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Cuando inexplicablemente María Vera pronosticó un baño de sangre para Cuba y un hombre que hablaba mucho, el padre Pastor primero y luego el padre Martínez, contrario a un grupo de incrédulos, entre ellos el propio obispo, hicieron de la beatificación de la santa mujer, la Causa de su vida.
Esta historia que, simula una de tantas sobre la santidad, ha sido el pretexto tomado por Roberto Méndez Martínez (Camaguey, 1958) para su novela histórica Y después de este destierro. Como es conocido por los amantes del género, las novelas históricas disfrutan el privilegio de contarnos una ficción –que linda con lo real– en el estilo y amenidad del que, en ocasiones, carecen los libros de historia. Desde Alejandro Dumas o Benito Pérez Galdós por citar solo dos ejemplos, el género posee una mayoritaria opinión a su favor.
Y en especial, cuando el tema escogido ha sido poco o casi nada abordado, la obra adquiere mayor connotación: así sucede con Y después de este destierro por Ediciones Universal, Miami, 2023.
La historia de la religión en Cuba no aparece, hasta el momento, en casi ninguna obra narrativa cubana, y cuando lo logra, es de soslayo o para demeritarla. Recuérdese El Milagro de Miguel de Carrión.
Y después de este destierro tiene la virtud, no sólo de ofrecernos un gran mosaico de la fe católica cubana, desde los primeros años de la República, hasta la expulsión de los religiosos en el barco Covadonga; entre ellos, por equivocación, el padre Martínez, ardiente defensor de la Causa de María Vera.
Su autor entrelaza una muy creíble fábula donde aparecen el padre Pastor y el padre Martínez, la propia visionaria de María, el logrado personaje de su hermana Elvira y lo mismo el médico Carlos Finlay que el poeta Agustín Aosta. Y estos son algunos de los que aparecen a lo largo de los años y las vicisitudes del país. Cada uno de estos personajes ofrece parte de la narración en su propia voz; con lo que se crea una melodiosa sinfonía en genial contrapunto entre ellos mismos.
Desde su comienzo, con hábil maestría, logra inmiscuirnos en su bien tejida tela de araña donde el lector queda atrapado hasta la última hebra de la madeja tan bien tejida por el autor. La obra inicia con el padre Martínez recorriendo, en perenne angustia, las calle habaneras con sus papeles bajo el brazo, mientras una multitud pide paredón para los curas; y luego, de inmediato nos lleva a los primeros años de la República para al final, volvernos a llevar adonde nos dejó inquietos y curiosos.
Los siete capítulos poseen sugerentes títulos como “Sagrado Corazón” o “La curación del endemoniado.” Se disfrutan pasajes memorables con la sonrisa o la carcajada: la tertulia en que Elvira canta el cuplé “Polichinela”; o con lágrimas en los ojos por la ingenuidad del padre Martínez en Roma que nos deja la nostalgia de lo perdido.
Realmente, los sucesos de María Vera transcurren de 1908 a 1928, año en que muere ya consagrada como Hija de la Caridad. Y a pesar de convertirse en el hilo central, no es el principal personaje femenino. Su hermana Elvira, ya mencionada, también tiene sus visiones; las devotas Antonia y Ofelia, amigas y auxiliares de los sacerdotes.
Asimismo el novelista narra una etapa cruenta de la vida española con la ida del padre Martínez de visita a España y resulta testigo incuestionable junto al padre Pastor. Debido al amplio mosaico de personajes con sus voces propias se hace difícil enumerar a todos los que atraviesan las alrededor de quinientas páginas. También es de resaltar las descripciones de lugares y objetos con ciertos alientos casaliano, carpenteriano y lezamiano como huellas nutrientes de su propio discurso.
Cuando se termina de leer la novela se lamenta que el escritor no haya, además, realizado un ensayo investigativo sobre toda la documentación acumulada, para no dejar vacías las existencias en esa zona de nuestra historia. No obstante, nos adentramos en unos álgidos momentos, –con sus dudas, añoranzas, y temores–. que nos regala su autor mediante una exquisita prosa, dominio del lenguaje y profundo conocimiento.
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María del Carmen Muzio Zarranz (La Habana, 1947). Tiene publicadas las novelas El camafeo negro (1989), Sonata para un espía (1990), La Cuarta Versión (2000) y Dios no te va a entender (2015), así como los ensayos Andrés Quimbisa (2001), María Luisa Milanés: el suicidio de una época (2005) y el libro de cuentos para niñosLos perros van al cielo (2004). Ha merecido varios galardones y reconocimientos entre los que destacan su mención en el Concurso Internacional Relato Policial, Semana Negra, Gijón, España (2002) y la del centro “Juan Marinello” por su ensayo sociocultural sobre la figura de Andrés Petit.
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