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Décimo segundo libro de Cecilia Alegría, La Dra. Amor:
“El Poder del Amor Ágape: como restaurar tu matrimonio después de una infidelidad"
El décimo segundo libro de la destacada terapeuta de parejas Cecilia Alegría se presenta como una vía de solución para aquellos que, de mutuo acuerdo, desean salvar su matrimonio después de que uno de ellos -o ambos- traiciona a su ser amado.
El marco teórico sobre el poder del amor ágape sirve de base para el plan de acción de restauración matrimonial, que La Dra. Amor nos presenta al final de esta obra y que, sin duda, será de gran ayuda para aquellas parejas que decidan darse otra oportunidad.
“El Poder del Amor Ágape” describe en sus primeros capítulos cómo el amor misericordioso de Dios puede ser vivenciado en el perdón y la reconciliación después de una infidelidad.
En opinión de la autora del prólogo, la pastora Liliana García de Canaan USA, quien tiene un poderoso testimonio de restauración matrimonial: "En este libro encontrarás un estudio profundo acerca del amor de Dios, realizado sobre un fundamento bíblico contundente, pero escrito de tal manera que es posible comprenderlo e interiorizarlo. Aunque está dedicado a parejas que han sufrido la herida de la infidelidad, el contenido de este libro será de gran bendición para cualquier persona, sin importar su estado civil, ya que todos, sin excepción, necesitamos aprender a amar como el Creador del amor dice que amemos.
Siento gozo en mi espíritu y gratitud porque Dios haya escogido a Cecilia Alegría para escribir este precioso libro. He tenido el privilegio de conocerla y conversar con ella en varias oportunidades, pero este libro me ha permitido leer su corazón, y, sobre todo, la obra que el Señor ha hecho en su vida, especialmente en cuanto al tema del amor. Muy por encima de sus estudios y profesionalismo, lo que la capacita para hablar sobre el amor de Dios, el Amor Ágape, es su vivencia personal."
Para entrevistas contactar a Cecilia Alegría al 305-3321170 o por ceciliaalegria2013@gmail.com
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Introducción al libro ““El Poder del Amor Ágape”
Llevo mucho tiempo comprometida con mi misión de salvar matrimonios del divorcio y ayudar a los solteros a prepararse para una relación estable y duradera, pero sé que todavía queda mucho por refinar en mí para poder hacerle honor al nombre artístico que me dio un productor de televisión en el 2006 en Miami y que ahora me representa mejor que mi propio nombre.
Cuando los periodistas me preguntan de dónde he aprendido todo lo que sé sobre un tema tan manido como el amor, mi respuesta directa es “de la fuente”. La fuente en la que todo lo que sabemos, sentimos y experimentamos sobre el amor se origina.
Si yo no buscara a Dios, si no tuviera una íntima relación con El, no podría ni debería ministrar a nadie. He intentado, con Su ayuda, combinar la teoría con la práctica y es la praxis del amor de Dios -que fluye a través de mí- la que me faculta a escribir este libro dedicado a quien tanto debo.
Yo no sería nada sin mi Padre Celestial y Creador, sin Su hijo Jesús, a quien amo con toda mi alma, y sin el Espíritu Santo que habita en mí.
Mi relación con Dios se inició desde muy niña en mi colegio de monjas de los Sagrados Corazones. Si bien es cierto ahora soy cristiana evangélica, debo reconocer que las monjas francesas me dieron una buena formación espiritual y me orientaron hacia Jesús con gran devoción. Tanto así que a los 9 años ya escribía mi diario y cada página se iniciaba con las mismas palabras: “Querido Jesús”. Y es que a Él le dedicaba cada día, contándole mis emociones y acciones, desde mi puro corazón de niña. ¡Jesús fue mi primer gran amor!
También se me dio por leer sobre las vidas de los santos, desde mi pubertad, y devorar libros espirituales que me acercaran más a Dios. San Francisco se convirtió en mi santo preferido, sobre todo cuando vi la película de Zeffirelli “Hermano Sol, Hermana Luna” y será por eso, en parte, que nunca he sido una mujer materialista. San Francisco renunció a la fortuna de su padre para caminar descalzo por las calles de Asís, predicando, curando a los leprosos y amando tanto a los pobres como para convertirse en uno de ellos.
Hay un momento en la película en que Francisco tiene una audiencia con el Papa de aquel entonces, Inocencio III, a fin de solicitar su autorización para iniciar una congregación con otros monjes, y al entrar al Vaticano queda impactado por el derroche de lujo y riqueza. Entonces, Francisco de Asís se arma de valor y le recita al Papa los versículos de Mateo 6:26-33
Miren las aves que vuelan por el aire: no siembran ni cosechan ni guardan la cosecha en graneros; sin embargo, el Padre de ustedes que está en el cielo les da de comer. ¡Y ustedes valen más que las aves! En todo caso, por mucho que uno se preocupe, ¿cómo podrá prolongar su vida ni siquiera una hora?
¿Y por qué se preocupan ustedes por la ropa? Fíjense cómo crecen los lirios del campo: no trabajan ni hilan. Sin embargo, les digo que ni siquiera el rey Salomón, con todo su lujo, se vestía como uno de ellos. Pues si Dios viste así a la hierba, que hoy está en el campo y mañana se quema en el horno, con mayor razón los vestirá a ustedes, ¡gente falta de fe! Así que no se preocupen, preguntándose: “¿Qué vamos a comer?” o “¿Qué vamos a beber?” o “¿Con qué vamos a vestirnos?” 32 Todas estas cosas son las que preocupan a los paganos, pero ustedes tienen un Padre celestial que ya sabe que las necesitan. Por lo tanto, busquen primero el reino de Dios y Su justicia, y lo demás vendrá por añadidura.
Me conmueve recordar cómo algunas lágrimas brotaron de los ojos del Papa Inocencio III y cómo bajó de su ostentosa silla bañada en oro para bendecir a Francisco y sus amigos.
Mi interés por lo espiritual siguió creciendo.
En aquella época comencé a frecuentar la comunidad juvenil de Los Sagrados Corazones, donde chicos y chicas trabajábamos por la construcción del reino de Dios en la tierra. Teníamos un coro de música “con mensaje” e íbamos a los pueblos jóvenes (eufemismo peruano para denominar a los barrios más necesitados) a evangelizar y celebrar misa con los pobres.
A los 16 años, cuando todas las chicas ya habían tenido uno o más enamorados, yo seguía orando por el hombre que Dios pondría en mi camino para ser mi novio y mi esposo hasta que la muerte nos separara.
Tanto a mi madre, la poetisa cubana Dora Varona, como a las monjas de mi colegio Belén, les debo el haber llegado virgen al matrimonio, y no me arrepiento.
No sé cuántos sepan que soy viuda y que Dios me bendijo con un santo varón con quien compartí 4 años de noviazgo y 24 de matrimonio. Nos casamos un 19 de julio de 1979.
Una década después, residiendo en Chile, Jorge y yo experimentamos nuestro mejor momento espiritual, y lo más hermoso fue que lo vivimos juntos. Se dio cuando decidimos bautizarnos en aguas. Ya para entonces nos habíamos orientado más hacia la iglesia evangélica, atraídos por mi madre y su segundo esposo (mi mamá enviudó más joven que yo, cuando tenía tan solo 36 años). Ellos llevaban mucho tiempo en el evangelio y se prepararon para ser pastores y llegaron a tener su propia iglesia en Lima, más adelante, a la que llamaron “Maestro Fiel”.
Cuando vivíamos en Chile, entre 1989 y 1995, Jorge y yo nos unimos a la pequeña iglesia cristiana de los pastores Havlin y comenzamos a experimentar el llamado de forma sumamente intensa. MI mamá y Genaro (mi papá de crianza) se encontraban residiendo con nosotros en Santiago. Así que cuando decidimos bautizarnos en 1991, ellos estuvieron en la ceremonia, lo mismo que nuestros hijos y varios amigos.
La presencia del Espíritu Santo en el momento del bautizo fue tan fuerte que me la pasé llorando de principio a fin. Era el momento de decirle SI a Jesús con todo mi ser, no solamente con mi mente. Era el tiempo de mi consagración. Y mi amado esposo vivía lo mismo.
Días después de nuestro bautizo comencé a tener sueños bellísimos con el Hijo de Dios. El que más recuerdo -por haberlo compartido en repetidas ocasiones con familiares y amigos- es el siguiente:
Estábamos en la iglesia, alabando al Señor, entonando cánticos con los brazos en alto. Nadie se había dado cuenta de algo que yo sí percibía claramente: un riachuelo cristalino circulaba en toda la iglesia, cubriendo nuestros pies. En el sueño me preguntaba por qué nadie más notaba el agua corriendo y me respondía que era por el éxtasis que sentían durante la adoración o, tal vez, porque no habían sido escogidos por Dios para verlo.
Cuando salíamos del servicio, vi a Jesús acercándoseme. Parecido al que nos muestran las películas: de cabello largo, manto blanco, rodeado por una luz esplendorosa.
Jesús puso sus manos sobre mis hombros, me miró y me dijo dulcemente: “Cecilia, de ahora en adelante, verás a los demás con mis ojos”. E inmediatamente después Sus ojos fueron colocados en mi frente y comencé a caminar entre la gente con una nueva mirada, una mirada más compasiva y tierna, más comprensiva y amorosa.
“… pues el Cordero en medio del trono los pastoreará y los guiará a manantiales de agua viva, y Dios enjugará toda lágrima de sus ojos.”
(Apocalipsis 7:17)
“En el último y gran día de la fiesta, Jesús se puso en pie y alzó la voz, diciendo: Si alguno tiene sed, venga a mí y beba.
El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva.”
(Juan 7: 37-38)
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Prólogo al libro “El Poder del Amor Ágape”, de Cecilia Alegría, La Dra. Amor.
El amor es uno de los temas más prostituidos en nuestra sociedad. Las personas aman a su familia, aman a su mejor amigo, aman la naturaleza, aman la lectura, pero también aman las posiciones, aman el poder, aman el dinero, aman el chocolate, aman a su cantante favorito, aman sus carros, etc. Realmente no sabemos qué es realmente amar; solo es posible aprender qué es el amor a través del Ser que se define a sí mismo como el Amor. La Biblia no dice que Dios tiene amor, sino que Dios es amor. Dios es amor, es decir que para ser capaces de tan solo intentar comenzar a comprender qué es el amor, se hace necesario conocerlo a Él, Su corazón y algún día tomar la decisión de recibir todo lo que Él siempre ha querido entregarnos.
Nosotros somos hechos a Su imagen y semejanza, por esta razón el amor es vital para el ser humano, un asunto de vida o muerte no es una opción, sino una necesidad con la que nacemos. Es más, de acuerdo a la esencia con la que fuimos diseñados, el amor es nuestra necesidad más profunda. Cuando esta necesidad no es satisfecha, inevitablemente nos enfermamos; esto ocurre cuando las personas más significativas a nuestro alrededor no tuvieron la capacidad para amarnos como nosotros necesitábamos ser amados (con un amor puro y sin condiciones), es decir, no pudieron ser buenos representantes del amor de Dios en nuestras vidas. En este caso, crecemos con un dolor y un vacío muy grandes, y vamos a pasar la vida entera buscando ese amor en todos los lugares equivocados, de todas las formas equivocadas, logrando únicamente aumentar el tamaño y la cantidad de nuestras heridas.
En esa búsqueda desesperada por llenar nuestro vacío es muy común caer en los brazos de la primera persona que nos “ofrezca amor”, lo cual se pudiera terminar convirtiendo en una adicción sexual. Aquí entra la mesa de las adicciones, toda esa variedad de opciones que los seres humanos podemos utilizar para “anestesiar” temporalmente el dolor, por ejemplo, adicción a la comida, a las compras, a la ira, a la pornografía, a la religión, a permanecer ocupados, a la aceptación de los demás, etc. Estas son simplemente falsas soluciones a un problema que tiene una única solución. El único que puede llenar nuestro corazón vacío y sanar nuestras heridas es Dios. Nuestro vacío es tan grande que es del tamaño de Dios.
Siento gozo en mi espíritu y gratitud porque Dios haya escogido a Cecilia Alegría para escribir este precioso libro. He tenido el privilegio de conocerla y conversar con ella en varias oportunidades, pero este libro me ha permitido leer su corazón, y sobre todo, la obra que el Señor ha hecho en su vida, especialmente en cuanto al tema del Amor. Muy por encima de sus estudios y profesionalismo, lo que la capacita para hablar sobre el amor de Dios, el amor Ágape, es su vivencia personal. Evidentemente, el amor de Dios no es un concepto o una teoría para Cecilia, sino una realidad, una experiencia vivida desde muy temprano en su vida.
En este libro encontrarás un estudio profundo acerca del amor de Dios, realizado sobre un fundamento bíblico contundente, pero escrito de tal manera que es posible comprenderlo e interiorizarlo. Aunque está dedicado a parejas que han sufrido la herida de la infidelidad, sin duda, creo que el contenido de este libro será de gran bendición para cualquier persona, sea soltera, casada, viuda o divorciada, ya que todos sin excepción necesitamos aprender a amar como el Creador del amor dice que amemos. Cecilia lo explica con una hermosa sabiduría cuando dice: “Este ágape no conoce límites de espacio y tiempo. Es la fuerza de la perseverancia invencible. Es fidelidad constante y tiene fuerzas para cualquier tarea. Reviste la energía de nuestro amor de inexpresable pureza y nunca hiere la modestia o sensibilidad del alma. Está libre de arrogancia excesiva, de pretensiones y de la presunción en su propio provecho. Es real y genuino y no tiene nada que ver con la efervescencia pasajera o el entusiasmo superficial de la pasión o el romanticismo.”
El tercer capítulo del libro se llama El Amor como Destino. Es honestamente fascinante llegar a comprender que fuimos creados para amar y ser amados. Cecilia sostiene la creencia de que nuestro destino es amar, y dice “Los que carecen de amor envejecen y mueren. En verdad, ya están muertos en vida.” Su testimonio de vida anuncia claramente que ha conocido el amor de Dios y que ha aprendido a amar; sabía que su destino era amar, abrazó ese destino, amó y ama. El relato de la historia de su noviazgo, matrimonio y despedida de Jorge... es un diamante eterno, un despliegue maravilloso del amor Ágape manifestado aquí en la tierra, en personas reales, en un matrimonio y en una familia.
La Dra. Amor, como todos cariñosamente le llamamos, es una mujer que conoce el sufrimiento; sin embargo, hoy quienes tenemos el regalo de conocerla, disfrutamos ese gozo que la caracteriza y nos contagia. ¿Por qué puede ella sonreír después de tanto dolor? Porque aprendió a amar como Dios ama, a perdonar y a pedir perdón. Aprendió a abrir sus manos y dejar ir, a ver la vida desde la perspectiva de la eternidad y, el aprendizaje más importante, que el amor de Dios es más que suficiente. Lecciones difíciles de aprender y que solo pueden ser fruto de experiencias dolorosas vividas en los brazos de Jesús.
No basta con “saber” que Dios nos ama, tenemos que abrir nuestro ser y recibir ese amor. Siempre comparto jocosamente que llegué a convertirme en una “cristiana cabezona”, llena de información acerca de Dios, pero con gran tristeza tuve que reconocer que nada de eso era real para mí. Mi sanidad ha consistido en que toda esa información finalmente bajara de mi cabeza a mi corazón. ¿Cómo puede una persona decir que ha recibido el amor de Dios y seguir mendigando el amor de los hombres? Esa era yo. Hablaba y enseñaba del amor de Dios, pero mi vida demostraba que realmente yo nunca había recibido, aceptado y atesorado esa verdad en mi corazón. ¿La prueba? Me había convertido desde niña en una mendiga de amor. Crecí mendigando amor y aceptación. Me convertí en un camaleón que cambiaba de color de acuerdo a las personas con quienes estaba. Podía cambiar de opinión, actitud, comportamiento, estilo, en un instante, solo porque no podía resistir la idea de ser rechazada. Yo compraba el amor y la aceptación a través de logros, y siendo lo que cada persona significativa en mi vida quería que yo fuera.
Mientras hacía esto, vez tras vez me traicionaba a mí misma, me resentía cada día un poco más, el vacío se hacía más hondo, y el dolor iba en aumento. Llegué a estar totalmente perdida en una vida dedicada a complacer a otros. Sinceramente, yo no era consciente de cuán enferma estaba mi alma. Estaba convencida, o por lo menos trataba de autoconvencerme, de que era la mejor cristiana, la mejor hija, la mejor esposa, la mejor madre, pero en el fondo siempre estaba una sensación de fracaso, de culpa, porque siempre podía haber hecho las cosas mejor, no me perdonaba los errores y era presa de la maldición del perfeccionismo.
En esta condición llegué a la iglesia cristiana. Por un lado, fue una gran alegría porque parecía que había encontrado lo que me hacía falta, pero desafortunadamente, entré en una carrera contra el tiempo tratando de incorporar decenas de nuevas actividades y compromisos a una vida en donde ya no había tiempo para nada. No supe cómo vivirlo de otra manera, me dediqué a vivir este nuevo estilo de vida llamado “cristianismo” simplemente tomando todos los cursos discipulares existentes y sirviendo sin horario ni calendario. Nacieron nuestras dos primeras hijas. No hubo espacio para sanar, ni conocer el corazón de Dios. Ni siquiera sabía que necesitaba sanar, y creía que el estudiar la Palabra y servir a Dios era todo. Me volví más religiosa, más perfeccionista, más codependiente, más dura conmigo misma y con los demás, llena de conocimiento y escalando vertiginosamente, junto con mi esposo, en la vida ministerial. Demasiado pronto, a los solo tres años de convertido, Jaime fue ordenado pastor. Y tres años después de esto, heredamos la iglesia; Jaime quedó como Pastor Presidente de la iglesia en la que solo seis años atrás, habíamos iniciado nuestro caminar cristiano.
Así como yo, mi esposo tenía muchas heridas sin resolver, pero no éramos conscientes de ello. En medio de la inocencia/ignorancia creíamos ser una pareja “normal”, con muchos deseos de servir, líderes por naturaleza, mucha formación académica y con ciertos talentos. Pero esta historia “mágica” llegó a su fin y lo inevitable ocurrió. Jaime cae en adulterio a los pocos años de estar a cargo de la iglesia. Llevó una doble vida por un año y no me di cuenta; siempre excusaba su ausencia con su excesivo sentido de responsabilidad. Nunca dudé de Jaime, no era una mujer celosa, y siempre me enorgullecía decir que, aunque Jaime era un hombre poco expresivo, me sentía segura y amada porque él era un hombre fiel. Esa bandera se vino abajo junto con todo lo que habíamos construido: un matrimonio de diez años, familia, buen nombre, ministerio, casa, estabilidad financiera, todo.
Desde que llegué al cristianismo oraba pidiéndole al Señor: “Padre, enséñame a amar como Tú amas. Enséñame a ver a las personas como Tú las ves.” A los pocos días de haber escuchado la confesión de mi esposo, tirada en una cama, sufriendo una herida de muerte, pensando que mi vida había terminado y pidiéndole a Dios que me llevara, escuché Su voz diciéndome: “Esta es tu oportunidad para aprender a amar como Yo amo. Yo amo a los que me odian, a los que me rechazan, a los que me traicionan, a los que se burlan de mí, a los que me escupen en la cara, a los que me abandonan.” Esto era lo que yo menos quería escuchar en aquellos momentos; allí comenzaron mis grandes peleas con Dios, mi gran crisis de fe, dudando aún de Su existencia. Caí en un hueco muy profundo, oscuro, en el que parecía hundirme cada día más.
Fue aquí cuando el Señor me habló acerca de mi verdadera condición. Me dijo que yo realmente no le conocía, ni vivía para Él, ni le amaba, como solía decir en mis oraciones. En esos momentos ya no había más nada en mi vida, el “show” había terminado, estaba sola, sin esposo, sin iglesia, sin gente que me siguiera o sirviera; se habían apagado las luces y el ruido de la carrera de la vida ministerial... éramos Dios y yo. Es como si hubiera quedado al descubierto y todo lo que había dentro de mí quedó expuesto: control, idolatría, orgullo, codependencia, manipulación, religiosidad, dureza, mentira, falsedad, perfeccionismo, por mencionar solo algunos de mis pecados. Dios me dijo: “Tú no eres mejor que Jaime. Tú has hecho doler mi corazón igual que él, aunque con pecados diferentes.” Era muy doloroso escuchar todas esas verdades, pero conocer la verdad me hizo libre.
Ahora mi corazón estaba listo para comenzar a estar llena de Su amor. Dejé de ser una mendiga y pasé a ser hija, hija del Dios Altísimo, Aquel que me amó primero y que lo llena todo en todo. Fue un proceso lento, pero comencé a caminar paso a paso, peldaño a peldaño hacia afuera del abismo. Ya no estaba yo más al control, Dios estaba al control. Obedecía Sus instrucciones día a día, cómo perdonar lo que un día consideré imperdonable. Un tiempo después, la instrucción no era solo perdonar, sino orar por el regalo del arrepentimiento para Jaime y por su sanidad. El Señor me guiaba a orar por él, por el padre de mis hijas, por mi hermano en Cristo, no para que volviera a mi lado, sino para que el nombre del Señor fuera glorificado y que mis hijas, y yo, conociéramos al Dios de los imposibles.
Estaba viviendo la experiencia de aprender a amar a mi enemigo, bendecir al que me maldice, orar por aquel que me destruyó. Entré en la “Escuela Ágape”, aprendiendo a amar como Dios ama, sin condiciones, sin falsas expectativas, sin egoísmos. El conocer y recibir el amor Ágape, me devolvió la vida, le dio vida a mis hijas, y ha sanado heridas que parecían que nunca dejarían de sangrar.
El amor Ágape es el único que tiene poder redentor. Este es el amor que nos transforma de adentro hacia afuera, y tiene además el poder de transformar a otros alrededor de ti, incluyendo tal vez aún a tus enemigos. Este poder redentor alcanzó a mi esposo, dos años después de la gran tragedia de nuestro hogar. Dios le concedió el don de arrepentirse, volver su rostro a Él y a su familia. Dios le concedió a Jaime el regalo de ver a dónde había llegado, tal como la experiencia del hijo pródigo, volver en sí y salir corriendo de vuelta a los brazos del Padre. El aprender a amar con el amor de Dios, abrió paso a la restauración de nosotros como individuos, como pareja y como padres.
El poder redentor de Su amor restauró también nuestro llamado a servirle. El Señor nos entregó la visión de una comunidad restauradora, un refugio donde los que sufren hallan consuelo y esperanza, se llama Canaán. Hemos caminado por más de doce años en este nuevo llamado, hemos escrito libros y hemos desarrollado un programa de restauración llamado Hay Esperanza. Quiero regalarte nuestro lema que aparece en la portada del libro "Hay Esperanza": Cuando la vida parece terminar, pudiera estar a punto de comenzar.
Debido a todo lo que he vivido hasta hoy y a que aún estoy inscrita en la Escuela Ágape (nunca terminamos de conocer el amor de Dios ni de crecer en Él), me emocionó mucho cuando la Dra. Amor me concedió el honor de escribir estas líneas para su libro. Ha sido muy edificante y sanador para mí leer este libro. El Señor lo ha utilizado en mi vida, no solo para reafirmar palabras que Él ha hablado a mi corazón, sino para enseñarme mucho más de Su perspectiva, la profundidad y la anchura de Su amor.
Espero que estés listo para desistir de beber de la copa vacía de los demás y tomar la decisión de beber de la fuente inagotable de vida y amor. Él te está esperando. Te reto a leer este libro, no para obtener más conocimiento, sino dispuesto a recibir una revelación más profunda del Amor Ágape. Mi oración es que, a través de la lectura de este libro, tu corazón pueda comprender qué es amar y entregarse sin egoísmos, qué significa el amor como sacrificio y amar hasta que duela, como lo dice la Dra. Amor. Por encima de todo, le pido al Señor que puedas convertirte en un precioso recipiente de Su amor, una vasija fiel que Él pueda llenar hasta desbordar y que comiences a disfrutar la transformación de tu ser y de tu entorno por causa de Su Amor.
Con todo el amor que Cristo me ha dado,
Liliana García
Co-fundadora y Directora de Ministerio
CANAAN USA
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Cecilia Alegría, La Dra. Amor (
www.ladoctoraamor.com): Consejera de Parejas, Love and Life Coach, Conferencista Internacional, Periodista y Conductora de Radio y TV. Destaca en los Medios Latinos en Miami dando consejos sobre cómo triunfar en el terreno amoroso y ayudando a miles de parejas a resolver sus problemas. Forma parte del grupo fundador de profesores del programa Universidad de la Familia.
Ha publicado doce libros entre los que se encuentran: Comunicación Afectiva=Comunicación Afectiva (Espasa Calpe, España, 2000). 120 preguntas y respuestas para ser mejores personas (Editorial Norma, Colombia, 2004), No hay amor más grande (Editorial Aragón, USA, 2012), Amando un Día a la Vez (Ediciones Varona, U.S.A. 2015), Al rescate de tu comunicación de pareja (Ediciones Varona, USA 2017), Sexo Sagrado y Lazos del Alma (Indie Publishingnbsp, 2018), Alessia (Book Master Corp. 2019), El Poder del Amor Ágape: como restaurar tu matrimonio después de una infidelidad (2021)