Monday, August 5, 2024

La dramaturgia de Sergio Blanco regresa a los escenarios de Miami. (por Wilfredo A. Ramos)



Como parte de la programación de esta XXXVIII edición del Festival Internacional de Teatro Hispano de Miami (FITHM) ha subido a nuestros escenarios nuevamente una obra del autor uruguayo asentado en Francia, Sergio Blanco, proveniente desde Venezuela, la cual contó con dirección de Rossana Hernández y la interpretación de Gabriel Agüero. La parte técnica de la puesta se completa con Armando Díaz como coach de movimiento, Raquel Díaz Castro en el vestuario, David Blanco en la iluminación y Abilio Torres musicalización, en una producción general de la agrupación Deus Ex Machina, compañía caraqueña de teatro independiente con casi ya once años de fundada.

Blanco, quien es graduado de Filología Clásica y Dirección Teatral, con sus textos para los escenarios ha ganado en los últimos tiempos gran notoriedad internacional producto a un estilo de construcción literaria llamada ‘auto-ficción’, que este autor ha llevado a su escritura dramática y con la cual desde la aparición de ‘Kassandra’, un monólogo donde inicia sus investigaciones sobre dicho supuesto nuevo género literario aplicado al teatro, junto con ‘Tebas land’ y ‘La ira de Narciso’, sus tres trabajos más llevados a las tablas alrededor del mundo, se ha convertido en uno de sus más conocidos exponentes, no sólo por la regularidad con que las mismas suben a escenarios de todas partes del mundo, sino además por las frecuentes intervenciones en eventos universitarios y conferencias relacionadas con este tipo de escritura dentro de los medios intelectuales.

Brevemente señalaremos, que esta fórmula -la autoficción- sale a la luz en 1977 al publicarse la novela ‘Hijos’, del escritor francés Serge Doubrousky, donde él define dicha obra como “una ficción de acontecimientos estrictamente reales”, en la cual el autor es identificado como narrador de los acontecimientos y el resto de los personajes que aparecen en la historia son ficticios. Igualmente en este tipo de escritura, el autor puede partir de su realidad, de la cual toma parte de su inspiración, manejándola de tal manera hasta el punto de convertirla en apariencias, en hechos fantásticos, improbables de ser realidad, cambiando y manipulando datos y experiencias, donde el caos y la inexactitud terminan por apoderarse de los acontecimientos narrados.

Pero antes que este nuevo estilo de escritura fuera conceptualizada como tal, en obras de otros escritores podemos encontrar parecidos elementos, como son los casos de ‘La Divina Comedia’ del italiano Dante Alighieri y en El Quijote del español Miguel de Cervantes. También en muchas oportunidades ha sido confundido dicha forma de hacer con la autobiografía debido a la aparición del autor como personaje del texto, pero que en este camino puede recrear o ficcionar hechos que le han acontecido o no al narrador, lo que lo aleja de ser una obra autobiográfica como tal.

Algún investigador igualmente, ha comparado dicho estilo de escritura con una auto-fábula, por aquello que posee de invención, así como otros lo han considerado un subgénero híbrido entre la narración y la novela, que en el caso del teatro se queda a medio camino entre éste y la narración, despojando de todo sentido de representación a lo que se ponga sobre el escenario. Es por lo anterior, que al enfrentarnos a una puesta en escena con este tipo de dramaturgia que podremos llamar ‘diluida’, es necesario hacerlo partiendo de que no vamos a poder ver frente a nosotros, de manera clara, aquellos elementos que definen al teatro tradicional al momento de su construcción - introducción, desarrollo, clímax y desenlace- debido a que lo que se irá narrando, no representando -dicho concepto es definitorio en este tipo de trabajo- no va a permitir llegar a conclusiones diáfanas de los hechos y las acciones representadas, manteniendo al espectador en una especie de limbo.

Un aspecto imprescindible de la auto-ficción teatral, es que tiene que darse una narración ‘homodiegética’, es decir, donde coincida sobre la misma persona del dramaturgo, la autoría del texto, el actor, el director escénico y el personaje, utilizando la primera persona, tanto del singular como del plural, para realizar dicha narración, a la vez que provoque sobre el espectador una sensación de incertidumbre, de duda, sobre la veracidad de los hechos.

Los escenarios de Miami, han sucumbido también a la tentación de presentar obras de Sergio Blanco, primero con el estreno en esta ciudad de ‘Tebas Land’, en una producción de Arca Images, la cual corrió a cargo del director cubano asentado en tierras españolas, Carlos Celdrán, durante la Primavera del pasado 2023 -que para el venidero mes de noviembre subirá de nuevo a nuestras tablas- y ‘La ira de Narciso’, formando ahora parte de las propuestas internacionales llegadas al FITHM.


‘La ira de Narciso’, también compuesta por el trabajo de un solo actor en escena, lo que usualmente llamaríamos monólogo si estuviéramos frente a lo que comúnmente llamamos teatro, pero que ha pedido del propio escritor tenemos que abstenernos de hacerlo, porque de igual manera tampoco estaremos ante una “representación”, según las continuas y exigentes indicaciones que el propio escritor acostumbra a hacer para que se lleven a escena sus obras, es un trabajo en el cual a través de más de dos horas, se nos “contará”, el supuesto paso del autor-narrador-personaje, por una conferencia en la ciudad de Liubliana, capital de Eslovenia, donde acude con la intención de ofrecer una disertación sobre su particular visión del célebre mito greco-latino de Narciso, mezclándolo con sucesos que se mueven entre la Novela Negra y un erotismo pornográfico.

Partiendo de este hecho, que el autor nos asegura sucedió en su vida, comienza a tejerse una narración, donde lo real y la ficción van mezclándose en el tiempo, pretendiendo dar forma a supuestos acontecimientos que se pretenderán tomar como ciertos, los cuales desembocarán en un final donde queda demostrado que todo ha sido pura manipulación de las emociones. El confuso laberinto de temas tratados -el yo del artista, la sociedad, las relaciones humanas y principalmente el sexo- nos conduce a tener que lidiar con estados de la mente del autor, quien se ha propuesto jugar un juego incómodo con el espectador.

Pero de todos aquellos temas que se deslizan a través del texto, es precisamente el del sexo el que envuelve la obra, convirtiendo la misma en un “thriller mucho más porno que intelectual”. La obsesión del autor-personaje por dicho tema desde el inicio de la obra, con el cual va marcando cada paso dentro de la misma, hasta el esperado desenlace final de la falsa historia, hace que el este se revierta contra el propio autor y su visión que sobre la homosexualidad proyecta, al colocar el sexo como elemento preferencial. A propósito de dicho aspecto, la utilización de una proyección de una escena extremadamente explicita de un filme pornográfico de sexo grupal a manera de ilustración en un momento del texto, resulta una agresión visual y conceptual por parte del autor y la dirección. Poco favor hace todo ello a los discursos actuales de aceptación e inclusividad.


Teniendo en cuenta que el texto narrativo-dramático es construido sobre la base del hecho real de la tal supuesta conferencia a propósito del mito del personaje grecolatino de Narciso, su tradicional significado y el que el conferencista-autor desea otorgarle al mismo a partir de la relación del ‘yo’ individual del artista con su obra y su medio, Blanco ha escogido en esta oportunidad un tema que obviamente refleja de manera convincente rasgos evidentes de su propia personalidad intelectual, en cuanto a eso que todos conocemos como ‘narcisismo’, del cual dicho texto hace derroche. Aprovechando todo este turbio universo de la autoficción, el autor se permite dar rienda suelta a sus más personales provocaciones, para entregar una obra que coloca al espectador en una posición incómoda de ‘voyeurista’, donde el único excitado es en realidad el escritor..

En cuanto a la propuesta de esta obra presentada ante el público de Miami, llegada desde tierras venezolanas, debemos reconocer que su directora, quien ya ha trabajado en otras tres obras del mismo autor -muestra del persistente interés por el mismo- ha sabido traducir las dificultades narrativas y de falta de acción que el texto arrastra a un lenguaje de plasticidad escénica que ayuda a sobrellevar tanta inactividad. Conociendo las exigencias que frecuentemente marca el autor para poder llevar a escena sus obras, no considero objetivamente que las posibilidades creativas de libertad que tengan el director ni incluso al actor -quien también tendrá que someterse a las disposiciones del autor- sean muchas. Esto último se puede apreciar claramente con solo ver los diferentes videos de las puestas en escena de una misma obra, que de dicho autor se llevan a cabo en diferentes países. Todas son prácticamente iguales. Donde queda la ‘libertad creativa’ para quien exige libertad de ideas.

Con respecto al desempeño actoral de Gabriel Agüero, quien es Licenciado en Artes en la Universidad Central de Venezuela y egresado del Taller Nacional de Teatro de la Fundación Rajatabla, con una carrera que abarca cine y teatro, medios en los cuales ha recibido múltiples premios, incluso por su trabajo en esta propia producción de ‘La ira de Narciso’ en el año 2019, hace entrega sin costuras, orgánico en su desenvolvimiento escénico, gracias al buen manejo de sus movimientos, a la plasticidad con que ejecuta los mismos, a la credibilidad con la que se apropia del personaje -aun en contra de la voluntad del autor- la facilidad para entrar y salir del mismo, rompiendo constantemente con la cuarta pared y relacionándose con el público, en un quiebre de la dinámica de la línea narrativa que promueve dicho texto.


Resumiendo, ante esta propuesta auto-ficcional de ‘La ira de Narciso’, una vez más, estamos en presencia de un trabajo provocativo, rebuscado, con demasiadas exigencias proto intelectuales, desde el que se percibe un marcado deseo en posicionarse desde una altura de autosuficiencia, donde lo importante para el autor es su yo y la manera en que pueda manipular la mirada de los demás. Esperemos que por aquello del esnobismo que siempre se encuentra latente en el medio artístico, no tengamos en los escenarios de Miami, que someternos al diletante imperio del frecuente encuentro con la auto-ficción.



Lic. Wilfredo A. Ramos.
Miami, agosto 2, 2024.

Fotos cortesía FITHM

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