Le conocía de Camagüey, nos reencontramos cuando a Miami llegué. Tiene dos hijas, en esos momentos muy jóvenes.
En los primeros días de la relación, me anunció que sus hijas nos invitaban a una cena familiar.
Ellas cocinaron, pusieron la mesa, todo elegante, todos elegantes. Mamá-novia, las dos jovenes, y yo. Tuvimos una conversación-interrogatorio, que condujeron de manera exhaustiva, pero en extremo educada y agradable.
Disfruté la cena, la conversación y aprobé el examen. Es un buen recuerdo (entre otros, de aquel noviazgo), que recuerdo bien. (JEM)
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