Cinthya
[Nos bajamos del taxi en la avenida Juárez, cruzamos cerca del Hemiciclo a Benito Juárez y atravesamos en diagonal la Alameda Central. Serían las once. La mañana de domingo continuaba refulgente. A un lado y otro de las frondas se hallaban cuatro o seis mujeres con cara, cuerpo y vestimenta bonitas. Me entristecí un momento. Pensé peguntarle a Cinthya quién, cómo, cuándo, dónde la habían desflorado. Pero maté la pregunta. Hay cosas que es mejor no saberlas nunca. Algunos y algunas de los que estaban en las bancas, levantaron la vista o voltearon para mirarnos, para mirar a Cinthya; al parecer, como otras veces, sus tacones atronaban en demasía. Cooperaba que en ese pasillo el eco es rey.
Ocho o diez pasos después me preguntó por qué la miraba tanto. Le respondí con una sonrisa y le pasé la mano por el cabello. La miraba porque esa mañana me llegaba, aún más, esa sensación de humedad que me indicaba enamorarla. Contesté. Y alabé de nuevo, ahora rozando mi voz en sus oídos, sus labios sabiamente gruesos, la armonía de sus estrías poderosas, la simetría y el esplendor de su dentadura. Recostó su cara en lo alto de mi brazo. Ensambló mi mano con la suya. Cuando cruzábamos la calle, le pedí que enderezara el cuerpo, que caminara con garbo].
Como ella no lograría desenvolverse en el cuarto de azotea, íbamos a un hotel. El Atlante, que debe estar aún en la calle Ciencias, esquina con Martí, en la colonia Escandón.
Dije “íbamos a un hotel” porque solo visitamos ese.
El Atlante no está cercano ni de su casa ni de su hospital ni del periódico, pero ella me lo propuso: de casualidad lo había hallado en Internet y le pareció bonito, me dijo. ¿Cuántas fotos del Atlante habría en la página que encontró de casualidad?, ¿fotos de cuántos ángulos del hotel?, ¿las había del interior de las habitaciones?, ¿cómo sería posible que le hubiese gustado tanto como para darle a la travesía en microbuses, taxis, metros para llegarle?... Más bien sería por conectar con el sitio de la nostalgia. Nostalgia de un sitio y un ex —o más de uno.
La noche inaugural se había puesto desodorante en la vagina. Le pedí que se lavara: si le quitas su olor, matas su espíritu, le dije. [Sus hombres anteriores lo habrían aceptado o quién sabe si aun se lo habían requerido —las diferencias].
Se lamentó porque no le “salía” el sexo oral. Lloró intensamente. Aun con espasmos. Me respondió que nunca lo había logrado. Luego yo insistiría en no pocas ocasiones; pero no lo consiguió.
Íbamos más los viernes y los sábados; al día siguiente ella no trabajaba —A menos que estuviese de guardia.
El padre le preguntó si sus salidas serían para pasar la noche conmigo. Ella le respondió que sí. La reconvine: Debiste mentirle, esto puede complicarte o quién sabe si al señor le venga un infarto. [Si bien yo estaba seguro de que ella nunca —¿o casi nunca?— le mentiría a sus padres]. [Y que a las personas como el padre, rara vez les llega un infarto].
Si yo debía estar en el periódico tarde-noche, noche, madrugada, ella de cualquier manera salía de su casa a la hora de costumbre y me esperaba ya en la habitación. Era posible reservar con anticipación. Resultaba bonito el diseño del Atlante por fuera, hermosa su paz adentro. ¿Cuáles serían las habitaciones que antes Cinthya había conocido?
Cruzando Martí, en la esquina paralela, había una tienda OXXO. Ahí nos abastecíamos para pasar la noche y aun en ocasiones para el desayuno.
En aquellos primeros lances me tomó esa rara sensación de que ella a veces me pesaba más, a veces menos.
Le pregunté por qué no gemía y me respondió no saber. Las memorias, tanto de varones como de mujeres acerca de esta ciudad, dan fe de que resultaría muy raro hallar una mujer que no gima durante la cópula. ¿O era yo el culpable: no la llevaba a gemir?
¿Nunca había gemido antes de mi aparición? No se lo pregunté.
---------------------------
Félix Luis Viera (El Condado, Santa Clara, Cuba, 19 de agosto de 1945), poeta, cuentista y novelista, es autor de una copiosa obra en los tres géneros.
En su país natal le fue otorgado el Premio David de Poesía, en 1976, por Una melodía sin ton ni son bajo la lluvia; el Premio de Novela de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, en 1987, por Con tu vestido blanco, que recibiera al año siguiente el Premio de la Crítica, distinción que, en 1983, le fuera concedida a su libro de cuentos En el nombre del hijo.
En 2019 le fue otorgado el Premio Nacional de Literatura Independiente “Gastón Baquero”, auspiciado por varias instituciones culturales cubanas en el exilio.
Su libro de cuentos Las llamas en el cielo retoma la narrativa fantástica en su país; sus novelas Con tu vestido blanco y El corazón del rey abordan la marginalidad; la primera en la época prerrevolucionaria, la segunda en los inicios de la instauración del comunismo en Cuba.
Su novela Un ciervo herido —con varias ediciones— tiene como tema central la vida en un campamento de las UMAP (Unidades Militares de Ayuda a la Producción), campos de trabajo forzado que existieron en Cuba, de 1965 a 1968, adonde fueron enviados religiosos de diversas filiaciones, lumpen, homosexuales y otros.
En 2010 publicó el poemario La patria es una naranja, escrito durante su exilio en México —donde vivió durante 20 años, de 1995 a 2015— y que, como otros de sus libros, ha sido objeto de varias reediciones y de una crítica favorable.
Una antología de su poesía apareció en 2019 con el título Sin ton ni son.
Es ciudadano mexicano por naturalización. En la actualidad reside en Miami.
No comments:
Post a Comment