Tuesday, February 4, 2025

FUACATAPAM, Ivan Acosta y sus crónicas de vida. (por Wilfredo A. Ramos)


Hay personas que a donde quiera que se mueven llevan en su equipaje su tierra, sus raíces, sus recuerdos, cargan en su equipaje con amigos, conocidos, paisajes, lugares, hechos que han sido parte de sus historias personales y de vida. Hay artistas que inundan sus obras con esos recuerdos, los cuales las moldean y las definen, convirtiéndolas en testimonios imprescindibles que narran momentos y acontecimientos que no sólo están cargados de importancia para quien los ha vivido, sino para el conjunto de la sociedad. Hay seres humanos que integran cada recuerdo vivido a su ADN, haciendo imposible que cada acción de sus vidas esté marcada irremediablemente por ellos.


Iván Acosta, es una de esas personas que a pesar de haber escapado de manera ilegal en una lancha junto a su familia y algunas otras personas, rumbo a Jamaica, para de ahí continuar rumbo a la ciudad de New York, ha llevado constantemente consigo el peso del equipaje de sus recuerdos, los que ha ido acumulando a través de su andar por la vida, que va acercándose a los ochenta y dos años, de los cuales sesenta y uno han transcurrido en este país, en la misma ciudad de New York a la que arribara hace seis décadas atrás, ciudad que también ha visto transformarse ante sus inquieta mirada de escritor, de compositor, de dramaturgo, de cineasta. La emigración cubana en esta ciudad le debe a Acosta el ser parte de esa generación de artistas que hicieron todo lo posible porque la cultura de su país no fuera olvidada, muestra de ello es la creación en el año 1972 junto a otros intelectuales y artistas, de la creación del Centro Cultural Cubano de New York, institución que desde su inauguración ha tratado de mantener viva la cultura cubana en este país

Acosta, puede ser considerado un juglar de su tiempo, narrador de cada hecho y acontecimiento que ha visto desfilar ante sus ojos. De igual manera nos habla de su Cuba dejada atrás como de la ciudad y el país que lo acogió en necesaria adopción, pero haciéndolo con la mirada y el lenguaje del cubano “reyoyo” -al decir de nuestras abuelas- condición ‘sine qua non’ que va a caracterizar a este gran artista y sencillo ser humano. Es por eso que su obra creadora a pesar de haber sido desarrollada en otras tierras, es eminentemente cubana.

Es debido a esta determinante característica encontrada en la obra de Acosta, que la presentación de su libro FUACATAPAM, el pasado 23 de enero, en los salones del Cuban Heritage Collection (CHC) de la Universidad de Miami, texto que ha visto la luz gracias a la Colección Fugas, en alianza con Latin Jazz USA-Book, gracias al empeño del periodista y escritor Luis Leonel León,se convirtió no en una mera presentación de un libro, pero también en un encuentro con amigos y público entre los que se encontraban, filósofos, músicos, teatristas, periodistas escritores, no sólo interesados en obtener dicho texto, sino además en poder compartir con el estimado compatriota.


A las palabras de presentación por parte de Amanda T. Moreno, directora del CHC, siguieron las del editor del libro Luis Leonel León, quien como amigo personal además, introdujo a los presentes en la necesidad y valor de dicha obra. A continuación Rolando Perez, escritor y profesor emérito de filosofía y literatura española y latinoamericana del Hunter College de New York, el cual hizo un recorrido por las páginas de dicho texto, poniendo en contexto cada una de los escritos que en el mismo aparecen y de igual forma mostrando todo el camino transitado por Iván Acosta a través de las diferentes manifestaciones artísticas por las que ha transitado, superando obstáculos, venciendo añoranzas y enfrentando nuevos retos, en ocasiones tan dolorosos como la pérdida de un ser querido, un acto terrorista o una provocada epidemia mundial.


Después de dicha introducción, el propio Acosta leyó un pequeño fragmento del texto que da nombre al libro -FUACATAPAM- para seguidamente hablar sobre momentos de su vida y aspectos que provocaron la escritura de tan variados textos recogidos en la presente obra, la cual forma parte de sus ‘obras completas’, entrando posteriormente a dialogar con los presentes allí reunidos, quienes con sus preguntas hicieron al autor profundizar en algunos temas muy ligados -como no podía ser de otra manera- a su posición como exiliado político cubano.

Desde el propio título de este libro, FUACATAPAM, la imaginación de Acosta se nos muestra con una suerte de derroche de intrínsecamente ligado a sus raíces populares cubanas, creando sobre una posible expresión onomatopéyica, una acción cargada de magia, dirigida a hacer desaparecer aspectos negativos de la cotidianidad del pueblo cubano, que en visión del autor impiden el logro de la liberación de dicho pueblo del yugo castrocomunista que lo lleva oprimiendo por más de seis largas décadas.

Esa primera narración, la cual da nombre al libro como ya hemos señalado, en un desborde de imaginación y fantasía, logra su verdadero encaje dentro de ese extraordinario cauce por el que el realismo mágico recorre toda la literatura latinoamericana. La creación del personaje de la ‘India Agripina’, protagonista del mismo y acompañada de un dócil guajiro Liborio -identificador de la cubanía- da lugar a una especie de libertadora con dones sobre naturales, que por encima de próceres de nuestras pasadas luchas independentistas, de politiqueros de toda clase, de disidentes a los sistemas de gobiernos, de mujeres y de hombres de pueblo, al grito de guerra de FUACATAPAM y unos aéreos despojos con gajos del árbol de framboyán, haca una limpieza generacional, convirtiendo a todos los cubanos mayores de 15 años en diminutas luciérnagas que nublan momentáneamente los cielos de nubes de color rojo, azul y blanco, para desaparecer después en la infinitud del mismo, y así de tan dicha radical manera, posibilitar la creación de una nueva nación cubana, libre de vicios, de ideologías y de arrastres políticos alguno.

Si con la creación del personaje de la ‘India Agripina’, el autor se eleva hacia los márgenes de lo fantasioso llevándolo al terreno de lo político, con el de ‘Napoleoncito el deliverista’ baja hacia el terreno de lo humano, adentrando al lector por los terribles momentos de los ataques terroristas de septiembre 11 en la ciudad de New York. Por medio de dicho personaje y su pedaleo diario y constante llevando mercancías a las viviendas de los aterrados neoyorquinos encerrados entre sus paredes y golpeados en esta oportunidad por un terrorismo biológico, Acota habla de los inmigrantes que inundan esta ciudad formando parte integral de sus tejido poblacional, a la vez que va dejando constancia –como si fuera de fotos salidas de su propia cámara fotográfica- de las terribles escenas de destrucción, dolor, desolación de tales momentos, mezcladas con las cotidianas imágenes que retratan a dicha ciudad alejada de su centro cosmopolita y turístico, con sus cotidianos homeless, adictos de todo tipo y la variopinta mezcla de razas y ciudadanías, pero al mismo tiempo nos habla de amor y de humanidad, del cual su personaje protagonista es un símbolo de grandeza universal.

Entre el resto de los trabajos publicados en este volumen, que el autor ha decidido dividir en catorce partes, las cuales denomina ‘azacetadas’ aprovechándose del apellido del amigo y destacado artista de la plástica cubano-norteamericano Luis Cruz Azacetada, quien con sus obras ilustra cada una de las mismas, aparecen una veintena de otros escritos recorriendo un amplio espectro abarcador de vivencias personales, recuerdos de su natal Santiago de Cuba, de la Habana, ciudad a la que fuera más tarde a vivir con su familia, su recibimiento al escritor Reinaldo Arenas a su llegada a este país durante el éxodo del Mariel, reflexiones sobre las políticas de EEUU hacia la Cuba castrista, recreaciones de leyendas populares de la isla, recorridos sentimentales de su relación con la ciudad de New York vista desde su balcón del 42 piso de una de las torres del Manhattan Plaza, donde a manera de observatorio, desde el 1977, año de su inauguración y en que fue a vivir en el mismo, ha podido observar todo el acontecer de dicha ciudad, la misma que se ha convertido igualmente en parte de su identidad personal, y por la que igualmente ama y sufre.

Otro aspecto que recorre esta publicación desde el comienzo hasta el final de la misma, es la música cubana, manifestación artística nada ajena al autor, quien ha compuesto un buen número de canciones, incluso una dedicada a su esposa y con la que obtuvo un segundo lugar en el Festival de la Canción OTI celebrado en la ciudad de New York en 1981,defendida por el propio autor. A través de estas páginas la evocación a la música de la isla por medio de sus intérpretes, es una constante, Celia Cruz, Blanca Rosa Gil, Carlos Barbería, Arsenio Rodrigue, Chano Pozo, Xiomara Alfaro, Chapotín, La Lupe, José Antonio Méndez, Roberto Faz, Nino Borges, Mario Bauzá, Celina y Reutilio y hasta la famosa santiaguera comparsa del barrio de Los Hoyos, son nombres que aparecen en muchas de sus narraciones, dejando constancia de la inconmensurable relación de Acosta con la música y su criolla nacionalidad.

El lenguaje utilizado corresponde de igual manera con el profundo sentido de cubanidad que permea la propia personalidad del autor. Con el uso de un vocabulario llano, sencillo, coloquial, que utiliza palabras y frases del argot popular -sin vulgaridades- marcando unos muy precisos rasgos identitarios e igualmente acudiendo a elementos bien conocidos de las culturas y religiones afrocubanas, Acosta va recreando un ambiente colorido de dicha identidad que a pesar de la distancia y el tiempo transcurrido, no ha logrado ser borrado en él y con el cual se introduce en ese mundo mágico-fantástico que deambula dentro no sólo de la literatura cubana sino de toda su cultura, rasgo fundamental que tiene desde su nacimiento policultural mismo, donde mitos, leyendas y tradiciones de las diferentes culturas que han integrado dicho crisol de la nacionalidad cubana, consolidaron la misma.


El que Iván Acosta haya escogido la ciudad de Miami para la presentación de este nuevo libro, que va engrosando su amplia obra creativa, no es un hecho casual, ya que a pesar de haber siempre vivido en la fría ciudad de New York, desde su arribo a estas tierras, su corazón ha permanecido palpitando en la calidez de Miami, punto en el mapa más cerca de su añorada isla cautiva, a la que no ha dejado de amar ni por un momento y por la que sufre continuamente.

La presentación de este nuevo proyecto de Acosta, nos da la seguridad de que muchos otros salidos de su impulso creativo podrán ser pronto disfrutados, solamente habrá que esperar a que el artista sacuda el aire con un gajo de flamboyán en la mano al grito de: FUACATAPAM!



Wilfredo A. Ramos.
Miami, enero 31, 2024

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