Al principio La Habana era una población junto a la bahía, con casas de madera y techos de guano, sin calles trazadas ni edificios de importancia. Después comenzaron a llegar artistas y albañiles; arquitectos, gobernadores, prelados y marineros, y el antiguo caserío fue cambiando de fisonomía. Las casas empezaron a crecer y se vieron mansiones mayores, plazas y columnas, conventos, patios y fuentes entre troncos de palmeras y vegetación tropical…y paseos. Uno de los preferidos de los habaneros era el de la Alameda de Paula.
No. tenía nada, de extraño que te inspirase la escena urbano-marina que se despliega ante este balcón. En efecto, quien que abriga un alma de poeta no se inspira a la vista de esa hilera de casas desiguales de nuestra derecha, ¿en qué sobresalen los altos balcones de la solariega del Conde Peñalver? o la de esta Alameda sin árboles que termina en el café de Paula ahora a oscuras y desierto? o la del Hospital del mismo nombre en el fondo que parece una pirámide egipcia, desde cuya ennegrecida cima, según dijo Bonaparte, nos contemplan los siglos?
Esta es la descripción de la Alameda en el siglo XIX que nos ha dejado Cirilo Villaverde en su novela Cecilia Valdés(1). En esta Alameda se construyeron la vieja e histórica iglesia de Paula, y un hospital para mujeres que llevaba el mismo nombre. Pero volvamos atrás las páginas del almanaque y vayamos a la Cuba del siglo XVII.
HISTORIA DE UNA FUNDACIÓN
Alrededor del 1650 La Habana contaba con casi 10,000 habitantes, cifra impresionante si se tiene en cuenta que la inmigración entonces era muy escasa y que 1as continuas epidemias hacían grandes estragos entre la población. Residía por entonces en esta ciudad el presbítero Nicolas Estebes Borges, natural de Islas Canarias, Dean de la Iglesia de Cuba. Se decía en La Habana que este poseía una gran fortuna y que generosamente había distribuido sus bienes. Una de sus grandes obras fue la de la fundación de la Iglesia y el Hospital de Paula.
El 10 de diciembre de 1664 Borges hizo testamento en el cual dio potestad al Obispo de Cuba, Juan de Santo Mathia Sáenz de Mañozca y Murillo, y al Maestre de Campo y Gobernador, don Francisco Dávila Orejón y Gastón, para que ambos pudieran llevar a cabo los deseos de su testamento. Estebes dictó el testamento al cura de la santa Iglesia Parroquial Mayor y lo firmó el 1ro. de enero de 1665. Solo dos días después, el 3 de enero, fallecía.
El 25 de abril de aquel mismo año el obispo y el gobernador se dieron a la empresa de llevar a cabo los deseos de Borges según la cláusula número 49 de su testamento referente a la fundación de un hospital para mujeres pobres bajo la advocación de San Francisco de Paula. Dicha cláusula consignaba:
Y del remanente que de todos mis bienes quedaren, nombro por mi único heredero a mi alma para que goce de los beneficios que de ellos se hicieren y principalmente primero y ante todas las cosas, quiero que se fabrique una ermita o capilla con la debida descendencia al glorioso patriarca San Francisco de Paula.
¿Por qué san Francisco de Paula? En el 1602 se había desatado una terrible epidemia en La Habana y los vecinos se habían puesto bajo la advocación de San Francisco de Paula. Muchos experimentaron una milagrosa curación y se cree que debido a esta devoción popular Estebes Borges decidió que la iglesia y el hospital llevaran el nombre de este santo. Para comenzar la construcción de los dos edificios, el Gobernador pidió al Cabildo habanero que le cediera cuatro solares y recompensar a los vecinos por el terreno que iba a utilizar para la construcción de la iglesia y el hospital. Así, con la ayuda del señor Obispo se comenzaron las obras el 27 de febrero de 1668.
LA ANTIGUA IGLESIA DE PAULA
Todas, o casi todas las iglesias cubanas de este siglo XVII hasta la terminación de la tercera década del siglo XVII, constituyen un grupo de edificios bien definidos por sus grandes analogías y calidad ya que muchas de ellas han perdurado en el tiempo llegando hasta nuestros días. Se cree que la primitiva iglesia de Paula del 1600 tenía forma rectangular con una nave corrida a cuyo fondo se situaba el presbiterio. Esta estructura se construyó con muros de rafias y techos de madera cubiertos de tejas donde predominaban las características moriscas por la mezcla de estilos y formas constructivas que caracterizaron a la escuela morisco-plateresco que trajeron a Cuba los alarifes andaluces.
En el 1730 tanto la iglesia como el hospital, del que hablaremos más adelante, quedaron destruidos por un terrible y violento huracán. Tomó entonces a su cargo la obra de reconstrucción el Obispo Lazo de la Vega y Cancino y las renovaciones quedaron terminadas para el 1745. La nueva construcción que es la que ha perdurado hasta nuestros días, se realizó con planta de cruz latina, naves cubiertas por bóvedas de cañón, y una pequeña cúpula sobre el crucero. Joaquín Weiss(2) en su libro Arquitectura Cubana Colonial(3) nos dice:
La cúpula de esta iglesia es probablemente la más interesante de las pocas que nos ha legado la colonia, y la composición de masas de la cabecera de la iglesia reflejando en su desnuda reciedumbre el temple de los hombres de la época es, en su actual estado ruinoso, del mayor efecto.
En esta segunda construcción se le añadió a la iglesia viviendas para mayordomo y capellán, así como un buen retablo. La composición de la fachada, con el arco, las columnas a los lados y las imágenes en piedra, es típicamente española. En este conjunto se puede observar un elemento que le da singularidad. Es la espadaña, hoy sin campanas, que sustituye al frontón usual en las iglesias de España. Es también curiosa la colocación de las ventanas, desproporcionadamente altas pero valiosas por el efecto del claroscuro que producen. Esta iglesia del barroco cubano se encuentra entre las iglesias de más calidad que nos dejaron los arquitectos del siglo XVIII de innegable valor artístico hoy considerada Monumento Nacional.
EL HOSPITAL DE RECLUSAS
Comenzó este a funcionar con una donación del obispo, así como con las contribuciones del vecindario. Tenía el Hospital solamente cuatro camas en las que se trataban y curaban mujeres pobres y desvalidas. Para su cuidado y asistencia se dispuso de una enfermera o monja; de una esclava o criada, y de un médico. El historiador Jacobo de la Pezuela en el 1863 nos habla del hospital:
...e1 hospital de Paula es uno de los más correctos v regulares de los de La Habana, entre la bahía, la alameda de su nombre y la calle de San Ignacio. Constan de dos salas altas para mujeres blancas, una de medicina y otra de cirugía. Dos bajas para las de color; la de enfermedades contagiosas y la llamada del Palenque, destinada para refugio de negras y mulatas viejas(4).
Es dato interesante que el novelista Cirilo Villaverde aprovechara el hecho de que este antiguo hospital admitiese solamente a mujeres, algunas con el carácter de reclusas, para que en su novela Cecilia Valdés, Doña Rosa de Sandoval, al ocurrir la violenta muerte de su hijo Leonardo de Gamboa y movida por el instinto de venganza, propiciara la condena de Cecilia Valdés, como cómplice del asesinato y fuera internada en el hospital de reclusas de Paula. Y fue en este lugar, nos narra la novela, donde Cecilia encontró a su infortunada madre.
En el 1907, con el fin de trasladar el hospital a otro lugar más conveniente (donde se encuentra actualmente en Arroyo Apolo), la propiedad fue vendida por su patronato a una empresa portuaria que lo utilizó como almacén cayendo en un completo abandono por muchos años. Esta empresa obtuvo el permiso para demolerlo en la década de los años 30, pudiéndose salvar la iglesia.
En el 1802 el Gobernador de Cuba, Marqués de Someruelos añadió a este conjunto de edificios la hermosa Alameda de Paula. Originalmente se le llamó Salón O’Donnell por el Mariscal de este nombre que fuera inspector de la Isla. De su original apariencia nos habla Samuel Hazard(5), durante su visita a la isla en el 1870:
El primero y más impresionante de estos paseos es el de la Alameda de Paula. Está situado entre la calle de Luz y el bastión de Paula frente a la bahía. Tiene asientos en piedra, árboles del lado de la ciudad, y un parapeto del lado del mar formado por una balaustrada de concreto con adornos del mismo material alternando con barandas de hierro. En el medio hay una glorieta semicircular o mirador con asiento, y atrás de esta una bella fuente de piedra que tiene en el centro una columna en mármol adornada con trofeos militares y emblemas nacionales de muy buen gusto.
Así quedaron para la historia esta Iglesia y Alameda de Paula en las que tantos y tantos hombres trabajaron en una sociedad limitada económicamente y con una mano de obra pobre. Aquellos arquitectos y maestros de obra de los siglos XVI y XVII crearon un estilo que ya empezaba a mostrar el desarrollo de la cubanidad: el barroco cubano.
En aquellas abiertas y parlanchinas calles de La Habana Vieja, entre persianas y rejas, vitrales y balcones; volantas y quitrines; iglesias y paseos, se fue moldeando la personalidad de la villa de San Cristóbal de La Habana, punto de escala de las flotas y enlace del comercio y el tráfico con las Américas y Europa. Por eso de ella diría el Gobernador y Capitán General de la Isla, Dávila Orejón en el 1683:
¡Oh, Habana!, puerto libre, erario seguro, reposo de los mayores tesoros que ha visto el universo. No solo conozco lo que eres, sino también lo mucho que intrínsicamente vales.
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Nota: Este artículo fue publicado en el libro Apuntes desde el Destierro, Ediciones Universal, Miami 1989. Posteriormente la Iglesia de Paula fue remodelada, y desde el año 2000 es sede de las presentaciones del grupo de música antigua Ars Longa, y donde periódicamente se celebran conciertos del Festival Internacional de Música Antigua Esteban Salas.
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- Cirilo Villaverde: Cecilia Valdés, Instituto Cubano del Libro, La Habana 1972.
- Joaquín Weiss y Sánchez (La Habana, 1894- 1968) fue un arquitecto racionalista cubano.
- Joaquín Weiss: Arquitectura Colonial Cubana, Editorial Letras Cubanas, La Habana, 1979.
- Diccionario geográfico, estadístico, histórico, de la isla de Cuba, por don Jacobo de la Pezuela, Imprenta del establecimiento de Mellado, enero 1863
- Samuel Hazard: Cuba with pen and pencil, Sampson Low, Marston, Low, & Searle, Londres 1873.
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Teresa Fernández Soneira (La Habana 1947), es una historiadora y escritora cubana radicada en Miami desde 1961. Ha hecho importantes aportes a la historia de Cuba con escritos y libros de temática cubana, entre ellos, CUBA: Historia de la educación católica 1582-1961, Ediciones Universal, Miami, 1997, Con la Estrella y la Cruz: Historia de las Juventudes de Acción Católica Cubana, Ediciones Universal, Miami, 2002. En los últimos años ha estado enfrascada en su obra Mujeres de la Patria, contribución de la mujer a la independencia de Cuba, (Ediciones Universal, Miami 2014 y 2018). El volumen I dedicado a la mujer en las conspiraciones y la Guerra de los Diez Años, y el volumen 2, de reciente publicación, trata sobre la mujer en la Guerra de Independencia. En estos dos volúmenes la autora ha rescatado la historia de más de 1,300 mujeres cubanas y su quehacer durante nuestras luchas independentistas.