Sunday, February 28, 2021

Una mirada a la historia de la enseñanza del piano en Camagüey (por Yalim Toledo Cabarcos)

Programa a la Audición XXI, 
de la serie de Educación y Divulgación Musical. 
Conservatorio Ráfols. Camagüey, 1935.
Foto cortesía de Yalim Toledo
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Para abordar la historia de la enseñanza del piano en Camagüey, es necesario aclarar que Puerto Príncipe se inserta en el panorama musical de forma tardía; ya que Santiago de Cuba y La Habana se convirtieron en los centros de mayor desarrollo durante los siglos XVI, XVII y XVIII. Pablo Hernández Balaguer en su libro El más antiguo documento de la música cubana y otros ensayos, corrobora lo antes expuesto cuando afirma que la vida musical cubana del siglo XVIII se circunscribía: “[…] a la catedral de Santiago de Cuba – única con que contó la isla hasta 1789 – que se creó […] la parroquial Mayor en La Habana.”(1)

El florecimiento musical de Santiago de Cuba se da gracias a un número elevado de maestros de capilla que crearon música y tuvieron a su disposición el órgano. Este instrumento conseguiría su mayor esplendor con el nombramiento de Esteban Salas y la magnífica obra desarrollada por este músico a partir de 1764.


Según Amparo Fernández y Galera en su texto Cultura y costumbres en Puerto Príncipe. Siglo XVI-XVII: “[…] en el año 1655 la presencia de la música es tan importante en la vida religiosa de la parroquial Mayor de la villa, […] que el pago a la canturía demuestra que había personas dedicadas a hacer música y cantar como medio de vida”(2). Por esta época, la comunicación con La Habana y Santiago de Cuba favoreció que en Puerto Príncipe hubiera un incremento poblacional y en consecuencia un aumento de las capellanías. Además, un gran desarrollo cultural. 

Según las investigaciones de Gustavo Sed Nieves: “[…] la primera vez que Puerto Príncipe disfrutó de buena música fue el 8 de septiembre de 1734, cuando con motivo de la consagración de la Ermita de la Caridad, vinieron seis músicos de la capilla de Santiago de Cuba para acompañar el ritual del acto.”(3) 

En Puerto Príncipe se fundó la Casa de Sociedad, gracias al Teniente Gobernador don Alfonso Viana y Ulloa, en 1794. Esta desplegó una actividad musical que aunque se limitaba a bailes y ejecuciones de canciones y boleros, constituyó un sitio de reunión y creación. No obstante, debe considerarse la posibilidad de que en esta Casa de Sociedad hubiera entre sus socios, al menos, una persona con instrucción musical y la existencia de instrumentos con los cuales amenizar sus actividades artísticas.

Un dato importante que revela el desarrollo de los instrumentos de teclado lo constituyen las ventas anunciadas en El Papel Periódico de La Havana. En 1791, salió a la luz: “[…] un forte piano inglés muy hermoso, tres voces unísonas en 400 pesos”(4). A partir de este momento bajarán los precios hasta hacerse mucho más fácil su adquisición, el instrumento se popularizó y hay un florecimiento de gran cantidad de maestros y discípulos. 

En esta misma época en Puerto Príncipe se incentiva la formación de nuevos instrumentistas para satisfacer la creciente demanda de veladas, conciertos y necesidades de la iglesia. Según el investigador espirituano Juan Enrique Valle, los primeros músicos con formación académica en aquella villa fueron educados en Puerto Príncipe presumiblemente antes de 1803(5).

En 1810, se registra en Las artes en Santiago de Cuba la llegada del primer piano de concierto, algo que pone en duda Abelardo Estrada en las Notas críticas al referido texto; ya que anterior a esta fecha se recoge el arribo de “[…] las francesas, huidas de Haití a causa de la revolución, migración forzosa provocada por el fuego y el degüello.”(6)  Estas mujeres incorporaron su cultura, instrumentos y conocimientos al Santiago de la época, de esta manera son vistas como las primeras profesoras del instrumento. 

Juan París – maestro de capilla – continuó la labor de enseñanza y ejerció una influencia provechosa en las hijas de familias adineradas y de músicos que bajo su tutela llegaron a interpretar obras de: Giovanni Battista Pergolesi (1710- 1736), Giovanni Paisiello (1740- 1816), Doménico Cimarosa (1749- 1801) y Franz Joseph Haydn(7) (1732- 1809). 

En La Habana se destacan – para 1811– las clavecinistas María Luisa O’Farril y Dolores Espadero(8). Se edita en 1812 el primer periódico musical de Cuba, El Filarmónico Mensual, en el cual se publicó un artículo titulado “Cartilla de los principios para aprender el arte de la música”. Esto significó una prueba del quehacer didáctico en pro de la música y una muestra simplificada para el que quisiera acceder a ella. 

Por otro lado, el piano ganaba popularidad. La teoría de que las señoritas casaderas adornaban sus espíritus si aprendían a tocar el forte piano se afianzaba. Durante esta época el número de instrumentos comienza a incrementarse en toda la isla y según Laureano Fuentes Matons, en su texto anteriormente mencionado, “[…] en 1828, había dos o tres pianos pero ya en 1838 subió el número a seis y más de cincuenta pianinos.”(9) 

En este período es necesario destacar la figura de Juan Federico Edelmann, músico nacido en Estrasburgo, quien en 1832 llegó a La Habana como parte de su gira de conciertos y se estableció en dicha ciudad hasta el final de su vida. Este pianista realizó una labor no sólo como concertista, sino también como maestro; formó músicos de la talla de Manuel Saumell (1817-1870), Pablo Desvernine (1823-1910) y Fernando Arizti (1828- 1888) que más tarde se convertirían en figuras de reconocido prestigio. Además, fundó la primera casa editora de música del país, la cual permitió la rápida reproducción de partituras de la música que se componía en el mundo y que gracias a él, llegaría con relativa rapidez a los principeños y al resto de Cuba.

En la Gaceta de Puerto Príncipe, El Lugareño da fe de un número de profesores que se ofrecen a dar clases de piano y otras asignaturas. Principian la lista los maestros: Severino de la Rosa y Juan Barreras, más tarde don Bernardo Kreutzer, Carlos Vasseur Agüero y Juan Antonio Cosculluela Fultá. La academia de San Fernando, fundada en julio de 1846, hizo una labor encomiable; ya que llegó a formar una orquesta de veinte y dos profesores –negros y mulatos libres – cuya labor fue resaltada por Laureano Fuentes Matons en su texto Las artes en Santiago de Cuba. 

El Diccionario de la Música Camagüeyana. Siglo XIX, de la investigadora Verónica Fernández, reúne una valiosa información acerca de las Academias en nuestro territorio, algunas de ellas fueron: 
San Fernando (1846): Sus alumnos eran negros y mulatos libres. Pudo formar una orquesta que alcanzó bastante celebridad durante todo el siglo. El Genio (1856): Sus asociados se reunían para hacer música y con el producto de sus presentaciones públicas impartían clases gratuitas diarias a 66 jóvenes blancos y pobres. El Progreso (1856): Contaba además una orquesta que ofrecía bailes en casas particulares. Pedro Nolasco Betancourt (1856): Era básicamente, una agrupación familiar destinada a la música sagrada. Santa Isabel (1856): Su orquesta estrenó composiciones de autores del territorio como las de Mercedes Betancourt y Juan Antonio Frías. Presentó además, obras religiosas en iglesias y otros locales. Escuelas Pías: Surgió en 1852. El Padre Pablo Gené, fue quien más hizo por el desarrollo del arte musical en esta escuela, formando alumnos que después fueron grandes músicos como Joaquín Ramonet Castillo y Gabriel de la Torre Álvarez. La Armonía (1868): En ella se impartían clases de solfeo, clarinete, cornetín, trombón, figle y trompa. Esta institución llegó a prosperar hasta el punto de constituir una orquesta, que en la década de 1870, participó en bailes y veladas realizadas en la Sociedad Santa Cecilia.(10)
Esta profusión de academias de música en el siglo XIX es muestra de la diversidad y de cómo cada raza y estrato social tenían la posibilidad de contar con un espacio para desarrollar la música. Es además un dato importante del lugar que nuestros coterráneos le daban a la instrucción y a la educación musical como elemento esencial del progreso. 

Los investigadores Gustavo Sed, Ana María Pérez Pino y Roberto Méndez sitúan como figuras relevantes dentro de la música principeña de la segunda mitad del siglo XIX, a Carlos Alfredo Peyrellade y Emilio Agramonte Piña. Acerca de este último refieren su meritoria labor realizada en la emigración:
[…] realizó estudios musicales en París. Impartió clases de canto y piano en Contaduría No. 65 esquina a San Ignacio – actualmente Lugareño y Hermanos Agüero-. Combatiente del 68, pasó a New York en 1873, donde fundó en 1893 la Escuela de ópera y oratorio, donde se formaron cantantes como Ivonne de Treville, Ana Aguado y Emilio de Gongarza, y que fuera elogiada por Martí. Uno de sus mayores méritos fue hacer cantable en 1892 nuestro actual Himno Nacional.(11)
Por otro lado, la labor desarrollada por Carlos A. Peyrellade aparece referenciada en el Diccionario Biográfico Cubano de Francisco Calcagno. En el mismo se le cataloga como un hombre que dedicó su vida al magisterio musical y fue un notable profesor de piano, contribuyó a darle promoción a la música actuando en numerosas veladas en la Filarmónica y la Sociedad Popular Santa Cecilia, al tiempo que facilitaba mediante la casa de música perteneciente a su familia, la aceptación de métodos de piano más desarrollados como: el de Bertini, Le Carpentier y Fites, más piezas de estudio de Stamaty, Czerny y Cramer.(12)

Al término de la guerra se reabren la Sociedad Santa Cecilia y la Filarmónica. Años más tarde, en 1886, se hace relevante la labor de Gabriel de la Torre y su esposa Lina Campuzano. Estos dos pedagogos que se mantuvieron ejerciendo en el territorio a lo largo de veinte años lograron formar gran cantidad de alumnos y al mismo tiempo preocuparse por cuestiones teóricas acerca de la enseñanza del piano. Prueba de esto son los trabajos que aparecen en el libro Mi vida profesional revisada a los 80 años de Gabriel de la Torre, editado en 1944. En el mismo, se registran cronológicamente: El piano de estudio (1904), Cómo debe estudiarse la música (1914) – el único que se encuentra en nuestros archivos provinciales – Método Elemental de piano (1931), entre otros. 

Importante en Gabriel de la Torre son las cuatro ediciones de Cómo debe estudiarse la música que salen al público, cada una enriquecida con nuevas ideas; pues los temas tratados cuestionan importantes aspectos de la enseñanza del piano. Entre ellos vale mencionar: “Métodos del piano y sus resultados”, “Semejanza de la enseñanza del piano con la lectura”, “Tiempo dedicado al estudio” y “Técnica del piano”. 

En este folleto se plantea por primera vez, dividir el estudio del piano por períodos, a los que denomina: elemental, mediano y superior. Cuestiona conceptos acerca del virtuosismo y la calidad interpretativa, corrige errores en cuanto al fraseo y la explicación que se da al abordar la articulación.

Sin dudas, todas estas teorías buscan la reflexión y el reajuste de la metodología del instrumento. Es importante hacer notar que es un pedagogo camagüeyano, quien decide emprender esta tarea con una concepción metodológica.

El siglo XX es más rico en cuanto a programas e ideas renovadoras. El Conservatorio Hubert de Blanck (1885), en La Habana, forma gran cantidad de maestros que luego abren academias en las provincias y nutre su profesorado con pedagogos de otras localidades de la isla. Entre ellos, los camagüeyanos: José Molina Torres, Carlos Alfredo Peyrellade, Tomás de la Rosa y otros que impartían solfeo, piano, canto y violín respectivamente. 

Debe mencionarse que José Molina Torres fundó el Instituto de Música de Camagüey, fue auspiciador – junto a Arcadio Menocal y Rafaela Serrano – de la concepción de un método para la enseñanza de la música titulado “Nueva Teoría de la Música”. Este sirvió a varias generaciones para la introducción de toda la teoría que apoyaba el trabajo pianístico. Como director y profesor del Instituto de Música camagüeyano, José Molina Torres siguió los programas y métodos de Hubert de Blanck. Labor que es continuada, en 1913, por Arcadio Menocal, quien le sustituye en dicha función y se mantendría en el cargo hasta 1920 que regresa a La Habana.

Un momento importante en la historia de la enseñanza musical en Camagüey es la llegada del maestro catalán Félix Ráfols en 1919. Con él se incorpora un programa más complejo en la enseñanza musical que incluía – aparte de las asignaturas de piano, solfeo, canto, composición e instrumentación –, el estudio de las formas musicales, análisis e interpretación y prácticas pedagógicas.(13) Por otra parte, los resultados obtenidos con este programa, elevaron el nivel de su conservatorio al punto de ser considerado uno de los más importantes del país. Este conservatorio estaba adscripto al plan de estudio del conservatorio Hubert de Blanck.

El maestro Louis Aguirre
 junto a un grupo de sus alumnas en su conservatorio.
Foto cortesía de Yalim Toledo
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En 1923, el maestro nicaragüense Louis Aguirre D’Orio asumió la dirección del Instituto de Música “Eduardo Peyrellade” en nuestro Camagüey, vacante tras el fallecimiento del maestro español Joaquín Ramonet. Este instituto estaba incorporado al Conservatorio de Música y Declamación de La Habana “Eduardo Peyrellade”. La numerosa cifra de maestros que trabajó en academias particulares incorporadas a estos dos conservatorios – que sin duda marcaron la enseñanza musical cubana –, prestigió su Camagüey natal. Un ejemplo de esto se recoge en la revista Cuba musical, de 1929, donde además de biografías de importantes músicos y pianistas, se registra toda la labor de los alumnos graduados bajo los programas Hubert de Blanck y Peyrellade. 

El maestro Félix Ráfols 
junto a un grupo de alumnos de su Conservatorio. 1932.
Foto cortesía de Yalim Toledo
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La vida y obra de los maestros Félix Rafols y Louis Aguirre D’Orio es también recogida por los investigadores anteriormente mencionados: Gustavo Sed, Roberto Méndez y Ana Mª Pérez Pino. Existe además un trabajo inédito de la profesora Olga Rovira titulado Síntesis de la labor pedagógica del maestro Louis Aguirre D’Orio, el cual no se encuentra disponible a los investigadores del territorio. Este informe recoge la intensa labor que llevó a cabo a partir de su nombramiento como director del conservatorio Peyrellade.

En 1936, al serle otorgada la validez académica, por el Ministro de Educación, Aguirre funda el Conservatorio de Música de Camagüey. Su trabajo en el campo de la enseñanza se enfatiza con la creación de becas para niños pobres y un programa que incluía el estudio de la música desde edades tempranas. También ofreció veladas y clases abiertas con el fin de profundizar en el conocimiento de historia de la música, que incluyó el estudio del dodecafonismo.(14) De esta manera, creó las bases para que años después, con el triunfo de la revolución y la creación de las primeras escuelas de arte, la fuerza de maestros formados bajo su dirección contribuyera a su consolidación con los conocimientos y perspectivas pedagógicas legadas por él.


Título de piano otorgado
 por el Conservatorio de Música “Ráfols”
 a Graciela Pardo, 1962.
Foto cortesía de Yalim Toledo
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  1. Pablo Hernández Balaguer: “Panorama de la música colonial cubana”, en: El más antiguo documento de la música cubana y otros ensayos. p. 13.
  2. Amparo Fernández y Galera: Cultura y costumbres en Puerto Príncipe. Siglo XVI y XVII. p. 108. 
  3. Gustavo Sed, Roberto Méndez y Ana Mª Pérez Pino: Historia de la pedagogía musical en Camagüey: un rescate necesario. p. 2.
  4. Alejo Carpentier: La música en Cuba. p. 71.
  5. Juan Enrique Valle: Música y músicos espirituanos del siglo XIX. p. 123 
  6. Abelardo Estrada: “Estudio de un libro, su autor y la órbita de ambos”, en: Las artes en Santiago de Cuba. Edición crítica. p. 47.
  7. Cfr: Laureano Fuentes Matons: Las artes en Santiago de Cuba. p. 128.
  8. Dolores Espadero fue la madre del importante pianista Nicolás Espadero, que años después se destacaría por su labor pedagógica y compositiva.
  9. El pianino es una especie de piano vertical llamado también “piccolo piano”, “cottage piano”, que en la segunda mitad del siglo XIX desplazó al piano cuadrado. Cfr: Percy A. Acholes: Diccionario Oxford de la música. p. 961.
  10. Cfr. Verónica Fernández: “Diccionario de la música camagüeyana. Siglo XIX”. p. 32- 35.
  11. Gustavo Sed, Roberto Méndez y Ana María Pérez Pino: op. cit. p. 13.
  12. Francisco Calcagno: Diccionario Biográfico cubano. p. 69.
  13. Cfr: Gustavo Sed, Roberto Méndez y Ana Mª Pérez Pino: op. cit. p. 18.
  14. Cfr: Louis Aguirre: “La enseñanza musical en Camagüey: Historia y actualidad”. En: Antenas. p.57 





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Yalim Yohana Toledo Cabarcos. Máster en Cultura Latinoamericana. Licenciada en Sonido. Profesora Asistente de la Universidad de las Artes. Pianista del Trío Lírico Dalmau. Ha participado en eventos internacionales como el Coloquio internacional Humor, ironía, parodia y otras tretas de las mujeres para re/des/construir la historia y la cultura latinoamericanas y caribeñas. (Casa de las Américas, La Habana, 2020) y VI Congreso Internacional: Música, identidad y cultura en el Caribe (Instituto de Estudios Caribeños, el Centro Cultural Eduardo León Giménez y el Ministerio de Cultura de la República Dominicana, 2015). Ha publicado Lucía y la escritora. (Editorial Ácana, 2015).

El Teatro Colón, de Buenos Aires (por Florencia Guglielmotti)

Nota del blog: Sección semanal dedicada al Ballet y la Danza, a cargo de la la ballerina, coreógrafa y profesora Florencia Guglielmotti.

Los textos anteriores, se pueden leer en este enlace


Considerado uno de los mayores coliseos del mundo (junto a la Ópera de París, el Royal Ópera House de Londres, la Scala de Milán y la Ópera de Viena), ubicado en el centro de la Ciudad de Buenos Aires (Argentina), su actual edificio fue inaugurado el 25 de mayo de 1908 (entre 1857 y 1888 funcionó frente a la Plaza de Mayo, donde actualmente se encuentra la casa matriz del Banco de la Nación Argentina). Su construcción demoró alrededor de 20 años debido a diversos acontecimientos. Su piedra basal fue colocada el 25 de mayo de 1890, con la intención de inaugurarlo en coincidencia con el 400° aniversario de la conquista de América, el 12 de octubre de 1892. El proyecto inicial fue del arquitecto italiano Francesco Tamburini, quien falleció al año siguiente. Su socio, el arquitecto Víctor Meano, realizó algunas modificaciones y continuó las obras hasta 1894 cuando, por cuestiones económicas, debieron frenarlas y posponerlas. En 1904, Meano muere y el gobierno le encargó al arquitecto belga Jules Dormal la finalización de la obra, quien, a su vez, también introdujo algunos cambios (fundamentalmente en lo referente a la decoración de estilo francés). Hacia finales de 1907 se firmó el primer contrato del Teatro. Fue con la Gran Compañía Lírica Italiana, que tuvo a su cargo la inauguración (con la ópera de Giuseppe Verdi, “Aida”), pospuesta más de 10 años y con el teatro aún sin finalizar en algunas de sus dependencias.


La del Teatro Colón fue la primera compañía de ballet oficial. Varias figuras de la danza internacional, habían transitado por la Ciudad de Buenos Aires (como Anna Pavlova e Isadora Duncan), algunas de las cuales habían bailado, incluso, en el propio Teatro Colón, que solía albergar fundamentalmente obras líricas y musicales, pero carecía de cuerpos estables. La alta sociedad porteña, siempre volcada hacia Europa, veía en esto una falta, una importante ausencia cultural. Fue recién en 1925 que la Municipalidad de Buenos Aires crea los cuerpos estables del Teatro Colón que incluían, además del Ballet, a la Orquesta, el Coro y el cuerpo técnico; ese mismo año se concretó el debut de la compañía.

Ya durante la segunda visita de los Ballets Russes de Serguei Diaghilev, en 1917, el mismo Vaslav Nijinski había alentado a Cirilo Grassi Díaz (administrador del Teatro) para la creación de una Compañía, quien fue finalmente uno de los artífices del proyecto, junto con Carlos López Buchardo, director del Conservatorio Nacional de Música y Arte Escénico.

El primer director del Ballet fue Adolf Bolm, formado en el Teatro Marinski de San Petersburgo e integrante de los Ballets Russes. La primera coreografía que representó el Ballet fue “El gallo de oro” de Michel Fokine, con música de Rimski-Korsakov. Luego de Bolm, el Ballet Estable fue dirigido por Margarita Wallmann. Otros directores fueron Tamara Grigorieva, Bronislava Nijinska, Boris Romanoff, María Ruanova, Mario Galizzi, Maximiliano Guerra y, actualmente, Paloma Herrera.


En la primera etapa, el ballet contaba con 36 miembros, de entre las cuales surgieron las legendarias primeras bailarinas (Dora del Grande, Blanca Zirmaya, Lida Martinoli, María Ruanova y Leticia de la Vega). Dado el talento demostrado y el público ávido de espectáculos, los grandes coreógrafos no tardaron en llegar para trabajar con el Ballet del Colón, como Nijinska (1926) y Fokine (1931). Posteriormente, también trabajaron con el cuerpo estable, entre otros, George Balanchine, Leonide Massine, Serge Lifar, Anthony Tudor, Jack Carter, Rudolf Nureyev, Pierre Lacotte y Natalia Makarova.

Recién en 1937 se crea la Escuela de Ópera del Teatro Colón, que en 1960 pasará a llamarse Instituto Superior de Arte del Teatro, que funcionó desde sus inicios como semillero de los cuerpos estables, dictándose las carreras de danza clásica, canto lírico, régie, dirección musical de ópera y caracterización teatral. De sus salones surgieron grandes bailarines, reconocidos internacionalmente, como Norma Fontenla, Olga Ferri, José Neglia, Julio Bocca, Maximiliano Guerra, Paloma Herrera, Marianela Nuñez, Hernán Cornejo y Ludmila Pagliero, entre tantos otros.







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Ver en el blog La Ópera de París (por Florencia Guglielmotti)



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Florencia Guglielmotti reside en la Ciudad de Buenos Aires (Argentina). Es Profesora de Danza (titulada en la Escuela Nacional de Danzas "María Ruanova"), Licenciada y Profesora de Artes (recibida en la Universidad de Buenos Aires). Cursó estudios en la Escuela Nacional de Ballet de Cuba. Es Miembro de International Dance Council CID (UNESCO).

Actualmente se desempeña como Profesora de Danza Clásica y como Profesora Titular de Historia de la Danza en la Escuela Superior de Enseñanza Artística "Aída V. Mastrazzi". florenciagu@gmail.com

You Say (by Lauren Daigle)


Saturday, February 27, 2021

"A ti. Versos escritos sin hacer uso de la letra 'a'". (por José María Esteva. Año 1868)


Recuerdo con gusto feliz el momento 
Que ví de tus ojos el dulce fulgor, 
Con ellos, me diste, mi bien, el contento 
Mé diste el consuelo que el pecho buscó. 

¡Oh! yo desde entonces te quiero, bien mio,
Dichoso en el mundo contigo seré, 
Y en estos renglones que tierno te envío 
Seguros los votos te doy de mi fé. 

Tú eres el puro y hermoso lucero 
Que en este desierto su luz me ofreció 
Tesoro escondido del bien que yo espero 
Mi hechizo en el mundo, mi cielo, mi Dios. 

Por eso en mis sueños de noche, bien mio,
Te miro que vienes con vuelo sutil, 
Y cubres de fores mi pecho sombrío 
Y viertes perfumes en torno de mí. 

Por eso si, injusto, me hiere el destino 
O sufre mi pecho terrible dolor 
De Dios el consuelo me ofreces divino 
Si miro tus ojos ó escucho tu voz. 

Propicio y benigno mironos el cielo: 
Formemos del mundo los dos un Edén
y en tí, si yo sufro, tendré mi consuelo
Y yo tu consuelo, si sufres, seré. 

Perdido gilguero crucé los pensiles, 
Erré por los montes de eterno verdor: 
Suspiros me dieron los vientos sutiles.

Los bosques, me dieron su triste rumor. 
Y yo por el mundo después reteniendo 
Los ecos sentidos que entonces oí, 
Los voy en mis versos do quier repitiendo
Y siempre en mis versos suspiro por tí. 

Pues yo con delirio te quiero, bien mio
Dichoso en el mundo contigo seré 
Y en estos renglones que tierno te envío 
Seguros los votos te doy de mi fé. 





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Se respetó el texto como fue escrito

Friday, February 26, 2021

Audrey de Varona. La belleza del detalle.

de la serie "Free Fest", 2019
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Audrey de Varona. Camagüey 1977. Violinista, graduada del Instituto Superior de Arte. Miembro de la Orquesta Sinfónica de Camagüey y de la Orquesta de Cámara de esa provincia. Ha paseado su arte musical por varios países, entre los que menciono  España, Austria y Emiratos Arabes Unidos. Además,  ha ejercido el magisterio en lugares como El Salvador, donde hizo aportes importantes en la metodología de la enseñanza de su instrumento.

Audrey ha llevado su talento, sensibilidad y elegancia  a la fotografía, a través de la cual comunica su mirada más íntima del mundo en el que habita. 

Comparto una muestra de sus exposiciones a partir de 2013, e invito a visitar su página Facebook (en este enlace), donde pueden apreciar de manera más amplia la belleza de sus imágenes. (JEM)



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2013 Exposición Fotográfica personal "First Feeling"
Galería Jorge Santos Díaz
Academia de las Artes “Vicentina de la Torre” 
Camagüey, Cuba


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2014 Exposición Fotográfica colectiva "Urbi et Orbi"
Noviembre Fotogáfico
Galería República 289
Camagüey, Cuba


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2016 Exposición Fotográfica Personal "Feeling fine"
Noviembre Fotográfico 
Galería Larios
Camagüey, Cuba


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2018 Exposición Fotográfica Personal "Flying fiddle"
Galería La nueva musa
Biblioteca Provincial Julio Antonio Mella
Camagüey, Cuba


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2019 Exposición Fotográfica Personal "Free fest"
Noviembre fotográfico
Galería Larios 
Camagüey, Cuba


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2020 Exposición Fotográfica Personal "Venecia"
Novimbre fotográfico
Galería La nueva musa
Biblioteca Provincial Julio Antonio Mella
Camagüey, Cuba



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2020 Exposición Colectiva Ybor Art Factory Series 1
Ybor City, Tampa
Florida, Estados Unidos

Obra presentada 
perteneciente a la serie "Flying Fiddle", 2018.

Su Sonrisa (un poema de Thelma Delgado)



Como un faro a la distancia
La luz de sus ojos verdes
Con cariño y elegancia
Me dijeron -Ven, ya no demores.

Te espero al atardecer
Con música, vino y un poema;
Veremos juntos el amanecer
Hablando del amor y su teorema.

Y tomándome de su mano
Hoy mi corazón reposa sin prisa
En los brazos de mi amado
Y en la curva de su sonrisa.




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Ver

Vecinos en el Camagüey (por Joaquín Estrada-Montalván)



Recuerdo con cariño y admiración dos familias vecinas en el Camagüey. 

Él, de esos "revolucionarios buenos". Ella no economizaba sus "críticas a la revolución". Matrimonio de toda una vida (la de ellos). Criaron sus hijos en ese clima de amor donde pensar diferente (en tema tan sensible en la Cuba contemporánea) no significa ser mejor o peor. 

Él, católico práctico, cada domingo a su misa. Ella, metida de lleno en la iglesia Bautista. Se conocieron adultos, ambos con hijos de matrimonios anteriores. Se integraron en armonía sin conflictos por ser cristianos en diferentes iglesias.

Tengo presente estas dos familias cada vez con mayor frecuencia, cuando parece que el mundo cotidiano es un campo de batalla camuflageado, en aparente defensa de ideas propias. Ideas que un día son unas y al siguiente son otras, pero que invariablemente salen disparadas como ofensa contra quienes creen que piensan de manera distinta.

Thursday, February 25, 2021

Patriotismo (por Félix Varela)


Al amor que tiene todo hombre al país en que ha nacido, y al interés que toma en su prosperidad les llamamos patriotismo. La consideración del lugar en que por primera vez aparecimos en el gran cuadro de los seres, donde recibimos las más gratas impresiones, que son las de la infancia, por la novedad que tienen para nosotros todos los objetos, y por la serenidad con que los contemplamos cuando ningún pesar funesto agita nuestro espíritu, impresiones cuya memoria siempre nos recrea; la multitud de objetos a que estamos unidos por vínculos sagrados, de naturaleza, de gratitud y de amistad: todo esto nos inspira una irresistible inclinación, y un amor indeleble hacia nuestra patria. En cierto modo nos identificamos con ella, considerándola como nuestra madre, y nos resentimos de todo lo que pueda perjudicarla. Como el hombre no se desprecia a sí mismo, tampoco desprecia, ni sufre que se desprecie su patria, que reputa, si puedo valerme de esta expresión, como parte suya. De aquí procede el empeño en defender todo lo que la pertenece, ponderar sus perfecciones y disimular sus defectos.

Aunque establecidas las grandes sociedades, la voz patria no significa un pueblo, una ciudad, ni una provincia; sin embargo, los hombres dan siempre una preferencia a los objetos más cercanos, o por mejor decir, más ligados con sus intereses individuales, y son muy pocos los que perciben las relaciones generales de la sociedad, y muchos menos los que por ellas sacrifican las utilidades inmediatas o que les son más privativas. De aquí procede lo que suele llamarse provincialismo, esto es, el afecto hacia la provincia en que cada uno nace, llevado a un término contrario a la razón y a la justicia. Sólo en este sentido podré admitir que el provincialismo sea reprensible, pues a la verdad nunca será excusable un amor patrio que conduzca a la injusticia; mas cuando se ha pretendido que el hombre porque pertenece a una nación toma igual interés por todos los puntos de ella, y no prefiera el suelo en que ha nacido, o a que tiene ligados sus intereses individuales, no se ha consultado el corazón del hombre, y se habla por meras teorías que no serían capaces de observar los mismos que las establecen. Para mi el provincialismo racional que no infringe los derechos de ningún país, ni los generales de la nación, es la principal de las virtudes cívicas. Su contraria, esto es, la pretendida indiferencia civil o política, es un crimen de ingratitud, que no se comete sino por intereses rastreros, por ser personalísimos, o por un estoicismo político el más ridículo y despreciable.

El hombre todo lo refiere a sí mismo, y lo aprecia según las utilidades que le produce. Después que está ligado a un pueblo teniendo en él todos sus intereses, ama los otros por el bien que pueden producir al suyo, y los tendría por enemigos si se opusiesen a la felicidad de éste, donde él tiene todos sus goces. Pensar de otra suerte es quererse engañar voluntariamente. Suele sin embargo el desarreglo de este amor tan justo, conducir a gravísimos males en la sociedad, aun respecto de aquel mismo pueblo que se pretende favorecer. Hay un fanatismo político, que no es menos funesto que el religioso, y los hombres muchas veces, con miras al parecer las más patrióticas, destruyen su patria, encendiendo en ella la discordia civil por aspirar a injustas prerrogativas. En nada debe emplear más el filósofo todo el tino que sugiere la recta Ideología que en examinar las verdaderas relaciones de estos objetos, considerar los resultados de las operaciones, y refrenar los impulsos de una pasión que a veces conduce a un término diametralmente contrario al que apetecemos.

Muchos hacen del patriotismo un mero título de especulación, quiero decir, un instrumento aparente para obtener empleos y otras ventajas de la sociedad. Patriotas hay (de nombre) que no cesan de pedir la paga de su patriotismo, que le vociferan por todas partes, y dejan de ser patriotas cuando dejan de ser pagados. ¡Ojalá no hubiera yo tenido tantas ocasiones de observar a estos indecentes traficantes de patriotismo! ¡Cuánto cuidado debe ponerse para no confundirlos con los verdaderos patriotas! El patriotismo es una virtud cívica, que a semejanza de las morales, suele no tenerla el que dice que la tiene, y hay una hipocresía política mucho más baja que la religiosa. Nadie opera sin interés, todo patriota quiere merecer de su patria; pero cuando el interés se contrae a la persona en términos que ésta no le encuentre en el bien general de su patria, se convierte en depravación e infamia. Patriotas hay que venderían su patria si les dieran más de lo que reciben de ella. La juventud es muy fácil de alucinarse con estos cambia-colores, y de ser conducida a muchos desaciertos.

No es patriota el que no sabe hacer sacrificios en favor de su patria, o el que pide por éstos una paga, que acaso cuesta mayor sacrificio que el que se ha hecho para obtenerla, cuando no para merecerla. El deseo de conseguir el aura popular es el móvil de muchos que se tienen por patriotas, y efectivamente no hay placer para un verdadero hijo de la patria, como el de hacerse acreedor a la consideración de sus conciudadanos por sus servicios a la sociedad; más cuando el bien de ésta exige la pérdida de esa aura popular, he aquí el sacrificio más noble, y más digno de un hombre de bien, y he aquí el que desgraciadamente es muy raro. Pocos hay que sufran perder el nombre de patriotas en obsequio de la misma patria, y a veces una chusma indecente logra con sus ridículos aplausos convertir en asesinos de la patria los que podrían ser sus más fuertes apoyos. ¡Honor eterno a las almas grandes que saben hacerse superiores al vano temor y a la ridícula alabanza!

El extremo opuesto no es menos perjudicial, quiero decir, el empeño temerario de muchas personas en contrariar siempre la opinión de la multitud. El pueblo tiene cierto tacto que pocas veces se equivoca, y conviene empezar siempre por creer, o a lo menos por sospechar que tiene razón. ¡Cuántas opiniones han sido contrariadas por hombres de bastante mérito, pero sumamente preocupados en esta materia, sólo por ser como suelen decir las de la plebe! Entra después el orgullo a sostener lo que hizo la imprudencia, y la patria entretanto recibe ataques los más sensibles por provenir de muchos de sus más distinguidos hijos.

Otro de los obstáculos que presenta al bien público el falso patriotismo, consiste en que muchas personas, las más ineptas, y a veces las más inmorales, se escudan con él, disimulando el espíritu de especulación, y el vano deseo de figurar. No puede haber un mal más grave en el cuerpo político, y en nada debe ponerse mayor empeño, que en conocer y despreciar estos especuladores. Los verdaderos patriotas desean contribuir con sus luces y todos sus recursos al bien de su patria, pero siendo éste su verdadero objeto, no tienen la ridícula pretensión de ocupar puestos que no puedan desempeñar. Con todo, aun los mejores patriotas suelen incurrir en un defecto que causa muchos males, y es figurarse que nada está bien dirigido cuando no está conforme a su opinión. Este sentimiento es casi natural al hombre, pero debe corregirse no perdiendo de vista que el juicio en estas materias dependen de una multitud de datos que no siempre tenemos, y la opinión general, cuando no abiertamente absurda, produce siempre mejor efecto que la particular, aunque ésta sea más fundada. El deseo de encontrar lo mejor nos hace a veces perder todo lo bueno.

Suelen también equivocarse aun los hombres de más juicio en graduar por opinión general la que sólo es del círculo de personas que los rodean, y procediendo con esta equivocación dan pábulo a un patriotismo imprudente que les conduce a los mayores desaciertos. Se finge a veces lo que piensa el pueblo arreglándolo a lo que debe pensar, por lo menos según las ideas de los que gradúan esta opinión, y así suele verse con frecuencia un triste desengaño, cuando se ponen en práctica opiniones que se creían generalizadas.

Es un mal funesto la preocupación de los hombres, pero aun es mayor mal su cura imprudente. La juventud suele entrar en esta descabellada empresa, y yo no podré menos que transcribir las palabras del juicioso Watts tratando esta materia.

“Si solo tuviéramos, dice, que lidiar con la razón de los hombres, y ésta no estuviera corrompida, no sería materia que exigiese gran talento ni trabajo convencerlos de sus errores comunes, o persuadirles a que asintiesen a las verdades claras y comprobadas. Pero ¡ah! el género humano está envuelto en errores y ligado por sus preocupaciones; cada uno sostiene su dictamen por algo más que por la razón. Un joven de ingenio brillante que se ha provisto de variedad de conocimientos y argumentos fuertes, pero que aun no está familiarizado con el mundo, sale de las escuelas como un caballero andante que presume denodadamente vencer las locuras de los hombres, y esparcir la luz y la verdad. Mas él encuentra enormes gigantes y castillos encantados; esto es, las fuertes preocupaciones, los hábitos, las costumbres, la educación, la autoridad, el interés, que reuniéndose todo a las varias pasiones de los hombres, los arma y obstina en defender sus opiniones, y con sorpresa se encuentra equivocado en sus generosas tentativas. Experimenta que no debe fiar sólo en el buen filo de su acero y la fuerza de su brazo, sino que debe manejar las armas de su razón, con mucha destreza y artificio, con cuidado y maestría, y de lo contrario nunca será capaz de destruir los errores y convencer a los hombres.”(1)

¡Cuántos males causa en la política este imprudente patriotismo! Yo me detendré en considerarlos, y ojalá mis consideraciones no pudiesen estar apoyadas en hechos funestísimos, cuya memoria es una lección continua para mi espíritu, si bien la prudencia y la caridad me prohíben especificarlos. Hallábame afectado de estos mismos sentimientos cuando escribí este artículo en mis Lecciones de Filosofía; mas la delicadeza de la materia, el temor de ofender a personas determinadas, y el carácter de una obra elemental me impidieron su manifestación. Procuraré entrar en ella del modo más genérico que me sea posible, y si mi acierto no corresponde a mis intenciones, espero que éstas obtengan en mi favor la indulgencia de los verdaderos patriotas.

La injusticia con que un celo patriótico indiscreto califica de perversas las intenciones de todos los que piensan de distinto modo, es causa de que muchos se conviertan en verdaderos enemigos de la patria. El patriotismo cuando no está unido a la fortaleza (como por desgracia sucede frecuentemente) se da por agraviado, y a veces vacila a vista de la ingratitud. Frustrada la justa esperanza del aprecio público, la memoria de los sacrificios hechos para obtenerlo, la idea del ultraje por recompensa al mérito, en una palabra, un cúmulo de pensamientos desoladores se agolpan en la mente, y atormentándola sin cesar llegan muchas veces a pervertirla. Véase, pues, cuál es el resultado de la imprudencia de algunos y la malicia de muchos, en avanzar ideas poco favorables sobre el mérito de los que tienen contraria opinión. Cuando ésta no se opone a lo esencial de una causa ¿por qué se ha de suponer que proviene de una intención depravada? Yo me atrevo a asegurar que muchos que difieren totalmente, aun en cuanto a las bases de un sistema político, no tienen un ánimo antipatriótico; y que bien manejados variarían ingenuamente de opinión, y serían útiles a la patria. ¿Quién no sabe que la palabra bien público es un Proteo que toma tantas formas cuantos son los intereses, la educación, o los caprichos de los que la usan? ¿Por qué hemos de suponer depravación y no error en los que piensan de un modo contrario al nuestro?

Hay casos en que claramente se conocen las intenciones perversas de algunos hombres, y para este conocimiento sirve mucho el que tenemos de su inmoralidad; pero otros muchos casos son totalmente aéreos, y nos figuramos enemigos donde no existen. ¿Cuál es el resultado? Formarlos en realidad, y quitar por lo menos el prestigio a la buena causa suponiendo que 7experimenta más oposición que la que verdaderamente sufre. Nada es tan interesante en un sistema político como la idea de que no tiene enemigos, y por consiguiente nada le es tan contrario como fingírselos. El verdadero político trata por todos los medios de ocultar los verdaderos ataques que experimenta la causa pública, y se contenta con impedirlos si puede en secreto. ¡Qué distinta es la conducta de algunos, cuyo patriotismo consiste en decir que no hay patriotas, y en buscar crímenes aun en las acciones más indiferentes! Sucede en lo político lo que en lo moral, que el rigorismo conduce más de una vez a la relajación.

Otro de los defectos en que suele incurrir el falso patriotismo, es el de acabar de pervertir a muchos que en realidad no están muy lejos de ello, pero cuyo mal no era incurable. Danse prisa en denunciarlos a la opinión pública, y a la denuncia sigue el descaro y la obstinación de los acusados. Hay ciertos entes perversos de que debemos servirnos unas veces para hacer el bien, y otras tolerarlos, para que no hagan mal. Principalmente cuando los hombres tienen prestigio es perjudicial desenmascararlos, porque sus partidarios juzgan siempre que se les hace injusticia y toman su defensa con indiscreción. Por otra parte, el pueblo que ve con frecuencia que le son infieles aun aquellos hombres en quienes más confiaba, duda de todos, y faltando la confianza no hay fuerza moral, expresión que se ha hecho favorita, y que efectivamente califica más que ninguna otra la verdadera acción de un gobierno, que si bien se debe momentáneamente a la fuerza física, cede al fin a la irresistible de la opinión.

En este punto desearía yo se detuviese la consideración de los patriotas, para evitar uno de los ataques más funestos, que suelen hacer a la causa pública. Procuran sus enemigos desacreditar individualmente a sus más decididos defensores, a hombres que sin duda no pueden clasificarse en el número de los enmascarados, y el objeto no es otro sino lograr que el pueblo se desaliente considerándose sin dirección, y crea que no le queda otro remedio sino mudar de sistema de gobierno, para ver si entre los partidarios del opuesto hay hombres que valgan algo más, o que por lo menos no sean perversos. ¡Véase cuánto daño causan los patriotas, o mejor dicho, antipatriotas desacreditadores! Las ignorancias de los nuestros deben callarse para no dar armas a los contrarios; el verdadero patriota debe procurar por todos medios impedir que por malicia, o por ignorancia, se haga mal a la patria; mas el vano placer de publicar faltas, no sólo es un crimen en moralidad sino en política.

De esta conducta, no sé si diga equivocada o perversa, de algunos que por lo menos se denominan patriotas, resulta que muchos hombres de mérito tengan la debilidad de no querer tomar parte en ningún negocio público, y éste es, sin duda, uno de los más graves daños. Trabaja un hombre toda su vida por adquirirse la estimación de sus conciudadanos, y prevee que todo va a perderlo sin culpa suya por la perversidad o ignorancia de cuatro charlatanes, y en consecuencia trata de retraerse cuanto puede para que no se comprometan. ¿Quién puede responder de sus aciertos? Y si la más ligera falta no de intención de hacer el bien, sino de tino para conseguirlo, ha de atraerle el descrédito, y a veces el oprobio, ¿no será necesaria gran fortaleza para arrostrar tan gran peligro? Déla Dios a los verdaderos patriotas para que no quede la patria abandonada a una multitud de ignorantes y de pícaros que la sacrifiquen, que es el resultado de la separación de los buenos.





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Este articulo se halla en mis Lecciones de Filosofía, pero deseando ampliarlo, y no pudiendo por ahora hacer otra edición de aquellas, he determinado insertarlo en esta Miscelánea.

1 Watts: On the improvement of the mind. Part II, chap. 5.


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Texto tomado de Félix Varela, Obras, Volumen 1. Biblioteca de Clásicos Cubanos. La Habana 2001.

¿Alta cultura en Santiago de Cuba? (por Rafael Duharte Jiménez)

Nota del blog: Inicia hoy jueves nueva sección semanal en el blog Gaspar, El Lugareño, dedicada a Santiago de Cuba, a cargo de Rafael Duharte Jiménez.




Luego de un largo y escabroso proceso que quizás tuvo su punto de partida en la fundación del Seminario San Basilio Magno en el lejano siglo XVIII, comenzó a cristalizar en la década del cuarenta del siglo pasado la alta cultura en Santiago de Cuba.

El itinerario de los principales momentos de este largo y complejo proceso pudiera haber sido el siguiente:
  • 1939- Constitución de la Sociedad de Geografía e Historia de Oriente 
  • 1943 Fundación de la Sociedad de Estudio Superiores de Oriente (SESO)
  • 1945 –Santiago sede del Cuarto Congreso Nacional de Historia 
  • 1947 Fundación de la Universidad de Oriente
Un breve inventario de los principales intelectuales de la ciudad en aquellos tiempos nos remite a Pedro Cañas Abril, Leonardo Griñan Peralta, Francisco Ibarra Martínez, Ulises Cruz Bustillos, Rafael Argilagos, Rafael Estenger, Juan Maria Ravelo, Felipe Salcines, Felipe Martínez Arango y Fernando Boytel, entre muchos otros.

La Sociedad de Geografía e Historia de Oriente se constituyó oficialmente el 18 de mayo de 1939 y estuvo presidida por Pedro Cañas Abril y Leonardo Griñan Peralta. Los fines de la institución eran el estudio y divulgación de los conocimientos sobre la geografía e historia de Cuba, en especial de la región oriental.

Esta sociedad creó el legendario Grupo Humbold que realizó un intenso programa de exploraciones en la montañas, el cual incluyó las ruinas de los cafetales en la zona de la Gran Piedra y otras áreas de la implantación de los colonos franceses en el siglo XIX; en esta actividad de carácter científico participó vivamente Fernando Boytel Jambu, quien años después contribuyó decisivamente al rescate del patrimonio cafetalero francés de Santiago con sus investigaciones sobre el tema y la restauración del cafetal La Isabelica.

En junio de 1943 se constituyó la Sociedad de Estudios Superiores de Oriente, presidida por Ramón Corona y Luís Mestre. La misma tenia entre sus objetivos viabilizar los estudios superiores, organizar cursos de postgrado para los profesionales de la región e impulsar el desarrollo de las manifestaciones artísticas. De manea especial se propuso organizar un programa de conferencias con profesores cubanos y extranjeros del más alto nivel, el cual de cierta forma abrió las puertas de la ciudad al pensamiento científico más avanzado de la época.

En agosto de 1944, la SESO se estableció en la casa número 304 de la calle Castillo Duany, donde se impartirían conferencia dentro de un amplio espectro temático que incluía: filosofía, historia, ciencias naturales, sociología, derecho, política, literatura, arte, arquitectura, educación, psicología, crítica de arte y medicina.

La nomina de conferencistas invitados incluyó figuras de una relevancia sorprendente como Maria Zambrano, Emil Ludwing, Medardo Vitier, Juan Arron, Jose Elías Entralgo, Roberto Agramonte, Raúl Roa, Carlos Rafael Rodríguez, Manuel Bisbé, Leonardo Griñan Peralta, Pedro Cañas Abril, Jose Antonio Portuondo y Jorge Mañach entre otros.

A través de la Sección de Artes Plásticas se organizaron importantes exposiciones de pintura y escultura. El 20 de mayo de 1946 se organizó el Salón de Mayo, donde expusieron 100 artistas locales y se exhibieron obras de Eduardo Abela, Rene Portocarrero, Fidelio Ponce, Wilfredo Lam y Carlos Enríquez. Jorge Mañach pronuncio dos conferencias sobre las tendencias de las artes plásticas contemporáneas y comento las obras del salón.

A la distancia de más de un siglo asombra la labor de la Sociedad de Estudios Superiores de Oriente, la cual sin lugar a dudas sólo pudo desarrollarse por la existencia en la ciudad de un ambiente cultural en el que había un gran respeto por la labor intelectual.

La noticia de que en la noche del miércoles 4 de octubre de 1950 en una seguramente tormentosa reunión de la Junta General de Miembros y el Directorio de SESO, se tomó el acuerdo de disolver la sociedad, debe consignarse como una de las paginas más oscuras de la historia de la cultura santiaguera. La Comisión Liquidadora con un gesto elegante entregó todos los fondos y propiedades de la sociedad al Instituto de Segunda Enseñanza y la Escuela Normal de Oriente.

El fin de la Sociedad de Estudio Superiores de Oriente es un misterio; oficialmente se dijo: “como quiera que no existen cinco socios que quieran mantenerla, se acuerda disolver esta sociedad.” ¿Rivalidades con la Universidad de Oriente? ¿Oscuros intereses políticos o financieros? La muerte de la SESO es un episodio que se mueve entre las sombras autodestructivas de nuestra cultura.

Del 8 al 11 de octubre de 1945 la ciudad de Santiago de Cuba fue sede del Cuarto Congreso Nacional de Historia, organizado por la Sociedad Cubana de Estudios Históricos e Internacionales y la Oficina del Historiador de La Habana; este cónclave reunía a los principales historiadores del país y estaba presidido por Emilio Roig de Leusenring.

El Congreso proclamó: “que ninguna ciudad o pueblo de Cuba supera a Santiago en interés histórico (…) Santiago lugar de nacimiento de muchos cubanos de extraordinario relieve; y a la vez singular foco de irradiación cultural”.

El éxito de este evento fue posible porque en la ciudad existían instituciones como la Sociedad de Geografía e Historia de Oriente y la SESO, que garantizaron el clima científico e intelectual que nutrió al vento. No se trataba sólo de una ciudad repleta de historia, sino también de un lugar donde había científicos sociales, intelectuales y un público culto que podía apreciar el valor de las actividades del congreso.

El Cuarto Congreso Nacional de Historia demostró que Santiago de Cuba era una plaza intelectual de alto nivel, de lo cual debieron tomar nota los habaneros presentes en el congreso. 



El 10 de octubre de 1947 tuvo lugar el acto de inauguración académica de la Universidad de Oriente. En la Carta Magna de la misma se destacaba lo siguiente: “La Universidad de Oriente se funda como centro de enseñanza e investigación superior, destinado al desarrollo de la alta cultura…” La fundación de la universidad que como dijera Pedro Cañas Abril: “fue una hazaña cívica de los santiagueros”, también constituyó un paso decisivo hacia la conquista por Santiago de Cuba del mundo de la alta cultura.







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Rafael Duharte Jiménez (Santiago de Cuba, 1947). Profesor, Historiador Ensayista y Guionista de radio y televisión. Ha publicado 12 libros, numerosos artículos y ensayos en revistas en Cuba y el extranjero y una Historia Audiovisual de Santiago de Cuba que consta de 355 audiovisuales de 12 minutos cada uno; conferencista en 28 universidades y centros de investigación en El Caribe, América Latina, Europa y Los Estados Unidos. Es miembro de la UNIHC y la UNEAC. Actualmente labora como especialista de la Oficina de la Historiadora de la Ciudad de Santiago de Cuba.

Tres poemas de Rodrigo de la Luz



Transeúnte


Sujétese a este saco de sangre;
a este lapsus imprevisto.

Acurrúquese en esa esquina
de evidentes siluetas
donde hoy se amontonaron
los átomos del óxido.

Gástese en ese empeño,
como un beso sacado de una carta.

Cruje el azul almidonado de la isla, sujétese:
Antes que el rojo salpique con aplausos
su inocente semblante de muchacho.

Desconocidos, inagotables,
anduvieron flotando los cadáveres
que luego alguien fue enumerando
sobre la arena.

Pero sujétese.
Mencione el recuerdo fácil de ese nombre,
su púrpura, su máscara invencible.

Mírese de reojo
en el reflejo de algún charco,
donde la muerte ensaye su único futuro.

Es urgente, sujétese;
de esta ecuación que es casi un epitafio.

Como único término de la salvación,
sujétese a esta cuerda:
Sígame ahora por este laberinto.



Aguja


Enhebrar una aguja.
Contemplar ese estambre interminable.
Desplazarse desde su tope hasta su punta.

Pasar por el desierto de su único ojo.
Viajar en un avión por su canal.
Observar desde el asta los hilos que se ocultan.

Resucitar con ella entre las llamas.
Estacionarme justo en la ranura;
morada, entre el botón y el falso zipper.

Peinar las nuevas telas, como pelos.
Palpar esa flacura entre mis dedos.

Coser con ella cuando se deprime.
Ayudarla a zanjar grandes ojetes.
Zurcir aquella boca que difama.

Enrolarse una noche para
siempre
en una marcha ciega, martillante,
que sobrevive más allá del tiempo.



Tigre


El tigre entrará.
Destrozará de un tajo el corazón.
Cazará a los mandriles
como si fueran tiernos perezosos.

Un juego peligroso de establecerá
entre la indómita lengua y el zarpazo.

Este animal seducido y olvidado,
sacudirá todo el polvo
que ha caído en su lomo.

Entrará. Cundirá el pánico; las calamidades.
La esperanza andará flotante o muerta,
al final del reducto.

Será en extremo una bestia rencorosa;
con toda esa locura de la selva y del circo.

De seguro entrará.
Primero como un manojo de esplendor,
como un gatito dulce,
pero después atacará con saña.
Sus ojos fabricados de medallas,
nos llenarán de luto.
Nos teñirán de sangre.

Foto de la primera guardia de honor a los restos del P. Félix Varela, a su llegada a La Habana el 8 de noviembre de 1911

Foto de la primera guardia de honor a los restos del P. Félix Varela, a su llegada a La Habana el 8 de noviembre de 1911, en la sede de la Junta de Educación.  (Bohemia. Noviembre 1911)

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