Al llegar a la Universidad de Oriente, septiembre de 1986, tuve una novia maravillosa: flaca, más alta que yo (como la mayoría de mis novias), cantaba (y canta) precioso, una sonrisa que me enloqueció, tono seductor el de su voz, con el que me compartía sus historias, como si de novelas se tratara, totalmente me cautivó.
No duró en el tiempo ese noviazgo. En octubre, luego de un mes y unos días de ennoviarnos, en uno de los campos deportivos de la universidad, noté que se acercaban unas muchachas bellas, para lucirme (como si pavo real fuese), se me ocurrió guindarme de la portería de balonmano para hacer barras, aquello se vino abajo, me despachurró el deo gordo y el del lao, de un pie, pa Camagüey dos meses pa salvarles
Luego de asistir a un concierto de Rhodas en el Principal, fines de noviembre o inicios de diciembre, mi mamá me mandó de regreso pa Santiago. Mi novia alta, esbelta y cantora, ya no era mi novia. Le recuerdo de manera bonita, como bonita ella es. (JEM)
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