Foto/Havana Times
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Recuerdo hoy al profesor Botta, de la facultad que en aquellos tiempos se conocía como Filosofía e Historia (luego, al fusionarla con Artes y Letras, le cambiaron el nombre creo que par de veces). Pequeño en su estatura física, inmenso en su imponente y amable personalidad.
Llegaba al aula con un gigantesco y viejo maletín de cuero. Colocaba sobre su mesa tres pilas de páginas de papel presilladas. Sacaba un pomito de medicina con café y una caja de cigarros. Se llevaba el café a la boca, al mojarse los labios su cara se transformaba con un gesto de desagrado, regresaba el café a la mesa, lo tapaba mientras refunfuñaba, quejándose de la degeneración que cada día sufría lo que llamaban café en la cafetería del rectorado, situada al final de unos escalones hacia el centro de la tierra. Luego, intentaba encender un cigarro, cuando lo lograba, enseguida se apagaba, lo lanzaba al jardín por las persianas de las ventanas "estos cigarros no dañan la salud, es imposible fumarlos".
Cumplido este primer rito, iniciaba el segundo, nos miraba: -"Acá tengo tres versiones de la clase de hoy, ¿cuál prefieren, la más extensa, una mediana o la pequeña? -La pequeña, respondíamos al unísono (era esta una de las pocas ocasiones en las que el grupo se manifestaba a una sola voz). -"Lo sabía, así va hoy el mundo".
Empezaba narrando en francés la francesa revolución, detenía su charla, nos miraba con cara de asombro, de no creo lo que veo: "¿no saben francés? ¿que enseñan ahora en el Instituto?, metía a veces su latinazgos: "¿nada de latín? ¿que enseñan ahora en el Instituto?...
... y ahí arrancaba la clase, se sumergía en su historia, dramatizaba, reía, declamaba, peleaba... se subía los pantalones para explicarnos que unos eran "sans-culottes" y otros usaban "culottes". Nosotros extasiados, absortos, sumergidos junto con él, en sus historias de la historia.
En los exámenes finales no recuerdo que haya desaprobado a alguien, cuando se presentaba una deficiente prueba, pronunciaba su sentencia: "tienes 3 (de 5), no te "cuelgo" (manera de referirse a desaprobar en el Santiago de Cuba de los 80s), "la vida te colgará"
Botta era quizás en la Universidad (en la Facultad creo que sí) el profesor más querido, tanto por sus colegas, como por sus alumnos. Hombre Bueno. (JEM)
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