El sábado 22 de febrero de 2025 acudí al Teatro Jackie Gleason, de la ciudad de Miami Beach, para ver el espectáculo Amor eterno/ Eternal Love, presentado por el Ballet Clásico Cubano de Miami / Cuban Classical Ballet of Miami, bajo la dirección del Maestro Eriberto Jiménez.
El programa comenzó con el ballet Las sílfides, interpretado por Mayrel Martínez, Eleni Gialas y Natalie Álvarez, como las sílfides, y Ariel Morilla como el Poeta, también presentado como el Joven.
Mayrel Martínez y Natalie Álvarez como las sílfides,
y Ariel Morilla como el Poeta
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Las sílfides (en francés: Les Sylphides) es un ballet neorromántico breve y no-narrativo en un acto, coreografiado por Mijaíl Fokín, con música de Federico Chopin. Fue estrenado en 1908 en el Teatro Mariinski de San Petersburgo, como Rêverie Romantique: Ballet sur la musique de Chopin o Chopiniana. Como Les Sylphides, el ballet fue presentado por primera vez el 2 de junio de 1909, en el Théâtre du Châtelet de París.
Mayrel Martínez y Eleni Gialas como las sílfides,
y Ariel Morilla como el Poeta.
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Según cuenta la gran Maître Laura Alonso en su biografía aún inédita:
Fue mamá (Alicia Alonso) la que me tomó los ensayos del preludio en Las sílfides y me explicó en detalles qué significaba: El bailarín representa a Chopin, las sílfides son el espíritu de los árboles y de las cosas de la naturaleza que inspiraron a Chopin a componer esa música; el vals es el juego del sol a través de las hojas de los árboles en el campo; el preludio es la lluvia en el bosque y la mazurka es el viento azotando las ramas; es por esto que Chopin baila con la lluvia y con el viento, que es lo que siente y puede tocar.
Como tan bien insistía la prima ballerina assoluta Alicia Alonso, en el ballet es tan importante el estilo como la técnica, y estas tres sílfides miamenses lograron un admirable y equilibrado balance entre su muy bien entrenado arsenal técnico y la delicadeza y mesura que el estilo que esta ensoñación neorromántica requiere, mientras que a Morilla, como el Poeta / el Joven / Chopin, a mi juicio, le faltó creerse más el personaje y pulir la coreografía para lucirse más como bailarín, a la altura de sus tres compañeras.
A continuación, Yoalli Sousa y Juan Capellán protagonizaron el adagio del segundo acto de El lago de los cisnes, con música de Chaikosvki y coreografía de Marius Petipa.
Juan Capellán y Yoalli Sousa en el adagio
del segundo acto de El lago de los cisnes.
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Yoalli salió a escena como el cisne víctima del encantamiemto de Von Robarth y se transformó ante Sifgfrido en la sufrida princesa que lo impresiona y lo enamora a primera vista, todo ello gracias a su muy cuidada interiorización del personaje, amén de una técnica precisa, con hermosos arabesques penché a casi 180 grados y sin enfatizar el port de bras como si siguiera siendo un cisne, partneada de forma también exquisita por Juan, muy en su personaje de príncipe al igual que Yoalli de princesa; en fin, un adagio francamente delicioso.
Juan Capellán y Yoalli Sousa en el adagio
del segundo acto de El lago de los cisnes.
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A seguidas, Cynthia Hamm y Kelvin Rabines nos trasladaron nada menos que a Escocia, para brindarnos el pas de deux del ballet La sílfide (en frances: La Sylphide) –que no en balde se conoce también como La sílfide y el escocés–, con coreografía de Augusto Bournoville –el Maestro epítome de la Escuela Danesa de Ballet– y música de Jean Madeleine Schneitzhoeffer.
Kelvin Rabines y Cynthia Hamm en La sílfide.
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La sílfide es un ballet romántico en dos actos, coreografiado por Filippo Taglioni en 1832 para su hija, la gran María Taglioni, aunque una segunda versión coreografiada por Augusto Bournonville en 1836 es la única que ha sobrevivido, siendo uno de los ballets más antiguos del mundo.
La peculiaridad principal del llamado “estilo Bournonville” es que las variaciones para el hombre le dan más oportunidad de lucimiento al bailarín, limitado generalmente a secundar a su compañera, y considero que Bournonville hubiera quedado muy satisfecho con Kevin, tanto como lo quedé yo, por su excelente trabajo de pies en los demandantes entrecháts de la coreografía, sin descuidar en lo más mínimo el acompañamiento de Cynthia, que no fue opacada en lo absoluto por Kevin, sino que brilló también en sus variaciones, sin descuidar el estilo romántico de este ballet, tal y como tanto insistía Alicia Alonso.
Kelvin Rabines y Cynthia Hamm en La sílfide.
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Tras un adecuado intermedio, Yoalli Sousa y Juan Capellán regresaron a escena, ahora convertidos en Giselle y Albrecht, para “bordar” el Grand pas de deux del segundo acto de Giselle, el ballet romántico por excelencia, considerado la cumbre de dicho estilo.
Juan Capellán y Yoalli Sousa
como Albrecht y Giselle.
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Giselle es un ballet en dos actos con música de Adolfo Adam, coreografía de Jules Perrot y Jean Coralli y libreto de Théophile Gautier y Jules-Henri Vernoy, basado en la obra De l'Allemagne (1835), de Heinrich Heine. Considerada una obra maestra en el canon del ballet clásico, fue interpretada por primera vez por el Ballet du Théâtre de l'Académie Royale de Musique en el Salle Le Peletier en París, Francia, el 28 de junio de 1841, protagonizada por la bailarina italiana Carlotta Grisi.
En este acto, Giselle tiene que proteger a Albretch de las willis que habitan en el bosque donde está su tumba, y de Mirtha, su implacable reina, y Yoalli inició el pas de deux girando en planta sin titubeos y con el arabesque final correspondiente, mientras que los entrechats quatre de su variación fueron inobjetables, sin pausas, así como su diagonal de piqués con pirouettes y el esperado balance antes de salir de escena, sin olvidar la posición de los brazos y las manos con la delicadeza que demanda el estilo romántico.
A su vez, Juan se lució como el dedicado partenaire de Yoalli, al igual que en sus variaciones, con raudos giros, jetés y saltos en el aire.
Juan Capellán y Yoalli Sousa
como Albrecht y Giselle.
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Como cierre de esta función dedicada al amor, María Luisa Márquez y Ihosvany Rodríguez, secundados por Natalie Álvarez, Eleni Gialas y Mayrel Martínez, ofrecieron la escena cumbre del ballet La bayadera.
El estreno de La Bayadera se produjo en San Petersburgo, Rusia, en 1877, con coreografía de Marius Petipa, música del austríaco Ludwig Minkus, y diseños de Piotr Lambkin, Konstantín Ivanov, Orest Allegri y Adolf Kwapp.
Dicho ballet puede ser considerado como una secuela tardía del Romanticismo, caracterizado por la fascinación por las leyendas medievales y los temas exóticos, que en caso del ballet que nos ocupa, Sergei Kuschelok y el propio Marius Petipa se inspiraron en dos dramas del poeta hindú Kalidasa para escribir el libreto, impactados por la imagen de las bayaderas –las “devadasi” –, doncellas formadas desde la infancia como bailarinas profesionales, con el máximo rigor artístico, para representar las danzas religiosas y sagradas del Hinduísmo; percibidas además por la sociedad como generadoras de hermosos sentimientos de belleza, luminosidad y fragancia (la palabra “bayadera” tuvo su origen cuando los navegantes portugueses, entre los siglos XV y XVI, llegaron a la India, y las llamaron “bailadeiras”, de donde ha derivado a “bayaderas”).
Me he referido a que ofrecieron la escena cumbre del ballet, ya que su argumento es bastante complicado, por lo que Eriberto se concentró en ese episodio del mismo.
La bayadera Nikiya está enamorada del príncipe Solor y es correspondida por este, pero Solor acepta casarse con Gamzatti, la malvada hija del Rajá gobernante. A su vez, el Gran Brahmán (gran sacerdote de la religión brahmánica) también desea a Nikiya y odia a Solor. Gamzatti introduce una serpiente áspid venenosa en una cesta de flores que su criada le envía a Nikiya, quien cree que se la envía Solor. El áspid la muerde, y el Gran Brahmán le ofrece un antídoto, pero Nikiya, al ver juntos a Solor y a Gamzatti, lo rechaza y muere.Esto ocurre en el mundo real.Desesperado por la muerte de la hermosa bayadera, y bajo la influencia del opio, Solor ve a Nikiya en el Reino de las Sombras (el mundo irreal), muerta y multiplicada su imagen por espectros de bayaderas. Junto a ella, Solor evoca su danza ante la Llama Sagrada.
Y justamente, la escena ofrecida fue cuando Solor, en el Reino de las Sombras, bajo el efecto del opio, ve a Nikiya, multiplicada su imagen por espectros de bayaderas
Ihosvany Rodríguez como Solor y María Luisa Márquez como Nikiya, en La bayadera.
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Ihosvany Rodríguez, como Solor, así como María Luisa Márquez como Nikiya, junto a Natalie Álvarez, Eleni Gialas y Mayrel Martínez como las bayaderas –en representación de las 24 de la coreografía original– recrearon en el escenario del Jackie Gleason toda la magia y la ilusión del amor más allá de la muerte –como ocurre también en Giselle–, que ha servido de inspiración a poetas y escritores a través de los tiempos.
María Luisa Márquez como Nikiya e Ihosvany Rodríguez como Solor, en La bayadera.
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Natalie Álvarez, Eleni Gialas
y Mayrel Martínez como las bayaderas.
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Los cinco pusieron su poderosa técnica en función de sus personajes –como debe ser–, para cerrar con broche “de amor eterno” la hermosa función.
Baltasar Santiago Martín
Hialeah, 28 de febrero de 2025.
Fotos: Ismael Requejo.