Desde el propio testimonio de la experiencia, bajo la necesidad imperiosa e irreprimible de comunicar la emoción fuerte y sincera que la visita del Sumo Pontífice de la Iglesia Católica en su recorrido Pastoral como Misionero de la Misericordia, demostrada en cada uno de sus actos en esta tierra nuestra, provocó en una madre cubana.
Soy madre cuidadora, esto se traduce en que mi ocupación es cuidar a mi hija que padece de una discapacidad mental, acompañada también de discapacidad físico-motora. Tuve formación católica en mi niñez y juventud, aunque hace años apartada de la Iglesia como católica práctica absorbida quizás por las complicaciones, circunstancias, durezas y avatares de la vida, pero aún así, sin perder la fe en Dios como asidero y faro de esperanza.
De pronto ¿qué ha pasado?. Llega el Papa Francisco con sus mensajes de reconciliación, amor, esperanza, proyectando en su hablar y accionar la figura de Jesucristo , sacando a la luz los principios y valores propios de la Iglesia; valores y principios que tanto necesitamos rescatar y reactivar como sociedad.
Reconciliación, palabra clave y amplia que lleva a pensar en el perdón, la amistad; agreguemos ahora amistad social como nos pide el Sumo Pontífice; en los puntos comunes como lazos de unión, en el encuentro y reencuentro, en la concordia, la paz en las familias, con los hermanos, los vecinos, con los que están cerca, con los que están lejos, entre las religiones, entre los pueblos, gobiernos, y países. Más allá en lo personal sus palabras podrían llevarnos a pensar en la reconciliación con nosotros mismos, con la Iglesia, y con Dios.
Se anudaron las gargantas de muchos, lágrimas mezcladas con sonrisas de consuelo bañaron los rostros de mujeres de este pueblo, creyentes o no, viendo y sintiendo en sus corazones el sincero, profundo amor y cariño del Papa Francisco hacia los niños, hacia los jóvenes que son el futuro, hacia los ancianos como memoria viva, a los enfermos, prodigando una enorme ternura a los discapacitados, a ellos, los más frágiles y vulnerables, los “descartados”, como los llamó.
No menos emociones y sentimientos despertaron las palabras testimoniales de la Hija de la Caridad en el encuentro de Francisco con Obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas. Monja joven, sacrificada, valiente en su vocación comprometida con Dios y la Obra de la Iglesia para con los más pequeños, esos que tengan la edad que tengan, siguen siendo niños en sus necesidades, debilidades, dependencia y fragilidad, contemplando reflejado en cada uno de ellos el rostro no tan bello de Jesús, aunque no por eso menos importante, poniendo la vida en socorrerlos, atenderlos, y provocar el florecimiento en sus labios de una sonrisa como único premio a tanto sacrificio.
¿Cuántas madres de hijos con problemas nos solidarizamos y entendemos las palabras de esta Hija de la Caridad?. ¡Todas!. Sabemos lo que implica el cuidado de nuestros hijos.
Qué consuelo saber que existen monjas que en su entrega viven la vocación de cuidar, proteger y brindar amor como madres a esos frágiles niños a los que sentimos casi nuestros, puesto que las madres en estos casos estamos ligadas ineludiblemente a la experiencia de la diferencia; ellos son, por mucho que nos duela, el material inservible, “los descartados” de cualquier sociedad, independientemente del apoyo que reciban.
Bueno es que tuviera voz el silencio en cuanto a las obras de caridad y misericordia que pueden ser cotidianas y conocidas en el seno de la Iglesia, pero que no lo son tanto fuera de ella, el silencio se rompe acorde a los nuevos tiempos y procesos por los que atravesamos, Francisco convoca a una Iglesia cubana abierta saliendo a la calle; ahora se puede, y lo necesitamos. Sin proselitismos como caracteriza a la
Iglesia Católica, pero trayendo y acercando la presencia del Dios vivo acompañándonos en nuestra difícil vida cotidiana, ese Dios en cuyo corazón cabemos todos sin exclusión, pues de él venimos y somos sus hijos; haciendo visible el caminar del Cristo resucitado a nuestro lado con su mensaje de fe, espiritualidad, amor ante el desamor, y esperanza ante la desesperanza.
Muchísimo más podría seguirse reflexionando a partir del transitar del Papa por Cuba, sus palabras, sus acciones, las huellas que dejó en el corazón de católicos y no católicos, creyentes y no creyentes. Nos quedó su promesa de orar por nosotros, su petición de hacerlo por él, su amorosa sonrisa y su bendición.
Que Dios bendiga al Papa Francisco, a la Iglesia, a los sacerdotes, religiosos, y religiosas, al pueblo cubano, y a esta tierra nuestra que queda agradecida por la visita del Santo Padre.
Durante su viaje, 50 disidentes fueron arrestados fuera de la nunciatura cuando ellos buscaban tener un encuentro con usted. En primer lugar, ¿a usted le gustaría tener un encuentro con los disidentes? Y, si usted tuviera su encuentro, ¿qué les diría?
Papa Francisco: No tengo noticia de que haya sucedido eso, no tengo ninguna noticia. Y no puede decir sí, no; no sé, directamente no sé. Y sus dos preguntas son futuribles. ¿Me gustaría? ¿Qué sucedería? A mí me gusta encontrarme con toda la gente. Considero que, primero, toda persona es hija de Dios y tiene derecho. Y, segundo, siempre el trato con otra persona enriquece. O sea, que el futurible lo respondo así.
Me gustaría encontrar con todo eso. Si usted quiere que le diga algo más, le puedo decir algo en concreto. Primero, estaba bien claro que yo no iba a dar audiencias. Porque se pidieron audiencias de otros sectores, incluso de algún jefe de Estado.
Y no, yo estoy en una visita, en un país, y no estaba previsto ninguna audiencia con los disidentes ni con otros. Y segundo, de la nunciatura se hicieron llamadas telefónicas a algunas personas que están en ese grupo de disidentes y se les comunicó que yo con gusto cuando llegara a la Catedral los saludaría. Eso sí existió, pero como ninguno se identificó como tal yo no sé si estaban o no estaban.
Yo saludé a los enfermos, que estaban en sillas de ruedas, pero ninguno se identificó como disidente. Y ay hija no sé qué le diría, les desearía cosas buenas como a todo el mundo, pero no lo que uno dice le viene en el momento… pero mereces el premio Nobel a los futuribles. (Leer texto completo de la rueda de prensa en el vuelo de Cuba a Estados Unidos, en ACI Prensa)
Estamos en familia. Y cuando uno está en familia se siente en casa. Gracias a ustedes familias cubanas, gracias cubanos por hacerme sentir todos estos días en familia, por hacerme sentir en casa. Gracias por todo esto. Este encuentro con ustedes es como «la frutilla de la torta». Terminar mi visita viviendo este encuentro en familia es un motivo para dar gracias a Dios por el «calor» que brota de gente que sabe recibir, que sabe acoger, que sabe hacer sentir en casa. Gracias a todos los cubanos.
Agradezco a Mons. Dionisio García, Arzobispo de Santiago, el saludo que me ha dirigido en nombre de todos y al matrimonio que ha tenido la valentía de compartir con todos nosotros sus anhelos, sus esfuerzos por vivir el hogar como una «iglesia doméstica».
El Evangelio de Juan nos presenta como primer acontecimiento público de Jesús las Bodas de Caná, en la fiesta de una familia. Ahí está con María su madre y algunos de sus discípulos compartían la fiesta familiar. Las bodas son momentos especiales en la vida de muchos. Para los «más veteranos», padres, abuelos, es una oportunidad para recoger el fruto de la siembra. Da alegría al alma ver a los hijos crecer y que puedan formar su hogar. Es la oportunidad de ver, por un instante, que todo por lo que se ha luchado valió la pena. Acompañar a los hijos, sostenerlos, estimularlos para que puedan animarse a construir sus vidas, a formar sus familias, es un gran desafío para los padres. A su vez, la alegría de los jóvenes esposos.
Todo un futuro que comienza y todo tiene «sabor» a casa nueva, a esperanza. En las bodas, siempre se une el pasado que heredamos y el futuro que nos espera. Hay memoria y esperanza. Siempre se abre la oportunidad para agradecer todo lo que nos permitió llegar hasta el hoy con el mismo amor que hemos recibido. Y Jesús comienza su vida pública en una boda. Se introduce en esa historia de siembras y cosechas, de sueños y búsquedas, de esfuerzos y compromisos, de arduos trabajos que araron la tierra para que esta dé su fruto. Jesús comienza su vida en el interior de una familia, en el seno de un hogar. Y es precisamente en el seno de nuestros hogares donde continuamente él se sigue introduciendo, él sigue siendo parte. Le gusta meterse en la familia.
Es interesante observar cómo Jesús se manifiesta también en las comidas, en las cenas. Comer con diferentes personas, visitar diferentes casas fue un lugar privilegiado por Jesús para dar a conocer el proyecto de Dios. Él va a la casa de sus amigos –Marta y María–, pero no es selectivo, ¿eh? no le importa si son publicanos o pecadores, como Zaqueo, va a la casa de Zaqueo. No sólo Él actuaba así, sino cuando envió a sus discípulos a anunciar la buena noticia del Reino de Dios, les dijo: «Quédense en la casa que los reciba, coman y beban de los que ellos tengan» (Lc 10,7). Bodas, visitas a los hogares, cenas, algo de «especial» tendrán estos momentos en la vida de las personas para que Jesús elija manifestarse allí.
Recuerdo en mi diócesis anterior que muchas familias me comentaban que el único momento que tenían para estar juntos era normalmente en la cena, a la noche, cuando se volvía de trabajar, donde los más chicos terminaban la tarea de la escuela. Era un momento especial de vida familiar. Se comentaba el día, lo que cada uno había hecho, se ordenaba el hogar, se acomodaba la ropa, se organizaban tareas fundamentales para los demás días. Los chicos se peleaban, pero era el momento. Son momentos en los que uno llega también cansado y alguna que otra discusión, alguna que otra pelea, entre marido mujer, aparece, pero no hay que tenerle miedo. Yo le tengo más miedo a los matrimonios que me dicen que nunca, nunca tuvieron una discusión, es raro, es raro.
Jesús elige estos momentos para mostrarnos el amor de Dios, Jesús elige estos espacios para entrar en nuestras casas y ayudarnos a descubrir el Espíritu vivo y actuando en nuestras cosas cotidianas. Es en casa donde aprendemos la fraternidad, la solidaridad, el no ser avasalladores. Es en casa donde aprendemos a recibir y a agradecer la vida como una bendición y que cada uno necesita a los demás para salir adelante. Es en casa donde experimentamos el perdón, y estamos invitados continuamente a perdonar, a dejarnos transformar. Es curioso en casa no hay lugar para las «caretas», somos lo que somos y de una u otra manera estamos invitados a buscar lo mejor para los demás.
Por eso la comunidad cristiana llama a las familias con el nombre de iglesias domésticas, porque en el calor del hogar es donde la fe empapa cada rincón, ilumina cada espacio, construye comunidad. Porque en momentos así es como las personas iban aprendiendo a descubrir el amor concreto y el amor operante de Dios.
En muchas culturas hoy en día van desapareciendo estos espacios, van desapareciendo estos momentos familiares, poco a poco todo lleva a separarse, aislarse; escasean momentos en común, para estar juntos, para estar en familia. Entonces no se sabe esperar, no se sabe pedir permiso, no se sabe pedir perdón, no se sabe dar gracias, porque la casa va quedando vacía, no de gente, Sino , de padres, hijos, nietos, abuelos, hermanos, vacía de relaciones, vacía de contactos, vacía de encuentros.
Hace poco, una persona que trabaja conmigo me contaba que su esposa e hijos se habían ido de vacaciones y él se había quedado solo. El primer día, la casa estaba toda en silencio, «en paz», estaba feliz, nada estaba desordenado. Al tercer día, cuando le pregunto cómo estaba, me dice: quiero que vengan ya todos de vuelta. Sentía que no podía vivir sin su esposa y sus hijos y eso es lindo.
Sin familia, sin el calor de hogar, la vida se vuelve vacía, comienzan a faltar las redes que nos sostienen en la adversidad, las redes que nos alimentan en la cotidianidad y motivan la lucha para la prosperidad. La familia nos salva de dos fenómenos actuales, dos cosas que suceden: la fragmentación (la división) y la masificación. En ambos casos, las personas se transforman en individuos aislados fáciles de manipular y de gobernar y entonces encontramos en el mundo sociedades divididas, rotas, separadas o altamente masificadas que son consecuencia de la ruptura de los lazos familiares; cuando se pierden las relaciones que nos constituyen como personas, que nos enseñan a ser personas. Bueno uno se olvida de cómo se dice papá mamá, hijo, hija, abuelo, abuela. Se van como olvidando esa relaciones que son el fundamento, son fundamento del nombre que tenemos.
La familia es escuela de humanidad, escuela que enseña a poner el corazón en las necesidades de los otros, a estar atento a la vida de los demás. Cuando vivimos bien en familia los egoísmos quedan chiquitos, existen porque todo tenemos algo de egoístas, pero cuando no se vive una vida de familia se van engendrando esas personalidades que las podemos llamar así: yo, me, mi, conmigo, para mí, totalmente centradas en sí mismo, que no saben de solidaridad, de fraternidad, de trabajo en común, de amor, de discusión entre hermanos, no saben.
A pesar de tantas dificultades como las que aquejan hoy a nuestras familias en el mundo, no nos olvidemos de algo, por favor: las familias no son un problema, son principalmente una oportunidad. Una oportunidad que tenemos que cuidar, proteger y acompañar. Es una manera de decir que son una bendición. Cuando tú empiezas a vivir la familia como un problema, te estancas, no caminas, porque estás muy centrado en ti mismo.
Se discute hoy mucho sobre el futuro, sobre qué mundo queremos dejarle a nuestros hijos, qué sociedad queremos para ellos. Creo que una de las posibles respuestas se encuentra en mirarlos a ustedes. Una familia que habló a cada uno de ustedes.Dejemos un mundo con familias, es la mejor herencia, dejemos un mundo con familias. Es cierto, no existe la familia perfecta, no existen esposos perfectos, padres perfectos ni hijos perfectos, y sino se enojan yo diría suegras perfectas. Pero eso no impide que no sean la respuesta para el mañana. Dios nos estimula al amor y el amor siempre se compromete con las personas que ama. El amor siempre se compromete con las personas que ama. Por eso, cuidemos a nuestras familias, verdaderas escuelas del mañana. Cuidemos a nuestras familias, verdaderos espacios de libertad. Cuidemos a nuestras familias, verdaderos centros de humanidad.
Y aquí me viene una imagen cuando en la audiencia de los miercoles paso a saludar a la gente y tantas tantas mujeres me muestran la panza y me dicen, Padre, me lo bendice. Yo les voy a proponer algo a todas aquellas mujeres que están embarazadas de esperanza, porque un hijo es una esperanza, que en este momento se toquen la panza. Si hay alguna acá, que lo haga acá, o las que están escuchando por radio o televisión, y yo a cada una de ellas, a cada chico o chica que está ahí adentro esperando te doy la bendición, así que cada una se toca la panza y yo le doy la bendición en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo y deseo que venga sanito, que crezca bien, que lo pueda criar lindo, acaricien al hijo que están esperando.
No quiero terminar sin hacer mención a la Eucaristía. Se habrán dado cuenta que Jesús quiere utilizar como espacio de su memorial, una cena. Elige como espacio de su presencia entre nosotros un momento concreto en la vida familiar. Un momento vivido y entendible por todos, la cena.
La Eucaristía es la cena de la familia de Jesús, que a lo largo y ancho de la tierra se reúne para escuchar su Palabra y alimentarse con su Cuerpo. Jesús es el Pan de Vida de nuestras familias, Él quiere estar siempre presente alimentándonos con su amor, sosteniéndonos con su fe, ayudándonos a caminar con su esperanza, para que en todas las circunstancias podamos experimentar que Él es el verdadero Pan del cielo.
En unos días participaré junto a las familias del mundo en el Encuentro Mundial de las Familias y en menos de un mes en el Sínodo de los Obispos, que tiene como tema la Familia. Los invito a rezar, les pido por favor que recen por estas dos instancias, para que sepamos entre todos ayudarnos a cuidar la familia, para que sepamos seguir descubriendo al Emmanuel, es decir, al Dios que vive en medio de su Pueblo haciendo de cada familia y de todas las familias su hogar.Cuento con la oración de ustedes. Gracias.
El Evangelio que escuchamos nos pone de frente al movimiento que genera el Señor cada vez que nos visita: nos saca de casa. Son imágenes que una y otra vez estamos invitados a contemplar. La presencia de Dios en nuestra vida nunca nos deja quietos, siempre nos motiva al movimiento. Cuando Dios visita, siempre nos saca de casa. Visitados para visitar, encontrados para encontrar, amados para amar.
Ahí vemos a María, la primera discípula. Una joven quizás de entre 15 y 17 años, que en una aldea de Palestina fue visitada por el Señor anunciándole que sería la madre del Salvador. Lejos de «creérsela» y pensar que todo el pueblo tenía que venir a atenderla o servirla, ella sale de casa y va a servir. Sale a ayudar a su prima Isabel. La alegría que brota de saber que Dios está con nosotros, con nuestro pueblo, despierta el corazón, pone en movimiento nuestras piernas, «nos saca para afuera», nos lleva a compartir la alegría recibida como servicio, como entrega en todas esas situaciones «embarazosas» que nuestros vecinos o parientes puedan estar viviendo. El Evangelio nos dice que María fue de prisa, paso lento pero constante, pasos que saben a dónde van; pasos que no corren para «llegar» rápido o van demasiado despacio como para no «arribar» jamás. Ni agitada ni adormentada, María va con prisa, a acompañar a su prima embarazada en la vejez.
María, la primera discípula, visitada ha salido a visitar. Y desde ese primer día ha sido siempre su característica particular. Ha sido la mujer que visitó a tantos hombres y mujeres, niños y ancianos, jóvenes. Ha sabido visitar y acompañar en las dramáticas gestaciones de muchos de nuestros pueblos; protegió la lucha de todos los que han sufrido por defender los derechos de sus hijos. Y ahora, ella todavía no deja de traernos la Palabra de Vida, su Hijo nuestro Señor.
Estas tierras también fueron visitadas por su maternal presencia. La patria cubana nació y creció al calor de la devoción a la Virgen de la Caridad. «Ella ha dado una forma propia y especial al alma cubana –escribían los Obispos de estas tierras– suscitando los mejores ideales de amor a Dios, a la familia y a la Patria en el corazón de los cubanos». También lo expresaron sus compatriotas cien años atrás, cuando le pedían al Papa Benedicto XV que declarara a la Virgen de la Caridad Patrona de Cuba, y escribieron: «Ni las desgracias ni las penurias lograron “apagar” la fe y el amor que nuestro pueblo católico profesa a esa Virgen, sino que, en las mayores vicisitudes de la vida, cuando más cercana estaba la muerte o más próxima la desesperación, surgió siempre como luz disipadora de todo peligro, como rocío consolador…, la visión de esa Virgen bendita, cubana por excelencia… porque así la amaron nuestras madres inolvidables, así la bendicen nuestras esposas».
En este Santuario, que guarda la memoria del santo Pueblo fiel de Dios que camina en Cuba, María es venerada como Madre de la Caridad. Desde aquí Ella custodia nuestras raíces, nuestra identidad, para que no nos perdamos en caminos de desesperanza. El alma del pueblo cubano, como acabamos de escuchar, fue forjada entre dolores, penurias que no lograron apagar la fe, esa fe que se mantuvo viva gracias a tantas abuelas que siguieron haciendo posible, en lo cotidiano del hogar, la presencia viva de Dios; la presencia del Padre que libera, fortalece, sana, da coraje y que es refugio seguro y signo de nueva resurrección. Abuelas, madres, y tantos otros que con ternura y cariño fueron signos de visitación, de valentía, de fe para sus nietos, en sus familias. Mantuvieron abierta una hendija pequeña como un grano de mostaza por donde el Espíritu Santo seguía acompañando el palpitar de este pueblo.
Y «cada vez que miramos a María volvemos a creer en lo revolucionario de la ternura y del cariño» (Evangelii gaudium, 288). Generación tras generación, día tras día, estamos invitados a renovar nuestra fe. Estamos invitados a vivir la revolución de la ternura como María, Madre de la Caridad. Estamos invitados a «salir de casa», a tener los ojos y el corazón abierto a los demás. Nuestra revolución pasa por la ternura, por la alegría que se hace siempre projimidad, que se hace siempre compasión que no es lástima, es padecer con para liberar; y nos lleva a involucrarnos, para servir, en la vida de los demás. Nuestra fe nos hace salir de casa e ir al encuentro de los otros para compartir gozos y alegrías, esperanzas y frustraciones.
Nuestra fe, nos saca de casa para visitar al enfermo, al preso, al que llora y al que sabe también reír con el que ríe, alegrarse con las alegrías de los vecinos. Como María, queremos ser una Iglesia que sirve, que sale de casa, que sale de sus templos, que sale de sus sacristías, para acompañar la vida, sostener la esperanza, ser signo de unidad de un pueblo noble y digno.
Como María, Madre de la Caridad, queremos ser una Iglesia que salga de casa para tender puentes, romper muros, sembrar reconciliación. Como María, queremos ser una Iglesia que sepa acompañar todas las situaciones «embarazosas» de nuestra gente, comprometidos con la vida, la cultura, la sociedad, no borrándonos sino caminando con nuestros hermanos. Todos juntos, sirviendo, ayudando. Todos hijos de Dios, hijos de María, hijos de esta noble tierra cubana.
Este es nuestro cobre más precioso, esta es nuestra mayor riqueza y el mejor legado que podamos dejar: como María, aprender a salir de casa por los senderos de la visitación. Y aprender a orar con María porque su oración es memoriosa, agradecida; es el cántico del Pueblo de Dios que camina en la historia. Es la memoria viva de que Dios va en medio nuestro; es memoria perenne de que Dios ha mirado la humildad de su pueblo, ha auxiliado a su siervo como lo había prometido a nuestros padres y a su descendencia para siempre.
Para seguir en vivo la visita de Francisco a Cuba, click en este enlace
Lunes, 21 de septiembre
-- 8:00 Salida desde el aeropuerto José Martí hacia Holguín.
-- 9:20 Llegada al aeropuerto Frank País, en Holguín.
-- 10:30 Santa Misa en la Plaza de la Revolución en Holguín.
-- 15:45 Francisco bendece la ciudad desde la Loma de la Cruz.
-- 16:40 Parte desde el aeropuerto de Frank País hacia Santiago de Cuba.
-- 17:30 Llegada al aeropuerto Antonio Maceo, en Santiago de Cuba.
-- 19:00 Encuentro con los obispos en el seminario de San Basilio Magno
-- 19:45 Oración a Nuestra Señora de la Caridad con los obispos y en la basílica menor del Santuario de la Virgen de la Caridad del Cobre, en Santiago.
Emilia Georgina Alfonso, una señora de 109 años, quien habla sobre la alegría que siente al ver al Papa Francisco en su tierra y de su Fe. (Escuchar entrevista en Radio Vaticano)
Jesús va delante, nos precede, abre el camino y nos invita a seguirlo. Nos invita a ir lentamente superando nuestros preconceptos, nuestras resistencias al cambio de los demás e incluso de nosotros mismos. Nos desafía día a día con la pregunta: ¿Crees? ¿Crees que es posible que un recaudador se transforme en servidor? ¿Crees que es posible que un traidor se vuelva un amigo? ¿Crees que es posible que el hijo de un carpintero sea el Hijo de Dios? Su mirada transforma nuestras miradas, su corazón transforma nuestro corazón. Dios es Padre que busca la salvación de todos sus hijos.
Dejémonos mirar por el Señor en la oración, en la Eucaristía, en la Confesión, en nuestros hermanos, especialmente en los que se sienten dejados, más solos. Y aprendamos a mirar como Él nos mira. Compartamos su ternura y su misericordia con los enfermos, los presos, los ancianos o las familias en dificultad. Una y otra vez somos llamados a aprender de Jesús que mira siempre lo más auténtico que vive en cada persona, que es precisamente la imagen de su Padre.
Sé con qué esfuerzo y sacrificio la Iglesia en Cuba trabaja para llevar a todos, aun en los sitios más apartados, la palabra y la presencia de Cristo. Una mención especial merecen las llamadas «casas de misión» que, ante la escasez de templos y de sacerdotes, permiten a tantas personas poder tener un espacio de oración, de escucha de la Palabra, de catequesis y vida de comunidad. Son pequeños signos de la presencia de Dios en nuestros barrios y una ayuda cotidiana para hacer vivas las palabras del apóstol Pablo: «Les ruego que anden como pide la vocación a la que han sido convocados. Sean siempre humildes y amables, sean comprensivos, sobrellevándose mutuamente con amor; esfuércense en mantener la unidad del Espíritu con el vínculo de la paz» (Ef 4,2).
Deseo dirigir ahora la mirada a la Virgen María, Virgen de la Caridad del Cobre, a quien Cuba acogió en sus brazos y le abrió sus puertas para siempre, y a Ella le pido que mantenga sobre todos y cada uno de los hijos de esta noble nación su mirada maternal y que esos «sus ojos misericordiosos» estén siempre atentos a cada uno de ustedes, sus hogares, familias, a las personas que puedan estar sintiendo que para ellos no hay lugar. Que Ella nos guarde a todos como cuidó a Jesús en su amor. Y que Ella nos enseñe a mirar a los demás como Jesús nos miró a cada uno de nosotros.(Ver texto completo en Zenit)
En la objetividad de la vida tiene que entrar la capacidad de soñar. Y un joven que no es capaz de soñar está clausurado en sí mismo. Luego a veces uno sueña cosas que nunca van a suceder, ¡soñála, deseála! ¡Buscá horizonte, abrite! Abrite a cosas grandes. No sé si en Cuba se usa la palabra, pero los argentinos decimos: no te arrugués, no te arrugués, abrite y soñá. Soñá que el mundo con vos puede ser distinto.
Soña que si vos ponés lo mejor de vos vas ayudar a que ese mundo sea distinto. No se olviden: sueñen. Por ahí se les va la mano, sueñan demasiado y la vida les corta el camino, no importa sueñen y cuenten sus sueños. Cuenten que las cosas grandes hay que contarlas, porque cuando más grande es la capacidad de soñar y la vida te deja a mitad de camino, más camino has recorrido. Así que primero: soñar.
Vos dijiste ahí una frasecita— yo la tenía escrita por aquí— “que sepamos acoger y aceptar al que piensa diferente”. Pero es que nosotros a veces somos cerrados, nos metemos en nuestro mundito, o este es como yo quiero que sea, o no, y fuiste más allá todavía: “que no nos encerremos en los conventillos de las ideologías o en los conventillos de las religiones, que podamos crecer ante los individualismos”. Cuando una religión se vuelve conventillo pierde lo mejor que tiene, pierde su realidad de adorar a Dios, de creer en Dios, es un conventillo de palabras, de oraciones, de yo soy bueno, yo soy malo, conventillo de prescripciones morales, y cuando yo tengo mi ideología, mi moral y vos tenés el tuyo, me encierro en ese conventillo de ideologías.
Corazones abiertos, mentes abiertas, si vos pensás distinto que yo, por qué no vamos a hablar. Por qué siempre nos tiramos la piedra sobre aquello que nos separa, sobre aquello en lo que somos distintos. Por qué no nos damos la mano en aquello que tenemos en común. Animarnos a hablar de lo que tenemos en común, y después podemos hablar de las cosas que tenemos diferentes, pero digo hablar, no digo pelearnos, no digo encerrarnos, no digo conventillar, —como usastes vos la palabra—. Todo es posible cuando uno tiene la capacidad de hablar de aquello que tengo en común con el otro, de aquello para lo cual somos capaces de trabajar juntos. (Ver texto completo en el website de la COCC)
Hay un lugar privilegiado para el sacerdote donde aparece ese último, ese mínimo, el más pequeño, y es el confesionario. Y ahí, cuando ese hombre o esa mujer te muestra su miseria, ojo que es la misma que tienes vos y que Dios te salvó ¿eh? de no llegar hasta ahí. Cuando te muestra su miseria, por favor, no lo retes, no la retes, no lo castigues, si no tienes pecado tira la primera piedra. Pero solamente con esa condición. Si no piensa en tus pecados y piensa que vos puede ser esa persona, y piensa que vos potencialmente puedes llegar más bajo todavía y piensa que vos en ese momento tienes un tesoro en las manos que es la misericordia del Padre. Por favor, a los sacerdotes, no se cansen de perdonar. Sean perdonadores. No se cansen de perdonar como lo hacía Jesús. No se escondan en miedos o en rigideces. Así como esta monja y todas las que están en su mismo trabajo, no se ponen furiosas cuando encuentran al enfermo sucio, mal sino que lo sirven, los limpian, lo cuidan. Así vos, cuando te llega el penitente, no te pongas mal, no te pongas neurótico, no lo eches del confesionario, no lo retes. Jesús los abrazaba, Jesús los quería. Mañana festejamos san Mateo. Cómo robaba ese y además cómo traicionaba a su pueblo. Y dice el Evangelio que a la noche Jesús fue a cenar con él y otros como él. San Ambrosio tiene una frase que a mí me conmueve mucho, ‘donde hay misericordia está el Espíritu de Jesús, donde hay rigidez están solamente sus ministros’.
Hermanos sacerdote, hermano obispo, no le tengan miedo a la misericordia, deja que fluya por tus manos y por tu abrazo de perdón. Porque ese o esa que está ahí son el más pequeño y por lo tanto es Jesús. (Leer texto completo en Zenit)
(ZENIT.org/Rocío Lancho García) No estaba previsto en la agenda del viaje pero el portavoz de la Santa Sede, padre Federico Lombardi ya había anunciado que era “muy probable” que sucediera. El Santo Padre Francisco ha visitado en la tarde de este domingo a Fidel Castro en su residencia de La Habana.
En una rueda de prensa, el director de la Oficina de Prensa del Vaticano ha confirmado el encuentro entre el Papa y el comandante. Han estado presentes la mujer, hijos y nietos del ex presidente cubano en lo que ha definido un encuentro “sencillo y familiar”.
La visita ha tenido lugar después de la santa misa de esta mañana en la Plaza de la Revolución y ha sido completamente privada, sin cámaras ni fotógrafos.
Durante unos 40 minutos han tenido ocasión de conversar. Castro, como ya hizo en 2012 con Benedicto XVI, ha hecho al papa Francisco varias preguntas sobre la defensa del medio ambiente y sobre la situación actual del mundo.
El Santo Padre ha regalado a Castro dos libros de Alessandro Pronzato, “Evangelios molestos” y “La boca se nos llenó de risas. Sentido del humor y fe”. Del mismo modo le ha entregado también una copia de la encíclica Laudato Si’ y de la exhortación apostólica Evangelii Gaudium. Finalmente le ha regalado algunos CD’s con sermones de un jesuita, el padre Llorente, que fue profesor de Fidel.
Por su parte, el líder de la revolución cubana, ha regalado al Pontífice una copia del libro “Fidel y la religión” de fray Betto, con una “dedicatoria muy respetuosa y afectuosa”.
Francisco es el tercer Papa con el que se reúne Fidel Castro. Tuvo ocasión de reunirse 5 veces con Juan Pablo II y una vez con Benedicto XVI.
El Evangelio nos presenta a Jesús haciéndole una pregunta aparentemente indiscreta a sus discípulos: «¿De qué discutían por el camino?». Una pregunta que también puede hacernos hoy: ¿De qué hablan cotidianamente? ¿Cuáles son sus aspiraciones? «Ellos –dice el Evangelio– no contestaron, pues por el camino habían discutido sobre quién era el más importante».
Los discípulos tenían vergüenza de decirle a Jesús de lo que hablaban. En los discípulos de ayer, como en nosotros hoy, nos puede acompañar la misma discusión: ¿Quién es el más importante? Jesús no insiste con la pregunta, no los obliga a responderle de qué hablaban por el camino, pero la pregunta permanece no solo en la mente, sino también en el corazón de los discípulos.
¿Quién es el más importante? Una pregunta que nos acompañará toda la vida y en las distintas etapas seremos desafiados a responderla. No podemos escapar a esta pregunta, está grabada en el corazón. Recuerdo más de una vez en reuniones familiares preguntar a los hijos: ¿A quién querés más, a papá o a mamá? Es como preguntarle: ¿Quién es más importante para vos? ¿Es tan solo un simple juego de niños esta pregunta? La historia de la humanidad ha estado marcada por el modo de cómo se responde a esta pregunta.
Jesús no le teme a las preguntas de los hombres; no le teme a la humanidad ni a las distintas búsquedas que ésta realiza. Al contrario, Él conoce los «recovecos» del corazón humano, y como buen pedagogo está dispuesto a acompañarnos siempre. Fiel a su estilo, asume nuestras búsquedas, aspiraciones y les da un nuevo horizonte. Fiel a su estilo, logra dar una respuesta capaz de plantear un nuevo desafío, descolocando «las respuestas esperadas» o lo aparentemente establecido. Fiel a su estilo, Jesús siempre plantea la lógica del amor. Una lógica capaz de ser vivida por todos, porque es para todos.
Lejos de todo tipo de elitismo, el horizonte de Jesús no es para unos pocos privilegiados capaces de llegar al «conocimiento deseado» o a distintos niveles de espiritualidad. El horizonte de Jesús, siempre es una oferta para la vida cotidiana también aquí en «nuestra isla»; una oferta que siempre hace que el día a día tenga cierto sabor a eternidad.
¿Quién es el más importante? Jesús es simple en su respuesta: «Quien quiera ser el primero, importante, que sea el último de todos y el servidor de todos». Quien quiera ser grande, que sirva a los demás, no que se sirva de los demás.
Esta es la gran paradoja de Jesús. Los discípulos discutían quién ocuparía el lugar más importante, quién sería seleccionado como el privilegiado. Eran los discípulos, los más cercanos a Jesús y discutían sobre eso. Quién estaría exceptuado de la ley común, de la norma general, para destacarse en un afán de superioridad sobre los demás. Quién escalaría más pronto para ocupar los cargos que darían ciertas ventajas. Jesús les trastoca su lógica diciéndoles sencillamente que la vida auténtica se vive en el compromiso concreto con el prójimo. Es decir, sirviendo.
La invitación al servicio posee una peculiaridad a la que debemos estar atentos. Servir significa, en gran parte, cuidar la fragilidad. Servir significa cuidar a los frágiles de nuestras familias, de nuestra sociedad, de nuestro pueblo. Son los rostros sufrientes, desprotegidos y angustiados a los que Jesús propone mirar e invita concretamente a amar. Amor que se plasma en acciones y decisiones. Amor que se manifiesta en las distintas tareas que como ciudadanos estamos invitados a desarrollar.
Son personas de carne y hueso, con su vida, su historia y especialmente con su fragilidad, son las que estamos invitados por Jesús a defender, a cuidar y a servir. Porque ser cristiano entraña servir la dignidad de sus hermanos, luchar por la dignidad de sus hermanos y vivir para la dignidad de sus hermanos. Por eso, el cristiano es invitado siempre a dejar de lado sus búsquedas, afanes, deseos de omnipotencia ante la mirada concreta de los más frágiles.
Hay un «servicio» que sirve; pero debemos cuidarnos del otro servicio, de la tentación del «servicio» que «se» sirve de los otros. Hay una forma de ejercer el servicio que tiene como interés el beneficiar a los «míos», en nombre de lo «nuestro». Ese servicio siempre deja a los «tuyos» por fuera, generando una dinámica de exclusión.
Todos estamos llamados por vocación cristiana al servicio que sirve y a ayudarnos mutuamente a no caer en las tentaciones del «servicio que se sirve». Todos estamos invitados, estimulados por Jesús a hacernos cargo los unos de los otros por amor. Y esto sin mirar de costado para ver lo que el vecino hace o ha dejado de hacer. Jesús nos dice: «Quien quiera ser el primero, que sea el último y el servidor de todos». Ese va a ser el primero. No dice, si tu vecino quiere ser el primero que sirva.
Debemos cuidarnos de la mirada enjuiciadora y animarnos a creer en la mirada transformadora a la que nos invita Jesús. Este hacernos cargo por amor no apunta a una actitud de servilismo, por el contrario, pone en el centro la cuestión al hermano: el servicio siempre mira el rostro del hermano, toca su carne, siente su projimidad y hasta en algunos casos la «padece» y busca su promoción como ser humano. Por eso nunca el servicio es ideológico, ya que no se sirve a ideas, sino que se sirve a las personas.
El santo Pueblo fiel de Dios que camina en Cuba, es un pueblo que tiene gusto por la fiesta, por la amistad, por las cosas bellas. Es un pueblo que camina, que canta y alaba. Es un pueblo que tiene heridas, como todo pueblo, pero que sabe estar con los brazos abiertos, que marcha con esperanza, porque su vocación es de grandeza. Así la sembraron sus próceres.
Hoy los invito a que cuiden esa vocación, a que cuiden estos dones que Dios les ha regalado, pero especialmente quiero invitarlos a que cuiden y sirvan, de modo especial, la fragilidad de sus hermanos. No los descuiden por proyectos que puedan resultar seductores, pero que se desentienden del rostro del que está a su lado. Nosotros conocemos, somos testigos de la «fuerza imparable» de la resurrección, que «provoca por todas partes gérmenes de ese mundo nuevo» (cf. Evangelii gaudium, 276.278).
No nos olvidemos de la Buena Nueva de hoy: la importancia de un pueblo, de una nación; la importancia de una persona siempre se basa en cómo sirve la fragilidad de sus hermanos. En eso encontramos uno de los frutos de una verdadera humanidad.
Porque queridos hermanos y hermanos: «Quien no vive para servir, no sirve para vivir».
Señor Presidente, Distinguidas Autoridades, Hermanos en el Episcopado, Señoras y señores:
Muchas gracias, Señor Presidente, por su acogida y sus atentas palabras de bienvenida en nombre del Gobierno y de todo el pueblo cubano. Mi saludo se dirige también a las autoridades y a los miembros del Cuerpo diplomático que han tenido la amabilidad de hacerse presentes en este acto.
Al Cardenal Jaime Ortega y Alamino, Arzobispo de La Habana, a Monseñor Dionisio Guillermo García Ibáñez, Arzobispo de Santiago de Cuba y Presidente de la Conferencia Episcopal, a los demás Obispos y a todo el pueblo cubano, les agradezco su fraterno recibimiento.
Gracias a todos los que se han esmerado para preparar esta visita pastoral. Quisiera pedirle a Usted, Señor Presidente, que transmita mis sentimientos de especial consideración y respeto a su hermano Fidel. A su vez, quisiera que mi saludo llegase especialmente a todas aquellas personas que, por diversos motivos, no podré encontrar y a todos los cubanos dispersos por el mundo.
Como señaló usted, señor presidente, este año 2015 se celebra el 80 aniversario del establecimiento de relaciones diplomáticas ininterrumpidas entre la República de Cuba y la Santa Sede. La Providencia me permite llegar hoy a esta querida Nación, siguiendo las huellas indelebles del camino abierto por los inolvidables viajes apostólicos que realizaron a esta Isla mi dos predecesores, san Juan Pablo II y Benedicto XVI. Sé que su recuerdo suscita gratitud y cariño en el pueblo y las autoridades de Cuba. Hoy renovamos estos lazos de cooperación y amistad para que la Iglesia siga acompañando y alentando al pueblo cubano en sus esperanzas y en sus preocupaciones, con libertad y con los medios y espacios necesarios para llevar el anuncio del Reino hasta las periferias existenciales de la sociedad.
Este viaje apostólico coincide además con el I Centenario de la declaración de la Virgen de la Caridad del Cobre como Patrona de Cuba, por Benedicto XV. Fueron los veteranos de Guerra de la Independencia, movidos por sentimientos de fe y patriotismo, quienes pidieron que la Virgen mambisa fuera la patrona de Cuba como nación libre y soberana. Desde entonces, Ella ha acompañado la historia del pueblo cubano, sosteniendo la esperanza que preserva la dignidad de las personas en las situaciones más difíciles y abanderando la promoción de todo lo que dignifica al ser humano. Su creciente devoción es testimonio visible de la presencia de la Virgen en el alma del pueblo cubano. En estos días tendré ocasión de ir al Cobre, como hijo y peregrino, para pedirle a nuestra Madre por todos sus hijos cubanos y por esta querida Nación, para que transite por los caminos de justicia, paz, libertad y reconciliación.
Geográficamente, Cuba es un archipiélago que mira hacia todos los caminos, con un valor extraordinario como «llave» entre el norte y el sur, entre el este y el oeste. Su vocación natural es ser punto de encuentro para que todos los pueblos se reúnan en amistad, como soñó José Martí, «por sobre la lengua de los istmos y la barrera de los mares» (La Conferencia Monetaria de las Repúblicas de América, en Obras escogidas II, La Habana 1992, 505). Ese mismo fue el deseo de san Juan Pablo II con su ardiente llamamiento a «que Cuba se abra con todas sus magníficas posibilidades al mundo y que el mundo se abra a Cuba» (Discurso en la ceremonia de llegada, 21- 1-1998, 5).
Desde hace varios meses, estamos siendo testigos de un acontecimiento que nos llena de esperanza: el proceso de normalización de las relaciones entre dos pueblos, tras años de distanciamiento... Es un signo de la victoria de la cultura del encuentro, del diálogo, del «sistema del acrecentamiento universal... por sobre el sistema, muerto para siempre, de dinastía y de grupos» (José Martí, ibíd.). Animo a los responsables políticos a continuar avanzando por este camino y a desarrollar todas sus potencialidades, como prueba del alto servicio que están llamados a prestar en favor de la paz y el bienestar de sus pueblos y de toda América, y como ejemplo de reconciliación para el mundo entero. El mundo necesita reconciliación en esta atmósfera de tercera guerra mundial por etapas que estamos viviendo.
Pongo estos días bajo la intercesión de la Virgen de la Caridad del Cobre, de los beatos Olallo Valdés y José López Piteira y del venerable Félix Varela, gran propagador del amor entre los cubanos y entre todos los hombres, para que aumenten nuestros lazos de paz, solidaridad y respeto mutuo.
Ciudad del Vaticano, 30 de junio de 2015 (Vis).-Se ha publicado hoy el programa del viaje apostólico que el Papa Francisco efectuará a Cuba y Estados Unidos así como de su visita a la Organización de las Naciones Unidas (ONU) con la ocasión de su participación en el VIII Encuentro Mundial de las Familias en Filadelfia del 19 al 28 de septiembre de 2015.
El Papa saldrá el sábado, 19 de septiembre, a las 10.00 de Roma / Fiumicino y llegará a La Habana a las 16:05, donde tendrá lugar la ceremonia de bienvenida. El domingo, 20 de septiembre, celebrará la santa misa en la Plaza de la Revolución en La Habana y por la tarde efectuará una visita de cortesía al Presidente del Consejo de Estado y del Consejo de Ministros de la República en el Palacio de la Revolución en La Habana. Más tarde en la catedral, celebrará las Vísperas con los sacerdotes, religiosos y seminaristas y posteriormente saludará a los jóvenes en el Centro Cultural Padre Félix Varela.
El lunes, 21 de septiembre, por la mañana, se desplazará a Holguín donde celebrará la santa misa en la Plaza de la Revolución en Holguín y bendecirá a la ciudad desde la Loma de la Cruz. Desde allí tomará el avión para ir a Santiago donde se encontrará con los obispos del Seminario de San Basilio Magno. La jornada concluirá con la oración a Nuestra Señora de la Caridad, con los obispos y el séquito papal en la basílica menor del Santuario de la "Virgen de la Caridad del Cobre" en Santiago.
El martes, 22, se abrirá con la celebración de la santa misa en la basílica menor del Santuario de la "Virgen de la Caridad del Cobre" en Santiago de Cuba. Después el Papa se encontrará con las familias en la catedral de Nuestra Señora de la Asunción en Santiago de Cuba y, tras la bendición de la ciudad emprenderá en avión el viaje a Washington, DC, donde será recibido en la base de la Fuerza Aérea Andrews. (sigue)
A los hijos de la Iglesia Católica, a los hermanos de otras confesiones religiosas, y a todo nuestro pueblo:
Los hijos de la Iglesia en Cuba, y con nosotros muchísimos cubanos más, hemos recibido con gran alegría la noticia de la visita que el Papa Francisco hará a nuestra patria del 19 al 22 de septiembre próximo. El Santo Padre quiere mostrarnos su cercanía en un momento en que, gracias también a su mediación, se respiran aires de esperanza en nuestra vida nacional por las nuevas posibilidades de diálogo que están teniendo lugar entre los Estados Unidos y Cuba. ¡Es mucho y muy importante lo que viene haciendo él, como Pastor universal de la Iglesia, en la búsqueda de la reconciliación y la paz entre todos los pueblos de la tierra!
Francisco será el tercer Papa que nos visita en los últimos 17 años. En el próximo septiembre, Cuba y Brasil serán los dos únicos países del mundo que tendrán el privilegio de haber sido visitados por tres Papas. Y eso lo consideramos una bendición más que nos envía el Señor. A la mente nos vienen tantos hijos de nuestra Iglesia que soñaron, tal vez, con esto, pero su vida no les alcanzó. ¡Tantos obispos, sacerdotes, religiosas y laicos que trabajaron “desde la primera hora” (Mt. 20, 1), muchísimas veces sembrando “entre lágrimas” (Salmo 126, 5). A ellos los admiramos por haber sido verdaderos titanes de la fe. Ahora somos nosotros los privilegiados a quienes se nos invita a “cosechar entre cantos de júbilo y de fiesta” (Salmo 126, 6).
Todos recordamos cómo al Papa Juan Pablo II, hoy santo, lo recibimos como “Mensajero de la Verdad y la Esperanza” y no olvidamos nunca sus palabras ni el gesto de coronar la venerada imagen de la Virgen de la Caridad. El Papa Benedicto XVI, por su parte, fue entre nosotros el “Peregrino de la Caridad”. Él quiso unirse a nuestras celebraciones por los 400 años del hallazgo y la presencia de la Virgen en nuestro pueblo y fue al Santuario del Cobre para, como un cubano-peregrino más, arrodillarse ante la bendita imagen de Nuestra Señora, encenderle una vela y regalarle una flor. Ahora nos preparamos a recibir al Papa Francisco como el “Misionero de la Misericordia”.
Queridos hijos e hijas: el Papa Francisco no se cansa de hablar de la misericordia: 13 veces la mencionó en sus palabras del primer domingo después de su elección. Y recién acaba de convocarnos a celebrar un Año Jubilar Extraordinario de la Misericordia que comenzará el 8 de diciembre de este año y concluirá el 20 de noviembre del 2016.
La misericordia, queridos todos, no es otra cosa sino “lanzarle nuestro corazón” a los demás, no una piedra, o un insulto o un golpe. La misericordia es también “ponerle corazón a la miseria”. ¡Y hay tanta miseria a nuestro alrededor! A veces parece que vivimos en un mundo sin corazón. Por todas partes encontramos miserias morales, espirituales, sociales, intelectuales, síquicas, materiales… y encontramos también gente que se insensibiliza ante el dolor humano. Muchos se quejan de la dureza con que los tratan los demás. Aumenta entre nosotros un lenguaje sin misericordia. La violencia está a flor de piel. Hay agresividad en las familias, centros de trabajo, comunidades, etc. Y el Papa Francisco, Misionero de la Misericordia, quiere invitarnos a que no nos cansemos de practicar la misericordia.
Recientemente, en su Carta Pastoral sobre el Año de la Misericordia, el Papa ha recalcado que Jesucristo, “rostro de la misericordia del Padre”, nos reveló la misericordia de Dios. Y explica que nuestro Dios, a lo largo de toda la Biblia, se nos muestra cercano, paciente y “rico en misericordia” (Ef. 2, 4) y que “no nos trata como merecen nuestros pecados” (Salmo 103, 10) porque “su misericordia es eterna” (Dan 3, 89). Que Jesucristo nos dio, con sus gestos y palabras, muchos ejemplos de misericordia: en el capítulo 15 del evangelio de San Lucas, Jesús nos propuso tres parábolas o comparaciones maravillosas: la del buen pastor que buscó, hasta encontrarla, a la oveja perdida, la de la ama de casa que hace fiesta porque encontró la moneda que se le había extraviado, y la del Padre misericordioso que invita a una fiesta por haber recuperado a su hijo que se había perdido por andar por malos caminos. Jesucristo llamó a todos a perdonar “setenta veces siete”, o sea, siempre (Mt. 18, 22). Dio de comer a hambrientos (Mt. 9, 36) y curó leprosos (Lc. 17, 11-19), paralíticos (Mt. 9, 1-8), ciegos (Jn 9, 1-41), sordomudos (Mc. 7, 31-37), etc. Se conmovió ante el llanto de una viuda que llevaba a enterrar a su hijo único (Lc. 7, 11-15). Invitó a Mateo, un hombre del que todos hablaban mal, a formar parte del grupo de los doce apóstoles (Mt. 9, 9-13). Perdonó a los pecadores (Jn. 8, 1-11) y él mismo ofreció el perdón y rezó por aquellos que lo llevaron a la muerte de cruz (Lc. 23, 34). Fue en el sermón del Monte (Mt. 5, 7) donde él proclamó: “Dichosos los misericordiosos porque alcanzarán misericordia”.
Todos en este mundo, cubanos incluidos, necesitamos la misericordia. Para nosotros y para los otros. Hay gente que no se perdona haber cometido un error o no perdona a quien lo ofendió. Y debemos recordar que, en forma no opcional sino imperativa, Jesucristo nos exigió: “Sean misericordiosos como el Padre del cielo es misericordioso” (Lc. 6, 36). Y San Pablo nos advierte que “a los que no tienen misericordia les espera un juicio sin misericordia” (Ef. 4, 32).
¡Qué bueno sería, en estos días previos a la visita del Papa, que le pidiéramos al Señor tener “entrañas de misericordia” (Col. 3, 12). Y que repitiéramos muchas veces al día aquella sencilla oración que muchos aprendimos de niños: “Sagrado Corazón de Jesús, haz mi corazón semejante al tuyo”. Oportuno sería también el proponernos todos, nosotros incluidos, repetir gestos de misericordia en nuestro obrar cotidiano, como visitar enfermos, compartir lo que tenemos, perdonar y pedir perdón, consolar al triste, amar más y mejor a los demás, etc. ¡Ojalá que en estos días y siempre nuestros hogares sean lugares de paz y acogida para todos los que lleguen buscando misericordia!
A tal efecto, los Obispos de Cuba deseamos que, como preparación inmediata a la visita del Papa Francisco, los primeros viernes de los meses de julio, agosto y septiembre, en cada comunidad y en cada corazón que se nos quiera unir, se realicen gestos de misericordia para quienes los necesiten así como tiempos especiales de oración y de ayuno. Del mismo modo los invitamos a programar en sus comunidades una vigilia de oración para la noche del jueves 17 al viernes 18 de septiembre. Recordamos que las Diócesis, parroquias y comunidades pueden, como en otras ocasiones similares, tener sus iniciativas propias a fin de alcanzar el fin propuesto que es, pedir la ayuda de Dios para que disponga los corazones de los cubanos a que escuchen y acojan el mensaje de esperanza y misericordia que nos traerá el Papa Francisco.
A la Virgen de la Caridad, Madre de Cuba, y a quien también invocamos como “Reina y Madre de misericordia”, le suplicamos su cuidado maternal sobre ésta tan deseada visita. Coincidirá que el Papa Francisco visitará su Santuario del Cobre en la misma semana en la que se cumplirán cien años de que los mambises de las guerras por la independencia de nuestra Patria escribieran al Papa pidiéndole que la declarara patrona de Cuba. Ella, que ha acompañado a nuestro pueblo en las buenas y en las malas, consiga del cielo una gran bendición para Cuba y sus hijos, estén donde estén, piensen como piensen y crean como crean.
Los obispos de Cuba rezamos para que las enseñanzas que el Papa Francisco nos deje nos muevan a todos a crecer en la fe y la esperanza, y podamos aprender a tener un corazón lleno de misericordia para con todos. Que nuestro buen Dios nos quite, como leemos en el profeta Ezequiel (11, 19-20) nuestros “corazones de piedra” y nuestros “viejos espíritus” y nos dé corazones de carne y espíritus nuevos para que vivamos según sus enseñanzas.
Y también rezamos para que las bendiciones de Dios lleguen igualmente a los que no podrán participar en las misas que el Papa Francisco celebre en Cuba por estar lejos de la patria, o por motivos laborales o de salud, de transporte, o por estar presos.
A todos ellos, y a todo nuestro pueblo, les aseguramos nuestra cercanía y oración.
"Cuando vino el papa Benedicto hubo un indulto de presos comunes, porque ya en Cuba no quedan presos políticos"... "Puede haber un gesto de ese estilo, eso se hace siempre con mucha discreción" (Leer reseña de la entrevista en Diario de Cuba)