Clausurando la séptima edición del Miami Open Arts Fest (MOAF), que organiza Artefactus Cultural Project -multifacético evento que incluye diversas manifestaciones artísticas y literarias- los días 11, 12 y 13 del presente mes de octubre, subió a las tablas la cuarta propuesta teatral anunciada dentro de este evento, “Cintas de seda”, un texto del teatrólogo cubano residente en la isla, Norge Espinoza, adaptado por Marcial Lorenzo Escudero, bajo la dirección de Jorge Luis González y con un elenco formado por Betsy Rodríguez, Yani Martin y el propio González, en una producción de la agrupación Thymele Teatro, nuevo colectivo que busca aumentar y diversificar el espectro teatral miamense.
El recorrido de este texto, denominado por su autor como ‘poema dramático’, tiene su origen a pedido de Fernando Muñoz, director de la agrupación cubana Teatro Alas, radicada en la ciudad de Bayamo, al Oriente del país, allá por el año 2006. Como aclara Espinoza en entrevista ofrecida a Yoandy Cabrera, poeta, crítico y profesor universitario en Rockford University, Illinois, antes del estreno de dicha obra en Estados Unidos, llevado a cabo por la agrupación Aguijón Teatro, de Chicago, en el 2018, la solicitud para escribir dicho texto estuvo relacionado en un principio únicamente con la vida de la pintora mexicana Frida Kahlo (1907-1954), a lo que el autor propusiera incluir a otra destacada figura de la cultura del país azteca, la escritora Sor Juana Inés de la Cruz (1648-1695). Después de su estreno mundial cubano la obra subió a los escenarios peruanos a solicitud del director Alberto Isola, figura destacada del teatro, la televisión y el cine de ese país. De esta forma nace un texto, considerado un ‘rejuego teatral’ donde establecer un diálogo entre ambas figuras, como bien señala su autor, fue la premisa a tener en cuenta.
Dicho texto llega a manos de Jorge Luis González durante su estancia en tierras mexicanas, donde se desempeñaba como profesor de teatro en la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, sintiendo desde ese momento la necesidad de llevarlo a escena, lo que no se haría posible hasta el día de hoy. En el proceso de estudio, tanto su director como Escudero, el dramaturgista, tuvieron a bien hacer una reducción sustancial de los personajes que aparecen en el texto original, llevando estos tan solo a tres, aportando mayor cohesión a la pieza, despojándola de un exceso de personajes que ahondan el ya de por sí severo estilo discursivo de la misma. Sin embargo llama la atención, que coincidentemente, algún tiempo atrás el propio autor hubiera realizado esa misma reducción de personajes en su propuesta de texto entregada a ser presentado en escenarios peruanos, situación que era desconocido por los implicados en esta puesta de Miami, dejando en claro la necesidad de síntesis requerida para su puesta sobre las tablas.
De esta forma, los personajes en escena serán reducidos a ‘la pintora’ y ‘la monja’’, quienes devendrán cuerpos ajenos que se apropien de los espíritus de Frida Kahlo y Sor Juana Inés de la Cruz, así como ‘el doctor’, personaje que resumirá en uno solo el de dos médicos que aparecen en el texto original, encargados estos de brindar las caras opuestas a una misma situación relacionada con los sufrimientos y personalidad de la Kahlo.
Un aspecto que llama poderosamente la atención tanto en la puesta como en el texto original, es que ambos personajes femeninos no van a poseer la misma presencia y fuerza, a pesar de la intención del autor por mostrarlas a ambas como conductoras de la narrativa escénica. El desbalance a favor de la pintora, demasiado obvio, convierte dicho personaje en una presencia constante sobre el escenario, con un potente discurso, mostrando de forma precisa los avatares de su vida, convirtiéndola a ella de este modo en el centro de la historia y por tanto en el personaje que lleva el protagonismo en la misma. Por su parte, la religiosa no se encuentra proyectado con la misma intensidad y su dibujo no se encuentra trazado con igual precisión, por lo que su desarrollo dramático no llega a poseer la misma fuerza. A lo anterior contribuye además sus frecuentes salidas de escena, así como que sean puestos en su boca algunos textos referentes con la vida de la pintora y no a los de su también compleja vida.
Queda claro que al concebir este texto, por mucho que fuera otra la intención, consciente o inconscientemente, el personaje de la Kahlo avasalló al de Sor Juana Inés de la Cruz, ya sea porque en realidad no se encontró un verdadero elemento que sirviera de comunicante entre ambas o que la excesiva manipulación promocional que ha recibido la primera, traicionara la verdadera intencionalidad al escribir dichas páginas. Nuevamente nos encontramos en presencia de otra obra en la cual se sobrevalora la historia y el legado de la pintora, transformándola en bandera de causas que en realidad, si echamos una detenida y precisa mirada, para nada representa.
Enfrentándonos al texto original, salta a la vista un marcado rebuscamiento en el uso del lenguaje, donde por ejemplo se abusa de largos textos en latín -que ni por delicadeza son traducidos- así como un exceso de imágenes poéticas hermosas, pero que no permiten que el texto se convierta en lo absoluto en uno dramático. Exceso de descripción, narración y poesía, frente a la ausencia de verdaderos diálogos y carencia de acción, alejan este texto de cualquier contexto teatral, llevándolo peligrosamente por aburridos caminos que el público capta y el escenario no se debe permitir.
Respecto a la puesta en escena presentada en nuestra ciudad, su director supo organizar un espectáculo en el cual se disfrutó una imagen visual hermosa – idea de Oscar Bringas Sotera-lograda con simplicidad pero con acertado sentido de plasticidad en su agradable concepto escenográfico, con paredes empapeladas, mostrando dibujos basados en apuntes de la propia Kahlo --recreados por el artista Carlos Artime- y una vieja cama de hierro utilizada con pericia provocadora de distintas situaciones dramáticas como único elemento de apoyo en manos de las actrices. Sobre el escenario además, dos filas de sillas invitan a los espectadores a formar parte de la puesta, con intención de producir una interacción de los actores con los mismos, propuesta que aunque interesante, no llega a lograrse del todo.
Sin duda alguna, el éxito de esta obra recae en manos del desempeño actoral. Betsy Rodríguez en su apropiación de la Kahlo, condujo su trabajo con descarada frescura, sin buscar la copia del personaje, pero sí mostrando su esencia de manera clara y efectiva. En tanto, Yani Martin, asimiló el espíritu de Sor Juana, con sobria contención de emociones y modales, que mostraron un seria identificación con el mismo, siendo dicha actriz quien logra uno de los instantes de mayor intensidad dramática dentro de la puesta, cuando desde el fondo del escenario, apoyada sobre una pared, dice unos hermosos y dolorosos textos, sostenidos estos por la prudencia de sus medidos gestos.
En cuanto al doctor, rol asumido por Jorge Luis González, el mismo carga con la responsable encomienda de ser intermediario entre ambos personajes femeninos, al mismo tiempo que trae la historia consigo al frente de los espectadores hacia quienes se dirige constantemente, rompiendo con ello la cuarta pared e incorporándole además a la historia un sugerente aire de atemporalidad, lo cual hace que la misma cobre vida fuera de sus propios personajes.
Un sorprendente final a ritmo de música ranchera mexicana interpretada por los tres actores, da un vuelco radical a una historia de desengaños, y dolores, para hacer trascender el espíritu de los personajes hacia un ambiente de jolgorio y alegría con el cual en complicidad con el espectador, se rinda homenaje a dos mujeres que en distintas épocas y por diferentes razones han dejado su huella en la cultura de su pueblo.
Lic. Wilfredo A. Ramos
Miami, octubre 22, 2024.
Fotos: Arturo Arocha y Alfredo de Armas.
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