Me emociona remontar desde esta orilla floridana que me acoge, estos recuerdos familiares que se asocian al minuto en que mi abuelo Nicolás le pusiera ganas al empeño de regentar su propio hotel: aquel pequeño y modesto Hotel Europa, pero a la vez muy bien posicionado, compartiendo edificio con el bien conocido Hotel Plaza, y justo afrontando ambos la bien movida estación de ferrocarriles de aquel Camagüey de los años 40’s.
Hoy la motivación del recuerdo es doble porque acompañó el relato con fotos muy sustantivas de aquel su emprendimiento hotelero, conservadas por mi tía Ana María en la casa solariega de García Roco, que ilustran muy bien esta rememoración de tantos afectos.
Para los camagueyanos de aquel minuto vital que sean felizmente ahora mis lectores, se que tal memorabilia les atraerá montones de recuerdos. Y aunque por mi edad solo reporto de oído sobre aquella impronta de mi abuelo,la emoción igual me embarga, al contemplarlas y compartirlas.
El abuelo afrontó aquel emprendimiento asociado con un amigo el Sr. Riestra, y sus empeños duraron por casi una década. El espacio hotelero tenía no más de una docena de habitaciones y un salón comedor y un bar muy bien puestos.
El sitio era oportuno para cualquier viajero de paso por la ciudad, muchos de aquellos “viajantes de comercio” que hicieron parte de su clientela más habitual. Sus precios razonables y su comida de primera eran un plus para los recién llegados por tren a la ciudad agramontina.
El abuelo Peón además de regentar el sitio daba toques mágicos al menú, bien re conocidas por todos sus facetas de inspirado chef, y que por entonces preparaba un experto cocinero el Sr. Garcia a cargo de tales menesteres culinarios.
Antes del Europa el abuelo había emprendido en el giro de las bodegas junto a su inolvidable padre mi bisabuelo José Peón, inmigrante asturiano y residenciado junto al abuelo primero en el Poblado de Piedrecitas, y luego en el cercano central Vertientes, donde el abuelo Nicolás tuvo su propia Refresquera y, donde igualmente se casó con la abuela Emilia y vio llegar al mundo, a sus dos primeros vástagos: mi padre Nicolás Jr. y mi tío Juan José.
El Europa fue un minuto importante a no dudarlo para la economía familiar, que le permitió al abuelo comprar la casa solariega en la barriada de Beneficencia, y aupar los estudios de sus hijos en el prestigioso Colegio de los Hermanos Maristas. Luego como todo en la vida, vinieron tiempos de “vacas flacas” y para el año 1957 el abuelo vendió su parte del negocio y puso entonces un Bar, el San Antonio, en la popular Plaza de la Caridad, el mercado homónimo de la Carretera Central y la calle Cuba en la barriada del mismo nombre.
Allí laboró mi padre de asistente suyo mientras hacía sus estudios de bachillerato en el cercano Instituto. Pero nada es para siempre, y también el bar se le esfumó un buen día, tal cual tantos otros pequeños y prósperos negocios de la ciudad y del país, cuando después del 59, fueron autoritariamente intervenidos, y hasta allí las clases… Pero como dice el adagio recordar es volver a vivir, y se que el bueno de mi abuelo Nicolás junto a su adorada Emilia y mi padre Nicolás Jr, desde el Cielo, dan su bendición a mis actuales empeños y sueños de exiliado.
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