El 28 de marzo de 1994, la Legislature of Florida dedicó el tramo de Flagler St desde la SW 27th Ave hasta SW 42nd Ave, en la ciudad de Miami, a Ignacio Agramonte y Loynaz.
Se agradece este pedacito de Camagüey en la Capital del Sol, simbolizado en El Mayor, quien ha prestado su apellido para bautizar a sus coterráneos como agramontinos y fuera caracterizado por José Martí como un "diamante con alma de beso" y de "alma diamantina", por Aurelia Castillo.
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Según pude encontrar, la Memorial Sign estuvo en la esquina de la SW 27 av y Flagler, hasta el año 2007, cuando fue removida por obras de construcción y no ha sido reemplazada.
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Hace varios años, en el 2017, Natacha Hererra llamó la atención de un error tipográfico en la señal, el cuál ha sido resuelto en la nueva señalización y "Agramontey Loynaz", ha vuelto a ser "Agramonte y Loynaz".
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En la misma calle Flagler, otro tramo desde la 14th Ave SW hasta la 16th Ave SW, está dedicado desde el 18 de junio de 1996 a otra personalidad camagüeyana, Luis Casas Romero.
"En Octubre [de 1862] se formó la alameda de la Caridad con matas de mango ya paridas, trasplantadas de las fincas cercanas a la población, sin malograrse ninguna, de modo que quedó formada en los pocos días invertidos en la operación de la siembra."
(Juan Torres Lasqueti, "Colección de Datos Históricos-Geográficos y Estadísticos de Puerto del Príncipe y su Jurisdicción", 1888)
"Nieta del Mayor. Hija del Ing. Ignacio Ernesto y de Enma Betancourt. Nieta de don Graciano Betancourt uno de los hombres más ricos del Camagüey en el siglo XIX. Otro hijo de Graciano casó con Herminia Agramonte Simoni. Ese doble enlace unió la estirpe mambises de unos y el caudal de los otros..." (Roberto Méndez Martínez)
"[Salvador] Cisneros [Betancourt] dice, que aunque viejo e inútil, quiere tener el honor de morir en el campo de batalla. Quizás lo consiga, pues refieren que ante el peligro mantiene una indiferencia aristocrática, y es su sangre fría rayana en el estoicismo; hay que arrancarlo a viva fuerza de los puntos de peligro."
(Diario del Teniente Coronel Eduardo Rosell y Malpica. 1895-1897)
En la fachada de lo que es hoy la sede del Proyecto El Callejón de los Milagros, un cartel evoca lo que fue la primera exhibición pública del Cinematógrafo Lumière aquel ya lejano 28 de diciembre de 1895.
Ignoro si en alguna otra parte de la isla se le rinde tributo a quienes son considerados los padres de esa práctica cultural que todavía nos mantiene hipnotizados frente a una pantalla, sin importarnos si es de tela o electrónica.
Confieso que en lo personal ya no me atrae demasiado el culto a las efemérides “a secas”. Por demás, pensar en el cine solo a partir de las contribuciones de los hermanos Lumière, sería prolongar la ingenuidad de esa historiografía que organiza sus relatos tomando en cuenta apenas “los grandes acontecimientos” o “los grandes hombres”, o lo que es lo mismo, lo que ocurre en la superficie de la vida.
La existencia del cine le debe muchísimo a un sinnúmero de fenómenos asociados a la ciencia, que en la primera mitad del siglo XIX prepararon el camino a los mercaderes y artistas que llegaron después. Y más allá de las porfías de egos encarnados en Edison o en los Lumière, es fácil advertir la confluencia de variadas circunstancias, que irían desde las meramente tecnológicas hasta el desarrollo de los espacios urbanos.
Hoy hay una parte de la producción cinematográfica que goza de un gran prestigio estético, pero hay que recordar que, en una primera etapa, como es lógico, el cine despertó las críticas más acerbas. Para poner un ejemplo, Noel Burch ha citado un artículo publicado en 1904 en el periódico parisino Fascinateur:
Por la noche en nuestros grandes bulevares, la circulación queda interrumpida por una estúpida cohorte de papanatas que permanecen en el mismo sitio durante horas enteras, con los pies en el barro, la nariz alzada, los ojos tensos en el aire, empujados, pisoteados, sin preocuparse de sus asuntos ni de su ridiculez, hinoptizados por la tela maravillosa en la que resplandecen en lo alto de un quinto piso mediocres figuras o un anuncio cualquiera. Frente a estas apariciones luminosas, la multitud cae en éxtasis y los parisinos adoptan un aire iluminado. No nos extrañemos por esta primitiva pasión. ¡Es tan natural en los hombres!
¿Qué dirán de nosotros en un futuro los antropólogos que estudien nuestras modernas prácticas vinculadas al consumo audiovisual? ¿Un siglo después no sigue siendo similar la fascinación vana ante historias donde lo que predomina es el mero efecto especial?
Puede ser, dada la hegemonía de una producción a la que apenas le interesa lo ingresado en la taquilla, pero no habría que culpar por ello a los Lumière, o a todos esos pioneros que iniciaron el camino con una inmensa pasión: ellos revelaron que es posible mirar y experimentar la vida de otro modo.
Y no es casual que los Lumière escogieran un día como hoy, Día de los Inocentes, para mostrar por primera vez en público su cinematógrafo. El cine nació bajo el signo de la inocencia más absoluta, asociada a la pasión que se desborda, porque el cine no es únicamente un arte (pocas veces logra serlo): el cine en realidad es una pasión que, algunas veces, puede regalarnos arte; otras, entretenimiento. Pero si falta la pasión, faltará todo.
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Texto publicado originalmente en el blog Cine Cubano, La Pupila Insomne. Agradezco a su autor que lo comparta hoy en Gaspar, El Lugareño.
Ilustración incluida en la novela Una Feria de la Caridad en 183... , de José Ramón de Betancourt, Edición de Barcelona, 1855
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Consejos de El Lugareño a José Ramón de Betancourt, cuando este, a sus 18 años de edad, le mostró sus primeros versos.
"--No son versos, me replicó con un tono más resuelto, y sobre las obras de esta clase, tengo un criterio especial, que te diré por vía de consejo, ya que consejo es lo que quieres. Creo que los jóvenes cubanos que sientan el fuego sagrado de la inspiración, deben cuidar mucho de no convertirlo en pálidos reflejos de lo que otros poetas han dicho con gran elevación y propiedad. ¿Quién no le ha versado á su madre, á su amada, al sol, á la luna, á las estrellas, á la primavera, á los ríos y a las flores? ¿Qué puedes tú añadir sobre estos temas que no se haya dicho ya mil veces? ¿Quiéres saber si eres capaz de escribir versos? pues comienza por estudiar concienzudamente literatura y fija después tu imaginación y tu alma en Cuba, y muy particularmente en el Camagüey, en este rincón de tierra que nos dió la vida y que nadie, que yo sepa, á no ser nuestra Avellaneda, ha cantado dignamente hasta ahora.
Bosqueja los cuadros más bellos que tengas á la vista, con su colorido natural, saca sus indianas tradiciones del polvo del olvido, evoca sus más íntimos sufrimientos y sus más gratas esperanzas, copia la naturaleza que te rodea en su genuina sencillez, y así podrás acaso dar á tus composiciones cierta originalidad en el fondo y una forma esencialmente popular, que es á lo que hoy deben aspirar nuestros poetas.
El Lugareño sacó de su estante cinco libros: cuatro de éstos formaban las obras de Hugo Blair, que aún guardo, y el otro, las poesías de Heredia. Estudia estas obras y despues podrás hacer versos á tu madre; pero no le digas únicamente lo que todos los hijos sentimos por la nuestra; acuérdate de la postrera impresión que te dejó, de su último beso, de algun rasgo de su vida en fin, y trata sobre todo de pensar con tu cabeza, de sentir con tu alma y para nuestra tierra camagüeyana."
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Comparto el poema en cuestión, los primeros versos que escribiera José Ramón Betancourt.
"Puerto Príncipe siempre se ha distinguido por las pasiones fogosas de sus hijos, por su unión estrecha que raya en provincialismo, por su amor á los viajes y á los ejercicios varoniles, y sobre todo, por la belleza de sus mujeres".
(Cirilo Villaverde, en su prólogo a "Una Feria de la Caridad en 183...", de J. R. de Betancourt.)
Ilustración incluida en la edición de Barcelona, 1885.
Las personas que transiten por las calles durante la noche buena, celebrando el nacimiento del hijo de Dios, guardarán el orden y moderacion indispensables para no molestar al vecindario; pena de uno á tres pesos.
("Ordenanzas Municipales de la ciudad de Puerto Príncipe" (actualmente Camagüey). Año 1857.
El Jubileo por los 25 años de la creación de la Diócesis del Santísimo Salvador de Bayamo-Manzanillo fue inaugurado solemnemente el pasado 13 de diciembre de 2020, con la Santa Misa presidida por monseñor Álvaro Beyra Luarca, su obispo, en la Catedral de Bayamo.
La ceremonia litúrgica inició con la lectura del Decreto de la Penitenciaría Apostólica por el diácono Raynor Rivera Licea. El documento promulga la concesión del Jubileo Diocesano, con la adjunta Indulgencia Plenaria, por mandato del Santo Padre Francisco.
Seguidamente, el Obispo junto a la comunidad eclesial rezó la Oración del Año Jubilar Diocesano y de inmediato abrió la Puerta Santa de la Catedral y entró al templo acompañado por padre Adam Winski, párroco, y los monaguillos; en tanto los fieles participaban desde los bancos, atendiendo a las medidas sanitarias por la COVID-19.
En su homilía, Mons. Beyra Luarca comentó los textos de la Liturgia de la Palabra del Tercer Domingo de Adviento en los cuales, providencialmente, el profeta Isaías proclama “el año de gracia del Señor” (Is 61,2), María exulta de gozo con el canto del Magníficat (Lc 1, 46-55), san Pablo exhorta estar “siempre alegres", orar "sin cesar" y dar "gracias a Dios en todo momento” (1 Tes 5, 16-18) y Juan Bautista “el testigo de la luz” (Jn 1, 8) invita a allanar "el camino del Señor" (Jn 1, 23).
El prelado convocó a los presentes a contagiar con su testimonio la alegría y esperanza que brotan del encuentro con Jesucristo, y anunciar el perdón, la salvación y el amor de Dios a los más 830 mil habitantes de esta provincia.
El Año Jubilar Diocesano se extenderá desde hoy hasta el 9 de diciembre de 2021. A lo largo de dicho período se efectuarán diversas celebraciones y los fieles podrán obtener la Indulgencia Plenaria, cumpliendo con las condiciones habituales (Confesión Sacramental, Comunión Eucarística y la Oración según las intenciones del Sumo Pontífice) “el 6 de agosto (día de la Fiesta del Santísimo Salvador), 22 de octubre (día de la fiesta de San Juan Pablo II) y 9 de diciembre de 2021 (día del aniversario de la Diócesis), cada vez que visiten en peregrinación la Catedral y participando con devoción en la Celebraciones jubilares, o si por un tiempo adecuado se dedican a la oración pidiendo por la fidelidad de Cuba a su vocación cristiana, el aumento de vocaciones a la vida sacerdotal y religiosa y la defensa de la familia, concluyendo la oración con el Padrenuestro, el Credo e invocando la intercesión de la Beata Virgen Madre de Dios”, según expresa el Decreto Pontificio.
Dicha indulgencia -señala el documento- “podrá ser recibida también en sufragio de las almas de los fieles del Purgatorio. Los fieles ancianos, enfermos delicados, que no pueden salir de casa, incluso aquellos que se encuentran lejos de Cuba, podrán obtener igualmente la Indulgencia Plenaria, cumpliendo lo antes posible las tres condiciones habituales, excluyendo todo afecto hacia el pecado y uniéndose espiritualmente a las Celebraciones Jubilares o a las peregrinaciones, con verdaderas oraciones y ofreciendo sus propios sufrimientos a Dios Misericordioso”.
La Diócesis del Santísimo Salvador de Bayamo-Manzanillo fue erigida el 9 de diciembre de 1995, por el Papa San Juan Pablo II, siendo su primer obispo Mons. Dionisio García Ibáñez, actual arzobispo de Santiago de Cuba. (Redacción Presencia)
“… fue el más sabio y el más ilustre de los músicos cubanos, el Presbítero Don Esteban Salas, el “Bach cubano” como se le ha llamado siempre; bajo su dirección aprendieron los pocos músicos que entonces cultivaban el arte en ese país”(2). Rafael Salcedo
Poco se ha escrito de él y mucho menos reconocido al primer gran compositor clásico que tuvo Cuba, el músico habanero Esteban Salas y Montes de Oca. Pero debido a la importancia del papel que desempeñó en la historia de la música cubana del siglo XVIII, nada más justo que colocar a Salas en el lugar que le corresponde.
El historiador José Luciano Franco encontró la partida de bautismo de Salas en la iglesia del Santo Cristo del Buen Viaje. En ella consta lo siguiente:
Libro III de bautizos de blancos, del Archivo Parroquial del Santo Cristo del Buen Viaje, correspondiente al año 1726, figura inscrito con el número 77, el de Esteban Salas, que nació el 25 de diciembre de 1725 en la ciudad de La Habana. Hijo legítimo de Don Tomás de Salas y Castro y Doña Petrona de Montes de Oca, ambos naturales de Islas Canarias. Folio 13 (vuelto)(3).
Monseñor Ramón Suárez Polcari en su Historia de la Iglesia Católica de Cuba(4), relata: “Sus contemporáneos lo describen con tez morena, nariz aguileña, frente despejada, labios gruesos y carnosos, y sensibilidad tropical exuberante en su obra. Hombre de Iglesia, siempre vestido con el traje talar, muy escueto y pobre, con la tela envejecida hasta la trama”.
De joven, Esteban Salas se educó en La Habana. Primero estudió gramática, y luego ingresó como tiple de coro en la Parroquial Mayor. Algunos años más tarde se matricula en la Universidad de La Habana y estudia Filosofía y Teología, y aprende los oficios de organista y compositor, pero no termina sus estudios de Derecho Canónico por motivos de salud. Desde muy joven vive como un sacerdote aunque se considera indigno de ordenarse. Ha hecho votos de pobreza y castidad, y siempre viste de negro.
La Parroquial Mayor de La Habana (la ciudad aún no tenía catedral) poseía un alto nivel de riqueza material y actividad intelectual por el intercambio comercial, ya que las flotas que regresaban a España y que viajaban en la ruta de Veracruz-Habana-Sevilla, y luego Cádiz, hacían escala en La Habana. Por esa vía se cree vinieron a la Isla los maestros españoles que servirían en la Parroquial Mayor, y que pudieron preparar a un músico de la talla de Esteban Salas. Santiago de Cuba, aunque era capital de la Isla, no tenía la vida cultural que tenía La Habana, pues se encontraba en el extremo oriental de la isla, con pocos recursos económicos por la lejanía de las rutas comerciales. En La Habana, los instrumentos eran usados para los oficios religiosos, pero en Santiago se carecía hasta de libros de música, y Cuba los organistas y músicos permanecían en sus cargos por poco tiempo pues tenían su vista siempre puesta en La Habana.
En 1722, el Obispo Francisco Jerónimo Valdés funda en Santiago de Cuba el Colegio Seminario de San Basilio el Magno y establece una cátedra de canto llano. Eso, sin embargo, no soluciona el dilema de la música en la Catedral de Santiago. En diciembre de 1755 el Cabildo se dirigió al Rey Fernando VI, pidiéndole licencia y ayuda para finalmente establecer una capilla de música en Santiago de Cuba. No sería hasta diez años después que Carlos III (sucesor de Fernando VI), respondiera a la solicitud.
Mientras tanto, en 1753 el dominicano Pedro Agustín Morell de Santa Cruz había sido nombrado Obispo de Cuba y establecido su residencia en La Habana. Allí conoce a Esteban Salas y piensa que él es la persona indicada para constituir la capilla de música de Santiago de Cuba. Al recibirse el 26 de abril de 1765 la Real Cédula, Morell de Santa Cruz pide entonces a Salas que se traslade a Santiago.
Salas en Santiago de Cuba
Cuando Salas llega a Santiago es ya un hombre maduro. Su extremada modestia comienza a dar de qué hablar. Los canónigos, algo desconfiados, lo someten a prueba y le exigen la composición inmediata de un himno a la Virgen. Salas sale victorioso de aquel examen escribiendo el motete Ave Maris Stella. Algo tranquilizado, el Cabildo le hace otra encomienda: la composición de un salmo que Salas también escribe para beneplácito de los más exigentes. Finalmente le es concedida la plaza de Maestro. Muy pronto el Cabildo también le confía a Salas la enseñanza de algunas clases en el Seminario San Basilio el Magno, enseñando allí las cátedras de Filosofía, Teología y Moral. Salas lo acepta a condición de no recibir estipendio alguno. Escribe también varios textos de filosofía que son publicados.
Una vez asentado en Santiago en su nuevo cargo, Salas comienza a laborar intensamente y pide al Cabildo un estipendio de 1,400 pesos anuales para el mantenimiento de la capilla, y una asignación de 370 pesos para él. Expone la gran pobreza de los músicos que habrían de actuar bajo su dirección y la necesidad de que puedan llevar una vida digna. Después procede a la creación de plazas: tres tiples, dos altos, dos tenores; dos violines, un violón, dos bajones y un arpa, además del órgano: un total de catorce ejecutantes. No es mucho, pero es un buen comienzo para una iglesia que sólo había conocido, hasta entonces, organistas temporales y capilla de dos voces. Hace trabajar mucho a sus músicos y cantores, y les impone nuevas disciplinas. Forma a varios discípulos, entre ellos Manuel Miyares y Francisco José Hierrezuelo. Está siempre componiendo y escribe con letra clara y segura, lo que más tarde haría más fácil el descifrar sus manuscritos.
El entusiasmo que puso Salas por hacer de la capilla de música de la Catedral algo digno de ésta, se aprecia por los resultados. La capilla se fue enriqueciendo con flautas, oboes, trompas y violas, llegando a establecer una pequeña orquesta clásica que podía ejecutar sinfonías, convirtiendo a la Catedral en sala de conciertos. El historiador Pablo Hernández Balaguer(5) dice: “Salas fue el verdadero punto de partida de la práctica de la música seria en Cuba. Con él comienza a apreciarse en Cuba y a diferenciarse la música popular de la música culta en el templo y en el pueblo”.
Cuando en 1783 parecía haber llegado al punto más alto de su carrera, el Supremo Consejo de Indias le exige la devolución de las sumas suplementarias que le habían estado entregando para mayor lucimiento de la capilla de música. Sorprendido y desconcertado, sin saber cómo reunir aquella tremenda cantidad de dinero, dirigió una larga carta al Rey explicando lo ocurrido. Pero la respuesta se hizo esperar siete años, y en ese tiempo la angustia y la incertidumbre quebrantaron su salud hasta el extremo de que estuvo a punto de morir. Por entonces los canónigos lo instan a que tome las órdenes sacerdotales, pero por estimarse a sí mismo indigno de llevar el hábito o de decir misa, sigue en su propio mundo, llevando traje de abate.
En 1789, el Obispo Antonio Feliú y Centeno llega a Santiago. Mientras el Cabildo lo agasajaba, observa que Salas permanece en segundo plano, en medio de los monaguillos. El prelado va hacia él, le toma en brazos y le pide que solicite su ordenación. Esta vez el músico accede y recibe la primera tonsura en noviembre del mismo año, y en marzo de 1790 ya es sacerdote. El Viernes Santo de 1790 recibe la tonsura y oficia su primera misa, componiendo para aquella ocasión tan solemne un Stabat Mater monumental. “[Salas] llegó a vivir como un mendigo”, nos dice Monseñor Polcari(6) en la obra ya citada. “Su sotana se iba haciendo trizas y sólo se alimentaba con chocolate, pero seguía atendiendo a sus deberes ministeriales… aunque todo el dinero debía entregarlo para sufragar las deudas”, termina diciendo Polcari.
El 12 de noviembre de 1801, una Real Cédula pone fin a la deuda y a su preocupación, pero ya para Salas era muy tarde. Enfermo y deprimido, deja de existir, en la mayor pobreza, el 15 de junio de 1803, después de haber desempeñado su cargo por 39 años. Su cuerpo fue sepultado en la Santa Iglesia del Carmen(7), y el señor obispo dispuso que sus exequias se hicieran con la mayor pompa y solemnidad, y toda la ciudad de Santiago de Cuba se asoció al duelo. El día de sus funerales se leyeron estos versos:
No es muerto Esteban no, que vida ha sido/ de perdurable paz su monumento; por él con subterráneo apartamento/a la mansión de Dios se nos ha ido. Ya desnudo del hombre mal nacido/dejó la patria y valle turbulento, viajando en derechura al firmamento/por la lóbrega senda del olvido. Puerta dichosa fue, no sepultura/la que le abrió el destino en su partida.
Salas deja al morir un precioso legado al Archivo Catedralicio compuesto por más de un centenar de obras. En los años subsiguientes a su muerte se siguieron oyendo en la Catedral de Santiago sus villancicos y algunas otras obras como la Misa de Réquiem. Esta obra fue perpetuada por Juan París(8), el maestro de capilla que le sucedió, quien realizó numerosas copias de las composiciones de aquél de modo que pudo continuarse y renovarse su interpretación en los oficios de la Catedral. En 1855, el Semanario Cubano publicó el primer artículo dedicado a la memoria de Esteban de Salas, cuya obra fue calificada como ‘venerable”. En lo adelante, alguna que otra vez su nombre fue mencionado en estudios sobre la música cubana, pero una vez disuelta la capilla y con la entrada del nuevo siglo, su figura comenzó a ser poco a poco olvidada.
No sería hasta la década de 1940 en que el escritor, investigador y musicólogo Alejo Carpentier se da a la tarea de desenterrar la obra de Esteban Salas y Montes de Oca. Los documentos y las obras se encontraban en estado lamentable y en gran desorden en un armario de la Catedral, y su estudio fue tarea larga y paciente. Algunas partituras no sólo estaban semi destruidas, sino que fue preciso hacer un estudio minucioso de muchas otras obras para determinar lo que era realmente obra suya. “Las prolongadas búsquedas que nos llevaron a dar con un buen lote de partituras de Salas”, dice Alejo Carpentier, “arrojan plena luz sobre una figura que no sólo es adquisición para Cuba, sino para la historia musical de todo el continente”(9).
A raíz de este hallazgo, los investigadores se dedican a estudiar la figura de Salas, y en 1953, al cumplirse los 150 años de la muerte del compositor, José Luciano Franco escribe para la revista Carteles un artículo titulado “Salas, el compositor olvidado”. Tres años más tarde, Pablo Hernández Balaguer(10) comienza la ardua labor de catalogación de la obra. “De toda la música conservada de este compositor, 146 obras en total, sólo 80 y tantas pudieron ser devueltas a la vida; las demás solamente nos dan una pista de lo que fueron”, dice Hernández Balaguer. “No obstante, tal pista es en extremo valiosa para la investigación, pues nos brinda la oportunidad de estudiar mejor la naturaleza de su música, el conjunto vocal e instrumental de que se valía Salas, a más de otros aspectos de su obra”, termina diciendo Hernández Balaguer.
Salas compuso misas, lecciones, las Siete Palabras, un Himno a la Virgen, pasionarios, salmodias, Letanías del Corazón de Jesús, Letanías del Trisagio; 16 salves y motetes para la Octava de la Asunción; te deums, stabat maters, motetes, pastorelas y 30 villancicos, así como un himno titulado Saludad a la Aurora Divina, autos sacramentales y unas canciones compuestas junto con Pérez y Ramírez. Carpentier añade: “[…] la finura, el buen gusto, el frescor de ideas, nunca abandonan a Salas. Su lenguaje es además conciso y directo. No hay espacio perdido. Se vale del canon y de la fuga con frecuencia, pero no abusa gratuitamente del juego contrapuntístico”(11).
Conciertos, grabaciones y publicaciones
En 1959 el Coro de Madrigalistas, dirigido por el maestro Manuel Ochoa, grabó un disco de villancicos en el que aparecen varios villancicos de Salas. En 1960 se interpretó la música de Salas en la Catedral de Santiago, repitiéndose el mismo programa en La Habana. Después, el viernes 15 de abril de ese mismo año, Viernes Santo, en la iglesia del Espíritu Santo de La Habana, Monseñor Ángel Gaztelu(12), su párroco entonces, predicó el Sermón de las Siete Palabras a la par que se interpretaba, por primera vez la versión musicalizada de este texto atribuida a Esteban Salas. Este oficio de Semana Santa fue dirigido por Juan Viccini y estuvo a cargo de un coro, dos solistas y un conjunto de cuerdas(13).
En 1996 el coro Exaudi de Cuba, bajo la batuta de María Felicia Pérez, graba los tres primeros discos compactos con música de este compositor, y más tarde el conjunto Música Antigua Ars Longa, bajo la dirección de Teresa Paz y Aland López, continúa el “rescate” y difusión de la obra de Salas con los discos: Nativité en Santiago de Cuba, y Cantus in honore Beatae Mariae Virginiae. Estos coros han seguido ofreciendo conciertos y dando a conocer la música religiosa de Salas en Cuba y en el extranjero. También se han venido celebrando los Festivales de Música Antigua Esteban Salas en La Habana. Importante es la colección de libros Música Sacra de Cuba, siglo XVIII, escritos por la musicóloga cubana Miriam Escudero.
En Miami, el grupo coral Seraphic Fire, con residencia en esta ciudad, presentó en septiembre del 2008, y luego en enero del 2019, unos conciertos de música religiosa de Latinoamérica, y escogió de Cuba la música de Salas. Como dijo esa noche su director, Patrick Dupré Quigley, “oirán las composiciones de Esteban Salas como hubieran sonado en la Catedral de Santiago de Cuba en el siglo XVIII”. Para los que pudimos asistir, estos conciertos fueron memorables.
En palabras de Carpentier, Salas “fue un verdadero místico” y el primer gran compositor serio de música religiosa clásica que tuvo Cuba. De él parte en línea recta la tradición que luego continuarían Laureano Fuentes, Ignacio Cervantes, Cratilio Guerra, Antonio Raffelin, Manuel Saumell y otros. La vida de Salas estuvo llena de dificultades y siempre tuvo que luchar contra los que, celosos de su talento, se empeñaban en amargar su productiva vida. Pero nos ha quedado su música que le ha conquistado, aunque dos siglos después de su muerte, un lugar cimero en la historia de la música religiosa de Cuba.
Discografía:
Esteban Salas: Les Grandes Heures du Baroque Cubain, 1996
Esteban Salas: un barroco cubano del siglo XVIII, 1996
Nativité à Santiago de Cuba, 2001
Cantus in honore Beatae Mariae Virginis, 2002
Esteban Salas: un barroco cubano, 2003
Esteban Salas. Passio Domini Nostri Jesu Christi, 2004
Citas y Notas
1. Publicado en la Revista Herencia Cultural Cubana, Miami, marzo 2009, pp. 87-91.
2. Carlos M. Trelles: Bibliografía Cubana de los siglos XVI y XVIII, La Habana, Imprenta del Ejercito, 1927.
3. Pablo Hernández Balaguer: Los villancicos, cantatas y pastorelas de Esteban Salas, Editorial Letras Cubanas, La Habana 1987, cédulas y órdenes, legajo 2, núm. 198.
4. Mons. Ramón Suárez Polcari: Historia de la Iglesia Católica de Cuba, vol. I, Ediciones Universal, Miami, 2003.
5. Pablo Hernández Balaguer, Ibid.
6. Suárez Polcari, Ibíd.
7. Según Alejo Carpentier en obra citada: Libro de Entierros No. 7, folio 25 vuelto, no. 50, Catedral de Santiago de Cuba.
8. Juan París (Barcelona, 1759 – Santiago de Cuba, 1845) sacerdote y compositor.
9. Alejo Carpentier: La Música en Cuba, Fondo de Cultura Económica, México, 1972.
10. Hernández Balaguer, Pablo, Ibid.
11. Carpentier, Ibídem.
12. Ángel Gaztelu, (Puente la Reina (Navarra, España), 1914-Miami, Florida octubre 2003). Emigró con su familia a Cuba y se naturalizó cubano. Sacerdote, escritor, poeta, y una de las figuras principales del grupo literario Orígenes que marcó el desarrollo de la poesía en Cuba en los años 40 del siglo XX.
13 Miriam Escudero: “Esteban Salas in aeternum”, Opus Habana, La Habana, 11 julio 2003.
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**Este artículo fue publicado en la revista Herencia Cultural Cubana, vol. 15, no. 1, marzo 2009.
Referencias:
Pablo Hernández Balaguer, Los villancicos, cantatas y pastorelas de Esteban Salas, Editorial Letras Cubanas, La Habana, 1987, cédulas y órdenes, legajo 2, núm. 198.
Mons. Ramón Suárez Polcari, Historia de la Iglesia Católica de Cuba, Vol. I, Ediciones Universal, Miami, Florida, 2003.
Hernández Balaguer, Pablo, Ibid.
Según Alejo Carpentier en obra citada: Libro de Entierros No. 7, folio 25 vuelto, No. 50, Catedral de Santiago de Cuba.
Alejo Carpentier, La Música en Cuba, Fondo de Cultura Económica, México, 1972.
Balaguer, Pablo Hernández, El Más Antiguo Documento de la Música Cubana, Editorial Letras Cubanas, 1986.
Carpentier, Alejo, Ibid.
Bibliografía
Arrate, Martín Félix de: Llave del Nuevo Mundo, Antemural de las Indias Occidentales, Fondo de Cultura Económica, México.
Balaguer, Pablo Hernández: Los Villancicos, Cantatas y Pastorelas de Esteban Salas, Editorial Letras Cubanas, La Habana, 1986.
Carpentier, Alejo: La Música en Cuba, Fondo de Cultura Económica, México, 1972.
El Más Antiguo Documento de la Música Cubana, Editorial Letras Cubanas, La Habana, 1986.
Miriam Escudero: “Esteban Salas in aeternum”, Opus Habana, La Habana, 11 de julio de 2003, en www.opushabana.cu/noticias.
____________: Esteban Salas, maestro de capilla de la Catedral de Santiago de Cuba (1764-1803). Libros I-VIII, Ediciones Boloña, Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana, Universidad de Valladolid, España, Centro de Investigación y Desarrollo de la Música Cubana.
Suárez Polcari, Mons. Ramón: Historia de la Iglesia Católica de Cuba, Vol. I, Ediciones Universal, Miami, 2003.
Trelles, Carlos M.: Bibliografía Cubana de los siglos XVII y XVIII, La Habana, Imprenta del Ejército, 1927.
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Teresa Fernández Soneira (La Habana 1947), es una historiadora y escritora cubana radicada en Miami desde 1961. Ha hecho importantes aportes a la historia de Cuba con escritos y libros de temática cubana, entre ellos, CUBA: Historia de la educación católica 1582-1961, Ediciones Universal, Miami, 1997, Con la Estrella y la Cruz: Historia de las Juventudes de Acción Católica Cubana, Ediciones Universal, Miami, 2002. En los últimos años ha estado enfrascada en su obra Mujeres de la Patria, contribución de la mujer a la independencia de Cuba, (Ediciones Universal, Miami 2014 y 2018). El volumen I dedicado a la mujer en las conspiraciones y la Guerra de los Diez Años, y el volumen 2, de reciente publicación, trata sobre la mujer en la Guerra de Independencia. En estos dos volúmenes la autora ha rescatado la historia de más de 1,300 mujeres cubanas y su quehacer durante nuestras luchas independentistas. En el verano del 2022 publicó La Bella Cubana, rostros de mujeres en la Cuba del siglo XIX (Alexandria Library Pub. House, Miami) que recoge 150 daguerrotipos del siglo XIX de mujeres cubanas de todas las edades y razas, acompañados de poemas de la época. Es un homenaje a la mujer cubana de todos los tiempos.
El 25 de diciembre se celebra, únicamente, porque es la fecha que la tradición reconoce como el día que Jesús nació.
Esquivar con "felices fiestas" (o formulas parecidas), no convierte a alguien en ateo, o en un chic progress, o lo que sea por encima de aquellos que creen en Cristo, solo le hace hacer el ridículo celebrando el nacimiento de Cristo, aparentando que no. (JEM)
Este tradicional canto que escuchábamos se llama "Noche de Paz" y es el villancico o canto de Navidad más conocido en el mundo. Fue compuesto por el austriaco Franz Gruber en 1818 (hace exactamente 202 años) y se ha traducido a 330 lenguas. Y como esta noche es Nochebuena y mañana Navidad, su Arzobispo quiere comenzar sus palabras deseándoles a todos: ¡Feliz Navidad y próspero Año Nuevo!
La Navidad, como lamentablemente no saben todos los cubanos, es la fiesta que recuerda el nacimiento de Jesucristo, hace más de dos mil años. Jesucristo nació tan igual a nosotros, tan idéntico, que parecía uno más de la familia. Niño como todos los niños. Pobre y necesitado como muchos en este mundo. Nació, bajo la serena mirada de la Virgen María y su esposo José, en un pequeño e insignificante pueblo que, todavía hoy, se llama Belén (Lc. 2, 6). No escogió ciudades como Roma, Atenas, Babilonia o Alejandría, que eran grandes pueblos de aquellos tiempos... No había televisión ni periodistas que cubrieran el acontecimiento. Los primeros en enterarse de su nacimiento, los primeros en estar con él, fueron los humildes, la gente sencilla, unos pastores que cuidaban sus ovejas en medio de la noche y oyeron aquel mensaje de gozo: "Les anuncio una gran alegría: hoy les ha nacido el Salvador que es Cristo, el Señor" (Lc. 2, 11). Por eso a esta noche del 24 de diciembre el mundo entero le llama la NOCHEBUENA porque en ella nació Jesucristo, la luz que llegaba para iluminar a todos.
Después de los pastores tendrían su oportunidad los "sabios de este mundo" representados en aquellos que la tradición popular llamó Melchor, Gaspar y Baltasar, o los Tres Reyes Magos, que vinieron de lejos, "del Oriente" (Mt. 2, 1), con los regalos del oro, el incienso, la mirra... y sus rodillas. Ellos, arrodillados, reconocieron que nadie hay más grande que Dios.
Pero lo cierto es que la gran mayoría de la humanidad no se enteró de la buena noticia del Dios hecho hombre. Ya siglos antes, los primeros hombres buscaron a Dios a tientas y consideraron dioses o manifestaciones divinas a los fenómenos de la naturaleza que ellos no sabían explicar como el sol, la luna, los rayos, la lluvia, los terremotos, los eclipses, etc. Hubo ¡y hay todavía! regiones de la tierra donde se les rindió o rinde culto, como si fueran dioses, a vacas, serpientes, toros, carneros, cocodrilos, halcones, leones y hasta gatos.
También hoy día hay personas que no conocen al Dios verdadero, al Dios de Jesucristo, y lo buscan sinceramente. Ciertamente, el ateísmo no resulta simpático entre nosotros, los cubanos, capaces incluso de afirmar que “hay que creer en algo”. A ese “algo” muchos le llaman el Poder Superior, el Gran Arquitecto, el Justo Juez, el Ser Supremo, el Creador, el Altísimo, el Gran Poder, Olofi, etc. Fue con las enseñanzas de Jesucristo que aprendimos que no se trataba de “algo” sino de “alguien” al que él nos enseñó a llamar Padre nuestro. Y muchos nos asombramos al conocer qué cerca estaba Dios de nosotros. Por eso alguien una vez confesó: “Durante 30 años anduve buscando a Dios. Cuando por fin abrí los ojos y lo encontré, me di cuenta que era él el que me buscaba”. Ése podría ser tu caso.
Cada Navidad es fiesta para Dios y para los hombres. Con San Agustín debemos repetir: “Nos has creado para ti, Señor, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti”. Meditemos lo que nos dice San Juan en su Evangelio: “Tanto amó Dios al mundo que nos dio a su Hijo único, Jesucristo, para que no se pierda ninguno de nosotros” (Jn. 3,16) ¡Reconozcamos humildemente que muchas veces hemos dado la espalda al Dios verdadero, al Dios de Jesucristo, y convertimos en dioses a hombres de carne y hueso como nosotros, o endiosamos ya no a la luna ni a los eclipses sino al dinero, el poder, la fama, el sexo, la opinión de los demás, la comida, la bebida, los bienes materiales, etc!
Para recordar el Nacimiento de Jesucristo se construyó en Belén la Iglesia de la Natividad, cuya puerta principal, curiosamente, sólo tiene poco más de un metro de altura, por lo que todos los que quieran entrar tendrán que agacharse. Todos… menos los niños, que pueden pasar por la puerta sin problemas. Y aquí ya tenemos una lección que aprender: para acercarse a Dios es necesario “hacernos niños”, bajar la cabeza, reconocer nuestra pequeñez, rebajarnos, ser humildes o, como dice un refrán africano, “bajarnos del elefante” en que nos hemos subido y aceptar que los hombres podemos tres o cuatro cosas pero que sólo Dios lo puede todo… que todos somos una y mil veces pecadores mientras que Dios es el único tres veces santo… que Dios, y no ningún hombre, es el que es eterno, quien todo lo sabe, el que todo lo ve, el que es perfecto… Sólo los niños, y los que son como los niños, pueden acercarse serenamente al pesebre de Belén y entender a Dios.
La Navidad fue, es y debe seguir siendo la fiesta de la familia. Volvamos a escuchar al Papa San Juan Pablo II diciéndonos cuando nos visitó: “¡Cuba, cuida a tus familias para que conserves sano tu corazón!” ¡Que Dios bendiga toda iniciativa que ustedes tengan para reunir en estos días a sus familiares bajo un mismo techo, o alrededor de una misma mesa, o juntos en una iglesia! ¡Que todos sepamos valorar nuestros apellidos, que nos recuerdan a qué familia pertenecemos y a qué familiares debemos proteger! ¡Que de manera especial tengamos un gesto para con las personas conocidas que, aunque no tengan nuestros apellidos, viven solas y no tienen a nadie con quien compartir! ¡Que recemos juntos en el hogar porque “la familia que reza unida, permanece unida”!
No debemos olvidar que, en esta ocasión, la Navidad será difícil para muchos. Estamos terminando un año que, para muchas familias, ha sido muy duro por la epidemia de la COVID, las intensas lluvias en algunas provincias, la lucha por conseguir la comida, la preocupación por las nuevas medidas económicas, etc. Afortunadamente, Dios nos puso por delante la gran oportunidad de practicar la caridad para con los necesitados. Ha sido impresionante la solidaridad y ayuda del personal de salud, de las comunidades, de los vecinos de la cuadra.
Queridos todos: Un nuevo año está ya en el horizonte y quisiera compartirles ahora mis humildes deseos para el 2021:
• He rezado para que nuestra Iglesia, en la persona de cualquiera de nosotros, llegue siempre a tiempo para ayudar al matrimonio que está por romperse, para evitar que alguien se suicide, para ayudar al alcohólico abandonado, a cualquiera que esté preso, a la pequeña criatura a punto de ser abortada, a familiares disgustados entre sí…
• He orado para que la Iglesia de Cuba sepa cuidar y mantener el regalo de la unidad con el que Dios la ha bendecido durante todos estos últimos años. Que obispos, sacerdotes, diáconos, religiosos, religiosas y laicos vivamos la unidad en la diversidad.
• Recé y rezo para que las cosas mejoren en Cuba. Recé y rezo para que el Señor nos ilumine a los cubanos que siempre hemos tenido la fama de ser ingeniosos a la hora de buscar soluciones a los problemas. Que nadie tenga que buscar un machete o un palo de marabú para defender su verdad. Que nadie tema al diálogo entre cubanos aunque pensemos diferente, porque, como decimos con toda verdad, “la gente, hablando, se entiende”.
• He pedido que el Espíritu Santo ilumine a nuestros gobernantes, a los que dirigen la economía. Que, como dijimos los obispos en nuestro último Mensaje de Navidad: “cesen todos los bloqueos, externos e internos, para dar paso a la iniciativa creadora, a la liberación de las fuerzas productivas y a leyes que favorezcan la iniciativa de cada cubano”.
• Rezo para que haya más y mejores fuentes de trabajo y al obrero le alcance su salario para mantener dignamente a su familia. Que ningún trabajador en Cuba pregunte más a un compañero de trabajo “¿cuál es la búsqueda aquí?”. Que todo obrero sepa que, trabajando y esforzándose, el bienestar de su familia estará realmente asegurado en el presente y en el futuro.
• Pedí igualmente para que en este año sepamos ser agradecidos con tantos amigos y familiares del extranjero que se preocupan por ayudarnos. Pero les comparto que también recé para que los cubanos no nos acostumbremos a vivir de donaciones y gestos solidarios o del dinero que mande la familia del extranjero… y nos habituemos al dinero fácil, sin sudar la camisa. Que los cubanos no lo esperemos todo “de afuera” y que también nos acordemos de muchísimos de entre nosotros que no tienen a nadie en el extranjero que les mande algo.
• Y como el refrán dice “año nuevo, vida nueva”, le pedí a Dios que en este próximo año todos seamos un poquito mejores. ¡Tantas personas a nuestro alrededor están necesitadas de que se les escuche, se les oriente, se les dé amor, se les ayude! ¡Que, por citar un solo ejemplo, ningún cubano tenga que enseñar dinero a los choferes que circulan por nuestras carreteras para que le hagan el favor de recogerlo! Con optimismo, todos debemos realizar lo que enseña un proverbio italiano que nos invita a hacer el bien: “Si cada pequeño hombre, en su pequeño mundo, hace una pequeña cosa, el mundo cambia”.
Permítanme, finalmente, un consejo ante la epidemia que sufrimos: ¡Sepan cuidarse y sepan cuidar a los demás!
No quiero terminar sin invitarlos a visitar el bello Nacimiento de Jesucristo 2020 de la iglesia de La Soledad, abierto de 8 de la mañana a 10 de la noche, hasta el 6 de enero inclusive.
Les doy ahora la bendición por la Navidad que quisiera fuera, de manera especial, sobre las familias en dificultad, los enfermos, los presos, los minusválidos, los que viven solos, los que están lejos de su familia y de su tierra cubana, los que se sienten tristes, los matrimonios sin hijos o con hijos difíciles, y para los que se han alejado de Dios.
¡Que la bendición de Dios Todopoderoso: Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre todos y los acompañe hoy y siempre! Amén.