Francisco Agüero y Agüero[1]. Un poeta del Camagüey.
por Carlos A. Peón-Casas.
Ha dicho Borges en un verso siempre resonante, aludiendo a esos rimadores no recordados que su meta, ha debido ser el olvido, pero que penosamente, han llegado antes.
La cita que hoy he parafraseado desde mi memoria, me sirve de glosa al referir a este poeta del añoso Puerto Príncipe del que sus versos más mentados habitan la penumbra de esos recuerdos idos.
Hijo de otro celebrado poeta, compartió con sus hermanos Brígida, Concepción y Mariano, los efluvios bienhechores de la herencia paterna. Brígida, al parecer fue la más dotada según nos cuenta Francisco Calcagno:
Hubiera quizá brillado al igual que su compatricia Avellaneda si la muerta no hubiera tronchado en flor su vida llena de esperanzas.[2]
Se nos dice que ejerció el periodismo, colaborando con los diarios citadinos de su época. A su cargo corrió igualmente la fundación de El Popular, un semanario del que fungió como Director.
Tuvo la suerte de poder editar sus poesías en el año 1886, poco antes de su deceso acaecido en 1891, y las prologó él mismo. Lo dedicó a los más jóvenes.
Sus palabras liminales daban testimonio del valor indestructible de la poesía al decir:
Negar la influencia de la poesía en el engrandecimiento de los pueblos, equivale a desconocerla; es lo mismo que confesarse incapaz de sentirla y comprenderla; porque poesía en el orden moral, es todo lo grande, todo lo bello, todo lo heroico, todo lo sublime (…)[3]
Una mirada actualizadora de su poemario Sentimientos y Creencias, nos lo permite el gesto que salvara para toda posteridad su hija Josefina Agüero y Poveda en 1956, editado por ella en dos tomos, y del que sólo conservamos el primero en los fondos raros y valiosos de la Biblioteca Diocesana de Camagüey.
El ejemplar fue parte de la celebrada Biblioteca del Dr. Luis Martínez, y oportunamente dedicado a aquel por la propia editora al destacado profesor y hombre de letras y cultura de nuestra otrora ciudad.
A todas luces las composiciones, allí recogidas denotan la fineza de espíritu del rimador que abunda en ellos. Con métricas y rimas diversas, los textos desgranan esos sentimientos.
Abundan los sonetos de siempre difícil elaboración, y en especial uno dedicado al paterno lar con el título de A “El Camagüey” que ahora comparto:
Campeón de la verdad inmaculada
Soberano titán del pensamiento,
Que el progreso proclamas con tu acento,
Y con tu voz la libertad sagrada
Tú que emprendiendo varonil cruzada
Confundes el error con tu ardimiento,
Y eres de la Provincia el ornamento,
Terror de la Colonia desgraciada;
Sigue valiente tu misión divina
En tu puesto de honor firme y constante,
Mientras la reacción rayos fulmina.
“Que si falta un Homero que te cante”
Haré que el arpa en tu alabanza vibre,
Digna, sincera, como el aire libre.
Hay otros momentos de sus creaciones poéticas donde igualmente late el mejor sentido de la vida apacible, la de la entonces comarca puertoprincipeña, con alusiones donde impera lo bucólico de esos paisajes que el poeta admiraría en lontananza.
“Al confín de esta sabana/entre las sombras resuena/la dulce trova cubana/eco fiel de alguna pena/o de una pasión tirana (…) Canta el gallo en la arboleda/otro gallo le responde,/y otro gallo lo remeda:/y sin que yo sepa en donde/sin cantar ninguno queda.// Oigo la voz del vaquero/que recoge su ganado,/para que lleve el lechero,/sus productos al mercado/del alba al brillo primero.[4]
Ese gusto por ese lar de apacibles certezas, rodeado por el amor a la esposa y los hijos, a los que igualmente hace recipientes de sus versos, se expresa con notas reveladoras de aquella ciudad del Príncipe.
Un texto entre los muchos de esta colección deja el santo y seña de aquella comarca a la que cantará en un extenso poema.
Con verso vibrante, hará que alienten los pormenores de uno y otros signo, del que fuera, para entonces crecido villorrio.
El poema, intitulado La Calle, y que dedica a su hijos, es a no dudarlo una escena fascinante del minuto que vive el poeta que recorres u ciudad atisbando con mirada sagaz los detalles que ahora en la distancia, saboreamos en su texto con la magia añadida de esa patina inmemorial de aquella ciudad, nuestro a veces desdibujado Legendario…dice el inspirado cantor:
Larga senda comprendida/entre aceras desiguales,/que empieza entre matorrales,/y acaba sin población,/reducida o ancha vía,/que ostenta por cordillera/edificios en hilera/y objetos en profusión;/Totilimundi del pueblo/ de un gran teatro escenario,/pasadizo necesario,/del que viene o del que va,/que sin gravarnos en nada/nos sirve todos los días;/oh, cuantas cosas dirías si tu supieras hablar![5]
Pero no todo es el feliz recuerdo de aquel paterno lar. El poeta sabe igualmente tomar nota de otros escenarios, los que marcan el lado menos gracioso, el menos feliz, marcado por aquellas marismas, de aquella ciudad también dolosa de sus imperfecciones…
“Mas no quepa duda alguna/que es la calle una sentina/donde brota mucha espina/aunque nazca alguna flor(…)// Considerad que la calle,/muladar del vecindario, / es un depósito vario/de inmundicias por doquier./Observad que cada casa/tiene un caño por arteria, /que está arrojando materia/sobre la calle también.// Luego vendrá el aguacero/a mezclarse en el fandango./Cuanto lodo, cuanto fango/habrá en toda la ciudad!/Veréis entonces el auriga/y el montado caballero, /que del zapato al sombrero,/os enlodan al pasar.[6]
De la estación de las muchas aguas pasa el poeta a describir el ambiente polvoso de la temporada de seca donde el viento deja su huella inexorable:
Sin ir más lejos: ahora/nos baña el polvo, nos ciega;/el vecindario se niega/la pobre calle a regar. /Será que acaso interpreta/de una manera infelice,/la máxima que nos dice:/ “Polvo eres, polvo serás”[7]
Y no es solo el retrato físico, sino acaso el que igualmente refleja las podredumbres que en el el alma dejan un estercolero de infeliz signo:
¿Quién no ha visto con frecuencia,/de la calle en la sentina/a un miserable en berlina/en estúpida embriaguez?/ ¿Quién no ha visto a la canalla/atropellándolo todo/escarnecer al beodo/ganándole en lo soez?// ¿Quién no ha visto con tristeza/cuando el rubio sol desmaya,/salir de la inmunda valla/los hombres en pelotón/mostrando en plazas y calles, desgranadas, moribundas,/las víctimas iracundas/de su brutal diversión?[8]
Su inventario ante los males de ese “físico mundo” hacen del poema un retrato muy oportuno de aquella nuestra ciudad de antaño de entreguerras, en un cuadro de patético signo:
Por esta razón no extraño,/ni me pasmo, ni me aterro,/si un bautizo y un entierro,/me presentas a la vez./Cual no puede sorprenderme/ver el viatico que avanza,/mientras bailan una danza/junto al enfermo también[9]
Pero su mirada es también para quienes hacen de la caridad y el denuedo en aliviar las penas y el sufrimiento humano un altar de consagradas virtudes. Tal es su alusión al grande benefactor de la ciudad puertoprincipeña: el Padre Valencia en su poema La Caridad:
¡Honor a tu recuerdo venerable,/benemérito Espí, gloria a tu nombre,/Ministro de bondad inagotable,/de santa abnegación y amor al hombre/,/nada pediste al mundo miserable;/pero la Caridad tu alto renombre/tiene grabado en el eterno muro/del pasado, el presente y el futuro.[10]
Otra mención con igual signo va dirigida, en el mismo poema, a la Sociedad Benéfica de Sras. De San Vicente Paúl, presente en la ciudad de ese minuto, y que al decir del poeta en nota añadida: “cuya piadosa abnegación a favor de la humanidad doliente, vanamente pretenderíamos encarecer”[11]
¡Oh vosotras matronas distinguidas,/orgullo del solar camagüeyano,/que socorréis constantes, decididas, al indigente con piadosa mano!/Siempre amadas seréis y bendecidas/del huérfano, la viuda y el anciano,/del que en el lecho del dolor rendido/yace el poder del infortunio herido.//Vosotras sois las dignas sucesoras/del santo Aposto que nos diera el Cielo,/y son vuestras virtudes seductoras/los frutos de su amor y sus desvelo. Y pues sois escogidas bienhechoras, del que apura su amargo desconsuelo/la copa del olor hasta las heces;/hijas del Camagüey salve mil veces!
Y una tercera es elogio agradecido “a los fundadores y sostenedores de la escuela gratuita “La Alianza”, dirigida por los hermanos Belisario e Isabel de Cisneros.”[12]
“Gloria a vosotros ínclitos varones/que dais lustre y honor al pueblo mío,/ya repartiendo del saber los dones/ya combatiendo el infortunio impío/Tan magníficos lauros y blasones/no osará destruir el tiempo frío, que jamás ejerció su magisterio/donde fundó la Caridad su imperio.”
Para el cierre de este recorrido por la obra de este poeta nuestro, destaco una alusión histórica que recoge en un poema firmado el 3 de diciembre de 1886, dedicado a Rafael Montoro[13] el orador y político nacido en la La Habana, diputado a las Cortes por el partido liberal, quien hacia presencia en la ciudad puerto principeña como orador principal en un mitin político celebrado en el teatro Principal en esa misma fecha.
Los resonantes versos del poeta son alusión a la necesaria gestión que se esperaba del político autonomista, y en las que el rimador tenía puestas sus esperanzas nos sirven de oportuna conclusión:
Sublime encarnación de la oratoria/patriota insigne y eminente sabio/oh, no apartes jamás de tu memoria/que está Cuba pendiente de tu labio.//Cuando ocupes de nuevo el parlamento(..)/no olvides expresar nuestro aislamiento/a nuestra madres, bondadosa, España.//Dila que aquí sus veneradas leyes/mas de una vez las atropella el sable/y es difícil al trono de su reyes/hacer llegar las quejas de quien hable// Dila que aquí la burocracia altiva/en la soberbia de su orgullo vano/absorbe nuestra sabia nutritiva/y hasta nos niega el título de hermano.// Dile que los girones del mendigo/cubren hoy nuestro cuerpo demacrado/mientras hay criminales sin castigo/con los fondos del Pueblo y el Estado.[14]
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[1] “(..)fue el segundo vástago de la unión de Francisco Agüero y Duque Estrada, “El Solitario”, y Ana María Agüero y de Varona (…) Nació, el 10 de mayo de 1832(…) Contrajo matrimonio el 12 de Junio de 1861 con su prima señorita Micaela Poveda y Agüero (…)” Citado por su hija Josefina en edición póstuma de sus poesías. En Sentimientos y Creencias. Poesías. Francisco Agüero y Agüero. Camagüey, 1956.
[2] Nos sigue apuntando Calcagno que: “En 1861 asistía a las clases de La Filarmónica, de cuya sociedad fue luego socia facultativa. Resignación, Lo Bello, La Fe Cristiana, todas impregnadas de dulce melancolía con que la tisis pulmonar que la minaba había influido en su carácter, sus poemas que eternizan su memoria y justifican la Corona Fúnebre en que los poetas cubanos lloraron su muerte” En Diccionario Biográfico Cubano. Francisco Calcagno. New York, 1878. p. 20
[3] Ibíd.
[4] La Madrugada.(I) pp.102-103
[5] La Calle. p.201-207
[6] Ibíd.
[7] Ibíd.
[8] Ibíd.
[9] Ibíd.
[10] Ibíd. p.216
[11] Ibíd. Notas.
[12] Ibíd.
[13] Nat. de La Habana, 1852 (…) Fue vice-presidente de la sección de ciencias morales y políticas, 1877, de El Ateneo de Madrid, segundo secretario de la Asociación de Escritores y Artistas Españoles, bajo la presidencias de Rosell y Castelar también intervino en la política nacional en defensa del elemento democrático templado. En 1878 regresó a Cuba y tomó parte activa en las veladas literarias de la Revista de Cuba. Es orador fogoso como sensato, y ocupa con igual lucimiento la tribuna política que la científica (…). En Diccionario Biográfico Cubano. Óp. cit.p.433
[14] A Montoro. pp. 240-242.