Monday, February 22, 2021

(Camagüey) Una mirada al Teatro Principal

El Teatro Principal fue inaugurado el 2 de febrero de 1849. Sufrió un devastador incendio el 17 de mayo de 1920. Pudo ser reabierto el 18 de marzo de 1926. En esta reedificación le fue agregada la marquesina, que luego fue retirada, entre otras reformas que se le hicieron, en la reconstrucción al que fue sometido a fines de los 70s. (JEM)

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"Teatro Principal

El notable incremento de la población, el bienestar y la prosperidad que se gozaba generalmente, en términos de considerarse el Camagiiey el pueblo más rico de la Isla, si no por sus grandes capitales, por la proporcionalidad de la extensión de su riqueza; reclamaban con urgencia la construcción de un teatro más capaz y más digno que el existente. Conocida la necesidad y concebido el pensamiento, el 26 de Setiembre de 1847 se reunió en la Sala capitular bajo la presidencia del Teniente gobernador coronel D. Juan de Orozco, una Junta de personas acomodadas á efecto de formar una sociedad que acometiera la empresa de edificar con aquellas condiciones. Acordada la suscrición de 50.000 pesos fuertes considerados suficientes para llevar a cabo la obra, se procedió á la adquisición por 3.800 pesos del extenso solar de D. Juan Rodríguez, situado en la calle de Jesús María, cuya escritura quedó otorgada en Abril de 1848; empezándose la fábrica en Octubre del propio año, dirigida por el ingeniero militar D. Juan Jérez, autor del plano del edificio, aprobado por el General Subinspector del cuerpo. A dicho Sr. Jérez se le dieron las gracias por la empresa, y se le asignaron en ella dos acciones de á mil pesos cada una. 

Contándose con todos los elementos necesarios se dió cima á los trabajos en Enero de 1849, á los 4 meses de empezados! ... y el día 2 de Febrero abrió sus puertas al público con la excelelente compañía de ópera italiana dirigida por su empresario don José Miró. Inmensa fué la concurrencia de esa memorable noche; atraida por el doble poderoso aliciente de oir los afamados actores que formaban la escogida compañía, y de gozar de la bella perspectiva del elegante decorado interior del teatro. A su hermosa fachada de arquería, reune todas las condiciones de los más notables de su clase, excediéndoles a todos en solidéz, pues sus gruesos muros hubieran sido más propios en la construcción de una casa fuerte. Es de cuatro pisos, platea, principal, tertulia y cazuela: espacioso pátio, grande escenario, anchos corredores detrás de los palcos y dos espaciosos salones de desahogo sobre las columnatas del pórtico. 

Apénas empezada la guerra, á fines de 1868, fué ocupado por la prevención del cuerpo de voluntarios, hasta el año de 1872, en que la sociedad empresaria reanudó sus trabajos, celebrando en él su primera sesión el 31 de Julio, con una junta general de accionistas." (Juan Torres Lasqueti, "Colección De Datos Históricos-Geográficos y Estadísticos de Puerto del Príncipe y su Jurisdicción", 1888). (Se ha respetado el texto como aparece escrito en la publicación original)





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Ver en el blog:

De cuando el Teatro Principal se convirtió en un almacén (por Carlos A Peón-Casas)


Una mirada a la cartelera cinematográfica en Camagüey un día cualquiera de 1951 (por Carlos A. Peón-Casas)


Un programa cinematográfico de 1939 en Camagüey (por Carlos A. Peón-Casas)


La escultura del Teatro Principal continúa esperando por su restauración (por Joaquín Estrada-Montalván)


Teatros y Escenarios en el Camagüey de 1909

1874
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Fines del siglo XIX
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Principios del siglo xX
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Luego de la reapertura de 1926
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1973
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Aspecto actual





Sunday, February 21, 2021

La canción de los sauces (un poema de Nicolás Guillén. Publicado en el año 1922)

       


                                    A José Varona Hernández



Adormidos sauces, llenos de misterios 
que en los laberintos de los cementerios
vuestras frentes graves hacia Dios alzáis; centinelas hoscos, pálidos guardianes; 
monjes taciturnos de amplios ademanes
que en las tumbas tristes sin saber rezáis . . .

Siempre he comprendido vuestra sinfonía
llena de recuerdos cual la pena mía, 
delicada y honda, como mi aflicción. 
Cuando mi alma escucha vuestras oraciones
desde el cementerio de mis ilusiones 
os saluda el sauce de mi corazón!

En la tarde quieta, plena de otoñales 
ritmos de suspiros y de madrigales, 
¿qué decís al viento que fugaz pasó? 
¿Le contáis tristezas en vuestro lamento? 
¡Yo sé, negros sauces, que decís al viento 
todo lo que al hombre le he contado yo!

Cuando os miro, una sensación extraña 
como extraña ola, silenciosa baña
de ensueños mi lira, mi cantar de luz. 
Y mi altiva musa se arrodilla y ora 
junto a cada sauce que en la calma llora, 
junto a cada tumba, junto a cada cruz . . . ! 

Acentuáis entonces vuestra sinfonía 
llena de recuerdos, cual la pena mía, 
delicada y honda, como mi aflicción. 
Y en la lengua muda de las oraciones 
¡desde el cementerio de mis ilusiones 
os saluda el sauce de mi corazón!

Saturday, February 20, 2021

Recetas de cocina camagüeyana incluidas en el "Nuevo Manual del Cocinero Criollo", de José E. Triay. Publicado en el año 1914

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Prólogo del Dr. Gonzalo Aróstegui y del Castillo





Guagua Escolar; Transporte del Personal; Trompito, Aspirina; ...


 

Foto del pasaporte del Vaticano de Mons. Carlos Riu Anglés (Obispo de Camagüey desde diciembre de 1948 hasta septiembre de 1964)

 


El encanto de las casas viejas (un poema de Alberto Lamar Schweyer. 1922)


¡Oh, la imagen triste de las casas viejas,
llenas del recuerdo de una antigua historia 
de amores fugaces y cosas añejas 
que se pierden lentas allá en la memoria! 

En grato recuerdo ya se ha transformado 
la figura dulce de una amada bella, 
en quien muchas veces hubimos pensado, 
a la luz dorada de lejana estrella. 

Solos los jardines, marchitas las rosas,
callada la fuente que ya se ha secado, 
tienen la tristeza que tienen las cosas 
cuando rememoran un amor pasado. 

Esas casas viejas, saben los secretos 
de muchos suspiros y mucho cariño, 
saben el origen de muchos sonetos 
que rimó un amante corazón de niño. 

¡Oh, las casas viejas! Tienen los misterios
dulces e ignorados de la evocación.
- ¡Oh, las casas viejas! Son los cementerios
donde duerme yerto nuestro corazón . . .





Friday, February 19, 2021

(Febrero 17, 1986) Discurso inaugural del ENEC, por Mons. Adolfo Rodríguez




Introducción

Cuando en 1979 Mons. Azcárate, con ocasión de una convivencia de sacerdotales en El Cobre, en que trataron precisamente el tema de la esperanza, propuso el proyecto de una reflexión nacional, que él mismo denominó entonces “de quijotada”, nadie pudo imaginarse en aquel momento que aquella “quijotada” iba a convertirse un día en realidad; y que aquella titubeante idea iba a ser la chispa primera de una gran hoguera espiritual que envolvería a toda nuestra iglesia cubana, y de la que hoy nosotros, aquí reunidos, somos como una prueba. Verdaderamente, lo que alguna vez ha sido pensado, es ya desde este momento una realidad.

Ya desde aquel momento fue una realidad este ENEC que se celebra hoy aquí, providencialmente dentro de este Año Internacional de la Paz; a los XX años del Concilio Vaticano II; en el 50 aniversario de la coronación canónica de la Virgen de la Caridad; en momentos en que una cruz que nos entregó el Papa y que es réplica de la primera cruz que en 1514 se plantó en tierra americana, recorre nuestra isla y hace alto aquí para presidir esta asamblea; y en el 133 aniversario de la muerte del P. Varela, el cubano de quien se dijo que mientras se piense en Cuba, se pensará en el primero que nos enseñó a pensar.

Aquí se encuentran hermanos de Pinar del Río y de La Habana, de Matanzas y de Cienfuegos-Santa Clara, de Camagüey, Holguín y Santiago, en un extraño encuentro que no reúne pinareños con holguineros, santiagueros con villaclareños, laicos con sacerdotes, sino católicos cubanos a secas, sin divisiones artificiales, que vienen trayendo algo de sus vidas para buscar juntos cómo puede la Iglesia construir en Cuba la comunión con Dios y con el pueblo cubano del que formamos parte.

Detrás de cada sacerdote presente están todos los sacerdotes de Cuba ausentes; detrás de cada religiosa presente están todas las religiosas de Cuba ausentes; detrás de cada laico, hombre o mujer, joven, adulto, obrero, campesino, profesional, estudiante… están todos los laicos cubanos católicos. A ellos los representamos; a ellos nos debemos; sin ellos nuestra presencia aquí no tiene sentido. Menos aún lo tendría al margen de ellos o contra ellos: contra sus anhelos, sus expectativas, sus opiniones, sus esperanzas que no podemos defraudar.

Largo y no fácil ha sido el camino de estos cinco años de reflexión eclesial para una Iglesia con muchos problemas, de solo 200 sacerdotes, con medios escasos, recursos pobres, elementos sencillos; pero que, a pesar de sus limitaciones, ha logrado realizar este acontecimiento histórico, una Iglesia que no puede decirle al Señor, y menos en este día: “Señor, tú a nosotros no nos has dado nada”, porque este encuentro nos prueba que nos ha dado el milagro mayor, el más misterioso y difícil, el llamado “milagro de las manos vacías”, que son las manos capaces de dar aun lo que no tienen. La primera sorprendida por este encuentro y por este documento de trabajo, ha sido la misma Iglesia.

Los dos ejes orgánicos del ENEC

El ENEC nació con dos ilusiones fundamentales en su corazón: la ilusión de ser imagen fiel de nuestro maestro, Jesucristo, de quien la Iglesia es inseparable porque de Él recibe su esencia y su existencia y con ellas su misión; de quien es sacramento universal de salvación porque ella ocupa el lugar de Él sin desplazarlo; y nace también con la ilusión de servir mejor a nuestro pueblo cubano: a su felicidad, a su unidad nacional, a su progreso, a su carácter y su historia, sus sacrificios y esperanzas, sus peligros y problemas. Este pueblo a quien, como cristianos, tenemos algo que aportar que entronca con las raíces mismas de nuestra nacionalidad cristiana, mestiza, isleña y cubana.

Estas dos actitudes de fidelidad a Cristo y a Cuba, quieren ser los ejes orgánicos de nuestro ENEC, y en esta inauguración los obispos de Cuba, en cuyo nombre hablo, y cuyos sentimientos expreso, quieren exhortar con sincero afecto a todos a actuar siempre en sintonía con esta institución que está en el origen mismo del ENEC.

El ENEC como celebración

Durante estos cinco años hemos oído repetir a sacerdotes, religiosas y laicos, y con mucha insistencia, que el ENEC no debe ser una reunión más sino una celebración de la Iglesia cubana. Estamos ya en esa celebración, en esa fiesta que es de todos los cubanos, porque la historia demuestra que cuando la Iglesia está contenta, los pueblos están contentos también.

Una celebración que proclama su fe en Cristo, en quien creemos más que en todo; incluso más que en este mismo ENEC. En Él, en sus palabras y hechos, queremos buscar juntos nuestras actitudes de Iglesia para hoy y para aquí. El ENEC no puede tener otra intención que la de seguir la misma ruta de Cristo, que es el mismo siempre, pero tiene mil modos diferentes de llamar a su Iglesia para que cumpla su misión en este mundo, conociendo todas las posibilidades, aún las más dolorosas, hasta que llegue a su plenitud.

Una celebración que proclama nuestra fe en el evangelio como la gran noticia para cualquier hombre por muy vulnerable que sea, porque este evangelio nos da la prueba del amor del Padre, tal como lo describe la parábola del padre misericordioso.

Una celebración que proclama lo que Pablo VI llamaba: “la fe en el hombre y en la fuerza innata del bien”, que es más fuerte que el mal, como el amor es más fuerte que el odio; como la vida es más fuerte que la muerte.

Una celebración que proclama, sin bajar de pena la cabeza, el respeto a nuestra identidad cristiana, como hizo el hombre del tesoro del evangelio que, para no perderlo, está dispuesto a perderlo todo.

Una celebración en fin, que proclama nuestra fe en la Iglesia, pero no en la Iglesia abstracta, teórica, ideal, planetaria, de meras palabras teológicas, sino en la Iglesia concreta, práctica, real, que se llama la Iglesia de Dios en Cuba, hermosa o arrugada, contenta o apenada; santa y a la vez pecadora, perfecta y a la vez perfectible; por tanto, una Iglesia continuamente juzgada por el Evangelio y llamada a la conversión y a la santidad de vida a cuyos méritos nosotros apelamos día a día cuando le decimos al Señor: “no mires nuestros pecados sino la fe de tu Iglesia”.

Las claves del ENEC

Una Iglesia que quiere ser misionera porque si no lo fuera sería como una secta que va derecho al fariseísmo y dejaría de ser la Iglesia. Que quiere ser signo de comunión porque si no lo fuera sería como un arca de Noé, con una parejita de cada especie, y dejaría de ser la Iglesia. Una Iglesia que quiere ser encarnada porque si no lo fuera, entonces sí sería “el opio del pueblo” y dejaría de ser la Iglesia.

Y si como lo han intuido todas las asambleas diocesanas, nuestra Iglesia en Cuba quiere ser misionera y signo de comunión, entonces tiene que ser necesariamente la Iglesia de la apretura, del diálogo, de la participación, de la mano extendida y de las puertas abiertas, del perdón, de la diaconía; la Iglesia que “lava los pies” como el maestro (Jn 13, 5), que camina dos millas con el que le pide caminar una; que da el manto también al que le pide la túnica y que pone “la mejilla izquierda al que le pega en la derecha” (Mt 5, 39), es decir, la Iglesia que sale en esta vida con algo siempre inesperado: la serenidad, la comprensión, el amor.

Cuando leemos el “Documento de Trabajo” nos parece que no se trata de buscar en este ENEC criterios ni principios nuevos; nos bastan los de siempre, que son los del evangelio y que son los mismos que vienen de las asambleas diocesanas. 

Se trata, más bien, de buscar cómo aplicarlos pastoralmente a la realidad concreta nuestra. Se trata de que toda la enorme experiencia de fraternidad, servicio, unidad, solidaridad, alegría, esperanza contra toda desesperanza… que llevamos 27 años viviendo intraeclesialmente, la abramos a todos los demás y la brindemos para que los hombres se sirvan de esta experiencia en la medida que su libertad personal lo reclame.

Cuando leemos las “líneas de fuerza” de nuestras asambleas diocesanas, comprobamos que nuestros católicos no han hecho otra cosa que cambiar acentos, enfatizar aspectos, renovar perspectivas, leer signos nuevos dentro de una fundamental continuidad con el pasado y con el evangelio para cumplir mejor nuestra misión en esta tierra cubana que es la tierra buena del evangelio donde basta tirar la semilla para verla crecer y florecer.

Nuestros cristianos optaron desde el primer momento por el diálogo, cuando el diálogo no era todavía más que una nostalgia. Optaron por la apertura cuando las puertas parecían estar cerradas y las cortinas bajadas; optaron por la evangelización cuando no íbamos en nuestra pastoral más allá del llamado “testimonio silencioso”; optaron por la encarnación cuando se decía que la religión no puede formar ciudadanos buenos porque su carácter sobrenatural los hace sospechosos en asuntos de carácter natural.

Por tanto, ningún acontecimiento anterior al ENEC tuvo que cambiar precipitadamente el giro de las opciones originales de los católicos cubanos, como ningún acontecimiento posterior al ENEC, sea adverso o favorable, debiera cambiar estas voluntad unánime e intuición evangélica de los católicos cubanos que dijeron: 

sí a la apertura, que se abra espacios nuevos al evangelio; sí al diálogo, que sea sincero y realista, hacia fuera y hacia adentro; sí a la encarnación que sea no como dogma abstracto; sí a la evangelización… como también dijeron sí al respeto irrestricto a la propia identidad cristiana. Si nada hubiera sucedido en el camino, aquel ENEC hubiera sucedido exactamente igual a este. Cualquier signo posterior o anterior no haría más que reformular lo ya formulado, reexplicitar lo ya explicitado.

Algunos presupuestos

Antes de empezar nuestra asamblea, los obispos consideramos conveniente recordar o clarificar tres puntos, que son propiamente nuestros, porque vienen del mismo sentir de las asambleas diocesanas:

1.- El ENEC no va detrás de un documento deslumbrante, aunque habrá un documento que pertenecerá al tesoro de la Iglesia cubana y en el que la Iglesia cubana quiere inscribir su acción pastoral. El ENEC tampoco va detrás de una fiesta, aunque es una celebración festiva de la Iglesia.

El ENEC nació como un espíritu nuevo en nuestra Iglesia y este espíritu es más importante que los papeles y que la fiesta. El ENEC cumplirá realmente su objetivo cuando este espíritu penetre en el corazón de la Iglesia, en su vida, instituciones y personas. El ENEC es el pulmón de la Iglesia cubana, su conciencia reflexiva, su respuesta bajo la inspiración docente del Espíritu Santo a las necesidades nuevas; y este espíritu es el que evitará la parálisis, la anarquía y la falsificación en nuestra acción pastoral, que es el objetivo priorizado de esta reflexión.

De más está decir que el ENEC tampoco debe pasar a la historia como un juicio, que pertenece solo a Dios. No es seguro que un hombre o una institución o un sistema puedan cambiar desde fuera el rumbo de otro mediante la fuerza o mediante la condena. Todavía pesan en la memoria el recuerdo costoso de épocas en que pretendimos combatir el error mediante la Inquisición, y tampoco dio resultado. Finalmente, mediante la apologética, y tampoco dio resultado. En nombre de la verdad o de la eficacia no se puede abdicar del amor y “el amor aventaja siempre al juicio” (Sant 2, 13).

2.- El ENEC significa solo una etapa intermedia, orientada hacia otras etapas intermedias, hasta la meta que nos trasciende y que trasciende a la Iglesia misma. No es un final sino un nuevo comienzo. Quiere ser profético, sugerente, programático: mirando a largo plazo. Por tanto, la intuición profunda del ENEC hay que realizarla en la paciencia de la Iglesia, que espera siempre, aun en la noche.

Dios no lo da todo en esta vida. Y el ENEC tampoco. Nada en esta vida es hasta hoy y desde hoy: la vida se teje de pasos y el ENEC también. No puede el ENEC tratarlo ni agotarlo ni resolverlo todo. Lo único que el ENEC puede es cumplir lo que enseñó el Señor: “Caminar hoy el camino de hoy y mañana el de mañana, sin pretender ver el camino entero”.

La pregunta está latente: ¿qué pasará históricamente en la Iglesia cubana después del ENEC? Tal vez mañana nos pueda parecer que no ha pasado nada; que el sol sigue saliendo por donde ha salido siempre; que todo sigue igual: como en la bendición del ministro; como en la consagración de la eucaristía, que parece que no ha pasado nada, pero sí ha pasado.

Se puede fallar en esta vida por ir despacio, pero también por ir de prisa. Este es el primer ENEC. ¿Por qué tiene que ser el último? Los católicos cubanos tienen fama de ser muy generosos, siempre será más fácil pedirle paciencia a los generosos que pedirle generosidad a los impacientes.

3.- Si alguien tuviera aquí alguna preocupación por el clima que reinará en esta asamblea, es porque ha olvidado muchas cosas. 

Ha olvidado el clima que reinó en las asambleas parroquiales, vicariales, zonales y diocesanas durante cinco años. 

Ha olvidado que somos cubanos, hijos de este pueblo educado en tradiciones muy liberales y muy tolerantes, capaz siempre de oír, de atender, de respetar.

Habrá olvidado la calidad humana y espiritual de nuestros sacerdotes, religiosas y laicos cubanos, de quienes la Iglesia se siente muy orgullosa, capaces de elaborar un documento de trabajo como éste, que es el más eclesial y a la vez el menos clerical de nuestra historia cubana.

Son muchos los motivos para asegurar de antemano que aquí nadie viene a oírse a sí mismo, a pescar para sí, a tocar trompetas precipitadas en esta hora que no es de clarinadas sino de coherencia, de realismo y de servicio.

Muchos son los ojos del mundo entero puestos hoy en la Iglesia cubana que parece convertida en este momento como en un eje universal. Y es que Cuba, su Iglesia, su estado, sus hombres, tenemos una oportunidad y responsabilidad compartida de ayudar a una evolución general del mundo.

Tenemos confianza en Dios, pero tenemos también confianza en ustedes. 

Durante estos 27 años la Iglesia cubana ha puesto en las manos de los laicos las cosas más queridas y más santas; las cosas a las que la Iglesia le da la máxima importancia; les puso en las manos la eucaristía para que la llevaran a los enfermos; la Sagrada Escritura para que la leyeran en la asamblea; las celebraciones de la Palabra para que las presidieran; la economía de las parroquias para que las administraran. Con la misma confianza, la Iglesia cubana les pone ahora en las manos su futuro, segura de la responsabilidad y seriedad, de la serenidad y coherencia, de la obediencia y objetividad de ustedes.

La buena voluntad de la Iglesia se prueba en admitir la diversidad de la unidad y la igualdad en la diversidad, bajo esta regla universal de oro de la Iglesia: “In certis unitas, in dubis libertas, in omnibus charitas”. (‘En las cosas ciertas: unidad; en las cosas dudosas: libertad; en todas las cosas: caridad’.)

La reflexión del corazón

Hermanos: necesitamos reflexionar en este ENEC con la cabeza pero sin ahogar las razones del corazón. Primero, porque el Señor nos enseñó a ver con el corazón lo esencial, lo profundo, y se queja cuando el hombre piensa solo con la cabeza: “no hay quien piense con el corazón”, dice Isaías; pero, además porque el lenguaje del corazón es más fácil de entender a todo hombre, en particular al cubano, que es cordial, afectivo, sentimental, poco vengativo, poco rencoroso, que no guarda mucho tiempo las cosas, como reflejaron las encuestas preparatorias del ENEC.

Nadie encontrará en el documento de trabajo el espíritu de revancha, el resentimiento y la recriminación, las ganas de insistir en las heridas o el vocabulario férreo del hijo mayor de la parábola. Tampoco encontrará la estrategia fría, ni el doblez de intenciones, ni el cálculo egoísta, ni los compromisos falsos, ni las formas prepotentes. Tampoco el angelismo cándido, el triunfalismo vacío, el acomodamiento insincero o el optimismo simplista del que se pone algodones en los oídos para encubrir nuestros propios errores y para desconocer los errores de los demás.

El documento de trabajo no quiere alentar más el miedo que paraliza, la desconfianza que lastra, la cobardía que disfraza o el complejo que inhibe. No cae en el error de reduccionismos en materia de fe, poniéndola al lado o frente o en competencia con otras ideologías como si la fe fuera una experiencia reductible a cualquier otra experiencia humana.

No aspira nuestro ENEC a una reconquista de poderes, a un rescate de posiciones, favores o privilegios para la Iglesia. La Iglesia no quiere otra cosa que el espacio necesario para cumplir su misión, para dar también su juicio ético, moral, no político, aún sobre problemas no estrictamente religiosos, pero sí humanos, lo cual no constituye un privilegio sino un derecho y un servicio: el derecho que tieneel hombre a recibir la Palabra de Dios y a iluminar toda su vida con la luz de esta Palabra. La Iglesia quiere anunciar, en franca amistad, su fe a todos los hombres, aún a aquellos que la consideren enemiga, porque ella no quiere sentirse enemiga de nadie. La Iglesia, en fin, espera que la fe deje de ser aquí un problema, una debilidad o un diversionismo ideológico; y que el futuro no se parezca al pasado.

Y para llegar a esto, la Iglesia no tiene otro modo y otro lenguaje que el modo y el lenguaje del corazón.

La esperanza de la Iglesia 

El espíritu nos va a conducir por sus caminos que no son nuestros caminos, a esa imitación cada vez más fiel de Jesucristo y a esa comunión cada vez más estrecha con nuestro pueblo cubano, con quien compartimos un mestizaje de fe, cultura y raza, y compartimos la dicha de haber nacido aquí.

Los cubanos, por nuestro carácter, somos capaces de construir cualquier cosa en común; y vamos a construir este camino del Espíritu felicitándonos por tantas cosas que salen bien en nuestra patria y preguntándonos qué podemos humildemente hacer para que las que salen mal, salgan bien.

Abierta a la imprevisibilidad del Espíritu, la Iglesia cubana quiere ser la Iglesia de la esperanza: que recuerda el pasado, vive el presente y espera el futuro.

Tenemos una esperanza y queremos dar palabras de esperanza a los que las pidan, a los que las necesiten, a los que han fijado sus miras solo en lo terreno como límite a sus aspiraciones humanas y sienten como que les falta algo. No tenemos ni la primera ni la última palabra de todo, pero creemos que existe una primera y una última palabra de todo y esperamos en Aquel que la tiene, el Señor. En Él miramos con serena confianza el futuro siempre incierto, porque sabemos que mañana, antes de que salga el sol, habrá salido sobre Cuba y sobre el mundo entero, la providencia de Dios.





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Ver en el blog


Los Enamorados (un poema de Thelma Delgado)




Se encontraron como cada noche
Ahí, en su secreto jardín
El la tomó de la mano,
Y besó sus labios de carmín.

Las luciérnagas indiscretas
Escuchaban a los enamorados
Y cuando el dijo - Te amo
Los lirios se ruborizaron.

La luna los contemplaba
Con ternura, con cariño
Y se escondió detrás de una nube
Cuando ella a Él le hizo un guiño.

Se fueron los enamorados
De aquel, su secreto jardín
Pero su amor quedó grabado
En el tronco de un roble
Y en el corazón del jazmín.




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Ver

I Love Rock ’n’ Roll (Alan Merril. February 19, 1951 – March 29, 2020)

Alan Merrill and the Arrows
Version Original (A-Side), 1975
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Alan Merrill and the Arrows
Version Original (B-Side)
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Alan Merril, 2010
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Joan Jett
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Britney Spears
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Miley Cyrus
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I Love Rock ’n’ Roll,
the Story Behind the Song

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Singer, guitarist, and songwriter, Alan Merrill, passed away on Sunday, March 29, 2020. Alan was always there for the people he loved and his gentle and joyful soul will live on forever across the airwaves in his music. (www.alanmerrill.com)

(Febrero 19, 1986) Discurso de Dagoberto Valdés Hernández ante el cenotafio que guardan los restos del Padre Félix Varela en el Aula Magna de la Universidad de La Habana, a nombre de los delegados del ENEC


Nota previa de Dagoberto Valdés: Hace 35 años tuve el honor de ser elegido para hacer el discurso de homenaje de los delegados al ENEC al Padre Félix Varela en el Aula Magna de la Universidad de La Habana donde descansan sus restos. Inolvidable!

Era la primera vez, después de 1960, que la Iglesia salía de sus templos a un acto conmemorativo y social, los delegados hicimos, el miércoles 19 de febrero de 1986, una Visita-Peregrinación al Aula Magna de la Universidad de La Habana para honrar al Padre Varela y venerar sus restos que “descansan y convocan” desde allí a todos los cubanos.

Discurso de Dagoberto Valdés Hernández, laico católico de la Diócesis de Pinar del Río, miembro de la presidencia colegiada del ENEC, pronunciadas ante el cenotafio que guardan los restos del Padre Félix Varela en el Aula Magna de la Universidad de La Habana, a nombre de los delegados del ENEC, el 19 de febrero de 1986:



Eminentísimo Sr. Cardenal Eduardo Pironio.
Sr. Rector de la Universidad de La Habana.
Autoridades Universitarias.
Señores Obispos.
Delegados e invitados al Encuentro Nacional Eclesial Cubano:


Para honrar a un hombre entero hemos venido aquí. Para aprender de él. Para seguir sus pasos. Ese hombre es un sacerdote cubano: el Padre Félix Varela, cuyos restos reposan y convocan desde esta Aula Magna de la Universidad de La Habana. A él acudimos hoy los católicos cubanos, como signo de los caminos que buscamos recorrer para cumplir nuestra misión de servicio en el presente y en el futuro de nuestra Patria.

Las puertas de esta alta Casa de Estudios, cuya significativa historia todos conocemos y apreciamos, se han abierto para brindarnos la acogida franca y cordial que ahora agradecemos; en primer lugar, al Dr. Fernando Rojas, Rector de este Centro y a las demás autoridades universitarias que con tanta diligencia han hecho posible que pudiera realizarse este gesto de tanta significación para nosotros. Y como si el gesto no fuera suficientemente elocuente acompañémoslo de una palabra que quisiéramos compartir con todos.


Varela es puente, punto de referencia, camino de unidad para los diversos sectores de nuestro pueblo. Hombres como él derriban barreras, abren puertas, construyen, serena y audazmente, el edificio de la sociedad. Hombres como él, desde los mismos albores de nuestra nacionalidad, convocan a la forja del futuro a todos cuantos quieran, con un amor entrañable a la Patria, y aún desde diversas concepciones del mundo, ponerse al servicio de la vida misma para abrir nuevas perspectivas a los hombres y vislumbrar renovados horizontes para nuestra sociedad.


Por eso nos alegra, nos conmueve y compromete, que los restos de un sacerdote, de un hombre de Iglesia, descansen y sean honrados en esta Universidad. Es porque Varela pertenece a la Patria, a la cultura de nuestro pueblo y es justo que lo encontremos aquí donde se forja a los hombres para la vida, para la cultura, para el servicio cualificado a nuestro pueblo y desde aquí los hijos de Cuba podamos encontrar en él inspiración, rumbo y enseñanzas.

En efecto, en el Padre Varela, encontramos y admiramos al insigne filósofo, al educador eminente que lleva a cabo una audaz y renovadora reforma de la enseñanza, dejando atrás la memorización escolástica e introduciendo el método inductivo en todo aprendizaje. En Varela encontramos al hombre que introduce en Cuba laboratorios de Física y Química para que la investigación acompañara a la educación y los hombres encontraran en la ciencia un instrumento certero para el conocimiento y dominio de la naturaleza. Y para que los avances de la ciencia no deshumanizaran al hombre, ni sus logros se revistieran en su contra, Varela fue formador de conciencias hasta tal punto que con razón dijo Luz que “fue el primero que nos enseñó en pensar”, logrando integrar así, ciencia y conciencia, síntesis capaz de asegurar que la exploración de los campos insospechados de la ciencia desemboquen siempre en la conservación y promoción de la vida para un mayor desarrollo de la humanidad.


Honramos al promotor de hombres libres y comprometidos con la realidad social que les tocó vivir desde la Cátedra de Constitución del Seminario San Carlos, llamada con razón la Cátedra de la Libertad. Venimos también a honrar en Varela la creciente radicalidad política del hombre que mientras fue diputado a Cortes defendió la autonomía de los países hispanoamericanos y propugnó la abolición de la esclavitud, hasta que las mismas condiciones intransitables de aquella vía, lo llevaron al exilio y al convencimiento profundo y definitivo de que Cuba debía ser tan independiente en lo político como lo era en lo geográfico.



No podemos olvidar tampoco que, al mismo tiempo que exhortaba a los cubanos desde El Habanero a encontrar caminos para la independencia total de la Patria, Varela escoge, allí donde estaba, el camino del servicio a los más pobres como profético adelanto, ya en sí elocuente, de que la independencia que postulaba debía satisfacer no sólo la ruptura con un régimen colonial sino luchar por una liberación más integral, donde las carencias económicas y sociales de los hombres encontrarán eficaz solución, en su misma raíz, junto a la satisfacción de sus necesidades culturales y espirituales.

El P. Varela, primer intelectual revolucionario cubano, marca hasta tal punto la formación de nuestra conciencia nacional y su influencia en el nacimiento de tiempos nuevos para la ciencia, la educación, el periodismo militante, el análisis sociológico; y el compromiso político de las generaciones que le sucedieron es de tal magnitud, que con razón es llamado hoy el Padre de nuestra Cultura. Por eso los católicos cubanos también sentimos, junto con todo nuestro pueblo, el sano orgullo de que la más alta condecoración que otorga nuestro Estado a las personalidades del mundo de la cultura ostente el nombre señero y glorioso del P. Félix Varela.

Permítasenos también decir que para nosotros, un patriota de tal verticalidad y audacia previsora; un hombre que aporta a la naciente cultura nacional tal aliento de incalculable amor a la independencia y a la libertad; un hombre que sirvió a la Patria poniendo una generación en pie para que trabajara por levantar a los que vivían postrados; un hombre de tal estatura moral es también para nosotros, católicos de Cuba, un modelo para aprender de él que la fe que pueda haber en el corazón de un hombre debe llevarlo necesariamente al servicio generoso y desinteresado de su pueblo, debe conducirlo a trabajar por el desarrollo integral de la Patria en las circunstancias históricas concretas en que se encuentra, debe empujarlo, en fin, a vivir para los demás.

Es la audaz y vital síntesis entre los valores del cristianismo y los valores de nuestra propia cultura, siempre mestiza, siempre en gestación y crecimiento, lo que significa la vida de Varela, lo que los católicos venimos a aprender de él y lo que nos llama, en el momento actual a encontrar, desde nuestra propia identidad, nuevos caminos de participación en nuestra sociedad, en nuestra cultura.


En efecto, si a todos los cubanos Varela nos enseñó a pensar, a nosotros los cristianos nos enseña también a creer sin alienación y a vivir en franco y lúcido compromiso con la realidad que nos ha tocado compartir y construir. Por eso estamos convencidos que mientras más profundicemos todos en la vida de Varela, más sólidas y profundas serán las bases sobre las que vamos construyendo la siempre creciente y necesaria unidad de todo nuestro pueblo.

Es necesario, entonces, poner en práctica aquellas palabras de Manuel Bisbé: “Si de veras queremos ser fieles a la memoria de Varela, si queremos honrarlo con ese homenaje que va más allá de las palabras, popularicemos a Varela, pongamos en particular a la juventud en contacto con sus enseñanzas y hagamos de su ideario una reserva espiritual de nuestro pueblo, una fuerza capaz de redimirlo y orientarlo”.

En este momento que es histórico para nosotros, en este solemne lugar donde hemos venido a encontrarnos con nuestros orígenes, junto a los restos vehementes del padre de nuestra nacionalidad, prometámonos ser fieles a estas mismas raíces de autenticidad y cubanía que nos convocan a todos, sin distinción, a ser consecuentes con la hora presente para construir, entre todos, un futuro mejor.

Muchas Gracias.

Thursday, February 18, 2021

La Amabilidad (por Isabel Esperanza Betancourt. En la prensa camagüeyana, año 1923)



"La amabilidad es el encanto de la vejez", ha dicho un escritor y podríamos añadir, sin temor a equivocarnos, que es el encanto de todas las edades. 

La belleza altiva se admira de lejos, pero no atrae ni cautiva como la que es menos bella que tenga un semblante agradable y risueño. 

La sabiduría se desdeña a veces; pero la bondad en palabras y acciones se estima siempre. 

Las buenas palabras no cuestan dinero.

¿Por qué se escatiman tanto conociendo el bien que con ellas podemos hacer? 

Una dádiva fría, sin una frase amable resulta enojosa; acompáñesela con una sonrisa, con una palabra bondadosa y tendrá doble valor. Ellas suavizan las negativas, calman los dolores, confortan el espíritu, consuelan al pobre y animan al que se siente abatido por la desgracia. 

La doctrina del Nazareno es de dulzura y benevolencia, caridad y perdón, amor a todos los seres; siguiendo el ejemplo de la naturaleza que da mayor protección a los seres más indefensos y desvalidos.

Generalmente sucede lo contrario, mientras más favorecidos somos de la suerte, más nos alejamos del pobre, más nos encerramos en la altivez y el egoísmo, creyendo que en la fortuna consiste la superioridad; y olvidamos la benévola doctrina de Cristo, que sacrificó su vida por amor a la humanidad. 

Todos hemos sentido el encanto de un recibimiento cordial, de una sonrisa amable, de una frase afectuosa. Nos cautivan y encadenan de tal modo que no quisiéramos separarnos nunca de los seres que nos aman; y en cambio causa disgusto verse entre personas hostiles a quienes no inspiramos simpatías o les somos indiferentes. 

El amor a la Patria está unido íntimamente al de los seres que amamos. "El desterrado por do quiera está solo" ha dicho un autor. La indiferencia, la frialdad de nuestros semejantes la sentimos también en el alma y no hay duda que sólo el amor, la amabilidad, el cariño nos dan la felicidad.

(Bohemia. Marzo 2, 1947) "Lucky" Luciano, llegó de Europa por Camagüey


 

Wednesday, February 17, 2021

(Camagüey) Foto de la Presidencia da la Convención Nacional Rotaria de 1932


"Camagüey.- Presidencia da la Convención Nacional Rotaria de 1932, celebrada en los salones de la Benemérita Sociedad Popular de Santa Cecilia. De izquierda a a derecha: Antonio ALMENDROS BOZA, secretarlo de. la convención; Alfredo CORREOSO, presidente: John NELSON, delegado del Rotary Internatlonal; Mario MURO, gobernador del Vigésimo Quinto Distrito Rotario; Luis MACHADO, director del Rotary International, y Carlos GARATE, delegado del Rotary Club de La Habana. (Foto Puzo). Carteles. Mayo 1932."

Diego Esteban de Varona y Gelabert y Ana Josefa de Agüero y de Varona. Una historia puertoprincipeña devenida en tragedia. (por Carlos A. Peón-Casas)


Foto actual de la casa que era de los Varona Agüero
en la Avenida de la Caridad
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Los personajes de esta tragedia a lo griego con los matices inevitables del drama shakesperiano también incluidos, habitaron esta porción puerto principeña a mediados del siglo XIX. Una novela(1) igualmente los retrata, recreando, con los entresijos de la ficción, la realidad histórica de sus vidas conectadas por el fatídico hado de una desgracia total. 

Para esta cercanía me ciño a los hechos verificables de la tormentosa vida de Diego Esteban y Ana Josefa ambos descendientes de familias principalísimas de la otrora ciudad del Príncipe: los Varona y los Agüero.

La pareja habitaba en la casa de la familia paterna de Ana Josefa, ubicada en el número 62 antiguo de la entonces calle de la Caridad(2), que ya desde el año 1843 era reconocida a instancias de la Sociedad Patriótica de Puerto Príncipe, como Paseo o Alameda del mismo nombre(3).


Ambos perecieron en asesinatos casi sucesivos en 1876. Esteban acusado de conspirar con las tropas mambisas, encontró su fatídico final tras un arresto, casi a la misma salida del recinto carcelario. Ana Josefa, feneció por la nefasta lujuria de un zafio colaboracionista español, quien pretendiéndola sin éxito, pagó para que le dieran tremebunda muerte, y su cuerpo decapitado, apareció abandonado en las márgenes del Hatibonico, al fondo de la entonces iglesia de la Candelaria.

Remontamos para el amable lector las nociones de aquellos sucesos desde los pormenores, que han quedado registrados, en las voces de historiadores y cronistas locales.

El historiador Jorge Juárez Cano da su versión de los hechos cuando anota en Apuntes de Camagüey lo que cito para el curioso lector:
El 24 de mayo el propio brigadier mandó a poner en libertad al joven Diego Esteban Varona y Gelabert, preso en la Cárcel bajo la acusación de sospechoso, y cuatro guerrilleros apostados en la calle San Juán esquina a San José-lo asesinaron a machetazos por orden del citado general(…)

El 2 de noviembre fue asesinada la señora Josefa de Agüero y de Varona, esposa de Diego Esteban de Varona y Gelabert (…) La señora Agüero acudió a una casa del callejón de San Rafael, y allí fue muerta a machetazos por guerrilleros al servicio de España, y su cuerpo con la cabeza separada del tronco, arrojado en la calle de Cuba número 1, detrás de la Iglesia de la Candelaria. Este crimen horrorizó al vecindario, que señaló a los autores del mismo, sin que estos fueran molestados por las autoridades locales, porque grandes personajes estaban complicados en el asunto(4)
Otra explicación, y con algunas variaciones o imprecisiones en los detalles, fue también recogida en el imprescindible El Camagüey Legendario, libro que aglutina redacciones sobre temas puertoprincipeños varios, su historia, su folclore, y sus leyendas, promovido por la Dra. Ángela Pérez de la Lama entre sus alumnos del Instituto de Segunda Enseñanza de Camagüey en los curso de 1940-1946.
El matrimonio de Esteban Varona, perteneciente a una distinguida familia camagüeyana y su esposa Ana Josefa Agüero vivía felizmente con sus dos hijitos, cuando Esteban fue acusado de servir a los cubanos que combatían en el campo siendo encarcelado.

A las pocas noches lo sacaron y con algunos compañeros de infortunio lo fusilaron en la carretera de Pueyo, donde hoy se levanta un monumento a los incontables patriotas que allí fueron inmolados.

Al quedar desamparada su joven esposa con tres hijos (pues su otra hija nació pocos meses después de muerto su padre) comenzó para ella un verdadero calvario, ya que un infame cubano al servicio de España, Pablo Recio, se enamoró de ella. Como se vio desengañado, su rabia creció y un día que Ana Josefa fue de compras al establecimiento que estaba situado donde hoy lo está “La Norma”, fue secuestrada por unos soldados e introducida a la fuerza en un carruaje, siendo conducida a una casa de la calle de la Palma donde fue vilmente asesinada, apareciendo su cuerpo despedazado a machetazos, con la cabeza separada del tronco, dentro de un saco, cerca del río Hatibonico…(5)
Roberto Méndez Martínez en su novela ya citada, recrea los mismos hechos con apego a la historicidad del caso, y hace un retrato muy veraz de aquel ambiente puertopincipeño, donde se incluyen junto a los protagonistas, otros personajes de la realidad de ese minuto(6).

En nuestra mano, obra otra interesante evidencia, que no es otra que la partida de defunción de Ana Josefa, y que añade el inevitable dato del hallazgo de su cadáver mutilado y su posterior entierro:
© 3-28-160

No. 160 Agüero- Doña Ana Josefa-Limosna

Año del Señor de mil ochocientos setenta y seis. En cuatro de Noviembre. Yo, el Pbro. Don Manuel Martínez Saltage Cura Párroco Interino de Nuestra Señora de la Caridad en Puerto Príncipe, hice oficio de sepultura de cruz baja de limosna al cadáver de una mujer que se encontró en los terrenos de la casa No. 1 de la calle de Cuba, en este barrio, dicho cadáver aparece ser Doña Ana Josefa de Agüero, viuda de Varona, como de veinticuatro años, de esta naturaleza, la que falleció a consecuencia de graves heridas que le fueron inferidas y practicadas las primeras diligencias por el Sr. Juez de Juzgado del Este y facultativos de turnos según comunicación de este día, se remitió el cadáver predicho al Cementerio General para que se le diese sepultura eclesiástica, y lo firmo(7).
La familia de los Varona Gelabert, en la figura de otro hermano: Ricardo, y un primo: Torcuato de Varona, participaron en la Guerra de los Diez Años. A su conclusión, en 1878, regresaron a la ciudad junto a los mambises de los regimientos Agramonte, Camagüey, Jacinto, Bonilla y Caonao con los grados de teniente y capitán respectivamente(8).

Otras indagaciones de este escribidor, nos revelan la existencia de un nieto de Esteban y Ana Josefa en el Camagüey de los años sesenta del pasado siglo veinte. Se trataba de Gonzalo Escipión de los Dolores Varona y Hortsman. Hijo del Comandante del Ejército Libertador Escipión de Varona Agüero(9).
Descendía por ambas líneas de familias establecidas en Puerto Príncipe, por la paterna de una de una de las ramas de los Varona… Su abuelo paterno, Diego Varona Gelabert fue encarcelado por conspirar contra España y muerto al ser liberado en 1876(10).

Foto actual del Edificio Varona de 
calles Luaces y Cisneros
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Gonzalo Escipión, nació el 7 de abril de 1911 en Camagüey, y fungió como Representante a la Cámara por el Partido Acción Republicana de 1936 a 1940. Para finales de los cincuenta era Administrador general y propietario de la Constructora Gonzalo E. De Varona S.A, con oficinas en el Edificio Varona, calles Cisneros y Luaces y el Edificio Focsa, apto 5, Vedado(11).

Edificio Focsa. Habana
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1. Se trata de Callejón del Infierno. Roberto Méndez Martínez. Ácana. Camagüey, 2017

2. Tomamos el dato de la novela ya citada.

3. En Calles y callejones de Camagüey. Entre la leyenda y la historia. Marcos Antonio Tamámes Henderson. Ácana, Camagüey, 2016. p.52.

4. Apuntes de Camagüey. Jorge Juárez Cano. Imprenta El Popular, Camagüey, 1929.p.154.

5. “Triste Suceso” en El Camagüey Legendario. Ángela Pérez de la Lama. (Comp.) Instituto de Segunda Enseñanza de Camagüey. “Esteban Borrero Echevarría”. Talleres Gráficos Aral. Camagüey. 1960. p.185. 

6. “Una extensa investigación previa permitió esclarecer algunos asuntos, como la verdadera fecha del asesinato de Ana Josefa, ocurrido el 2 de noviembre de 1876…” En Callejón del Infierno. Óp. cit. p.325

7. Agradezco la transcripción de esta partida, al Sr. Enrique Palacios Caraballo, Archivero de la Iglesia de la Soledad y excelente conocedor de este y otros sucesos de la historia local.

8. La Trágica historia del patriota Diego Varona y su esposa Ana Josefa Agüero. Por Gabriel L. Rodríguez. En Gaceta de Puerto Príncipe. 3 de Octubre de 2013. http://gacetadepuertoprincipe.blogspot.com/2013/10la-tragica-historia-delpatriota-diego.htlm?m–1

9. Hay una coincidencia con otro patriota, con el mismo nombre y apellidos, al que igualmente se alude en una reseña de El Camagüey Legendario: Scipión de Varona y Agüero, hijo de Don Joaquín de Varona Batista y Doña Josefa de Agüero y Betancourt, incorporado a las tropas mambisas a los quince años bajo las ordenes del Mayor Ignacio Agramonte, y muerto en el combate de Santa Beatriz. Nombrado post mortem Capitán del Ejército Libertador. A todas luces un pariente cercano de Esteban, y a no dudarlo la inspiración para nombrar a su hijo en su honor. En “Un Niño Héroe” El Camagüey Legendario, óp. cit. p.178

10. Los Propietarios en Cuba 1958. Guillermo Jiménez Soler. Ciencias Sociales. La Habana, 2014. p.566

11. Tuvo un hijo con sus mismos nombres. Ibíd.
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