Thursday, August 29, 2024

"Las señoras de la casa"... teatro alemán en Miami. (porWilfredo A. Ramos)



“Nada fortalece más a la autoridad que el silencio”.
Leonardo da’Vinci.

“El silencio es el arma suprema del poder”
Charles de Gaulle.




Artefactus Cultural Project, conocido también por algunos como el “teatro del fin del Mundo”, por encontrarse ciertamente algo alejado del centro de la ciudad de Miami, ha estado presentando durante todo el presente mes de agosto -un hecho para celebrar- la obra “Las señoras de la casa”, bajo la dirección de Eddy Díaz Souza. Dicha puesta fue el resultado de un fuerte trabajo de modificación dramatúrgica sobre un texto de la reconocida escritora alemana Dea Loher, escrito originalmente bajo el título de “El tercer sector”, cambiado posteriormente para su publicación por parte de la autora por el de “Anna y Martha” (Anna Und Martha), llevado a cabo por el propio Díaz Souza. Dicha obra tuvo su estreno mundial en el año 2001, en el Teatro Thalia de la alemana ciudad de Hamburgo.

La autora posee una Maestría en Filología Alemana y en Filosofía, otorgados por la Universidad de Munich, habiendo estudiado también en la Escuela Superior de Arte Dramático de la Universidad de Berlín, donde fue alumna del conocido dramaturgo, poeta, director de escena y ensayista alemán Heiner Muller, figura destacada de la dramaturgia contemporánea y el teatro postdramático. Desde sus primera obras estrenadas en 1992 -El espacio de Olga y Tatuaje- su producción ha estado vinculada a una nueva mirada del teatro político en las postrimerías del siglo XX, indagando y estimulando la reflexión y el debate, abordando estos temas desde una mirada hiperrealista, por lo que su labor ha recibido múltiples premios y obteniendo rápido reconocimiento nacional e internacional, donde su obra ha llegado a escena en más de una treintena de países de Europa e Hispanoamérica. Ha incursionado en la narrativa y la novela, así como en la escritura de un libreto para ópera -Licht (Luz)- estrenada en la Opera de Berlín el 19 de agosto del 2004. Desde el año 2013 es miembro de la Academia Alemana de Lenguaje y Poesía.

La obra de Loher basa su discurso en la opresión social, hecho que no sólo se hace presente mediante la temática de las diferencias de clases, sino también a partir de las diversas actitudes que dentro de la cotidianidad toman los seres humanos en sus relaciones unos con los otros. Es por ello que a través del transcurso de la acción se muestran los diversos planos de poder que se van estableciendo entre los personajes que habitan dentro de una casa en específica, lugar que será el universo escogido para contar esta historia.

El texto original consta solamente de los personajes de Anna (costurera), Marha (cocinera), Xana (mujer de limpieza) y Meir Ludwig (chofer y perro), mientras que en la producción que nos convoca, a estos se le sumarán el de la señora de la casa -personaje inferido en el original- el cual recibirá el nombre de Rosa y un segundo personaje masculino que va a ejercer como narrador de los acontecimientos. Para esta propuesta su director hubo de hacer además cambios en los nombres -excepto en el caso de Martha- para acercarlos más al público receptor, sustituyendo Elena por Anna, Solana por Xana y Mateo por Meier Ludwing.

Al enfrentarnos a dicha escritura dramática salta a la vista una relación evidente con “Las criadas”, conocida obra del francés Jean Genet en especial y con otras obras literarias que tienen a la servidumbre en el centro de sus historias, tema por medio del cual aparte de denunciar la opresión de los distintos estatus de poder, se procura sacar a la luz de igual manera, la problemática del valor y ganancia que se obtiene por el trabajo y como ello delimita el estatus humano, rodeando a la obra de un marcado ideario político.

En “Las señoras de la casa”, la cuestión sobre el dinero se deja a un lado para adentrarse en la del poder, sin importar el estatus social o económico de quien trate de ejercerlo, ya que como bien se muestra en el transcurso de la obra, siempre habrá alguien dispuesto a tratar de imponerse a otra persona, a través de un juego de poderes constantes, lo mismo que ocurre cotidianamente en nuestro entorno. Tanto en el texto original como en la puesta de Souza, el ambiente creado por estos personajes en lucha constante por imponer ‘su poder’ en escena se mueve en condiciones que muestran algo de caricaturas esquemáticas y vulgares, quienes mueven la acción entre senderos del teatro del absurdo y de la crueldad.

Si bien en el texto de la autora alemana, el ama de la casa al no aparecer de cuerpo presente, se convierte en tan solo una referencia, en la propuesta miamense, su presencia en escena se transforma en una imagen fantasmal que persigue e interfiere con el resto de los personajes de manera obvia, haciendo que la misma tome una mayor relevancia dentro de la historia, provocando que el desenlace, aunque anunciado muy sutilmente desde un inicio, tome por sorpresa al espectador que no haya tenido en cuenta ciertos textos repetidos durante el transcurso de la obra y que como el famoso ‘hilo de Ariadna’ de la leyenda griega, lo lleven hasta lo que fue un desenlace anticipado.

Algo que sella esta ‘transformación dramatúrgica’ realizada por Díaz Souza lo encontraremos señalado desde el propio título de su pieza al otorgarles a ambas mujeres -cocinera y costurera- el título de ‘señoras’, otorgándoles con ello una definida categoría de poder, poder el cual se verá reflejado en el trato hacia el resto de la servidumbre y entre ellas mismas.


La concepción escénica concebida por el director, refleja una atmósfera realista, haciendo referencia al sótano de una gran y acaudalada mansión, donde los elementos escenográficos utilizados serán los indispensables para crear la ambientación requerida. No obstante el cambio de la nevera utilizada en el texto original, por un contenedor de basura, aunque resuelve la situación para lo que va a ser utilizado, le resta el impacto que posee tal artefacto en la dinámica de la obra.


Con respecto al trabajo de los actores, hay que decir que el nivel de incorporación y entrega hacia sus personajes por cada uno de los mismos es total, estando en presencia de un nivel parejo de trabajo, lo que le confiere a la pieza un acabado perfecto y una orgánica construcción teatral. La labor de las dos protagonistas, Belkis Proenza y Miriam Bermúdez, es destacable debido a que ambas se apropian con firmeza de sus personajes, haciendo una excelente concepción de los mismos, donde con cada gesto, cada diálogo, magnifican y hacer crecer sus presencias en escena, portando con toda naturalidad sobre sus hombros el peso del desarrollo de la acción.


En cuanto al resto de los intérpretes, Tamara Melián asume a Solana, mujer encargada de la limpieza -la cual convierte su labor en obsesión pues según sus propias palabras “para eso le pagan”- como un personaje inmaduro, que actúa con desparpajo, indiferente al acontecer de los demás de la mansión, haciendo muestra de soltura y solidez interpretativa. Mención aparte merece su momento protagónico, cuando a manera de un prólogo silencioso, la actriz sentada como niña en el piso, juega con unos ladrillos mientras se produce la entrada del público a la sala. Su concentración en dicha acción invita a seguir con atención la misma, como si de ello dependiera entender el camino de la historia.


Vivian Morales y Betsy Rodríguez, son las encargadas de incorporar a la dueña de la casa, personaje introducido físicamente en escena, quien bajo el nombre de Rosa, dado por el director/autor de esta propuesta, ofrecen dos maneras diferentes de asumir el mismo personaje. La primera, entrega una mujer madura, más consciente de su papel de ama absoluta, segura de su nuevo estatus -antes fue prostituta según dice una de las mujeres de la servidumbre- y que disfruta de esta nueva posición que le brinda nuevos poderes, mientras que la segunda ofrece una ama de casa algo más superficial acorde con la juventud que proyecta. Ambas al ser parte física de la escena en esta propuesta, enriquecen la narrativa de la historia. Consideración aparte merece que el director haya decidido doblar un personaje en estos tiempos, con el esfuerzo extra que ello significa.

Incorporando tres personajes, Mateo el chofer, el perro y el amo de la casa -personaje este último referido en el libreto original- Steven Salgado enfrenta un trabajo construido sobre muy apropiadas características externas que definen a cada uno de ellos. Con un mínimo de textos, muchos silencios y bien precisas acciones, el actor obtiene un muy comedido, logrado e interesante desempeño sobre el escenario.


Finalmente, otro de los personajes incorporados con gran acierto a esta representación, es el del omnipresente ‘narrador’, incorporado por José Carlos Bermejo, quien como un maestro de ceremonia sutil y misterioso, nos irá introduciendo a los hechos por venir. Creado a partir de la ironía, el cinismo, la desvergüenza y algo de maquiavelismo, este personaje nos traslada a las concepciones actorales del famoso director estadounidense Quentin Tarantino. Bermejo, se mete en su piel con arrogancia, descaro, rompiendo la ‘cuarta pared’ continuamente para hablarle a los espectadores sin prejuicios, haciendo así patente su poder de conductor de los hilos de esta historia y proyectando una fuerte imagen de prepotencia.

Un aspecto a destacar en esta puesta de “Las señoras de la casa”, es la composición y utilización de su banda sonora, formada por “Koop Island Blues” y Strange Love”, del grupo sueco Koop; “Nightcall” y “Hoxton Glitch” ambas de la arpista inglesa Jermina Philips; “On the Nature of Daylight” del compositor y pianista alemán Max Richter; “Mad About You” de la banda belga Hooverphonic; “Beautiful Tango” de la intérprete franco-marroquí Hindo Zahra; “My Love”, de la cantante neerlandesa Sharon Kovacs, así como una pieza de la banda también alemana Two Lanes. Todas estas excelentes y virtuosas piezas en sus respectivos estilos musicales, se convierten por su fuerza y oportuno de su aparición en un decisivo pilar en la construcción dramatológica de esta puesta en escena. Aprovechando dicho oportuno ambiente musical, la incorporación de sencillas elaboraciones coreográficas buscando reforzar el discurso grupal, resulta un notable agregado a la elaboración escénica en su conjunto, aportándole cierta flexibilidad a la rigidez de la historia.

El mensaje que nos deja esta propuesta escénica es aquel que nos tendría, como seres humanos, que preocupar, poner a pensar de manera detenida y profunda. Cuando en el final de la obra, después de haberse liberados supuestamente todos del poder opresor que los humillaba, uno de los personajes lanza al aire la pregunta “... y ahora qué haremos con nuestra libertad?”, se está dejando por sentado el dudoso alcance de dicha real posibilidad.


Sin duda alguna ha resultado interesante que una obra de la dramaturgia alemana suba a nuestros escenarios, donde el teatro europeo, a no ser algo del español -principalmente de Lorca, Juan C. rubio o algún otro casual autor- es uno de los grandes ausentes de nuestras tablas, por lo que debemos agradecer a Artefactus Cultural Project, su director Eddy Díaz Souza y su productor Carlos Arteaga, quienes a través de estos ya más de quince años de trabajo continuado, se han interesado en procurar diversidad -en el sentido intelectual y artístico de dicha ya bastante gastada palabra- a los escenarios miamenses, tratando de abrir el abanico del conocimiento cultural hacia otras regiones del teatro, que por lejanas y diferentes, no dejan de ser bienvenidas.

Lic. Wilfredo A. Ramos.
Miami, agosto 27, 2024.

Fotos/Wilfredo A. Ramos, Alfredo Armas y Jorge Ferrer Vincench.


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