Tuesday, June 30, 2020

La Virgen de la Caridad del Cobre, junto a José Martí, en la cima del Pico Turquino


Encuentro de casualidad, sin tener idea de que había ocurrido, que la imagen de la Virgen de la Caridad del Cobre fue ubicada en el mes de julio del año 1954, en la mayor elevación de la topografía cubana, la cima del Pico Turquino, muy cercana al monumento martiano que aun permanece y que fue emplazado en mayo de 1953.

Un grupo de profesores y alumnos de las Escuelas Pías, de la Vibora, Habana, encabezados por el Dr. Pedro M. Santana, quien junto a su esposa la Dra. Gladys Sigarreta, ideó y organizó el homenaje a la Virgen de la Caridad, en el Año Mariano de 1954.

La imagen de la Virgen sobre su pedestal quedó presidiendo, junto a José Martí, el punto cubano donde más cerca están la tierra y el cielo.

No se cuando fue removida la imagen de la Patrona de Cuba de este maravilloso lugar, pero en la historia quedó grabado el homenaje que le rindieron un grupo de cubanos en nombre de todos sus hijos.

Comparto la detallada reseña de como fue concebido y materializado este loable suceso, que aparece en la revista Bohemia, en su edición del 12 de septiembre de 1954. (JEM)

 

Dave Matthews Band


Monday, June 29, 2020

No es lo que importa (un poema de Félix Luis Viera)

Nota: Cada lunes la poesía de Félix Luis Viera. Puedes leer todos sus textos, publicados en el blog, en este enlace. Traducción al italiano de Gordiano Lupi.


No es lo que importa

                                   En el tronco de un árbol
                                   una niña,
                                   grabó su nombre…

                                   Canción

                                      A Rafael Alcides


Junto al tronco de un árbol siempre habrá una
   niña
que en realidad es una muchacha.
La niña que es una muchacha grabará su nombre
en la corteza del tronco de un árbol;
siempre lo estará grabando.
Nunca se sabrá para quién, personalmente, graba
su nombre,
no es lo que importa.
Pero la niña, o sea, la muchacha, siempre estará
grabando su nombre en la corteza del tronco
        de un árbol,
hasta el infinito
hasta el Amor.

Julio 1989





Non è quel che importa

                                     Nel tronco di un albero
                                     una bambina,
                                     incise il suo nome…

                                      Canzone

                                          A Rafael Alcides


Accanto al tronco di un albero ci sarà sempre una
   bambina
che in realtà è una ragazza.
La bambina che è una ragazza inciderà il suo nome
nella corteccia del tronco di un albero;
sempre lo starà incidendo.
Mai si saprà per chi, personalmente, incide
il suo nome,
non è quel che importa.
Ma la bambina, ossia, la ragazza, sempre starà
incidendo il suo nome nella corteccia del tronco
       di un albero,
fino all’infinito
fino all’Amore.

Luglio 1989



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Félix Luis Viera, poeta, cuentista y novelista, nació en Santa Clara, Cuba, el 19 de agosto de 1945. Ha publicado, entre otros libros, siete poemarios, tres volúmenes de cuento y siete novelas.

Entre los premios que recibiera en su país natal, se cuentan el David de Poesía, en 1976; el Premio Nacional de Novela, en 1987, por Con tu vestido blanco, que recibiera al año siguiente el Premio de la Crítica, galardón que ya le había sido otorgado a este autor, en 1983, por su libro de cuento En el nombre del hijo.

En 2019 recibió el Premio Nacional de Literatura Independiente “Gastón Baquero”, otorgado por Neo Club Press, Vista Larga Foundation y otras instituciones culturales cubanas en el exilio.

Es ciudadano mexicano por naturalización. Reside en Miami.

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Gordiano Lupi, periodista, escritor y traductor, nació en Piombino, Italia, en 1960. Fundador, en 1999, junto con Maurizio y Andrea Maggioni Panerini de la editorial La Gaceta Literaria, ha traducido del español a varios autores cubanos, como Alejandro Torreguitart Ruiz, Guillermo Cabrera Infante, Félix Luis Viera y Virgilio Piñera, entre otros. Cuenta en su haber con un amplio trabajo sobre figuras del cine, entre ellas Federico Fellini, Joe D´Amato y Enzo G. Castellari. Ha publicado más de una decena de libros que abarcan diversos géneros, como Nero tropicale, Cuba magica, Orrore, ertorismo e ponorgrafia secondo Joe d´Aamto y Fidel Castro – biografia non autorizzata.

Gordiano Lupi es un luchador por la democracia para Cuba y un promotor de las artes y la cultura de la Isla.

(Social. Septiembre 1930) Gente del Camagüey


Saturday, June 27, 2020

Oda a la guagua (por Baltasar Santiago Martín)


Buenos días, guagüeros y guagüeras. Hacía mucho tiempo que no escribía un poema, o mejor dicho, que no "bajaba". En la madrugada de anoche, como a las 3 y media, este poema comenzó a escribirse en mi cabeza, y tuve que levantarme a escribirlo.

Creo que la guagua cubana, mucho más que un eficaz medio de transporte -sobre todo antes de 1959, e incluso hasta antes del período especial-, ha sido todo un símbolo de integración racial, de armoniosa convivencia de toda la gama de colores nacionales, porque ser cubano desborda el estrecho marco de esa paleta.

Ahora que el racismo en los Estados Unidos está puesto en la picota, quiero hacerle mi modesto homenaje a esa guagua cubana donde nunca necesitamos a una Rosa Parks como aquí.


Oda a la guagua

(lo mismo las General Motors de la COA, que las Leyland “enfermeras” de puertas de madera)

Para César Beltrán, Yin Pedraza Ginori y Rolando Díaz


¡Oh, querida guagua!
de motor trasero o en el medio,
cambios automáticos o palanca,
y suave ronroneo:
por tus ventanillas se pudo ver pasar
el inefable océano de la Cuba urbana,
y transitar por tu pasillo
lo mejor y más obrero
de mi dulce Habana
–donde por suerte nunca necesitamos una Rosa Parks–;
cuando por ocho centavos
–hoy quiero llamarles “quilos prietos”,
negros, mulatos, blancos, chinos y jabaos
–daba igual sentados que parados–
iban lo mismo de La Lisa hasta la Terminal,
que de nuestro Guanabo para el Parque Central.



Baltasar Santiago Martín Garrote
Hialeah, el Marianao de Miami
Miércoles 24 de junio de 2020,
comienzo oficial del verano

(Bohemia. Julio 28, 1935) La palabra de Dalia Iñiguez. Por Emilio Ballagas


Friday, June 26, 2020

Deseo (un poema de Thelma Delgado)


Quiero ser mariposa de tu jardín
Cenzontle que te despierta muy temprano
La luna que resbala por tu espalda
En las cálidas noches de verano.

El color del atardecer
Y luciérnaga en tu noche estrellada
Quiero saborear tu dulce miel
Y ser de tu fuego intensa llamarada.

Ser tú antes y después
Brisa que impulsa tu velero
Tu ayer, tu hoy y tu mañana
Habitar en tu corazón, tan solo eso quiero.


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Ver
Página de Thelma Delgado en el website del Cultural Council of Palm Beach County

Thursday, June 25, 2020

(Bohemia. Julio 8, 1951) El traslado de los restos del Apóstol Martí

A fines de junio de 1951, fue inaugurado en el Cementerio Santa Ifigenia, en Santiago de Cuba, el mausoleo donde se encuentran las cenizas de José Martí.

Los restos del Apóstol cubano, antes de ser depositados en el mausoleo actual, recibieron homenaje en el Palacio del Gobierno Provincial de Oriente.

Comparto el reportaje Bohemia, en su edición del 8 de julio de 1951. (JEM)

que publicó

Contigo (un poema de Janisset Rivero)


Sufro contigo,
me echo el dolor de tu piel
sobre mi alma.
No le temo al abrazo
en el llanto;
ni reniego del tiempo
nublado que nos toca.

Lloro tus lágrimas
con mis ojos abiertos,
despojados de alguna coraza
protectora.

Tiemblo contigo en la desdicha,
la impotencia, el cansancio…


Y sueño,
sobre todo sueño
junto a ti
un paraje de sol y árboles mansos,
de mar plateado y luna nueva.



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Janisset Rivero (Camagüey, 1969) ha publicado los libros de poesía Ausente, editorial Aduana Vieja, octubre 2008 y Testigo de la noche, Editorial Ultramar, Miami, 2014.

Calles y callejones de Camagüey: Callejón del Desengaño o de la Cruz, Eugenio Sánchez (por Marcos A. Tamames-Henderson)

Nota del blog: Cada jueves se publica en el blog, gracias a la cortesía de Marcos Antonio Tamames-Henderson, una selección de su libro Calles y callejones de Camagüey. Entre la leyenda y la historia.   

Foto cortesía de Joop Siroop
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Nace en Carretera Central Oeste y en su trayecto ofrece fin a la calle del Matadero cruza San Gabriel o San Mateo, San Rafael y San Clemente; da cierre a San Isidro (D) y a la del Santo Cristo para cortar luego a San Luis Beltrán, del Cielo, San Lorenzo, San Diego y el callejón de Sedano para disolverse en San Ramón. 

Juan Torres Lasqueti argumenta en su obra que se le reconoce como Desengaño “porque pasa por delante del cementerio”. Documentalmente aparecen referencias de su existencia como calle de la Cruz entre 1813 y 1817, período muy cercano a la inauguración del Cementerio General (1814), por lo que debió ser el tramo recorrido en el traslado de los cadáveres el que le diera el popular nombre que alude a la Cruz, símbolo de la muerte de Jesús de Nazaret para los seguidores de Cristo, signo de la profunda religiosidad de los camagüeyanos que interpretaban en la muerte un acto de liberación. Recordemos que carente de una gran montaña en la que erigir un monumento a este icono religioso se encargaron los principeños de colocarla en las fachadas de aquellas casas que participaban del Vía Crucis en Semana Santa. Asociado a este criterio, de profunda raíz popular, se encuentra el apelativo Desengaño con el que también se reconoce esta calle, sentido que pudiera asociarse al epitafio que acompaña la tumba de Dolores Rondón, una de las más hermosas leyendas de la región:
Aquí Dolores Rondón
finalizó su carrera,
ven mortal y considera
las grandezas cuales son:
el orgullo y presunción
la opulencia y el poder,
todo llega a fenecer
pues solo se inmortaliza
el mal que se economiza
y el bien que se puede hacer.
Curiosamente también el centro de Madrid posee una arteria con el nombre Calle de Desengaño y como explicación se cuenta la leyenda en la que dos caballeros que iban a batirse en ella, al parecer por el amor de una dama, en el momento de cruzar los aceros se hizo presente una misteriosa sombra negra a la que los dos hombres siguieron, olvidando su querella. Después de una larga búsqueda encontraron sobre una tapia un repugnante cadáver que provocó en los espadachines la frase: “¡Qué desengaño!”. 

El cambio de nombre de este eje está entre los primeros finalizado el dominio colonial español y aparece bajo solicitud de sus vecinos, cuando el 6 de marzo de 1899 se lee en sesión del Ayuntamiento una instancia en la que pide el cambio de Desengaño por el de Eugenio Sánchez. No se han localizado las circunstancias en las que se tomó el acuerdo por parte de los concejales del Ayuntamiento. Un análisis de las coordenadas de este período hace suponer que fue de manera inmediata. Por su lado, informe suministrado por secretaría el 4 de marzo de 1919 a solicitud del concejal Salvador Paisán N. de la Cabada, indica que el cambio se había aprobado, rindiendo homenaje así a Eugenio Sánchez Agramonte (Puerto Príncipe, 1865-La Habana, 1933), el general de brigada y médico cirujano que ingresó al EL el 6 de junio de 1895 bajo el mando del mayor general Máximo Gómez y que fuera nombrado jefe superior de Sanidad Militar el 4 de diciembre, desde cuyo cargo elaboró el proyecto de la ley orgánica militar que aprobara el consejo de gobierno semanas después y renovaría en marzo del año siguiente, ambos implementados personalmente a lo largo de toda la isla. Fue uno de los nueve generales cubanos invitados por los norteamericanos a la ceremonia del cambio de poderes en la isla el 1ro. de enero de 1899 y secretario de Agricultura del gabinete del segundo gobierno del presidente Mario García Menocal entre 1917 y 1921.

Gerardo Castellanos, en Pensando en Agramonte, la refiere dentro de sus reflexiones: “¿Por qué suprimir su nombre a la calle de Alegrías y a la de Desengaño, y a la de Micaelita, y a la Palma, y a la de Ángeles, y a la Arrieta, y así a otras de clásico colorido local?”. 

De Desengaño, como se le llama cotidianamente, pertenecen al Centro Histórico las cuadras limitadas por San Gabriel o San Mateo y Sedano.



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Marcos Antonio Tamames-Henderson (Jamaica, Guantánamo, 1961). Lic. Historia del Arte (1997), MSc. en Historia del Arte y en Conservación y Rehabilitación de Centros Históricos (2007). Miembro de la Uneac, Unaic, Unhic. La Editorial Ácana ha publicado sus libros De la Plaza de Armas al Parque Agramonte. Iconografía, símbolos y significados (2001, 2da ed. 2003); Tras las huellas del patrimonio (2004); La ciudad como texto cultural. Camagüey 1514-1837 (2005); Una ciudad en el laberinto de la ilustración (2009) y La cofradía de los signos urbanos (2012). Premio Especial Roberto Balmaceda (Uneac, 2002), Juan Marinello (2006), Juan Torres Lasqueti (2005, 2010, 2011 y 2012), Ensayo Histórico Enfoque (2007), Crítica Histórica José Luciano Franco (2005), Publicaciones, teoría y crítica en el V Salón de Arquitectura (2005) y Jorge Enrique Mendoza (2004), entre otros.

El baile (por Teresa Fernández Soneira)


Nunca olvidaré aquellos días de carnaval en el Prado de La Habana cuando la música y el baile de las comparsas callejeras lo llenaban todo. Aunque aún eran una niña, mis padres me llevaban a ver a los bailadores de comparsas con sus farolas. La cadenciosa y contagiosa percusión, el sonido parejo con el que marcaban el paso los danzantes al rozar sus zapatos al unísono, contra el asfalto de las calles, y sus movimientos rítmicos (la zandunga), eran para mí de poderosa atracción. En aquella época el pueblo de La Habana se desbordaba por las calles y talmente parecía como si la ciudad entera bailara. Esta imagen que retengo de mi feliz niñez no es una exageración o una fantasía, pues ya desde los tiempos de la colonia muchos extranjeros que visitaron Cuba dejaron sus impresiones sobre este aspecto de nuestra cultura.

En el 1840 la cubana, Mercedes Santa Cruz, Condesa de Merlín, llega a La Habana procedente de París después de muchos años de ausencia, y relata:
llevaron varias personas que estaban invitadas a pasarse el día con nosotros y el tiempo se nos fue rápidamente repartido entre el paseo, la música y la danza ya que el habanero encuentra siempre un pretexto para bailar a todas horas aun durante los más fuertes calores.
“Día de Reyes”,
 del pintor francés Federico Miahle, 1853.
De su libro Álbum Pintoresco de la Isla de Cuba
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Después, en el 1847, visitó Cuba el vizconde D’Hespel D’Arponville, quien también nos dejó su comentario al respecto:
El baile de que gustan con pasión, es la ocupación favorita de la juventud. El año entero es un solo baile y la isla un solo salón. Cuando no se baila en las casas particulares o en los pueblos de temporadas, se baila en la propia casa de la familia, muchas veces sin piano ni violines y con solo al compás de la voz de los bailadores.
Y hasta la poetisa gallega, Rosalía de Castro, en su novela El Caballero de las Botas Azules (1867), presenta esta simpática imagen de un baile de sociedad:
Tará-Tatá – Tará-Tatá, Niña cubana, taratatá, ¡por ti me muero! No era esto precisamente pero poco más o menos, esto era lo que querían decir algunas de las hermosas danzas americanas que en aquella noche se tocaron con un son tan dulce y arrullador que pudiera uno sentirse transportado a un bosque virgen…
- ¡Ah, mi Cuba! exclama al oír tan dulces sones la criolla. Si Ud. viera nuestros bailes, General…que danzas, ¡Dios mío! Aquello no es bailar; el cuerpo apenas hace más que dejarse arrastrar por quien lo lleva”.
- Pero observo que se fatiga Ud. y no es extraño, porque esto no es una danza, ¡es un galop infernal…si tal aconteciese en mi país!
- No hay que hablar de ello, repuso el General – con aquel calor se hubiera uno muerto como San Lorenzo.
- Pero si no hay allí calor.
- ¡Como!
- Digo, que, aunque lo haya, las lluvias y la brisa del mar emplean la atmosfera…oh, el cielo americano, ¡que cielo!.
Finalmente tenemos el punto de vista de un norteamericano quien, al poco de terminar la Guerra de Independencia, va a Cuba en plena época de carnavales. James F.J. Archibald, periodista de la revista Harper’s Weekly nos cuenta sus impresiones de un 10 de marzo de 1899 en La Habana:
Aparte de las mascaradas y de tirar bolas de harina a los transeúntes por las calles los domingos, el carnaval consiste principalmente en fiestas y bailes. Cada noche en los clubes privados y en los lugares públicos hay bailes de disfraces, algunos muy bonitos. En los teatros se elevan los pisos al nivel del escenario, se retiran los asientos y queda un espléndido salón para bailadores.
El baile cubano es peculiar cuando es visto a través de ojos norteamericanos. Hacen los bailadores un pasillo que es una mezcla de chino, turco e indio…la pareja raras veces emplea más de tres o cuatro pies cuadrados para bailar haciéndolo sin cesar y solo descansando por unos quince segundos para conversar y luego seguir bailando. Dos orquestas tocan toda la noche. Mientras una hace un receso, la otra toca, y así van alternando durante la noche. La Habana es una ciudad con gran animación tanto de día como de noche, y yo creo que, si no fuera por la disposición de que a la una de la madrugada todos los cafés están obligados a cerrar sus puertas, la gente no se retiraría a sus casas jamás.
Alguien ha dicho, y con mucho acierto, que en Cuba todo era música, producto quizás de una combinación de factores: la belleza del paisaje, la luminosidad del aire, la benignidad del clima y el arrullo perpetuo del mar que rodea nuestra isla por todas partes y que, batiendo continuamente sobre las rocas, hace su propia música con su eterno ritmo. Cuales quiera que sean las causas, lo cierto es que en Cuba a todo se le ponía música, y se daban bailes por cualquier motivo (o sin él) pues el baile es consustancial con nuestra naturaleza. “…quíteme la comida” – decía una dama del siglo XIX – “y ni lo siento, con tal de que me den música y un buen compañero”.


Baile porque es el santo de papá, o el cumpleaños de mamá; o el bautizo del hermanito. Baile porque se gradúa el primo de medicina, porque nos mudamos para una nueva casa o porque la cosecha ha sido buena. Baile porque llueve y hace calor, y porque no llueve o hace frío, pero baile, siempre baile, porque nunca faltan pretextos para hacer fiesta. En Cuba se celebraban bailes en los clubes privados, en los lugares públicos como en La Tropical o en La Polar, y en los centros regionales españoles donde se daban cita los grandes bailadores y las buenas orquestas.

Luis Victoriano Betancourt, periodista y costumbrista camagüeyano del siglo XIX, causaba carcajadas entre los lectores por el modo con que criticaba a la sociedad de su tiempo. Él decía en tono irónico:

“nada de escuela para los artesanos, nada de bibliotecas abiertas, de gimnasios públicos, de educación sólida para la mujer, pero en cambio juegos de billar, de toros, de gallos, de barajas, y luego bailes de día, bailes de noche, bailes de invierno, de verano, campestres, urbanos. Bailes de ayer, hoy, mañana, tarde, temprano, ahora y luego: bailes de aquí y de allá, de cachumba, de cangrejito, de guaracha, de repiqueteo, de rumba; bailes en fin modificados por todos los adverbios y calificativos, y por todos los adjetivos de todos los diccionarios”.
Y el temperamento fiestero quedó a los ojos de algunos extranjeros con la imagen del cubano vago, poco trabajador e indolente, y el de las mujeres fáciles, frívolas y alocadas. Pero, sin embargo, esta era una imagen falsa ya que la alegría del cubano no era, ni es, esa alegría del pecado sino la alegría de vivir. La alegría de un pueblo que trabajaba con ahínco para mejorarse y mejorar la Patria, pero que a la vez sabía disfrutar de la vida y buscaba en la música y en el baile una distracción.

“Serían las 10 de la noche y entonces estaba en su punto el baile. Bailábase con furor; decimos con furor porque no encontramos término que pinte más vivo aquel movimiento incesante de pies arrastrados muellemente junto con el cuerpo al compás de la música; aquel revolverse y estrujarse en medio de la apiñada multitud de bailadores…”. (Cirilo Villaverde, Cecilia Valdés).
Hoy en el destierro, donde todavía se conserva algo de este “ingrediente” de nuestra cultura, se llevan a cabo fiestas de 15, de graduación, en las bodas, por el día del médico, del dentista, del abogado, del contador, en Nochebuena, y en todas estas celebraciones no puede faltar su música “para echar un pie”.

Sexteto de Occidente en New York, 1926. Aparecen entre otros: Su fundadora María Teresa Vera, e Ignacio Piñeiro.
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Ayer y hoy en todas partes del globo terráqueo se ha bailado porque como decía Luis Victoriano Betancourt, “el baile es la risa de los pies” y cuando el alma está alegre tiene que expresar esta alegría, y el baile es la mejor manera de hacerlo. Los andaluces dicen que es saludable “menear el esqueleto” de vez en cuando, que es bueno para el cuerpo y para el espíritu esa maravillosa demostración de felicidad. Esa combinación de España con África en nuestra música; ese repique del tambor con acompañamiento de piano, trompeta, guayo, maracas, clave y cencerro, producen un desbordamiento inescapable y un goce de los sentidos que no se puede reprimir. Por eso la música cubana ha llegado tan lejos, porque es contagiosa. Y no puedo cerrar sin reproducir aquí la “elegia” que hizo del baile el simpático Betancourt, allá por el siglo XIX:
Los romanos pedían pan y circo; los hijos de Iberia piden pan y toros; pero nosotros pedimos pan y danzón; ¡Oh, jóvenes que bailáis! ¡O, padres que veis bailar! ¡Oh, sociedad que dejas que te bailen! Que hacéis todos, por Dios, ¿Por qué no salir de una vez a la cumbre de la gloria? Subid, subid, bailando. ¿No veis? Allá arriba en la gloria se baila también: a un lado Washington y Lincoln bailan; ¡al otro bailan Sócrates y Bruto…que dulce es morir bailando! No ardían tanto de amor patrio los soldados griegos al robusto son de la lira de Tirteo como la juventud cubana se entusiasma al escuchar el repique del tambor en la danza.


NOTA: este artículo fue publicado en el libro Apuntes desde el Destierro, Ediciones Universal, Miami 1989.


Carnavales de La Habana, 1956





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Teresa Fernández Soneira (La Habana 1947), es una historiadora y escritora cubana radicada en Miami desde 1961. Ha hecho importantes aportes a la historia de Cuba con escritos y libros de temática cubana, entre ellos, CUBA: Historia de la educación católica 1582-1961, Ediciones Universal, Miami, 1997, Con la Estrella y la Cruz: Historia de las Juventudes de Acción Católica Cubana, Ediciones Universal, Miami, 2002. En los últimos años ha estado enfrascada en su obra Mujeres de la Patria, contribución de la mujer a la independencia de Cuba, (Ediciones Universal, Miami 2014 y 2018). El volumen I dedicado a la mujer en las conspiraciones y la Guerra de los Diez Años, y el volumen 2, de reciente publicación, trata sobre la mujer en la Guerra de Independencia. En estos dos volúmenes la autora ha rescatado la historia de más de 1,300 mujeres cubanas y su quehacer durante nuestras luchas independentistas.

Wednesday, June 24, 2020

Ajiaco camagüeyano

Nota del blog: La información está tomada del libro: Cocina en dos ciudades. Platos tradicionales de Camagüey y Sancti Spititus. publicado por la Editorial Oriente, Santiago de Cuba, 2001 y escrito por Olga García Yero, Luis Alvarez Alvares y Héctor Juárez Sedeño. pp 25-29.


Ajiaco es una voz indígena, del arauaco insular, cuyo origen se le atribuye a la raíz ají y el sufijo aco; este último con el significado de "lo que aparece en, o lo que esta en". Equivaldría entonces, a: en-ajizado, igual que se dice entomatado. También se sabe de la existencia del ajiaco africano, que tiene su origen en los carabalíes. Dicho plato era tan picante que la tradición dice que servía para quemar una cuchara de plata.

El ajiaco está emparentado, entre otros, con "la olla podrida" o "cocido español".


Ajiaco (variante camagüeyana)

Ingredientes

1 kg de carne de res salada y seca
1 pato de buen tamaño
2 gallinas de Guinea de buen tamaño
6 pechugas de codorniz
320 g de plátano verde
320 g de plátano pintón
260 g de malanga
370 g de maíz tierno
300 g de calabaza
320 g de boniato
380 g de ñame
350 g de yuca
7 litros de agua
Zumo de limón al gusto
Sal al gusto

Ingredientes (para la salsa criolla)

Ají al gusto
1 o 2 cebollas
7 u 8 tomates maduros
Ajo al gusto

Preparación

Se mantiene la carne en agua alrededor de 12 horas a fin de que se desale. Las viandas se pelan, se lavan y cortan en pedazos medianos. Se ponen en recipientes, y se agregan agua y limón. Es necesario que no se mezclen los plátanos con el resto de las viandas.

Se elabora una salsa criolla con el ají, las cebollas, el ajo, y los tomates maduros, que se pasan por el aceite ya caliente mezclándolos hasta que se doren.

Desde el día anterior se preparan las gallinas de Guinea, cortadas en pedazos al gusto, cuya carne se frota minuciosamente con zumo de limón (tambien puede frotarse con ajo machacado) y se reservan para el día siguiente. El pato, que se debe descuerar y cortar en pedazos, tambien puede ser frotado con zumo de limón (o naranja agria), pero no se emplea ajo.

Las pechugas de codorniz se cuecen en agua, punteadas en sal y un poco de pimienta, durante 30 minutos. Igualmente las gallinas de Guinea se cocinan al fuego lento, durante unos 40 minutos. El pato, por su parte, se cocina en agua, punteado con sal y durante una hora. La carne de res, durante hora y media aproximadamente; se extrae y deja enfriar, para luego limpiarla y cortarla en pedazos pequenos.

Mientras, el caldo de la carne se mantiene al fuego (y se le agregan los caldos en que se cocieron la demás carnes), para incorporar el maíz, el cual se deja hervir una hora. Más tarde se echa el resto de las viandas, incluido el plátano verde, y se deja cocer alrededor de 20 minutos. Sólo entonces se le unen el plátano pintón y la calabaza, para verterle la salsa criolla y dejar que se cueza todo durante 10 minutos. Luego se le rectifica la sal al gusto; y pasados 5 minutos se retira del fuego.

Se sirve preferentemente en ollas de barro.

Hemingway, Gutiérrez y Russell pescadores en la Corriente. A propósito de "Pursuit as Happiness", otro inédito hemingwayano ambientado en la La Habana. (por Carlos A. Peón-Casas)


La Habana, y sus inevitables coordenadas hemingwayanas desde comienzos de la década del treinta, en razón inevitable de la pesca de agujas, es nuevamente el setting predilecto para la hasta hoy desconocida producción literaria del mismo Hemingway, esta vez narrador y alter ego de una acción piscatoria que preludia en su contenido, a su magistral noveleta El Viejo y el Mar.

El relato, un manuscrito, descubierto recientemente por su nieto Sean Hemingway(1), en la todavía inabarcable papelería que se atesora en la Biblioteca y Museo John F. Kennedy de Bostón, depositaria de su legado literario, fue publicada en el New Yorker(2), bajo el título de Pursuit as Happiness (Persecución como Felicidad), que repite el de una sección del libro Las Verdes Colinas de Africa(3).

La historia, totalmente autobiográfica, tiene unas inevitables coordenadas temporales y espaciales con su conocida Tener y no Tener, “la novela nerviosa y dura(…)”(4)  al decir de Norberto Fuentes y que discurre a caballo entre La Habana y Cayo Hueso, y en la que Hemingway trabajaba para entonces.

Ernest Hemingway, Carlos Gutierrez, Joe Russell, and Joe Lowe
 aboard the "Anita"
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Son los tiempos a partir del año 1932, cuando Hemingway aparece en los escenarios habaneros a bordo del Anita, el barco de su entrañable y pintoresco amigo Joe Rusell, compinche de muchas incursiones pesqueras y dueño del afamado Sloppy's Joe en Cayo Hueso, cuyos contenidos etílicos habría de mantener gracias a un activo contrabando desde Cuba, en los años duros de la Ley Seca.

En el puerto habanero, el dúo de pescadores sumaba a la tripulación a un reconocido lobo de mar de la época, y hombre muy entendido en la pesca de la aguja: Carlos Gutiérrez, quien para cuando Hemingway comprara su yate Pilar sería su primer patrón.

Desde abril y hasta a veces ya entrado el mes de noviembre, antes de la llegada de los primeros nortes, el inseparable trio se harían a la mar cada día, en busca de los preciados pejes de pico, cuya corrida era habitual en tal periodo “desde Punta Gobernadora, en el extremo occidental, hasta Cayo Cruz del Padre, en el noroeste de la península de Hicacos”(5).

El opening del relato nos da la clave del leit motiv, y de a dónde se mueve la acción, y que a nuestro ver, complementa con fruición todo el discurso que alude a los pormenores de aquellas interminables jornadas piscatorias habaneras:
Aquel año habíamos planeado la pesca del marlín aguas de Cuba por un mes. El mes dio inicio el 10 de Abril, y para el 10 de Mayo ya habíamos cogido 25, y el arrendamiento se acababa. Lo que habría que hacer era entonces comprar algunos regalos para llevar a Cayo Hueso, y llenar el tanque del Anita con el un poco más caro combustible, suficiente para cruzar el Estrecho y llegar a casa. Pero el gran pez todavía no había empezado a correr(6)
La ficción, que no nos parece tanta, entendiendo muy bien que los personajes sólo se nos trasmutan en apariencia, enseguida se hace sentir, y lo hace en el relato con una entrada del ya citado Joe (Josie) Rusell, propietario del bote, que interpela al Hemingway alter ego y narrador, con el apelativo de Capitán:
Capitán, ¿quieres alquilarla un mes más? El era el propietario del Anita y la rentaba por diez dólares diarios. El precio estándar de entonces eran treinta y cinco. Si tu quieres puedo rebajártelo a 9.”(…) Acepto, le dije, y pescamos por otro mes. Ya teníamos cuarenta y dos marlines, pero para entonces los grandes no habían llegado todavía(7)
El relato está centrado como el lector puede ya barruntar en la demanda siempre insatisfecha de un verdadero trofeo, de entre los más grandes y escurridizos marlines, siempre difíciles de conseguir, y que muchas veces, tal y como sucede en este relato terminaban en rotundos fracasos.

Hay una evidencia de una de tales empresas fallidas muy bien ilustrada por Carlos Baker en su autorizada biografía que data del año 1933.

Mas allá del Morro, el 6 de julio Ernest engancho un marlín de 750 libras. La lucha duro una hora y media y cubrió un área de unas ocho millas, en apretado y lento movimiento circular al nivel de las veinte brazas, ganando una yarda o dos de línea en cada giro. Ya había cogido un segundo aire cuando la vara se partió y perdió el pez…Ernest se encolerizo por mas de media hora. Pero su orgullo pronto volvió a su nivel. Había estado con el pez mas de lo que ninguno con menos habilidad habría durado antes de darse por vencido(8).
La anécdota, puede muy bien coincidir con la escogida por Hemingway para ilustrar este relato postergado que ahora ve la luz. Hay coincidencias en algunos detalles específicos de aquella dura jornada, en el relato también están en el mes de Julio, y los sucesos se encadenan de igual manera, aunque la ficción fije sus inevitables coordenadas:
Entonces un día soleado, con una corriente pesada y oscura(…) nos topamos con nuestro primer peje grande justo pasado el Morro(…) Carlos me sostenía por la cintura y frente a nosotros el pez estaba saltando. Lucía tan enorme como un barril de vino cuando saltaba. Era de color plateado y yo veía las franjas moradas de sus costados. Cada vez que saltaba hacía salpicaduras como un caballo saltando de una colina(…)-Es grande, dijo Carlos.-Es el marlin más grande que yo haya visto. El pez hizo su primera carrera más allá del Morro y en dirección contraria al Hotel Nacional(9).
Los detalles de tan singular batalla con aquel monstruoso espécimen que en algún minuto se nos dirá en boca del propio personaje Carlos Gutiérrez que llegaría a las novecientas libras, está cuajada de tintes muy dramáticos, que el Hemingway narrador va matizando como hábil artista, justo hasta el minute fatal en que la victoria sobre el pez se les muestra esquiva:
La próxima vez que lo vimos fue una hora y media después, más allá de Cojimar(…) El pez se movía en pequeños círculos.(…) Justo entonces el gran pez empezó a hundirse cada vez más(…) Yo sostenía al pez todo lo que podía con la vara inservible. El pez avanzó sostenidamente en su movimiento circular, y Mr. Josie recogía la línea pie a pie y se la pasaba a Carlos quien la iba anudando a la línea blanca.-Ya lo tiene atado, dijo Mr. Josie.-Córtala cuando ya estés listo, le dije a Carlos(…) Yo miraba la línea verde y al gran pez cuando Carlos cortó. Entonces escuche un agudo grito, como nunca lo oí antes. Era como si destilara todo el pesar y lo volviera un sonido. Entonces vi como la línea verde se escapaba lentamente por los dedos de Josie, y la vi hundirse cada vez más, y perderse de vista. Carlos había cortado el nudo equivocado. El pez se nos perdió de vista.-Capitán, dijo Mr Josie. El no luce muy bien. Entonces miro a su reloj-Cuatro horas y veintidós minutos, dijo(10)
El relato, más allá de esa coordenada, tiene otros momentos singulares que nos transparentan aquellos ambientes de la ciudad habanera del machadato, recorrida por las singularidades sociales que no escapaban al ojo avisor del narrador-personaje:
Éramos muy populares a lo largo del paseo marítimo, porque troceábamos nuestra captura y la regalábamos, y no más pasábamos el Morro y enfilábamos por el canal hacia el muelle de San Francisco, enarbolando nuestra presa, podíamos ver a la multitud que echaba a correr hacia el desembarcadero. La libra del pez podía venderse entre ocho y doce centavos, y en el mercado valía el doble. El día que llegamos con cinco pejes como banderas, la policía cargó contra la multitud usando sus bastones. Eso fue feo y malo. Pero era más feo y más malo aquel año en la orilla(11).
La anécdota del relato hemingwayano que sigue, sobre la repartición de toda la captura de jornada de pesca lo pone todo en contexto:
La maldita policía ahuyenta a nuestros clientes y se lleva todo el pescado-dijo Mr. Josie.-Al Diablo contigo- le dijo a un policía quien se estaba apropiando de un pedazo como de diez libras de nuestro marlin.-Yo nunca he visto antes tu fea cara- ¿Cómo te llamas? El policía le dijo su nombre.-Capitán, ¿ está anotado en el libro de compromiso-No. Aquel era donde listábamos los nombres de la gente a quienes le habíamos prometido el pescado. -Apúntalo para la semana que viene, Capitán.-Ahora, policía, vete al Diablo de aquí y apalea a cualquiera que no sea amigo nuestro. Ya he visto demasiados policías en mi vida. Vete con tu porra y tu pistola a otro sitio, aunque trabajes aquí. Finalmente el pez fue porcionado y entregado de acuerdo a nuestro libro, y el libro estaba lleno de promesas para la siguiente semana(12)
La alusión no es para nada gratuita. Hemingway conocía todos los entresijos y vaivenes del momento político. De su estancia en aquella temporada de 1933 se suman otros elementos interesantes como su cercanía al reconocido fotógrafo norteamericano Walker Evans y la anécdota de cómo Papa llevó consigo a bordo del Anita, unas fotos muy comprometedoras que el fotógrafo había hecho en la convulsa ciudad(13)

Justo para Agosto, y de nuevo en La Habana, para embarcarse a Europa, con rumbo a su primer viaje africano, fue testigo de los últimos pataleos del ya decadente régimen machadista, que caería unos días después. En Baker encontramos la oportuna alusión al hecho:
Cuando los Hemingway llegaron a La Habana el 4 de Agosto, la revolución izquierdista en contra del dictador Gerardo Machado, estaba por alcanzar rápidamente su climax (…) Los Hemingway estaban seguros en el Ambos Mundos, aunque Pauline y Jinny experimentaron un tiroteo cuando se aventuraron a salir a la calle. Las simpatías de Hemingway estaban con el pueblo cubano. El había dicho en privado que esperaba en Cristo que ellos se pudieran librar del vil tirano Machado(14)
En el decursar de la historia, volvemos a conocer de primera mano, los detalles ya explícitos de la vida del Hemingway que desde la primera vez en La Habana, pone su casa en el Ambos Mundos, cercano al muelle donde atraca, y en donde se alquila, por una bagatela.

Aquella especial habitación a la que volverá una y otra vez hasta tener su propia casa en la ciudad, y que le sirve de irreductible espacio para sus labores escriturales, las que no abandona nunca, y en las que ejercita sus horas mañaneras antes de partir a las faenas de la pesca:

Caminé por la calle adoquinada que servía de atajo al Ambos Mundos(…) Mi habitación estaba en la esquina nordeste y el viento entraba por las ventanas y la mantenía fresca. Miré desde allí los tejados de la parte antigua de la ciudad y más allá a la bahía(…)(15)
La noche es propicia para otras andanzas citadinas, y el relato las sigue explorando de boca de nuestro singular narrador y partícipe, retomando los tradicionales recorridos de aquel marinero en tierra:
Estábamos caminando por la estrecha acera de la calle Obispo, y Mr. Josie miraba las vidrieras iluminadas de las tiendas(…) Pasamos las dos últimas, (…) y empujamos la batiente puerta del antiguo Floridita. -Mejor te sientas Capitán, dijo Mr Josie.-No, prefiero estar de pie frente al bar.-Cerveza, dijo Mr. Josie.-Cerveza alemana. ¿Qué vas a tomar , Capitán?-Daiquirí helado sin azucar. Constante preparó el daiquirí y dejo suficiente en la batidora para un par extra(…)(16)
Otras alusiones a la vida nocturna habanera nos llegan en la voz del personaje de Josie, quien frecuenta otros ambientes muy hemingwayanos como la cercana Plaza de San Francisco, el Café La Perla, o el bar Donovan, todos ubicados en aquel setting que es el oportuno ambiente de la ya citada novela Tener o no Tener.
Me senté y escuché esa orquesta de mujeres en la plaza y me tome algunas cervezas, y de allí me fui al Donovan(18)
El cierre de la historia, vuelve otra vez a tener el paisaje de la ciudad, esta vez en lontananza, los impenitentes pescadores vuelven a la Corriente:
Mire a la orilla y estábamos muy distantes de un horno cercano a la playa donde el agua era muy profunda y donde la Corriente del Golfo casi llega a la orilla. Salía humo del horno y pude observar la polvareda que dejaba un camión que se movía sobre el camino de piedra. Algunos pájaros se disputaban un pedazo de carnada. Entonces escuché gritar a Carlos: ¡Marlin, Marlin(18)


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  1. Unknown Hemingway short story Pursuit As Happiness published. Alison Flood. Wed 3 Jun 2020 13.58 BST.wwwtheguardian.com/books/2020/jun/unknown-hemingway-short-story- pursuit as happiness-published.
  2. https: www.newyorker.com magazine /2020/ pursuit as happiness?fbclid/lwAR3enxju9yVj48W74DwDUEklqJgaZyfR8WB65IJKf4xEuxdqo-3r9oReqDA
  3. Citado en Ernest Hemingway o la multiplicación de los peces. www.centroonelio.cult.cunoticiaernesthemingway-o-la-multiplicaci%C3%B3n-de-los-peces
  4. Hemingway en Cuba. Norberto Fuentes. Letras Cubanas, La Habana, 1984. p.152.
  5. Ibíd. p.151
  6. Pursuit as Happiness by Ernest Hemingway. En https: www.newyorker.com magazine…Op. Cit.
  7. Ibid. Las traducciones de éste y los subsiguientes fragmentos del relato son de mi autoría.
  8. Ernest Hemingway. A Life Story. Carlos Baker. Scribner, NY. 1969 p.244
  9. Pursuit as Happiness by Ernest Hemingway. Op. cit.
  10. Ibíd.
  11. Ibíd.
  12. Ibíd.
  13. Véase mi trabajo sobre el particular: Hemingway y Walker Evans, amigos por una vez, en las tórridas noches habaneras de 1933
  14. En Ernest Hemingway. A Life Story. Carlos Baker. Scribner, NY. 1969. p.245
  15. Ibíd.
  16. Ibíd.
  17. Ibíd.
  18. Ibíd.

El San Juan Camagüeyano y los ensabanados (por Roberto Méndez Martínez)


El San Juan era una vieja tradición principeña que unos hacen remontar al siglo XVIII y otros consideran mucho más vieja. En la primavera, una vez concluidas las transacciones de ganado vacuno, principal fuente económica del territorio, los hacendados, encomenderos, peones o simples ociosos, se dedicaban a festejar de manera rústica el final de un ciclo de laboreo. A pesar de su nombre genérico, no se trataba de una fiesta religiosa, sino profana, que se ubicaba de manera estable entre las celebraciones católicas de San Juan Bautista (24 de junio) y San Pedro (29 de junio), aunque muchas veces su extensión era mayor. Los ganaderos acostumbraban a entrar a la población emulando en su destreza como jinetes, era habitual que lo hicieran por una vía conocida desde entonces como Calle del San Juan o de las Carreras[1]. Ya en la Villa, se dedicaban a celebrar torneos, bailes, paseos, meriendas y “asaltos” o visitas que eran pretextos para cenas abundantes. El disfraz más común era el de “mamarracho”, que consistía simplemente en cubrirse el cuerpo con petates o yaguas, y pintarse o tiznarse el rostro con almagre o carbón.

Gaspar Betancourt Cisneros (El Lugareño), en su curioso artículo “San Juan en Puerto Príncipe”, publicado en El Aguinaldo Habanero[2], describe estos elementales festejos:
En el mes de junio es ya a mediados de la estación lluviosa. Entonces nuestra gente campesina anda mucho a caballo: es el tiempo oportuno de recoger ganados, pastorearlos, conducirlos a los corrales, contarlos y beneficiarlos: y se necesita engordar los caballos, correrlos, amaestrarlos para ese servicio de las fincas. Júntanse los montunos de las haciendas inmediatas: ayúdanse mutuamente a los trabajos del pastoreo, recogida, encierro en los corrales, marcas de señal y letra de propiedad de los ganados. He aquí pues formada una trullada o pandilla que corren, vocean, cantan, se provocan, se desafían, se alientan a la carrera, a la destreza y la agilidad ecuestre; y aquí el origen, para mí, del San Juan, y la elección de la época. Esto pasó del campo a las inmediaciones, y después a la ciudad misma conservando en algunas cosas las huellas de su cuna; pues como luego lo verá vd. la imitación de las operaciones del campo hacía parte de la diversión de la ciudad.[3]
Las diversiones parecían reducirse a las carreras hípicas, las bromas y vejaciones de las que eran objeto personas de todas las clases sociales:
Era todo un saltar de la cama, almorzar o no, ir al pesebre o patio, ensillar el caballo, salir a la calle a dar carreras, gritos desaforados, provocar a los mirones, invitarlos, llevárselos, burlarse de las viejas, decirse sendas claridades, al feo, feísimo, al tonto, tontísimo, al plebeyo, plebeyísimo.[...]Lo cierto es que las frases usuales y de estilo eran las más groseras, y a veces obscenas, y que nuestros buenos abuelos y abuelitas las pronunciaban, oían y celebraban como un chiste del escudero de Don Quijote.[4]
Otro hábito de esos tiempos era la “caza del verraco” en que unos individuos, disfrazados de monteros, daban caza a otro, que hacía de “verraco”, no sólo por las calles de la villa, sino en el interior de cuanta casa encontraran abierta a su paso, con el consiguiente desorden que alguna vez concluyó en hechos sangrientos.

El ambiente se hacía ligeramente más refinado a partir de las cuatro de la tarde, cuando se producía el paseo de las damas y los galanes a caballo, todos —señoras, jinetes y cabalgaduras— emulaban por lo vistoso de sus adornos. En la noche se celebraban bailes en las casas de los vecinos principales, o en ciertos barrios, adornados con ramas e iluminados con antorchas.

Los festejos fueron suspendidos oficialmente por las autoridades en 1817, bajo el pretexto de que eran ocasión para insultos y ultrajes personales, pero los influyentes principeños llegaron a elevar un memorial de protesta a la Corte madrileña y consiguieron que fueran restablecidos en 1835. En lo que el asunto se resolvía, algunas personas del pueblo, de las que no podían acudir a la Audiencia ni al Capitán General, decidieron “sanjuanear” por su cuenta y necesitaban para ello algún disfraz fácil de llevar y de desaparecer si topaban con algún celador de policía. La solución de los rebeldes fue muy ingeniosa. El Lugareño explica de manera muy viva cómo surgieron los ensabanados, que llegarían a convertirse en uno de los elementos más peculiares de estas fiestas:
Temeroso el gobierno de que el disfraz de las máscaras por la noche pudiera perjudicar el orden público, ó acarrear algunas desgracias, prohibió enmascararse. El pueblo, nunca bastante saciado de su diversión, y acostumbrado a usar el San Juan de noche, buscó un medio ingenioso de eludir la prohibición, y lo encontró en las sábanas, manteles, cortinas y cuantos lienzos le vinieron a las manos. La sábana o colcha de una cama es un mueble con el cual puede uno cubrirse de pies a cabeza; es un mueble quitadizo, mueble que de un golpe se presenta colgado al brazo como una toalla que se lleva al río, ó a casa de la lavandera, quedando la persona en trage casero y burlada la prohibición graciosamente.[5]
Para estos nuevos tiempos se estableció una ruta oficial para el paseo de los carruajes, un Bando de la época indicaba: “seguir la dirección de la iglesia Parroquial Mayor al Hospital de San Juan de Dios, de éste al convento de San Francisco, de allí a la parroquia de la Soledad, seguir al convento de las Mercedes y volver al punto primero”. Poco a poco las diversiones van refinándose, bajo la influencia del carnaval europeo, con sus comparsas y disfraces de carácter histórico o novelesco.

A lo largo del siglo XIX el San Juan fue un termómetro de la cultura en Puerto Príncipe; sus aspectos positivos y negativos reproducen la estructura social que rodeaba al patriciado ilustrado; de ahí que cierta concepción ilustrada y exclusiva de estas fiestas tuviera su momento más alto entre 1835 y 1868, para desaparecer después junto con las bases socioeconómicas que las propiciaron, aunque su lado más popular dejó algunos elementos perdurables hasta nuestros días. El desarrollo de la música, la danza, la literatura, así como el del arte culinario y la moda, en esa centuria, aportaron un sello particular a estos festejos, a lo que habría que sumar la presencia en ellos de figuras eminentes de la cultura principeña, como Gaspar Betancourt Cisneros (El Lugareño), Salvador Cisneros Betancourt, Esteban Borrero Echeverría, Eva y Sofía Adán, quienes actuaron como animadores y protagonistas. Surgido con un neto carácter rural, derivado del rol que la ganadería desempeñaba en el territorio, el San Juan tuvo un período en el que la élite criolla lo convirtió en una parte de la utopía ilustrada, aunque su supervivencia, marcada por estos dos aspectos tan diversos, se debió sobre todo a su condición de fiestas populares que cumplían en el Camagüey la función del Carnaval en otras partes.

Como escribiera Salvador Cisneros Betancourt años después:
El Camagüey en aquellos días era un manicomio: la población se volvía loca y aparecía formando una sola familia; se trataban con tal confianza y espontaneidad, como no hubiera podido uno compenetrar tratándose de una población de más de 30 000 almas. En esos días de tan grandioso júbilo, raro era el que comía en su casa, pues el pueblo transformado en un solo hogar servía sus mesas, invitando con exquisitos manjares a los primeros que llegaban. Las calles principales se llenaban de toda clase de carruajes para las comparsas que en dichos días salían. Se permitía toda clase de dichos y jaranas decentes, sin que nadie debiera molestarse.[6]
Mas los ensabanados, a pesar de las nuevas libertades, habían llegado para quedarse y durante más de un siglo invadieron las calles principeñas, con sus sustos y bromas, no más refinadas que las de los antiguos “mamarrachos”. La más simple referencia a ellos ponía los cabellos de punta a Don Domingo del Monte, quien escribió unos años después, poniendo entre los ejemplos de la rusticidad de la vida principeña esas fiestas donde “aun el día de hoy se substituye a las máscaras y domingos de Carnaval una sábana, colcha o mantel sucio en los días de san Juan y san Pedro, y anda la gente ensabanada por calles y plazas a manera de locos sueltos, o de enfermos huidos de un hospital”.[7]

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  1. Hoy Avellaneda.
  2. El Aguinaldo Habanero, 1837. Recorte sin día y mes.
  3. Ibidem.
  4. Ibidem.
  5. El Aguinaldo Habanero, 1837. Ibid.
  6. Salvador Cisneros: “Suceso Bembeta-Pazo”. En: Cuba Libre, La Habana, no. 37, 1902, s/p.
  7. Domingo Del Monte: ”Movimiento intelectual en Puerto Príncipe”, En: Escritos. La Habana. Colección de Libros Cubanos. Cultural, S.A., 1929, t. II, p.77-78

(Bohemia. Julio 11, 1954) Una página poética de Juan Gualberto Gómez.


Tuesday, June 23, 2020

Mi hamaca (un poema de Juan Cristóbal Nápoles Fajardo, El Cucalambé)



A don Agustín Mariscal.

De una yagruma encumbrada
Y un corpulento mamey,
Con dos jicos de yarey
Tengo mi hamaca colgada;
En ella el alma cansada
Goza de dulce recreo,
Y cuando del cielo veo
Los deslumbrantes colores,
Me divierten los rumores
De los montes que poseo.

Cuando de cantar me antojo
Lo hago meciéndome en ella,
Y su enjicadura bella
Es de pita de corojo.
En ella me hago un manojo
Cuando mi calor se aplaca,
Me embeleso en la oajaca
Que en el dagame halla abrigo
Y entusiasmado bendigo
Los vaivenes de mi hamaca.

Mecerme en ella es mi gloria,
Mi dicha es tenderme en ella
Y de nuestra patria bella
Recordar la triste historia.
Allí traigo a la memoria
Sin mal que me mortifique,
La dulzura del behique,
La humanidad del semí,
Las penas del naborí,
Y las glorias del cacique.

El ronco rumor del trueno
Retumba en la inmensidad
Y ruge la tempestad
De las nubes en el seno.
Más brilla el cielo sereno,
Alegre el sinsonte trina,
Y en mi hamaca peregrina
Gozo de dulce contento;
Y me duermo al son del viento
Y sueño con mi Rufina.

¡Oh! mi hamaca es un tesoro
Es una prenda preciosa,
Una joya primorosa
Que yo bendigo y adoro.
Sin ella suspiro y lloro
Y se desconsuela mi alma,
No encuentro placer ni calma
Del monte entre los verdores,
Ni me inspiran los rumores
Que el viento forma en la palma.

En las noches del estío
Hermosas, claras y bellas,
Al brillar de las estrellas
Meciéndome gozo y río.
Dentro de ella desafío
El calor de la estación,
Mi ardoroso corazón
Con sus vaivenes se inspira,
Y ufano pulso mi lira
Y entono alegre canción.

Con eficacia y vigor
Trabaja mucho el montuno
Bajo el sol como ninguno
Ardiente y abrasador:
Vierte copioso sudor
Tolerando su destino;
Más el viento vespertino
Del sol el ardor aplaca
Y halla el guajiro en su hamaca
El descanso peregrino.

Canta el labrador contento
Aunque el cansancio lo rinda,
Porque la hamaca le brinda
Cómoda cama y asiento;
Su pausado movimiento
Infunde al pecho alegría,
Por eso yo amo la mía
En el monte y en el yermo
Y de noche en ella duermo
Y en ella canto de día.

Ama la hermosa guajira
El agua de la corriente,
Do calma su sed ardiente
Y retratada se mira:
De la flor de la jejira
Ama los bellos colores,
Pero ama más que a las flores
Y quiere más que su vida,
La hamaca en que adormecida
Sueña sus dulces amores.

En otro tiempo a la hamaca
La idolatraban ufanos
Los indios camagüeyanos,
Y los indios de Macaca.
Por eso yo, cuando opaca
Brilla la luna en el cielo,
Cuando la noche su velo
Extiende triste y luctuoso,
En mi hamaca soy dichoso
Y en ella encuentro consuelo.

Bendígate Dios mil veces,
Dulce hamaca que poseo,
Tú que formas mi recreo
Y mis penas desvaneces.
Bendita tú, que le ofreces
Reposo a mi alma abatida,
Tú eres mi joya querida
Mi más preciado tesoro,
Rústica prenda que adoro
Y descanso de mi vida.

Monday, June 22, 2020

Iglesia Católica en Cuba abre estación de radio online


Cuba tiene Radio Católica 24 horas. Un sueño hecho realidad.

Desde hoy lunes 22 de junio de 2020, la Iglesia Católica en Cuba, presenta RCJ RADIO El Sonido de la Esperanza,  transmitiendo las 24 horas. 


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Gaspar, El Lugareño Headline Animator

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