Comunicado del Obispo de Santa Clara a todos los sacerdotes, diáconos, religiosos, fieles laicos y personas de buena voluntad
Este año nuestra Cuaresma se enmarca en una situación de desconcierto y temor que nace, entre otras razones, de la amenaza del Coronavirus que ciertamente es la mayor de todas. La mirada del cristiano debe estar puesta en el Traspasado, porque solo en Él encontramos:
• la fe necesaria para conservar la paz y la serenidad
• la esperanza que no defrauda y nos lleva a abrazar la cruz del Señor Jesús con su misma entereza
• la fuerza indispensable para no encerrarnos en el egoísmo y en quejas estériles
• la inteligencia y audacia para buscar caminos nuevos para seguir sirviendo a los demás
Como católicos no debemos perder de vista que el camino siempre renovador de la Cuaresma, vivido a plenitud, nos lleva al encuentro con el Resucitado. En este camino no nos faltan cruces que asumir y razones para ofrecerlas: “a los que aman a Dios todo le sirve para bien” (Rom 8, 28-30)
Por lo tanto, esta situación que enfrenta el mundo entero por la expansión del dicho Coronavirus, nos lleva, como Iglesia, a tener una actitud de fe y de confianza en Dios, que nos mandó a su Hijo Jesús para acompañarnos en nuestras angustias y sufrimientos. En estos momentos son muy válidas las palabras del Señor: “y sepan que yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin del mundo” (Mt 28, 20)
Aunque todavía la pandemia no ha llegado a tener en Cuba las proporciones que ya ha tomado en otros países de Asia y de Europa, por este medio invitamos a nuestros sacerdotes, religiosos y fieles laicos a seguir todas las orientaciones promocionadas por el Ministerio de Salud Pública y pedimos a todos que las asuman con seriedad y responsabilidad.
Poniendo primeramente la confianza en el Señor, también en los esfuerzos de la ciencia y de los organismos encargados de velar por la salud de los pueblos, vivimos el momento presente y enfrentamos el futuro, pero esto no nos preserva de la responsabilidad que nos corresponde como pastores del rebaño para ser, en medio de nuestro pueblo, el rostro de Cristo que acompaña, consuela y que anima.
Ciertamente también hemos de tomar medidas para evitar la propagación del virus y proteger a las personas más vulnerables y a todos aquellos que están en contacto directo con nosotros.
Fijándonos en lo que está pasando en todos los países que ya llevan semanas enfrentándose con casos cada día más numerosos de esta enfermedad y después de escuchar al presbiterio diocesano y haber consultado con algunos diáconos, religiosas y especialistas en la materia, consideramos sensato tomar algunas medidas que nos puedan ayudar en el momento presente a prevenir males mayores. A saber:
1. Propiciar la escucha para iluminar a las personas y a la vez crear ambientes serenos.
2. Invitar a las personas a hacer una lectura creyente de todo lo que estamos viviendo en este momento, recordando las palabras del Señor Jesús: “Vengan a mí los que estén cansados y agobiados que yo los aliviaré” (Mt 11, 28)
3. Tener presente que la Santísima Virgen, como en Caná de Galilea sigue intercediendo; como en El Calvario continúa acompañándonos y como en Pentecostés está a la escucha para acoger, discernir y animar.
4. Distribuir el plegable con las “Oraciones con motivo de la epidemia”. Rezarlas en cada misa como oraciones imperadas. Puede ser después de la oración de post comunión.
5. Rezar frente al Santísimo Sacramento, animar el rezo del Rosario y el Vía Crucis pidiendo por los enfermos contagiados del virus, los médicos, científicos, enfermeras, familiares, los necesarios recursos sanitarios, la serenidad en las personas y familias, los fallecidos, etc.
6. Exhortar a los fieles a reforzar la plegaria personal, en distintos momentos del día, en sus casas o en el templo, invitar a otras personas a la oración, etc.
7. Procurar mantener los templos abiertos el mayor tiempo posible.
8. Poner en altares y reclinatorios la oración oficial de la Diócesis.
9. Invitar a los fieles para rezar a las doce del mediodía, a la hora del Angelus, las oraciones distribuidas. No se trata de reunirse en el templo, lo puede hacer cada uno desde su casa o lugar donde se encuentre, invitar a otros a rezarla... Es la Diócesis reunida en oración, con una intención común, a una misma hora… De ser posible tocar todos los días a esa misma hora las campanas para que la gente lo recuerde y otros se interesen.
10. No dejar de llevar la comunión a los enfermos. En este caso, si fuere necesario, usar la mascarilla o nasobuco; recordar no besarles y también lavarse bien las manos.
11. Suprimir el agua bendita de las pilas en los templos.Tapar las piletas con algún paño para evitar tocarlas.
12. Las personas que pidan agua bendita pueden recogerla en sus pomos.
13. Exhortar a los fieles a no tocar las imágenes ni los crucificados en los templos.
14. Para la celebración y reuniones en nuestros templos y dependencias pastorales abrir todas las puertas y ventanas, de modo que haya abundante ventilación.
15. Evitar estrechar las manos, los abrazos y besos, guardar una distancia prudencial entre unos y otros, etc.
16. Suprimir el rito de la paz dentro de la misa.
17. Sabiendo que los fieles tienen el derecho de recibir la comunión en la boca o en las manos, según prefieran, explicar a los fieles que en estos momentos de pandemia se distribuirá la comunión eucarística solamente en las manos, no en la boca; siempre bajo una sola especie.
Los sacerdotes han de recordar a los fieles la importancia de este momento y el respeto que merece, la necesidad de traer las manos limpias para recibir al Señor y la forma de colocar las manos. Insistir especialmente sobre la necesidad de que quien comulgue se lleve a la boca inmediatamente la hostia consagrada, en presencia del ministro, velando para que no queden partículas en sus manos ni se esparzan por el suelo.
18. Los sacerdotes, diáconos permanentes, religiosos y ministros extraordinarios lávense bien las manos antes de distribuir la Comunión y después de hacerlo. De ser posible usar agua con limón, agua con cloro o algún gel antibacterial o lo que esté al alcance de cada uno.
19. Al finalizar la misa de los domingos, dar la bendición con el Santísimo Sacramento y rezar en su presencia las oraciones distribuidas.
20. Las procesiones de san José, preferiblemente se suspenden, pero queda a la discreción del párroco y el Consejo pastoral, poniéndose de acuerdo con las autoridades locales.
21. Para la Semana Santa: preparar los programas y quedar a la espera de posibles cambios, teniendo en cuenta lo que pueda suceder en las próximas semanas.
22. Evitar los desplazamientos de grupos de un lugar a otro con motivo de fiestas patronales, celebraciones, retiros, encuentros vicariales, etc.
23. Los retiros vicariales de Cuaresma previstos quedan suspendidos, tenerlos a nivel de parroquias y comunidades.
24. De momento quedan suspendidas las reuniones de los grupos de Orientación de vida, formación de prediáconos y vocativos en el Obispado.
25. La Biblioteca del Obispado y el Centro Diocesano de Formación dejan de prestar sus servicios hasta nuevo aviso.
26. Las guarderías, repasos escolares, talleres, grupos de manualidades y los del proyecto “Aprendiendo a crecer” dejan de funcionar hasta nuevo aviso.
27. Las casas y comedores de ancianos, entre otros proyectos de asistencia y promoción humana como “Corazón Solidario”, tomarán las medidas necesarias para conservar y acrecentar la higiene y la seguridad de sus espacios, protegiendo a sus destinatarios e implementando el envío de las comidas a domicilio.
Sabemos el dolor y la preocupación que causará esta decisión para los trabajadores y destinatarios de los distintos proyectos y pastorales: niños, jóvenes, adultos y ancianos, así como para sus familias, etc. Nunca será demasiado el insistir sobre la necesidad de proteger a nuestros niños y especialmente a todos a los ancianos, pues son ellos los más vulnerables y débiles frente a esta enfermedad.
Pidiendo la colaboración y la comprensión de todos para que estas decisiones no sean motivo de frustración o de angustia, reafirmamos nuestro propósito de volver a ofrecer, si Dios quiere, lo más pronto posible las costumbres litúrgicas y los servicios que como Iglesia nos alegramos poder brindar a las familias.
Encomendamos a la Santísima Virgen, Madre de todos los cubanos, todas estas preocupaciones y empeños; a su amparo nos acogemos.
Con gran afecto paternal les bendigo,
+ Arturo González Amador
Oficina de Prensa del Obispado de Santa Clara