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Wednesday, March 19, 2025

Eva desterrada del “paraíso”. (por Baltasar Santiago Martín)


Sé que lo que voy a decir es algo bastante controversial, pero me arriesgaré:

Esta obra teatral es sobre la pérdida del paraíso por las mujeres que se ven obligadas a abandonarlo o perderlo, como la Eva del Viejo Testamento, pero por razones distintas.

Y se preguntarán: “¿qué será el paraíso para él?”; ¿irá a idealizar la Cuba de antes de 1959, el año en que todo se ‘revolucionó’?”.

Pues no. El paraíso para mí es la familia completa, cuando todavía no faltaba nadie en las fotos de los bautizos y los cumpleaños; una infancia y una juventud felices, en el barrio, la ciudad y el país en que nacimos, y esto rebasa el guetto cubano, porque es una tragedia universal –¡sí, una tragedia universal! –, que es lo que vi en la escena del Sandrell Rivers Theater la noche del viernes 14 de marzo de 2025, aunque aderezada con esos matices cubanos tan peculiares que nos hacen reírnos en medio de nuestras adversidades y desgracias.

No hay que ser mujer para que esta obra “te llegue al alma”, como lo hace esta Eva de mi Lilliam Vega Lauten y Adyel Quintero Díaz, con El Ingenio Teatro, porque creo que todos venimos de una madre, de una abuela, de unas tías, que tuvieron que dejarlo TODO atrás –ese “paraíso” del que hablo– o perderlo sin tener incluso que emigrar, porque también existe el insilio además del exilio, cuando sigues viviendo donde están tus orígenes, pero todo ha cambiado para mal y sufres la partida de los que sí se han ido.

La vejez –que para mí es otro tema subliminar de esta obra– es como la luz, de naturaleza dual: es una victoria y a la vez una derrota, según te mires en el Espejo y la decidas enfrentar, máxime cuando además de la pérdida de la lozanía y del vigor de la juventud, tienes que sufrir el desarraigo, en el caso de la emigradas o las “insiliadas”, por partida doble.

En el ballet La bayadera, debido a la ensoñación y el sopor del opio de su amado Solor, la bayadera Nikiya aparece reproducida 24 veces ante él, en la famosa escena llamada “El Reino de las Sombras” de dicho ballet.

Las 7 Evas: Simone Balmaseda, Flora Lauten 
e Ivanesa Cabrera (al frente); Lilliam Vega,
 Fanny Tachín, Dianet Conde
 y Kirenia Vega (detrás).Foto: Manuel Valladares.
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En esta Eva –que por momentos tuvo escenas casi de ballet o danza contemporánea–, bastaron solo siete, número mágico de la Ciencia de la Numerología –que en la Ciencia del Teatro Cubano me remite a la ya mítica Los siete contra Tebas, de Antón Arrufat, de 1968, pero estrenada en Cuba en 2007, dirigida por Alberto Sarraín–, pero sin que fuera necesario ningún alucinógeno para ver a Eva, solo el acerado e incisivo texto de Lilly y de Adyel, corporizado en las tablas por estas intensas mujeres actrices que se interpretaron a sí mismas en su vida real –salvando lo de putas, aclaro (¿?).


Todos nosotros, mujeres y hombres, llevamos a nuestros muertos en donde y adonde quiera que estemos o vayamos, y en mi caso, los buenos recuerdos me ayudan a vivir.

Durante la obra, pensé mucho en las abuelas –y en general, en todas esas mujeres ya mayores– que “en el ocaso de sus vidas” (eso me quedó algo cursi) se deben adaptar a otra cultura, a otro idioma, en que muchas veces sus nietos no hablan español, y la nostalgia y la añoranza por “el paraíso perdido” (vayan al inicio) las desarraiga del disfrute del presente y de los hijos y nietos “americanos”, a pesar de la abundancia, del confort y del aire acondicionado: extrañan a sus muertos, a sus vecinos del barrio, hasta ese café mezclado con chícharo que se menciona en la obra, pero sin panfleto ni teque (gracias, Lilly).

Ivanesa Cabrera, Dianet Conde 
y Fanny Tachín (al frente); Kirenia Vega 
y Simone Balmaseda (detrás). 
Foto: Manuel Valladares.
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Como he escrito ya en otras ocasiones, no basta la excelencia de un texto si quienes le ponen “alma, corazón y vida” –como reza el título del bolero (¿o vals?) del Trío Los Panchos, de la autoría del peruano Adrián Flores Albán– no dan la talla, y tanto Simone Balmaseda, Kirenia Vega, Dianet Conde como Fanny Tachín “se vistieron de largo”, en realidad y en sentido figurado, para ser Eva, con la crudeza, la intensidad y el desparpajo que los autores no dudaron en “endilgarle” a cada una para el, sin dudas, único y caleidoscópico, a la vez, personaje.

Fanny Tachín y Kirenia Vega (al frente);
 Simone Balmaseda, Dianet Conde
 e Ivanesa Cabrera (detrás). 
Foto: Alfredo de Armas.
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Kirenia Vega, Fanny Tachín y Dianet Conde.
Foto: Alfredo de Armas.
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Y ustedes se dirán: “a este se le pasó mencionar a Lilliam Vega como actriz, además de como coautora y directora de la obra”, pues fíjense que no, pero Lilly merece un punto y aparte en esta reseña, al igual que Flora e Ivanesa.

Lilliam Vega antecedió a su madre casi al final de la obra, con tanta verdad –a cara lavada–, que bastaron sus breves líneas para dar el pre in crescendo emocional de Eva, que sin dudas reservó para su madre, esa luminosa y aterrizada actriz (sí, ya sé que creé un oximorón) del Universo Buendía que se llama Flora Lauten, en aparición “muy especial”, tal y como parece en el programa de mano.

Creo que Flora resumió, tanto como actriz que como mujer, ese desarraigo doble del que hablo, de todas estas mujeres y actrices, que a la vez son una misma Eva única en representación de todas las posibles.

Flora Lauten.
Foto: Manuel Valladares.
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Flora Lauten.
Foto: Alfredo de Armas.
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¿Y de Ivanesa qué?, pues que ella, además de ser una actriz visceral –y a la vez coloquial (otro oximorón) –, es una cantante “de recia estirpe” (¡apreté, Tato!), pues es hija de mi bolerista preferida, la gran Gina León, cuyo inolvidable tema Aléjate forma parte indiscutible de la banda sonora de ese añorado “paraíso perdido” ya descrito al inicio, en que Gina era una de las reinas –o la Reina– del Cabaret del Hotel Capri, y lo seguirá siendo, mientras conservemos y defendamos toda esa ilustre memoria musical y cultural de nuestro pasado.

Ivanesa Cabrera. Foto: 
Alfredo de Armas.
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Ivanesa “acompañó” a su madre en esta puesta, cantando a dúo con ella el bolero ¿Qué te cuesta?, de la autoría de Ricardo García Perdomo, lo cual fue un momento muy emotivo de la obra, pues, como expresé en mi poema Mis tesoros: “cada cubano tiene en su alma libre una victrola con boleros antiguos para alimentar su corazón”.

No debo concluir esta reseña sin alabar la música original de Héctor Agüero –en vivo durante la representación–; y darle crédito a Rubén Romeu por la coreografía de los movimientos escénicos (“por momentos hubo escenas casi de ballet o danza contemporánea”, como ya expresé líneas arriba), así como felicitar a Loipa Alonso por la producción general, asistida por Narah Valdés, de esta Eva tan necesaria y catártica.



Baltasar Santiago Martín Garrote
Hialeah, domingo 15 de marzo de 2025.

Fotos: Manuel Valladares & Alfredo de Armas
(Cortesía de El Ingenio Teatro)

Sunday, March 9, 2025

Prokofiev y Ravel, enaltecidos por Arts Ballet Theatre of Florida. (por Baltasar Santiago Martín)


Arts Ballet Theatre of Florida (ABTF), dirigido por el talentoso coreógrafo y maitre Vladimir Issaev, presentó su espectáculo Dancing Prokofiev and Ravel, en el Aventura Arts & Cultural Center, los días 1 y 2 de marzo de 2025.

Antes de comenzar mi reseña propiamente dicha, necesito decir, en este difícil momento en que vive el mundo debido a la guerra de agresión de Vladimir Putin a Ucrania –ya entrando en su cuarto año–, que mi compositor absoluto preferido (ballet, ópera y conciertos) es el ruso Piotr Ilich Chaikovski (Vótkinsk, 25 de abril (jul) / 7 de mayo de 1840 (greg) - San Petersburgo, 25 de octubre (jul) / 6 de noviembre de 1893(greg), seguido de Serguéi Vasílievich Rachmáninov (Semiónovo, cerca de Stáraya Rusa, Imperio ruso; 20 de marzojul./ 1 de abril de 1873greg ​-Beverly Hills, 28 de marzo de 1943) y Dmitri Dmítrievich Shostakóvich (San Petersburgo, 25 de septiembre de 1906-Moscú, 9 de agosto de 1975), también rusos, aunque ambos solo como compositores de música de concierto, ya que en ópera mis ídolos son los italianos Giuseppe Verdi y Giacomo Puccini.

Considero pertinente esta disgresión porque admiro muchísimo la cultura rusa y me consta de primera mano –porque trabajé en la bellísima San Petersburgo tres meses en 1990, regresé luego en 2016 ya como turista, en que conocí también Moscú, que me encantó– que el pueblo de esa gran nación es un pueblo noble, sensible y culto, al que desgraciadamente le han dañado personajes tan terribles como Lenin, Stalin y ahora Putin, al igual que al pueblo cubano, Fidel, Raúl Castro y ahora Miguel Díaz Canel.

Confieso también que la obra del ucraniano Serguéi Prokófiev (Serguéi Serguéievich Prokófiev; Sontsovka, actual Ucrania, 1891 - Moscú, 1953) no me era tan familiar como la de los tres compositores rusos anteriormente mencionados, pues solo conocía su música para el ballet Romeo y Julieta –que me encanta y me parece genial–, así que fue un muy agradable “descubrimiento” su sorprendente y hermosa Sinfonía Clásica, escogida por mi admirado y querido Maestro ruso Vladimir Issaev para coreografiarla para su esforzada troupé de bailarines que, procedentes de “medio mundo”, han sido entrenados magistralmente por él en la técnica de la reconocida Escuela Vagánova (Agrippina Vagánova: San Petersburgo, 14 de junio de 1879(jul) – Leningrado, 5 de noviembere de 1951).

Fue precisamente la función del sábado 1ro de marzo a la que tuve el gusto de asistir, la cual comenzó justamente con la ya alabada Sinfonía Clásica de Prokófiev, de 1917.

Serguéi Prokófiev
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Comenzaré hablando de dicha “banda sonora”, de acentuado lirismo y bellas melodías –que me recordó al tan barroco Vivaldi–, en agudo contraste con la tendencia a lo grotesco, antirromántica y futurista, de sus primeras obras, disonantes y deliberadamente escandalosas, que provocaron el estupor del público, como la brutal Suite escita, de 1915 –solo dos años antes de Sinfonía

En Sinfonía Clásica, Prokófiev ratificó su enorme talento y poderío como compositor, con una asombrosa capacidad de reinvención e inagotable fantasía, que el propio Shostakóvich admiró y reconoció; por eso es que digo que me sorprendió, al “descubrirla” gracias a Issaev, acostumbrado yo a su Romeo y Julieta, completamente neoclásica y totalmente diferente.

Sinfonía Clásica, por ABTF
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Vladimir trajo a escena a 21 de sus bailarines, para lograr, con total virtuosismo y sincronización ejemplar –fruto del riguroso entrenamiento y disciplina de sus clases–, que su fluida y dinámica coreografía nos hiciera, tal y como decía el insigne coreógrafo George Balanchine: “Ver la música, escuchar la danza”, así como cumplir esa otra premisa suya de que “la danza es música hecha visible”.


Sinfonía Clásica, por ABTF
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No puedo dejar de mencionar el vestuario de los bailarines, sobre todo el andrógino de los hombres, de una sola pieza, con pantaloncitos muy cortos (shorts), sobre todo por detrás, que atribuyo a la intención del coreógrafo de darle sensualidad y un aire más juvenil a una sinfonía que data de 1917, ¡y vaya que sí lo logró!

Sinfonía Clásica, por ABTF
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A continuación, Saaya Okada y Ataru Matsuya asumieron los roles legendarios de Romeo y Julieta, para bailar el pas de deux del ballet homónimo, con coreografía del propio Maestro Vladimir Issaev sobre la de Leonid Mijailóvich Lavrrovsky, y con la ya mencionada música de Prokófiev como banda sonora.

Ataru Matsuya y Saaya Okada 
en el pas de deux de Romeo y Julieta.
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Saaya Okada en el pas de deux
de Romeo y Julieta.
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He dicho “bailar” y no “interpretar”, porque a ambos le faltó la pasión que se espera de sus dos famosos personajes shakesperianos, que se inician en este pas de deux en la dulce y loca aventura del amor, a pesar de la oposición de Montescos y Capuletos, sus respectivas familias enemigas entre sí.

Después tocó el turno a Bole-Ro, coreografiado por Miao Song, con música de Maurice Ravel (Ciboure, Labort, 7 de marzo de 1875 - París, 28 de diciembre de 1937) y un precioso “agrego” al final, con música del inspirado compositor venezolano Aldemaro Romero (Valencia, Estado Carabobo, 12 de marzo de 1928 - Caracas, Venezuela, 15 de septiembre de 2007).

Maurice Ravel
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Aldemaro Romero
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Bole-Ro, por ABTF
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Todos los bailarines participantes sobresalieron en sus interpretaciones, con gran acople y musicalidad, amén de virtuosismo técnico, y como cierre, un fino trabajo grupal para la bella partitura del Maestro Aldemaro.

Bole-Ro, por ABTF,
 al final con la música 
del Maestro Aldemaro Romero.
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Y después de un adecuado intermedio, para ya finalizar la sobresaliente función, la compañía nos trasladó nada menos que a los Montes Urales, frontera natural entre la Rusia europea y la asiática, para ofrecer exergos del primer y tercer acto del ballet La flor de piedra, con coreografía de Issaev y música de Prokófiev, esta vez en una faceta completamente distinta a Sinfonía Clásica y a Romeo y Julieta, pues en La flor de piedra el compositor conjugó de manera genial el folclore tradicional ruso con las tendencias musicales en boga en la postguerra, entre 1948 y 1953, período de gestación de su partitura.

Al igual que Romeo y Julieta, este es un ballet con argumento cuya síntesis se ofrece a continuación:
Danil, un joven tallador de piedra de los Urales, comprometido con Katerina, sueña con tallar toda la belleza de una flor en malaquita, pero no se satisface con sus intentos.

Ve en un sueño a la Reina de la Montaña de Cobre, guardiana de un tesoro subterráneo; la única que conoce el secreto de la flor de piedra que le muestra deslumbrantemente en sus manos, por lo que Danila destruye la que había comenzado a tallar y se desmaya.

Cuando vuelve en sí, la Reina de la Montaña de Cobre aparece y desaparece ante él, como un fantasma y a veces tomando la

forma de un lagarto dorado, y otras de una hermosa joven. Lleva a Danila a su reino con maravillosas gemas, quien le ruega que le muestre la flor de piedra, la cual aparece finalmente con toda su belleza.

Katerina está preocupada porque no sabe dónde está su Danila y decide ir en su busca.

En el reino de la Reina de la Montaña de Cobre, Danila está tallando la flor extraordinaria con la que había soñado durante tsnto tiempo.

Muestra su trabajo con emoción a la Reina, quien le ruega que no la deje, pero el corazón de Danila es de Katerina. La Reina le lanza un hechizo y lo convierte en piedra.

Siguiendo a la Hija del Fuego, Katerina llega a la casa de la Reina. Su corazón le muestra dónde está Danila, quien está muy cerca, pero sordo a sus llamadas y desaparece de repente. La joven se queda sola.

La Reina, conmovida por el amor devoto de Katerina, decide liberar a Danila de su encantamiento. Le pide por última vez que se quede con ella, pero él decide regresar con Katerina a su amada aldea y trabajaren su oficio de tallador.

En una hermosa mañana de primavera, Danila y Katerina regresan a su aldea, donde son recibidos con júbilo por sus amigos y familiares.

La flor de piedra, por ABTF. 
Al centro, Saaya Okada como Katerina.
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La flor de piedra, por ABTF. Al centro, Yayai Sasaki 
como la Reina de la Montaña de Cobre/La Serpiente
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La flor de piedra, por ABTF. Delante, Saaya Okada como Katerina
 y Yoichi Habaguchi como Danil Sasaki; 
al centro, al fondo, Yayai Sasaki como
 la Reina de la Montaña de Cobre/La Serpiente.
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Centralizada por Saaya Okada como Katerina, Yayai Sasaki como la Serpiente / la Reina de la Montaña de Cobre y Yoichi Habaguchi como Danila; y apoyados los tres por un cuerpo de baile de nuevo fenomenal, con un vestuario bellísimo, tanto para los aldeanos como para los protagonistas y los personajes fantásticos, no tengo dudas de que esta representación resumida de La flor de piedra –con adecuados telones pintados como escenografía– está apta para ser montada y ofrecida en cualquiera de los mejores teatros del mundo, empezando por nuestro Adrienne Arsht Performing Arts Center.

Muchas felicidades, Maestro Vladimir Issaev, por esta formidable función, y que continúen los éxitos de su relevante compañía Arts Ballet Theatre of Florida.



Baltasar Santiago Martín
Fundación APOGEO para el arte público.
Asociación de Cronistas de Espectáculos de Miami (ACEM).

Hialeah, 7 de marzo de 2025.

Fotos: Patricia Laine (cortesía de Arts Ballet Theatre of Florida)

Monday, March 3, 2025

"Amor eterno" ("Eternal Love") a escena. (por Baltasar Santiago Martín)


El sábado 22 de febrero de 2025 acudí al Teatro Jackie Gleason, de la ciudad de Miami Beach, para ver el espectáculo Amor eterno/ Eternal Love, presentado por el Ballet Clásico Cubano de Miami / Cuban Classical Ballet of Miami, bajo la dirección del Maestro Eriberto Jiménez.

El programa comenzó con el ballet Las sílfides, interpretado por Mayrel Martínez, Eleni Gialas y Natalie Álvarez, como las sílfides, y Ariel Morilla como el Poeta, también presentado como el Joven.

Mayrel Martínez y Natalie Álvarez como las sílfides, 
y Ariel Morilla como el Poeta
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Las sílfides (en francés: Les Sylphides) es un ballet neorromántico breve y no-narrativo en un acto, coreografiado por Mijaíl Fokín, con música de Federico Chopin. Fue estrenado en 1908 en el Teatro Mariinski de San Petersburgo, como Rêverie Romantique: Ballet sur la musique de Chopin o Chopiniana. Como Les Sylphides, el ballet fue presentado por primera vez el 2 de junio de 1909, en el Théâtre du Châtelet de París. ​

Mayrel Martínez y Eleni Gialas como las sílfides,
 y Ariel Morilla como el Poeta.
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Según cuenta la gran Maître Laura Alonso en su biografía aún inédita:
Fue mamá (Alicia Alonso) la que me tomó los ensayos del preludio en Las sílfides y me explicó en detalles qué significaba: El bailarín representa a Chopin, las sílfides son el espíritu de los árboles y de las cosas de la naturaleza que inspiraron a Chopin a componer esa música; el vals es el juego del sol a través de las hojas de los árboles en el campo; el preludio es la lluvia en el bosque y la mazurka es el viento azotando las ramas; es por esto que Chopin baila con la lluvia y con el viento, que es lo que siente y puede tocar.
Como tan bien insistía la prima ballerina assoluta Alicia Alonso, en el ballet es tan importante el estilo como la técnica, y estas tres sílfides miamenses lograron un admirable y equilibrado balance entre su muy bien entrenado arsenal técnico y la delicadeza y mesura que el estilo que esta ensoñación neorromántica requiere, mientras que a Morilla, como el Poeta / el Joven / Chopin, a mi juicio, le faltó creerse más el personaje y pulir la coreografía para lucirse más como bailarín, a la altura de sus tres compañeras.

A continuación, Yoalli Sousa y Juan Capellán protagonizaron el adagio del segundo acto de El lago de los cisnes, con música de Chaikosvki y coreografía de Marius Petipa.

Juan Capellán y Yoalli Sousa en el adagio 
del segundo acto de El lago de los cisnes.
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Yoalli salió a escena como el cisne víctima del encantamiemto de Von Robarth y se transformó ante Sifgfrido en la sufrida princesa que lo impresiona y lo enamora a primera vista, todo ello gracias a su muy cuidada interiorización del personaje, amén de una técnica precisa, con hermosos arabesques penché a casi 180 grados y sin enfatizar el port de bras como si siguiera siendo un cisne, partneada de forma también exquisita por Juan, muy en su personaje de príncipe al igual que Yoalli de princesa; en fin, un adagio francamente delicioso.

Juan Capellán y Yoalli Sousa en el adagio
 del segundo acto de El lago de los cisnes.
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A seguidas, Cynthia Hamm y Kelvin Rabines nos trasladaron nada menos que a Escocia, para brindarnos el pas de deux del ballet La sílfide (en frances: La Sylphide) –que no en balde se conoce también como La sílfide y el escocés–, con coreografía de Augusto Bournoville –el Maestro epítome de la Escuela Danesa de Ballet– y música de Jean Madeleine Schneitzhoeffer.

Kelvin Rabines y Cynthia Hamm en La sílfide.
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La sílfide es un ballet romántico en dos actos, coreografiado por Filippo Taglioni en 1832 para su hija, la gran María Taglioni, aunque una segunda versión coreografiada por Augusto Bournonville en 1836 es la única que ha sobrevivido, siendo uno de los ballets más antiguos del mundo.

La peculiaridad principal del llamado “estilo Bournonville” es que las variaciones para el hombre le dan más oportunidad de lucimiento al bailarín, limitado generalmente a secundar a su compañera, y considero que Bournonville hubiera quedado muy satisfecho con Kevin, tanto como lo quedé yo, por su excelente trabajo de pies en los demandantes entrecháts de la coreografía, sin descuidar en lo más mínimo el acompañamiento de Cynthia, que no fue opacada en lo absoluto por Kevin, sino que brilló también en sus variaciones, sin descuidar el estilo romántico de este ballet, tal y como tanto insistía Alicia Alonso.

Kelvin Rabines y Cynthia Hamm en La sílfide.
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Tras un adecuado intermedio, Yoalli Sousa y Juan Capellán regresaron a escena, ahora convertidos en Giselle y Albrecht, para “bordar” el Grand pas de deux del segundo acto de Giselle, el ballet romántico por excelencia, considerado la cumbre de dicho estilo.

Juan Capellán y Yoalli Sousa
 como Albrecht y Giselle.
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Giselle es un ballet en dos actos con música de Adolfo Adam, coreografía de Jules Perrot y Jean Coralli y libreto de Théophile Gautier y Jules-Henri Vernoy, basado en la obra De l'Allemagne (1835), de Heinrich Heine. Considerada una obra maestra en el canon del ballet clásico, fue interpretada por primera vez por el Ballet du Théâtre de l'Académie Royale de Musique en el Salle Le Peletier en París, Francia, el 28 de junio de 1841, protagonizada por la bailarina italiana Carlotta Grisi.

En este acto, Giselle tiene que proteger a Albretch de las willis que habitan en el bosque donde está su tumba, y de Mirtha, su implacable reina, y Yoalli inició el pas de deux girando en planta sin titubeos y con el arabesque final correspondiente, mientras que los entrechats quatre de su variación fueron inobjetables, sin pausas, así como su diagonal de piqués con pirouettes y el esperado balance antes de salir de escena, sin olvidar la posición de los brazos y las manos con la delicadeza que demanda el estilo romántico.

A su vez, Juan se lució como el dedicado partenaire de Yoalli, al igual que en sus variaciones, con raudos giros, jetés y saltos en el aire.

Juan Capellán y Yoalli Sousa 
como Albrecht y Giselle.
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Como cierre de esta función dedicada al amor, María Luisa Márquez y Ihosvany Rodríguez, secundados por Natalie Álvarez, Eleni Gialas y Mayrel Martínez, ofrecieron la escena cumbre del ballet La bayadera.

El estreno de La Bayadera se produjo en San Petersburgo, Rusia, en 1877, con coreografía de Marius Petipa, música del austríaco Ludwig Minkus, y diseños de Piotr Lambkin, Konstantín Ivanov, Orest Allegri y Adolf Kwapp.

Dicho ballet puede ser considerado como una secuela tardía del Romanticismo, caracterizado por la fascinación por las leyendas medievales y los temas exóticos, que en caso del ballet que nos ocupa, Sergei Kuschelok y el propio Marius Petipa se inspiraron en dos dramas del poeta hindú Kalidasa para escribir el libreto, impactados por la imagen de las bayaderas –las “devadasi” –, doncellas formadas desde la infancia como bailarinas profesionales, con el máximo rigor artístico, para representar las danzas religiosas y sagradas del Hinduísmo; percibidas además por la sociedad como generadoras de hermosos sentimientos de belleza, luminosidad y fragancia (la palabra “bayadera” tuvo su origen cuando los navegantes portugueses, entre los siglos XV y XVI, llegaron a la India, y las llamaron “bailadeiras”, de donde ha derivado a “bayaderas”).

Me he referido a que ofrecieron la escena cumbre del ballet, ya que su argumento es bastante complicado, por lo que Eriberto se concentró en ese episodio del mismo.
La bayadera Nikiya está enamorada del príncipe Solor y es correspondida por este, pero Solor acepta casarse con Gamzatti, la malvada hija del Rajá gobernante. A su vez, el Gran Brahmán (gran sacerdote de la religión brahmánica) también desea a Nikiya y odia a Solor. Gamzatti introduce una serpiente áspid venenosa en una cesta de flores que su criada le envía a Nikiya, quien cree que se la envía Solor. El áspid la muerde, y el Gran Brahmán le ofrece un antídoto, pero Nikiya, al ver juntos a Solor y a Gamzatti, lo rechaza y muere.

Esto ocurre en el mundo real.

Desesperado por la muerte de la hermosa bayadera, y bajo la influencia del opio, Solor ve a Nikiya en el Reino de las Sombras (el mundo irreal), muerta y multiplicada su imagen por espectros de bayaderas. Junto a ella, Solor evoca su danza ante la Llama Sagrada.
Y justamente, la escena ofrecida fue cuando Solor, en el Reino de las Sombras, bajo el efecto del opio, ve a Nikiya, multiplicada su imagen por espectros de bayaderas

Ihosvany Rodríguez como Solor y María Luisa Márquez como Nikiya, en La bayadera.
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Ihosvany Rodríguez, como Solor, así como María Luisa Márquez como Nikiya, junto a Natalie Álvarez, Eleni Gialas y Mayrel Martínez como las bayaderas –en representación de las 24 de la coreografía original– recrearon en el escenario del Jackie Gleason toda la magia y la ilusión del amor más allá de la muerte –como ocurre también en Giselle–, que ha servido de inspiración a poetas y escritores a través de los tiempos.

María Luisa Márquez como Nikiya e Ihosvany Rodríguez como Solor, en La bayadera.
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Natalie Álvarez, Eleni Gialas
 y Mayrel Martínez como las bayaderas.
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Los cinco pusieron su poderosa técnica en función de sus personajes –como debe ser–, para cerrar con broche “de amor eterno” la hermosa función.


Baltasar Santiago Martín
Hialeah, 28 de febrero de 2025.


Fotos: Ismael Requejo.

Monday, February 24, 2025

"Disonancia", una obra de teatro con total resonancia. (por Baltasar Santiago Martín)


No he titulado mi reseña de esa forma para jugar con ambas palabras, sino porque esta obra del prolífico autor teatral Abel González Melo ahonda de modo totalmente visceral en el drama cubano post 1959.

Según aparece como significado de la palabra “resonancia” en la vida:
De hecho, el lenguaje de la “resonancia” se utiliza a menudo para describir la conexión profunda que sentimos cuando una idea o concepto se sincroniza y se alinea armoniosamente con nuestras experiencias y creencias, creando emociones fuertes y afirmando nuestras verdades más profundas.
Confieso que todavía estoy bajo los efectos de la obra, porque como tan bien dice la definición de “resonancia” que encontré: “se alinea con nuestras experiencias y creencias, creando emociones fuertes y afirmando nuestras verdades más profundas”.

Esta valiente obra de Abel logra que uno como espectador se identifique con determinado personaje como un protagonista más del drama (en realidad lo fuimos, en nuestra vida real pasada en Cuba, sea del lado que fuera), porque nos hace revivir –y sufrir– el dogma intolerante del socialismo castrista, con la homofobia de estado –y la infaltable mención a las oprobiosas UMAP–; el ateísmo impuesto oficialmente, la vigilancia y las delaciones por pensar diferente al discurso y la ideología del Comandante –hoy, por suerte, en polvo.

Si Milan Kundera fue el novelista por excelencia del socialismo europeo, Abel González Melo es el teatrista per se del socialismo castrista cubano, el peor de todos a mi entender, porque en Europa del Este no hubo Comités de Defensa en cada cuadra, ni se destruyó la arquitectura ni la economía como en Cuba.

Cito a Kundera: “Todos los actos no deben ser perdonados; debemos saber cuando algo no es aceptable”.

Fidel “refinó” el totalitarismo soviético al incorporarle el CDR fascista de Mussolini, para que la vigilancia al “hombre nuevo” fuera total, correspondencia leída y llamadas telefónicas “pinchadas” incluidas.


Todo eso me evocó Disonancia, porque lo viví en carne propia, y lo sufrieron mis padres, familiares, vecinos y amigos.

Si bien Abel en su texto no deja “títere con cabeza” –por decirlo en cubano castizo–, su apuesta teatral, en dos tiempos diferentes, evidenció de forma magistral la “disonancia” entre el pasado y el presente de la pareja protagonista, a la que Mario Ernesto Sánchez, como director de la puesta y de Teatro Avante, supo “conducir” sin el menor resquicio panfletario –uno de los peligros cuando de abordar el Holocastro cubano se trata–, como si no estuvieran actuando, de tanta verdad en sus interpretaciones, tanto de la pareja cuando jóvenes como ya mayores.

Otro aspecto muy destacable de la puesta fue la música incidental a cargo del Maestro Mike Pourcel –quien sufriera también en carne propia lo que Abel expone de forma tan valiente en su texto-, así como la escenografía minimalista de Jorge Noa y Pedro Balmaseda, esa dupla de exquisito diseño escénico.

Resta ahora elogiar uno por uno a los cuatro actores que prestaron sus cuerpos y sus almas para que Abel y Mario lograran que el texto saltara de forma tan creíble del papel a las tablas:

A Marilyn Romero, como la Mujer Mayor, correspondió el mayor reto de la obra, por ser su personaje el de mayor disonancia cognitiva, debido al indiscutible malestar que siente al no alinearse su comportamiento del pasado con sus valores o creencias del presente, porque el propio sistema que defendió a ultranza, de forma dogmática y “chivatiente”, se encargó de hacerla “despertar”, hasta incluso llegar a “desertar”, por lo que no dudo ni un momento en otorgarle a esta excelente actriz el “Tocororo de Oro” por su visceral actuación, ya que ni en Cuba ni en Hialeah tenemos osos como en Berlín.

Marilyn Romero como la Mujer Mayor.
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No quiero que mi amigo Julio Rodríguez se me ponga celoso por estas merecidas flores a Marilyn, porque también su actuación como el Hombre Mayor fue de una organicidad y de una contención admirable, al encontrarse frente a frente con su victimaria del pasado, pues Julio pasa de ser el funcionario de inmigración estadounidense que la entrevista para el posible asilo, a identificarse al final ante ella como su víctima del pasado, en un in crescendo actoral digno de otro “Tocororo de Oro”.

Julio Rodríguez como el Hombre Mayor
 y Marilyn Romero como la Mujer Mayor.
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Y Claudia Tomás y Daniel Romero, como la Mujer Joven y el Hombre Joven, demostraron con creces que Mario supo escogerlos bien para sus respectivos papeles, nada fáciles tampoco, porque no creo que Claudia sea una fanática de ese Karl Marx que defiende tanto como actriz, ni tampoco dudo de que Daniel sea tan libre pensador y antidogma como el valiente personaje que se le enfrenta; ambos con actuaciones muy creíbles y convincentes, prueba de que hay una buena compañía garantizada para el talento ya consagrado de Marilyn y de Julio.

Claudia Tomás como la Mujer Joven 
y Daniel Romero como el Hombre Joven.
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Como expresó Kundera: “Todos los actos no deben ser perdonados”, y yo me atrevo a agregar: “Ni olvidados”, aunque Julio en personaje al final decida no deportar a Marilyn “Mujer Mayor”.



Hialeah, 24 de febrero de 2025.
Aniversario 130 del Grito de Baire

Fotos: Julio de la Nuez (cortesía de Abel González Melo)
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