Diamonds, música de Piotr I. Chaicovski
y coreografía de George Balanchine.
Interpretado por Emily Blomberg y Rainer Krenstetter
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El sábado 18 de agosto de 2018 tuvo lugar, en el Fillmore Miami Beach, del Teatro Jackie Gleason, la Gran Gala Clásica de las Estrellas del XXIII Festival Internacional de Ballet de Miami, que comenzó con la presentación, a cargo de Cristina Castellanos, del maestro Eriberto Jiménez, nuevo director artístico del Festival, quien, tras la proyección de un corto y emotivo documental sobre el recientemente fallecido Maestro Pedro Pablo Peña, fundador y director del festival, fue el depositario, en su nombre, del premio “Una vida por la danza”, otorgado post mortem a Pedro Pablo, y remarcó en su discurso de apertura de la gala el compromiso que tenemos los que amamos la danza con el legado de su mentor.
La llamada. Ballet Nacional Dominicano
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El Ballet Nacional Dominicano abrió el desfile dancístico con La llamada, un original quinteto muy bien bailado, más un antiguo teléfono de mesa como sexto protagonista –de ahí el tan bien escogido nombre –, con un collage (sin créditos) de temas tan disímiles como una canción en idioma ruso y una pieza de country, entre otros, más el infaltable timbre de las llamadas entrantes como banda sonora; tres mujeres y dos hombres, en una inquietante convivencia familiar, marcada por las tensiones entre las dos parejas mixtas, y donde Pablo Pérez, el creativo –y atrevido– coreógrafo, se dio el lujo hasta de incluir un momento de erotismo entre los dos hombres, uno de ellos a pecho descubierto.
A continuación, Arts Ballet Theatre of Florida presentó el pas de trois del ballet Chipollino, con Kevin Zong como Chipollino (Cebollita), la siempre impecable Mary Carmen Catoya como Miss Carrot (Zanahoria), y Janis Liu como Miss Cherry (Cereza), cuya rigurosa coreografía, del Maestro Vladimir Issaev –también director de la compañía–, para la hermosa música compuesta por Karem Jachaturian, fue bailada por los tres con bravura y exquisita interpretación, realzados por los bellos trajes diseñados por Jorge Gallardo.
Al feliz desfile de buen gusto de la gala se sumaron Marizé Fumero y Arionel Vargas, del Milwaukee Ballet (Estados Unidos), con un adagio del ballet La bohème–coreografía de Michael Pink para la música de la ópera homónima de Giacomo Puccini–; una pareja que se distingue por su prestancia y elegante porte en todas sus presentaciones, así como fuera del escenario.
Ambos bordaron el hermoso adagio sin la menor dificultad técnica –absolutamente musicales–; convertidos en Mimí y en Rodolfo, los enamorados protagonistas de esta muy parisina historia.
Del París de fines del siglo XIX, la magia del ballet nos trasladó al mundo de los dioses mitológicos romanos –copiados y “editados” de los griegos–, para disfrutar de Diana y Acteón, un pas de deux con música de César Pugni, coreografiado e incorporado por Petipa en 1886 a su versión del ballet Esmeralda, coreografía de Jules Perrot (1844).
Según la mitología romana, Diana –habitualmente representada como cazadora, con arco y flecha– se estaba bañando desnuda cuando sorprendió al pastor Acteón contemplándola “curiosamente”. Enojada, le disparó un flechazo que lo hirió gravemente, y en una de esas metamorfosis tan habituales en la mitología greco-romana, Acteón se convirtió en un ciervo, y los perros de caza de Diana se arrojaron sobre él y lo devoraron.
Gretel Batista y Jorge Oscar Sánchez.
Diana y Acteón
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Afortunadamente, este pas de deux se limita a que Diana se desplaza con su arco, y Acteón intenta esquivar su mirada –y sus flechas– ocultándose tras sus brazos...; “pretextos” para que sus intérpretes brillen, con grandes desplazamientos aéreos –sobre todo “Acteón”–, evidente muestra de la influencia en el ballet ruso de la técnica italiana enseñada por Enrico Cecchetti.
Gretel Batista estuvo pendiente en todo momento de su rol de Diana Cazadora, persiguiendo a Acteón con sus flechas. Dueña de una gran musicalidad, Gretel satisfizo la exigente coreografía con fuerza y vitalidad en su baile, con arabesques, balances y jettés elegantes y precisos; y unos fouettés intercalados con pirouéttes en la apoteosis de su variación.
Jorge Oscar Sánchez, como el perseguido pastor voyeurista, supo hacer girar a su compañera con total verticalidad –como debe ser–, y en su variación estuvo deslumbrante, con esos “grandes desplazamientos aéreos” que Cecchetti demandaba para los hombres, pues a sus saltos no les faltó altura ni las pasmosas volteretas acrobáticas a las que ya nos tiene acostumbrados. Sus vertiginosos giros, a su vez, también resultaron impresionantes –y no solo los suyos, sino también los que, sorpresivamente, le hizo dar a Gretel, que gustosa, no se resistió en absoluto entre sus manos.
Diana Catalina y Mauricio Acevedo, de la Compañía Colombiana de Ballet, escogieron el adagio del pas de deux del segundo acto de El lago de los cisnes, con música de Chaikosvki y coreografía de Marius Petipa –ralentizada en un tempo más lento–, para su debut en el festival.
Diana y Mauricio revivieron el primer encuentro entre Sigfrido y Odette, la princesa convertida en cisne por el maléfico brujo Von Rothbart. Odette ha recuperado la forma humana por un breve tiempo, y Diana lo tuvo muy presente, pues solo un leve aleteo reminiscente en una cargada con los brazos hacia atrás recordó la hechizada condición de su personaje; no obstante, cuando Mauricio/Sigfrido la partnea muy eficazmente en el adagio, no debió abrirse como compás cuando este la eleva, ni quebrar tanto la pierna en los arabesques, sino recoger una pierna y extender solo la otra, en el primer caso, y extender completamente recta la pierna hacia atrás, en el segundo, tal y como hizo en el arabesque final.
Gabriela Mesa y Fabián Morales, de Dimensions Dance Theatre of Miami (DDTM), salieron luego al ruedo para brindar un sensual y sugestivo pas de deux, titulado Light Rain, con música de igual nombre, de la autoría de Douglas Adams y Russ Gauthier, y coreografía de Gerald Arpino, que ambos sencillamente disfrutaron. No cabe dudas de que Jennifer Kronenberg y Carlos Miguel Guerra, los fundadores de DDTM, van con buen paso en el fortalecimiento de su aún novel compañía, y menos aún de que saben escoger y entrenar muy bien a sus bailarines, porque ver bailar a Gabriela, solícitamente acompañada por Fabián, fue toda una delicia.
Francesco Costa y Adele Fiocci,
del Ballet de la Ópera de la capital austriaca,
en pas de deux del ballet La llama de París
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De Viena llegaron Adele Fiocci y Francesco Costa, bailarines del Ballet de la Ópera de la capital austriaca, con el efervescente pas de deux del ballet La llama de París, coreografía del soviético Vasili Vainonen y música de Boris Asáfiev, donde Francesco se destacó por sus audaces saltos de tijera, con volteretas en el aire incluidas, y luego raudos giros –aunque debe hacer girar más centrada a su compañera–, mientras que Adele tuvo un desempeño mucho más discreto, pues su diagonal en punta flexionando la otra pierna fue muy corta, y sus breves fouettés, todos sencillos, los hizo desplazándose hacia adelante. lo que debe evitar cuando vuelva a bailar este rol.
Tras un adecuado intermedio, esta variada Gala de las Estrellas ofreció gustosamente su escenario a Celine Gittens y a Brandon Lawrence, del Birmingham Royal Ballet, para corporizarse como la princesa Aurora y el príncipe Desiré, en el pas de deux con el cual culmina el ballet La bella durmiente del bosque. Ambos deben perfeccionar las tres “agarradas” que constituyen el momento más riesgoso de este pas de deux, y Brandon debe ganar altura en sus saltos. No obstante, su coda fue inobjetable, y en general, su estilizada presencia dejó una muy buena impresión en el auditorio.
A seguidas, Milagros Niveyro y Ciro Mancilla, del Ballet Nacional Sodre de Uruguay, nos trasladaron al Medio Oriente, con el
pas de deux del ballet
El corsario (coreografía de Petipa y música de Drigo), donde, tras un correcto adagio bien partneado, con giros totalmente centrados, Ciro se lució también en sus variaciones, con un óvalo de saltos a 180 grados y volteretas audaces en el aire, algunas casi horizontales –acrobáticas diría yo– y muy veloces giros con la pierna a 90 grados, mientras que Laura ejecutó unos
fouettés sencillos en el lugar y un reducido círculo de
piqués, amén de los consabidos
jettés, pero con un desempeño en general muy por debajo del de su compañero.
Diamonds, música de Piotr I. Chaicovski
y coreografía de George Balanchine.
Interpretado por Emily Blomberg y Rainer Krenstetter
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Uno de los tantos aspectos remarcables de este festival fue la participación del Miami City Ballet en el mismo (lo cual, inexplicablemente –en tiempos de Edward Villela–, no había ocurrido en la gran mayoría de los anteriores festivales), con el bello adagio Diamonds, con música de Piotr I. Chaicovski y coreografía de George Balanchine, interpretado magistralmente por Emily Blomberg y Rainer Krenstetter (que al fin logró realizar su deseo, desde cuando estaba en Europa, de participar en el Festival de Miami).
Francesco Costa, del Ballet de la Ópera de Viena, regresó a escena para ofrecer un muy simpático solo, titulado El vuelo del moscardón, coreografiado por Alessio di Stefano para la pieza homónima de Rimski Korsakov, en el que se cumplió a cabalidad el dicho de que “de lo bueno, poco”.
Y por si no hubiera bastado el pas de deux del ballet El corsario que nos ofrecieron Milagros Niveyro y Ciro Mancilla, Yoalli Sousa y Moisés Carrada, de la Compañía Nacional de Danza de México, nos llevaron otra vez a dicha “aventura” con esclavas, corsarios y piratas, mediante otro pas de deux del mismo, el Pas d'sclave (Marius Petipa/ Adolph Adam).
Me agradó mucho la interpretación de esta pareja, muy atentos ambos siempre al drama del argumento, totalmente en estilo, y sin descuidar la técnica en ningún momento, pues no se trata solo de ejecutar los pasos de baile, sino saberse conectar con la historia y con el personaje.
Katherine Barkman y Joseph Phillips, del Ballet de Manila (Filipinas), escogieron para su participación en esta gala de lujo el Grand Pas Classique, coreografía de Víctor Gzovski y música de Daniel Auber, donde brillaron de principio a fin, desde el espléndido adagio hasta la precisa y preciosa coda.
Katherine logró los balances más sostenidos, el mejor óvalo de raudos piqués de toda la función, y los fouettés intercalados con pirouettes más centrados y mejor ejecutados, mientras que Joseph la secundó con un excelente partneo, y, ya en su variación, con un óvalo de vistosos saltos y luego giros vertiginosos con la pierna a 90 grados.
Claudia de Antonio y Salvatore Manzo, del Corpo di Ballo del Teatro di San Carlo de Nápoles, Italia, con el
pas de deux de la boda de Kitri y Basilio del ballet
Don Quijote, coreografía de Marius Petipa y música de Ludwig Minkus.
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Y para concluir la cascada de talentos asistentes a este festival, salieron a escena Claudia de Antonio y Salvatore Manzo, del Corpo di Ballo del Teatro di San Carlo de Nápoles, Italia, con el pas de deux de la boda de Kitri y Basilio del ballet Don Quijote, coreografía de Marius Petipa y música de Ludwig Minkus.
Con un cálido telón de fondo teñido de rojo, la pareja mostró un buen acople en el adagio, en el que Claudia logró sostenidos e impresionantes balances, e hizo gala de sus extensiones a 180 grados, mientras que Salvatore la secundó elegantemente, y la alzó y la dejó caer sin titubeos hasta barrer casi el piso en el riesgoso final del adagio.
Ya en su variación, Salvatore se lució, sobre todo en la segunda parte, con su gran óvalo de saltos de mayor elevación, y Claudia, por su lado, abanico en mano, ejecutó la suya con coquetería, musicalidad y precisión, con fouettés intercalados con pirouettes como remate, pero algo desplazados de lugar; en fin, un cierre digno para esta Gran Gala de las Estrellas del Festival Internacional de Ballet de Miami, en su vigésimo tercera edición.
Gracias, maestro Eriberto Jiménez, por tanta entrega y devoción por el ballet y el arte en general, fiel continuador del legado del inolvidable Maestro Pedro Pablo Peña.