Érika
Por primera vez vistió telas vaporosas, que parecían ascender en el aire, burlarse del calor. Dejó de usar pantaletas y no obvió además el sostén porque entonces las tetas irían saltando e insinuándose de paso en paso y sentiría vergüenza. —O no, no sentiría vergüenza per se, sino que se avergonzaría al constatar la vergüenza del prójimo frente al lance. Los hombres, y también tantas mujeres, no admitían que las tetas de una anduviesen sueltas, libres aunque debajo de la tela. Puesto que las tetas —recordó a Plácido el Bueno— podrían resultar, a la vez, el más invulnerable baluarte o el sendero más franco, y también el As de Espadas. Así era: como dejó dicho de su puño y letra este gran sabio “Entre los emblemas que más podrían impresionar a un ser humano —varón o hembra— se hallaban las banderas nacionales, los himnos, las pistolas y los senos de mujer”.
La tarde siguiente al día de su llegada, el Jefe la acompañó a comprar la ropa apropiada. En la Zona Luz del centro histórico; recorrieron las cinco calles que la componen. Si bien el ocaso no estaría muy lejos, el calor persistía y ella sintió que se le acababa el oxígeno por momentos: la piel se le incendiaba; un vapor extraño le agarraba, más que la vista, la mirada; parecía arderle el esófago; la sed la invadía constantemente —se detendría en uno y otro bebedero público—. El Jefe se había invitado él solito para acompañarla cuando ella preguntaba a bulto, al grupo con que la habían conectado en la mañana, dónde podría hallar la vestimenta necesaria. Pensó declinar el ofrecimiento y pedirle a un taxista que la dejara en el lugar preciso. Pero de cualquier manera le resultaría trabajoso desenvolverse en una zona desconocida, sin idea de cuáles serían las tiendas convenientes para sus propósitos. Llevaba un pulóver azul cielo de tela más bien gruesa y mangas cortas que en ocasiones usaba para dormir y le llamó la atención cómo algunos dependientes y dependientas dejaban la vista fija por instantes en sus manos y antebrazos cuando los tenían al alcance de la mirada, debería ser por su blancor, o su tipo de blancor, pensó, y, como antes ciertos transeúntes, ahora estos dependientes y dependientas se detenían, más que a mirar, observar sus ojos por unos momentos, como si el nivel de la impresión les anulara la prudencia. Vio allí en el centro de la ciudad, por primera vez en su vida, en haces, cuánto abundaban las mujeres de culo alzado. [Su mail: “… como las cubanas, roble, pero dime si de a deveras el mío no será tan alzado, pero también tiene lo suyo en ese aspecto, y de pilón, es de líneas perfectas o casi. ¿O a poco no?”].
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Félix Luis Viera (El Condado, Santa Clara, Cuba, 19 de agosto de 1945), poeta, cuentista y novelista, es autor de una copiosa obra en los tres géneros.
En su país natal le fue otorgado el Premio David de Poesía, en 1976, por Una melodía sin ton ni son bajo la lluvia; el Premio de Novela de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, en 1987, por Con tu vestido blanco, que recibiera al año siguiente el Premio de la Crítica, distinción que, en 1983, le fuera concedida a su libro de cuentos En el nombre del hijo.
En 2019 le fue otorgado el Premio Nacional de Literatura Independiente “Gastón Baquero”, auspiciado por varias instituciones culturales cubanas en el exilio.
Su libro de cuentos Las llamas en el cielo retoma la narrativa fantástica en su país; sus novelas Con tu vestido blanco y El corazón del rey abordan la marginalidad; la primera en la época prerrevolucionaria, la segunda en los inicios de la instauración del comunismo en Cuba.
Su novela Un ciervo herido —con varias ediciones— tiene como tema central la vida en un campamento de las UMAP (Unidades Militares de Ayuda a la Producción), campos de trabajo forzado que existieron en Cuba, de 1965 a 1968, adonde fueron enviados religiosos de diversas filiaciones, lumpen, homosexuales y otros.
En 2010 publicó el poemario La patria es una naranja, escrito durante su exilio en México —donde vivió durante 20 años, de 1995 a 2015— y que, como otros de sus libros, ha sido objeto de varias reediciones y de una crítica favorable.
Una antología de su poesía apareció en 2019 con el título Sin ton ni son.
Es ciudadano mexicano por naturalización. En la actualidad reside en Miami.
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