“Escuché a esos oradores en la convención (del Partido Demócrata) decir ‘ganamos la Guerra Fria’, y no pude evitar preguntarme a quién se referían exactamente con ‘nosotros’. (Ronald Reagan, ex presidente de los Estados Unidos)
Desde hace varias semanas el Museo Americano de la Diáspora Cubana, radicado en la ciudad de Miami, ha sido el escenario donde se ha estado presentando la obra teatral “Las paredes oyen”, escrita por Robby Ramos, con dirección de Gabriel Jesús Bonilla, la cual tuvo su estreno mundial hace algunos meses atrás en el Westchester Cultural Arts Center, de esta propia ciudad, donde se mantuvo también por varias semanas en cartelera, alternando sus funciones en inglés con otras en español. Para la actual reposición solo fue interpretada en el segundo idioma.
La puesta contó con las actuaciones de Susana Pérez, Héctor Medina, Ariel Texidó, Dianne Garriga, todos estos actores cubano-americanos, así con la participación también del actor norteamericano Bill Shwartz.
La idea para la escritura de este texto surge en Ramos, nacido en Miami, pero miembro de familia cubana, como una necesidad vital para sacar a la luz experiencias propias vividas dentro de su entorno familiar, como la de su abuelo, quien sufrió prisión como preso político o experiencias humillantes sufridas por su madre durante su niñez a cargo de profesores convertidos en casi torturadores para con los hijos de aquellas personas que eran señaladas como desafectas al régimen castro-comunista.
Es sabido que en esta ciudad el tema ‘Cuba’, desde Enero de 1959, ha estado en la palestra pública en todo momento y por lo que estamos viendo, lo seguirá estando indefinidamente; por ello las artes en nuestro entorno, tampoco han podido quedar al margen de un tema que abarca a la mayor parte de la población de la misma. La literatura y el teatro fundamentalmente han sido las dos manifestaciones artísticas que desde un primer momento asumieron la denuncia de las atrocidades llevadas a cabo por aquellos barbudos, que fueron vistos en un principio como héroes, pero que rápidamente se convirtieron en feroces represores de todo el pueblo.
En el teatro, manifestación que nos ocupa, autores como los cubanos Raúl de Cárdenas, Pedro Román, Mario Martín, Iván Acosta, Pedro Monge Raful, Matías Monte Huidobro o Nilo Cruz, por citar solo a algunos, han recogido en sus obras el tema cubano, desde muy diferentes perspectivas, aplicando diversos estilos a sus escrituras. Por ello la escena miamense con frecuencia ha contado sobre sus escenarios con obras que denuncien las condiciones de secuestro al que ha estado sometido un país a manos de una dictadura declarada abiertamente comunista y de las consecuencias que para aquellos que han logrado escapar de dicha isla-cárcel, ha significado el tener que comenzar sus vidas en tierras extrañas.
A la anterior lista de autores, también podríamos añadir a jóvenes dramaturgos, nacidos fuera de Cuba, que han hecho suyas también la causa de sus padres y abuelos, como Robby Ramos y Vanessa Garcia -quien escribe su apellido sin tilde sobre la letra i- que fuera autora de “The Amparo Experience”, exitosa obra de teatro inmersivo, estrenada en el 2019 y que se mantuviera durante aproximadamente año y medio en nuestra cartelera, la que se adentra en la situación cubana a través de la brutal expropiación sufrida, como muchas otras familias dueñas de pequeños o grandes negocios, por la familia Arechabala y su flamante industria de rones cubanos. Espectáculo que estremeció la escena de Miami en esos momentos.
Partiendo, como ya dijimos con anterioridad, de experiencias vividas por su propia familia dentro de la isla de Cuba, Ramos trabaja en un texto donde retrata de forma directa y descarnada la violencia desenfrenada que arrastró tras de sí la implementación del castrismo en la sociedad, donde sin importancia de géneros ni edades, las nuevas autoridades que supuestamente hablaban en nombre del pueblo, no tuvieron límite alguno en imponer su voluntad mediante la violencia absoluta. La acción de la obra va a tener como marco los difíciles momentos que vivió la humanidad durante la llamada ‘crisis de los misiles’, en octubre de 1962, donde la bravuconería de Fidel Castro colocó al mundo al borde de una catástrofe nuclear.
La concepción de esta puesta bajo el concepto de ‘teatro arena’, con el público sentado en paralelo a ambos lados del espacio escénico, ha sido un gran acierto por parte de Bonilla, su director, espacio este divido en tres planos donde se desarrollarán las escenas por separado o al unísono, según sea la mirada de la acción. Dichos planos de representación acogerán la oficina de la oficial del ejército, la cual lleva por nombre el de “Madre”, que encierra un enorme simbolismo en el texto dramático, situado en el centro del escenario. Hacia un extremo se encontrará un segundo espacio con la cabina radial, donde Bill, locutor de la muy conocida emisora WQAM, hablará con sus supuestos radioyentes, ofreciéndoles música y y noticias de la época, entre ellas las palabras del ex Presidente J. F. Kennedy sobre la delicada situación mundial en tan difícil momento de la llamada Guerra Fría. Con las escenas que se desarrollarán en dicho espacio escénico se ofrecerá no solo un contexto determinado dentro de la vida nacional cubana, sino también en su relación con Estados Unidos.
Por último, el tercer espacio de representación va aprovechar el propio escenario de la sala teatro, para desde una mayor altura colocar la tenebrosa sala donde se llevan a cabo las torturas a los prisioneros del régimen, otorgándoles a estas escenas una vista preponderante.
Dentro de dicho ámbito se va a llevar a cabo el desplazamiento de los actores, quienes a excepción del locutor que permanecerá siempre en su espacio, el resto se desplazarán entre los otros dos restantes, logrando fluidez, movilidad e interacción escénica.
Con respeto al elenco, Susana Pérez, en el desagradable rol de ‘Madre’, logra mover el personaje dentro de un áurea de antipatía que se respira desde su entrada a escena, este es el encargado de decir las oraciones más tenebrosas de todo el texto dramático, dejando clara cuáles serán las líneas de acción que el mismo representa. La experimentada actriz se enfrenta por vez primera a un rol de esta envergadura, logrando hacerlo vivir sobre las tablas con fuerza y credibilidad.
Los actores Ariel Texidó, Héctor Medina y Dianne Garriga, como ‘Papo’, ‘Rafa’ y ‘Ava’ respectivamente, hermanos los tres, serán responsables de provocar el conflicto en la obra, pero desde posiciones antagónicas que convergerán en algún momento sin retorno de la misma. Papo integrante de las filas del ejercito rebelde se ve convocado a interrogar a su hermano Rafa, por una supuesta acusación de propaganda contrarrevolucionaria, mientras que Ava será la pieza de cambio a utilizar desde las altas esferas militares -léase el personaje de Madre- para por medio del chantaje obligar al joven a firmar su declaración de culpabilidad, aunque para el final de la obra la actitud de la misma le dé un brusco giro a la acción dramática de la obra.
Desprecio por tener ideas diferentes, atropello a los derechos del ciudadano, abuso de poder, demagogia patriótica, control total a los actos individuales, así como a la libertad de pensar, decidir las acciones a tomar, el valor de la familia, la ingenuidad de la juventud, la toma de decisiones ante el atropello inevitable, serán razones que enfrentarán a estos cuatros personajes.
Texidó asume su contradictorio papel, mostrando desde un inicio la dualidad que lo corroe. Su difícil posición, la resuelve con total control de la energía, manejando con acierto los bruscos cambios de ella. Al final, su personaje dando un giro a la acción dramática, dirigirá la obra hacia un camino que por esperado no dejará de ser contundente.
En cuanto a la labor de Héctor Medina, este joven actor siempre nos sorprende con su desempeño sobre las tablas. Su personaje va a estar insuflado a la vez de inocencia y madurez, de pasividad y rebelión, logrando todos estos aspectos con naturalidad, sin superar los límites que el escenario impone.
Dianne Garriga en su incorporación de una joven de nivel medio alto -high school- va a ser la encargada de aportar un interesante punto de giro a la historia, el cual resolverá con eficacia, mostrando de esa manera también la dualidad que el mismo incorpora. Sí cabría señalar que por momentos su proyección de voz pierde algo de naturalidad, restando cierta credibilidad a lo dicho por el personaje.
Por último, nos encontramos con la presencia sobre el escenario del actor Bill Schwartz, proveniente del mundo teatral angloparlante, incorporando a Bill, un locutor radial que prácticamente no tendrá una interrelación directa con el resto del elenco, a no ser durante una supuesta llamada telefónica realizada a la estación radial desde la Habana, por el personaje de Madre, con intención de hacer propaganda de la revolución castrista, hecho el cual resulta algo ingenuo y de dudosa posibilidad de aceptar como veraz, conociendo la realidad de la historia contada.
El trabajo de este último actor es de total coherencia, mostrando una excelente factura en el decir, apropiándose de manera excelente de cierta peculiar forma de expresarse de algunos profesionales del gremio radial de épocas pasadas. A su magnífico dominio de la voz debemos apuntar el de sus movimientos, a pesar de lo reducido del espacio donde transcurrirá toda su actuación. El actor se mete en la piel del personaje con una efectividad que trasciende la escena.
Algo que nos resultó interesante de apreciar y que no queríamos dejar de destacar fue encontrar un contraste en cuanto a los estilos de trabajos entre este último actor, con referencia al resto del elenco. La manera de incorporar sus respectivos desempeños sobre las tablas mostraba escuelas de actuación diferentes, que se reflejaban en la forma de interiorizar y proyectar sus personajes, así como en la de manejar las intenciones de las acciones, las miradas y sobre todo las pausas. Esa confrontación en el plano actoral enriqueció aún más el espectáculo.
Tener sobre las tablas un trabajo como este, en los momentos actuales, aunque se refiera a una etapa pasada, pone de relieve como el ayer se mantiene vivo hoy, debido a que la situación de la sociedad cubana se ha hecho cada vez más tenebrosa y complicada para su pueblo y con mayor fuerza producto a la feroz campaña de desinformación proveniente tanto desde adentro de la isla como desde el exterior por parte de sus cómplices en el terreno ideológico, ya sea desde los campos políticos, empresariales o intelectuales. Resulta por ende de vital importancia, el que estas obras artísticas llegan de mano de jóvenes nacidos fuera de aquella realidad, pero que por llevar en su sangre el ADN de sus antepasados, levantan la voz para hacer valer su denuncia.
Muy importante resultaría además, que este grupo de artistas pudiera continuar presentando dicho espectáculo en escenarios de diferentes ciudades y universidades del país, donde un lamentable halo de romanticismo trasnochado hacia aquella supuesta revolución de los pobres y para los pobres, es alimentado por los enemigos de la libertad del pueblo cubano. Apoyemos todos el esfuerzo.
Lic. Wilfredo A. Ramos
Miami, Noviembre, 14, 2023.
Fotos/Yaniel Cantelar.
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