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Friday, June 9, 2023

(Miami) Oneyda González y Gustavo Pérez Fernández, presentan libro y documental sobre Severo Sarduy


Oneyda González y Gustavo Pérez Fernández, presentan el libro Severo secreto. Una biografía coral sobre Severo Sarduy (Rialta Ediciones) y el documental Severo secreto. 

El evento está organizado por la Fundación Cuatrogatos y Artefactus Cultural Project. 

Domingo 11 de junio, a las 5:00 pm.

Artefactus Black Box, 
12302 SW 133rd Ct, 
Miami, FL 33186.

Wednesday, December 16, 2020

Camagüey en Severo Sarduy y viceversa (por Carlos A. Peón-Casas)



Severo Sarduy, mal que nos pese, sigue siendo asignatura pendiente para el lector de esta ciudad que lo vio nacer en 1937, y en la que habitó solo sus primeros diecinueve años. Con él como con los mejores se cumple a rajatabla la frase de Cristo: “nadie es profeta en su tierra”

Su obra, empero, debiera ser el orgullo permanente de todo camagüeyano que se precie de serlo, y no digo ya de los eruditos y doctos… 

Pero por esas omisiones siempre imperdonables y algunas otras hierbas, no se le ha publicado, ni por equivocación, en estos pagos desmemoriados para su fama de inigualable narrador. 

Una librería de la ciudad, en el colmo de los dislates, lleva hasta su nombre, pero el interesado lector no adquiere allí un libro de su autoría.

Y es una pena que así sea. Quienes lo hemos leído en esta nuestra no siempre inefable mediterraneidad, lo hemos hecho muchas veces a hurtadillas. Se habla y se discurre amablemente de su legado, generalmente entre unos pocos iniciados, pero es un diálogo como el de los sordos, con sólo señales y silencios.

Sin embargo la ciudad habita la obra del escritor. Desde las riveras del Sena parisino donde encontró acomodo su cuerpo y su espíritu creativos, y donde hubo de procrear su obra, se permea inefable, no ya como un recuerdo amable, sino mucho más que eso, como una permanente recurrencia.


Mi crónica de hoy re-visita con mirada siempre deslumbrada, su segunda novela: De Donde son los Cantantes (1965) en acto rememorativo, y el lector no quedará defraudado al descubrir pormenores de esa ciudad suya y nuestra, y de esta región legendaria.

La primera de las alusiones es a la mismísima Dolores Rondón como figura esta vez, no de la ancestral leyenda decimonónica y puertoprincipeña, sino de un sainete que, recorre en diez momentos, los mismos que contienen la famosa espinela; el epitafio para su tumba anónima en el camposanto camagüeyano, y que el autor imagina como escrito por la propia Dolores.

Son los nuevos avatares de su personaje retomado en la ficción narrativa, y enmarcada en la ciudad ya republicana, donde Dolores sigue las transformaciones de Mortal Pérez, inequívoco destinatario del poema: 
(…) un político de subrayada oratoria en sus etapas de concejal, aspirante a senador, senador y senador depuesto(1)
La historia tiene su setting narrativo en el lugar donde se guarda la memoria perpetua en forma legendaria de aquella Dolores:
-Como hace tanto calor, no nos vendría mal un paseíto por el cementerio: el mármol refresca, casi como una limonada. No hay mesitas ni traganiquel en este jardín de la piedra, pero a eso llegaremos. En este de Camagüey, en el centro de Cuba, no faltan retratos al oleo, con el muerto negro más rosado que lo que estuvo en vida, ni capiteles de dos pisos, ni lectura (…) Duro Oficio el de Dolores. Cortesana y poeta. Cortesana lo fue toda la vida. Poeta por un día (…)(2)
La recreación del personaje definida por el autor como “mulata wilfredolamesca” se enmarca en un ambiente de la ciudad de fácilmente reconocible en las décadas de los cuarenta o cincuenta del pasado siglo XX:
una calle cerca de la estación. Hoteluchos. Olor a tabaco y a mango. En el aire color limón la gorra roja de los maleteros, la risita de las espuelas. Pregones. Joyeros ambulantes, quizás el claxon de un viejo Ford(4)
Una Dolores distinta que se define por boca de Sarduy como:
“(…) bailadora fina, a otros con la rumba de cajón. Letrada, lo soy, no muy leída. Calada en santos, apuntadora de las buenas. Al fijo, al corrido. (…) Hija legítima soy de Ochún, la reina del río y del cielo. Hay que sacudirse. Hay que ir siempre adelante como los tranvías. Hay que salir de aquí”(5)
Una historia que como la de la proverbial décima, no puede tener buen final, y cuyo designio se cumple inexorable con la advenediza Dolores que lo deja todo y marcha presurosa tras su ídolo hasta la capital y más allá si es preciso:
No aguanto más esta ciudad polvosa, sin barcos, sin restaurantes chinos. Quiero Chop-suey, arroz frito, pollo con almendras, puerco azucarado. Iré a donde sea. A Peking, a Hong Kong.(…) pero llegaré a mi destino puntualmente como un tren americano. La vida es como una jabonera; el que no se cae resbala…(6)
Su vuelta es empero a la misma realidad luego que sus dotes de bailarina exótica, sus “caderas camagüeyanas”(7) sean desenmascaradas, y su Mortal venido a menos. Lo que sigue nos suena ahora mismo como un mal presagio, una ya cumplida premonición:
La cuenta se acabó. La carrera se acabó. Las vacas gordas se acabaron, están tísicas, deshidratadas, viudas de toro, hechas tierra(8)
Un exordio final es conclusivo en la voz de la propia Dolores que hace mutis inevitable, no por el foro, sino por el sendero que se cierra irrevocable:
De mi te dejo testimonio: mi vida escrita en una piedra, junto a mi tumba. No la leerán sino los mendigos, los enterradores y las viudas, no la tocarán sino los lagartos y la zarza roja…para que te acuerdes de mi, te dejo estas palabras, en diez versos mi vida, en mármol para que no lo borren ni la lluvia ni el viento:

Aquí Dolores Rondón/finalizó su carrera/ven Mortal y considera/las grandezas cuáles son/el orgullo y presunción/la grandeza y el poder/todo llega a fenecer/pues sólo se inmortaliza/el mal que se economiza/y el bien que se puede hacer.(9)

Justo en un segundo momento de la novela; La Entrada de Cristo en La Habana, el autor nos presenta otra vez a ese Mortal: “joven amante ausente que va a metaforizarse en Cristo”, en una larga peregrinación por la geografía cubana. Su paso por el Camagüey es la recreación que desde la ficción comparto ahora, con el amable lector:
(…) mal lo recibieron las de Santa María del Puerto del Príncipe. Oigan los wellcomes que le espetaron las damas camagüeyanas, parapetadas detrás de las conchas y cuerdas de sus ventanas:

Dejarás nuestras torres mudas, pero te hundirá las naves el bronce de tantas campanas. (¡Lo habían asimilado a un corsario).(…)(10)
Y después, una especial referencia con la que cierro estas alusiones, al imaginario de una ciudad que perduraría siempre en el recuerdo del narrador, el Sarduy, afincado en las lejanías parisinas, pero jamás ausente de su patria chica, su inolvidable ciudad sin murallas:
Le nublaron la cara la sombra de los dátiles, en los jardines negros de las Mercedes, la araña de los arbotantes del coro. Quiso perderse en los laberintos de los fabricantes de ángeles, entre los quioscos de orfebres y los vendedores de libros viejos. A lo largo de las márgenes del Tínima espejaban en la bruma, bajo el halo amarillo de las bujías, las vitrinas delos rastros españoles, tablas catalanas con santos decapitados (…) Cayeron las persianas todas. Los vendedores…, le tiraron la puerta en la cara. Se apagaron las luces. Doy fe que así se terminó el paseíto camagüeyano(11)



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  1. De Donde son los Cantantes. Severo Sarduy. Seix Barral. Barcelona, 1980. p.151
  2. Ibíd. p.57
  3. Ibíd. p.60
  4. Ibíd
  5. Ibíd
  6. Ibíd. p.74
  7. Ibíd. p. 77
  8. Ibíd. p. 86
  9. Ibíd. p. 83
  10. Ibíd. p. 132
  11. Ibíd. p.134

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Ver en el blog
Dos Sonetos de Severo ó algunas notas breves a un hallazgo. (por Carlos  A. Peón-Casas) 

Saturday, September 29, 2018

Documental "Severo Secreto" en Coral Gables Art Cinema


Coral Gables Art Cinema
260 Aragon Avenue
Coral Gables, FL 33134

Sábado. Octubre 6, a las  6. 00 p.m.
Domingo. Octubre 7 a las  4. 45 p.m.
Lunes. Octubre 8 a las 4. 45 p.m


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Dirección: Oneyda González y Gustavo Pérez 
Año: 2016
Idioma: Español. Subtítulos en Inglés.
Guión: Oneyda González, Gustavo Pérez.
Dirección de fotografía: Oneyda González, Gustavo Pérez.
Editor: Yohan Wilcox.
Música original: Ernesto Oliva.
Diseño de sonido: Velia Díaz de Villalvilla.
Productora: Violeta Producciones.


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Ver en el blog:

Monday, March 30, 2015

Lezama Lima - Severo Sarduy: Un binomio desde el neobarroco hacia el Nirvana (por Antonio J. Aiello)

 


Un acercamiento a la vida y obra de José Lezama Lima (La Habana, 1910-1976) y Severo Sarduy (Camagüey, 1937-París 1993) nos remite de algún modo, salvando la época y las estéticas de por medio, a los poetas malditos de fines del siglo XIX(1). Fueron escritores que reflexionaron sobre su quehacer literario, se segregaron de la sociedad, huyeron de los honores y de los puestos oficiales; adquirieron aspectos de marginados sociales y conocieron la miseria, las enfermedades y el abandono. Ya fuera por intención propia, un estilo de vida o rechazo social, todos tardaron algunos años en ser plenamente comprendidos y asimilados para llegar a ser figuras conocidas y respetadas; y sus obras, un patrimonio de la literatura universal. 

Por esa vía avanzaron también, de alguna manera, Lezama y Sarduy, dos figuras muy controvertidas de la literatura cubana, sumidas en la incomprensión y el rechazo de quienes pudieron facilitar su difusión y conocimiento durante muchos años, tanto dentro como fuera de la Isla. Sin embargo, ambos fueron abriéndose paso por su propio peso y el esfuerzo personal en condiciones nada favorables, sin olvidar a alguno que otro talentoso escritor, como el argentino Julio Cortázar (1914-1984), quien apreció desde muy temprano su valía, lo que les sirvió de estímulo y de ventana al mundo.

Ambos desarrollaron una relación más allá de la amistad por el deslumbre que la obra lezamiana causó en Sarduy y la confianza que éste representó para el autor de Paradiso, como medio de divulgar su obra fuera de Cuba. Pero más allá de estos nexos, ambos constituyen un binomio perfecto de creación y reflexión sobre su estilo discursivo que de alguna manera se ha llamado el neobarroco.

De la relación entre ellos nos habla el propio Lezama en una carta a Sarduy, recogida en la edición crítica de Paradiso y también en Cartas a Eloísa y alguna correspondencia:
Si en la primavera me vuelve a hacer la invitación la Unesco, quizás haría mis valijas. [Tachado: Ahí podríamos hablar del geugeuma [sic] [gneuma?], de la diacronía, de las aporías.] tendremos oportunidad de hablar del P. Le Tellier, confesor de Luis XIV y devoto del Dr. Kung Tse (el Confucio de los jesuitas) o de los americanos que formaban parte de los ballets del conde de Villamediana, apresados por la Inquisición. Por nuestro encuentro [alusión a Severo Sarduy] les quemaremos un cabrito a los dioses. Un buen amigo suyo es,
José Lezama Lima (Paradiso 720-21) 

¿Cuántos deseos se intuyen en estas líneas sobre ese reencuentro de estos dos grandes de la literatura? Un acontecimiento que hubiera significado horas de conversación y constatación de sus talentos y excentricidades. ¿De cuántas cosas hablarían? De “Geugeuma o gneuma”(2), de las diacronías(3), de las aporías(4), todo un léxico de la cultura clásica y filológica. Una muestra, además de la preocupación de estos escritores por el uso de una terminología rebuscada, centrando la atención en los conceptos, una preocupación propia de la tendencia barroca conceptista; o, también, una forma de sintetizar al máximo diferentes temas que bajo estos tópicos podían haber tratado y les eran comunes. 

Asimismo Lezama propone hablar de personajes históricos como del P. Le Tellier, confesor de Luis XIV, a quien le atribuye ser devoto del Dr. Kung Tse (el Confucio de los jesuitas) o de los americanos que formaban parte de los ballets del conde de Villamediana, apresados por la Inquisición. Una mezcla de personajes históricos reales, pero con atributos muy simbólicos elegidos por Lezama y que parecen haber sido del conocimiento de Sarduy. A nuestro alcance solo está el buscar lo que de común tenían Le Tellier, Kung Tse y el conde de Villamediana, para deducir cuáles serían los temas de esa ansiada conversación. 

Toda la obra de Lezama y Sarduy es el desarrollo de un discurso más allá de las fronteras ontológicas donde se mezclan personajes históricos que nunca se vieron o personajes reales con otros de ficción o simplemente una ilación de personajes cuyos atributos es lo más importante para llegar al significado del discurso. Lamentablemente, este modo de discurrir literario no ha sido comprendido por muchos, quienes han querido ver incongruencias cognoscitivas en ambos, como en otros de la narrativa hispanoamericana desde la época del boom hasta la más reciente, sin avisorar lo que de intención lúdica hay en él para construir la imagen lezamiana. Así, Horst Rogman(5) no vacila en señalar:
Me refiero a las incorrecciones, algunas incorrecciones, de Lezama, que creo que no son tan irrelevantes como a veces se afirma. (…) Un ejemplo modélico de la manera de naufragar la sapiencia lezamesca vemos en La expresión americana, donde un Schelemaicher (Schleiermacher?) se reúne con un Gershin, un Litz, un Tchaikovsky y un Honneger. (…) sobre todo el latín macarrónico de Lezama deleita o irrita al lector por doquier. (78-9)
Desacertadamente, este crítico pierde de vista lo que es la ficción literaria y olvida que toda la literatura está plagada de ella desde la que nos llegó del viejo mundo, ni tampoco avizora que es una de las marcas que se intensifica en el quehacer literario posmoderno que ya en los años 60 venía gestándose. Por el contrario, Sarduy ve en este modo de ficcionar un método de narrar novedoso y de vanguardia, haciendo compatible lo inimaginable:
alógenos, a fuerza de multiplicar hasta “la pérdida del hilo” el artificio sin límites de la subordinación, la frase neobarroca –la de Lezama, por ejemplo– muestra en su incorrección –falsas citas, malogrados “injertos” de otros idiomas, etc. – en su no “caer sobre sus pies” y su pérdida de la concordancia, nuestra pérdida del ailleurs único, armónico, conforme a nuestra imagen, teológico en suma. (…) Barroco de la Revolución. (103-104)
Al final, Lezama propone que por ese encuentro les quemarían un cabrito a los dioses, como voto por su realización. Lamentablemente, esa visita no se fraguó y todo lo soñado quedó en lo imposible.

De la solidez y confianza de esta amistad, hablan las empresas que Lezama, siempre tan desconfiado, había puesto en el joven escritor, quien venía a ser como su representante literario en París. Veamos el siguiente fragmento:
Te remito [alusión a Severo Sarduy] el posible contrato con la Casa du Seuil, para que lo entregues a la persona o personas indicadas. Responden a la solicitud de esa Casa según último cable que me enviaron. Si están de acuerdo, basta que hagan el contrato y me lo envíen. Como no conozco los usos y procedimientos de esa casa en relación con el número de ejemplares a editar, ni el tanto por ciento sobre la venta de cada ejemplar que me correspondería por derecho de Autor, le envío las condiciones que a mí me han parecido en relación con esos puntos. Al mandarme el contrato firmado, la Casa du Seuil deberá fijar sus condiciones, las cuales serán estudiadas por mí. Es decir, estas bases que yo señalo en el contrato pueden servir de punto de partida, pudiendo establecerse las modificaciones consiguientes puestas de acuerdo ambas partes.

Desearía una respuesta lo más rápidamente posible, para saber a qué atenerme en relación con esos extremos. Por lo demás, la Casa du Seuil tiene todo mi afecto y gratitud por su decisión adoptada de publicar mi novela Paradiso. (Cartas 335)
Dos figuras de talento que de algún modo naufragaron en las mismas aguas, lo que quizás posibilitó el que establecieran una coherente y devota simpatía intelectual, que les sirvió de paliativo, defensa y protección de sus obras. Basta recordar las palabras de Lezama a Sarduy en sus Cartas a Eloísa y otra correspondencia para tener una idea:
Yo he recibido tus cartas [alusión a Severo Sarduy] y los recortes de periódicos, todas las cartas las he contestado al día, pues es muy agradable para mí, y no es pirueta de cortesía, tener frecuentes conversaciones epistolares contigo. Siento que se haya perdido la última carta que te envié, donde te daba las gracias por tus innumerables cuidados y cariños con mi obra. (343)
Asimismo, entre cuidados y cariños hacia la obra de Lezama, Sarduy fue descubriendo el quid de ese quehacer literario y desarrollando toda una teoría centrada en el estilo neobarroco, que él también asumió aunque de un modo diferente. Fue justamente Barthes, su maestro del estructuralismo, quien escribió sobre su escritura: “El texto de Sarduy merece todos los adjetivos que forman el léxico del valor literario: es un texto brillante, ágil, divertido, inventivo, sorprendente y, sin embargo, claro y afectuoso”. (1) 

No obstante, Sarduy es también un representante y teorizador del neobarroco. Sus estudios al respecto, recogidos en dos valiosos ensayos Escrito sobre un cuerpo (1969) y Barroco (1974) dilucidan los puntos de vista del escritor sobre este estilo de la narrativa hispanoamericana presente en gran parte de sus autores del siglo XX, y que ha tenido otras apreciaciones a partir del ensayo de Carpentier Tientos y Diferencias (1964), y el ensayo de Lezama La expresión americana (1969). Sin embargo, ha sido Sarduy el que pudo recoger esa tradición de los teóricos cubanos del neobarroco y desarrollar su propia teoría en el marco de los cambios culturales de los años 60, o sea, cuando la crisis de lo moderno comienza a desalojar el discurso intimidatorio de la razón y la estética posmoderna comienza a fraguarse haciendo uso de un nuevo estilo barroco: el neobarroco. De este modo,
el barroco actual, el neobarroco, refleja estructuralmente la inarmonía, la ruptura de la homogeneidad, del logos en tanto absoluto, la carencia que constituye nuestro fundamento epistémico. Neobarroco del desequilibrio, reflejo estructural de un deseo que no puede alcanzar su objeto, deseo para el cual el logos no ha organizado más que una pantalla que esconde la carencia (...) Neobarroco: reflejo necesariamente pulverizado de un saber que sabe ya que no está apaciblemente cerrado sobre sí mismo. Arte del destronamiento y la discusión.” (Barroco 183)
Una descripción del neobarroco que alude a rasgos de la literatura posmoderna apuntados por muchos críticos(6), la inarmonía, lo heterogéneo, la carencia, la política del deseo, lo abierto, lo discutible, entre otros. Su teoría del Barroco se organiza a partir de tres conceptos: la artificialización (estructurado en tres etapas de desarrollo: la sustitución, la proliferación y la condensación de significantes), la parodia y la carnavalización, al centro de la productividad textual latinoamericana:
Espacio de dialogismo, de la polifonía, de la carnavalización, de la parodia y la intertextualidad, lo barroco se presentaría, pues, como una red de conexiones, de sucesivas filigranas, cuya expresión gráfica no sería lineal, bidimensional, plana, sino en volumen, espacial y dinámica. (Barroco 175)
De ese neobarroco, consideró a Lezama uno de los modelos centrales cuando refirió en una entrevista que le realizara Emir Rodríguez Monegal:
Sí, yo creo que Lezama, con una de esas intuiciones geniales que lo caracterizan, ha practicado precisamente este sentido de la parodia y hasta lo ha formulado teóricamente. En Analecta del Reloj, a propósito de Góngora, Lezama habla de los múltiples idiomas que forman la voz única del texto, y de las "traducciones" en el interior de un mismo lenguaje. Yo, forzando un poco el texto de Lezama, quisiera postular que esos idiomas son los textos que dialogan en la parodia bakhtiniana. Lezama, aunque mucho después que Bakhtine, pero sin haberlo leído, puesto que las primeras traducciones a lenguas occidentales del formalista ruso han tenido lugar recientemente, formuló los mismos conceptos de base. Paradiso es, en el sentido fuerte de la palabra, un carnaval. (339)
Sin lugar a dudas, ambos hicieron del neobarroco su razón de ser como escritores, asumiendo ese estilo; y como críticos, analizando la tradición teórica y la manifestación de ese estilo en la obra de los escritores del momento. Centrados en el neobarroco pudieron medrar en el mundo de su tiempo, y tras los avatares de sus vidas llegar desde el neobarroco – una vez que fueron plenamente comprendidos, asimilados, conocidos y respetados– al nirvana, ese estado que para el hinduismo y el budismo implican la liberación definitiva del sufrimiento, de la existencia, y el alcance de lo absoluto. Precisamente en esa dimensión, los críticos y enamorados de la literatura los ven por todo el orbe hoy por hoy.

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Citas y Notas

  1. Los poetas franceses Baudelaire (1821-1867), Verlaine (1844-1896), Rimbaud (1884- 1891) y Mallarmé (1842- 1898).
  2. Gneuma es un término griego que alude al espíritu o aliento de vida.
  3. Diacronía es un término griego para referirse al desarrollo o evolución de los acontecimientos a través del tiempo.
  4. El término aporía, también del griego se refiere a los razonamientos en los cuales surgen contradicciones o paradojas irresolubles, dificultades lógicas de índole especulativas.
  5. Profesor de la Universidad de Bonn, Alemania, durante el Coloquio Internacional sobre la obra de José Lezama lima (1982), celebrado en la Universidad de Poitiers en Francia, presentó un artículo titulado “Anotaciones sobre la erudición en Lezama Lima” donde se hace eco de esa corriente europea que tras el boom de la narrativa hispanoamericana quiso tildar a sus autores como de falta de erudición en correspondencia con su mundo subdesarrollado.
  6. Consúltese el modelo de lo posmoderno descrito por Ihab Hassan en su obra The Dismemberment of Orpheus: Toward a Postmodern Literature. New York: Oxford University Press, 1982: 267-68.

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Referencias

Barthes, Roland. “Severo Sarduy: La cara barroca”. La Quinzaine Litteraire 28 (1967): 1.

Hassan, Ihab. The Dismemberment of Orpheus: Toward a Postmodern Literature. New York: Oxford University Press, 1982: 267-68.

Lezama Lima, José. Cartas a Eloísa y otra correspondencia. Madrid: Editorial Verbum, 1998.
--- Paradiso [Edición crítica] Madrid: Edición Cátedra, 1988.

Rodríguez Monegal, Emir. "Conversación con Severo Sarduy". Revista de Occidente 93 (1970): 315-343.

Rogman, Horst. “Anotaciones sobre la erudición en Lezama Lima.” Coloquio Internacional sobre la obra de Lezama Lima. Poesía. Madrid: Editorial Espiral/Fundamentos, 1984. 83-85. 

Sarduy, Severo. Barroco. Buenos Aires: Editorial Sudamericana, 1974.
--- Escrito sobre un cuerpo. Buenos Aires: editorial Sudamericana, 1969.



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Dr. Antonio J. Aiello is a faculty at the College of Charleston, SC. He also has taught as visiting assistant professor at Oregon State University, graduate associate teaching in the University of Arizona and New Mexico State University, adjunct faculty at Pima Community College in Tucson, Arizona,assistant professor at University of Kabul, Afghanistan and assistant professor at University of Camaguey, Cuba. He has taught Spanish language as second language in basic, intermediate and upper levels; Spanish and Spanish American Literature, and Hispanic Linguistics since 1977 to students from various countries from America, Europe, Africa and Asia.
His formation began in the Higher Pedagogical Institute “José Marti” in Camaguey, Cuba as a Bachelor in Spanish and Literature. He got his Master in Latin American Studies in the University of Camaguey. Later he took different courses about Semiotic and Theory of Information with the University of Valencia, Spain, and University of Oriente, Cuba. Finally he got his Ph. D. in Spanish at the University of Arizona, with a major in 20th - 21st centuries Spanish American Literature, and two minors in 20th – 21st centuries Spanish Literature, and Hispanic Linguistics.
His researches have been related with the Postmodern Literature, the Spanish and Spanish American Literature, the literature in the cinema, the Hispanic Linguistics and the process of languages acquisition,. Their results have been presented at various international events and at various universities and associations in the United States. He is also author of the book Presencia de la episteme posmoderna en el discurso narrativo hispanoamericano de los umbrales del siglo XXI: Carlos Fuentes Macías, Mario Vargas Llosa y Leonardo Padura Fuentes, and some textbooks for the Spanish as second language teaching. Besides, he has published several articles with the results from his investigations. Furthermore, he has collaborated with publishing house like Arizona Journal of Hispanic Cultural Studies, John Wiley and Sons, Inc.; Hispania a Journal of AATSP; La gota de agua, Philadelphia, PA. and the journal Mexican Studies/Estudios Mexicanos of The University of California Institute for Mexico and the United States, and the Universidad Nacional Autonoma de Mexico’
His current research focuses on postmodern Spanish American Literature about narrators as Zoé Valdés, Carlos Fuentes, Mario Vargas Llosa and Leonardo Padura. He expects to fulfill soon some books called Lezama recipe book, The Postmodern Narrative from Zoé Valdés and The postmodern narrative in Cuba. A reality: Leonardo Padura.

Thursday, October 17, 2013

(New York) Panel: Severo Sarduy and Cuban Culture

 Medicis Prizes. French novelist Maurice Clavel, at left, winner of the Medicis Literary prize, poses with Cuban novelist Severo Sarduy, winner of the Medicis prize for foreign novels. Clavel was given the prize for his novel "Le Tiers des Etoiles" (The Third of the Stars). Sarduy got his for his novel "Cobra" (AP-Photo/Bodini) 11/27/1972
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 Severo Sarduy and Cuban Culture


Severo Sarduy's Archival Subversions
Carlos Riobó
The City College of New York, CUNY

Severo Sarduy's Cuba: Invented, Simulated, and Cross-dressed
Rolando Pérez
Hunter College, CUNY

Moderator
Ana María Hernández, La Guardia Community College

The Graduate Center, CUNY, Room 9206/07
Friday, October 18, 2013, 4 PM
365 Fifth Avenue (@ 34th Street)

(read more at The Bildner Center for Western Hemisphere Studies' website)

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ver Severo Sarduy en el blog 

Friday, July 11, 2008

Severo adolescente

Severo Sarduy tendría entre 17 y 18 años. La foto apareció publicada en el libro de graduados del Instituto de Segunda Enseñanza de Camagüey en el año 1955 y pertenece a los fondos del Archivo personal del abogado Reynaldo Payarés Suárez (quien ya falleció).

Esta foto fue la que se utilizó para hacer el dibujo de la cubierta del libro Severo Sarduy: escrito sobre un rostro. Camagüey, Editorial Acana (2003).

(agradezco a Oneyda González el envío de esta foto para publicarla en el blog Gaspar, El Lugareño)


González Oneyda: Severo Sarduy: escrito sobre un rostro. Camagüey, Editorial Acana (2003)

Índice

"Puerto Príncipe, el San Juan, las candilejas: conocer el borde". Oneyda González

"La recóndita esperanza de un regreso". Jorge Santos Caballero.

"Andadura poética en Camagüey". Carlos Peón Casas.

"Como un pulpo su noche de tinta" Cira Romero.

"Siete gestos sobre Gestos". Roberto Méndez Martínez.

"Glosas de identidad en De donde son los cantantes". Emilia Sánchez.

"Sarduy y el neobarroco". Luis Álvarez Álvarez.

"Un heredero del barroco". Eduardo Albert Santos.

"Retrato de un joven poeta de la tribu". Luis Suardíaz.

"Escrito sobre un rostro". Oneyda González. Testimonio gráfico.

(agradezco a Oneyda González el envio de esta foto para publicarla en el blog Gaspar, El Lugareño)

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Información relacionada: Cobra: Eros en el des borde

Dos Sonetos de Severo ó algunas notas breves a un hallazgo.

Thursday, June 26, 2008

Cobra: Eros en el des borde (por Oneyda González)


Agradezco a Oneyda González que haya enviado este texto suyo, sobre Severo Sarduy, que fuera incluido originalmente en Seres en el borde (2007), para compartirlo con los lectores del blog Gaspar, El Lugareño.

Oneyda González ha publicado: El camino de Bárbara (poesía), 1998; Las cinco y una noches: tomo de las ingenuidades (narrativa), 2003; Severo Sarduy: escrito sobre un rostro (ensayo), 2003 y Seres en el borde (ensayo), 2007.

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Medicis Prizes. French novelist Maurice Clavel, at left, winner of the Medicis Literary prize,
poses with Cuban novelist Severo Sarduy, winner of the Medicis prize for foreign novels,
after both learned the good news today. Clavel was given the prize for his novel
"Le Tiers des Etoiles" (The Third of the Stars). Sarduy got his for his novel "Cobra" (AP-Photo/Bodini) 27.11.1972

por Oneyda González

Sería desatinado confundir aquí el borde con el margen. No encaja en el sistema de pensamiento defendido por Severo Sarduy. Al menos, si los vemos como suelen verse hoy, margen y centro: ámbitos que se excluyen mutuamente. Algo de eso trataré de explicarme y de explicarles, con un ejemplo sacado de la realidad. De la mía, aunque más bien parezca un caso de la realidad virtual.

Hace poco escuché la conferencia de un profesor de la Universidad de Montpellier, ciudad situada allá por el sur de Francia. El profesor, de paso por Cuba, mejor dicho por Camagüey, pequeña urbe del tercer mundo supuestamente ajena a los designios de los centros emisores del poder simbólico en Occidente, trataba el tema de la consabida “globalización”.

Comparaba el término con otro poco frecuentado por nosotros, al menos en el sentido que él le transmitía. Hablaba de “universalización”. Al compararlos privilegiaba al segundo, considerando que el primero es el de la intolerancia, mientras que éste es el de la integración de los fragmentos, o, cuando menos, el de la comprensión de la otredad.

Al final quiso —para ser universal y democrático—, intercambiar con los presentes. Después de hablar de diversos temas, y escucharles entre pacientes y entusiasmados, se me ocurrió preguntarle por Severo Sarduy. Me dijo que Sarduy si, pero que Sarduy no, porque ciertamente Sarduy quería parecer francés, y ese era su peor defecto. De acuerdo, le dije, quería parecer francés, pero su obra sin dejar de ser francesa es perfectamente cubana. Eso es lo que importa. Seguimos la discusión, y él la cerró con esta frase: “Sarduy quería ser lo que no era”. Luego añadió, demasiado serio para ser francés: “el peor defecto de un hombre es querer ser lo que no es”. Yo, que llevaba un tiempo tratando de comprender a Severo, me quedé pensando, y por supuesto más motivada que antes en desentrañar sus rarezas.

Cuando se presentaba la compilación Severo Sarduy: escrito sobre un rostro,[1] en la Sala “Alejo Carpentier” de la otrora cárcel cubana de La Cabaña, oí decir que en el texto introductorio se trata de revelar una especie de ontología sarduyana. La verdad es que ese texto no se propuso otra cosa que explicar la trayectoria del escritor partiendo de su origen y hasta su destino, como es natural, atendiendo a detalles que podían perfilarlo satisfactoriamente. Si con ello puede llegar a advertirse un acercamiento a tan compleja entidad humana, entonces estuve cerca de mis aspiraciones, y quien sabe si leyéndolo, el profesor de marras resulte esclarecido.

De dónde viene ese interés por explicarme al ser desde una condición originaria, y porqué esa especie de obsesión. Puede que de un hallazgo que no me pertenece ¿no me pertenece?, pero me ha servido para comprender. Cuando Dulce María Loynaz trataba de explicarse en 1953 el seudónimo “La Peregrina” que se diera Gertrudis Gómez de Avellaneda, nos da esa especie de clave. En sólo una frase, que por ambigua se revela más elocuente, define una cierta ontología avellanedina. Y dice: “...ese estar sin estar que es ella misma”.[2]

Celebro la experiencia humana de Tula visualizada por la Loynaz, aprovecho cuanto coincide con la del otro camagüeyano —esa que me entretuve describiendo en el susodicho texto—, y procuro profundizarla a través de su percepción del sentimiento erótico, zona inquieta y poco desdeñable en cualquiera de los dos: seres que llegaron a alcanzar cumbres demasiado altas para estos pigmeos, lo digo con permiso de Vargas Llosa, que somos nosotros.

Y no tiene que ver únicamente con la capacidad que se tenga para cimentar una obra. Hablo de seres que desarrollaron una cosmovisión desbordante, a golpe de anhelo, de esfuerzo, de permanencia, y al mismo tiempo de lucha contra los modelos preestablecidos que limitan la libertad humana y por tanto la creativa. Ella, quien vivió desafiándolo todo, pero al centro de la cultura española desde los años treinta y hasta los sesenta del siglo XIX, él, quien se estableció orondo desde los sesenta y hasta los noventa del siglo XX en París, nada menos que al alcance de los escarceos del grupo y de la revista Tel Quel.

Emprenderla contra los diques que limitan el pensamiento fue un propósito permanente de Severo, aunque, y puede que por eso mismo, no se le comprenda del todo. El concepto de erotismo aquí se abre y da cabida a un sensualismo de la lengua, a un amor por el acto de la escritura que supera al hecho de la relación amorosa entre los hombres y/o el acoplamiento. Su texto ensayístico Escrito sobre un cuerpo es esencial para entenderlo, y también La simulación; o ese otro de género indefinido que responde al título de El Cristo de la rue Jacob.

En el primero de ellos, cuya serie: “Erotismos” vio la luz en Tel Quel, Severo se adentra “en el plano de la literalidad”, y se pregunta “sobre su propio ser, sobre su humanidad que es ante todo la del ser de su escritura”.[3] Haciendo un recorrido por la obra de Sade, Bataille, Marmori, Cortázar y Elizondo, penetra en una pareja de opuestos que prefiguran dos estados esenciales a la existencia humana: el placer y la muerte. El primero como punto supremo del goce y de la vida, el segundo: culminación y destino inapelables.

En el artículo titulado “La aventura (textual) de un coleccionista de pieles (humanas)”, llega a decirnos: “La literatura es [...] un arte del tatuaje: inscribe, cifra en la masa amorfa del lenguaje informativo los verdaderos signos de la significación”,[4] un detalle del acto escritural con el que se puede comprender que Severo es muy conciente de la selección de los elementos expresivos, a los que concede un valor ubicado por encima historia.

Pero antes ha hecho una reflexión marginal, que es al mismo tiempo consustancial a su obra, y donde queda explícitamente planteada su vocación por la “literalidad”:
[...] de las tres transgresiones del pensamiento que señalaba Bataille (el propio pensamiento, el erotismo y la muerte), creo que sólo una, la primera, subsiste en toda su fuerza. La sociedad burguesa (sobre todo la que no confiesa serlo) ha mitigado la resistencia que le inspiraban el erotismo y la muerte para intensificar, hasta lo patológico, la que le inspira el pensamiento que se piensa a sí mismo. [...] Blasfemia, homosexualidad, incesto, sadismo, masoquismo y muerte son ya transgresiones relativamente toleradas. [...] Lo único [...] que no [se] soporta [...] es la idea de que el pensamiento pueda pensar sobre el pensamiento, de que el lenguaje pueda hablar del lenguaje, de que un autor no escriba sobre algo, sino escriba algo (como proponía Joyce).[5]
En La simulación dejará escrito los dos modos extremos de lanzarse a la actividad creativa, haciendo notar su entusiasmo por el segundo de ellos:
La figuración, o la frase clásica, conducen una información utilizando el medio más simple: sintaxis recta, disposición jerárquica de los personajes y escenografía de sus gestos destinada a destacar sin “perturbaciones” lo esencial de la istoria, el sentido de la parábola; (…) el espectáculo del barroco, al contrario, pospone, difiere al máximo la comunicación del sentido gracias a un dispositivo contradictorio de la mise-en-scène, a una multiplicidad de lecturas que revela finalmente, más que un contenido fijo y unívoco, el espejo de una ambigüedad.”[6]
En su afán de revolucionar, de rehacer de algún modo los caminos del arte de la palabra, se convierte en heredero del Modern style. Así describirá, fascinado, productos del arte 1900; mientras, en lo que analiza esas obras prefigura la suya, definitivamente ganada ya por lo barroco. Sobre Storia di Vous de Giancarlo Marmori, comentará:
En su metamorfosis, Vous se convertirá, primero, en una de las “funestas” de Gustav Klimt. De su cuerpo, sólo el rostro y las manos emergen de la placa opresora que llegan a formar, en su proliferación de joya bárbara, los oros bizantinos, los broches de ojos egipcios, los peces de metal, las flores. Ni la Maga de Alfonse Mucha, ni la Salomé de Gustave Moreau llegan, en su frenesí ornamental, al abroquelamiento, a la justa imbricación que da su estatismo a las musas de Klimt, “murate vive”, fijas”.[7]
Vuelve a observarse desde esta perspectiva la idea de la vida y la muerte unidas en el acto del erotismo como puesta en escena, como derroche lúdico y como única forma de fijar en el tiempo o en lo porvenir, aquello que por no ser de la vida[8] aunque más que todo lo sea, merece quedar grabado, fijado en el acto de la escritura.

En su ensayo sobre el barroco y el neobarroco explicará el asunto con todo detalle, de donde se intuye su condición de hombre hecho para el trabajo (creativo) tanto como para el placer que origina. Aunque, como es obvio, ello reclama un lector igualmente oficioso:
La exclamación infalible que suscita toda [...] estrofa de Góngora o Lezama, todo acto barroco, ya pertenezca a la pintura o a la repostería: “¡Cuánto trabajo!”, implica un apenas disimulado adjetivo: ¡Cuánto trabajo perdido!, ¡cuánto juego y desperdicio, cuánto esfuerzo sin funcionalidad! Es el superyo del homo faber, el ser-para-el-trabajo el que aquí se enuncia impugnando el regodeo, la voluptuosidad del oro, el fasto, la desmesura, el placer. Juego, pérdida, desperdicio y placer, es decir, erotismo en tanto que actividad que es siempre puramente lúdica, que no es más que una parodia de la función de reproducción, una transgresión de lo útil, del diálogo “natural” de los cuerpos.[9]
En El Cristo de la rue Jacob, con ese desenfado a un paso del ludibrio que desarrolla sobre todo en la primera parte (“arqueología de la piel”); vuelve sobre las razones para una actitud creativa que responde naturalmente a una perspectiva vital, y que son el fundamento de su obra. Reflexión que ―según nos dice―, genera ese “desasirse” [...] “de la puntual vigilancia del Otro”,[10] lo que se nos regala por el hecho corriente de beber unas sabrosas cervezas a mediodía:[11]
Como una mascarilla burlona y perfectamente redonda ―luna de ceniza, vieja moneda, boca que succiona o ano que excreta― esa O [y la pone en cursiva para indicarnos que es una O publicada] esa O del Otro se asoma detrás de todo, personas y cosas, como si sólo su risita las entretejiera, les diera acceso a lo irreversible de la autoridad”.[12]
Tras esa convicción se fundamenta su proceso creativo que evoluciona y transita, como ocurre en la obra de mentalidades esclarecidas, produciendo ligazones entre los fragmentos, cerrando círculos en torno a ideas, obsesiones que pasan de una a otra pieza, de uno a otro género, suerte de espiral inagotable.

No obstante, Cobra es una novela muy apropiada para ilustrar todo este trabajo, porque contiene una serie de enunciados y de encargos fielmente cumplidos, que ayudan a conocer el derrotero. Esta es la novela en que más visiblemente practica el resultado de sus exploraciones en el dolor del acto de la creación.[13]

Por ella vemos que el enunciado sarduyano se basa en una simulación de la existencia, alejado de la escena común de la existencia. No hay interés alguno en mostrarnos lo que hemos visto, o lo que se puede reconocer al compararlo con ciertas formas de vida. El interés del escritor se concentra en hacer una re-presentación del erotismo. Antes ha hecho una observación que le conduce a operar de forma traslaticia, a crear una metáfora del deseo.

De tal modo, su discurso viene a ser autosuficiente. El erotismo tiene lugar en un plano desconocido, en un espacio y un tiempo enrarecidos a porfía, y no sólo por tratarse de espacios al margen de la norma social. Es la representación farsesca de los intercambios de una extraña especie, que, sin embargo, habla, se mueve y vive de modo tan especialmente humano como si nuestras más rutinarias conductas vinieran a instalarse en los más extraños seres: muñecos asexuados que entran en vínculos sumamente exóticos y que son burladores de cualquier modelo previsible.

Este mundo ajeno a todo lo que conocemos, se transforma perennemente. Es la voluntad de transfigurarlo todo por vía de la imaginación. Así describe a la Señora, uno de los epítetos con que se refiere a una especie de matrona, reina del Teatro Lírico de Muñecas: “Empezaba a transformarse a las seis para el espectáculo de las doce; en ese ritual llorante había que merecer cada ornamento: las pestañas postizas y los pigmentos, que no podían tocar los profanos, los lentes de contacto amarillos ―ojos de tigre―, los polvos de las grandes motas blancas”.[14]

Vale la pena revisar el ritual “llorante”, por lo que tiene de familiar al lenguaje patético de las mujerangas de la vida (la frase es suya), y porque puede notarse la indolencia del ser que vive entregado al sensualismo:
Dios mío [...] ¿por qué me hiciste nacer si no era para ser absolutamente divina? ―gemía desnuda, sobre una piel de alpaca, entre ventiladores y móviles―. ¿De qué me sirve ser reina del Teatro Lírico de Muñecas, y tener la mejor colección de juguetes mecánicos, si a la vista de mis pies huyen los hombres y vienen a treparse los gatos?”.[15]
No significa, sin embargo, que se esté negando el amor. Es una manera otra de mirarlo. La novela se trama sobre la búsqueda incesante del Eros. Aquí es el sitio para conseguir la belleza a través de la “corrección” de todo lo defectuoso que haya en el cuerpo dado a presumir. Los personajes se someten a la más interminable manipulación, incluidos dolores y mutilaciones de toda índole, para alcanzar una determinada belleza y con ello hacer la conquista. No importa si las susodichas correcciones tienen un componente sadomasoquista. No importa si su práctica los llevará a la enfermedad, al padecimiento más disímil, o a la muerte, como definitivamente ocurre con él/la protagonista.

Este modo tropológico de expresar el concepto del amor, sede a la posibilidad de entenderlo como un suceso más significativo y diverso; una de cuyas interpretaciones puede ser esa indagación que hacemos cuando estamos abocados al enlace amoroso, a su potencial felicidad: estabilidad o hartazgo. Una búsqueda que, bien lo sabemos, no termina ni ante la cercanía de la muerte; porque el hombre es hombre en tanto ser para el erotismo. Razón por la cual todos entregamos un precio al hermoso e inevitable sentimiento.

Pensemos si no que en ese proceso hay lugar para el castigo, para el sufrimiento, y hasta para la mutilación, no ya corporal sino más frecuentemente espiritual, y no por ello menos dolorosa. Nos mutilamos muchas veces en virtud de agradar, de alcanzar la belleza, o simplemente de alcanzar la forma que se espera de nosotros, la que nos hará merecedores de atención por el ser elegido. Severo Sarduy sin embargo lo representará en esta novela desde el ámbito de la carne, reprendida y modificada constantemente ante la mirada de asombro del lector, lo que es mucho más persuasivo y eficiente para expresar su idea:
Regía [la Señora, la Celestina, la reina], trenzando moños, reduciendo con masajes de hielo aquí un vientre, allá una rodilla, alisando manazas, afinando con inhalaciones de cedro los vozarrones rebeldes, disimulando los pies irreductibles con una plataforma doble y un tacón piramidal, distribuyendo aretes y adjetivos”.[16]
Y claro, la historia de Cobra tiene un destino más particular, que sí tiene que ver con su experiencia: la del mundo gay. Así que defenderá juguetón, en una nota al pie, muy a su uso: “Hay que corregir los errores del binarismo natural, [...] pero per piacere, señores, ¡esto no es soplar y hacer botellas!”.[17]

En ese último parlamento está el detalle ineludible: un sacrificio tan grande se hace sólo por placer. No importa si en la persecución del placer se llega a la enajenación, al objeto, lo cual queda totalmente dicho: “Dejaban al encargado de asuntos exteriores una, de la cabeza a los pies hechas para el amor, tatuadas, psicodélicas todas. La señora las revisaba, les pegaba las pestañas y una etiqueta OK a cada una y les daba una nalgada y una pastilla de librium”.[18]

Estos travestis no son más que seres artificiales, muñecas hechas para la representación, para el cumplimiento de su destino: complacer, por placer. Así pueden verse ante el machazo, en plena actividad de seducción:
Con tanto capullo en flor, tanta guedeja de oro y tanta nalguita rubensiana a su alrededor, está el cifrador que ya no sabe donde dar el cabezazo [...] Se arremolinaban a su alrededor las Spaventosas y con la abertura de las tintas comenzaba el cotorreo. A medio vestir, bostezantes y empapadas, lo esperaban las hadas con nuez echando ansiosas partidas de tute y tomando cerveza en lata...”[19]
Hay un límite por supuesto en la búsqueda de placer por vía tan desproporcionada, y el narrador lo dirá nada solemne, aunque en la descripción se observe el deterioro sufrido, el paso enajenante de ser vivo a ser para la escena, para la puesta en escena que es a su modo, la existencia orgiástica:
Los dioses no escatiman su ironía: mientras más se deterioraban, mientras más se pudrían los cimientos de Cobra [recuérdese que se oprimen los pies para hacerlos lucir pequeños], más bello era el resto de su cuerpo. La palidez la transformaba. Sus crespos rubísimos, de cáñamo, caían ―espirales prerrafaelistas― descubriendo sólo una mitad de la cara, un ojo que agrandaban líneas azules, moradas, diminutas perlas”.[20]
En la segunda parte de la novela se producen los rituales de iniciación de cuatro personajes fetiches: Tundra, Escorpión, Tótem y Tigre; quienes se esfuerzan por legitimar sus ceremonias baratas en los barrios marginales de la mega ciudad, teniendo como telón de fondo, paisajes artificiosos de la pintura china.

Cuatro textos eróticos, forman parte de la liturgia para entrar en el ámbito de una especie de secta de lamas tibetanos, en hermosa parodia del Cantar de los Cantares que acentúa el diálogo Oriente/Occidente propuesto por la novela como metáfora final. Vale la pena echar una mirada a algunos versos claves de cada uno de esos poemas, porque sistemáticamente aluden al acto significativo desde el cuerpo, a la creación de un discurso de la carne, de una existencia mental que no pretende separarse de la corporal, sino vivir íntimamente ligada a ella:

LOAS Y ALABANZAS A LOS VENCEDORES:

A TUNDRA

Tus cabellos son de oro y alrededor de tu cuerpo
Esplende un halo naranja;
Duermes sobre el árbol de la Retórica...[21]

A ESCORPIÓN

Del pájaro que serás haremos nuestro emblema.
Tú eres el jaguar que huye hacia el cielo del verano
y se convierte en una constelación.[22]

A TOTEM

Tu sexo es el más grande y en él están escritos,
Como en las hojas de un árbol sagrado del Tibet,
La totalidad de los preceptos búdicos.
Sin que nadie los haya cifrado, partiendo en espiral del orificio,
alrededor del glande se inscriben los signos de toda posible ciencia.[23]

A TIGRE

Tu madre te parió bajo un árbol: de tu vientre
Saltaste al suelo; donde caíste brotó una flor de loto gigante, de todos los colores.
Al paso de tu caballo el bosque se abre.
Te siguen, en caravana, monos sagrados, elefantes y discípulos.
Si tú lo ordenas ahora mismo caerá sobre la tierra una lluvia de estrellas.[24]

Hay otras referencias que ayudan a sostener la idea de lo extraño, de lo remoto. Las descripciones físicas de estos personajes, tienen la elocuencia de su afán imaginativo, una vocación practicada desde la infancia en su ciudad cuando, parado ante el espejo, se disfrazaba de manera que llenaba de admiración a los lugareños.[25] Reminiscencias infantiles, ensueños finalmente cumplidos sobre la página, alucinaciones llenas de brillo, de ilusión, de irrealidad, de belleza que se escapa y que al mismo tiempo ha de fijarse en la mente de quien lee.

Así, los personajes de Cobra tienen un número, una cifra, forman parte de una serie de creaciones (suyas), por supuesto: Tundra A-13470, Los Ángeles, Calif. USA. Pero no para ahí, porque [...] “trazos negros le huían por la cara”. Como si fuera un dibujo, una creación inacabada ―todavía en movimiento―; jamás un personaje al modo tradicional, mínimamente quieto.

Escorpión llevaba al cuello un amuleto funerario [...] “rodeado de cuentas de ámbar, se apilaban huecesillos porosos dientes de niños, cartílagos de pájaros, de bordes afilados, que ataba un cintillo de seda con iniciales góticas y nombres alemanes[26] en tinta negra...”

Tótem tiene unas cejas rectas y unidas, a lo Frida Khalo; tal vez por eso lleva colgadas al cuello unas sonajas mejicanas. Mas, le persiguen señales del Oriente: [...] “sombras chinas, la aparición de un demonio en el teatro indonesio...”

Al describir a Tigre ya no lo hace refiriéndose a su aspecto físico, sino a las acciones que realiza: “baila, fuma, se golpea a sí mismo, fuma otra vez [...] rompe una pecera, brotan los peces que son seguidos por rostros mayas...”

Casi toda la segunda parte transcurre en sitios abiertos aunque marginales de la ciudad. Uno de sus fragmentos, “El Parque”, es un paseo (en motocicleta) desde donde este grupo, este gheto que se mueve, puede observar la vida en sociedad, pero formando ellos mismos “otra” sociedad (menos conocida puede ser) y menos asimilada por la Sociedad. Desde allí se ven los trenes que pasan, las familias que meriendan en el linde de los bosques, los niños que juegan junto a la fuente.

Pero allí transcurre la vida “a tope”, aunque se intuye la cercanía, la compañía de la muerte: seres vivos en descomposición, bacterias, organismos en combate, líquidos que fluyen: “Silencio. Risas. Pasa un pájaro”. Estos seres se dan “cuerda” unos a otros. La iniciación es al mismo tiempo el acabamiento. Los procesos conviven... y todo pasa.[27]

Queda implícita una verdad fuerte: una y otra sociedad cohabitan. Sus elementos se trasladan, o pueden trasladarse, de uno a otro espacio. Tácitamente se infiere la osmosis. La razón es sencilla en su esencia trágica: no existe el borde, o, si normativamente existe puede ser transgredido con absoluta tranquilidad. La norma es un concepto, una realidad virtual. Está, pero no. Se respeta, pero no.

En el “Diario indio” Severo parodia el Diario de Navegación de Cristóbal Colón y es el reino de lo barroco: un culto al falo, o a la erección, o al amor-sexo aislado, opuesto tal vez al amor-familia, al amor-sociedad. Se combinan en el lenguaje las descripciones de los cuerpos con términos afines al arte y muy especialmente a la arquitectura. Continúa el diálogo de los hemisferios, todo se mezcla, todo. Hay olor a hachís y a sándalo. Siempre hay un Buda presente cuando no falta un Cristo. Y en este reconocimiento ante el espejo que efectúan ambas sociedades, nos deja como un recado inteligente: el hombre vive en un fluir continuo del placer al dolor, y viceversa.

En esta idea se percibe el aflorar de otra búsqueda sarduyana, tomada como tantas veces del área de la ciencia, práctica tan amable a los intelectuales que formaron parte del grupo Tel Quel. Me refiero a la banda de Moebius, un descubrimiento realizado por el matemático alemán August Ferdinand Möbius, que fue un pionero de la topología a finales del siglo XIX.[28]

La banda, según la referencia que nos da el propio Severo se convirtió en [...] “el centro de la topología que sirve de metáfora al sistema estructural de Jacques Lacan”. Al mismo tiempo parece haber facilitado la creación y la comprensión del mundo desde la idea estructuralista.[29]

En la novela de Severo este “mundo Möebius” se traduce en la existencia de una escena única para todos los seres que transcurren por ella. No hay franja que divida los espacios, no hay borde. Los seres de uno y otro mundo conviven y han de encontrarse alguna vez en algún punto de ese espacio común. Siguiendo esa idea es posible hacer asociaciones infinitas. Los extremos resultan potencialmente intercambiables. La banda de Severo es como una serpiente (Cobra) que se muerde la cola: viaje de un punto a su opuesto.

En tal caso, y como parte del universo, los hombres vivimos semejantes procesos. Brotamos de las más abismales oscuridades hacia la luz, estamos viviendo y muriendo a un tiempo: amor-combate donde en el mejor de los casos, la pelea escoge alternativamente al amo y al esclavo, porque en muchos otros casos se produce el ejercicio del poder de uno sobre otro. El erotismo, por supuesto, no escapa, sino que vive al centro de esa epopeya.

Pero en toda esa búsqueda de la belleza que desarrollan los personajes de Cobra, hay una analogía del principal sondeo que ocupa a su autor: encontrar la perfección a través de la escritura.[30] Es preciso escribir sobre el cuerpo, dibujar la vida siguiendo los vericuetos de las cicatrices. Dolorosa inscripción en que vino a convertirse su trabajo. Ese tatuarse en la piel, no importa cuan doloroso sea, para conseguir el acto erótico y de belleza, lleva implícita la muerte, pero también el placer. En el momento más alto (eyaculación y fijeza), tiene lugar el gran suceso.

El escritor lo dirá en una entrevista, al referirse a la tetralogía de novelas en que se halla ésta:
El título no fue escogido al azar, funciona con Cocuyo, Colibrí y Caimán... Estos cuatro animales emblemáticos constituyen una tetralogía de devoraciones en cadena, pues Caimán devora a Cobra, Cobra devora a Colibrí y Colibrí a Cocuyo. Al final de la cadena se encuentra el aniquilamiento.[31]
Y, efectivamente, el autor siente el aniquilamiento del camino que ha seguido. En la propia entrevista, “Más lejos que la imagen”, concedida dos años antes de morir, dice:
En el caso del libro que ahora escribo, el barroco es un barroco que yo llamaría enderazado. Me gusta esa palabra: enderazado significa un libro más leíble, más dibujado [...] menos gongorino, menos lezamiano [...] En el barroco el significante está siempre erecto, siempre excitado, incluso en el barroco funerario [...]
Ahora bien, vivimos una época en que esta euforia ha muerto. Todo ha devenido elegíaco [...] Los tiempos actuales, las culturas, pertenecen a la elegía, y yo mismo pertenezco a ella también. [...] Como el resto de lo real, el barroco ha fracasado. Hoy sólo asistimos a su caída, a su decaer. Ha terminado el barroco del oro, de la incandescencia.[32]
Se lamenta, pero acepta, porque de todos modos ha creado una escritura que según va diciendo progresivamente en la novela “es el arte del elipsis”, [...] “el arte de la digresión”, [...] “el arte de recrear la realidad”, [...] “el arte de restituir la historia”, [...] “el arte de descomponer un orden y componer un desorden”, [...] “el arte del recuerdo”, [...] o ya, metafóricamente hablando: [...] “la escritura es un régimen de sinapismos draconianos”.[33]

Este ser de la escritura que va quedando en las páginas de Cobra, conforma el caleidoscopio cosmovisivo de Severo Sarduy, ese ser extraño a Cuba, y también a Francia. De tal manera, después de mi breve diálogo con aquel profesor, he vuelto a preguntarme lo que quiso decirme: si era que quería ser mujer, siendo un hombre, si quería ser parisino siendo un camagüeyano, si quería ser novelista siendo ensayista y poeta, si quería ser qué, siendo qué; pero sin proponérselo él mismo vino a darme la respuesta.

El profesor francés, o lo que más se parecía a un francés porque estuvo representándolo la tarde entera —cuando acabó de cantar el aria de una famosa ópera de Verdi para cerrar con brillo su enunciado de hombre “universal”—, declaró ufano antes de despedirse, que la verdad él no era exactamente francés porque había nacido en el país vasco. Aquí es donde un individuo de una estatura común, probablemente se hubiera dicho: qué extraña forma de no ser lo que se parece y de no querer parecerse a lo que se es.


CITAS Y NOTAS

[1] Oneyda González: Severo Sarduy: escrito sobre un rostro. (Compilación de textos sobre el autor de La simulación.) Ed. Ácana. Camagüey, 2003.

2] Dulce María Loynaz: La Avellaneda, una Cubana Universal. Conferencia dictada en el Liceo de Camagüey. Editada por iniciativa de la Sra. Teresa Aranda de Echeverría, Ciudad de La Habana, 1953. p. 18.

[3] Estas exploraciones fueron utilizadas por él en toda su obra y muy especialmente en Cobra.

[4] Severo Sarduy: Escrito sobre un cuerpo, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1969. p.52.

[5] Ibídem. pp. 19-20.

[6] Severo Sarduy: La simulación. Monte Ávila Editores, C.A. Caracas, 1982. p.78.

[7] Severo Sarduy: Escrito sobre un cuerpo. Edición citada. pp .22-23.

[8] No es de la vida porque es del lenguaje, del discurso propio de la actividad sádica: teatralidad, racionalidad fetichista, “nivel fantasmático”.

[9] Severo Sarduy: “El barroco y el neobarroco”. p. 182.

[10] Severo Sarduy: El Cristo de la rue Jacob. Monte Ávila Editores Latinoamericana, Caracas, 1987. p. 14

[11] Cfr. Ibídem. p14.

[12] Ibid. p. 14.

[13] De algún modo las novelas anteriores dejaron indicios de la ruta que seguiría, (sobre todo su pasión por lo teatral), pero es en ésta donde llega a consolidar ese destino.

[14] Severo Sarduy: Cobra, edhasa/ficciones, Barcelona, 1981. P. 12. A tal extremo estaba fascinado Severo con el ritual fetichista (goce y dolor de la escritura), que culmina su texto incluyendo las “motas blancas” utilizadas por Marmori en un texto que él estudió y disfrutó en extremo. En el proceso preparatorio del acto sádico, a su juicio, se transita [paulatinamente] de “lo accesorio” a “lo esencial”. Viene bien leer un fragmento y compararlo con el de Cobra que acabamos de ver: “Su rostro estaba maquillado con violencia, la boca de ramajes pintada. Las órbitas eran negras y de alúmina plateadas, estrechas entre las cejas y luego prolongadas por otras volutas, pintura y metal pulverizadas, hasta las sienes, hasta la base de la nariz, en anchas orlas y arabescos como los ojos de cisne, pero de colores más ricos y matizados: del borde de los párpados pendían no cejas sino franjas de ínfimas piedras preciosas. Desde los pies al cuello Vous era mujer; arriba su cuerpo se transformaba en una especie de animal heráldico de hocico barroco”. Apud. Giancarlo Marmori, Storia de Vous, en Severo Sarduy, Escrito sobre un cuerpo. Ed. cit. p. 21.

[15] Severo Sarduy: Cobra, ed. cit. p.11.

[16] Ibid. p. 14.

[17] Ibid. p 13

[18] Ibid. p. 17.

[19] Ibid. p. 21

[20] Ibid. p. 35.

[21] Ibid. p. 147.

[22] Ibid. p. 148.

[23] Ibid. pp. 148-149.

[24] Ibid. pp. 149-150.

[25] Oneyda González: “Escrito sobre un rostro”, testimonios ofrecidos por personas que le conocieron durante ese período de su vida en Camagüey, en Severo Sarduy: Escrito sobre un rostro. Ed. cit. pp. 150

[26] La cursiva es mía. No parece insignificante que junto a estos amuletos funerarios, aparecieran nombres alemanes escritos en tinta negra.

[27] Uno de los pocos espacios cerrados en que tienen lugar algunas de las escenas de esta parte, el bar Rembrant, donde se produce la muerte fastuosa y repulsiva de Cobra, me trae a la mente otro bar parisino que he conocido con horror recientemente, el bar “El rectus” donde ocurre la escena final del film francés Irreversible, un sitio aislado y al mismo tiempo contenido por la ciudad, donde se producen hechos de extrema violencia y a consecuencia de lo cual, no por casualidad, terminan las vidas de una “niña” y un “niño” bien.

[28] Cfr. Biblioteca de Consulta Enciclopedia Encarta, 2004. Es importante visualizar la idea de la Banda... para comprender la interpretación que Severo hace de ella. “La Banda de Möebius es una superficie que se puede formar con una cinta o tira de papel larga y rectangular al rotar uno de los extremos 180° con respecto al otro y juntarlos formando un lazo [...] es una superficie bidimensional que tiene una sola cara. Esto se puede comprobar dibujando una línea a lo largo de la banda: la línea vuelve a pasar por el punto inicial dos veces más —una por el lado opuesto del papel, y la segunda al completar la línea”.

[29] Fue utilizado entre otros por el artista [de la plástica] Jean Giraud, quien a propósito de ello se hizo llamar Monsieur MOEBIUS: [...] “reconocido mundialmente como uno de los mas grandes autores de comic, sobre todo por "Las aventuras del teniente BLUEBERRY", emplea también este descubrimiento para dar novedad a su trabajo. Se dice que su dibujo es pulcro y realista. Quizás de la necesidad de romper y buscar nuevas formas de comunicación nace el alias MOEBIUS. EL GARAJE HERMÉTICO es una obra heredera de esa idea, en el que rompe todas las normas tradicionales en un comic y que finalmente se ha convertido en una obra maestra. Más tarde su imaginación empezó a ser solicitada también por el cine comenzó a colaborar en películas como por ejemplo ALIEN de Ridley Scott, y así poco a poco empezó a destapar el tarro de las esencias de su mundo, el mundo MOEBIUS”. Página Web. Sitio de Internet. bio Moebius Acercamiento a su Biografía. bioMoebius.txt http://www.supercable.es/juanp:/biohtm

[30] En sus ensayos de Escrito sobre un cuerpo queda explicado, y en una entrevista donde habla sobre ese libro: [...] “trata del "tatuaje", pero más que del tatuaje se podría decir que se trata ahí de afichar el soporte erótico que implica toda actividad plástica o literaria. La escritura aquí está asimilada a una especie de cifraje, a una especie de inscripción corporal, y en el fondo a una actividad casi puramente ideo-somática. Página Web. Sitio de Internet. La Habana Elegante - El barco ebrio.txt

[31] Jacques Henric: “Más lejos que la imagen”, entrevista a Severo Sarduy, en Revolución y Cultura, no. 2/98., La Habana, Cuba. p. 39.

[32] Ibid. p. 40.

[33] Severo Sarduy: Cobra, edición citada. pp. 16, 17, 18, 20, 25 y 33.


BIBLIOGRAFÍA

Biblioteca de Consulta Enciclopedia Encarta, 2004. August Ferdinand Möbius. Sitio de Internet. bio Moebius Acercamiento a su Biografía. bioMoebius.txt

FOSSEY, JEAN MICHEL: entrevista a Severo Sarduy. Página Web. Sitio de Internet. La Habana Elegante – El barco ebrio.txt

HENRIC, JACQUES: “Más lejos que la imagen”, entrevista a Severo Sarduy, en Revolución y Cultura, no. 2/98., La Habana, Cuba.

JAMESON, FREDRIC: “Notas sobre la globalización como cuestión filosófica”, en revista Criterios no. 33, La Habana, 2002.

LOYNAZ, DULCE MARÍA: La Avellaneda, una Cubana Universal. Conferencia dictada en el Liceo de Camagüey. Editada por iniciativa de la Sra. Teresa Aranda de Echeverría, Ciudad de La Habana, 1953. Biblioteca de Consulta Enciclopedia Encarta, 2004.

SARDUY, SEVERO: “El barroco y el neobarroco”, en Obras Completas. Ed. UNESCO.

-------------------------: Cobra, edhasa/ficciones, Barcelona, 1981.

-------------------------: El Cristo de la rue Jacob. Monte Ávila Editores Latinoamericana, Caracas, 1987.

-------------------------: La simulación. Monte Ávila Editores, C.A. Caracas, 1982.

-------------------------: Escrito sobre un cuerpo, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1969.



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González Oneyda: Severo Sarduy: escrito sobre un rostro. Camagüey, Editorial Acana (2003)

Índice

"Puerto Príncipe, el San Juan, las candilejas: conocer el borde". Oneyda González

"La recóndita esperanza de un regreso". Jorge Santos Caballero.

"Andadura poética en Camagüey". Carlos Peón Casas.

"Como un pulpo su noche de tinta" Cira Romero.

"Siete gestos sobre Gestos". Roberto Méndez Martínez.

"Glosas de identidad en De donde son los cantantes". Emilia Sánchez.

"Sarduy y el neobarroco". Luis Álvarez Álvarez.

"Un heredero del barroco". Eduardo Albert Santos.

"Retrato de un joven poeta de la tribu". Luis Suardíaz.

"Escrito sobre un rostro". Oneyda González. Testimonio gráfico.


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Título: Seres en el borde
Autor : Oneyda González Gónzalez
Colección: Suma y reflejo
Género: Ensayo
Editorial Acana, Camagüey (2007)

El texto contiene tres ensayos: “Vislumbrar al otro”, “Ifigenia la peregrina” y “Eros en el borde” sobre zonas de las obras narrativa de Gertrudis Gómez de Avellaneda, de Teresa de la Parra y de Severo Sarduy.

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Sunday, June 22, 2008

Dos Sonetos de Severo ó algunas notas breves a un hallazgo (por Carlos A. Peón-Casas)


La suerte de hallar poesía de un poeta camagüeyano en una publicación que hace cuarenta y dos años vio la luz en esta ciudad, y que durante todo ese tiempo durmió el sueño del arpa en su rincón del ángulo oscuro, sobre todo si el autor, rimador primero y devenido a posteriori novelista y ensayista de renombre mundial aunque localmente muy pocos, poquísimos lo sepamos y lo apreciemos, es parte ya de la historia de la literatura de este siglo, y su nombre es más que el recuerdo sobre una lápida de un cementerio parisino, hace de este acto de volver a leer sus versos legados al tiempo un mediodía canicular de julio de 1957, otro de esos ejercicios poéticos donde el lector re-crea para bien del poema, la esencia misma del decir de aquel por entonces joven escritor de sólo veinte años, que manejaba ya con precisión lopeveguiana aquel difícil metro que de Petrarca heredáramos para bien del buen decir poético.

De tales actos emerge muchas veces la historia, y en este caso la poesía resultante es al mismo tiempo un apéndice de historicidad y punto referencial para la comprensión de lo que sería un devenir literario brillante de aquel que fuera y sigue siendo un nombre grande de las letras, orgullo nuestro del que no siempre nos preciamos: Severo Sarduy Aguilar.

De Severo es poco y es mucho lo que se puede decir, sobre todo si los destinatarios conocen o no al autor de Colibrí o De donde son los cantantes, dos de sus novelas, o si acaso han leído su poesía anterior, o sus ensayos. Si se está entre los primeros, o entre los segundos, de cualquier manera resultará una “novedad” este acercamiento a estos sonetos. Sarduy es de esos escritores que pasan por desconocidos aún después de ser mundialmente aclamados, y a los que el terruño local casi da por olvidados porque una parte importante de su vida se verificó en playas extranjeras, no así su nacer en esta comarca donde no solo son “sombreros y pastores”, sino también cabezas lúcidas donde ceñir otras no menos egregias coronas de laurel. Y no es que nos sobren las celebridades, pero en este siglo hay más de un nombre en el buen hacer de los versos, y esos nombres junto a los que les preceden en el tiempo, son genuinos y son nuestros. Severo es de esos, pero con la inconveniencia que su fama(que le llega felizmente antes de su deceso), ocurre más allá de nuestra realidad, y que sólo ya muy tarde, nos llega como un atisbo de una grandeza que debió ser nuestro orgullo desde siempre. Definitivamente, y lo que creo que lo hace menos asiduo entre nosotros, es el hecho de que pocos lo entienden, y por un mecanismo de imperdonable desasimilación, lo tildan de “dificil”, “barroco”, o vaya ud a saber que otros adjetivos, que no por ciertos, dejan de ser otros ya manidos encasillamientos que no le hacen ningún bien, no ya al autor, que no los necesita, sino a la obra, y a los que por obligación literaria o histórica debieran conocerla de verdad.

Severo Sarduy Aguilar es aquel joven poeta que un jueves 18 de julio de 1957, en una sesión especial que el Club Rotario de Camagüey celebrara en el por entonces Salón de Actos del Colegio Provincial de Periodistas en esta ciudad, era congratulado por sus méritos literarios, junto a otra poetisa local, Hortensia Pérez de Castellanos, y que en tal ocasión declamara para los concurrentes dos sonetos, los mismos que la publicación antes citada (Los dos sonetos aparecen en el número correspondiente a Julio de 1957, Año 3, No 1, de la revista del Club Rotario de Camagüey) recogiera y conservara. Oriundo de Camagüey que lo vio nacer en 1937, marchó luego a La Habana para iniciar sus estudios de medicina, donde residió hasta su salida a Francia, país donde se radicó hasta su muerte en 1993 y produjo el grueso de su producción literaria. De esa primera época habanera datarán posiblemente estas dos composiciones, con cuya lectura corresponde a los rotarios camagüeyanos por haberle hecho objeto de tal homenaje. En sus palabras de agradecimiento acota con verbo inspirado como sus versos “fijos en el palacio desconocido de la memoria” buscan ser parte de la cotidianeidad y del espacio, y penetrar con su esencia los lugares más recónditos, pero también los más transitados. Y finaliza con un deseo: “…si estos poemas lograran gravar sus cifras, sus alquimias más secretas, en el silencio transitado de símbolos; si estos poemas logran un sitio en ese silencio, para vuestro ámbito habremos logrado, la poetisa del renovado asombro y yo, nuestro anhelo más vehemente”(Palabras de Severo agradeciendo al homenaje que le fue tributado en la sesión del jueves 18 de Julio de 1957 organizada por el Club Rotario y aparecidas en la misma publicación.)

El hallazgo de estas dos composiciones (el azar jugó un papel concurrente pues se buscaba información sobre el Club Rotario de Camagüey), hizo pensar enseguida que quizá dado el carácter de la ocasión en que tales obras fueron dadas a conocer, y el hecho de que aunque publicadas por la mencionada revista local, fuera muy probable que aquellas composiciones quedaran, incluso para la memoria del autor, como versos de ocasión, más que como piezas definitorias de una futura antología. Al parecer, tal razonamiento parece confirmarse cuando, revisando la obra poética del escritor, no hallamos estos dos sonetos incluidos, y al conversar con los familiares, descubrimos, no sin poca sorpresa por ambas partes, que tales sonetos tampoco se conservan entre los originales que ellos poseen de tal época. El misterio a dilucidar es si acaso el propio autor los desechó en algún momento, algo muy normal y lógico si pensamos en que con sólo veinte años, todo lo concerniente con la posteridad de su obra sería una preocupación menor para el autor de Maitreya o Gestos. Al darlos a conocer, nos mueve únicamente el deseo de que tales composiciones, que hasta donde sabemos no han sido incluidas en ediciones posteriores, y sólo se publicaron localmente con motivo de la ocasión ya citada, pasen a ser parte indisoluble del patrimonio nuestro, y al mismo tiempo sirvan para conocer mejor la obra de este camagüeyano al que hay que recordar con la dimensión exacta de su grandeza de creador, un gesto que tiene mucho de justicia literaria por llamarle de alguna forma al reconocimiento que su obra nos merece.

“Ruina, Sangre, Combate” y “Lugar en el Espejo” son los títulos de ambas composiciones, dos títulos por demás sugerentes, dos contenidos inevitablemente dispares a la hora de una valoración en línea de lo estilístico y conceptual, aunque imbricados necesariamente en la misma savia, y definitivamente hijos de un mismo sentir poético. Nuestra humilde aproximación no pretende un análisis exhaustivo de ambos, más bien se trata, en primera instancia de dar a conocer en perspectiva del tiempo y de la poesía, dos manifestaciones de un hacer y de un sentir esencialmente poéticos, quizá para entender cómo se gestó el futuro novelista y ensayista, o para saber cuánto de auténtico poeta habría después en su obra de narrador, una imbricación que no siempre resulta fácil delimitar como tampoco es factible determinar hasta donde el río deja de serlo en la desembocadura del océano.

Prefiero guardar silencio respetuoso ante estas dos piezas (otros sabrán con más propiedad si son claves o no), y dejar las exégesis para los que quieran o puedan hacerse cargo de tan responsable labor. Como poeta, siento un grato placer estético ante estas dos composiciones, pero confieso que es mucha más especial la cercanía por “Lugar en el Espejo” . Obra quizá así con algo más de temperamento impresionista, pero de cualquier manera, sigo creyendo que el verso es como esa certeza que tenemos de la belleza más allá de la belleza misma, y que no por breve lo bueno deja de ser bueno. Catorce versos dicen que es soneto(…) y hay muchas más razones para entenderlo con el corazón que con la compungida y a veces maltrecha razón. Que prime entonces el gusto por la poesía, y que calle la razón, y se haga el verso…


Ruina, Sangre, Combate.

(Soneto)


Campo cubano: despoblado, seco,

La pobreza te cubre sin orilla,

En tu caña lo amargo se arrodilla

Lo dulce deja de la ausencia el hueco


Campo mío. Al silencio parte el eco

De mi canto que ordena a la semilla

Que suba hasta los cielos la amarilla

Espiga de la dulce caña. Trueca


Mi verso en fuerte nave de combate

Y al dulce ritmo de mi sangre late

Y mata al que a la cumbre sólo suba


Para que sepa que la joven raza

Pasa bañada en sangre pero pasa

Ardiendo en gozo por la nueva Cuba.


Lugar en el espejo


Tiene tu voz un sitio en el espejo

Donde al oro la luz da los glaciales

Desnudos de su blanco, y el reflejo

De tanta luz destroza los cristales.


Qué hechizado rejuego de sonidos

Como de arpas de nieve, redescubre

Las islas del espejo con que cubre

Tu intocada belleza los sentidos


Y un inquieto deleite de cristales

En la zona del sueño que te sueña

Arma tu rostro en mágicos vitrales


Y la luz redescubre su blancura

Y cualquier cosa que al cristal enseña

Devuelve en el espejo tu figura.





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Texto publicado originalmente en la revista Enfoque. Enviado por el autor para compartirlo con los lectores del blog Gaspar, ElLugareño.
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