Nota del blog: Agradezco al Dr. Nicolás Peón, que facilitara las fotos del negativo de la mascarilla funeraria de Mons. Adolfo Rodríguez para ilustrar el texto.
El Dr. Nicolás Peón conserva y custodia esta valiosa reliquia en Chile, país donde reside. La recibió como regalo de sus creadores Ileana Sánchez y Joel Jover. (JEM)
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La mascarilla funeraria de Mons. Adolfo Rodríguez. Un recuerdo desde los afectos. (por Carlos A. Peón-Casas)
Rememoro esta inolvidable memoria desde los afectos más celosamente vivenciados en aquel minuto en que nuestro inolvidable Mons. Adolfo Rodríguez, el pastor celoso de su grey, afectuoso y cercano, a cada uno de sus diocesanos y a todo el que tuvo la dicha de tratarlo y conocerlo, dejaba de estar entre nosotros para descansar en la casa del Padre Eterno, en la noche del viernes 9 de mayo de 2003. Su velatorio tuvo lugar en la Catedral de Camagüey, desde el amanecer del sábado 10 de mayo, hasta la tarde del próximo domingo.
En horas de la madrugada, de ese triste domingo, se procedió con solemne y piadoso gesto a tomar la última impresión en forma de mascara funebre, del venerable rostro de nuestro Arzobispo.
Tan responsable encomienda estuvo a cargo de los respetados artistas camagüeyanos Ileana Sánchez y Joel Jover, cercanos en amistad y afectos a nuestro querido Mons. Adolfo. Para tal fin, llevaron a cabo en su cercana vivienda en el entorno del Parque Agramonte, los reparativos de rigor con los materiales necesarios para tal práctica que sin dudas les resultaba de gran novedad, y al mismo tiempo les demandaba un responsable y rápido proceder.
En la madrugada, preparada la mezcla del yeso que perpetuaría los rasgos del rostro de nuestro querido arzobispo, los artistas llegaron a la Catedral, que acogía la capilla mortuoria, y donde permanecían no pocos fieles.
Toco a Ileana Sánchez proceder a la rápida impresión, todo el tiempo escoltada y ayudada por su esposo Joel, quien cuidaba de todos los detalles. Esta práctica tiene arraigo en la patria chica camagüeyana, gracias a la cual se conservan la impresión en yeso de los rostros de algunos próceres, como Gaspar Betancourt Cisneros, El Lugareño.
Desde mi ángulo de curioso y también emocionado espectador, noté el conmovido gesto de la artista, mujer de fé, su emoción y lágrimas, al llevar a cabo tan trascendente tarea.
Desde mi recuerdo de aquel día, el hecho pudo haber durado una eternidad, cuando en verdad fueron unos pocos minutos. La celeridad era imprescindible para lograr que la toma o impresión del rostro en aquella mezcla de yeso y otros aditivos fuera un éxito.
La mascarilla estuvo finalmente lista unos días después. Y hasta donde sé, fue entregada por la propia Ileana Sánchez en el Arzobispado. No puedo dar certeza al lector del lugar exacto donde se conserva actualmente.
Tuve el enorme privilegio de contemplarla ya terminada, me impresiona recordar el rostro apacible de Mons. Adolfo como dormido en la Paz de Dios, a quien sirvió y honró con todo ser hasta el final.
Rememorar ese momento especial, es sin dudas un deber que hoy acato para perpetuar el legado y recuerdo del hombre bueno que fue Mons. Adolfo Rodríguez, primer arzobispo de Camagüey, pero ante todo, nuestro querido amigo y pastor.