Monday, September 2, 2024

Este año se cumplen 25 de que dejé la casa de Carolina (un poema de Félix Luis Viera)

Nota: Cada lunes la poesía de Félix Luis Viera. Puedes leer todos sus textos, publicados en el blog, en este enlace. Traducción al italiano de Gordiano Lupi.


PROSA POÉTICA DONDE NARRO SOBRE EL DÍA EN QUE ME FUI DE LA CASA DE CAROLINA EN LA COLONIA NARVARTE DE LA CIUDAD DE MÉXICO, ALGUNAS DE LAS CONSECUENCIAS DE ESTE LANCE Y UN VATICINIO DE ELLA PARA MÍ.


Este año se cumplen 25 de que dejé la casa de Carolina.


Miré por última vez —estaba seguro de que era por última vez—
los tulipanes de la entrada y la higuera que le ayudé a sembrar

El vecino de enfrente, un hombre que rezumaba paz y bienaventuranza,
al verme salir creo que presintió que me iba para siempre: me miró como quien
le dice adiós al barco que parte

Yo caminaba con esa lentitud de los derrotados,
o acaso como esos muertos que quisieran regresar

Me fui caminando hasta el metro Eugenia,
y cuando entraba comenzó a llover
y recordé que en varias ocasiones Carolina y yo habíamos entrado en esta estación
bajo la lluvia, y sentí deseos de llorar o regresar o pedirle perdón o algo así;
llovía y estuve como 10 minutos pensando si yo había sido el culpable de todo

Yo entonces debía regresar a un cuarto que más parecía una celda,
allá en la colonia Molino de Rosas, un cuarto
que ni siquiera un ser muy maligno mereciera

Carolina y yo navegamos infinidad de ríos,
pero ninguno nos llevó al mar,
quién sabe
si no eran más que afluentes

Cuando llegué a su casa por primera vez,
en la colonia Narvarte,
sentí lo que habría sentido el asaltante que consiguió franquear
miles de
guardianes

Ahora, se sentía mucho frío
y se me enfriaba aun el pensamiento
al evocar el cuarto-celda que me aguardaba (una porción del mundo
sepultada
bajo par de escaleras de fierro desconchadas, mugrosas) (una porción del mundo que
parecía desesperada por abandonar el mundo)

Cuando tomé el metro se sintieron unos truenos al parecer lejanos
lejanos como todo lo que se escucha si uno anda bajo la tierra

Tarde había comprendido que Carolina era especialista en eso que llaman guerra de
desgaste
Y especialista en guardar el as bajo la manga, la lengua, el sostén, la pantaleta

En los momentos de ternura sus ojos alcanzaban un brillo interminable
que resultaba más interminable en los momentos de rabia

Una madrugada me dijo que si yo no salía a la calle lo haría ella
cuando teníamos una controversia sobre el frío que habría de sentirse afuera;
salí y regresé diciendo que el frío aullaba fuerte
y me sentí algo así como un pecador

En los últimos tiempos
si yo alababa el sur
Carolina comentaba cuán hermoso se veía el oeste,
si por ejemplo al beber se me derramaba una gota de agua
ella citaba casi en alta voz los títulos universitarios que tenía
y de colofón que siendo muy niña lo primero que le enseñaron en casa
fue a agarrar el vaso con prestancia pero con tal firmeza
que nunca se le derramaría ni una gota

Ella a cada rato me juraba que en las noches cuando yo estaba ausente
mi olor florecía in crescendo in crescendo in crescendo en sus sábanas,
y que también
ese olor de mi cuerpo
como un incienso noble
iba subiendo las escaleras, el pasillo
hasta su habitación, hasta
apoderarse de ella toda

Una noche conversamos largo rato acerca de sentir miedo de amor
más que mal de amores

Mis pertenencias cabían en un soplo,
ella prometió enviármelas enseguida por paquetería

Este año se cumplen 25 de que, cuando me iba de su casa para siempre,
Carolina, con cierto tono de regocijo, me vaticinó:
“Llorarás por mí”.


Miami, agosto de 2024





PROSA POETICA IN CUI RACCONTO IL GIORNO IN CUI HO LASCIATO LA CASA DI CAROLINA NELLA COLONIA NARVARTE DI CITTÀ DEL MESSICO, ALCUNE DELLE CONSEGUENZE DI QUESTA FUGA E UNA SUA PREVISIONE PER ME.


Quest’anno sono 25 anni che ho lasciato la casa di Carolina.


Ho guardato per l’ultima volta - ero sicuro che fosse l’ultima volta -
i tulipani all’ingresso e l’albero di fico che l’avevo aiutata a piantare.
Il vicino di fronte, un uomo che trasudava pace e beatitudine,
vedendomi partire credo abbia intuito che me ne andavo per sempre: mi ha guardato come uno che
dice addio alla nave in partenza.

Io camminavo con quella lentezza tipica dei vinti,
o forse come quei morti che vorrebbero ritornare.

Sono andato a piedi fino alla stazione della metropolitana Eugenia,
mentre entravo cominciava a piovere,
mi sono ricordato che in varie occasioni io e Carolina siamo entrati in questa stazione
sotto la pioggia, e ho avuto voglia di piangere, tornare indietro, chiedere perdono o qualcosa del genere;
pioveva e sono stato circa 10 minuti a pensare se fossi stato l’unico colpevole.

Quindi sarei dovuto tornare in una stanza che sembrava più una cella,
nella colonia Molino de Rosas, una stanza
che nemmeno un essere molto malvagio avrebbe meritato.

Io e Carolina abbiamo navigato un’infinità di fiumi,
ma nessuno ci ha portati al mare,
chissà
forse erano soltanto affluenti.

Quando sono arrivato a casa sua per la prima volta,
nella colonia Narvarte,
mi sono sentito come l’aggressore che era riuscito a superare
migliaia di
guardie.

Ora, faceva molto freddo
e mi si raffreddava anche il pensiero
evocando la stanza - cella che mi attendeva (una parte di mondo
sepolta
sotto un paio di scale di ferro fatiscenti e sporche) (una parte di mondo che
sembrava disperata a dover lasciare il mondo).

Quando ho preso la metropolitana ho sentito dei tuoni che sembravano distanti
distanti come tutto quel che si sente se uno va sottoterra.

Troppo tardi avevo capito che Carolina era specialista in quella che chiamano
guerra di logoramento.
E specialista nel tenere l’asso nella manica, la lingua, il reggiseno, i collant.

Nei momenti di tenerezza i suoi occhi emanavano un bagliore infinito
che diventava ancor più infinito nei momenti di rabbia.

Una mattina presto mi ha detto che se io non uscivo per strada lo avrebbe fatto lei
quando abbiamo avuto una disputa su quanto freddo ci sarebbe stato fuori;
sono uscito e sono rientrato dicendo che il freddo ululava forte
e mi sono sentito quasi come un peccatore.

Negli ultimi tempi
se io elogiavo il sud
Carolina commentava quanto fosse bello l’ovest,
se, per esempio, mentre bevevo rovesciavo una goccia d’acqua
lei citava quasi ad alta voce i titoli universitari che possedeva
e aggiungeva che da bambina la prima cosa che le avevano insegnato in casa
era stata quella di afferrare il bicchiere con presa salda e ferma
così da non far uscire fuori nemmeno una goccia.

Lei ogni volta mi giurava che nelle notti in cui ero assente
il mio profumo si diffondeva in un crescendo senza fine sulle sue lenzuola,
e che anche
l’odore del mio corpo
come un nobile incenso
saliva le scale, passava nel corridoio
verso la sua stanza, fino a
impadronirsi completamente di lei.

Una notte abbiamo conversato a lungo sul provare paura d’amore
più che mal d’amore.

Le mie cose potevano stare in un sospiro,
promise di spedirmele al più presto per corriere.

Quest’anno sono 25 anni da quando sono andato via dalla sua casa per sempre,
Carolina, con un certo tono di soddisfazione, mi ha predetto:
“Piangerai per me”.


Miami, agosto 2024





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Félix Luis Viera (El Condado, Santa Clara, Cuba, 1945), poeta, cuentista y novelista, es autor de una copiosa obra en los  géneros.

En su país natal recibió el Premio David de Poesía, en 1976, por Una melodía sin ton ni son bajo la lluvia; el Nacional de Novela de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, en 1987, por Con tu vestido blanco, que recibiera al año siguiente el Premio de la Crítica, distinción que ya había recibido, en 1983, por su libro de cuento En el nombre del hijo.

En 2019 le fue otorgado el Premio Nacional de Literatura Independiente “Gastón Baquero”, auspiciado por varias instituciones culturales cubanas en el exilio y el premio Pluma de Oro de Publicaciones Entre Líneas.

Su libro de cuentos Las llamas en el cielo retoma la narrativa fantástica en su país; sus novelas Con tu vestido blanco y El corazón del rey abordan la marginalidad; la primera en la época prerrevolucionaria, la segunda en los inicios de la instauración del comunismo en Cuba.

Su novela Un ciervo herido —con varias ediciones— tiene como tema central la vida en un campamento de las UMAP (Unidades Militares de Ayuda a la Producción), campos de trabajo forzado que existieron en Cuba, de 1965 a 1968, adonde fueron enviados religiosos de diversas filiaciones, lumpen, homosexuales y otros.

En 2010 publicó el poemario La patria es una naranja, escrito durante su exilio en México —donde vivió durante 20 años, de 1995 a 2015— y que ha sido objeto de varias reediciones y de una crítica favorable.

Una antología de su poesía apareció en 2019 con el título Sin ton ni son

Es ciudadano mexicano por naturalización. En la actualidad reside en Miami.

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Gordiano Lupi, periodista, escritor y traductor, nació en Piombino, Italia, en 1960. Fundador, en 1999, junto con Maurizio y Andrea Maggioni Panerini de la editorial La Gaceta Literaria, ha traducido del español a varios autores cubanos, como Alejandro Torreguitart Ruiz, Guillermo Cabrera Infante, Félix Luis Viera y Virgilio Piñera, entre otros. Cuenta en su haber con un amplio trabajo sobre figuras del cine, entre ellas Federico Fellini, Joe D´Amato y Enzo G. Castellari. Ha publicado más de una decena de libros que abarcan diversos géneros, como Nero tropicale, Cuba magica, Orrore, ertorismo e ponorgrafia secondo Joe d´Aamto y Fidel Castro – biografia non autorizzata.

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