacerlo aunando ésta con la de la Vanguardia, partiendo de una base tradicional, encontrando fuertes nexos específicamente con el Surrealismo y el Expresionismo.

Para su obra poética en particular el autor echa mano del símbolo y sobre todo la metáfora, como recursos literarios, teniendo ambas un sentido de elaboración, hermetismo y riesgo notablemente marcado. Al mismo tiempo dentro de ésta el sentido del ‘yo individual’ alcanzará una dimensión universal, haciendo patente su sentimiento por el ‘nosotros’, poniendo de esta forma de manifiesto sus preocupaciones de carácter social.

Una condición en su poesía es la musicalidad que se encuentra presente en casi la totalidad de la misma, presentándose en igual medida mediante el juego con las palabras y los versos, mostrando la influencia en ella de la propia música tradicional de su tierra.

Su concepción poética irá con el pasar del tiempo convirtiéndose en una obra de mayor oscuridad, mucho más hermética y afligida, como si estuviera presintiendo su trágico final.

Precisamente es en ese transcurrir del tiempo que en dicha obra, tanto poética como dramática, se puede respirar un muy marcado aire de pesimismo como consecuencia de una crisis existencial, la cual se verá reflejada tanto en lo temático como en lo formal. Su viaje a New York en 1929, lo realiza impulsado por este estado, el cual crece al verse en medio de dicha desconocida gran ciudad, a la cual va descubriendo, la que con sus nuevas y grandes contradicciones se encuentra muy lejos de parecerse a las ciudades de su país de origen.

Esa posible crisis personal pudiera haberse visto aumentada como consecuencia además del reconocimiento de su homosexualidad, el rompimiento de una relación amorosa previa y al sentido de abandono de parte de sus amigos, lo que hace que su obra sea el medio de escape por medio de la cual trate de dar voz a sus sentimientos, otorgándole a su obra un poder liberador.

En realidad, su sentido de libertad, Lorca lo va a encontrar verdaderamente, según sus propias palabras cuando arriba a la ciudad de la Habana, en 1930. Es en Cuba, donde el escritor va a vivir por vez primera una vida plena, libre de prejuicios sociales y sexuales. Llegar a estas tierras, puede decirse que en realidad fue para él volver a nacer. El encuentro de Federico con los cubanos, con el ajiaco de su cultura, donde la huella de lo español, lo chino y sobre todo lo negro, impregna cada aspecto de la nacionalidad, produjo un efecto deslumbrante, de revitalización momentánea de su carácter y su personalidad.

Es aquí en Cuba que comienza a escribir su obra teatral de mayor hermetismo, pero a la vez la más osada e íntima, nos referimos a “El Público”, texto que se mueve entre las corrientes del Dadaísmo y el Surrealismo, amén de poseer un profundo sentido intelectual, obra de la que expresara que no había sido concebida para ser representada, en lo que por suerte estaba equivocado. La razón de tal incompresible idea tenemos que encontrarla en que con su escritura el autor simplemente se adelantó a su época.

Dedicado al etnónlogo cubano Fernando Ortiz, escribe después de su partida de Cuba, incluyéndolo en su libro Poeta en New York, el poema ‘Son’ -conocido también como ‘Son de negros en Cuba’ o ‘Iré a Santiago’, esto último debido al verso que a modo de estribillo se repite a lo largo del poema, permeando el mismo de una ingente musicalidad, el cual publicará -gracias al haber entablado amistad con el matrimonio de músicos españoles asentados en la isla, María Muñoz y Antonio Quevedo- en la revista Musicalia, dirigida por éste último, en el número correspondiente Abril-Mayo del propio año.

El motivo original de la presencia de Federico García Lorca en Cuba, que fuera el impartir algunas conferencias, invitado por la Sociedad Hispanocubana de Cultura, que presidia su amigo José María Chacón y Calvo, se convirtió en una larga estancia de algo más de tres meses, donde entró en contacto con una gran cantidad de escritores, tales como Jorge Mañach, Alejo Carpentier, Eugenio Florit, Emilio Ballagas, Nicolás Guillén, Juan Marinello, entre otros, así como de los artistas de la plástica Carlos Enríquez, Mariano Miguel y el español Gabriel García Maroto o músicos como el director de la Orquesta Filarmónica, el también español Pedro San Juan y el crítico musical Mariano Miguel.

Mención aparte ocupa su relación con los hermanos Loynaz -Dulce, Manuel Enrique, Flor y Carlos- con quienes entabla una profunda amistad, sobre todo con los dos últimos, a quienes le va a dedicar sus obras dramáticas “La zapatera prodigiosa” a Flor y “El Público” a Carlos. Es en la hermosa mansión del Vedado habanero de esta familia donde pasará gran parte de su tiempo durante el día hablando de literatura, tocando el piano, bebiendo whisky con soda, dándole rienda suelta a una cierta extroversión espiritual, reprimida hasta entonces.

Si a la luz del sol las andanzas de Lorca eran en gran medida de carácter intelectual, al caer la noche, un giro brutal lo enfrentan a un mundo nuevo, el de los bares del Puerto de la Habana -el Two Brothers- o los de las playas del barrio de Mariano -Los Tres Hermanos, La Choricera, El Pensilvania, El Niche, El Paraíso, El Rumba Palace-, donde descubrió los ritmos de sones y guarachas, interpretados por bongoseros y tumbadores negros que le incendiaron el alma o el de aquellos otros rincones de las humildes barriadas de San Isidro y Jesús María, donde la cultura afrocubana se abría paso libre de obstáculos y tabúes.


Y es precisamente esta Habana y este poeta deslumbrado, los que ahora llegan a los escenarios de Miami, como resultado del estupendo trabajo de la compañía teatral Galiano 108 - radicada actualmente en la ciudad de New York -, que por medio de su espectáculo “Federico-la Habana-Lorca”, pone sobre las tablas a un Federico García Lorca traído de la mano de la actriz Vivian Acosta, en una puesta de José González.

Con más de 40 años de bregar sobre los escenarios, dicha agrupación teatral ha llevado a las tablas una serie de hermosos espectáculos, siempre en formato de unipersonales -“Cuando Teodoro se muera”, “La virgen triste”, “Santa Cecilia”, “Elektra”, “Juana, de amor una historia”, que han recorrido casi todo el circuito de grandes festivales de teatro de Hispanoamérica, gracias a ser miembros fundadores del CELCIT –Centro Latinoamericano de Creación e Investigación Teatral- con el cual también han tenido la posibilidad de ofrecer gran número de talleres en más de una docena de países hispanohablantes e incluso en los Estados Unidos, dentro de los cuales transmiten sus conocimientos a propósito de la técnica de la ‘Actuación Trascendente’, método de trabajo para el actor concebido por el dramaturgo, director y maestro cubano Tomás González.


Es partiendo de dicha concepción de trabajo, que Acosta ha logrado enfrentar la siempre difícil tarea de construir sus personajes, desde una posición que va más allá de las exigencias establecidas por los grandes teóricos del teatro como Brecht, Artaud, Meyerhold, Stanislavski, entrando en un campo de investigación donde se mezclan, según palabras de la investigadora cubana Magaly Muguercia “...el imaginario popular, la memoria pública y privada con algunas zonas del inconsciente colectivo, la antropología, la religiosidad afrocaribeña, la oralidad, la ritualidad...”.

Es también por medio de este sistema de trabajo que la actriz logra reconfigurar las fronteras espacio-tiempo entre actor y espectador, entre lo privado y lo público, articulando miradas que difuminan las lecturas varias sobre el personaje incorporado sobre el escenario Sin duda la vinculación de dicho sistema con el mundo religioso y espiritual afrocubano entra en una cercana interrelación, donde la ‘posesión’ del personaje por parte del actor se convierte casi en un acto de involuntario rito, trascendiendo de esta forma los limites puramente de representación actoral.

Es ahí que al momento de conformar el guión dramatúrgico de “Federico-la Habana-Lorca”, tanto la actriz, como González, el director de la puesta, se hayan volcado no a realizar una esquemática caracterización de Lorca, sino a construir dicho personaje desde una variedad de elementos, que van a ir ensamblando un personaje desde las pequeñas interioridades del mismo, los más mínimos rasgos de su personalidad, los sutiles detalles de su subconsciente, ofreciendo al final a un Federico vivo en alma.


Un gran acierto en la elaboración de este Lorca en escena, es su imagen andrógina, concebida en parte, por ejemplo, con la mezcla de un vestuario mayormente masculino con alguna prenda de corte femenino -la blusa- o un peinado recogido pero donde las hebillas y peinetas, para sujetarse el pelo eran evidentes. Esta expresa ambigüedad sexual desde un inicio, ya de por sí contribuye a la definición del personaje.


El cuerpo excelentemente entrenado de la actriz se deja ver con claridad a través de todo el transcurso de la obra, la transfiguración de su rostro, poniendo en acción cada uno sus músculos faciales, así como el sentido de ligereza que logra en cada movimiento de ese cuerpo, que más bien pareciera que flota en el aire o que pertenece a un mundo ingrávido, donde la ligereza, limpieza y meticulosidad de cada uno de sus gestos, deja al descubierto la profundidad del trabajo concebido. El perfecto dominio de su aparato vocal, con el que hace derroche del control de las variaciones de tonos, se proyecta como una partitura extremadamente elaborada, donde el sonido aparece saliendo de diversas voces. La actriz mantiene todo el tiempo el control de su sistema respiratorio, lo que le permite extraer los más diferentes sonidos extraídos de los múltiples resonadores que el cuerpo brinda.

Un aspecto a destacar y ha tener en cuenta en cada una de los desempeños de la citada actriz, es la facilidad con la que suele transitar de un personaje a otro dentro de un mismo espectáculo, logrando que estos puedan ser identificados por el público sin ningún tipo de dificultad, lo que se debe indudablemente a las poderosas y bien interiorizadas herramientas que la artista posee para trabajar con su cuerpo y voz


Si de plasticidad hablamos en el manejo del cuerpo de Acosta, ésta va a estar presente de igual manera en la propia concepción de la puesta en escena. José González, su director, quien es un muy especial conocedor igualmente del método elaborado por el otro González, a quien no por gusto llaman ’el Maestro’, traslada esos mismos presupuestos al proceso de la dramaturgia del escenario. El sentido del ritual, del performance, se hará presente en todo momento en sus propuestas. Las acciones devendrán en una cuasi danza, proveniente de aquella ‘Danza Oráculo’, sobre la que el ‘Maestro’ trabajara por igual con actores y bailarines, donde se podía diluir el sentido lineal original de la danza, mediante la simbiosis de conceptos de teatralidad, el manejo de la energía de la predisposición a la posesión, el ritual, todo en un conjunto que el director de “Federico...” explota al máximo, ofreciendo un espectáculo que atrapa desde el minuto primero, que cautiva, deja sin aliento, hasta convocar a la aparición de alguna posible lágrima cómplice con el avatar del personaje representado en escena, el que no por gusto, tuvo tras su violenta muerte en 1936, un mar de luto y plañideros en la isla caribeña.


La simplicidad de elementos en el escenario, aumenta el valor del simbolismo ya existente en la propia obra de lorquiana, nos trasladan de ambientes, de tiempo, de situación, de estado de ánimo, sin necesidad de recargar el espacio escénico. Cada uno de dichos elementos poseen su simbología particular o crea su propio espacio de tiempo y lugar, que a la vez es definido por un certero diseño de luces, que juega por igual a crear la magia del espectáculo. De igual forma, la banda sonora utilizada, vibrante y rica en ritmos, va abriendo sus propios espacios dramáticos.

Si hay algo captado de manera brillante en este montaje, es la esencia de lo que el propio Lorca defendió como ‘Teoría y juego del duende’, algo que el autor definiría como ”un poder misterioso que todos sienten y que ningún filósofo explica”, sobre lo que el escritor cubano Lezama Lima apunta: “Un día Lorca oyó de uno de aquellos cantaores una sentencia memorable; todo lo que tiene de negros, tiene ‘duende’...cuando Lorca logró su estribillo ‘Iré a Santiago’, estaba lleno de esa teoría”. Dicho tema del supuesto duende lorquiano es perfectamente visible sobre las tablas en este trabajo concebido por la dupla Acosta-González. El poderoso misterio de la personalidad e imagen del escritor granadino se va a mover en el espacio todo el tiempo, en un juego que atrapa al cuerpo de la actriz para dejar visible la energía espiritual del encarnado cuerpo del poeta.

La escritura de este trabajo tuvo en cuenta, sin duda alguna, una exhaustiva investigación por parte de ambos creadores, quienes ahondaron con delicada minuciosidad en múltiples detalles de hechos y acontecimientos acaecidos durante este viaje al Caribe, los cuales produjeron una profunda huella al interior del autor español y que lo llevarían a dejar plasmados muchos de ellos en las propias cartas dirigidas a su querida madre.

El que este magistral trabajo llegara a los escenarios de este país y por fin a nuestra ciudad, formando parte del Open Arts Fest en su sexta edición, ha sido un logro más de la perseverancia de sus fundador y director Eddy Díaz Souza, quien proveyó todas las condiciones, superando obstáculos, para que el mismo pudiera ser disfrutado por el público miamense, a la vez que contribuyó a que el nivel artístico de dicho evento continuara en su línea de ascenso.


En esta nueva oportunidad, al poder volver a enfrentarnos al trabajo de estos dos artistas, unidos en la vida y el teatro, su impronta sobre los escenarios queda reafirmada, no sólo por la universalidad y grandeza de su desempeño, sino por el amor con el que ambos defienden una cubanía reconocida desde tiempos remotos en todos los rincones del mundo, la cual estamos obligados a salvaguardar. No por gusto el propio Federico García Lorca escribió en una de sus cartas: “Si me pierdo que me busquen en Andalucía o en Cuba”.





Texto y fotos Lic. Wilfredo A. Ramos
Miami, Septiembre 22, 2023

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