Del pecado de amarte, no estoy arrepentida
aunque un oscuro abismo nos separe a los dos,
en tanto que risueña te doy mi despedida
mis ojos se iluminan para decirte adiós!
No nos debemos nada. Tú me diste tu boca
límpida como el agua fresca del manantial.
Yo apagué en la cisterna mi sed ardiente y loca
y te enlacé en mis brazos amorosa y sensual.
Peregrinos errantes, nuestra ruta seguimos;
si dos sendas opuestas al azar elegimos
¿para qué rebelarnos con violenta acritud?
Fuiste mío. Fui tuya...! lo demás nada importa!
¡Oh mi amante de un día! si la vida es tan corta
que no vale la pena de sufrir su inquietud ...
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Tomado de Social. Julio 1923.
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