La distancia de un siglo no hacía mella en la visibilidad de una poetisa de valía singular para el terruño y el solar del antiguo Puerto Príncipe.
Aurelia Castillo de González había sido ya una voz recordada por el lirismo impecable de sus versos, y la inspiración que los recorrió habló muy alto de su dignidad creativa.
Al convite de aquel año de su centenario se sumaron las voces de otros émulos y conocedores de su arte. La ciudad agramontina ofreció sus mejores galas y el arte de la poetisa fue recordado con profusión.
Un Comité Ad hoc organizó los festejos. Lo presidían tres ilustres nombres de las letras y la cultura de la ciudad agramontina: el Dr Luis Martínez catedrático y autor de excelsa prosapia, la Dra Angela Pérez Lama profesora y promotora de la memoria y la cultura de la ciudad, y la Sra Dolores Salvador de la Fuente, igual de dedicada en alma y cuerpo a la promoción humana y a la educación de la otrora villa del Príncipe.
Lo primero fue preparar un Programa Académico de grandes realizaciones literarias y culturales donde desde el sábado 24 de Enero hasta el Martes 27 de aquel año 1942, se resaltó la memoria de aquella hija del Camagüey al que alguna clamará vez en inspirados versos:
“Apenas respiré tus puras brisas/devolviste a mi sangre los ardores/y en mi pecho anidaron los amores/volvieron a mis labios las sonrisas”
Se sucedieron conferencias magistrales a cargo de intelectuales de prestigio y sapiencia monumentales de la literatura y el arte de la Cuba de entonces.
Así discurrieron Rosario Novoa y Raimundo Lazo venidos desde la capital; junto a ellos, el talento de otros hijos ilustres de la ciudad: la poetisa Emilia Bernal y los Dres Luis Martínez, Lilia Fuentes y Ángela Pérez Lama.
Igualmente sumaron su talento los niños de la entonces escuela primaria bautizada con el nombre de la poetisa, los alumnos del Instituto de Segunda Enseñanza, y hasta los aportes radiales de la reconocida emisora CMJK la Voz del Camagüeyano, en una impresionante velada cultural a cargo de talentosos y entusiastas radialistas.
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Una tarja develada en la misma casa natal de Aurelia del Castillo en la calle Cristo y el callejón del Templador, marcaría hasta hoy las señales inequívocas del talento de aquella voz de nuestra mejor memoria poemática.
La develaba otro nombre poético de la ciudad camagueyana de entonces: Isabel Esperanza Betancourt, y la apología de ocasión estaba a cargo del reconocido periodista Felipe Correoso y del Risco.
Un Concurso poético honró la memoria de Aurelia. Un riguroso jurado que presidía el catedrático Raimundo Lazo premió tres composiciones resguardadas por el anonimato de sus autores. Los primeros dos lugares correspondieron a poemas del también rimador local Felipe Pichardo Moya; y el tercer puesto para otro conocido poeta de la que se reconocería luego como la generación de Origen: el sacerdote Angel Gaztelu.
De aquel suceso nos quedaría la evidencia escrita de aquellas memoriosas conferencias y de los poemas premiados en esta Memoria que hoy reseño.
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