Siempre se ha dicho que los cubanos de ayer fueron mejor que los de hoy. Mito que ha prevalecido hasta nuestros días con una fuerza feroz que ha trabajado en detrimento de nuestro pueblo como nación. No, mis queridos amigos, los cubanos de ayer no fueron mejor ni peor que los de hoy, ni mucho menos todo tiempo pasado fue mejor que el presente. En toda época y geografía ha florecido la dignidad y el patriotismo junto a la mediocridad y la envidia. La historia que hoy vivimos es continuidad de un proceso histórico que nos marca como pueblo. Mucho padece quien se aventura en el sacrificio por la Patria —lo mismo ayer que hoy—, tarea, que en el sentido estrictamente latino del término, implica hacer sagrada la luchar.
Pues bien, hoy les presento desde ayer al Homagno de José Martí a quien, incluso después de su muerte, no le fue ajeno el embate de las bajas pasiones formuladas en nombre de la Patria.
Homagno o cualquiera de sus realizaciones simbólicas—: soldado, guerrero, cruzado, caballero e hidalgo, define el ámbito de los Versos libres. Puntualmente, es el rostro del poemario, su dramatis personea hacedor del verso y de la historia. Portador además de las virtudes de la persona humana en extensa lectura ontológica, a saber, sacrificio, resiliencia, perdón, esperanza, amor, intelecto, etc. Su imagen no es mero dibujo en abstracto sino un arquetipo tejido desde la obra que participa y trabaja en el crecimiento moral, espiritual y social del hombre. No es en otro lugar de las obras conocidas del Apóstol, a excepción de Versos libres donde mejor se perfila el carácter tutelar de su naturaleza. Pues en efecto, el enunciado de este neologismo va in crescendo junto a los muchos años del poemario hasta devenir en paradigma de una conducta que sintoniza al hombre en el camino de la justicia. Desde el propio poema Homagno y Yugo y Estrella, hasta llegar a Homagno audaz y a los apuntes de [Yo no de dioses…], se perfila la muerte física y la perfección en el espíritu del poeta en virtud de que el Amor, —las fuentes surte de la Vida.
Ahora bien, en principio la figuración de Homagno resulta compleja y contradice el manejo público de Martí. El poema de igual título que antecede a Yugo y estrella en el manuscrito original muestra al poeta radicalmente escindido del héroe que convoca:
Máscara soy, mentira soy, decía:Estas carnes y formas, estas barbasY rostro, estas memorias de la bestia,Que como silla a lomo de caballoSobre el alma oprimida echan y ajustan,—Por el rayo de luz que el alma míaEn la sombra entrevé, —no son Homagno!
Los versos corroboran el deseo martiano de mantenerlos donde mejor no se les ve —según confiesa en el proemio a Versos sencillos. Se trata de la persona humana plena de aflicciones que muestra a un ser desprovisto de toda convención social desde la solitud del alma. No hay en ellos un ocultamiento del yo íntimo con el que parece apaciguar las memorias de la bestia contenidas en el yo tribunicio. De hecho, el motivo de la bestia ya se ha repetido con anterioridad en Bosque de rosas. Su figuración, símbolo de fuerza ciega y devoradora, acentúa la imagen atrofiada del hombre en medio de un contexto cada vez más secularizado por su egoísmo:
Ésa es la lidia humana: la tremendaBatalla de los cascos y los lirios!Pues los hombres soberbios ¿no so fieras?Bestias y fieras! Mira, aquí te traigoMi bestia muerta, y mi furor domado.—(E.C. I, 75)
Probablemente Homagno sea el único poema que explique tanto silencio en virtud de la imagen pública. Ser máscara, ser mentira encarnan una crítica a la sociedad moderna y hacia un sector del exilio enrarecido por convencionalismos y apariencias:
Así es la tierra ahora una vasta morada de enmascarados. […]. Las convenciones creadas deforman la existencia verdadera, y la verdadera vida viene a ser como corriente silenciosa que se desliza invisible bajo la vida aparente […].
Palabras que nos recuerdan igualmente al Padre Varela y su artículo Máscaras políticas:
Es tan frecuente entre los hombres encubrir cada uno de sus verdaderas intenciones y carácter, que la persuasión general de que esto sucede, parece que debía ser un preservativo para evitar muchos engaños en el trato humano; pero desgraciadamente hay ciertos medios que sin embargo de ser bien conocidos, producen siempre su efecto cuando se saben emplear […]. Yo llamo a estos medios máscaras políticas porque efectivamente encumbren al hombre en la sociedad, y le presentan con un semblante político muy distinto de que realmente tendría si se manifestase abiertamente. (Varela, Máscaras 145)
Para acentuar a modo de epifonema final:
Siempre abundan estos enmascarados, porque siempre hay hombres infames para quienes las voces patrias y virtud nada significan. (Varela, Máscaras 148)
Sí, ser máscara obedece a la necesidad martiana del moverse en medio de una vasta morada de enmascarados para poder concretar su obra mayor, especialmente al estar rodeado de tanto lodo humano que cuestiona y duda de su gestión y liderazgo. Sabe que tiene que lidiar con gente honesta pero también con los traficantes políticos, los tranquilizadores o los picaros en asuntos de patria según los define Varela (Máscaras 145-48). Martí está consciente de los muchos hermanos a quienes seduce el tema de la patria siempre que no medie un peligro inmediato o un sacrificio real. Conoce asimismo de sus discursos para hacerse apreciables y aún necesarios (Máscaras 147) en medio del influjo de las ideas patrióticas que saben manejar a conveniencia.
En este sentido, el símbolo máscara cumple una función social que le permite interactuar en una sociedad pragmática donde no hay espacio para altruismos ni filantropías. De hecho, en Amor de ciudad grande se define sobre el particular al enunciar una de las inquietudes más sentidas de su obra: Pues ¿quién tiene/ tiempo de ser hidalgo? —cuestionamiento que sobrevuela la mayor parte de los Versos libres.
Homagno discurre en un intenso intimismo de carácter confesional luego de los avatares del día:
Mis ojos sólo, los mis caros ojos,Que me revelan mi disfraz, son míos!:Queman, me queman, nunca duermen, oran,Y en mi rostro los siento y en el cielo,Y le cuenta[n] de mí, y a mí del cuenta!
Máscara se realiza ahora en disfraz, símbolo también de un yo social notablemente afectado por lo contingente. Con disfraz el poeta es anónimo y público a la vez. Pero tiene conciencia de que es una parte esencial de lo que aspira a lograr en el entorno más cercano. De hecho, se reprende ante la necesidad de evitarse a sí mismo y no malograr la obra que edifica con criterios quizás aguzados pero inoportunos de Homagno. Asimismo, los versos de He vivido, me he muerto son también una clara alusión a las tristezas del alma oprimida del poeta. En ellos puntualiza:
Mas si frente a la luz me fuese dadoComo en la sombra do[nde] duermo, al polvoMis disfraces echar, viérase súbitoUn cuerpo sin calor venir a tierraTal como un monte muerto que a sus propiasInanimadas faldas se derrumba.
Su angustia es mayor en la medida que no puede expresar cuanto piensa y sabe por temores a veces de colaboradores y amigos, a veces de tribuna y audiencia. Sólo en el verso asiste al encuentro de su yo profundo y se despoja del lacerante convencionalismo social. Sí. Había que ocultar o callar o renunciar para unir. Probablemente no exista en todo el mundo hispano alguien tan coherente con su conducta y pensamiento, al punto además, de querer mantener estos versos en el anonimato en virtud de la obra que edifica.
En verdad, al Apóstol no le faltó la desilusión muchas veces acentuada en una especie de erotema sobre el propósito de su vida:
Por qué, por qué para cargar en ellosUn grano ruin de alpiste maltrojadoTalló el Creador mis colosales hombros?
Martí se sabe elegido para liderar la redención de su pueblo. Pero ese sentimiento mesiánico es invadido por la adversidad de lo mínimo que le impide realizar su obra en el marco de un gran horizonte. La angustia de estos versos revela la visión de un ser predestinado a toda clase sufrimiento e incomprensión. Su cuestionamiento sobrevuela de continuo los Versos libres hasta devenir en leitmotiv icónico dentro del ámbito del poemario:
Oh! Qué mortal que se asomó a la vidaVivir de nuevo quiere?...Agréguense las ya tan desgarradoras preguntas de Isla famosa:De quien de ansia de amor rebosa y muere?Dónde, Cristo sin cruz, los ojos pones?Dónde, oh sombra enemiga, dónde el araDigna por fin de recibir mi frente?En pro de quién derramaré mi vida?(E.C. I, 85)
No hay otro sitio en los Versos libres donde se agolpe tal cúmulo de preguntas tan definitivas. Obviamente, el desaliento embarga al Apóstol ante la posibilidad de una misión fracasada a priori. A ello súmese la más precisa de todas las interrogantes que aparece en [Yo sacaré lo que en pecho tengo] —: ¿quién quiere mi vida?
Nuestro Homagno asume la existencia como vía de perfección espiritual a través del sacrificio y olvido de sí. Pone lo diminuto (un grano ruin de alpiste) en la perspectiva de una obra mayúscula aún por realizar. Ello explica su queja al Creador que esculpe sus colosales hombros para luego negarle la oportunidad de una carga digna: Por qué, por qué —enderecemos el verso— talló el Creador mis colosales hombros/ para cargar en ellos/ un grano ruin de alpiste maltrojado? La disparidad entre obsequio y tallado lo angustia. Sabe de su enorme capacidad para amar y sufrir—: no evita estos dones. De ahí que esa angustia la considere inmerecida pues ha demostrado no poner en verso lo que es incapaz de exigirse en vida, dándole así estricto sentido a cuanto dice, escribe y desea realizar.
Impresiona, por otra parte, la confesión de estos versos que discurren desde el silencio al plauderei que clama al espacio sordo:
Ando, pregunto, ruinas y cimientosVuelco y sacudo, a delirantes sorbosEn la Creación, la madre de mil pechos,Las fuentes todas de la vida aspiro:Muerdo, atormentado, beso las callosasManos de piedra que golpeo:
Y en medio de esos avatares habla de Homagno como si fuese de otra persona:
Con demencia amorosa su invisibleCabeza con las secas manos míasAcaricio y destrenzo:
Pero el montaje de este raro abigarramiento se armoniza con versos bien definidos. Lo que ahora pareciera aludir a otra persona (su invisible cabeza) es mera repetición del primer verso máscara soy, mentira soy. Esta dualidad se enuncia desde la conciencia y conocimiento de sí—: la cabeza es invisible porque lleva una máscara. Es así, que la aparente separación entre Homagno y poeta, desde la perspectiva de la dualidad, cumple en esencia un propósito muy específico en virtud de lograr una obra efectiva en su dimensión político-social. Lamentablemente, y de modo operacional, a ello obedece el uso de la máscara y el disfraz para evitar herir sensibilidades.
A este respecto, conviene situarse en la imagen siguiente:
por la tierraMe tiendo compungido y los confusosPies, con mi llanto baño y con mis besos
Estos versos son conceptualmente eco del pasaje bíblico que describe la unción en perfume hecha por La Magdalena a Jesús. Basado en el evangelio, salvando el símil, Martí deja bien claro un destino encaminado al sacrificio y la solitud. El hecho de andar por tierra y ungir los pies de Homagno presenta una rara renovación de los votos libertarios del Apóstol. Este derrame, este baño en llanto y besos anticipa la muerte en el pensamiento martiano. La sutileza de esta imagen se asocia simbólicamente a un valor espiritual donde la humildad y generosidad del poeta es total. Asimismo, como el cristiano primitivo, la realización de llanto y besos adquieren un papel de suma importancia en el rito de unción para quien va al encuentro de la muerte. De hecho, ambos encarnan una adhesión de espíritu a espíritu. Ellos son el perfume de purificación que marca el camino y exalta la virtud del sacrificium a la vez que símbolos de la esperanza en la obra que se realiza.
Homagno o Martí o el poeta reclama su vida para el servicio, y aun cuando es presa de la frustración debido al hecho muy real del abandono y las miserias del ser, no desfallece en su empeño por edificar la obra más importante de la Historia de Cuba desde la conquista acá: su libertad.
Muchas gracias.