Thursday, January 18, 2024

Del circo en Cascorro (por Mariem C. Gómez Chacour y Marum Gómez Chacour)



Un pueblo pequeño es la diversidad individual en un conglomerado humano conviviendo desde logros y fracasos, desde el silencio y la algarabía, desde la frustración y la esperanza... desde la individualidad distintiva hasta una característica común compartida, pero alguna vez también...  es la alegría de la infancia desde una carpa de circo.


A mi pueblo llegaban circos hasta de fama internacional, pero los más frecuentes eran pobres carpas. Así conocí, cuando estrenaba la vida, el “Santos y Artigas” con el vuelo de sus trapecios y el payaso Pulidor que paseó una monita dando la mano a los niños y niñas de aquella noche. Al “Nelson” con sus números de magia que culminaban con su baúl mágico y también al peor de todos, al “Duflar”.


“¡Llegó el circo y trae un león! Fue nuestro grito de pobladores infantiles acostumbrados a compartir patios, juegos, risas y riñas... también confabulados en mentiras escolares y veintes travesuras y experiencias. El desfile tradicional, por las calles del pueblo como publicidad, fue un verdadero desastre. El Duflar sólo lo hizo con un tambor mayor y una corneta mal tocada, payasos mal vestidos... toda su propaganda se centraba en el feroz león, lo anunciaban con un altavoz...” ¡El domador con el león Sansón!”


Años sesenta del siglo pasado, las mujeres mayores acostumbraban a vestir sayas anchas con las sayuelas pudorosas debajo de éstas por el aire y las telas transparentes. También se usaban los zapatos de tacones finos, aunque no tan altos. El pueblo estaba resguardado por un teniente de la policía que compartía al unísono las novedades y atracciones. No era del pueblo, llegó con el triunfo revolucionario hacía uno o dos años y, como otros, se quedó. 


Por aquella época la vida continuaba como siempre, apacible en sus costumbres cotidianas. El cine “Tania”, en la Carretera Central frente a la logia, era la mayor atracción. Estrenaba películas nuevas de moda transportadas por un ómnibus de pasajeros desde Camagüey, cada uno o dos días según gustara. Recuerdo la ocasión en que uno de los mejores mecánicos provinciales, Marcelino pagó para que repitieran las tandas al día siguiente. Era una película de tangos de Gardel y él decía que era argentino. Buena persona y tenía un apodo que no repetiré aquí. El local del cine estaba dotado en la planta baja a la entrada con una barra y banquetas, también mesas donde se servía generalmente merienda. En la planta alta estaba lo que se denominaba “La Terraza” para compartir “traguitos” y merendar. El mejor no por ser el único, ciertamente era un local agradable con edificio moderno y bien atendido, sin igual en los otros pueblos así que era orgullo local.


Las funciones de los circos comenzaban a las ocho o nueve de la noche, no preciso, pienso que a las ocho por los niños. Los circos se llenaban porque eran espectáculos únicos y esporádicos y la vida nómada de los circenses incentivaba la imaginación a grandes y a chicos. Pasaba igual con los gitanos que llegaban alguna vez a mi pueblo y se quedaban temporadas a veces cortas y otras largas en el Parque de Pelota. Cuando eran los circos la población menuda transitábamos a todas horas por el Parque para ver animales o para curiosear. Cuando eran los gitanos los evitábamos por cierto temor... no olvido a un señor mayor de barba canosa y larga con un pañuelo en la cabeza y anchos bigotes, tenía mirada negra y penetrante.


Llegó la noche del Duflar y su león y recuerdo que no me dejaron ir por un fuerte ataque de asma, ni con perreta y todo... fue tarde de médico. Alrededor de las nueve me despertó el comentario asustado de los mayores de mi casa y una gritería infernal en la calle con llantos... “¡Que sí, que fueron tiros...!” “¡Que hay heridos y corrieron para casa del médico...!” “¡Que no salgan...!” Y el susto mayor fue cuando se percataron que mi hermana de crianza, la mayor, sí había asistido a la función del circo con un grupo de amigas... ¡Cada noche ella paseaba por el parque con aquellas muchachas de su edad!


Muy pronto nos enteramos de lo sucedido por ella... llegó asustada, temblando sin casi poder hablar, mi madre le dio un vaso de agua y tras el consabido regaño explicó aún asustada “¡si fue que el león le fajó al domador, se le tiró encima...! “El teniente empezó a disparar y mató al león, pero hirió o mató al domador también... no sé...” Al otro día era el comentario en el pueblo, en las bodegas, en las lecherías, en los bares que realmente no eran bares sino restaurantes en la Carretera Central, en la curva de entrada, que fungían de terminal de ómnibus, pero le denominaban así. El león estaba muerto de hambre porque no consiguieron mucha comida en el matadero... y se abalanzó hacia el domador cuando éste comenzó a fustigarlo para que le obedeciera. El domador muy mal herido fue llevado a la consulta del Dr. Márquez.


En realidad, en esa consulta había laboratorio, equipo de RX, cuarto de curación muy bien equipado como una mini - clínica cuyas enfermeras eran ciertamente profesionales y siempre en el pueblo se comentaba: “Si Márquez lo atiende y llega a Camagüey ya no se muere...” El Dr. Márquez era médico cirujano. Salvó a un joven vecino “Palito Ayúa”, muy mal herido en accidente de carretera. Y el domador no murió para su fortuna ... lo que dudo que volviera a entrar a una jaula en su vida. Como no era del pueblo nunca escuché el apellido, pero qué bien... ¡el domador! 


El cuento no termina aquí... mi pueblo era y es... se precia de ser un pueblo limpio entre los más limpios. Como cada mañana pasaban barriendo calle por calle sobre todo la Carretera Central donde se encontraba el cine y era la única asfaltada por aquel entonces. Los mal denominados “basureros”, se desquitaron aquella vez riéndose a sus anchas de las vecinas, recogiendo sayuelas y zapatos a lo largo y ancho de la Carretera. Salieron “despavoridas” del circo como si trajeran al león detrás... comentaban.  Acomodaron los zapatos en fila en el cine para que las dueñas vinieran a recoger sus prendas... Y tampoco el cuento termina aquí...


Como cada mañana y repito la frase porque eso es típico de un pueblo pequeño y de los barrios provincianos, como cada mañana aquel vecino toma café en el bar, como cada mañana reparten el periódico, como caaaa.... Como cada mañana aquel vecino que guardaré su nombre, como hachero que era, salía en su carrito tirado por un caballo (guarandinga le denominan) a cortar leña por los alrededores, leña que vendía por encargo, para su sustento. 


Aquella mañana al volver por el camino del Ciego, al tratar de rebasar el “basurero” el caballo se negó... y que no.… por mucho que lo fustigó nada... al bajarse para arrearlo vio al león “¡¡¡parado en sus cuatro patas!!!” Corrió el hombre y del susto no se percató y se subió a un palo de ayúa... árbol espinoso de la sabana ... y allí estuvo hasta que recibió auxilio.


Los muchachos del pueblo recogieron al león del basurero y lo plantaron en cuatro estacas que clavaron a orillas del camino... Sucesos de los pueblos pequeños que no deben perderse con la niebla de las mañanas.





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