“...y cuando paso por lo oscuro del cobertizo mis pasos me suenan a pasos de hombre.” (Yerma, acto II, cuadro II).
El pasado mes de abril, la compañía teatral Havanafama, bajo la dirección de Juan Roca, subió a las tablas de Artefactus Teatro la obra “Marchita”, una versión, bajo la firma de Erom Jimmy, de la conocida obra de Federico García Lorca, “Yerma”. Con esta propuesta suman cuatro los títulos del autor granadino -”El Público”, “La casa de Bernarda Alba” y “Amor de Don Perlimplín con Belisa en su jardín”- que dicha agrupación incorpora a su repertorio.
Federico García Lorca (1898-1936), es sin duda alguna una de las figuras más destacadas de la literatura española del siglo XX, integrando un grupo muy variado e importante de escritores dentro de la llamada Generación del 27. Su obra incluye prosa, poesía y teatro, siendo esta última por la que ha sido más conocido y aclamado mundialmente. Desde su primera obra teatral “El maleficio de la mariposa”, escrita en 1920, hasta su última e inacabada pieza “Comedia sin título”, de 1936, su dramaturgia cargada de simbología, transcurre a través de un marcado ambiente poético, el cual no obstante se mueve entre sugerentes espacios míticos y un posible realismo trascendental, donde el autor indaga sobre puntuales problemas existenciales que con su atenta mirada extrae de su propio entorno.
Dentro de la obra dramática lorquiana, los estudiosos han centrado su mirada en tres de ellas – Bodas de sangre, La casa de Bernarda Alba y Yerma- para agruparlas en lo que han llamado ‘trilogía de la tierra’, ya que las mismas comparten el ambiente rural andaluz, sumergiéndose en temas tales como la represión, la pasión, la frustración y la muerte, teniendo a la mujer como protagonista indiscutible.
“Yerma”, denominada como ‘poema dramático’ por su autor, obra que nos convoca, fue estrenada el 29 de diciembre de 1934, en el escenario del Teatro Español de Madrid, corriendo a cargo de la agrupación teatral La Barraca creada por el propio Federio G. Lorca y teniendo como protagonista a Margarita Xirgu, la más célebre actriz de la época -con la cual ya había trabajado en “Mariana Pineda” y quien sería la encargada de dirigir y actuar en el estreno mundial, en la ciudad de Buenos Aires, de “La casa de Bernarda Alba”- acompañada de Enrique Diosdado, Ricardo Merino, Pilar Muñoz, Carmen Collado, Pedro López Lagar y Eloísa Vigo, estando todos bajo la dirección de Cipriano Rivas Cherif.
Precisamente sobre la última de estas tres obras, es que Erom Jimmy se inspira, para en el año 2007 llevar a cabo una versión de la misma que bajo el nombre de “Me dicen Yerma” -título bien pensado para dicho trabajo- realizara con estudiantes del aula de teatro del Departamento de Filosofía y Letras de la Universidad de Granada, de donde era profesor en esos momentos, trabajo que le llevara todo un año para profundizar en el conocimiento de la obra de Lorca,
Interesado siempre en introducir en las obras de los autores a llevar a escena, nuevos conceptos, ideas y discursos con los que aumentar la trascendencia de dichos textos dramáticos, este director se sumerge en la tragedia de la mujer ante su supuesta imposibilidad de engendrar hijos buscando otras posibles explicaciones, mediante las cuales llegar a nuevos conflictos, los que por su significado otorgarán a la obra un violento giro dramático. Es por ello que en esta inmersión dramatúrgica dentro del original texto lorquiano, Erom acuda a la introducción de un conflicto que revolucionará la esencia original del texto, plantando la teoría de una posible falta de interés carnal por parte de la pareja motor de la historia, debido a una supuesta homosexualidad de ambos.
Así, en esta versión se plantea cierta atracción homoerótica entre la pareja formada por Juan-Víctor, esposo de Yerma el primero, amigo y posible verdadero amor de la mujer el segundo, por un lado, mientras que por el otro se nos ofrece un posible descubrimiento de su condición lésbica por parte de Yerma ante los requerimiento de su amiga María. Como podremos observar, con este nuevo conflicto se dinamitará el original sentido de la tragedia concebida por García Lorca, llevando la obra hacia nuevos derroteros, que al mismo tiempo crean una obvia contradicción, desde nuestro modo de ver, que al parecer no fuera advertida al llevar a cabo la revisión del argumento, consistente ella en lo poco lógico que resulta el que una mujer que no siente atracción por los hombres sufra ante la no concepción de hijos, en una relación que se encuentra marcada por las apariencias sociales y que carece de contacto y deseo físico por parte de ambos miembros de la supuesta pareja.
Contradicciones como la señalada es posible encontrarlas cuando nos permitimos trabajar sobre la obra establecida de un dramaturgo, cambiando, introduciendo o superponiendo tramas, acciones y conflictos que no aparecen en la idea del texto original, lo que nos puede llevar a caer en errores conceptuales en el discurso recién incluido. Los peligros en realizar estas ‘versiones’, puede hacer naufragar más o menos el propósito de su realización, quedando siempre pendiente en el aire la pregunta con respecto a la validez artística de las mismas.
No obstante, la aceptación o no de este tipo de trabajo dramático que podamos hacer, debemos reconocer que su hacedor contó con la valentía de llevarlo a cabo, teniendo en cuenta que con el mismo, estaría enfrentándose a la opinión de un público para el cual Federico G. Lorca no es sólo su más importante figura literaria y dramática, sino que también es considerado una de sus más desgarradoras víctimas de la Guerra Civil Española, por lo que dicha audacia estuvo signada por el coraje creador de este teatrista. No obstante su trabajo escénico -el cual como dijimos al principio fuera realizado con actores no profesionales sino estudiantes universitarios- recibió una calurosa acogida tanto por parte del público, catedráticos, críticos y especialistas.
Para este trabajo revisado de “Yerma”, Erom Jimmy acude además a otros textos del autor granadino tales como el “Romancero Gitano” y “Bodas de Sangre” -su más poético texto dramático- sino también “Así que pasen cinco años”, una de sus menos conocidas obras teatrales que muy raramente es llevada a escena, extrayendo de todos ellos elementos que enriquecieran no sólo el discurso narrativo de la audaz nueva propuesta escénica, sino reforzando el ambiente granadino tan importante en la obra de Lorca, mediante las diversas y hermosas imágenes poéticas que abundan dentro de la obra de dicho autor.
Con respecto al interés por parte de Juan Roca en subir a escena esta versión teatral de “Yerma”, el mismo surge a partir de la lectura dramatizada llevada a cabo por un grupo de actores, dirigida por el propio Erom Jimmy, que fuera realizada hace algún tiempo atrás durante una de las ediciones del Festival Latinoamericano del Monólogo, evento teatral del que el propio Roca es director.
Este a su vez efectúa nuevos ajustes en el texto, por lo que podríamos decir que estamos en presencia de ‘una versión de otra versión’ de la original obra lorquiana. Ello se aprecia por ejemplo -el más notable de los cambios introducidos- en el momento de la muerte de Juan, donde Erom pone ésta en manos de Víctor, debido al despecho provocado ante la negativa de aquel otro a escapar juntos para así poder vivir su relación amorosa, mientras que Roca regresa su muerte a Yerma -como en el original- haciendo que la mujer estrangule con sus propias manos a su marido, en una absurda e inconsistente pelea cuerpo a cuerpo, borrando con ello la utilización que Erom hace de este trágico evento como evocación de la pelea a muerte en duelo de puñales, entre el Novio y Leonardo en la obra “Bodas de sangre”, logrando que interactúen ambos textos dramáticos.
De igual manera, otro aspecto que desconcierta en este montaje, es la ausencia casi total de alusión a la cultura española y a la simbología presente en la obra lorquiana y que la propia versión de donde parte marca con vitalidad en todo momento, aspecto que se ve reforzado por la utilización de una banda musical insípida, sin carácter, que no aporta en lo absoluto a la creación de una atmósfera adecuada. La incorporación de un incoherente número danzario a cargo de los actores -con que abre la obra- el cual no define su origen ni por la música utilizada ni por el movimiento de sus pasos, aunque la dirección del espectáculo se esfuerce en definirla como perteneciente al folclor afrocubano, crea un extrañamiento difícil de asimilar. Una incomprensible concepción del vestuario, en algunos casos inapropiado -sayas para los personajes masculinos- fuera de talla en el caso de la protagonista y con materiales ostensiblemente burdos, unido a un inexplicable concepto de maquillaje, donde los personajes parecen pertenecer a tribus aborígenes amazónicas o de selvas africanas, unido a ciertas caracterizaciones, como en el caso de Juan, quien evocaba más a un pirata de filmes de Disney que a un trabajador de los campos granadinos, hacen que el ambiente lorquiano brille por su ausencia del escenario. Si todo lo anterior además queda enmarcado dentro de un pobre y chapucero concepto escenográfico, carente de belleza y originalidad, desbordado de continuas e innecesarias y excesivas humaredas, el resultado visual de la puesta deja mucho que desear.
Con respecto al desempeño de los intérpretes, en general no muestra un concreto y serio trabajo de dirección con los mismos, la sobreactuación entre unos, la no actuación en otros, así como la diferencia de conceptos al pretender asumir un estilo de interpretación por parte de cada uno de los integrantes del elenco, deja al descubierto evidentes fallas en dicho rubro. Dando una mirada sobre el desempeño individual de cada uno de los actores, nos vemos precisados a señalar, en el caso de Diana Restrepo y Adelaida Rivero -en sus variados personajes- que ambas dejaron en evidencia su absoluto desconocimiento de lo que significa actuar, sus presencias en el escenario son la muestra que a ese templo sagrado no todos están en capacidad de subir. El caso con Verónica Cancio De Grandy, en el rol de María, deja ver igualmente, que cuando no se posee la necesaria preparación teatral, es imposible salir a escena a improvisar sin tener en cuenta al menos la concepción y estilo que el director trazó en su puesta. Por otra parte, sus ocasionales pronunciaciones “castizas” nada tenían que ver con su propia forma de hablar a través de casi todos sus parlamentos.
En el caso de Rafael Farello, como Víctor y Rei Prado en Juan, ambos derrocharon imágenes fraudulentas con respecto a sus respectivos personajes. El primero además, frío, inexpresivo y declamado, mientras que el segundo alzando la voz -gritando- en todo momento, para con ese falaz mecanismo procurar una imagen de hombre fuerte, dejando fuera de la concepción del personaje otros rasgos que dieran credibilidad y humanismo al mismo. Por último, la Yerma en manos de Dairín Valdes, dejó a las claras fuertes grietas en la construcción de su trabajo. Excesos expresivos, engarrotamiento corporal constante, no saber qué hacer con las manos, mal manejo en los niveles de intensidad de las emociones y sentimientos, sumado a una desafortunada imagen física producto de un inapropiado vestuario, dejó su desempeño muy por debajo de lo que a esta actriz se le ha visto hacer en otras oportunidades.
Lo observado en esta propuesta versionada de “Yerma”, deja una amarga sensación de tristeza con respecto al teatro de Federico G. Lorca, en nuestra ciudad, el cual no ha podido lograr hasta el momento el brillo y respeto que el mismo merece. Lamentablemente la obra dramática de este autor, la cual ha sido tan traída y llevada por escenarios de todo el mundo, soportando variadas e insospechadas adaptaciones, versiones, intervenciones dramáticas, ha vuelto a no encontrar su ajuste en nuestras tablas, sin duda alguna Yerma se ha marchitado en nuestra ciudad.
Wilfredo A. Ramos.
Miami, mayo 4, 2025.
Fotos: Alfredo de Armas/Arturo Arocha.