“El son es lo más sublime para el alma divertir. Debería de morir quien por bueno no lo estime…”
Ignacio Piñeiro
Cuando comencé a recibir clases de guitarra en Miami a finales de la década de 1960 con la afamada profesora y cantante Lily Batet, esta nos habló en una clase sobre el Son de la Ma’ Teodora y su ritmo cadencioso. Por entonces, aparentemente, no estaba yo interesada en saber el origen de este son santiaguero que algunos afirman fue el primero en nuestra historia musical.
Pero cuando recientemente estuve oyendo a la gran cantante Celia Cruz interpretarlo, me entró la curiosidad y me di a la tarea de averiguar más sobre el origen de esta antigua pieza de nuestro repertorio popular.
¿Será leyenda o realidad?
Un grupo de historiadores enjundiosos; compositores y musicólogos de fama como fueron Fernando Ortiz, Lydia Cabrera, Aurelio de la Vega o Carlos Borbolla, han reflejado los orígenes y la evolución de la música cubana de forma sobresaliente. Sin embargo, hay facetas de nuestra música que aún muestran discrepancias e inexactitudes. Se dice que alrededor del 1562 se creó en Santiago de Cuba el primer grupo instrumental de la Isla. Una de sus integrantes fue Teodora Ginés quien tocaba la bandola(1) e interpretaba una pieza conocida como El son de la Ma’ Teodora. También se afirma que ese fue el primer son del que se tiene noticia en Cuba, y que más tarde fue publicado por varios especialistas, como veremos aquí. El aspecto más importante de esta pieza es el sincretismo que se vio desde temprano, y como afirma la historiadora Luciana Kube(2), ya por entonces “están hirviendo en el caldo de la cultura cubana estos ingredientes de altísima calidad destinados a fundirse”. Se refería Kube de las herencias aborigen, española y africana.
El escritor e investigador Alejo Carpentier(3) nos dice en su libro La Música en Cuba(4) que este son está influenciado por el romance de Extremadura, en España, y que el carácter antifonal o responsorial entre el solista y el coro que encontramos en el Son de la Ma’ Teodora, viene de los cantos colectivos de África.(5) Carpentier también apunta en el prefacio de su obra mencionada, que: “A fines del siglo XVI existían conjuntos típicos en Santiago, cuyos sones se cantaron en Cuba durante más de doscientos años”.
He aquí la letra del Son de la Ma’ Teodora:
¿Dónde está la Ma’ Teodora?
Rajando la leña está.
Con su palo y su bandola
Rajando la leña está.
¿Dónde está que no la veo?
Rajando la leña está.
Con su palo y su bandola
Rajando la leña está.
Rajando la leña está.
En el siglo XVII, la música en Cuba se comienza a interpretar por las calles, sale de los templos, se inician los toques de tambores, sonajas, y cantos africanos en las procesiones. En los.astilleros surge un nuevo instrumento, las claves, que al comienzo eran dos tacos de madera de los utilizados en la fabricación de buques y embarcaciones. Los esclavos encuentran en los elementos cotidianos de su entorno los materiales que necesitan para construir sus propios instrumentos de percusión que utilizaban en África. Emplean vasijas, rejas del arado, palos de madera y cajones en los que venía envasado el bacalao en los barcos, así como los huesos de la mandíbula de algunos animales, y con esto confeccionan los instrumentos para acompañar la música de sus cantos.
La historia “novelada” de las hermanas Ginés
Pero, volvamos a nuestro son. ¿Quién fue Teodora Ginés, la del son? En realidad, eran dos hermanas negras, libertas, Teodora y Micaela Ginés, ambas procedentes de Santiago de los Caballeros en la provincia de Santiago, en República Dominicana, y que más tarde pasaron a residir en Cuba. Cuentan que el talento musical de Teodora y Micaela las llevó a formar parte de una orquesta, y una antigua crónica lo cuenta:
hay en esta villa cuatro músicos que asisten a los actos a que se les llaman mediante previo convenio. Son estos músicos: Pedro Almanza, natural de Málaga, violín; Jácome Viceira, de Lisboa, clarinete; Pascual de Ochoa, de Sevilla, violón; Micaela Ginés, negra horra, de Santiago de los Caballeros, viguelista; los cuales llevan generalmente sus acompañados para rascar el calabazo y tañer las castañuelas(6) .
Esta crónica del músico Hernando de la Parra y que publica José Joaquín García en su obra Protocolo de Antigüedades, Literatura, Agricultura(7), fue reproducida, con múltiples adornos y arreglos, durante toda la mitad del siglo XIX y buena parte del XX por diversos estudiosos. José María de la Torre la cita en 1857; Antonio Bachiller y Morales la repite en 1860; en 1891 Serafín Ramírez la añade a su libro La Habana artística, y Laureano Fuentes Matons en Las artes en Santiago de Cuba(8) de 1893, la vuelve a mencionar. Luego ya en el siglo XX, Emilio Bacardí Moreau en sus Crónicas de Santiago de Cuba(9), incorpora además el dato de que las Ginés formaban parte de la orquesta que también tocaba en las iglesias:
La orquesta existente en esta fecha en Santiago se componía de dos tocadores de piano, un joven sevillano, tocador de violín, y dos negras libres dominicanas tocadoras de bandola, llamadas Teodora y Micaela Gines; esta era la orquesta que también tocaba en las iglesias. (10)
Pero hay más discrepancias en los datos. En el Protocolo de Antigüedades, aparece citada Micaela Ginés, pero en La Habana, ya que se dice que las hermanas se separaron, quedando Teodora en Santiago y que Micaela se mudó a La Habana:
Los bailes y diversiones en La Habana son graciosos y extravagantes, conservan todavía en los primeros la rudeza y poca cultura de los indígenas, y en las segundas la escasez y ningunos recursos de una población que comienza a levantarse. Hay en esta villa cuatro músicos que asisten a los actos a que se les llaman mediante un previo convenio. Son estos músicos, Pedro Almanza, natural de Málaga, violín; Jácome Viceira, de Lisboa, clarinete; Pascual de Ochoa, de Sevilla, violón; Micaela Ginés, negra horra de Santiago de los Caballeros, viguelista…(11)
El texto de Las Artes en Santiago de Cuba (1893) de Fuentes Matons, se refiere a los músicos en La Habana:
En 1580 apenas había en Santiago de Cuba dos o tres músicos tocadores de pífanos(12); un joven natural de Sevilla nombrado Pascual de Ochoa, tocador de violón, que había venido de Puerto Príncipe con unos frailes dominicos, y dos negras libres, naturales de Santo Domingo, nombradas Teodora y Micaela Gines, tocadoras de bandola.
Y luego más tarde apunta:
Teodora Ginés, debió concluir sus días a una edad avanzadísima, casi a mediados del siglo XVII; y se comprende que encorvada por la senectud, caminaba apoyándose de un palo sin abandonar su vihuela”. Y sigue Fuentes Matons: “¿podrá decirse que la negra natural de Santiago de los Caballeros ha sido la primera celebridad musical de la Isla de Cuba?
En su ensayo Teodora Ginés, ¿mito o realidad histórica?,(13) Alberto Muguercia argumenta que ni Pascual de Ochoa ni Micaela Ginez existieron en realidad, y que el documento al que se refiere Fuentes Matons “no ha sido visto nunca por nadie, obrando tan solo el testimonio de Fuentes, quien afirma que este perteneció a su padre”. También podemos añadir que Muguercia y Orozco, fijan el origen del son en el Oriente de la isla, hacia 1880, y en el área de la Sierra Maestra.
Carpentier hace esta anotación:
por lo pronto, quedaba un hecho establecido que habría de tener una considerable influencia sobre la formación de la música cubana ya que en el siglo XVI (como lo observaremos con caracteres decisivos en todo el XIX) la profesión de músico excluía, tácitamente, por la escasez de ejecutantes capacitados, la posibilidad de una discriminación racial. Como habría de observarlo José Antonio Saco en 1831, con palabras que ya hubieran sido actuales en 1580: “la música goza de la prerrogativa de mezclar negros y blancos… pues en las orquestas…vemos confusamente mezclados a los blancos, pardos y morenos(14).
Otros historiadores como el Dr. Manuel Pérez Beato y Serafín Ramírez insistieron que tanto el violón (del XVII-XVIII), el clarinete (1690-1700), y el violín (1700-1720), no existían en el siglo XVI, y que solo se tocaba la vihuela.(15) También expusieron que cuatro instrumentos no podían ser considerados ‘una orquesta’ como afirma Bacardí. Y para completar todas estas opiniones, aunque Alberto Muguercia manifestó que la existencia de las hermanas Ginés era un mito, para Carpentier, Henríquez Ureña y Emilio Rodríguez, estas mujeres fueron seres de carne y hueso. ¡Que enredo!
Algunas aclaraciones
Afortunadamente tenemos la opinión de la musicóloga cubana, María Teresa Linares, que viene a nuestro rescate y a aclarar algunas dudas. Cuando en el 2007 asistía al II Congreso Música, Identidad y Cultura celebrado en República Dominicana, Linares concedió una entrevista al periódico Diario Libre(16) de la capital. En esa oportunidad hizo una explicación sensata de todo lo mencionado anteriormente, y trató de aclarar las múltiples versiones. Decía ella entonces:
No se sabe si Micaela y Teodora Ginés existieron o no; pero lo que sí se sabe es que esos documentos (que menciona Fuentes Matons) son apócrifos. Pero bien puede haber habido aquí (se refiere a la República Dominicana) una Micaela y una Teodora Ginés, y eso es aquí en donde tienen que buscarlo y encontrarlo en los archivos y la tradición. ‘Papelito jabla lengua’ como dicen los congos”, termina diciendo Linares.
Sin esos documentos nada se puede aclarar, pero de encontrarse, se podría probar que estas hermanas dominicanas realmente existieron, aunque con ese dato solamente no sabremos quien compuso el Son de la Ma’ Teodora.
“Hay muchas leyendas tejidas” vuelve a agregar María Teresa Linares.(17) “Ha existido una relación muy grande entre todas las islas [del Caribe] a fines del siglo XIX y principios del XX, con trabajadores inmigrantes. Y en las zonas orientales hay jamaicanos, haitianos, puertorriqueños, dominicanos; y esos, o nos dieron el son, o bebieron son del nuestro, pero todos somos un gran núcleo de soneros en el Caribe. Me baso pues en las evidencias que tengo de mis propias investigaciones. Hay muchas leyendas tejidas", vuelve a decir.
El son es lo más sublime para el alma divertir
Sería una pena que esta historia del Son de la Ma’ Teodora fuera tan solo una leyenda o un mito, como exponen María Teresa Linares y otros estudiosos. Lo que si no se puede negar ni discutir es que la cadencia de este son, y la de los sones que vinieron después, nos invitan a “echar un pie” y bien echado… un meneíto. Antes se bailaba enlazado a la pareja, bailando juntos los dos, y el hombre era el que guiaba a la mujer y la llevaba al paso que él quería. Eso tenía su sabrosura, su disfrute. Pero hoy se ha perdido esa tradición, y se baila muchas veces separado, cada cual haciendo lo que más le guste.
Ojalá algún día aparezcan las hermanas Ginés en algún archivo de Cuba o de República Dominicana y se pueda comprobar que sí existieron, y que fue cierto que estuvieron en Santiago de Cuba, y que también se encuentre el dato de quien compuso el Son de la Ma’ Teodora, una pieza sin mucha calidad musical, pero que sería precursora de nuestro sincopado y melodioso son cubano. Quizás entonces la Ma’ Teodora integre de forma oficial nuestra historia, y los bailadores del futuro lo valoren y lo bailen, como se hacía antiguamente, asidos el uno al otro, disfrutándolo con deleite, con gozo, con placer, pero sobre todo con mucha sandunga porque, como dice la letra de otro famoso son, el ‘son es lo más sublime para el alma divertir’.
Nota:
Agradezco a la fotógrafa cubana, Margarita Fresco radicada en Barcelona, España, su colaboración en este artículo con algunas magníficas fotografías de su autoría.
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1. Con el nombre de bandola se conoce a distintos instrumentos de cuerda usados antiguamente en España, donde fue de gran importancia durante el siglo XVII en el desarrollo del flamenco. En la actualidad la bandola se toca en Venezuela, Colombia y Chile con una gran variedad de formas que las identifican por su construcción e interpretación musical.
2. Luciana Kube, “Afrocubanismo en la poesía de Nicolás Guillén y la música popular cubana”, Revista Conexos, conexos.org/2021, 2 julio 2021.
3. Alejo Carpentier y Valmont (Lausana, 26 de diciembre de 1904-París, 24 de abril de 1980) fue un escritor cubano y francés que influyó notablemente en la literatura latinoamericana.
4. Alejo Carpentier, La Música en Cuba, Fondo de Cultura Económica, Colección Tierra Firme, México 1946.
5. Ibidem, p. 57
6. Alberto Muguercia y Muguercia, “Teodora Gines, ¿mito o realidad histórica?”, Revista de la Biblioteca Nacional José Martí, La Habana, septiembre-diciembre 1971, no. 3, año 62, p. 53.
7. José Joaquín García, Protocolo de Antigüedades, Literatura, Agricultura, Industria, Comercio, etc., Imprenta de M. Soler, La Habana, octubre 1845, t. I, no. 4, entrega 4.
8. Laureano Fuentes Matons, Las artes en Santiago de Cuba, Apuntes Históricos, Est. Tip. J.E. Ravelo, 1893.
9. Emilio Bacardí Moreau, Crónicas de Santiago de Cuba, Tipografía Arroyo Hermanos, Santiago de Cuba, 1ra ed. Barcelona, Tipografía de Carbonell y Esteva, 1908, t. I, p. 104-105.
10. Ibidem, Santiago de Cuba, Tipografía Arroyo, 1925, t. I, p. 121.
11. José Joaquín García, Protocolo de Antigüedades, Literatura, Agricultura, Industria, Comercio, etc., Habana, Imprenta de M. Soler, 1845, t. I, octubre, 1845, no. 4, entrega 4.
12. El pífano o pínfano es un instrumento musical de viento consistente en una flauta pequeña de tono muy agudo que se toca atravesada.
13. Muguercia, Ibid., p 53.
14. Carpentier, Ibidem.
15. La vihuela es un instrumento de cuerdas del siglo XV procedente de España, con forma de guitarra, pero afinado como un laúd. Se utilizó en los siglos 15 y 16 en España y era el equivalente al laúd de Italia y tiene un Amplio repertorio. Tenía cinco o seis pares de cuerdas.
16. María Teresa Linares, entrevista, “¿Qué, donde está la Ma’ Teodora?”, Diario Libre, abril 13, 2007.
17. María Teresa Linares, musicóloga cubana (La Habana 1920-La Habana, 2021) realizó trabajos de campo para recoger información, cantos y toques de antecedente hispano y africano en Cuba. Formó parte de la Sociedad Coral de La Habana. En su faceta de musicóloga, destacó por su libro La música y el pueblo, 1974.
Bibliografía
Bacardí Moreau, Emilio, Crónicas de Santiago de Cuba, Tipografía Arroyo Hermanos, Santiago de Cuba, 1925.
Carpentier, Alejo, La Música en Cuba, Fondo de Cultura Económica, Colección Tierra Firme, México 1946.
Fuentes Matons, Laureano, Las artes en Santiago de Cuba, Apuntes Históricos, Est. Tip. J.E. Ravelo, 1893.
García, José Joaquín, Protocolo de Antigüedades, Literatura, Agricultura, Industria, Comercio, etc.,Habana, Imprenta de M. Soler, 1845, t. I, octubre, 1845, no. 4, entrega 4.
Kube, Luciana. “Afrocubanismo en la poesía de Nicolás Guillén y la música popular cubana”, Revista Conexos, conexos.org/2021, 2 julio 2021.
Linares, María Teresa, “¿Que donde está la Ma Teodora?”, Diario Libre, abril 13, 2007.
Muguercia y Muguercia, Alberto, “Teodora Gines, ¿mito o realidad histórica?”, Revista de la Biblioteca Nacional José Martí, La Habana, septiembre-diciembre 1971, no. 3, año 62, p. 53.
Ramírez, Serafín, La Habana artística, Imp. de E.M. de la Capitanía General, La Habana, 1891.
Interpretaciones
El Son de la Ma’ Teodora
Celia Cruz
La Real Orquesta Cuba
Coro Diminuto
Baila Para Gozar - Latin American Music for Children
Los musiqueros
Septeto Nacional de Ignacio Piñeiro - Suavecito
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Teresa Fernández Soneira (La Habana 1947), es una historiadora y escritora cubana radicada en Miami desde 1961. Ha hecho importantes aportes a la historia de Cuba con escritos y libros de temática cubana, entre ellos, CUBA: Historia de la educación católica 1582-1961, Ediciones Universal, Miami, 1997, Con la Estrella y la Cruz: Historia de las Juventudes de Acción Católica Cubana, Ediciones Universal, Miami, 2002. En los últimos años ha estado enfrascada en su obra Mujeres de la Patria, contribución de la mujer a la independencia de Cuba, (Ediciones Universal, Miami 2014 y 2018). El volumen I dedicado a la mujer en las conspiraciones y la Guerra de los Diez Años, y el volumen 2, de reciente publicación, trata sobre la mujer en la Guerra de Independencia. En estos dos volúmenes la autora ha rescatado la historia de más de 1,300 mujeres cubanas y su quehacer durante nuestras luchas independentistas. En el verano del 2022 publicó La Bella Cubana, rostros de mujeres en la Cuba del siglo XIX (Alexandria Library Pub. House, Miami) que recoge 150 daguerrotipos del siglo XIX de mujeres cubanas de todas las edades y razas, acompañados de poemas de la época. Es un homenaje a la mujer cubana de todos los tiempos. Relatos y Evocaciones. Antología 1986-2023.
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