Lo conocí apenas dos meses atrás y, cuando me llegué a su hogar, descubrí su sólida impronta, de ningún modo dulce, suave ni complaciente. Así, la propuesta plástica de José Alberto González Sánchez, de algún modo se adelantaría a la corriente denominada bad painting, movimiento de artistas, sobre todo capitalinos que —en los ’80, ’90 y hasta mediados del 2000— se integraron con fuerza y decisión, al paisaje de una Habana, ya con notables signos de deterioro y abandono oficial.
Pero leamos cómo se autodefine el propio artista plástico:
Soy un pintor autodidacta cubano, nacido varias décadas atrás en una de las coloridas barriadas de La Habana Vieja, llena de flores y amplios zaguanes, con sus deslumbrantes vitrales sobre sus gigantescas puertas y ventanales que, al ser atravesados por los rayos del sol, formaban un sinfín de siluetas abstractas, inspiración para el alma del artista.
Asimismo, a otra pregunta del cronista, subraya —con bonhomía y modestia inveteradas— que, «como yo, han nacido cientos de artistas que no han cuajado su historia, tal me aconteció a mí, a pesar de que penetré en la magia de las primeras manchas de colores en los ‘60 y, tras haber recibido varios elogios de colegas, una caricatura mía me cerró las puertas».
Y ante mi insistencia, abunda José Alberto:
Tras este primer enfrentamiento, pocos años más tarde, tropiezo con el maestro Guillermo Guzmán, quien, al convertirme en uno de sus afortunados discípulos, me da la oportunidad de seguir adentrándome en el hermoso mundo del dibujo y la pintura. Mas, por razones políticas, soy detenido en 1969, pero ya la rebeldía se apoderaba de mi espíritu, y mis pasos toman otro rumbo.
Mas, siempre rebelde con causa, una década después —añade— «soy condenado a 15 años de prisión, pero siempre amando y llevando a mis cuadros los colores de mi corrida vida, por etapas».
No obstante —continúa—, luego retomaría fuerzas al reunirse con integrantes del grupo OMNI, de la localidad capitalina de Alamar, donde fue a residir y, en la galería local «Fayad Jamis», lograría realizar varias exposiciones personales y colectivas, así como en otros espacios, gracias a la ayuda de Damián Valdés Dilla y otros colegas, quienes «me dieron la oportunidad de compartir en exposiciones colectivas junto a renombrados artistas de la plástica, tal el también reconocido poeta y crítico de artes plásticas Pedro de Oráa, el pintor Carlos Vega y otros creadores. Hoy, tras varios años, viviendo en Miami, puedo decir que soy un cubano libre.»
Tras mi breve presentación, apoyado por el testimonio del propio artista plástico, ofrezco a los ciberlectores de El Lugareño, varias imágenes de la atractiva creación imaginera de José Alberto González Sánchez, quien —en su humilde y acogedor hogar de La Pequeña Habana (teléf.: (786)-443-6637), junto a su eterna musa, modista/poetisa y eficaz colaboradora, María Blanco — continúa creando y soñando, urdiendo y pintando las profundas y sentidas tramas de sus impactantes obras que muestran las desgarraduras y la violencia de la Isla y, no menos, la ambición y el odio del impredecible mundo contemporáneo, cada día más en pos de la guerra y la muerte.
Así es el hondo y logrado arte de José Alberto González Sánchez. Así sus logradas imágenes. Así, en fin, su convincente impronta.
Fotos/Cortesía de José Alberto González Sánchez
---------------------------------------------------------
Waldo González López. Poeta, ensayista, critico teatral y literario,
periodista cultural. Publica en varias páginas: Sobre teatro, en teatroenmiami.com, Sobre literatura, en Palabra Abierta y sobre temas culturales, en FotArTeatro, que lleva con la destacada fotógrafa puertorriqueña Zoraida V. Fonseca y, a partir de ahora, en Gaspar, El Lugareño.