Tuesday, February 25, 2020

El Padre Félix Varela: Constitución y Ciudadanía (por Roberto Méndez Martínez)

Nota: Agradezco a Roberto Méndez Martínez, que comparta con los lectores del blog el texto de su conferencia: El Padre Félix Varela: Constitución y Ciudadanía, que ofreció el pasado 23 de noviembre de 2018, en la Biblioteca del  Centro Cultural Padre Félix Varela, de la Arquidiócesis de La Habana. 



Plaza Padre Félix Varela
Catedral de San Agustín, Fl
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La palabra Constitución ha sido una de las más repetidas por los cubanos en los últimos meses. La reforma constitucional que en este momento se está elaborando ha motivado comentarios de personas de muy diversas posiciones políticas, dentro y fuera de la Isla. Si afirmáramos que no es la primera vez que en la historia cubana una Carta Magna se convierte en un suceso de primera importancia, seguramente muchos se retrotraerían a abril de 1869 cuando se forjó la Constitución de Guáimaro(1), o a los movidos debates durante la elaboración de la primera Ley de leyes republicana en 1901 y, todavía más, a las novedades que trajo a la vida pública insular la de 1940, aunque su plena aplicación fuera una asignatura pendiente en nuestra vida pública. Sin embargo, el constitucionalismo en Cuba es muy anterior a la Asamblea de Guáimaro , por eso, entre varios ejemplos posibles, nos detendremos en la Constitución española de 1812 y en una figura insigne, el Padre Félix Varela, quien primero la estudió, comentó y enseñó durante el Trienio Liberal y luego, como diputado a Cortes, participó en los debates para su reajuste y aplicación en el territorio español. Esas experiencias marcarían decisivamente el resto de su existencia y no hay riesgo en afirmar que del Varela liberal y constitucionalista nacería el independentista más radical.

La Constitución de 1812 había surgido en un momento crítico para España, el de la invasión napoleónica. Fernando VII estuvo preso en Francia hasta la derrota francesa y en la Península gobernó en su nombre un Consejo de Regencia. Con la anuencia de este, en Cádiz, las Cortes promulgaron el 19 de marzo de tal año, en la festividad de San José, una constitución, que por eso tomaría el nombre popular de “La Pepa”.

El documento constaba de diez títulos y 384 artículos y era de una orientación política liberal moderada. En ella se declaraba que la soberanía residía esencialmente en la Nación y se encargaba de separar los poderes legislativo, ejecutivo y judicial, a la manera de Montesquieu. El poder de legislar residía en las Cortes con la aprobación del Rey, el ejecutivo en el monarca con sus ministros y el judicial en los tribunales civiles establecidos. Se estableció un sistema unicameral, por temor a que si existían una cámara alta y una baja como en Inglaterra, el Rey y la nobleza impusieran una asamblea de notables que con sus posiciones conservadoras coartara las facultades de la otra. En modo alguno era una constitución jacobina, de hecho, ni siquiera era laica, pues no separaba Iglesia de Estado, más aún mantuvo a España como un estado confesional, con la religión católica como oficial y tampoco pretendió abolir el régimen monárquico, sino que estableció una “monarquía moderada hereditaria”.

Si bien los constituyentes tuvieron como modelo las cartas magnas de Francia en 1791 y la de Estados Unidos, asumieron también gran número de elementos de la tradición jurídica española. No establecieron un listado de derechos del hombre, pero a lo largo de su texto aparecen algunos como el derecho a la libertad y el derecho a la propiedad.

Su vigencia fue muy breve, cuando Fernando VII logró retornar tras la derrota de los invasores franceses, en la primavera de 1814, se negó a jurar la Constitución y la hizo derogar, con el apoyo de la nobleza, buena parte del clero y hasta de las masas populares, que veían en los constitucionalistas a una élite intelectual peligrosa e impía y reclamaban a voces el restablecimiento de la Inquisición.

“La Pepa” volvería a la luz tras seis años de despiadado absolutismo, gracias al movimiento desencadenado por el general Rafael Riego, quien el 1 de enero de 1820 se sublevó en Cabezas de San Juan, Sevilla, apoyado por el Regimiento de Asturias, negados a embarcar a América para combatir los alzamientos independentistas. En los días que siguieron se sumaron a la rebelión otros cuerpos militares, unidos bajo el reclamo de restablecer la Constitución. Fernando VII temió terminar como su pariente Luis XVI y, con más miedo que convencimiento, juró el 9 de marzo fidelidad a la Carta Magna ante las Cortes establecidas en Madrid y se estableció el gabinete de ministros que con él gobernaría. Este nuevo orden se sostendría apenas hasta fines de 1823 y se conocería como Trienio Liberal.

La noticia de estos sucesos solo se conoció en La Habana el 15 de abril de 1820 y funcionó como una reacción química en cadena. Al día siguiente se sublevó el Batallón de los Catalanes, sus miembros irrumpieron con violencia en el palacio del gobernador Cajigal, lo amenazaron con un puñal y lo obligaron a declararse fiel a la Constitución en la Plaza de Armas. El asunto se legalizó el 17 cuando el anciano jefe juró en la Catedral, ante un crucifijo y con la presencia del obispo Juan José Díaz de Espada, ser fiel al documento que parecía poner fin al absolutismo monárquico. Se dice que durante la ceremonia ambos temblaban.

Tales temores parecían más que justificados. En el terreno militar se produjeron confrontaciones, dentro y fuera de La Habana, entre los leales a Fernando y los seguidores de Riego. Si cabe, esto todavía fue más insidioso en el plano civil, los grandes hacendados criollos, entre ellos su vocero ideológico Francisco de Arango y Parreño, eran partidarios del absolutismo, pues tenían fuertes acuerdos con el Trono, beneficiosos para su economía, sin embargo, muchos comerciantes peninsulares, aliados con sus colegas de España, buscaban romper el monopolio de los sacarócratas y beneficiarse personalmente con ciertos privilegios de la nueva situación, eran llamados “el partido de los uñas sucias” y tomaron como cabeza de ellos a un sacerdote español, escandaloso y grosero, Tomás Gutiérrez de Piñeres, quien dirigió verdaderas algaradas callejeras y riñas tumultuarias, y fue abierto enemigo de Arango y de Varela.

De acuerdo con el artículo 368 de la Carta, era preciso establecer Cátedras de Constitución “en todas las universidades y establecimientos literarios, donde se enseñen las ciencias eclesiásticas y políticas”(2) y así lo dispuso un Real Decreto del 24 de abril de 1820. El 11 de septiembre siguiente la Sociedad Patriótica tomó cartas en el asunto, el Intendente de Hacienda Alejandro Ramírez, temeroso de que la iniciativa fuese arrebatada por la Universidad, sabedor de que los dominicos que la regían eran contrarios al régimen constitucional, encargó del asunto al obispo Espada, a quien se pidió que redactara el reglamento de la Cátedra y la estableciera en el Seminario. La Sociedad correría con los gastos.

El 18 de octubre ya se había aprobado el Reglamento en una junta de la Sociedad y se convocó a oposiciones para nombrar el catedrático. Es el momento en el que el Obispo indica al joven sacerdote Varela que aspire a tal cargo. Con su autoridad venció las reticencias de este, que no se sentía preparado en asuntos jurídicos y lo obligó a presentarse a los ejercicios, junto a otros candidatos quienes, en la víspera de ellos, se retrajeron para que el Maestro accediera sin dificultades al puesto. Tomo posesión de él el 7 de enero y las clases se iniciaron el 18 de ese mes, en el Aula Magna del Seminario que era por entonces una pieza larga y estrecha con ventanas al puerto, ubicada donde está hoy la entrada principal del edificio. Se pudo admitir una matrícula de 193 personas, de los que, por cierto, apenas 41 habían sido antes alumnos de Varela en Filosofía. Como asegura José Ignacio Rodríguez en su biografía del Maestro:
Además de los alumnos, era tan grande el concurso de pueblo que concurría a estas lecciones de política, como se las solía denominar, que aunque el local escogido para darlas era el aula magna del Colegio, los asientos todos de las bancas estaban ocupados, y “un público numeroso se agrupaba á la puerta y á las ventanas, manteniéndose allí de pie por una hora, para tener el gusto de escucharle."(3)
Asombra cómo el novel catedrático pudo preparar en tan corto tiempo tal curso. Es evidente que no solo se estudió el texto constitucional, sino que revisó el Diario de Sesiones de las Cortes entre 1812 y 1814 para conocer los criterios particulares de los legisladores y los debates generados en diversos aspectos fundamentales. Además, su experiencia como profesor de Filosofía le había permitido acumular amplias lecturas que iban desde el Leviatán de Hobbes a los Tratados sobre el gobierno civil de Locke, el Espíritu de las leyes de Montesquieu, clásicos ya en materia de política, pero también queda claro que estaba asombrosamente actualizado, como para citar a su contemporáneo Benjamin Constant, autor de obras que por entonces eran novedades en el mundo como los Principios de política aplicables a todos los gobiernos representativos, publicados en 1815, y el Curso de política constitucional que había visto la luz entre 1818 y 1820, lo cual era absolutamente asombroso para alguien que no había salido de una colonia española.

En el discurso o prima lectio con el que inauguró el curso destacó las razones para la existencia de la Cátedra:
Yo llamaría a esta cátedra, la cátedra de la libertad, de los derechos del hombre, de las garantías nacionales, de la regeneración de la ilustre España, la fuente de las virtudes cívicas, la base del gran edificio de nuestra felicidad, la que por primera vez ha conciliado entre nosotros las leyes con la Filosofía, que es decir, las ha hecho leyes; la que contiene al fanático y déspota, estableciendo y conservando la Religión Santa y el sabio Gobierno; la que se opone a los atentados de las naciones extranjeras, presentando al pueblo español no como una tribu de salvajes con visos de civilización, sino como es en sí, generoso, magnánimo, justo e ilustrado.(4)
Nótese, en primer término, que no hace alusión al nacimiento de la cátedra por Real Orden, ni siquiera a la coyuntural circunstancia de Cuba, sino a algo más general, el hecho de la existencia de una Constitución como fuente de virtudes cívicas, que ha opuesto al despotismo un gobierno que no atenta contra la religión ni imita el ejemplo de la Francia revolucionaria durante el Terror instaurado por la Convención jacobina, regicida y anticristiana. Obsérvese que el político Varela sigue siendo el profesor de Filosofía que se preocupa por formar valores en sus alumnos. Las lecciones que va a impartir, más que de comentario literal de la Carta son en realidad clases de cívica, las primeras que se ofrezcan de forma sistemática en Cuba colonial y no responden a un espíritu partidista: Varela no se ha unido a los constitucionalistas escandalosos de Piñeres, ni al bando absolutista de los hacendados. Es un liberal moderado, un reformista avanzado, alguien que conjuga religión y civilidad para evitar las violencias de los extremistas de uno y otro bando.

Conocemos de primera mano el programa del curso porque él lo detalla en otro pasaje de su peroración:
Expondremos con exactitud lo que se entiende por Constitución política, y su diferencia del Código civil y de la Política general, sus fundamentos, lo que propiamente le pertenece, y lo que es extraño a su naturaleza, el origen y constitutivo de la soberanía, sus diversas formas en el pacto social, la división y el equilibrio de los poderes, la naturaleza del gobierno representativo, y los diversos sistemas de elecciones, la iniciativa y sanción de las leyes, la diferencia entre el veto absoluto y temporal, y los efectos de ambos, la verdadera naturaleza de la libertad nacional e individual, y cuáles son los límites de cada una de ellas, la distinción entre derechos y garantías, así como entre derechos políticos y civiles, la armonía entre la fuerza física protectora de la ley, y la fuerza moral.(5)
Seguidamente advirtió a su alumnado de la inexistencia de un libro de texto, algo explicable si se tiene cuente el brevísimo tiempo que tuvo para preparar su curso. Pero hasta de esa carencia hace una virtud, en vez de impartir una materia convencional que los discípulos aprendan mecánicamente para examinar, va a sustituir la memoria por el debate: “en lo sucesivo no será la memoria, que es la más débil de las operaciones del alma, sino los sentidos con repetidas impresiones, el órgano de nuestra inteligencia.”(6) Lo que se proponía el educador no era que los matriculados pudieran repetir un prontuario de categorías políticas y principios jurídicos, sino que mediante el intercambio modelaran su conciencia como ciudadanos.


Si bien Varela no pudo escribir de forma detallada las lecciones de su curso como había hecho con las de Filosofía, dio a la luz en ese mismo año 1821 un folleto titulado Observaciones sobre la constitución política de la monarquía española(7), compuesto por una breve Introducción y diez observaciones que nos ilustran sobre los contenidos e ideas que trasmitía a sus alumnos. La novedad de estas opiniones en el foro cubano, su audacia y alcance, merecen que nos detengamos en algunas de ellas.

En la Observación primera se dedica al tema de la Soberanía. Apoya el artículo 3 de la Constitución que deposita ésta en la Nación y, a propósito, desde el primer párrafo cuestiona la autoridad de los reyes, que obtienen su poder por la fuerza o por “renuncia voluntaria de los individuos de una parte de su libertad”(9), es decir, se refiere al “contrato social”, tal y como lo habían defendido los contractualistas europeos, pero asocia esto no con un supuesto estado de salvajismo inicial, a la manera de Rousseau, sino con el Génesis, la autoridad de los patriarcas y el surgimiento de las tribus.

Define con mucha claridad que:
Nada más razonable y justo; pues si el pueblo es quien ha de renunciar una parte de su libertad voluntariamente, y no por violencias tiránicas, contrarias a toda justicia y razón, a él toca exclusivamente el derecho de establecer sus leyes fundamentales, que incluyen estos derechos renunciados, esta parte de libertad que pierde cada individuo en favor de la sociedad, y en él reside esencialmente la soberanía, que no es otra cosa sino el primer poder y el origen de los demás.(9)
Varela refuta la doctrina del derecho divino de los reyes apoyado en la Sagrada Escritura, incluso en el pasaje más citado a favor de éste que es Carta a los Romanos (13,1-2)(10). Sigue un camino semejante al del teólogo y jurista español Francisco Suárez (1548-1617) en su Tratado de las leyes (1612) que se atiene al principio contractualista y considera que el carácter del Estado es humano y no divino. Difiere radicalmente del obispo francés Jacques Bossuet (1652-1704) quien en su “Discurso sobre la Historia Universal” (1681) interpreta de manera tendenciosa La ciudad de Dios de San Agustín para afirmar que la historia está dirigida por la Providencia quien coloca a los reyes en sus tronos desde los que deben hacerse aconsejar por los obispos. De modo que Varela, sin decirlo, rechaza el primer título de las monarquías absolutas: “Por la gracia de Dios”.

Quizá sin tenerlo muy claro se ha unido al ala más liberal de los constituyentes de 1812: el canónigo Diego Muñoz Torrero, Agustín Argüelles, el Conde de Toreno, Antonio Alcalá Galiano y el poeta Manuel José Quintana, cuando afirma:
Demos, pues, al César lo que es del César, que se reduce a una potestad temporal conferida por los pueblos, y que ningún individuo debe desobedecer. Demos a Dios lo que es de Dios, observando su santa ley y los deberes esenciales de justicia en cualquiera forma de sociedad; pero jamás se diga que un Dios justo y piadoso ha querido privar a los hombres de los derechos, que él mismo les dio por naturaleza, y que erigiendo un tirano, los ha hecho esclavos. El lenguaje de la adulación será muy distinto; pero éste es el de la verdadera religión.(11)
En la “Observación segunda” se ocupa de la Libertad y la Igualdad. Valora positivamente los límites que pone la Constitución a la autoridad real (Título IV, Capítulo I, Artículo 172) y se apoya en sus lecturas de Constant y Montesquieu para definir la libertad:
El célebre Benjamín Constant nos presenta una definición exacta de ella, diciendo que consiste en practicar lo que la sociedad no tiene derecho de impedir. Montesquieu la había definido: el derecho de hacer lo que las leyes permiten; pero como observa el citado Constant, en esta definición se expresa lo que no puede hacer el ciudadano, pero no lo que no pueden mandar las leyes; y si éstas, por el influjo de los gobernantes, llegan a multiplicarse y atacar los derechos de los ciudadanos, queda destruida la libertad nacional e individual de un modo el más sensible; pues se obliga al pueblo, como soberano, a que ejerza su tiranía sobre el mismo.(12)
De esto mismo deriva la diferencia entre el ejercicio de la soberanía por el Gobierno y su posesión con exclusividad:
El gobierno ejerce funciones de soberanía; no las posee, ni puede decirse dueño de ellas. El hombre libre que vive en una sociedad justa, no obedece sino a la ley; mandarle invocando otro nombre, es valerse de uno de los muchos prestigios de la tiranía, que sólo producen su efecto en almas débiles. El hombre no manda a otro hombre; la ley los manda a todos.(13)
Así mismo, el pedagogo va al núcleo mismo de la Igualdad al definirla como “el derecho [de cada uno] de que se aprecien sus perfecciones y méritos del mismo modo que otros iguales que se hallen en cualquier individuo”(14). Todo esto nos prepara para las líneas finales del epígrafe, que con su sintética brillantez son de elocuencia tal que deberían estar grabadas en todos aquellos sitios donde se legisla:
Una sociedad en que los derechos individuales son respetados, es una sociedad de hombres libres, y ésta, ¿de quién podrá ser esclava, teniendo en sí una fuerza moral irresistible, por la unidad de opinión, y una fuerza física, no menos formidable, por el denuedo con que cada uno de sus miembros le presta a la defensa de la patria? ¿Podrá temerse que sufran las cadenas de la tiranía? La independencia y libertad nacional son hijas de la libertad individual, y consisten en que una nación no se reconozca súbdita de otra alguna, que pueda darse a sí misma sus leyes, sin dar influencia a un poder extranjero, y que en todos sus actos sólo consulte a su voluntad, arreglándola únicamente a los principios de justicia, para no infringir derechos ajenos.(15)
En la tercera de las Observaciones define una constitución política como “un conjunto de normas sabias que presenten de un modo constante los deberes sociales, recordando siempre el pacto solemne que ha hecho la sociedad con su gobierno”(16)  y a la vista de otras que conoce, destaca lo adecuado de la Constitución que les ocupa para las características de España pues “presenta la verdadera forma o carácter público de la nación española y que detalla, breve y claramente, las libertades nacionales imprescriptibles, los deberes del rey para con el pueblo y los de este para aquél.”(17)  Para él, esta puede alejar los dos grandes peligros sociales, la tiranía y la anarquía.

No es posible seguir al detalle cada una de las sustanciosas consideraciones que contiene el folleto, habría que organizar para ello otro curso de Constitución. El maestro es partidario de la división de los poderes: legislativo, ejecutivo y judicial y de la función intermediaria del Rey entre ellos; por estas mismas razones apoya la monarquía constitucional aunque no sigue al Conde de Toreno en la noción de limitar al máximo las atribuciones del monarca porque le parece que pueden convertirse las Cortes en un “congreso exaltado”(18)  quizá pensando en los extremos poderes que llegó a atribuirse la Convención francesa entre 1792 y 1795, lo que incluyó la abolición de la monarquía y el proceso seguido al rey. Así mismo difiere de algunos radicales en que acepta la posibilidad del veto real a las leyes. No olvidemos que el pensador escribe desde Cuba, no conoce aún la condición moral de Fernando VII, ni podía adivinar cómo concluiría el Trienio liberal, con graves consecuencias para él mismo.

También está de acuerdo con las buenas razones para fijar un parlamento unicameral y las principales condiciones y facultades de los diputados, así como su inviolabilidad, salvo cuando atente contra la Constitución, lo que incluye el tema religioso:
Cuando la Constitución dice que la religión católica es la única verdadera, no la declara tal, sino que la supone ya declarada y admitida en todo el reino, y que es la voluntad nacional que se conserve perpetuamente, pues la declaración de puntos dogmáticos no pertenece sino a la Iglesia. Luego, cuando un diputado estableciere una discusión semejante, habría traspasado los límites que prefija la misma naturaleza de las Cortes, y está ya clara la perversidad de su intención.(19)
Esta parece una advertencia a las actitudes que pueden tener en las Cortes los liberales más exaltados, generalmente aquellos que militan en la masonería y son partidarios de medidas radicales como las tomadas en Francia revolucionaria.

Hay un detalle muy interesante en la Observación séptima. Los constituyentes procuraron vitalizar el funcionamiento de los tribunales españoles, proverbial por su lentitud. Para ello, algunos llegaron a afirmar que dos sentencias sobre un caso ya debían constituir ejecutoria, entre ellos, el sacerdote, poeta y legislador Juan Nicasio Gallego, quien elaboró unas tablas de probabilidades para intentar demostrar en las Cortes que a lo largo de cuatro instancias no hay mayores posibilidades de verdad que en dos. Lo interesante es que Varela no lo refuta desde el campo del Derecho sino desde la Lógica y las Matemáticas, a partir de la “teoría de las probabilidades” de Pierre Simon Laplace (1749-1827) que él había estudiado con sus alumnos en la sexta de sus Lecciones de Filosofía (1818-1820). Debemos aclarar que Laplace publicó en 1812 su Teoría analítica de las probabilidades y en 1814 el Ensayo filosófico sobre la probabilidad. Varela conocía ya la fórmula llamada “regla de sucesión de Laplace” para determinar las probabilidades de ocurrencia de un evento, lo que Gallego evidentemente ignoraba. También es curioso que lo citara porque el científico no incluía a Dios dentro de su Sistema del Mundo, ni siquiera como hipótesis, y hacía pública ostentación de su agnosticismo. Pero, en cualquier caso, es admirable lo actualizado de la erudición del presbítero cubano.

Apenas tres meses pudo el eminente maestro mantener su cátedra, porque el obispo Espada lo invitó y prácticamente lo obligó a que presentara su candidatura como Diputado a Cortes. Fue electo para ello el 13 de marzo y partió para la Península el 28 de abril. Nunca retornaría a Cuba. En las lecciones de Constitución lo sustituyó Nicolás Escovedo y Rivero (1795-1840), antiguo estudiante del Seminario y profesor de la Universidad, intelectual brillante a pesar de su grave debilidad visual, quien se mantuvo en la Cátedra hasta que el restablecimiento del absolutismo, a fines de 1823, obligó a clausurarla.

A pesar de su corta existencia, la Cátedra de Constitución constituyó una auténtica fuente de educación cívica para aquellos privilegiados que pudieron acudir a ella. Los que llegaron a sus bancos como súbditos, salieron de allí con la formación de ciudadanos. Tales enseñanzas calaron en algunos intelectuales como Luz y Caballero, Saco, Domingo del Monte y motivaron publicaciones como El Americano Libre (1822-23) y su continuador El Revisor político literario (1823). El largo decenio absolutista que seguiría satisfizo los intereses de los hacendados que pactaron con el monarca traidor muy a gusto, pero no extinguió la existencia de un ala reformista liberal y, por otro lado, un sentimiento separatista que se manifestaría en diversas conspiraciones o en el pensamiento de emigrados como el poeta José María Heredia. El esfuerzo no había sido inútil.

Varela se mantuvo muy activo durante su estancia española, aunque las elecciones para diputados de Cuba en 1821 fueron anuladas y, nuevamente electo en 1822, por ausencia de las credenciales no fue admitido en las Cortes junto con sus compañeros Tomás Gener y Leonardo Santos Suárez hasta el 2 de octubre, de modo que fueron legisladores por apenas un año. En ese período presentó al Director de Estudios, el poeta Manuel José Quintana, una memoria redactada a pedido del Obispo Espada, para que se convirtiera en universidad el Seminario de San Carlos.

En el parlamento, tuvo especial cuidado en no aliarse con los clérigos fanáticos, ni con los militaristas, ni con los liberales extremistas. Con energía y prudencia intervino cuando lo consideró necesario en las sesiones. Defendió los derechos del clero diocesano para que no fuera instrumentalizado por el Gobierno ni en su selección para cargos ni en la asignación o privación de recursos; abogó por los desterrados de la Península y por la rehabilitación de los presidiarios a través del trabajo; reclamó que los inmuebles y bienes de los conventos clausurados en Cuba se destinaran a la educación; estuvo alerta para evitar las excesivas facultades que algunos querían conceder al ejército.

Quizá lo más triste para él fue contemplar cómo, aún entre los legisladores más liberales, los asuntos de Cuba debían dejarse como estaban, o eran de ínfima importancia. El proyecto de autonomía en el que trabajó en comisión con otros diputados cubanos, un filipino y varios españoles, fue mandado a imprimir por la Cortes, pero nunca encontró espacio para su discusión; su propuesta para el reconocimiento de la independencia de aquellas naciones de América que ya de facto eran libres, tropezó con los prejuicios de la mayoría y aún el liberal Argüelles lo refutó con argumentos torpes como la falta de preparación de los americanos para la libertad. Nunca pudo presentar su proyecto de abolición de la esclavitud. Para colmo tuvo que asistir a largas sesiones en las que debió decepcionarse de nombres que la habían parecido venerables en la distancia y por aquel panorama caótico donde estaban representados todos los defectos humanos: la hipocresía, la venalidad, la violencia, el egoísmo e incluso las indignidades de varios miembros del clero. A pesar de ciertas elegantes piezas oratorias, aquel parlamento era un campo de batalla, dividido en bandos, mientras el Rey conspiraba con las potencias de la Santa Alianza y especialmente con su pariente Luis XVIII.

La estancia del Padre Varela en la Península no fue muy productiva desde el punto de vista pragmático, pero podemos manifestar que, entre 1821 y 1823, el educador fue educado con la observación de las circunstancias políticas de la Metrópoli y la apreciación de la conducta humana en ella. El que llegó a Cádiz el 7 de junio de 1821 no fue el mismo que huyó de esa ciudad alrededor del 3 de octubre de 1823 a Marruecos y Gibraltar, y de allí a Estados Unidos. Había arribado como un reformista liberal, aspirante a conseguir la autonomía de Cuba y partía, decepcionado absolutamente de la monarquía española y hasta de un amplio sector de los liberales, que no querían saber de libertades para las colonias. El terreno estaba abonado para el independentismo. A su llegada a Estados Unidos, proscrito, embargados sus bienes y condenado a muerte, como el resto de los diputados – unos 90- que habían votado el 11 de julio anterior por la inhabilitación del Monarca(20), podía suscribir la afirmación herediana: “Que no en vano entre Cuba y España/ Tiende inmenso sus olas el mar”

De La Habana había salido con honores y aplausos, al menos de la élite selecta que lo apoyaba. De Cádiz salió a escondidas, tras contemplar la desbandada de los diputados, el avance de las tropas de los Cien Mil Hijos de San Luis comandados por el Duque de Angulema(21) y al monarca traidor vitoreado por las turbas que reclamaban la monarquía absoluta y hasta el inmediato restablecimiento de la Inquisición.

El fin del año 1823 debió ser para Varela, ya en tierra fría y extranjera, algo así como la noche de Cristo en el huerto de Getsemaní. Estaba lejos de su obispo que parecía haberlo abandonado, pues, obligado por las circunstancias, celebró un Te Deum en la catedral habanera por el restablecimiento del absolutismo y escribió una carta pastoral alabando la invasión francesa a la Península. Sus discípulos se habían desbandado y los oligarcas criollos estaban de plácemes con Arango y Parreño. Al parecer todo estaba consumado.


Mas, en 1824, Varela se ha rehecho. Comienza a editar El Habanero, primero en Filadelfia y luego en New York, ya no es un legislador, es un político que ataca las máscaras de la doble moral; la hipocresía de los que prefieren las cajas de azúcar y los sacos de café a la libertad; se opone con energía a los proyectos de anexión de Cuba a nación alguna. Y cuando comprende que en la Isla no hay condiciones para la separación inmediata de España, escribe sus Cartas a Elpidio entre 1835 y 1838, para educar a la juventud en la virtud y en el amor a la patria. El hombre de leyes se ha probado en el dolor, ha conocido el mal de cerca y ahora parece resucitar, de nuevo como educador y en la labor pastoral de su sacerdocio. Ya no es diputado, sino padre y como tal instruye a los hijos para ser libres y piadosos. En los casi treinta años que residió en los Estados Unidos demostró que era a la vez patriota y santo.

En el verano de 1892, José Martí peregrinó a San Agustín de la Florida y después publicaría una corta crónica en Patria el 6 de agosto donde hay una caracterización sabia y fuerte del presbítero:
Allí están, en la capilla a medio caerse, los restos de aquel patriota entero, que cuando vio incompatible el gobierno de España con el carácter y las necesidades criollas, dijo sin miedo lo que vio y vino a morir cerca de Cuba, tan cerca de Cuba como pudo, sin alocarse o apresurarse, ni confundir el justo respeto a un pueblo de instituciones libres con la necesidad injustificable de agregarse al pueblo extraño y distinto que no posee sino lo mismo que con nuestro esfuerzo y nuestra calidad probada podemos llegar a poseer: los restos del Padre Varela.(22)
Unas líneas más adelante, después de fundar allí, en San Agustín, el club revolucionario “Padre Varela”, dice: “aquí estamos de guardia, velando los huesos del santo cubano, y no le hemos de deshonrar el nombre”(23).

Hoy esos huesos venerables reposan en el Aula Magna de la Universidad, ante ellos oró el 23 de enero de 1998 San Juan Pablo II. Nos toca a nosotros velar con sus obras ante los ojos y el corazón, para que esta Constitución que hoy se elabora, lleve la impronta del “santo cubano”, para el bien de los cristianos y de todo el pueblo de Cuba.(24)


Juan Pablo II, Encuentro con el Mundo de la Cultura
Aula Magna de la Universidad de La Habana
23 de enero de 1998
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  1. Podrían citarse el proyecto de constitución autonómica de José Agustín Caballero (1811) y el de constitución separatista de Joaquín Infante en ese mismo año. Cf. Beatriz Bernal Gómez: “Propuestas y proyectos constitucionales en la Cuba del siglo XIX”. En memoria de Francisco Tomás y Valiente", ed. Universidad de Salamanca, Salamanca, 2004, pp. 861-872.
  2. Constitución de Cádiz de 1812, Título IX, Capítulo único, artículo 368.
  3. José Ignacio Rodríguez: Vida del presbítero don Félix Varela. Nueva York, Imprenta de “O Novo Mundo”, 1878, pp.165-166.
  4. FV: Discurso pronunciado por el presbítero Don Félix Varela, en la apertura de la clase de Constitución de que es catedrático”. Félix Varela y Morales: Obras. La Habana, Biblioteca de Clásicos Cubanos, Editorial Cultura Popular y Ediciones Imagen Contemporánea, 2001, Tomo 2, p.4. Todas las citas de Varela se hacen por esta edición salvo que se indique lo contrario.
  5. Ibid, pp.5-6.
  6. Ibid, p.6.
  7. FV: Observaciones sobre la constitución política de la monarquía española. La Habana, Imprenta de D.Pedro Nolasco Palmer e hijo, 1821.
  8. FV: Observaciones. Obras, Tomo 2, p.11.
  9. Ibid, p.12.
  10. “Sométanse todos a las autoridades constituidas, pues no hay autoridad que no provenga de Dios, y las que existen, por Dios han sido constituidas. De modo que, quien se opone a la autoridad, se rebela contra el orden divino, y los rebeldes se atraerán sobre sí mismos la condenación” (Rm 13, 1-2)
  11. FV: Observaciones. Obras, Tomo 2, pp.15-16.
  12. Ibid, p.16.
  13. Ibid, p.17.
  14. Ibidem.
  15. Ibid, p.18.
  16. Ibid, p.19.
  17. Ibidem.
  18. Ibid, p.25.
  19. Ibid, p.42.
  20. El 11 de julio de 1823, a propuesta de Alcalá Galiano, los diputados a Cortes votaron por la inhabilitación de Fernando VII, alegando su “demencia temporal”, al negarse este a trasladarse con el Legislativo de Sevilla a Cádiz. Se temía que, como ocurrió, se refugiara con las tropas invasoras francesas y desde allí enfrentara al parlamento y restableciera el absolutismo. Tanto el Monarca como el jefe de los invasores vieron en tal inhabilitación una actitud semejante a la de la Convención gala cuando despojó en noviembre de 1792 a Luis XVI de su inmunidad, lo que precedió a su proceso y condena a muerte. Tales referencias explican el ensañamiento de Fernando con los que apoyaron su supuesta locura.
  21. Luis Antonio de Borbón era hijo de Carlos de Borbón, Conde de Artois y sobrino de Luis XVI quien le obsequió al nacer el título de Duque de Angulema. Casó con María Teresa, la hija del monarca guillotinado, tras haber sido liberada esta de la prisión del Temple y enviada al exilio. Todo esto explica la enemistad absoluta del noble con cualquier vestigio de liberalismo. Representaba el rencor de la reacción contra los revolucionarios. Tras la muerte de su padre que reinó como Carlos X se suponía que accedería al trono de Francia con el nombre de Luis XIX, pero las circunstancias políticas de Francia lo impidieron.
  22. José Martí: “Ante la tumba del padre Varela”. Obras completas, La Habana, Centro de Estudios Martianos, Colección digital, 2007, tomo 2, p. 96.
  23. Ibid, p. 97.
  24. En la elaboración de este texto debí emplear una gran variedad de materiales, pero quiero destacar especialmente mi deuda con dos textos, la biografía Pasión por Cuba y por la Iglesia de Monseñor Carlos Manuel de Céspedes y el estudio Por la vida y el honor. El presbítero Félix Varela en las Cortes de España. 1822-1823 del Padre Manuel Maza Miquel SJ.

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Ver textos anteriores de Roberto Méndez Martínez, en el blog 

Celosa por los recuerdos de una ex (por Cecilia Alegría, La Dra. Amor)

Nota del blog: Espacio semanal de Cecilia Alegría, La Dra. Amor, dedicado al amor de pareja.


Querida Dra. Amor: 
Mi novio y yo tenemos seis meses juntos. Él me dice que tiene muchos problemas, que está confundido, que no sabe lo que siente por mí. Tiene 21 años y yo 20. Siempre me negué a enamorarme porque me da mucho miedo sufrir, pero me enamoré de él… a veces siento que me usó para olvidarse de otra persona, lo que pasa es que cuando lo conocí él estaba supuestamente enamorado de otra, y ahora yo me muero de los celos cuando lo llamo y no me contesta. Pienso que está con ella. No sé si darle tiempo o terminar esta relación. Yo lo amo y hasta hace unos días yo sentía que él también. ¡Necesito su consejo por favor! 
Viviana

Querida Viviana,

Eres muy joven todavía...y por lo visto, insegura para el amor... Si como supones él te eligió para olvidar a su ex... es hora de que se lo preguntes suave pero directamente. ... y si su respuesta no te convence... vas a tener que separarte de él porque es evidente que no le tienes confianza.... y es más, es probable que para él hayas sido ese “clavo que saca otro clavo”… tú misma dices que él afirma no saber qué siente por ti porque está “confundido” y ya llevan 6 meses de relación, tiempo suficiente como para saber si tú eres la chica con la que quiere construir una relación de pareja o no.

Tu visión del amor como un proceso doloroso no es válida… El verdadero amor no tiene por qué hacernos sufrir... por el contrario, nos hace felices y mejores personas cuando es retribuido... lo que pasa es que hay mujeres como tú que, con esos pensamientos negativos sobre el amor atraen justamente a los hombres equivocados a sus vidas... Tú estabas temerosa de enamorarte porque creías que ibas a sufrir y eso es justamente lo que estás consiguiendo ahora. Pensamientos negativos atraen realidades negativas. Tú cavas tu propia tumba.

Por otro lado, ya es hora de que comiences a analizar porqué eres celosa… Si no cambias ese aspecto de tu personalidad, no vas a poder ser feliz en el amor, con ningún hombre... Comienza a superarte como ser humano para estar mejor preparada cuando el amor verdadero toque a tu puerta… Tienes que mejorar como mujer, afectiva y espiritualmente… Y decirte cada día que serás feliz en el amor. Pero para ello, tienes que ser feliz como persona, individualmente, primero. ¡A prepararse se ha dicho!






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Cecilia Alegría, La Dra. Amor (www.ladoctoraamor.com): Consejera de Parejas, Love and Life Coach, Conferencista Internacional, Periodista y Conductora de Radio y TV. Destaca en los Medios Latinos en Miami dando consejos sobre cómo triunfar en el terreno amoroso y ayudando a miles de parejas a resolver sus problemas. Forma parte del grupo fundador de profesores del programa Universidad de la Familia.
Ha publicado nueve libros entre los que se encuentran: Comunicación Afectiva=Comunicación Afectiva (Espasa Calpe, España, 2000). 120 preguntas y respuestas para ser mejores personas (Editorial Norma, Colombia, 2004), No hay amor más grande (Editorial Aragón, USA, 2012), Amando un Día a la Vez(Ediciones Varona, U.S.A. 2015), Al rescate de tu comunicación de pareja (Ediciones Varona, USA 2017), Sexo Sagrado y Lazos del Alma (Indie Publishingnbsp, 2018), Alessia (Book Master Corp. 2019) Cuando el amor te llame, síguelo. 70 revelaciones sobre el amor y el desamor (2020)

Bryan Adams


Monday, February 24, 2020

24 de Febrero de 1895 (por José Raúl Vidal y Franco)


El empeño por hacer libre y próspera a la patria no se extingue tras el reposo turbulento del que hablara Martí en su alegato Vindicación de Cuba. Tanto en los residentes de la isla como en los emigrados en suelo norteamericano, es latente todavía el amor por la libertad e independencia de Cuba.

El 24 de febrero de 1895 se inaugura una nueva etapa en la lucha del pueblo cubano. Atrás quedan las desavenencias entre Martí, Gómez y Maceo, cuando el entonces Programa de San Pedro Sula (oct. 18, 1884). La predica martiana lograba la juntura en la diversidad de un exilio como nunca se ha conocido en nuestra historia. La emigración se entusiasma con la idea de volver a sus casas y a sus barrios, mientras que el ambiente en la isla lo rige el ímpetu de los jóvenes deseosos de repetir las hazañas del 68. Pero era preciso, sin embargo, que todo esfuerzo estuviera bien coordinado para evitar experiencias como la de Fernandina o las armas del 94 en Puerto Príncipe, o peor aún, que reverdecieran los errores que desembocaron en la rendición del Zanjón.

Martí realiza una labor extenuante. Su epistolario fue intenso, sus contactos precisos y su concepción de la guerra eficaz para ganarse el respeto y el apoyo de quienes deseaban la libertad de la patria.

Para ello se funda el 10 de abril de 1892 el Partido Revolucionario Cubano que pronto aúna la voluntad de cientos de cubanos de diferentes tendencias y filiaciones políticas (desde anarquistas, socialistas, autonomistas e independentistas entre muchos), lo mismo dentro que fuera de la isla.

De conjunto, los noventas resultan clave en la historia de Cuba y particularmente en la región de Puerto Príncipe donde la propaganda del Partido Autonomista no cede terreno a pesar de que sus miembros habían perdido credibilidad a nivel nacional, sobre todo porque no creían en la conducción político-financiera del gobierno colonial, pero tampoco planteaban soluciones viables para encarar los problemas, ni mucho menos querían entregar el país a los desmanes de la guerra. Reverdece además el tema anexionista y surge, por otra parte, un exacerbado temor al negro motivado, en principio, por viejas rencillas raciales entre muchos de los viejos patricios y aprovechado por las autoridades para carcomer todo intento de sublevación. Sobre el particular les presento ahora un texto, al parecer dirigido al Delegado del Partido Revolucionario Cubano por la junta camagüeyana, con fecha Camagüey mayo del 1893. En él, aquellos prohombres del Príncipe exponían abiertamente un tema que no cito ahora in extenso:
El negro en Cuba ha dejado de ser esclavo para ser ciudadano —y al fundirse en la sociedad cubana en su nuevo carácter, no encontró puesto preparado para él. Forzoso le fue crearse uno—. Y como no tenía condiciones para ascender se colocó debajo de todos—

Allí han ido a refugiarse con todos los celos del inferior al superior, sumado a los odios seculares de raza, justificado en su caso por largos años de sufrimiento y alentados por concesiones que se les han hecho. Entre españoles y cubanos no eligen su odio con predilección, pero siempre elegirá como víctima al que pueda vencer, y será aliado del que le ofrezca más garantías y le conceda más ventajas. El gobierno español se cuidará, en obediencia a su espíritu de odio a los cubanos, en armonía con manifestaciones más de una vez formuladas, y como simple y lógica secuela de lo que en anteriores ocasiones ha hecho, se cuidara, decimos, de armar esa masa tan ponderable, tan inconsciente, tan enérgica, tan preparada para una guerra de odio y exterminio; y a guisa de eficacísimo estimulo le concederá grados, honores, ciega tolerancia— y la codiciada mujer cubana será un trofeo de guerra, cuya posesión constituirá para ellos el más poderoso lazo de adhesión a una causa que en un solo instante les proporcionará cuanto codician. (Pascual, Destinatario 273-74)
Martí no podía desentender tan delicado tema, sobre todo para que no se tergiversara el programa del Partido Revolucionario Cubano entre los temores de una guerra racial. Al respecto consigna en el Manifiesto de Montecristi:
De un temor quisiera acaso valerse hoy, so pretexto de prudencia, la cobardía: el temor insensato; y jamás en Cuba justificado, a la raza negra. La revolución, con su carga de mártires, y de guerreros subordinados y generosos, desmiente indignada, como desmienten la larga prueba de la emigración y de la tregua en la isla, la tacha de amenaza de la raza negra con que se quisiese inicuamente levantar, por los beneficiarios del régimen de España, el miedo a la revolución. Cubanos hay ya en Cuba, de uno y otro color, olvidados para siempre —con la guerra emancipadora y el trabajo donde unidos se guardan— del odio en que los pudo dividir la esclavitud. La novedad y aspereza de las relaciones sociales, consiguientes a la mudanza súbita del hombre ajeno en propio, son menores que la sincera estimación del cubano blanco por el alma igual, la afanosa cultura, el fervor del hombre libre, y el amable carácter de su compatriota negro. Y si a la raza le nacieran demagogos inmundos, o almas airadas cuya impaciencia propia le azuzase la de su color, o en quienes se convirtiera en injusticia con los demás la piedad por los suyos, — con su agradecimiento y su cordura y su amor a la patria, con su convicción de la necesidad de desautorizar por la prueba patente de la inteligencia y la virtud del cubano negro la opinión que aún reine de su incapacidad para ellas, y con la posesión de todo lo real del derecho humano, y el consuelo y la fuerza de la estimación [de] cuanto en los cubanos blancos hay de justo y generoso, la misma raza extirparía en Cuba el peligro negro, sin que tuviera que alzarse a él una sola mano blanca. La revolución lo sabe, y lo proclama. La emigración lo proclama también. Allí no tiene el cubano negro escuelas de ira, como no tuvo en la guerra una sola culpa de ensoberbecimiento indebido o de insubordinación. En sus hombros anduvo segura la república a que no atentó jamás. Sólo los que odian al negro ven en el negro odio; y los que con semejante miedo injusto traficasen, para sujetar con inapetecible oficio las manos que pudieran erguirse a expulsar de la tierra cubana al ocupante corruptor. (Martí, Manifiesto 15-16)
Ciertamente la unidad no se construyó en un día. Para conciliar el programa libertario con la realidad hubo de andarse por atajos insospechados:
¿Qué he yo de hacer?
Une! prepara! espera!
Une al negro y al blanco, une al nacido
Más allá de la mar con los de acá:—
Y si es preciso, muere: no, no vendas,
Nadie venda su patria al extranjero.
Barre a los tercos con tu desdén [p.i.]
Y si el desdén no barre, de todos modos, bárrelos!—
No faltará quien diga
Que estas iras no son mías
Y esto es imitación [p.i.]
Esa palabra [airada, audaz], esta ira es mía—
(E.C., I, 206)

La guerra debía de ser vehículo y no fin para canalizar personalismos o bajas pasiones. Preocupaba el exceso tendencioso de quienes querían dar a la guerra un carácter ajeno a la concepción del PRC. Ya es sabido que las instigaciones anárquicas, el sesgo anexionista y la impaciencia de algunos patriotas produjeron los abortos de Purnio (Abril 4 de 1893), Lajas (Nov. 4, 1893) y el de Ranchuelo (Enero 25 de 1894). Entonces, los soldados españoles disiparon aquellos intentos si mucha novedad. Pero los hechos, especialmente el de Lajas, encontraron eco en las inmigraciones y, por el gusto del sensacionalismo, en la prensa norteamericana que produjo informes exagerados e inexactos. Súmense además la incautación de las armas introducidas por Loynaz en Camagüey (Marzo 30 de 1894) por Nuevitas y diez meses después el fracaso de Fernandina (Enero 10, 1895) a pocos días de comenzar la guerra.

No obstante las traiciones, temores y distorsiones que afloraron a la sazón, Martí no ceja en su laboreo organizativo. Para la implementación del programa de guerra contacta los clubes cubanos de la emigración y a los patriotas de la isla dispuestos a secundar el levantamiento. Recurre a los experimentados héroes del 68 para que conformasen los mandos militares y a los jóvenes como la esperanza más genuina de la patria. Varios fueron los emisarios que envía y recibe de las regiones más importantes de Cuba. Sus recaderos, como él los llamara, actúan como fuente de inteligencia para establecer estrategias, propagar las ideas de Patria y sopesar la disposición de los pinos nuevos y viejos ante la inmanencia de una guerra. De conjunto, el saldo de esta labor fue positivo. A juzgar por los reportes de Geraldo Castellanos Lleonart, el primer recadero, y el testimonio del comandante Alejandro Rodríguez, el escritor Manuel de la Cruz y el joven Arturo Malberti, a los que luego sucedió Porfirio Batista Varona, todos en función del servicio de inteligencia martiano, a excepción de Camagüey, la isla se alistaba para la nueva contienda. En muchas regiones los jefes esperaban ansioso la orden de alzamiento.

Es así que a escasos meses de comenzar la guerra en febrero del 95, Martí le comenta a Gómez: 
Una gran fortuna tenemos, y es la de que de ningún modo pueda embarazarnos ni en la conciencia ni en la historia, el temor a que Vd. alude, de que pudiera decirse que quisimos imponer la guerra. Felizmente no iremos ya a Cuba como los instigadores de una revolución aceptada a regañadientes; sino como el auxilio prometido que esperó para ir, a que lo solicitase la Isla revolucionaria, con unanimidad y premura de que queda toda especie de constancia. (3, 293-94)

El esfuerzo martiano rendía frutos. Y apenas comienza en enero 29 de 1895, junto a Enrique Collazo, José María (Mayía) Rodríguez concilia los últimos informes recibidos de Cuba y resuelve emitir la Orden de alzamiento a través de un documento que firma Mayía con autoridad y poder expreso del General en Jefe (4, 41), Collazo en nombre de Occidente y de las conexiones de Oriente (3, 443) y él como Delegado del Partido Revolucionario Cubano. Copias de este documento se enviaron a los generales Guillermo Moncada, Bartolomé Masó, Francisco Carrillo, al Delegado del Partido en La Habana, Juan Gualberto Gómez y al ex Marqués de Santa Lucía, Salvado Cisneros Betancourt en Puerto Príncipe.
La orden en cuestión establecía aspectos claves para el éxito de la campaña:

I. Se autoriza el alzamiento simultáneo, o con la mayor simultaneidad posible, de las regiones comprometidas, para la fecha en que la conjunción con la acción del exterior será ya fácil y favorable, que es durante la segunda quincena, no antes, del mes de febrero. 
II. Se considera peligroso, y de ningún modo recomendable, todo alzamiento en Occidente que no se efectué a la vez que los de Oriente, y con mayores acuerdos posibles en Camagüey y Las Villas.
Según testimonios, Gonzalo de Quesada y Aróstegui viaja con ella de Nueva York a Tampa. Allí contacta en su tabaquería a Fernández O’Hallorans, quien tuerce, en persona, cinco tabacos exactamente iguales. Uno de ellos, contenía el mensaje —reproducido en un papel muy fino— y fue identificado con dos pequeñas manchas amarillas en su capa superior.

El puro marcado iría junto al resto en el bolsillo del conspirador Miguel Ángel Duque De Estrada para ser entregados en La Habana a Juan Gualberto Gómez, quien se encargaría de trasmitir el mensaje al resto de los complotados en la isla.

Apenas recibe la orden Juan Gualberto Gómez, a principios de febrero, reúne a los coordinadores de La Habana y Matanzas y conviene enviar emisarios a Oriente y Las Villas para ultimar detalles y disposición sobre la fecha propuesta por la Delegación del Partido Revolucionario Cubano. A excepción de Camagüey, el resto de las regiones contestaron afirmativamente.

De Oriente llega la propuesta del alzamiento para el 24 de febrero, primer domingo de carnaval.

Una segunda reunión fue hecha por la Junta de La Habana: la primera para informar a Las Villas y Oriente sobre el levantamiento en la segunda quincena d febrero y conciliar disposiciones; y luego para precisa la fecha exacta del mismo.

En medio de esta vorágine, la Junta de la Habana cursa un cablegrama a la Delegación del PRC con esta frase: Aceptado giros.

Los jefes de Oriente se personaron en los puntos convenidos desde el día 20, mientras que los patriotas de Occidente desobedecen el acuerdo y encaran reveses rotundos debido a la falta de liderazgo. Casi todos caen presos durante el mes de febrero

El capital general de la Isla Emilio Calleja, a juzgar por los informes de inteligencia y de los gobernadores militares de provincias, convoca a una junta militar, el 23 de febrero, para discutir y analizar lo grave de la situación. De esa reunión, a pesar de la disensión de criterio de algunos de los presentes, decide suspender las garantías constitucionales a través del siguiente bando:

Ordeno y Mando: 
Artículo 1ro. Se declara de aplicación en el territorio de esta Isla la Ley de Orden Público del 23 de abril de 1870. 
Artículo 2do. Las autoridades, tanto Civil, como Judicial y Militar, procederán con arreglo a las prescripciones de dicha ley. Habana, 23 de Febrero de 1895- Emilio Calleja.

Para el 24 de febrero, si bien no se logra un levantamiento simultáneo como se pretendía, Cuba vuelve a la manigua siguiendo los planes del Delegado del Partido Revolucionario Cubano. Varias fueron las acciones militares, las detenciones, las presentaciones incluso, que marcan esta período inicial. Allí tenemos el alzamiento de Ibarra, Jagüey Grande y Los Charcones en Occidente, mientras que en Oriente se suma Santiago de Cuba, Bayate (distrito de Manzanillo), Bayamo, Jaguaní-Baire y Guantánamo. Poco pudo hacer el bando del Calleja y los doscientos mil soldados españoles para contener la decisión de un pueblo a luchar por su independencia: la guerra era un hecho real.

Febrero 22 del 2018



Luis Aguilé (Febrero 24, 1936-Octubre 10, 2009)

Sunday, February 23, 2020

Ballet “Pineapple Poll” (por Florencia Guglielmotti)

Nota del blog: Sección semanal dedicada al Ballet y la Danza, a cargo de la ballerina, coreógrafa y profesora Florencia Guglielmotti.

Los textos anteriores, se pueden leer en este enlace.


El ballet “Pineapple Poll” fue estrenado el 13 de marzo de 1951 en el Sadler's Wells Theatre por su ballet residente, el Sadler's Wells Ballet. La obra, inspirada en los versos de "The Bumboat Woman's Story" de W. S. Gilbert (1870), con coreografía y argumento de John Cranko, y música original de Arthur Sullivan con arreglos de Charles Mackerras, formó parte del Festival of Britain junto a otros cuatro ballets de Cranko. El día del estreno los roles protagónicos estuvieron a cargo de David Blair (Captain Belaye), Elaine Fifield (Pineapple Poll, vendedora de flores), Sheilah O'Reilly (Sra. Dimple, tía de Blanche) y David Poole (Jasper, el mozo de la taberna).

Este ballet cómico, de un único acto, se sitúa en el puerto de Portsmouth (Inglaterra) y está estructurado en tres escenas. En la primera escena vemos a los marineros del recién llegado H.M.S. Hot Cross Bun acercándose a las señoritas del lugar. Llega Pineapple Poll con su canasta de flores y algunos marineros compran obsequios para sus novias, al tiempo que otros, en la taberna, son atendidos por Jasper, quien está enamorado de Poll, a pesar de que ella lo rechaza.


El capitán Belaye desciende del barco y todas las damas del lugar quedan prendadas de su belleza, a pesar del malestar de los marineros por no poder mantener su atención en ellos. Pineapple Poll también se enamora del Capitán. Cuando Belaye se queda solo, llega Blanche con su tía, la señora Dimple. Con solo cruzar una mirada, el Capitán y Blanche se enamoran y, aunque su tía en un principio se opone a esa relación, luego la acepta.


Cuando el Capitán Belaye regresa al puerto, todas las chicas, incluida Poll, intentan llamar su atención. No sin esfuerzo, Belaye logra escapar de las damas, quienes suspiran enamoradas tras su paso, mientras los miembros de su tripulación se enojan con él.

En la siguiente escena ya es de noche y vemos a algunos “marineros” abordando el barco. Pineapple Poll en el muelle encuentra un ato de ropa naval con la cual se viste y también sube por la pasarela al barco.

Jasper llega al muelle desesperado buscando a Pineapple Poll. Está devastado pensando erróneamente que se ha ahogado. Encuentra la ropa de Poll y, desanimado, la recoge y se va.

La última escena se desarrolla en la mañana siguiente. El Capitán conversa con su tripulación a bordo del barco, sin notar nada extraño. Cuando se dispara el cañón, Belaye se sorprende por la reacción de los “marineros”.

Se escuchan las campanas de una iglesia y el Capitán abandona el barco. Al regresar está acompañado por Blanche, vestida de novia, y su tía. Toda la “tripulación” se desmaya. Pineapple Poll es la primera en recuperarse, le dice al Capitán Belaye que está enamorada de él y le muestra que es una mujer. Luego, los otros “marineros” también le demuestran que son mujeres. Blanche y su tía están horrorizadas ya que toda la tripulación del barco está conformada por señoritas. El Capitán está confundido y no comprende qué pasa.

Llega al barco la verdadera tripulación junto a Jasper. Los marineros están muy molestos con sus novias, pero finalmente las perdonan. Jasper intenta disuadir a Pineapple Poll que todavía quiere al Capitán.


Belaye regresa a cubierta con uniforme de gala, listo para casarse con Blanche. La señora Dimple, al observar a Poll y a Jasper, le entrega a éste el uniforme del capitán. Cuando Poll lo ve con esa ropa inmediatamente su amor por Belaye se traslada a Jasper, quien es el nuevo capitán del barco. A pesar del rechazo inicial de los marineros hacia Jasper, finalmente lo aceptan.

Llegan todas las chicas ya vestidas con sus ropas habituales al muelle. Aunque al principio se sienten atraídas por el nuevo capitán, prefieren estar con sus novios. Y Jasper se queda con Pineapple Poll.


Esta obra temprana de Cranko fue un éxito de crítica y público. Fue representada por diferentes compañías, como el National Ballet of Canada (1959), el Joffrey Ballet (1970), el Noverre Ballet (1972) y el Oslo Ballet (1975) entre otras, aunque salió de los repertorios de las compañías, a excepción del Birmingham Royal Ballet, quien aún la representa.






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Florencia Guglielmotti reside en la Ciudad de Buenos Aires (Argentina). Es Profesora de Danza (titulada en la Escuela Nacional de Danzas "María Ruanova"), Licenciada y Profesora de Artes (recibida en la Universidad de Buenos Aires). Cursó estudios en la Escuela Nacional de Ballet de Cuba. Es Miembro de International Dance Council CID (UNESCO)

Actualmente se desempeña como Profesora de Danza Clásica y como Profesora Titular de Historia de la Danza en la Escuela Superior de Enseñanza Artística "Aída V. Mastrazzi". florenciagu@gmail.com

Friday, February 21, 2020

Ani D Ramos invita a cocinar sabroso, desde su canal de youtube


por Joaquín Estrada-Montalván


Ani D Ramos, camagüeyana en los Estados Unidos, ha creado su canal de cocina en Youtube. 

Combina ingredientes difíciles de encontrar: tradición, originalidad, profesionalidad y audacia, todo sazonado con arte.

Arte porque se crió en los salones de ballet de la Escuela de la ciudad de los tinajones. Integró por varios años la compañía de Ballet de Camagüey.

El Ballet es disciplina, perfección, alma y belleza. Así son las recetas que Any ha decidido no quedarse para ella y compartirlas en su recién inaugurado canal de youtube.

El amor por la cocina le vino de  su padre, quien cada día "reinventaba"  sabrosos y nunca aburridos platos en su primer hogar, allá en la calle Hnos. Agüero casi llegando a Lugareño.

En este canal de recetas de cocina  puedes encontrar opciones variadas,  si eres vegetariano, las Hamburguesas de Any, si te gusta el arroz, congrí, arroz con pollo... 

Salmón a la naranja, carne de res, de oveja. Sus especiales "plátanos borracho". Postres no faltan en su incipiente catálogo de creaciones culinarias. Respetando siempre la tradición y el bien hacer, más su toque especial y único.

Ani ofrece su cocina, de manera agradable, cautivadora, inteligente y como ya había expresado, artística y elegante. Platos sabrosos, sencillos de hacer y bellos en su presentación. 

El canal lo actualiza cada semana. Te invito a suscribirte (en este enlace)

 Te invito a suscribirte (en este enlace)


Card. Juan García ha sido nombrado miembro de la Congregación para el Clero


Nombramiento de miembros de los dicasterios de la Curia Romana

El Santo Padre ha incluido entre los miembros de los Dicasterios de la Curia Romana a los siguientes Eminentísimos Sres. cardenales:

1) en la Congregación para las Iglesias Orientales al Eminentísimo cardenal Miguel Ángel Ayuso Guixot, Presidente del Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso (España).

2) en la Congregación para la Evangelización de los Pueblos a los Eminentísimos Sres. cardenales: Ignatius Suharyo Hardjoatmodjo, arzobispo de Yakarta (Indonesia), Michael Czerny, Subsecretario del Dicasterio para el Servicio de Desarrollo Humano Integral (República Checa).

3) en la Congregación para el Clero al Eminentísimo Sr. cardenal Juan de la Caridad García Rodríguez, arzobispo de San Cristóbal de La Habana (Cuba).

4) en la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica al Eminentísimo Sr. cardenal Fridolin Ambongo Besungu, arzobispo de Kinshasa (República Democrática del Congo).

5) en el Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida al Eminentísimo Sr. cardenal Álvaro Leonel Ramazzini Imeri, obispo de Huehuetenango (Guatemala).

6) en el Dicasterio para el Servicio de Desarrollo Humano Integral al Eminentísimo Sr. cardenal Matteo Maria Zuppi, arzobispo de Bolonia (Italia).

7) en el Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso al Eminentísimo Sr. cardenal Cristóbal López Romero, arzobispo de Rabat (Marruecos).

8) en el Pontificio Consejo de la Cultura, a los Eminentísimos Sres. cardenales José Tolentino Calaça de Mendonça, Archivero y Bibliotecario de la Santa Iglesia Romana (Portugal) y Jean-Claude Hollerich, arzobispo de Luxemburgo (Luxemburgo).

Clemencia (un poema de Thelma Delgado)


Amor, si acaso te llega mi plegaria
Y en la noche escuchas mis suspiros
O te dicen de mi llanto y desvaríos
Ven, y trae contigo tu alegría

Por verte de nuevo todo lo daría
Y prometo los cambios necesarios
Los haré por ti, y sin comentarios
A partir de ahora, todo cambiaría

Ven amor, te espero con impaciencia
Libérame ya de mis ataduras
Ven, ven y regálame tu presencia

Sin ti, Yo he pasado noches muy duras
Apiádate de mí, Ah! ten clemencia
Y cobíjame con tus manos puras



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Ver
Página de Thelma Delgado en el website del Cultural Council of Palm Beach County

Thursday, February 20, 2020

Calles y callejones de Camagüey: Callejón de la Candelaria, Teniente Coronel Francisco Benavides (por Marcos A. Tamames-Henderson)

Nota del blog: Cada jueves se publica en el blog, gracias a la cortesía de Marcos Antonio Tamames-Henderson, una selección de su libro Calles y callejones de Camagüey. Entre la leyenda y la historia. 





De la Candelaria no solo es el nombre de uno de los ejes principales de la ciudad intrarríos sino también el de este callejón que se ubica en las inmediaciones del puente de La Caridad y debió ser el límite de la primera manzana del lateral derecho de la antigua alameda. Tomás Valiés y Benabarre lo muestra en el plano de 1883 delimitado por las calles de la Caridad y Cuba. En la centuria posterior se prolonga en dirección a los repartos Vista Hermosa y El Jardín como calle no. 4. 

Su nombre se establece a partir de reconocer como hito arquitectónico la ermita de la Candelaria para la cual se merceda terreno a nombre de Agustín Noa y otros vecinos de La Caridad en 1806, propiedad que un año después pasaría a don Francisco Alonso Domínguez, quien se haría cargo de su mayordomía; es decir, del cuidado y gobierno de sus funciones religiosas. 

En relación con su cambio de nombre informe del DSAMC fechado el 21 de diciembre de 1927 lo revela sin modificación, lo cual indicaba con ello su potencialidad para la modernización. Dos años después, el 20 de febrero de 1930, el concejal Agustín Pueyo Rodríguez somete a consideración de la cámara municipal el cambio de nombre a los callejones de los Lanceros, de Alonso Frutos, de Sifontes y de la Candelaria, y sugiere en este último homenajear al teniente coronel Faico Benavides, acuerdo que fue tomado en sesión del 9 de abril de ese año y publicado en el Boletín Oficial de Camagüey el 12 de mayo de 1930. 

Se rendía así homenaje a Francisco Benavides y Luaces, aquel alférez del regimiento Agramonte que trae la correspondencia de Las Villas a Jimaguayú el 16 de septiembre de 1895; el patriota muerto a la terminación de la guerra en Merced Núñez el 31 de marzo de 1898 con el grado de teniente coronel al mando del regimiento Caonao de la Segunda División del Tercer cuerpo del EL. 

Con la desaparición del templo se perdió el referente que había dado nombre a la calle, al tiempo que minimizaba la posibilidad de reconocerla por el nombre de la patrona de la ciudad, a pesar de que, aun en una de las esquina a la Avenida, pervive el nombre de la santa. Su única cuadra pertenece al CH.


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Marcos Antonio Tamames-Henderson (Jamaica, Guantánamo, 1961). Lic. Historia del Arte (1997), MSc. en Historia del Arte y en Conservación y Rehabilitación de Centros Históricos (2007). Miembro de la Uneac, Unaic, Unhic. La Editorial Ácana ha publicado sus libros De la Plaza de Armas al Parque Agramonte. Iconografía, símbolos y significados (2001, 2da ed. 2003); Tras las huellas del patrimonio (2004); La ciudad como texto cultural. Camagüey 1514-1837 (2005); Una ciudad en el laberinto de la ilustración (2009) y La cofradía de los signos urbanos (2012). Premio Especial Roberto Balmaceda (Uneac, 2002), Juan Marinello (2006), Juan Torres Lasqueti (2005, 2010, 2011 y 2012), Ensayo Histórico Enfoque (2007), Crítica Histórica José Luciano Franco (2005), Publicaciones, teoría y crítica en el V Salón de Arquitectura (2005) y Jorge Enrique Mendoza (2004), entre otros.
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Gaspar, El Lugareño Headline Animator

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