Entre la juventud entusiasta y abnegada que huye de la frivolidad estéril y frecuenta los centros de actividad politica a los meeting creadores donde se echan los cimientos de la patria nueva, siempre figurará Gonzalo de Quesada como uno de sus más valiosos representantes.
Ni el nacimiento en medio de las comodidades que hacen la vida facil, si vivir es entregarse a la satisfacción propia, sin pensar en la reintegración de nuestros derechos; ni el haberse educado en el extranjero y no conocer su tierra natal, pues apenas si tenía cuatro años de edad cuando su familia lo trajo a este país; ni el ser extraño al medio corruptor en que la colonia esclava se debatía sin personalidad y sin derechos, pues que no vio el infierno de dolores que la metrópoli explotadora llevó 4
a Cuba no bien puso en ella la planta en son de conquista; ni sus estudios, ni sus amistades, ni sus aficiones íntimas, lograron desviarlo de su idolatría por Cuba y de servirla con toda la vehemencia de su corazón apasionado y con toda la efectividad de su mano abierta y generosa.
Vio a Martí, y lo siguió con impulso irresistible. Jamás sugestión alguna fué tan vehemente ni tan recíproca. ¡Hermosa conjunción de dos almas que se unieron para el bien, que se penetraron de la grandiosidad de la obra que emprendian, y que nada ni nadie pudo separar! Imposible ver a Martí sin Gonzalo. Juntos en el trabajo fatigoso para llevar la fé a un pueblo que la había perdido, y para levantar una república tal vez ingrata con sus más abnegados constructores; juntos en las horas de desaliento cuando el fariseismo de la colonia prefería Barrabás a Cristo, es decir, la esclavitud presente a la redención futura; juntos en la plaza pública para tronar contra las iniquidades de España y para levantar la bandera de la independencia, como juntos para confundirse en estrecho abrazo cuando las emigraciones los aclamaban por haber sabido herir las fibras del sentimiento revolucionario.
Fue Gonzalo para el Maestro inolvidable el discípulo predilecto, el más amado. Vació en él sus brios de combatiente, su seducción de inspirado, sus ternuras de hermano y su respeto por la dignidad humana, sin reconocer privilegios ni jerarquías. ¡Todos iguales y todos hijos de Cuba para establecer la república cordial!
Y que el discípulo sabía hacer honor al Maestro, lo prueba él que en la tribuna inolvidable de Hardman Hall, donde tantas veces vibró inspirada la palabra de Martí, resonase la arenga ardorosa del joven patriota, alcanzando triunfos espléndidos. No es su oratoria de corte reposado ni de métodos retóricos, sino vibrante, como clarín de guerra; arrebatada, por el incontenible entusiasmo juvenil; espontánea, como nacida de un carácter franco afín no domado por hipócritas convencionalismos. Su acción acompaña a sus palabras, y tiene gestos y ademanes que no gustaran a los oradores de gabinete que se aprenden el discurso de memoria y toman aptitudes ante un espejo para ir luego a alcanzar triunfos como oradores fáciles y verbosos; pero son gestos y ademanes que arrebatan a la multitud, más sagaz de lo que a primera vista parece y de mayor sentido práctico, puesto que no sabe ocultar sus impresiones.
Pasó aquel período ejemplar de preparación en el que, con Martí por bandera, surgieron no pocos propagandistas del momento que dieron consistencia a la obra revolucionaria, y después desaparecieron satisfechos por haber llenado su misión. Pasó aquel período de comunión fraterna, y llegó el de la explosión admirable, el de la guerra colosal que asombra al mundo. Han surgido nuevos propagandistas, mas de notoriedad que de labor disciplinada y armónica, y es justo dejar consignado hechos meritorios para que la Historia los recoja, y, sabia e imparcial, discierna sus palmas a quienes las merezcan.
Gonzalo pE Quesada, desde la primera vez que se presenta en la tribuna del Hardman G
Hall el 10 de Octubre de 1889, hasta la fecha, no ha cesado de servir a su patria desinteresadamente.
No hemos de hablar de sus brillantes estu dios en la Universidad de Columbia hasta alcanzar su título de Abogado; ni de su competencia como Secretario de la Delegación de la república Argentina en el Congreso Pan-Americano, al punto de que no bien cerrado aquel Congreso, el Delegado señor Saenz Peña lo nombró su Secretario particular y lo invitó a ir con él a la república Argentina de donde volvió con el nombramiento de Cónsul de aquella república en Philadelphia, cargo que renunció cuando supo que era incompatible con su filiación de revolucionario cubano. Ni tampoco hemos de examinar su labor profesional, que no cuadra a nuestro propósito. Pero si hemos de dejar sentado que Patria lo tuvo de redactor en varias ocasiones, asi como de administrador, y de decir que muchos y notables artículos de aquella época, 1892-1895, pregonan su aptitud periodística, de que muchos y hermosos episodios de la pasada guerra, dicen el culto reverente que ha tenido por los héroes de su patria, y que muchas y nobles reseñas de veladas patrioticas, demuestran el entusiasmo que ha sentido por la propaganda de los cubanos emigrados.
Y en el trabajo material, sin remuneracion alguna, antes bien, haciendo gastos de su bolsillo particular, ha probado que no es soberbio ni engreído. No pocas veces, después de estar con Martí y con el que estas líneas traza atendiendo a la impresión de Patria hasta altas horas de la noche, y luego de despachar los paquetes de periódicos, hemos salido para la oficina de Correo transidos por el cierzo helado que nos pinchaba los dedos y con los piés dentro de la nieve. El que había nacido en la comodidad y el regalo, no se desdeñaba de ser el conductor de Patria. Bien es verdad que Martí daba el ejemplo.
En los meeting de los clubs, en La Liga de nuestros ejemplares obreros, donde quiera que los cubanos lo solicitaban, allí estaba Gonzalo sirviendo con fe, sin aparatosidad y sembrando afectos que debían ser y son permanentes.
Muerto Marti en la gloriosa temeridad de Dos Ríos, por querer servir “de alfombra a los redentores de su pueblo", Gonzalo de Quesada y Benjamín Guerra supieron mostrarse a la altura de aquellos días indecisos, hasta que, elegido Delegado Estrada Palma, se normaliza la situación, quedando Gonzalo en su puesto de Secretario de la Delegación, que más tarde se eleva a Chargé d’ Affaires en Washington, y que en la actualidad desempefia con tacto y discreción.
En medio de los afanes de su vida política, aún ha tenido tiempo para pensar y producir obras como Mi primera ofrenda, Patriotismo e Ignacio Mora, en las cuales se revela el revolucionario convencido y el escritor bien intencionado, de estilo fácil y propagandista de las ideas de patria y libertad.
Para nosotros los que tan de cerca lo hemos tratado, y conocemos sus nobles arranques, siempre será el compañero querido a quien no podemos ver sin acordarnos de tiempos emuladores de los cuales conservamos una vision luminosa: la de Martí creador en medio de las criaturas que modelaba a su imagen y semejanza.
S. Figueroa.
New York, Octubre 21 de 1897.
Revista de Cayo Hueso. Octubre 24 de 1897
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