Artistas invitados: Dueto de Alberto Miguel y Luis de Toro con su premisa de los versos de José Martí musicalizados .
Martes, Enero 28, 2020 a las 8:00 pm
Imago Art in Action
165 Majorca Avenue,
Coral Gables, FL 33134
En el automóvil Thomas Hudson y el chofer descendieron por el camino, y el chofer bajó un momento y quitó la cadena del portón(…) Avanzaron a través de la miseria de una calle lateral del pueblo y doblaron para coger la Carretera Central(2).
La carretera corría loma abajo durante casi cinco kilómetros, bordeada por grandes árboles viejos. Había criaderos, granjas pequeñas y grandes, con decrépitas casas coloniales españolas (…) pastos ondulados, cortados por calles que terminaban en barrancos, cubiertos de hierba seca y carmelitosa por la sequía(4).
Ahora habían pasado el puente y subían por la colina rumbo a Luyanó, donde había una vista del Cerro, hacia la izquierda, que a Thomas Hudson siempre le recordaba a Toledo(…) Luego la colina se terminó y Cuba volvió a rodearlos por ambos lados(5).
Más allá de las hileras de automóviles y camiones detenidos, estaba la colina con el castillo de Atarés(…) A lo lejos el humo atravesaba todo el cielo, desde las altas chimeneas de la Compañía de Electricidad de La Habana, y la carretera corría por el viejo empedrado bajo el viaducto, paralela al extremo superior del puerto, donde el agua era tan negra y grasienta como la que se bombea del fondo del tanque de un buque petrolero(6).
(…) los barcos de casco de madera de la lamentable y grotesca marina mercante de tiempo de guerra, yacían contra los pilotes cubiertos de creosota de los muelles de madera; la escoria del puerto se adhería a sus costados, más negra que la creosota de los pilotes y maloliente como una cloaca sucia(…)(7)
Este puerto, que ha sido contaminado durante trescientos o cuatrocientos años no es el mar, de todos modos. Y este puerto no está mal, cerca de la entrada. NI tampoco al lado de Casablanca(8).
Había doblado por la calle San Isidro, detrás de la estación principal del ferrocarril y frente a ala entrada de los viejos muelles donde fondeaban los barcos que venían de Miami y Cayo Hueso y donde estaba la terminal de la línea aérea de la Pan American cuando aún usaban los viejos clippers(9).
En esa época conocía cada bar y tugurio de esa parte de la ciudad, y San Isidro había sido la gran calle de los burdeles y los muelles. Estaba muerta ahora, sin una casa que funcionara en ella, y había estado muerta desde que la cerraron y embarcaron a todas las prostitutas de regreso a Europa(…)Pero mucha gente quedó muy triste después que se fue el barco y la calle San Isidro nunca volvió a ser lo que había sido(10)
Ahora el automóvil había salido a la calle que daba frente al mar, donde atracaba la lanchita que iba hasta Regla y los barcos costeros. El agua del puerto estaba oscura y picada, pero en el mar no se veían crestas blancas. El agua estaba demasiado turbia.(…)Mirando a través de ella vio que la bahía estaba en calma en la parte que quedaba al reparo de las colinas que coronaban Casablanca(…) donde sabía que estaba fondeado su propio barco, aunque no alcanzaba a verlo desde aquí(…)(12)
Se dirigieron directamente hacia la ciudad(12) y, pasando entre almacenes y tiendas, se encontraron fuera del viento. Thomas Hudson sintió el olor de la harina, el olor de las cajas de embalaje recién abiertas, el olor del café tostado, que era una sensación más fuerte que la de un trago por la mañana, y el delicioso olor a tabaco, que se sintió más fuerte justamente antes de que el automóvil doblara a la derecha hacia el Floridita.
«El cadalso había sido erigido a pocos pasos de aquella lastimosa huella de un pasado que, por tan cercano, casi parecía presente…» (p. 14).
«Con el instinto que solo proporciona la experiencia» (p. 26).
«[…] la manera en que escribimos deja al descubierto lo que somos» (p. 80).
«La tristeza, la ira, la duda también quedan proyectadas en la escritura como la sombra de la taza en la pared» (p. 81).
«El pensamiento —la vida misma— constituye una ligazón continuada de ideas y situaciones» (p. 271).
«Karl se dijo que era un bonito universo de libertad y sabiduría el que estaban construyendo los jacobinos. Nadie se atrevía a fiarse de nadie y todos desconfiaban de todos. Eso sí, la palabra ciudadano y ciudadana no se les caía de la boca.» (p. 63).
Asimismo, un tinte poético enriquece su narración, tal se aprecia en el siguiente ejemplo:
«[…] la luz del amanecer había comenzado a teñir los muebles del cuarto con un barniz de un tono metálico» (p. 89).
-«Los príncipes y las naciones desaparecerán de la faz de la tierra. La raza humana se convertirá entonces en una familia, y el mundo será la morada de los Hombres racionales» (p.32).
-«Si se desea dominar una sociedad, hay que aniquilar antes a los que la gobiernan». (p. 33).
-«Ya no había Monarquía, ni siquiera limitada por eso que los filósofos llamaban Constitución. […] la acción de la guillotina no se iba a detener en Luis XVI. Luego le tocaría el turno a los familiares del rey decapitado. Sería fácil justificar unas cuantas docenas de ejecuciones más alegando que así se desarraigaba la perniciosa planta de la monarquía, que la libertad del pueblo lo exigía, que la luz de la razón y que bla, bla y bla. Sí, conocía de sobra toda esa palabrería revolucionaria.» (p. 59 y 60).
-«Le constataba que estaban deteniendo a la gente tan solo por quejarse de que no había pan. No tenía el menor deseo de que aquella mujeruca, enemistada con el agua y el jabón, lo denunciara por decir que tenía hambre, en otras palabras, por propaganda contrarrevolucionaria.» (p. 62.
-«(…) era un bonito universo de libertad y sabiduría el que estaban construyendo los jacobinos. Nadie se atrevía a fiarse de nadie y todos desconfiaban de todos». (p. 63).
-«Los revolucionarios habían prometido abundancia para todos —bueno, más bien, despojar a los que tenían para dárselo a los que no poseían nada—, pero en la práctica, nunca se había pasado hambre en Francia. ¿Adónde habían ido a parar las montañas de mantequilla, los ríos de leche, los castillos de uvas y frutas que se podían encontrar en la capital tan solo unos meses atrás? Quizá el gobierno revolucionario lo había repartido todo, pero de ser así, tendría que haberlo hecho en algún lugar muy distante. En la capital incluso encontrar pan empezaba a considerarse un verdadero milagro». (p. 94).
(…) en Francia llevan abriendo y cerrando las puertas de las cárceles desde hace años. Primero, las abrieron para soltar a delincuentes y maleantes a los que los dirigentes de la Revolución decidieron considerar aliados en su lucha por la liberación del pueblo. Las dejaron vacías, literalmente vacías, claro que no por mucho tiempo. En un santiamén, las abarrotaron con sacerdotes, nobles, comerciantes o simples trabajadores a los que la guillotina no entusiasmaba o a los que había denunciado un vecino. Según ellos, todos ésos no eran el pueblo. No, eran enemigos del pueblo. Y a esa locura se sumaba la de los partidos…
Los girondinos pasaron de carceleros a encarcelados poco antes de que Robespierre instaurara el Terror y comenzara a guillotinar a sus propios compañeros de la Montaña. Mientras gobernaba se llegó a plantear la deportación a las islas de todos los sospechosos. No de los que se opusieran a la Revolución, no. ¡De los sospechosos de poder hacerlo! Ni los tiranos griegos, ni los déspotas de los asirios o de los persas llegaron a tanto. Por supuesto, no lo hizo Luis XVI. En una semana, los defensores de la libertad ejecutaron a más personas que el pobre Capeto a lo largo de todos los años de su reinado. (p. 321-2).