Friday, January 19, 2024

"Cinthya". Fragmento de "Un mariachi viejo. Una historia de amor". (Novela inédita de Félix Luis Viera)


Cinthya


El negro ocupaba la otra mesita —como yo, en solitario— y desde la primera ojeada supe que era cubano. Por la manera en que miraba a las personas que transitaban por el breve tramo visible de la otra mitad de la acera. Por la forma en que tosió, suspiró, movió la cabeza. Había pedido un café exprés, el más fuerte que se podría hallar en el sitio.

Desde hacía mucho yo no me encontraba con un negro. Lo extrañaba. Hubiese querido toparme mejor con una negra. Pero era un negro. Un negro distraído, según se notaba. Un negro pensativo. Cabizbajo por instantes.

La tarde se hacía más fría y sentí pena por él: llevaba un suéter delgado —negro—.El efecto del frío puede darles un toque ceniciento a los negros, y a las negras.

De pronto escuché que me preguntaba: “¿Eres cubano?”. Me volví hacia él afirmando y sonrió con unos dientes fenomenalmente blancos, relucientes.

Supo que yo era cubano por una maldición que había dicho en soliloquio, a media voz —me respondió.

Hacía unos nueve meses que él vivía en México. [“Aunque esto no es vida”, me repitió]. Era de Luyanó, La Habana. Había salido de la Isla gracias a una mexicana que allá conoció y se enamoraron. [Dijo “nos enamoramos”] .

Vivía con la mujer —dieciocho años mayor que él— en un apartamento de la Unidad Habitacional Plateros, en el medio sur de la ciudad.

Era mecánico de automóviles, graduado de escuela, pero no había encontrado en su giro un trabajo al menos aceptable. “Ya sabes, hermano, si aquí hasta hay mecánicos que tienen su taller en la calle, que lo tienen junto la acera, ¿no?”. [Todo el tiempo me llamaría “hermano”, aunque ya le hubiese dicho mi nombre]. —Quise decirle que si bien en total eran más de cuatro millones y medio de automóviles en la ciudad, aparte de cientos de miles que desde la periferia entraban, salían, permanecían…, pues sobraban mecánicos, o por lo menos les sobraba tiempo libre a no pocos mecánicos, según el último parte —, pero no se lo dije, quizá esto lo desanimaría más.

Me llamó la atención que con solo nueve meses de vivir en la ciudad, ya pronunciara las equis tanto intermedias como al final de las palabras y que cerrara con la dicción justa las terminadas en consonantes. Entonaba con un dejo de cierto sector local.

La mujer tenía par de hijos que de una u otra manera y con tenacidad hacían bulto entre ella y el negro. Ambos estudiaban en la Universidad y “son malos conmigo, muy malos, no sé si porque les molesta que la madre tenga otro marido que no sea el padre de ellos…, no sé…, no dicen por qué, solo son malos conmigo…” —esto el negro lo pronunció como si estuviese a punto de llorar.

La mujer rentó para los hijos un apartamento lejos y les pasaba manutención.

Ella manejaba buena lana: regenteaba cuatro puestos en sendos tianguis.

No lo apremiaba para que trabajara. Pero él de un mes en otro había sido barman auxiliar en un cabaré “cubano”, el Rumba y Salsa, en una cantina llamada La Calibre 45 y dependiente en par de los tianguis de ella. Sin éxito.

Sentía que nada le acomodaba. Todo le quedaba grande o chico.

“De repente” —esta expresión, tan utilizada en la Ciudad de México, la repetiría constantemente—, entendió: nunca tendría paz en este sitio ni en otro; nunca podría vivir, sin morirse lentamente, fuera de Luyanó.

La saudade pasa. Hay quien lejos de su tierra no pisa firme, al menos para continuar resistiendo, hasta pasado un año y hasta un poco más. Él solo llevaba nueve meses. La nostalgia siempre estará agazapada, pero la buenaventura de realizar tantas cosas que no podría en Cuba, como cantar lo que quisiera, opinar lo que sintiera, gritar lo que deseara, criticar lo que decidiera, maldecir lo que no le conviniese, comer y beber lo que le gustara, aplaudir o no, sumada la libertad de elegir, valían la pena. Le dije.





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Félix Luis Viera (El Condado, Santa Clara, Cuba, 19 de agosto de 1945), poeta, cuentista y novelista, es autor de una copiosa obra en los tres géneros.

En su país natal le fue otorgado el Premio David de Poesía, en 1976, por Una melodía sin ton ni son bajo la lluvia; el Premio de Novela de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, en 1987, por Con tu vestido blanco, que recibiera al año siguiente el Premio de la Crítica, distinción que, en 1983, le fuera concedida a su libro de cuentos En el nombre del hijo.

En 2019 le fue otorgado el Premio Nacional de Literatura Independiente “Gastón Baquero”, auspiciado por varias instituciones culturales cubanas en el exilio.

Su libro de cuentos Las llamas en el cielo retoma la narrativa fantástica en su país; sus novelas Con tu vestido blanco y El corazón del rey abordan la marginalidad; la primera en la época prerrevolucionaria, la segunda en los inicios de la instauración del comunismo en Cuba.

Su novela Un ciervo herido —con varias ediciones— tiene como tema central la vida en un campamento de las UMAP (Unidades Militares de Ayuda a la Producción), campos de trabajo forzado que existieron en Cuba, de 1965 a 1968, adonde fueron enviados religiosos de diversas filiaciones, lumpen, homosexuales y otros.

En 2010 publicó el poemario La patria es una naranja, escrito durante su exilio en México —donde vivió durante 20 años, de 1995 a 2015— y que, como otros de sus libros, ha sido objeto de varias reediciones y de una crítica favorable.

Una antología de su poesía apareció en 2019 con el título Sin ton ni son.

Es ciudadano mexicano por naturalización. En la actualidad reside en Miami.

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