Friday, May 31, 2024

"ELEKTRA, la danza de los muertos"... excelente ajiaco griego-cubano. (por Wilfredo A. Ramos)


“No me apresuro. Busco una voz, la voz de estos tiempos. Aún no la he encontrado”
(De la obra “Yago tiene feeling” de Tomás González).




Como brillante colofón a esta quinta edición del Solo Theater Fest que organiza Artefactus Cultural Project, evento dedicado al arte del solitario actor sobre el escenario y después de cinco semanas de excelentes propuestas llegadas desde Argentina, Ecuador y Miami, proveniente desde la ciudad de New York se presentó la compañía de teatro Galiano108, con “ELEKTRA, la danza de los muertos”, espectáculo asumido por la actriz Vivian Acosta, con dramaturgia y dirección de José González, el cual se basa en textos del fallecido dramaturgo cubano Tomás González Pérez (1938-2008).

Dicha obra, la cual tuvo su estreno mundial en esta misma ciudad durante el año 2011, en el escenario del lamentablemente desaparecido Teatro en Miami Studio, teniendo una calurosa acogida de público y crítica, no había subido de nuevo a las tablas hasta el pasado mes de marzo en el neoyorquino Teatro LATEA, regresando ahora nuevamente a su ciudad de origen.

Pero para hablar de dicho espectáculo, nos vemos en la obligación de hacer algo de historia y así remitirnos a las condiciones que provocaron su origen, el cual lamentablemente fue producto de una situación en la que nada tuvo que ver un simple proceso artístico.

Corría el año 1991 y Tomás González decide estrenar un texto suyo, que bajo el sugestivo nombre de “Ancestros Clásicos”, reunía un grupo de conocidos personajes de la mitología griega -Agamenón, Caronte, Casandra, Clitemnestra y Electra- quienes con sus pretensiones de universalidad, se mezclaban con esa otra tradición ceremonial proveniente de Africa, que es la Yoruba. Con esta mixtura de culturas, el autor trataba de poner en boca de sus personajes de manera indirecta, problemáticas políticas, sociales, personales que no solo pertenecían al acontecer mundial de cualquier época y lugar, sino que alcanzaban de igual manera al nacional.

Con tales presupuestos, dicha puesta en escena fue prohibida de manera arbitraria, durante su ensayo general previo al día del estreno, por órdenes de las instituciones culturales que supervisan y controlan hasta el día de hoy las artes escénicas en el país. A partir de ese instante el dramaturgo y director pasaría a integrar la funesta nómina de artistas censurados, a los que los diversos espacios teatrales le estarían vetados.

Ante tan deplorable situación, los actores integrantes de dicha puesta propusieron al autor que se trabajara cada uno de los personajes a manera de monólogos independientes, con los cuales podrían presentarse al Festival del Monólogo, que el habanero Café Teatro Brecht venia realizando desde 1988, por lo que para la edición del siguiente año 1992, dicho escenario vió subir a cada uno de esos personajes, logrando, por alguna misteriosa condición, pasar desapercibidos para los censores. Dentro de este evento la imagen de Electra se presentó por mediación de dos trabajos, interpretados por diferentes actrices: “Las bodas de Electra” y “Los juegos de Electra”.

Pasado algún tiempo, con la aprobación de su autor y después de haber fundado la compañía Galiano 108, Vivian Acosta y José González, ya residiendo en España, este último dirige y estrena en el marco del Festival de Cádiz, una puesta en escena concebida sólo para cuatro actores, basada en aquellos textos iniciales del dramaturgo, los que incorporarían a cada uno de los respectivos personajes -excepto el de Casandra- bajo el nombre de “ELEKTRA, la danza de los muertos”, título que mantiene igualmente la propuesta unipersonal, que a pedido del mismo autor se realizara y que ha llegado a nosotros en la actualidad.

La relación de Acosta y González, con el dramaturgo no se limita al trabajo con su obra, sino que trasciende dicho contexto, teniendo que ser buscada más atrás en el tiempo, cuando ambos se vincularían con el también profesor que fue Tomás González, en extensos cursos y talleres en los cuales instruía a sus discípulos en una técnica actoral, denominada por él “Método de Actuación Trascendente”.

Dicha técnica de trabajo, la cual hasta el momento no ha sido estudiada en toda su profundidad, ha sido tratada de ser explicada por algunos investigadores, como es el caso de la cubana Inés María Martiatu: “... como una búsqueda para explorar los dispositivos más insospechados del cuerpo y la memoria de actores y bailarines como parte de su entrenamiento para las representaciones dentro del llamado ‘teatro ritual caribeño...”

De igual manera, otro investigador cubano, Alberto Abreu, señala que: “...dicho método de actuación y su dramaturgia nos lleva más allá de las tablas, hacia una dimensión más amplia dentro del campo cultural cubano…”

Esta novedosa forma de acercarse al trabajo del actor, donde los estudios antropológicos unidos a la cosmogonía espiritual de tradiciones de la cultura y religión afrocubana, convierten este método en un profundo campo de investigaciones y búsquedas, donde tanto el ser espiritual como material convergerán en el cuerpo del actor, logrando sobre el escenario una posesión de los personajes por parte de aquel que raya en un ‘cuasi’ estado de transfiguración, convirtiéndose en una rica y motivadora experiencia de trabajo, la cual descubre inusitados caminos al actor.

Otro interesante aspecto a tener en cuenta dentro de la obra de este autor, es el tratamiento utilizado con el lenguaje por medio del cual se observa el intenso bagaje cultural que es parte significativa de este multifacético y culto artista, con el que juega a su antojo mezclando lenguas y culturas, sin dejar de lado el profundo mundo del ritualismo religioso afrocubano y universal.

Es así, como a partir del acercamiento a dicho proceso creativo, que la comunión entre el maestro y ambos alumnos se va fortaleciendo, logrando incorporar estos últimos las enseñanzas a tal nivel, que al día de hoy son los únicos recipientes de tales conocimientos, llevándolos a la práctica dentro de su labor creativa cotidiana.

En sus más de dos décadas de existencia la compañía de teatro Galiano 108 ha podido mostrar su trabajo a través de toda la red de importantes festivales teatrales de iberoamérica, España y Portugal, llegando incluso hasta el Festival internacional de Teatro Experimental de El Cairo, Egipto -inaugurado en 1993- en el cual su presentación fue reconocida con sendos premios de público y crítica. Todo el deambular de estos dos artistas por el mundo ha sido posible gracias a su pertenencia al CELCIT (Centro Latinoamericano de Creación e Investigación Teatral), en su capítulo español), del cual son miembros fundadores honoríficos.


Después de todo este extensa y necesaria introducción, estamos preparados para hablar sobre las funciones que de “ELEKKTRA, la danza de los muertos”, estos artistas acaban de ofrecer en Miami.


Desde el momento que la actriz entra a escena, cubierta por completo con una gran capa negra -incorporando el personaje de Caronte, barquero que conduce las almas de los muertos a través del río Estigia hacia Hades, su morada definitiva- nos ofrece un adelanto en cuanto a su trabajo corporal y de voz se refiere, a pesar de estar su figura casi invisible al espectador. A partir de ese instante, la actriz irá dando vida al resto de los personajes -Electra, Agamenón, Clitemnestra- en un desenfrenado ir y venir de caracterizaciones, que incluyen veloces cambios de elementos de vestuario y la incorporación de una variedad de voces que juegan con las diversas personalidades en escena, en un verdadero alarde de dominio técnico. Conocedora de la importancia del buen uso de todo el complejo aparato de resonadores que nuestro cuerpo ofrece, la actriz hace uso de ellos de modo magistral. De tener en cuenta únicamente dicho aspecto de su trabajo escénico, el mismo se convertiría de por sí en una útil clase demostrativa.


Otro aspecto que llama poderosamente la atención al observar el desenvolvimiento de la actriz en escena, es la excelente coordinación y fluidez de sus movimientos, utilizando cada una parte de su cuerpo como instrumento para expresar, reforzar o recrear ideas. Como ejemplo de los anterior se puede señalar el asombroso trabajo que la actriz realiza con un elemento usualmente poco tenido en cuenta como son los ojos o la sutil y elegante manera de utilizar las manos y el movimiento de sus dedos, ejecuciones que nos trae a la mente el delicado trabajo que de estas partes del cuerpo realizan las intérpretes de esas exóticas danzas asiáticas.

En todo momento, salta a la vista el riguroso entrenamiento a que se somete dicha actriz, haciéndose evidente en la plasticidad con que realiza cada movimiento, el poder de control de los mismos, sus constante desplazamientos insuflados por diversos ritmos, así como la adopción de posturas que solo pueden ser resultado de un férreo trabajo con su cuerpo, casi con el de la misma intensidad del requerido para la práctica danzaria.


Un aspecto interesante a observar en la preparación de la actriz, es que además de la incorporación de la técnica creada por Tomás González -Método de Actuación Trascendente- en su labor, se pueden apreciar del mismo modo componentes de otros sistemas de trabajo como los de Meyerhold, Artaud y Grotowski, los cuales tienen como punto en común, llevar al actor mediante diversas intenciones al camino de la expresividad corporal como ingrediente preponderante por sobre la palabra, elemento recurrente en otras culturas.

La concentración de todo este andamiaje técnico-actoral en un sólo cuerpo, nos lleva a observar sobre el escenario un hecho artístico donde confluyen por igual lo ritual junto a lo estético, recordándonos posiblemente ancianas manifestaciones artísticas.

Antes de continuar hablando sobre otros aspectos de la puesta, es necesario acotar, que en esta oportunidad Acosta, brindó también la posibilidad a todo aquel interesado -no solamente a los actores- de compartir una clase magistral, que bajo el nombre de “Las puertas del Ki”, los participantes accedieran a técnicas necesarias que les permitieran abrirse al libre flujo de energía, para con ello lograr niveles superiores de conocimientos, sin depender de estímulos externos preconcebidos, llegando a alcanzar así estados de creación trascendentes.


Reconfortante resultó ver como dicho encuento fue recibido con gran interés, lo que llevó a que el espacio ofrecido para su realización resultara pequeño ante el número de personas interesadas en el mismo, por lo que visto el interés mostrado por sus participantes y otros que no pudieron estar presentes por diversas razones, se dejaran las ‘puertas abiertas’ a la realización de próximos eventos de este tipo.


Retomando la puesta en escena, debemos señalar que José González, su director, posee un sentido racional del uso del espacio, con lo cual permite a la actriz desplazarse con amplitud y sin obstáculos innecesarios. Igualmente el director maneja la dramaturgia del movimiento en la escena en función constante de la expresividad tanto de los textos orales como de los físicos. La mano del director pone en función de la actriz cada elemento a ser usado dentro del espacio escénico, convirtiendo estos en parte del lenguaje y de la acción dramática, otorgándole a los mismos el significante pertinente a cada uno de ellos. Si bien el autor escribe estos textos teniendo en mente el posible carácter performático de los mismos, el director los asume sin temor, logrando una producción que se moverá de manera cómplice dentro de tal registro, quebrando las fronteras con el más puro espectáculo teatral.


Igualmente de interés resulta el acertado trabajo dramatúrgico realizado por el propio director, conocedor a profundidad de la obra del autor, quien con eficacia reune y adapta las diversas voces de los personajes integrándolas en el cuerpo físico de una sola actriz sobre las tablas.

Sin duda alguna, tantos años de trabajo en conjunto por parte de ambos -actriz y director- han logrado una loable comunión de intereses y propósitos artísticos, los cuales quedan nítidamente visibles a través de la puesta, mostrándose en la solidificación del resultado de este binomio artístico.


No podemos dejar de mencionar, por la importancia que para el éxito de esta puesta teatral ha significado, el magnífico trabajo de escenografía y vestuario a cargo de Pedro Balmaseda y Jorge Noa, las luces del maestro Carlos Repilado y la banda sonora de Enrique González Pérez, respectivamente, quienes sumaron su experiencia para lograr el acabado perfecto a un provocativo espectáculo que no deja de impactar cada vez que sube a las tablas.


Con “ELEKTRA, la danza de los muertos” todos los involucrados en tal proyecto, en especial Vivian Acosta y José González -sus eternos alumnos- han querido rendir tributo de reconocimiento, admiración y respeto al Maestro Tomás González y con ello mantener vivas sus enseñanzas e importante obra, motivando a futuros interesados en profundizar en el estudio e investigación de un trabajo necesario para el teatro y la cultura cubana.





Texto y fotos Lic. Wilfredo A. Ramos.
Miami, mayo 30, 2024
Día del Teatro y la Dramaturgia Cubana del Exilio.

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