El domingo 19 de agosto de 2018, el Miami Dade County Auditorium descorrió sus cortinas para dar paso a la Gala de Clausura del XXIII Festival Internacional de Ballet de Miami, la cual se inició con la entrega del premio “Crítica y cultura del ballet” a Dance Magazine, reconocida revista norteamericana, especializada en ballet y danza, en la persona de su editora en jefe, Jennifer Stahl, quien agradeció el importante galardón, recibido de manos del maestro Eriberto Jiménez, nuevo director artístico del Festival.
"La Llamada"
Ballet Nacional Dominicano
Fotos/Emilio Héctor Rodríguez
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El desfile dancístico comenzó con el Ballet Nacional Dominicano, que, al igual que en la Gala de las Estrellas del sábado 18 de agosto, ofreció La llamada, por lo que repito lo que escribí esa noche sobre ellos: “Un original quinteto muy bien bailado, más un antiguo teléfono de mesa como sexto protagonista –de ahí el tan bien escogido nombre –, con un collage (sin créditos) de temas tan disímiles como una canción en idioma ruso y una pieza de country, entre otros, más el infaltable timbre de las llamadas entrantes como banda sonora; tres mujeres y dos hombres, en una inquietante convivencia familiar, marcada por las tensiones entre las dos parejas mixtas, y donde Pablo Pérez, el creativo –y atrevido– coreógrafo, se dio el lujo hasta de incluir un momento de erotismo entre los dos hombres, uno de ellos a pecho descubierto”.
Diana Catalina y Mauricio Acevedo, de la Compañía Colombiana de Ballet, repitieron el adagio del pas de deux del segundo acto de El lago de los cisnes, con música de Chaikosvki y coreografía de Marius Petipa –ralentizada en ese tempo más lento con que lo marcó Alicia Alonso para la historia.
Diana y Mauricio volvieron a revivir “el primer encuentro entre Sigfrido y Odette, la princesa convertida en cisne por el maléfico brujo Von Rothbart, que ha recuperado la forma humana por un breve tiempo. Diana lo tuvo muy presente, pues solo un leve aleteo reminiscente en una cargada con los brazos hacia atrás recordó la hechizada condición de su personaje; no obstante, cuando Mauricio/Sigfrido la partnea muy eficazmente en el adagio, no debió abrirse como compás cuando este la eleva, ni quebrar tanto la pierna en los arabesques, sino recoger una pierna y extender solo la otra, en el primer caso, y extender completamente recta la pierna hacia atrás, en el segundo, tal y como hizo en el arabesque final”.
Francesco Costa y Adele Fiocci
"La llama de París"
Fotos/Emilio Héctor Rodríguez
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Adele Fiocci y Francesco Costa, bailarines del Ballet de la Ópera de Viena, volvieron a bailar el pas de deux del ballet La llama de París, coreografía del soviético Vasili Vainonen y música de Boris Asáfiev, “donde Francesco se destacó por sus audaces saltos de tijera, con volteretas en el aire incluidas, y luego raudos giros –aunque debe hacer girar más centrada a su compañera–, mientras que Adele tuvo un desempeño mucho más discreto, pues su diagonal en punta flexionando la otra pierna fue muy corta, y sus breves fouettés, todos sencillos, los hizo desplazándose hacia adelante. lo que debe evitar cuando vuelva a bailar este rol”.
Yoalli Sousa y Moisés Carrada
"Ebony Concerto"
Fotos/Simon Soong
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Yoalli Sousa y Moisés Carrada, de la Compañía Nacional de Danza de México, sí trajeron para esta Gala de Clausura algo diferente a lo ofrecido la noche anterior: Ebony Concerto, con coreografía de Demis Volpi y música de Ígor Stravinski; una interpretación fresca y desenfadada, con gran acople y sincronía como pareja –¡hasta cuando bailan descoyuntados!–, que más parecía un juego de dos traviesos adolescentes en la playa que una pieza de danza contemporánea. Muy original el final, con Moisés soplándole el cabello a Yoalli, y muy sexy el vestuario: ¡esos shorcitos andróginos diseñados por Miguel Garabenta!
Mary Carmen Catoya y Lusian Hernández
"The Possession"
Foto/Patricia Laine Romero
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A continuación, Arts Ballet Theatre of Florida también decidió no repetir su selección previa (el pas de trois del ballet Chipollino), sino The Possession, un dueto del primer acto de Vértigo, un ballet en proceso, con coreografía del Maestro Vladimir Issaev (también director de la compañía) y música compuesta por Bernard Herrman (New York, 1911-1975) en 1958, por encargo de Alfred Hitchcock, especialmente para su película homónima, cuyo argumento ha sido llevado a libreto para ballet por este servidor.
Mary Carmen Catoya y Lusian Hernández –como ya lo habían hecho en dos ocasiones, en la Gala Moderna y Contemporánea, tanto en Miami como en Broward– volvieron a asumir el gran reto de convertirse, respectivamente, en “Madeleine” (en realidad, Judy Barton, su suplantadora) y su fallecida abuela, Carlota Valdés.
Mary Carmen Catoya
"The Possession"
Fotos/Patricia Laine Romero
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Mary Carmen, como la impostora de la verdadera Madeleine, la dotó, con su exquisita sensibilidad y el arsenal de su impecable técnica, de la sutil complejidad del personaje que interpreta, que se mueve de la complicidad con un asesinato, al amor más allá del temor a ser descubierta; mientras que Lusian Hernández, con su hermoso rostro de madonna latina, debutó en este festival como la loca y posesiva Carlota; una muy adecuada selección, dados su potente lenguaje corporal y su sólida técnica.
Del San Francisco de 1958 (donde se desarrolla Vértigo), la magia del ballet nos trasladó al mundo de los dioses mitológicos romanos –copiados y “editados” de los griegos–, para volver a disfrutar de Diana y Acteón, un pas de deux con música de César Pugni, coreografiado e incorporado por Petipa en 1886 a su versión del ballet Esmeralda, coreografía de Jules Perrot (1844), pero que el Ballet Clásico Cubano de Miami ha montado con la de Agripina Vagánova.
Gretel Batista y Jorge Oscar Sánchez
"Diana y Acteón"
Fotos/Simon Soong
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“Gretel Batista estuvo pendiente en todo momento de su rol de Diana Cazadora, persiguiendo a Acteón con sus flechas. Dueña de una gran musicalidad, Gretel satisfizo la exigente coreografía con fuerza y vitalidad en su baile, con arabesques, balances y jettés elegantes y precisos; y unos fouettés intercalados con pirouéttes en la apoteosis de su variación.
Jorge Oscar Sánchez, como el perseguido pastor voyeurista, supo hacer girar a su compañera con total verticalidad –como debe ser–, y en su variación estuvo deslumbrante, con esos “grandes desplazamientos aéreos” que Cecchetti demandaba para los hombres, pues a sus saltos no les faltó altura ni las pasmosas volteretas acrobáticas a las que ya nos tiene acostumbrados. Sus vertiginosos giros, a su vez, también resultaron impresionantes –y no solo los suyos, sino también los que, sorpresivamente, le hizo dar a Gretel, que gustosa, no se resistió en absoluto entre sus manos”.
Del universo mitológico romano, Celine Gittens y a Brandon Lawrence, del Birmingham Royal Ballet, nos transportaron nada menos que a la ciudad de Verona, con el pas de deux del ballet Romeo y Julieta, coreografía de Kenneth MacMillan.
Ambos bailaron la gloriosa música de Serguéi Prokófiev con toda la audacia técnica y la poesía que este pas de deux y la conocida historia de Shakespeare conllevan, desde el deslumbramiento del amor a primera vista, el tierno cortejo, y luego la irremediable despedida, ya plenamente el uno del otro: ¡esa mirada, ese beso!; ¡ese tener que separarse sin quererlo!
Mayrel Martínez y Eduardo Iglesias, de Dimensions Dance Theatre of Miami (DDTM), salieron luego a escena para bailar otro elegante y sensual cortejo amoroso: el delicioso pas de deux titulado Vow, con el tema 1953, de la autoría de Olafur Arnardis, como banda sonora, y coreografía de Ariel Rose, que ambos convirtieron en poesía danzada, con una luz púrpura de fondo que realzaba su exquisito vestuario: él con camisa blanca y pantalón rojo, en armonía perfecta con el traje de ella del mismo tono, y un feliz final, en que tras la entrega amatoria, se van juntos de la mano.
A seguidas, Milagros Niveyro y Ciro Mancilla, del Ballet Nacional Sodre de Uruguay, escogieron en el pas de deux del tercer acto del ballet Coppélia, coreografía de Arthur Saint-Leon y música de Leo Delibes, para su segunda participación en este festival.
Si bien nunca se acordaron de la posición de la mano (detrás de la cabeza) característica del estilo de este ballet, ambos brindaron un adagio correcto, en el que Ciro hizo girar muy bien a su compañera y se destacó por sus cargadas, mientras que, en sus variaciones, ostentó una excelente batería, con elevados saltos “de tijera” hacia delante (y hacia detrás), precisas caídas tras sus jettés y volteretas en el aire, y raudos giros (pierna a 90 grados).
Milagros, sin embargo, no logró sostener ningún balance, su su óvalo de piqués me pareció muy reducido, y sus pocos fouettés al final fueron un desastre, pues se desplazó hacia un lado y perdió la punta de forma abrupta.
Marizé Fumero y Arionel Vargas, del Milwaukee Ballet (Estados Unidos) – “una pareja que se distingue por su prestancia y elegante porte en todas sus presentaciones, así como fuera del escenario” –, también escogieron algo diferente para su segunda presentación en el festival: el Caves pas de deux, del ballet El corsario, coreografía de Anna Marie- Holmes sobre la original de Marius Petipa y música de Adolph Adam (¡al fin algo de El corsario distinto a lo que se baila en los festivales!).
Desde el inicio ambos subieron la parada con total bravura, pues Marizé saltó a los brazos de su excelente patner con toda la confianza del mundo (¡tres veces!), quien luego la alzó y la cargó, para luego dejarla caer y sostenerla de manera muy efectista –¡manos libres! – casi barriendo el piso; en fin, una entrega preciosa de este matrimonio, que cada vez que se presenta, da una clase magistral de lo que es bailar el uno para el otro –como si estuvieran viviendo la historia y no existiera el público–, con gran sensibilidad, entrega, buen gusto y regodeo sensual, en la mejor tradición de la “Escuela Cubana de Ballet”.
Francesco Costa, del Ballet de la Ópera de Viena, regresó a escena para ofrecer otra vez su muy simpático solo, titulado El vuelo del moscardón, coreografiado por Alessio di Stefano para la pieza homónima de Rimski Korsakov, “en el que se cumplió a cabalidad el dicho de que ‘de lo bueno, poco’, tal y como lo reseñé la noche pasada.
Claudia de Antonio y Salvatore Manzo, del Corpo di Ballo del Teatro di San Carlo de Nápoles, Italia, le siguieron con el pas de deux de la boda de Kitri y Basilio del ballet Don Quijote, coreografía de Marius Petipa y música de Ludwig Minkus, que ya habían bailado el sábado 18.
“Con un cálido telón de fondo teñido de rojo, la pareja mostró un buen acople en el adagio, en el que Claudia logró sostenidos e impresionantes balances, e hizo gala de sus extensiones a 180 grados, mientras que Salvatore la secundó elegantemente, y la alzó y la dejó caer sin titubeos hasta barrer casi el piso en el riesgoso final del adagio.
Ya en su variación, Salvatore se lució, sobre todo en la segunda parte, con su gran óvalo de saltos de mayor elevación, y Claudia, por su lado, abanico en mano, ejecutó la suya con coquetería, musicalidad y precisión, con fouettés intercalados con pirouettes como remate, pero algo desplazados de lugar”.
Emily Blomberg y Rainer Krenstetter, del Miami City Ballet, repitieron el bello adagio Diamonds, música de Piotr I. Chaicovski y coreografía de George Balanchine, con el que volvieron a ratificar magistralmente su clase y su riguroso dominio de la técnica.
Para concluir esta estelar Gala de Clausura, Katherine Barkman y Joseph Phillips, del Ballet de Manila (Filipinas), escogieron para su segunda participación en este Festival, el reiterado pas de deux de El corsario, coreografía de Marius Petipa y música de Ricardo Drigo, donde volvieron a lucirse, desde el muy bien partneado adagio hasta la gran cargada final de la muy vistosa coda.
En su variación, Katherine brindó un óvalo de impresionantes y raudos piqués, y los fouettés intercalados con pirouettes mejor ejecutados y más centrados, sin desplazarse del lugar, mientras que Joseph, en la suya, regaló también un óvalo de vistosos saltos, con gran elevación y volteretas en el aire incluidas, y luego vertiginosos giros con la pierna a 90 grados.
Hialeah, 30 de agosto de 2018
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Ver XXIII Festival Internacional de Ballet de Miami, en el blog
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