Monday, August 13, 2012

(desde el estudio de Viera) 86 años y las artes plásticas

Foto/AP
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por Félix Luis Viera

Este lunes 13 de agosto el Purasangre sangre cumple 86 años de edad y ya se aprestan sus artistas súbditos a celebrar la ignominia. Quién lo iba a decir... 86 años... cuando los que entonces, cuando él tomó el poder, teníamos 13 años de nacidos y hoy pertenecemos a esa otra ignominia que llaman la Tercera Edad.

Dice el Granma que en La Habana harán una exposición con imágenes del hoy cumpleañero cuando era niño. “Los niños, oh, los niños —como diría el maestro Robertón Pérez—... ¿quién puede pensar que ese niño de tan tierna expresión que hoy miras puede ser el canalla del futuro”. Y dice también Robertón: “¿quién puede pensar que ese ancianito de tan inocua mirada hoy, fue el gran asesino del pasado?”.

Dice también el Granma, diario particular del Purasangre, que en la región central de la Isla, para celebrar el onomástico 86 de aquel, se organizarán ferias y exposiciones de libros de la autoría del susodicho. Allá, en aquella región que el Generalísimo Máximo Gómez llamara “las inquietas Villas”.

En la preparación de la exposición en La Habana, que como antes dije refleja la niñez del hijo de Birán, han participado varios de los más destacados artistas de la plástica cubanos residentes en Cuba, todos domiciliados en la capital. Es este dato lo que trae a mi memoria una sentencia de Carlos Marx y unos versos de José Martí.

De Marx:

“Cada cual piensa como vive”.

De José Martí:

“Oh, qué terrible procesión/ de culpables”.

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Félix Luis Viera (Santa Clara, Cuba, 1945). Poeta, cuentista y novelista. Ha publicado los poemarios: Una melodía sin ton ni son bajo la lluvia (Premio David de Poesía de la Uneac*, 1976, Ediciones Unión, Cuba), Prefiero los que cantan (1988, Ediciones Unión, Cuba), Cada día muero 24 horas (1990, Editorial Letras Cubanas), Y me han dolido los cuchillos (1991, Editorial Capiro, Cuba), Poemas de amor y de olvido (1994, Editorial Capiro, Cuba) y La patria es una naranja (Ediciones Iduna, Miami, EE UU, 2010, Ediciones Il Flogio, Italia, 2011); los libros de cuento: Las llamas en el cielo (1983, Ediciones Unión, Cuba), En el nombre del hijo (Premio de la Crítica 1983. Editorial Letras Cubanas. Reedición 1986) y Precio del amor (1990, Editorial Letras Cubanas); las novelas Con tu vestido blanco (Premio Nacional de Novela de la UNEAC 1987 y Premio de la Crítica 1988. Ediciones Unión, Cuba), Serás comunista, pero te quiero (1995, Ediciones Unión, Cuba), Un ciervo herido (Editorial Plaza Mayor, Puerto Rico, 2002, Editorial L´ Ancora del Mediterraneo, Italia, 2005), la noveleta Inglaterra Hernández (Ediciones Universidad Veracruzana, 1997. Reediciones 2003 y 2005) y El corazón del Rey (2010, Editorial Lagares, México). Su libro de cuentos Las llamas en el cielo es considerado un clásico de la literatura de su país. Sus creaciones han sido traducidas a diversos idiomas y forman parte de antologías publicadas en Cuba y en el extranjero. En su país natal recibió varias distinciones por su labor en favor de la cultura. Fue director de la revista Signos, de proyección internacional y dedicada a las tradiciones de la cultura. En México, donde reside desde 1995, ha colaborado en distintos periódicos con artículos de crítica literaria, de contenido cultural en general y de opinión social y política. Asimismo, ha impartido talleres literarios y conferencias, y se ha desempeñado como asesor de variadas publicaciones.

Fragmento de la novela "La sangre del tequila" (por Félix Luis Viera)

Nota del blog:  Segunda entrega de cuatro fragmentos de "La sangre del tequila", novela en proceso de creación, de Félix Luis Viera. La selección de textos corresponden al plano Verónica.

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La madrugada siguiente a esa tarde en que conocí a Verónica pensé quizás par de horas acerca de los pálpitos; rememoré fragmentos de varios libros que hablaban de este tema. Y concluí lo mismo que otras veces: no creo en los pálpitos; estos no son más que autoafirmaciones que no se comprenden bien, pero que quizás tengan cierto asidero en el inconsciente o en alguna otra parte de uno.

Ella vivía en Iztapalapa, una delegación de hacha y machete, la más grande de la ciudad, la más “popular” —casi siempre ocurre que las barriadas muy pobladas son las más “populares” (como dicen los eufemísticos para referirse a las más peligrosas, como es el caso de Iztapalapa)—. Espigada en su talla mediana, morena quemada, el cabello rizo seguramente venido de varias alquimias blanquinegras de tal vez doscientos años atrás. Espigada, decía, y compacta –léase maciza, condensada: aquí he visto que caballalmente toman compacto por pequeño– como tantas de sus paisanas que así se perciben solo de mirarlas; de la misma manera que se percibe en ellas caderas muy marcadas pero que en tantos casos no van a dar nalgas semejantes. Verónica Illescas tenía las caderas como las dichas, y las nalgas, además de zumosas al tacto visual y proporcionadas con relación a las caderas y el talle; el torso un arco modelo: por delante, desde los pechos hasta la pelvis; por detrás, desde la espalda alta hasta el término de las nalgas. Sus senos muy poquito menos que medianos, las areolas y los pezones, esplendentes, brunos. Solo de ser tocados sus pezones, ella emitía un leve aullido. Y ya cuando uno —es decir, yo— se los lamía, no eran leves los aullidos. De la cara lo más erógeno eran su boca grande (la boca propiamente, además de los labios, carnosos, anchos, agrietados simétricamente) y sus ojos negros como tantas de sus compatriotas, solo que algo rasgados y con una mirada de puta que resultaba imposible ignorar; al menos lo resultaba para mí. 

Su voz era hermosa (en esta ciudad, además de los rateros, los policías corruptos, el instinto de traición, la impuntualidad, la desidia, los limosneros y otros males menores como estos, abundan las voces hermosas de mujer –no sucede lo mismo con los hombres –; la escala es tan amplia que llevaría un largo tomo tratar de explicarla), hermosa era su voz, decía; dulce, alta, pastosa casi, y abrasada. 

La mirada de puta a la que me refería es esa del reflejo condicionado; no es algo ex profeso; hay mujeres que nacen así; otras que así se van haciendo en el dame y doy que exige la vida. No es una coquetería destinada, es como aspirar y expirar. Solo que en el caso de Verónica Illescas esa mirada era, creo, arrasadora. Al menos para mí. Y sin duda lo hubiera sido para otros que no llegarían a conocerla.

Se nos hizo de noche sentados en aquella banca de la Alameda Central: el parque público más antiguo de la ciudad de México, con más de cuatro siglos de existencia, compuesto por tradicionales bancas verdes de fierro, que corren a lo largo de los pasillos cementados y relativamente anchos, rodeados de árboles; tramos de arboledas y de césped entre un pasillo y otro; alguna glorieta (quiosco) y, además de los paseantes, sitio de vendedores de cualquier género pesetero, tragafuegos, putas de oficio, predicadores a quienes se les ve a simple vista que mienten, acordeonistas, “cantantes”, organistas, que pasan el cepillo; en fin, ese maremágnum tercermundista. La Alameda Central resulta un rectángulo grande, y triste, aunque el alborozo lo desborde; triste porque también este parque es oscuro como toda la ciudad (los exteriores de las casas casi sin excepción, las calles de asfalto negruzco y tantas arboladas con especies de troncos grisáceos, el aire contaminado, la vestimenta de las personas… Eso que dijo Aquel de “la región más transparente del aire” hoy habría que buscarlo bien arriba, acaso más allá de las nubes). 

Con ese lenguaje de cara y brazos –que incluye los ojos de vez en vez dando un vuelco hacia arriba, leves golpes de cabeza hacia un lado y otro, las manos volanderas– tan explícito, tan apoyador del oral, y esa inflexión al pronunciar que lleva la curva melódica hacia arriba en la mayoría de las palabras, Verónica Illescas —cuyo aliento resultaba fuerte, envolvente, capaz de alcanzar la larga distancia (el rostro de su interlocutor)— me hizo saber algo terrible: era “luchadora social”. Esta frase, por un momento, me transportó, como mediante un apagón del tiempo, de La Alameda Central a un mitin de barricada de mi patria comunista. Su trabajo consistía en ayudar a las personas —pobres, casi tanto como ella— que sostenían algún pugilato legal; reclamar la reposición de un farol callejero o la reconstrucción de una acera derruida tanto en Iztapalapa como en cualquier otra colonia donde sonara el cohete. Recorría los Ministerios Públicos (cuevas habitadas mayoritariamente por ladrones legalizados), las delegaciones políticas, de Policía, siempre en pos de desenredar minicatástrofes, no pocas de ellas sin solución o que podrían tardar par de siglos en tener un final. Una especie de abogada empírica. Una luchadora social. Hasta ahí me zarandeé sin caerme. La caída, el estrépito de muerte me reventó cuando me dijo que estaba afiliada al Partido de la Revolución Democrática (nombre que deja bien claro que hay revoluciones no democráticas); de Izquierda este partido, y ella toda. En las bases, un partido que contaba con buena parte de la gente pobre, sobre todo en la ciudad de México, y, de esa buena parte, una porción considerable de la gente más orillera, desinformada, gritona, agresiva, huérfana de pupitres, guiada por un mesiitas dramático llamado Vladimir Pequeño, quien al fin había sido declarado jefe de Gobierno de la ciudad de México mediante elecciones libres, si bien tantos de los adeptos de este partido con quienes yo había tenido contacto, fueran defensores biliosos de la dictadura cubana. Ya debía levantarme de la banca y decirle adiós para siempre a Verónica Illescas 

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Félix Luis Viera (Santa Clara, Cuba, 1945). Poeta, cuentista y novelista. Ha publicado los poemarios: Una melodía sin ton ni son bajo la lluvia (Premio David de Poesía de la Uneac*, 1976, Ediciones Unión, Cuba), Prefiero los que cantan (1988, Ediciones Unión, Cuba), Cada día muero 24 horas (1990, Editorial Letras Cubanas), Y me han dolido los cuchillos (1991, Editorial Capiro, Cuba), Poemas de amor y de olvido (1994, Editorial Capiro, Cuba) y La patria es una naranja (Ediciones Iduna, Miami, EE UU, 2010, Ediciones Il Flogio, Italia, 2011); los libros de cuento: Las llamas en el cielo (1983, Ediciones Unión, Cuba), En el nombre del hijo (Premio de la Crítica 1983. Editorial Letras Cubanas. Reedición 1986) y Precio del amor (1990, Editorial Letras Cubanas); las novelas Con tu vestido blanco (Premio Nacional de Novela de la UNEAC 1987 y Premio de la Crítica 1988. Ediciones Unión, Cuba), Serás comunista, pero te quiero (1995, Ediciones Unión, Cuba), Un ciervo herido (Editorial Plaza Mayor, Puerto Rico, 2002, Editorial L´ Ancora del Mediterraneo, Italia, 2005), la noveleta Inglaterra Hernández (Ediciones Universidad Veracruzana, 1997. Reediciones 2003 y 2005) y El corazón del Rey (2010, Editorial Lagares, México). Su libro de cuentos Las llamas en el cielo es considerado un clásico de la literatura de su país. Sus creaciones han sido traducidas a diversos idiomas y forman parte de antologías publicadas en Cuba y en el extranjero. En su país natal recibió varias distinciones por su labor en favor de la cultura. Fue director de la revista Signos, de proyección internacional y dedicada a las tradiciones de la cultura. En México, donde reside desde 1995, ha colaborado en distintos periódicos con artículos de crítica literaria, de contenido cultural en general y de opinión social y política. Asimismo, ha impartido talleres literarios y conferencias, y se ha desempeñado como asesor de variadas publicaciones.

Saturday, August 11, 2012

Oikos

 
 
Sección Oikos, con fotos de Juan Carlos Agüero. Dedicada a mostrar la
wildlife del Sur de la Florida, es el espacio green (cada semana) del blog
Gaspar, El Lugareño. Las fotos de Juan Carlos en el website Anhinga Wildlife

Wednesday, August 8, 2012

(desde el estudio de Viera) Raymundo Marcial


por Félix Luis Viera

Todavía no creo en el dictamen que dieron los médicos cubanos sobre la muerte de mi amigo Raymundo Marcial, un campesino que, en 1985, a los 18 años de edad, se fue a estudiar una carrera militar a la extinta Unión Soviética. Tenía dos hermanos y él, Raymundo, era, decían la madre y el padre, la esperanza para mejorar la vida de la familia llegado el momento. Vivían en un lugar lejano llamado La Herradura, pegado a las faldas de la Sierra del Escambray; un lugar, para mí, triste, sombrío; un grupo de viviendas mustias, de madera, como clavado en una elevacioncita que parecía coronar aquel paisaje en lo alto.

Raymundo regresó de aquella Unión Soviética en 1990, ya graduado de ingeniero en técnica militar. Lo destinaron a una unidad del ejército donde estuvo hasta su muerte en 1998, a los 31 años de edad. Yo ya estaba en México y entonces recibí una carta muy triste de Luis, quien había sido un gran amigo de Raymundo, en la cual me daba la mala noticia. La carta, triste, digo, relataba el dolor por la muerte del amigo y lo inexplicable de esa partida a destiempo. 

La última vez que vi a Raymundo Marcial fue en 1994. Fue a verme para avisarme que allá, en la unidad militar en que él trabajaba, sobraban naranjas; las habían comprado en exceso y el jefe de la unidad había estado de acuerdo con que Marcial le regalara unas cuantas a un amigo. Allá fuimos, traje medio saco de naranjas que fue muy bien recibido por mi familia, inserta en la miseria ambiente que, como nunca antes, asolaba a la Isla en aquella década. En aquel viaje con mi amigo pude advertir que mantenía esa sonrisa noble, pura diríamos, ingenua además.

En 1986 ocurrió el accidente nuclear de Chernóbil —en la entonces república soviética de Bielorrusia—, considerado el mayor de la historia: el material radiactivo liberado fue unas 500 veces superior al que liberó la bomba atómica que Estados Unidos arrojó sobre Hiroshima en 1945. La radiactividad emanada llegó a diversos países europeos. La escuela para cubanos donde estudiaba Raymundo Marcial se hallaba en Minsk, capital de Bielorrusia.

Los que entonces vivíamos en Cuba no nos enteramos de los datos que aparecen en el párrafo anterior; es decir, como suele suceder en estos casos, el régimen de allá no los publicó. Pero tampoco recibieron estos datos los muchachos cubanos que estudiaban en la escuela militar de Bielorrusia donde también lo hacía Raymundo. Es decir, nunca supieron el verdadero alcance de la tragedia nuclear.

En diciembre del año 2000 fui a La Herradura —ya lo dije, un sitio lejos de dondequiera que se esté—. Antes, pasé por el cementerio de Manicaragua, donde me habían dicho que se hallaban los restos de Raymundo. Estaban allí, en un nicho pintado con cal blanca, como todo el muro.

La hija de mi amigo, con la cual, se entiende, el convivió poco tiempo, cumplía años ese día de diciembre de 2000. Allí, además de la niña, estaban los dos hermanos y la madre de él; el padre ya había muerto. Las niñas y los niños, y las menos niñas y menos niños que fueron a la celebración —creo que la celebración más pobre que he visto en mi vida—, rebosaban esa flacidez, ese tono mate en la piel que indican el exceso de carbohidratos consumido. Entre las casitas de madera el fango se hacía dueño. Las ropas y las ropitas de las invitadas e invitados dejaban en claro ese esfuerzo descomunal de los pobres por mostrar lo que no se tiene. Todo, la carretera abajo, el camino circundante, las montañas a lo lejos, los terraplenes desolados, seguían, como antes, igual, igual.

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Félix Luis Viera (Santa Clara, Cuba, 1945). Poeta, cuentista y novelista. Ha publicado los poemarios: Una melodía sin ton ni son bajo la lluvia (Premio David de Poesía de la Uneac*, 1976, Ediciones Unión, Cuba), Prefiero los que cantan (1988, Ediciones Unión, Cuba), Cada día muero 24 horas (1990, Editorial Letras Cubanas), Y me han dolido los cuchillos (1991, Editorial Capiro, Cuba), Poemas de amor y de olvido (1994, Editorial Capiro, Cuba) y La patria es una naranja (Ediciones Iduna, Miami, EE UU, 2010, Ediciones Il Flogio, Italia, 2011); los libros de cuento: Las llamas en el cielo (1983, Ediciones Unión, Cuba), En el nombre del hijo (Premio de la Crítica 1983. Editorial Letras Cubanas. Reedición 1986) y Precio del amor (1990, Editorial Letras Cubanas); las novelas Con tu vestido blanco (Premio Nacional de Novela de la UNEAC 1987 y Premio de la Crítica 1988. Ediciones Unión, Cuba), Serás comunista, pero te quiero (1995, Ediciones Unión, Cuba), Un ciervo herido (Editorial Plaza Mayor, Puerto Rico, 2002, Editorial L´ Ancora del Mediterraneo, Italia, 2005), la noveleta Inglaterra Hernández (Ediciones Universidad Veracruzana, 1997. Reediciones 2003 y 2005) y El corazón del Rey (2010, Editorial Lagares, México). Su libro de cuentos Las llamas en el cielo es considerado un clásico de la literatura de su país. Sus creaciones han sido traducidas a diversos idiomas y forman parte de antologías publicadas en Cuba y en el extranjero. En su país natal recibió varias distinciones por su labor en favor de la cultura. Fue director de la revista Signos, de proyección internacional y dedicada a las tradiciones de la cultura. En México, donde reside desde 1995, ha colaborado en distintos periódicos con artículos de crítica literaria, de contenido cultural en general y de opinión social y política. Asimismo, ha impartido talleres literarios y conferencias, y se ha desempeñado como asesor de variadas publicaciones.

Musulmanes cubanos celebran el Ramadan en La Habana

 
 
Fotos/Reuters

Monday, August 6, 2012

(Invitacion) Manny López presenta su poemario "Yo, el arquero aquel" en Nueva York

  Fotos Blog Gaspar, El Lugareño (por Elsa Roberto)
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Manny López presenta este jueves, 9 de agosto, su poemario "Yo, el arquero aquel" (Editorial Velámenes) en la ciudad de Nueva York. El evento tendrá lugar en La Casa Azul Bookstore de 6pm a 8pm.

La Casa Azul Bookstore
143 E. 103rd Street
New York, NY 10029
(between Lexington & 
 Park Ave, steps away from the 6 train - 103rd street stop)
Phone: (212) 426 - 2626


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Verónica (por Félix Luis Viera)

Nota del blog: Comienza una nueva serie de textos de Félix Luis Viera. Cada lunes de este mes de agosto Viera compartirá con los lectores del blog Gaspar, El Lugareño un fragmento de su novela, en proceso de creación, "La sangre del tequila". El texto que inicia la serie corresponde al plano Verónica.

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Verónica


por Félix Luis Viera


En la Plaza de Iztapalapa se estaba realizando un Campeonato de Poetas. Sí, un Campeonato. La globalización, la idiotez humana, la quiebra definitiva de la poesía, o estos tres factores asociados, han llevado a los aspirantes a poetas —y en ocasiones a poetas reales—a encender el fanal al revés: en lugar de hacer que las “masas” se arrimen a la Poesía, arriman esta a las masas; la pisotean (a la Poesía), la llenan de orine de borrachos, de cagarrutas de ratas, de cerriles vaginas trashumantes, de cagadas de niños, de reclamos subhumanos. En bares, discotecas, jardines, parques públicos, unos poetas autotitulados llegan y dicen, o peor, declaman, actúan, textos rebosados de germanía, de caló, de palabras malsonantes —se supone que para buscar empatía con un público vasto, y basto— en los que no faltan aquellos “versos” que vayan, descarnados, por el camino del quehacer sexual (no es noticia que así sea en una ciudad donde el factor sexual está presente en la conversación entre varios, de uno a uno, de dos a dos, en la televisión, la radio, los periódicos —lo cual, naturalmente, indica una frustración sexual generalizada).

Luego de que han discurseado —el mismo ritornelo— unos políticos de la Delegación, suben los poetas al escenario —espacioso, alto, enclavado allá, en el fondo de la Plaza—para llevar a cabo el Campeonato. Serán las doce del día. Sábado. Verónica se quedó conmigo anoche y aun cuando estaba remachada en la cópula me exhortó a que la acompañara hoy al Campeonato, o más bien me exhortó a que viniera yo y ella me acompañaría. Hicimos dos horas de camino desde donde vivo (no digo mi casa, aquí no siento que tenga yo nada mi). Verónica no tiene idea de que la Poesía y el Poema existen. Pero aquí estoy, con ella, sentado en una banca de metal, grisácea, debajo de un leve árbol de ornamento. Cuando estaban sermoneando los políticos, miré el perfil de Verónica, donde resalta la boca que, cuando ella habla, tal parece que, con mesura, se desvanece y entonces, sobre todo, llega ese olor y ese sabor de las yerbas del anís maduradas. Miré a la explanada de cemento, enfrente —que reverbera casi con el sol de este mediodía de julio—y allí vi a Verónica con dieciocho, veinte, veinticinco años, culiparada, volátil, su piel acanelada aun más fulgurante que ahora mismo, como dejando, Verónica, que el aire la mueva, chicoteando los ojos a todo macho que se cruza en su camino y hasta sonriéndole, mostrando sus dientes marca Maya a cualquier varón que la mire con ardor explícito desde una banca; va atravesando con su paso de vertiginio la Plaza, lanzando el culo a diestro y siniestro como quien mueve la bandera del gane en un territorio previamente arrasado; entonces ella apenas estaba ascendiendo en su ranking de culipronta, aún no le había pasado por encima, completa, la División del Norte; en ese trozo de boscaje que se ve allá, a la derecha, ¿cuántos iztapalapenses y fuereños sintieron el trabonazo descomunal de la vagina de Verónica?

—Siempre has sido una puta, Verónica.

—¿Mandé?

—Nada, nada...

—¿De nueva cuenta hablando solo? ¿Qué dijiste?

—Nada... tonterías...

Cuando terminan los políticos —que son de Izquierda, de modo que se han expresado mal de todo el mundo, excepto de ellos mismos, y andan vestidos con la indumentaria del “pueblo”— nos vamos acercando al escenario, donde ya se preparan los poetas para el Campeonato. En el trayecto, varias personas saludan a Verónica; dos de ellas hombres, los que más bien le han dedicado una reverencia; pero una reverencia sesgada (¿o son ideas mías?)

Todos los poetas se mostraron como predicadores; ninguno leyó sus poemas con la calma de los sapientes. Una poeta gorda, rubia, de cabellera desproporcionadamente abultada —tal un avispero engordado con hormonas—, tal vez de unos 95 kilogramos de peso, al declamar enfatizó tanto, con alma y cuerpo, que resultó quien más carcajadas sacó de un público que no paraba de reír, chiflar, abuchear, aplaudir a lo largo y tras uno y otro poema (no reían, chiflaban, abucheaban o aplaudían la palabra escuchada, sino la actuación de los bardos y bardas; y acaso sí, cuando la palabra escuchada se apoltronaba en otra procaz o en un doble sentido referente al falo, la vulva, el adulterio). Ya era la hora en que el sol sacaba más lumbre: aun se sudaba levemente. A cada rato pasaba algún muchacho vendedor de algo escurriéndose entre el público, pregonando quedo.

Cuando comenzaba a entonar el poeta, que según había anunciado la presentadora (una mujer que agarraba al micrófono como a una macana , morena, alta, cuya delgadez —estuchada en negro y gris, la caballera artificialmente tiesa, verde, peinada hacia arriba y rematada en varios picos— brillaba allá en lo alto) sería el último del Campeonato, un joven alto, de piel muy blanca, cuya delgadez —estuchada en negro y gris, la cabellera artificialmente tiesa, verde, peinada hacia arriba y rematada en varios picos— brillaba allá en lo alto, Verónica me pidió que nos fuéramos ya. “¿Por qué?... Quiero ver el final...”. Ella, de pie delante de mí, mientras fue trascurriendo el Campeonato se me había incrustado tanto que el calor de sus nalgas me horadaba en el nacimiento de los muslos. “Ya vámonos, güey..., ya me cansé de ver esos monitos”. Movió la cabeza a uno y otro lado, su cabellera anillada me cosquilleó en lo alto del pecho, el cuello. “Espera, Verónica, espera... falta poco”. Entones me pidió que le diera mi mano derecha. La tomó con la derecha suya y llevó la mía, con la palma abierta, hasta su empeine. Ladeó la cara aún más, me echó las palabras por debajo de las tetillas mientras apretaba más su mano sobre la mía sobre su empeine: “¿Ves...? ¿No sientes que tengo aquellito dando flamas?, ¿no lo sientes?”.

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Félix Luis Viera (Santa Clara, Cuba, 1945). Poeta, cuentista y novelista. Ha publicado los poemarios: Una melodía sin ton ni son bajo la lluvia (Premio David de Poesía de la Uneac*, 1976, Ediciones Unión, Cuba), Prefiero los que cantan (1988, Ediciones Unión, Cuba), Cada día muero 24 horas (1990, Editorial Letras Cubanas), Y me han dolido los cuchillos (1991, Editorial Capiro, Cuba), Poemas de amor y de olvido (1994, Editorial Capiro, Cuba) y La patria es una naranja (Ediciones Iduna, Miami, EE UU, 2010, Ediciones Il Flogio, Italia, 2011); los libros de cuento: Las llamas en el cielo (1983, Ediciones Unión, Cuba), En el nombre del hijo (Premio de la Crítica 1983. Editorial Letras Cubanas. Reedición 1986) y Precio del amor (1990, Editorial Letras Cubanas); las novelas Con tu vestido blanco (Premio Nacional de Novela de la UNEAC 1987 y Premio de la Crítica 1988. Ediciones Unión, Cuba), Serás comunista, pero te quiero (1995, Ediciones Unión, Cuba), Un ciervo herido (Editorial Plaza Mayor, Puerto Rico, 2002, Editorial L´ Ancora del Mediterraneo, Italia, 2005), la noveleta Inglaterra Hernández (Ediciones Universidad Veracruzana, 1997. Reediciones 2003 y 2005) y El corazón del Rey (2010, Editorial Lagares, México). Su libro de cuentos Las llamas en el cielo es considerado un clásico de la literatura de su país. Sus creaciones han sido traducidas a diversos idiomas y forman parte de antologías publicadas en Cuba y en el extranjero. En su país natal recibió varias distinciones por su labor en favor de la cultura. Fue director de la revista Signos, de proyección internacional y dedicada a las tradiciones de la cultura. En México, donde reside desde 1995, ha colaborado en distintos periódicos con artículos de crítica literaria, de contenido cultural en general y de opinión social y política. Asimismo, ha impartido talleres literarios y conferencias, y se ha desempeñado como asesor de variadas publicaciones.

Sunday, August 5, 2012

"National Geographic Society" por primera vez otorga premio a arqueólogo cubano

(Juventud Rebelde) La búsqueda de un misterioso barco enterrado en arenas cubanas, que pudo arribar a nuestras costas 500 años antes que Colón descubriese América, fue una de las investigaciones que más punteó para que la National Geographic Society —por primera vez en la historia— distinguiese a un cubano con el premio Emerging Explorer.

Se trata del joven arqueólogo Daniel Torres Etayo, un febril cazador de esos enigmas que, como manto invisible, nos envuelven en la desmemoria, hasta que la sutileza de una mirada curiosa como la de él los ponga al descubierto. (sigue)

(9 de octubre de 1905) Prohiben en Camagüey camisas de mangas cortas

(Blog Panorama) El 9 de octubre de 1905 el Teniente Alcalde primero de la ciudad de Camagüey, Don Antonio de Moya, notificó al cabildo camagüeyano, de un oficio firmado por el señor Gobernador provincial a fin de que se aprobara una ley en que se prohibiera el tránsito por las calles de la ciudad a individuos en camisas de mangas cortas.

Este caso que parece inverosímil,fue en realidad una cosa muy seria, sujeta incluso a regulaciones y su violadores podían ir a dar ante los Tribunales.

En realidad, una de las herencias del gobierno colonial fue la prerrogativa del Ayuntamiento que le permitía normar la forma de vestir de los vecinos de la ciudad, por lo que debo decirles que Camagüey fue de lo más rancio y conservador que podamos imaginar en estas cosas del vestir.

Así que con esos antecedentes que ya desde la colonia teníamos, el Ayuntamiento trazó patrones que debían seguirse al pie de la letra o la multa y el calabozo iban por cuenta propia. No se podía circular en camisas de mangas cortas y mucho menos en camisetas, e incluso a personas con camisas de mangas largas, pero sin camiseta.

Pero eso no es nada. Tampoco las damas podían deambular con faldas más arriba del tobillo o con vestidos de mangas cortas. Señalando además el reglamento que se vería como de irrespeto a la autoridad y a las buenas costumbres de la moral que los hombres no usaran sombrero.(sigue)

Saturday, August 4, 2012

Oikos

 
 
 
Sección Oikos, con fotos de Juan Carlos Agüero. Dedicada a mostrar la
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Wednesday, August 1, 2012

Camagüey: "quienes han usado la moringa tienen muy buenas experiencias"

(Adelante) “Sobre todo, en el municipio cabecera, los campesinos siguen sembrando, porque quienes han usado la moringa tienen muy buenas experiencias, pero en Sibanicú se ha logrado el mejor tratamiento a las plantaciones”, informó Noemí López González, especialista en agroecología de la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños en Camagüey. (sigue)

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quizás los leones del Casino Campestre pudieran resolver con  moringa

Homilía del Card. Jaime Ortega en la Misa Funeral de Oswaldo Payá

Homilía del Cardenal Jaime Ortega, Arzobispo de La Habana, en la Misa Funeral de Oswaldo Payá Sardiñas. Iglesia Parroquial de El Salvador. La Habana, 23 de julio de 2012.

Queridos hermanos y hermanas, queridos familiares y amigos:

En este momento, en que la inesperada muerte de nuestro hermano Oswaldo Payá nos sume en un dolor rayano en el desconcierto, hagan un esfuerzo por levantar con fe la mirada a Dios, recordando las palabras de Jesús, que nos dice:

“Vengan a mí todos los que están cansados y agobiados, y yo los aliviaré”. Sí, eleven la mirada al Señor, “contémplenlo –como dice el Salmo – e, incluso en la oscuridad de este momento de lágrimas quedarán radiantes”, pues, como añade el mismo salmista: “Si el afligido invoca al Señor, Él lo escucha y lo salva de sus angustias”.

Ante una realidad tan dolorosa, la Palabra de Dios nos introduce de modo sereno y claro al misterio de la muerte, no sólo cuando el libro de la Sabiduría afirma que Dios nos ha creado para la inmortalidad, sino aún más cuando Pablo nos dice cuál es la verdadera condición de ese hombre inmortal creado por Dios: la muerte no nos lleva a una prolongación indefinida de una vida cuyos contornos no conocemos. La muerte es una plenitud de vida en Cristo, que incluye un cuerpo reconstruido, renovado como el de Jesús resucitado y la novedad de esa vida plena no está medida por el tiempo, no está sujeta a altibajos.

Siempre, sin embargo, es doloroso el tránsito de la muerte, que nos arranca de la única vida de la que tenemos experiencia existencial: con sus alegrías y sus penas, con las cañadas oscuras a través de las cuales pasamos de la mano de Cristo Buen pastor, con el gozo y la paz de alimentarnos a la mesa que Él nos ha preparado enfrente de nuestros enemigos, con la esperanza de ir a los prados eternos para ser apacentados por el Buen Pastor para siempre; sí, ya no quedará en nosotros nada de esto, ni más fe, ni esperanza, sino sólo el amor, porque Dios es amor y nos introduce en su amor sin límites.

Y desde allí seguimos amando a quienes hemos querido, a la familia, a los amigos, a la Patria, a la humanidad, con un amor purificado, porque siendo ese amor todo nuestro, estará penetrado todo del amor de Dios.

Sólo la fe cristiana puede hacernos ver la vida, el mundo, nuestra historia personal, familiar y social de este modo. La fe nos descubre ese algo más que reclama de nosotros sobrepasamientos, sacrificios, olvido de nosotros mismos en nuestra vida mortal.

Pero bien nos dice Jesús en el Evangelio que estemos preparados, porque puede llegar ese tránsito doloroso de la muerte cuando menos lo pensamos. Esto ha sido así para nuestro hermano Oswaldo y quedamos tristemente sorprendidos y consternados, ante todo los suyos, pero también cuantos lo conocíamos y apreciábamos desde hace tantos años.

Conocí a Oswaldo al poco tiempo de llegar a La Habana como Pastor de esta Arquidiócesis, hace casi treinta años. Él era uno de los jóvenes que integraron aquél primer equipo juvenil que se reunía conmigo. En ese equipo estaba también la que después fue su esposa y madre de sus hijos. Me invitaba Oswaldo a que viniera a las tertulias que después de la Misa dominical tenían lugar en los salones parroquiales de esta Iglesia de El Cerro y acudí varias veces a ellas.

Su fe cristiana, desde entonces y después, fue siempre firme y constante.

Oswaldo tenía una clara vocación política y esto, como buen cristiano, no lo alejó de la fe ni de su práctica religiosa. Al contrario, siempre buscaba en su fe cristiana inspiración para su opción política.

Y esto no lo alejaba de la Iglesia, porque la aspiración a participar en la vida política de la nación es un derecho y un deber del laico cristiano. La Iglesia pide a sus laicos que tengan una consideración especial del llamado del Evangelio a participar en la transformación de la humanidad, actuando en la medida de sus posibilidades, en el quehacer político de su país. La Iglesia, por medio del Magisterio de los Sumos Pontífices, lo ha repetido en muchas ocasiones. Recordemos las palabras del Papa Benedicto XVI en su discurso de despedida aquí en La Habana:

“Que nadie se vea impedido de sumarse a esta apasionante tarea por la limitación de sus libertades fundamentales, ni eximido de ella por desidia o carencia de recursos materiales… descubran el genuino sentido de los afanes y anhelos que anidan en el corazón humano y alcancen la fuerza necesaria para construir una sociedad solidaria, en la que nadie se sienta excluido. Cristo, resucitado de entre los muertos, brilla en el mundo, y lo hace de la forma más clara, precisamente allí donde según el juicio humano todo parece sombrío y sin esperanza. Él ha vencido a la muerte – Él vive – y la fe en Él penetra como una pequeña luz todo lo que es oscuridad y amenaza”.

Ahora bien, la llamada a una sana acción política y la solicitud de espacios para su realización presentada por la Iglesia a los gobiernos, está hecha a favor de los laicos. La jerarquía, Obispos y clero en general, no deben hacer opción política partidista en ningún caso.

Hace algunos años, en su vista a La Habana como Presidente del Pontificio Consejo Justicia y Paz, el Cardenal Etchegaray sostuvo una conversación con Oswaldo en la cual yo estaba presente. Allí repitió el Cardenal algunas palabras semejantes a las que acabo de expresar, sobre la Iglesia, el papel de sus pastores con respecto a la política y su diferencia con el papel de los laicos.

Oswaldo dijo entonces con humildad y profundo sentimiento cristiano: “Yo sé que es así, aunque me costó trabajo reconocerlo al principio”.

Queridos hermanos y hermanas, yo también sé que siempre fue así, que Oswaldo vivió el papel desgarrador de ser un laico cristiano con una opción política en total fidelidad a sus ideas, sin dejar por esto de ser fiel a la Iglesia hasta el día final de su vida. Fue amable y atento con su obispo, a quien siempre decía respetar y era cierto que lo hacía. Su fe y su amor a la Iglesia fueron constantes.

A la luz de esa fe que él profesaba lo despedimos hoy y, sabiendo que la muerte no tiene la última palabra, lo ponemos en las manos misericordiosas de Dios Padre.

Que esa misma fe sea consuelo y esperanza para los suyos y para cuantos lo querían.

Así sea.

Texto y foto/Palabra Nueva

(desde el estudio de Viera) Llegaron los comunistas

Foto/Blog Desde Cuba
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por Félix Luis Viera


Allá en El Condado, el barrio de mi infancia, en Santa Clara, arribaron, hace ya unos 55 años, unas personas mal vestidas con ropas de muchos colorines, pañuelos en la cabeza, arrastrando bártulos de diferentes tipos, prodigando una tremenda algazara. Se situaron al fondo del barrio, en un descampado; armaron carpas como si fueran a vivir ahí el resto de sus vidas. Dijeron los condadenses que los vieron de cerca que todos tenían los ojos claros. Yo, que los vi desde lejos, agrego que todos eran blancos y medio rubios.

“Son ´húngaros´”, me respondió mi mamá, quien, por más que le insistí, no supo darme más detalles del origen de aquellas personas. 

Fui a ver al Chino, el hombre más sapiente del barrio hasta donde yo sé. Él visitaba diariamente el centro espiritista de Sixta, frente a mi casa. Era delgado, mulato achinado de pasas duras, usaba lentes y entrecerraba los ojos cuando razonaba una respuesta. Siempre estaba vestido y calzado de blanco. Nos ayudaba a los chamacos para las tareas de la escuela y, en general, nos daba buenas charlas instructivas.

Me explicó el Chino por qué les decían “húngaros” —y “húngaras”– a aquellas personas que habían acampado en el fondo del barrio. Me relató sobre los “gitanos”, su origen, sus desplazamientos por tantas y diversas latitudes.

Eso repliqué al grupo de chamacos –seis o siete— que diariamente, al atardecer, nos reuníamos junto al poste de la cuatroesquinas: “Son húngaros o gitanos, que me lo dijo el Chino”. Digo repliqué porque uno ellos, y los demás lo apoyaron, al llegar yo a las cuatroesquinas me había dicho: “¿Ya te enteraste que llegaron los comunistas y están viviendo allá en la sabana?”.

Discutimos un poco. Pero al fin me callé luego de decirles: “Les voy demostrar que están equivocados”.

Al mediodía del día siguiente, cuando regresé de la escuela, fui a ver al Chino al centro espiritista de Sixta. Estaba en la sala, sentado en un sillón, leyendo una revista Bohemia. Como siempre, vestido de blanco. A él, reitero, le gustaba ayudar a los muchachos, así que enseguida que le pedí permiso para pasar descruzó la pierna, sonrió y me invitó a sentarme frente a él, en otro sillón.

—Pues Chino... ¿que se acuerda que usted me dijo ayer que esas personas que están en la sabana son húngaros o gitanos?

—Sí, hijo, ¿y qué pasa?

—Pues que anoche dicen mis colegas en el poste de la cuatroesquinas que esa gente son comunistas, no gitanos ni húngaros. Qué discusión tuvimos.

—¿Eso dijeron?

—Así mismo.

El Chino pareció reflexionar. Entrecerró los ojos, sacó la mirada por la puerta y la puso en la tierra de la calle. Se volvió hacia mí con aquella sonrisa que parecía costarle trabajo despuntar por entre sus labios gruesos. Y al fin, ampliando la sonrisa:

—Hijo, son la misma cosa.



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Félix Luis Viera (Santa Clara, Cuba, 1945). Poeta, cuentista y novelista. Ha publicado los poemarios: Una melodía sin ton ni son bajo la lluvia (Premio David de Poesía de la Uneac*, 1976, Ediciones Unión, Cuba), Prefiero los que cantan (1988, Ediciones Unión, Cuba), Cada día muero 24 horas (1990, Editorial Letras Cubanas), Y me han dolido los cuchillos (1991, Editorial Capiro, Cuba), Poemas de amor y de olvido (1994, Editorial Capiro, Cuba) y La patria es una naranja (Ediciones Iduna, Miami, EE UU, 2010, Ediciones Il Flogio, Italia, 2011); los libros de cuento: Las llamas en el cielo (1983, Ediciones Unión, Cuba), En el nombre del hijo (Premio de la Crítica 1983. Editorial Letras Cubanas. Reedición 1986) y Precio del amor (1990, Editorial Letras Cubanas); las novelas Con tu vestido blanco (Premio Nacional de Novela de la UNEAC 1987 y Premio de la Crítica 1988. Ediciones Unión, Cuba), Serás comunista, pero te quiero (1995, Ediciones Unión, Cuba), Un ciervo herido (Editorial Plaza Mayor, Puerto Rico, 2002, Editorial L´ Ancora del Mediterraneo, Italia, 2005), la noveleta Inglaterra Hernández (Ediciones Universidad Veracruzana, 1997. Reediciones 2003 y 2005) y El corazón del Rey (2010, Editorial Lagares, México). Su libro de cuentos Las llamas en el cielo es considerado un clásico de la literatura de su país. Sus creaciones han sido traducidas a diversos idiomas y forman parte de antologías publicadas en Cuba y en el extranjero. En su país natal recibió varias distinciones por su labor en favor de la cultura. Fue director de la revista Signos, de proyección internacional y dedicada a las tradiciones de la cultura. En México, donde reside desde 1995, ha colaborado en distintos periódicos con artículos de crítica literaria, de contenido cultural en general y de opinión social y política. Asimismo, ha impartido talleres literarios y conferencias, y se ha desempeñado como asesor de variadas publicaciones.

Tuesday, July 31, 2012

Viuda de Oswaldo Payá revela que tiene testimonios de un Lada rojo involucrado en el suceso en el que fallecieron su esposo y Harold Cepero

 Foto/Getty Images
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(COPE) En declaraciones a 'Así son las Mañanas del Fin de Semana', Ofelia Acevedo ha explicado que “en primer lugar" su familia y ella no aceptan esta versión de la muerte de su marido porque "viene elaborada por el Gobierno Cubano y presentada en la televisión, algo que nunca ocurre en Cuba, nunca nos enteramos de los detalles de los accidentes, que son muchos". Pero además, ha añadido, “mi familia y yo nunca hemos recibido información. Yo no he tenido acceso a los testigos, a las pruebas periciales ni a ver el carro”.

La viuda de Payá también ha querido dar "su sincero acompañamiento" a la familia del español Ángel Carromero, que viajaba en el coche con Payá y en estos momentos se encuentra detenido por las autoridades cubanas a la espera de que se aclaré la situación."Yo también soy madre y tengo hijos de la edad de Ángel y también estoy muy preocupada por él", ha afirmado. (Escuchar la entrevista completa en COPE)

Eso que llaman "revolución cubana" no tiene límites al mentir

Foto/Cubadebate
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"Es conocida la historia inmaculada de una Revolución que triunfó y ha sido defendida durante medio siglo sin una sola ejecución extrajudicial, sin un desaparecido, un torturado, un secuestrado, un solo acto terrorista." (leer texto completo en el Granma)

Monday, July 30, 2012

Sobrevivientes del suceso en el que fallecieron Oswaldo José Payá Sardiñas y Harold Cepero declaran que fue un accidente


 Foto/AP
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Jens Aron Modig, ciudadano sueco
Foto/Getty Images
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(Infobae.com) El sueco Jens Aron Modig y el español Ángel Carromero, quienes viajaban junto al disidente cubano, avalaron la versión del régimen castrista del accidente vial (sigue)

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Versión oficial ofrecida por el régimen de La Habana

(desde el estudio de Viera) De animales

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por Félix Luis Viera

En marzo de 1996 me invitaron a una corrida de toros. En la Feria del Caballo que todos los años se celebra en Texcoco, México. Digo que me invitaron porque la entrada no me costó nada, era una cortesía del Gobierno local.

Entré por curiosidad (nunca había estado en semejante espectáculo) y porque no me costó nada satisfacerla; o tal vez por no hacerle el desaire a quienes me habían invitado. Mi butaca estaba cerca de la arena. 

Cuando salió el primer toro de la tarde, patinó, arañó la tierra con las pezuñas traseras y un pegote me dio entre ceja y ceja. El público a mi alrededor rió.

La banderilla tiene una lengüeta de hierro que va desangrando al toro en la medida en que el torero va clavando una tras otra en la cerviz del animal, me explicó uno de mis invitantes, cuando el torero estaba llevando a cabo este trabajo. 

Era un toro negro-grisáceo. Mientras le clavaban las banderillas, sangraba por ríos. El público aplaudía cada vez que el torero clavaba una en el lugar adecuado y, con un gesto esquivo, lograba salir indemne.

Cuando el toro estuvo “a punto”, el matador, luego de ciertos pases de rigor que enseñaban su donosura y valentía, preparó el estoque, listo para entrar a matar. La gente coreaba y coreaba para que el matador terminara su labor. Es decir, para que terminara de matar al animal. Yo, de pronto, me sorprendí, interior, inconscientemente, alentando al toro. 

El toro cayó —de rodillas, como humillado—ante la figura del matador, quien, arqueando su cuerpo, adelantando el pecho, parecía que aún desafiaba a lo que ya era un cadáver.

Al salir, mis invitantes me preguntaron qué me había parecido la faena.

No respondí nada. Hasta hoy.


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Félix Luis Viera (Santa Clara, Cuba, 1945). Poeta, cuentista y novelista. Ha publicado los poemarios: Una melodía sin ton ni son bajo la lluvia (Premio David de Poesía de la Uneac*, 1976, Ediciones Unión, Cuba), Prefiero los que cantan (1988, Ediciones Unión, Cuba), Cada día muero 24 horas (1990, Editorial Letras Cubanas), Y me han dolido los cuchillos (1991, Editorial Capiro, Cuba), Poemas de amor y de olvido (1994, Editorial Capiro, Cuba) y La patria es una naranja (Ediciones Iduna, Miami, EE UU, 2010, Ediciones Il Flogio, Italia, 2011); los libros de cuento: Las llamas en el cielo (1983, Ediciones Unión, Cuba), En el nombre del hijo (Premio de la Crítica 1983. Editorial Letras Cubanas. Reedición 1986) y Precio del amor (1990, Editorial Letras Cubanas); las novelas Con tu vestido blanco (Premio Nacional de Novela de la UNEAC 1987 y Premio de la Crítica 1988. Ediciones Unión, Cuba), Serás comunista, pero te quiero (1995, Ediciones Unión, Cuba), Un ciervo herido (Editorial Plaza Mayor, Puerto Rico, 2002, Editorial L´ Ancora del Mediterraneo, Italia, 2005), la noveleta Inglaterra Hernández (Ediciones Universidad Veracruzana, 1997. Reediciones 2003 y 2005) y El corazón del Rey (2010, Editorial Lagares, México). Su libro de cuentos Las llamas en el cielo es considerado un clásico de la literatura de su país. Sus creaciones han sido traducidas a diversos idiomas y forman parte de antologías publicadas en Cuba y en el extranjero. En su país natal recibió varias distinciones por su labor en favor de la cultura. Fue director de la revista Signos, de proyección internacional y dedicada a las tradiciones de la cultura. En México, donde reside desde 1995, ha colaborado en distintos periódicos con artículos de crítica literaria, de contenido cultural en general y de opinión social y política. Asimismo, ha impartido talleres literarios y conferencias, y se ha desempeñado como asesor de variadas publicaciones.

Saturday, July 28, 2012

Oikos

 
 
Sección Oikos, con fotos de Juan Carlos Agüero. Dedicada a mostrar la
wildlife del Sur de la Florida, es el espacio green (cada semana) del blog
Gaspar, El Lugareño. Las fotos de Juan Carlos en el website Anhinga Wildlife

Friday, July 27, 2012

Hija de Oswaldo Payá rechaza la versión oficial del régimen castrista

 Foto/Getty Images
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(Noticias Martí) Rosa María Payá dijo a Radio Martí “nosotros no culpamos en ningún momento, ni vamos a culpar a estos muchachos por lo que ocurrió”.

Enfatiza además que su familia “tiene una historia de amenazas contra la vida de mi padre por parte de la seguridad del estado” y hace referencia al accidente que sufrieron sus progenitores el pasado mes de junio el que casi pierden la vida.

“Nosotros tenemos las informaciones de los mensajes que estos muchachos (Ángel Carromero y Jens Aron Modig) mandaron a su países diciendo que el carro había sido embestido y que los habían sacado de la carretera. Por tanto nosotros dudamos completamente de este reporte que han dado en el noticiero. Tenemos demasiadas dudas todavía sobre la forma que ocurrieron los hechos. Además con nosotros nadie se ha comunicado de manera oficial, esta información la está dando el gobierno por televisión pero a nosotros, a mi madre o a mis hermanos o a mi, a ninguno nadie nos ha llamado para decirnos”.

La joven dijo que ellos siguen intentando hablar con Ángel y Aron y que están pidiendo una “investigación seria, una investigación internacional en la que nosotros podamos confiar” (sigue)

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(Cuba) Nota Oficial del Ministerio del Interior sobre el fallecimiento de Oswaldo José Payá y Harold Cepero

 Foto del lugar del accidente, según AP
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 Fotos/Facebook del periodista David Rodríguez, de Radio Bayamo
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Como informó el diario Granma, el pasado 22 de julio a las 13:50 horas, un auto Hyundai Accent matrícula de turismo T31402, se salió de la vía y se impactó contra un árbol en un tramo de la carretera Las Tunas-Bayamo, en la localidad de Las Gabinas, provincia Granma.

En este lamentable accidente fallecieron los ciudadanos Oswaldo José Payá Sardiñas y Harold Cepero Escalante; mientras que resultaron lesionados leves los extranjeros Ángel Francisco Carromero Barrios y Jens Aron Modig, de ciudadanías española y sueca, respectivamente.

Durante el proceso investigativo, se precisó que el vehículo salió de La Habana sobre las 06:00 horas de ese día, conducido por Ángel Carromero, y se dirigió a Santiago de Cuba. Jens Aron viajaba en el asiento delantero derecho; Oswaldo Payá en el asiento trasero izquierdo y a su lado Harold Cepero. Estos dos últimos no llevaban puesto el cinturón de seguridad.

El tramo de la carretera en que ocurrió el accidente está en reparación y por espacio de unos dos kilómetros no se encuentra pavimentada la superficie de rodamiento, lo cual lo convierte en una especie de terraplén con abundante gravilla; por tanto, muy resbaladizo. El análisis pericial arrojó que el lugar es una vía recta que cuenta con buena visibilidad y había una señal que indicaba la existencia de hombres trabajando en su mantenimiento, precedida de otras similares que alertan a los conductores de los tramos en reparación.

Al respecto, el apartado dos del artículo 127 de la Ley 109, de seguridad vial, establece que “no se debe conducir un automóvil a una velocidad mayor de 60 kilómetros por hora en camino de tierra o terraplén”; y en el 128 que “Sin perjuicio de lo dispuesto en los artículos anteriores, en relación con el límite general de velocidad, el que guíe un vehículo o animal por la vía debe tener pleno dominio de su movimiento y está obligado a moderar la marcha y si es preciso detenerla siempre que la circulación, estado de la vía o la visibilidad lo imponga”, en especial, “cuando la superficie está resbaladiza por agua, grasa, arena, lodo u otras sustancias o éstas puedan proyectarse hacia los vehículos y peatones”.

El dictamen pericial y las declaraciones de tres testigos presenciales del accidente: José Antonio Duque de Estrada Pérez, Lázaro Miguel Parra Arjona y Wilber Rondón Barrero, permitieron establecer que el auto irrumpió al terraplén a exceso de velocidad. Al respecto, el Capitán Jorge Fonseca Mendoza, perito del lugar del hecho (12 años de experiencia), apuntó que el conductor aplicó los frenos de una manera abrupta, ochenta metros después de haber entrado al terraplén, perdió el control del vehículo y el carro giró del costado izquierdo por espacio de 63 metros, con el frente hacia la cuneta y el maletero hacia el centro de la vía, hasta impactar con un árbol en el borde derecho de la carretera, lo cual confirma la extrema velocidad con que era conducido.

José Antonio Duque de Estrada, trabajador del Instituto Nacional de Recursos Hidráulicos (INRH), quien reside en el municipio granmense de Río Cauto y transitaba por el lugar del hecho en una bicicleta, declaró al Órgano de Instrucción:

“El carro me pasó a alta velocidad por al lado, con seguridad iba a más de 100 kilómetros por hora. Rebasó a un tractor que también iba en la misma dirección y después vi una tremenda polvareda, cuando entró a un tramo que está en mal estado. Al aproximarme, ya con menos polvareda, vi al carro impactado contra un árbol en la cuneta. A mi modo de entender, la razón más clara que yo veo del accidente es el exceso de velocidad. Al caer en el terraplén no es lo mismo que en el pavimento, no hay freno que valga, el carro no se sujeta, se desliza y se impactó contra el árbol”.

Por su parte, Lázaro Miguel Parra Arjona, tractorista del INRH y vecino de La Sal, en el municipio Yara, confirmó esta versión: “El carro me adelantó a gran velocidad; luego vi la nube de polvo fuerte y cuando bajó el polvo pude ver el auto impactado en el árbol que está en la cuneta”.

Tanto José Antonio como Lázaro conducían en la misma dirección del auto accidentado, pero Wilber Rondón Barrero, campesino de Río Cauto, venía en dirección contraria, a unos cien metros de distancia del sitio donde ocurrió el siniestro. “Cuando me acercaba vi que el carro perdía el control y se impactaba contra un árbol de la cuneta”, declaró.

Un equipo de la Dirección de CriminaIística integrado por: Teniente Coronel Misael Fontes Pérez, oficial de la Sección de Averías, Explosiones e Incendios (19 años de experiencia como perito); Teniente Coronel Inardi Reyes Uriarte, Jefe de la Sección Provincial de Criminalística de Granma (11 años de experiencia como perito); y el Capitán Jorge Fonseca; de conjunto con Fidel Núñez Guevara, Jefe de Ingeniería del Tránsito en la provincia Granma (9 años de experiencia como perito), concluyó categóricamente que el conductor manejaba a exceso de velocidad y que el vehículo presentaba una abolladura de 67 centímetros de ancho con 45 centímetros de profundidad en el lateral izquierdo trasero, perpendicular al eje longitudinal del auto (lugar donde viajaban los fallecidos), como consecuencia de un fuerte golpe que deformó sustancialmente el monochasis y el techo, cuyas características y dimensiones se corresponden con el tronco del árbol referido.

El dictamen médico forense indica que Oswaldo Payá falleció instantáneamente a consecuencia de un traumatismo craneoencefálico como resultado del fuerte impacto recibido; mientras que Harold Cepero murió en el hospital clínico quirúrgico Carlos Manuel de Céspedes, de la ciudad de Bayamo, debido a una insuficiencia respiratoria aguda por tromboembolismo pulmonar graso del lóbulo superior del pulmón izquierdo, derivada de la fractura fragmentada del fémur izquierdo.

Ángel Carromero declaró al Órgano de Instrucción que no recordaba haber visto la señalización que alerta sobre el estado en que se halla la vía. Añadió que irrumpió al terraplén a una velocidad que no puede precisar, debido a que no iba observando el cuentamilla y al percatarse de que transitaba sobre grava, intentó disminuir la velocidad mediante un frenazo brusco y el auto comenzó a resbalar de lado hasta impactarse contra el árbol. Jens Aron declaró que él estaba dormitando cuando sintió el frenazo y el desplazamiento lateral del vehículo; luego perdió la conciencia.

A partir del análisis lógico del tiempo de viaje (cerca de ochocientos kilómetros en menos de ocho horas, con tres paradas intermedias), las declaraciones de los testigos y el estudio pericial del lugar del hecho y el vehículo, el equipo investigativo evaluó que Ángel Francisco Carromero Barrios debió conducir a una velocidad promedio superior a los 120 kilómetros por hora y que frueron su falta de atención al control del vehículo, el exceso de velocidad y la incorrecta decisión de aplicar los frenos de manera abrupta en una superficie resbaladiza, las causas que determinaron este trágico accidente que costó la vida a dos seres humanos.

Continúa el proceso investigativo y de instrucción penal, en correspondencia con las leyes cubanas. (Cubadebate)


(desde el estudio de Viera) La Izquierda mexicana: "Hugo Chávez ¡Tu victoria será nuestra victoria!"

Foto/Reforma
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por Félix Luis Viera


El pasado 24 de julio la Secretaria General del mexicano Partido de la Revolución Democrática (PRD), Dolores Padierna, declaró su apoyo al gobernante venezolano Hugo Chávez. Lo hizo durante la “Jornada Mundial de Solidaridad con la Revolución Bolivariana de Venezuela y el Comandante Hugo Chávez”, organizada por ellos, la Izquierda mexicana.

Dice la señora Padierna que "Estigmatizado por la derecha a través de los grandes medios de comunicación que lo acusan de antidemocrático, pero que en su país Hugo Chávez ha organizado comicios regionales, referéndums revocatorios, consultas al pueblo y otros procesos, que dadas las condiciones políticas venezolanas, son prueba de la aplicación de la democracia participativa". No dice la Secretaria General cómo han sido esas elecciones y referendos en Venezuela. Uno se extraña, porque ellos, la Izquierda mexicana, todavía está protestando por la derrota de su candidato, Andrés Manuel López Obrador, en las pasadas elecciones presidenciales del pasado 1 de julio. Y, sobre todo, porque es la Izquierda mexicana fiel veladora de que el Gobierno no se inmiscuya en las elecciones presidenciales, lo cual, debe saberlo la señora Padierna porque al menos sabe leer y ver la televisión, sí ocurre en Venezuela.

Al fin, por si acaso alguien lo dudara, la señora Padierna, mediante un rapto ideológico hermosamente tomado por las cámaras, declara: “Como izquierda mexicana apoyamos a Hugo Chávez para que continúe profundizando la transformación de Venezuela".

Al evento asistieron representantes de Cuba y Venezuela. El embajador de la dictadura castrista en México, Manuel Aguilera —quien, se rumora, es uno de los más grandes comilones nacidos en el Caribe, y digo yo porque lo sé, se la pasa aquí mintiendo por omisión en una y otra universidad— expresó: "Todos los pueblos latinoamericanos tenemos una deuda de gratitud con el pueblo de Venezuela, que rompió las cadenas del dominio imperial y que se ha mantenido en el camino del progreso y del beneficio de su pueblo".

El lema de la Jornada fue: "Hugo Chávez ¡Tu victoria será nuestra victoria!".

Así van las cosas.


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Félix Luis Viera (Santa Clara, Cuba, 1945). Poeta, cuentista y novelista. Ha publicado los poemarios: Una melodía sin ton ni son bajo la lluvia (Premio David de Poesía de la Uneac*, 1976, Ediciones Unión, Cuba), Prefiero los que cantan (1988, Ediciones Unión, Cuba), Cada día muero 24 horas (1990, Editorial Letras Cubanas), Y me han dolido los cuchillos (1991, Editorial Capiro, Cuba), Poemas de amor y de olvido (1994, Editorial Capiro, Cuba) y La patria es una naranja (Ediciones Iduna, Miami, EE UU, 2010, Ediciones Il Flogio, Italia, 2011); los libros de cuento: Las llamas en el cielo (1983, Ediciones Unión, Cuba), En el nombre del hijo (Premio de la Crítica 1983. Editorial Letras Cubanas. Reedición 1986) y Precio del amor (1990, Editorial Letras Cubanas); las novelas Con tu vestido blanco (Premio Nacional de Novela de la UNEAC 1987 y Premio de la Crítica 1988. Ediciones Unión, Cuba), Serás comunista, pero te quiero (1995, Ediciones Unión, Cuba), Un ciervo herido (Editorial Plaza Mayor, Puerto Rico, 2002, Editorial L´ Ancora del Mediterraneo, Italia, 2005), la noveleta Inglaterra Hernández (Ediciones Universidad Veracruzana, 1997. Reediciones 2003 y 2005) y El corazón del Rey (2010, Editorial Lagares, México). Su libro de cuentos Las llamas en el cielo es considerado un clásico de la literatura de su país. Sus creaciones han sido traducidas a diversos idiomas y forman parte de antologías publicadas en Cuba y en el extranjero. En su país natal recibió varias distinciones por su labor en favor de la cultura. Fue director de la revista Signos, de proyección internacional y dedicada a las tradiciones de la cultura. En México, donde reside desde 1995, ha colaborado en distintos periódicos con artículos de crítica literaria, de contenido cultural en general y de opinión social y política. Asimismo, ha impartido talleres literarios y conferencias, y se ha desempeñado como asesor de variadas publicaciones.

Ley en el blog ... Escuela de chivatería


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Página web: Ilustración de Obras
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Gaspar, El Lugareño Headline Animator

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