En honor de los Mártires Cubanos.
Discurso de Gaspar Betancourt. Presidente de la Junta Cubana.
New Orleans, 1ero de Septiembre de 1854.
(Traducción del texto original por Carlos A. Peón Casas)
Caballeros.
Esta mañana nos hemos reunido en la Iglesia católica para cumplir con un deber religioso; esta noche nos reunimos en este salón para cumplir nuestro deber como patriotas. Esta mañana imploramos la clemencia divina y la misericordia para el descanso de las almas de nuestros hermanos. Esta noche, venimos a conmemorar el aniversario de de los héroes y mártires que han entregado sus vidas a la causa de la libertad y la independencia de Cuba. Cada cosa bien colocada en su lugar de pertenencia; al cielo lo que al pertenece, y al mundo lo que le es propio.
Estos actos religiosos y patrióticos, este ardor y entusiasmo con el cual el pueblo cubano se apresta a rendir su homenaje, admiración y gratitud a los héroes que han sacrificado sus vidas por la libertad de su patria; estos actos, caballeros, honran al pueblo cubano, que además demuestrasn el sentimiento religioso, el patriotismo y la civilización de los cubanos, y que revitaliza y fortalece en el corazón, la esperanza de que la causa por la cual López, Agüero, Armenteros, Crittenden y sus compañeros sufrieron, no está muerte ni desesperanzada. Un pueblo religioso, patriótico y civilizado, puede estar confiado, que a la causa que le ofrece su corazón y su espíritu habrá de triunfar siempre.
Caballeros, infelizmente han muerto grandes hombres, pero las grandes ideas, las grandes causas que animan la mente y mueven el corazón de estos hombres nunca morirá.
Esta verdad, tan simple que hasta los niños pueden comprender, han estado sin embargo, lejos de la comprensión del gobierno español, de haberlo entendido, Cuba no estaría hoy en la posición en que se haya. Y aunque España ha combatido por cinco décadas a los revolucionarios de América, no ha comprendido, caballeros, la causa de estas revoluciones, ni ha hallado un remedio para ellas. Empecinada en su auto concebida política, y confiada en las únicas medidas que conoce para asegurar el poder, ha creído que asesinando a los hombres, asesina a su vez las ideas que interesan a las naciones.
Todos los despotismos son estúpidos y sanguinarios, pero el despotismo de España, además de lo anterior, es incorregible. Ni los cincuenta años de revolución en América, ni la experiencia de sus propios descalabros y pérdidas, ni la situación a que tales errores la ha conducido, han sido suficiente para inducirle a un cambio de política, de cambiar sus medidas para asegurar sus dominios: y todo lo que se ha experimentado antes en el continente, se está repitiendo ahora en Cuba -y lo digo sin errar, y solo lo esbozo, y quisiera decirlo con todas su letras- en Cuba, España quiere añadir a tanta barbaridad, la ferocidad africana. Y es hora de que los sepan y lo comprendan.
Solo me queda, probar lo que esbozo, y para ellos echemos una rápida mirada a los eventos de la revolución en Cuba.
La sublime idea, el noble sentimiento de la libertad y la independencia para Cuba estalló en el Departamento Central en la ciudad de Puerto Príncipe; un puñado de nobles jóvenes, con su noble jefe Joaquín de Agüero desafían a las fuerzas gubernamentales que les superan grandemente en número, son perseguidos, y su jefe y otros tres son capturados; llevados al paredón de fusilamiento, y ejecutados como advertencia y para aterrorizar al pueblo. ¿Cuál es el resultado?. La sublime idea que generaron estas yacentes cabezas, buscan refugio en otros cuarenta mil hombres en esa jurisdicción, y ahora piensan y sienten como lo hicieron Agüero, Zayas, Benavides y Betancourt pensaron y sintieron.
Un poco antes la misma idea tomaba cuerpo en la localidad de Trinidad. Armenteros y otro puñado de bravos hombres se pronunciaron también. El gobierno con sus numerosas fuerzas los atraparon, y el jefe y otros dos bravos fueron ejecutados. ¿Cuál es el resultado? Por tres hombres asesinados por el gobierno, otros treinta mil reciben la idea y sus corazones laten por la misma causa que defendieron Armenteros, Hernández y Arcis.
Más tarde el Gen. López desembarca 400 hombres en Playitas. Crittenden se separa del grupo principal y con cincuenta hombres cae en manos del enemigo. Este preparó el horroroso espectáculo -una carnicería- una escena dantesca a los ojos del mundo civilizado y cristiano, fusilando cincuenta norteamericanos entusiastas de la idea de la independencia de Cuba, el gobierno creyó asegurado el triunfo, bien. Hoy cincuenta mil hombres animados por Atares están animados por el mismo espíritu y dispuestos a defender la causa por la que Crittenden y sus compañeros se sacrificaron.
Finalmente el gobierno toma prisionero al jefe de los jefes, y levantando una ignominiosa horca, se felicita porque ahora si abatirá la cabeza que contiene el programa completo de la revolución cubana, y creen que asesinará la idea de la independencia de Cuba. Y cual es el resultado? Del Cabo de San Antonio a Maisí, no hay un solo corazón que no palpite con la idea que animó hasta la muerte a Narciso López y en 1854 hay aún más hombres, más corazones, más simpatías, más medios y recursos disponibles para ser sacrificados por la causa de la independencia de Cuba que las que tuvo Narciso López en 1851; y en este minuto mucho más que antes ha revelado ese gobierno su miedo y su impotencia para mantener tan injusta dominación.
El programa de los revolucionarios tiene cuatro artículos fundamentales: la independencia nacional, y las libertades civiles, religiosas, y comerciales. Los cuatro pilares sobre los que el bello edificio de la República de Cuba debe sostenerse
Creo, caballeros, que no será inconsistente con el objeto de nuestra concurrencia, emitir algunas ideas acerca de los artículos de este programa; creo que para servir a la causa de Cuba, se en persona, o con la inteligencia o el dinero, del modo que sea, se rinde homenaje a la memoria de López, y la de los mártires que han muerto por Cuba y su libertad.
La independencia de Cuba es el primer presupuesto de este programa revolucionario. En ellos se percibirá cuan lejos de las ideas de Narciso López y los líderes de la revolución estaba la idea de anexar a Cuba a los Estados Unidos, por medios que son indignos, humillantes y derogatorios a la dignidad del pueblo de Cuba. En él se comprenderá cuan grande es la pena y la indignación de los cubanos sensibles e inteligentes al ver como el gobierno norteamericano, que es el sistema republicano modélico en que se han inspirado y fortalecido nuestras ideas de independencia, libertad y los derechos y la dignidad del hombre, quisiera comprar a Cuba como se compra una finca de ganado vil para mejorar su raza. España, caballeros, es una madre injusta; cruel y desnaturalizada, pero aún así es una madre; pero sus injurias, los insultos y la opresión de una madre jamás han traído infamia a sus inocentes hijos. El gobierno español en Cuba es el ladrón que roba y espolia a Cuba de todo lo que posee; pero el gobierno de Estados Unidos es el violador que la deshonra. Yo, en el nombre de Narciso López, en el nombre del pueblo de Cuba, en el seno de esta asamblea, y ante la presencia de Dios Todo poderoso, hago esta solemne protesta contra el raptor y el violador de Cuba.
Si la idea de la anexión de Cuba a los Estados Unidos ha tenido nunca la menor consideración en el programa revolucionario de los jefes y los apóstoles de la revolución, ha sido acaso con la comprensión de que tal condición debe ser el resultado del deseo soberano del pueblo cubano, sin mancha o deshonor para Cuba; que como doncella bella y rica emancipada de la autoridad paternal, seleccionaría entre sus admiradores el esposo que mejor le complaciera, y que la tratara como a una dama, y no como a triste y redimida esclava. Si tal fuera el deseo del pueblo de Cuba en total posesión de de su territorio y en uso de su propia soberanía. Yo, con seguridad no estaría entre los que los censuraría o se lamentara. Pero que Cuba fuera comprada como si fuera la estancia de ganado vil que debe ser mejorado; mejor sería que se hundiera en el abismo del Caribe y el Golfo de México, antes que sus hijos amantes y honorables, contemplara su propio deshonor.
Hay otro punto del programa revolucionario sobre el que me gustaría opinar, y que considero de la más alta importancia y trascendencia para el futuro no lejano de nuestra amado país.
En otros aniversarios anteriores de esta conmemoración, como en el actual, he escuchado entre los cubanos, no diría con censura, pero sí con quejas sentidas que la Iglesia católica no ha permitido que honremos a los mártires cubanos con aquellas ceremonias funerarias que estamos acostumbrados a ver en los países católicos, con la pompa y realce que hemos deseado.
Sobre tal punto quiero ser explícito. En el momento presenten el momento presente de la alborada de nuestra revolución y el establecimiento de un gobierno republicano democrático, es necesario que alguien puede tener el valor de afirmar en el seno de este convite, que no puede haber independencia, ni libertad civil, donde no hay independencia religiosa. Donde quiera la religión se vincula con el estado, y se le asume como religión de estado, entonces no hay otro modo que lograr un cambio en la forma de esclavitud. Sea la religión que sea, cristiana católica, protestante, griega, hebrea o mahometana, y bajo cualquiera sea la forma de gobierno, absoluto, monárquico, aristocracia constitucional, republicano democrático, es la misma cosa, porque la iglesia y el estado están ligados, y existe por necesidad una doble esclavitud, política y religiosa y el pueblo estará oprimido por tiranos y engañado por impostores.
Este principio de la independencia o separación de la iglesia y el estado es es el más necesario en la república, porque está rigurosamente de acuerdo con la doctrina de Jesús de Nazaret que dijo: “Mi reino no es de este mundo”, y cuando fue preguntado si el tributo debía ser pagado al César, dijo: “Dad al cesar lo que es del César y a Dios lo que es de Dios” Por eso se ha violado ese principio y la iglesia se mezcla en política uniéndose al gobierno, entonces la iglesia se mantiene en un estado de concubinato, en un estado de adulterio que es peor, que el concubinato, separada de su legítimo esposo, y abrazada al poder temporal, para servir a sus caprichos y miras, sus maquinaciones y sus intereses mundanos. Aquellos a los que Cristo llamó pescadores de almas, el gobierno los ha convertido en pescadores de cuerpos, en aguaciles, informantes e inquisidores de hombres. Permitan que la iglesia y el estado se ayunten y verán la Cátedra del Espíritu Santo transformada en una tribuna donde pronunciar discursos fúnebres a favor de de reyes y emperadores, grandes capitanes y conquistadores, a los que nunca imitaríamos, porque la mayoría de ellos han sido el escarnio de la humanidad. Y entonces no le será permitido celebrar con panegíricos y oraciones fúnebres a los defensores de los derechos del pueblo, ni a los que se sacrifican por la causa de la libertad. Pobre de Cuba, si estableciera la no menos impolítica e impía creación de la religión del estado, y si no establece como su principal ley política la absoluta separación de la iglesia del gobierno de la República.
Y no es solo el uso de la fuerza armada la que se usa para perpetuar la dominación de España en Cuba, y para frustrar cada proyecto de una revolución, Otras armas, aún más mortíferas, se usan contra Cuba y los cubanos. La diplomacia y la lógica se emplean por igual para mantener el estado de cosas en Cuba. Hemos visto al gobierno de Estados Unidos interferir en más de una ocasión a favor de España, para abortar los proyectos de independencia de Cuba. En este mismo instantes, y con el plan de comprar a Cuba vemos los deseos de los poderosos que no toman en cuanta el legítimo derecho del pueblo cubano, el legítimo dueño de su suelo- que no ha sido consultado de manera indirecta. Hemos visto a Francia y a Inglaterra solicitando más aliados para garantizar que España siga poseyendo a Cuba y acabar con el progreso de la revolución, e interferir con su condición social y sus intereses económicos, que sólo los cubanos tienen el derecho a regular. Con el mismo fin la prensa oposicionista presta asistencia para desacreditar la revolución en Cuba, para destruir el prestigio de sus líderes y sus apóstoles, usando la sofística y las diatribas, e incluso ridiculizando al pueblo cubano.
Entre los sofismas más repetidos se cuenta:
Que el pueblo de Cuba no está preparado para la libertad, ni es capaz de dirigir sus propios intereses.
Si el pueblo de Cuba no está preparado y no es capaz de dirigir sus propios intereses, entonces que nos ha enseñado España en tres décadas y sesenta años en que nos ha educado. ¿De quién es la falta, del maestro o de los alumnos? ¿Y no será locura seguirle pagando al mismo maestro que no domina el arte que profesa enseñar, ni siquiera para aplicarlo en su propia casa? La verdad es que el pueblo español ha combatido por cincuenta años por un gobierno popular y representativo e incluso ahora se ha lanzado a una revolución para revalidar los pocos derechos que ha logrado al costo de la sangre derramada por los más generosos sacrificios. El argumento que se usa contra el autogobierno y la independencia de los cubanos es el que mejor prueba la necesidad de despedir al maestro y de aprender a gobernarse, empezando por establecer la más completa libertad civil, religiosa y comercial.
Otro de los cargos que se le imputan al pueblo cubano es el de ser un pueblo vil y cobarde, incapaz de conquistar su propia libertad.
Este es otro sofisma, caballeros, que pretendo rebatir con un simple hecho, del que el gobierno español y todos los que sirven su política han tenido a bien esconder. El hecho es que de entre todos los cubanos que han sacrificado sus vidas en defensa de la causa de su patria, lo mismo en el campo de batalla como en el cadalso, de ellos ni el gobierno español, ni ninguno de sus alabarderos han podido calificar a ninguno como tales. Lo que murieron en batalla lo hicieron con bravura enfrentándose a fuerzas desiguales, de uno contra diez; y los que han sido ejecutados, desde Joaquín de Agüero a Narciso López, murieron como “hombres resueltos a perseverar en su verdad, como los que canta Horacio en sus versos.
Aunque el mundo se quebrara
Y la ruina y la confusión reinaran,
Escucharían imperturbables el poderoso crujido
Y permanecerían firmes en medio de la destrucción.
Así no mueren los hijos de un pueblo cobarde. Es tiempo que concluya. Estos honores fúnebres, estas ceremonias cívicas para manifestar el amor y gratitud del pueblo de Cuba, ciertamente los honran. Pero este no es todo nuestro deber, no es lo que apacigua la memoria de los héroes y mártires de la independencia y la libertad de Cuba. Tenemos algo más que hacer, algo que el espíritu de Narciso López desde el cielo nos recuerda desde las palabras de Isaías: “El pueblo me alaba con su palabras y me honra con sus labios, pero su corazón está lejos de mí”. Tenemos que hacer cumplir en todas sus partes el programa escrito con la sangre de los mártires; tenemos que completar su obra. Yo así lo espero, como el mundo lo espera también. Pero para lograrlo, es preciso que el pueblo cubano le presente al mundo el hermoso espectáculo de un pueblo de hermanos unidos, con un solo deseo y un mismo espíritu, un mismo sentimiento, y un firme propósito, el de liberar a su madre cautiva.
Es necesario que el pueblo cubano haga grandes sacrificios, y los consideren insignificantes, si lograran la ansiada libertad. Y finalmente, es necesario que cada cubano que merezca el noble y grande calificativo de patriota, se niegue a sí mismo. Tome la cruz de Narciso López y marche con ella hasta el Gólgota. Entonces veremos realizado el gran programa revolucionario, la redención de Cuba, y la más bella creación del siglo diecinueve- ¡la República de Cuba!