Monday, August 9, 2021

El Viajero Inmóvil entra en su Paradiso (por Roberto Méndez Martínez)


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El Viajero Inmóvil entra en su Paradiso


por Roberto Méndez Martínez
Texto publicado originalmente en este blog, en el año 2009
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A principios de 1966, cuando irrumpió Paradiso en las librerías cubanas, José Lezama Lima estaba próximo a cumplir cincuenta y seis años y le faltaban apenas diez para encontrarse con la muerte. Para entonces ya era un hombre corpulento, asmático, que se autodefinía católico y que había fundado y dirigido a lo largo de su vida un puñado de revistas culturales que muy pocas personas podían recordar. Aunque lo esencial de su obra había visto la luz, títulos como La fijeza, Analecta del reloj, La expresión americana y Dador eran poco menos que terra incógnita para la mayor parte los lectores. Todo esto podría ayudar a explicar la mezcla de reacciones con que fue recibido aquel volumen de seiscientas diecisiete páginas, invitadora cubierta diseñada por Fayad Jamís y azarosa impresión: miedo, rechazo, atracción morbosa. Se habló de hermetismo y también de pornografía, se le llegó a negar con furia no sólo la condición de novela sino hasta la más general de texto literario. Pocos libros entre nosotros se aquilataron tanto en la prueba de la negación como este.

Por aquellos días el poeta escribía a su hermana Rosa: “Para mí ya ha sucedido todo lo que podía tocarme: el advenimiento de Cristo y la muerte de mi madre. Pues creo ya haber alcanzado en mi vida esa unidad entre los vivientes y los que esperan la voz de la resurrección, que es la eterna contemplación”(1). La novela debía ser precisamente la expresión de esa plenitud espiritual, a la vez que el remate de su dilatada obra.

Entre sus papeles inéditos, el escritor dejó unos apuntes para una conferencia sobre Paradiso que debía impartir a un grupo de estudiantes de Arquitectura – aunque no hay noticias de que ésta se efectuara realmente-. Allí asegura:
Paralelo al sistema poético comenzaron a surgir los capítulos del Paradiso. Era como su ilustración, su iluminación. Los personajes comenzaban a relacionarse como metáforas y las situaciones se comportaban como imágenes.

La poesía y la novela tenían para mí la misma raíz. El mundo se relacionaba y resistía como un inmenso poema.

Una frase mía que he repetido: cuando estoy oscuro, escribo poesía; cuando estoy claro, escribo prosa. Esa aparente dicotomía vino a resolverse en forma unitiva en mi novela. Yo creía que era claro porque ahí estaba mi familia, mi madre, mi abuela, mi circunstancia, lo más cercano, el recuerdo de las cosas inmediatas, pero muy pronto las cosas comenzaron a complicarse.(2)
Para el propio autor, su novela se resiste a las definiciones. Es muy probable que influya en ello lo dilatado de su composición, pues los primeros capítulos comenzaron a redactarse en la década del 40 y el último se concluyó pocos días antes de mandarlo a la imprenta, lo que establece casi un arco de dos décadas entre la primera página y la conclusiva. Muy probablemente, al inicio de su labor, el narrador creía estar cumpliendo simplemente con el mandato familiar: contar unas memorias, reconstruir el rostro de la figura paterna, ir a las razones primeras de su condición de escritor. El texto se fue llenando de implicaciones, junto a lo inmediato y familiar apareció “lo que se encuentra en la lejanía, lo arquetípico – el mito.”(3) El libro devino una especie de summa totalizadora.

Nada más ajeno a Lezama que la novela realista, de voluntad especular. Su misión no era la de Balzac, ni la de Tolstoi, ni siquiera la de su admirado Dostoievski. El volumen que forjó en la sombra de la casa de Trocadero, con portentosa tenacidad, se ubicaba voluntariamente en el linaje de los libros donde asunto, personajes, situaciones, son apenas el signo visible de algo invisible, en las que el devenir narrativo es un modo perceptible de discurrir sobre verdades trascendentales y esclarecer enigmas. Su mundo era no sólo el del Ingenioso Hidalgo, sino también el de Gargantúa y Pantagruel de Rabelais y el de algunas de las novelas fundamentales del siglo XX europeo: Retrato del artista adolescente de James Joyce, La montaña mágica y Doctor Faustus de Thomas Mann, El juego de abalorios de Hermann Hesse y La muerte de Virgilio de Hermann Broch. En una elipse muy propia de su estética, la tradición medieval y barroca entronca con el mundo de las vanguardias, pasando por encima del costumbrismo y el realismo.

A primera vista, Paradiso pudiera ser calificada como una “novela de aprendizaje”, pero habría que convenir en ese caso en aplicarle el calificativo de “hipertélica”, porque en ella el camino no va de la infancia a la adultez, ni de la ignorancia pueril a la madurez, sino que significa algo mucho más ambicioso: el encuentro del hombre con la imagen, la recuperación del nexo trascendente que permite al hombre religarse al Cosmos y en ese sentido queda planteada la necesidad de una teología nueva. Como ha señalado Ramón Xirau, en la novela “lo infernal, el mal del mundo, se trasmuta para poner en carne viva la imagen de las resurrecciones. Paradiso es una de las grandes summas que Lezama buscaba en La expresión americana.”(4)

Sin embargo, este volumen totalizador, colocado en la cima de su obra poética y ensayística es también una gran sustitución: se trata de una lectura de una porción considerable de la historia cubana para dotarla de sentido. El vacío moral de una república espectral es llenado con una tradición que viene desde los tiempos de los emigrados cubanos en Jacksonville que escuchan la palabra de Martí y se prolonga en los versos patrióticos de Doña Mela, en las costumbres familiares donde lo criollo no cesa de forjarse en su compleja mixtura con lo español y con la sangre africana, en el diálogo de los amigos que mezclan los más abstrusos referentes culturales con el humor y el despertar del Eros y la manifestación estudiantil como ruptura de los hijos luminosos de Upsalón con un gobierno sombrío. Por tanto, aunque es innegable la presencia en el libro de un sentido teológico – bien que heterodoxo y marcado por el “creíble porque es increíble” de Tertuliano- junto a él se impone una teleología: a través de sus páginas el hombre busca no sólo su configuración final y su salvación ante la Divinidad creadora, sino también se procura el encuentro con el destino nacional.

Todo esto se nos entrega a través de la acumulación de referentes culturales que no sólo acuden a las civilizaciones de Egipto, China, Grecia y Roma, ni a los variadísimos mundos de la alquimia medieval, la heráldica, la ópera, el ballet, sino también a la cultura popular tradicional cubana, desde la décima y el refranero campesino, hasta las oraciones y ensalmos populares, la devoción a la Virgen de la Caridad y la evocación espiritista de los muertos. Lo que evita que elementos tan heteróclitos se conviertan en una exhibición de pedanterías es el recto sentido poético de la obra.

No hay que olvidar los nexos de la novela con el más denso de sus libros poéticos: Dador, texto que precisamente propone un tránsito por las “eras imaginarias” que desemboca en la vida cotidiana del poeta, en la amistad y en la unidad coral de lo cubano. No es gratuito que en la citada conferencia nos recordara que: “En América todo marcha unido a las fuerzas cósmicas, la novela ofrece una polarización concurrente. En Europa la novela ensayo de Mann, la novela filológica de Joyce, la búsqueda del tiempo en Proust, pero en América todo eso se da unido por la poesía.”(5)

Mas no es cierto que Paradiso sea sólo un largo poema, como han afirmado algunos conservadores que quieren negar al libro la condición de novela, por no atenerse a ciertos cánones narrativos. El libro es novela y también poema y ensayo, porque salta por encima de las fronteras genéricas para pretender una totalidad con un sentido muy barroco, de sumatoria de elementos no muy jerarquizada, donde el detalle, al modo manierista, parece ocupar el lugar de la totalidad, para conducir al lector a una morosa fruición de alguna arista de la realidad, desde la degustación de un dulce o un verso antiguo hasta el asombro de la cópula.

Aunque Paradiso no posea el “tablero de instrucciones” de su hermana Rayuela es un libro de múltiples lecturas. Precisamente su grandeza estriba en su inagotable capacidad para retarnos: puede leerse como poema o como novela transgresora, disfrutarse como singular crónica de lo cubano o mirarlo como una parodia de la Divina Comedia, donde el protagonista se acerca al Paraíso cristiano después de haber recorrido las más variadas y sombrías experiencias. Las únicas miradas que esta escritura no acepta son la del bachiller normativista y la del falso ignorante que se espanta de la riqueza que le rebasa. No mucho después de aparecido el libro, el crítico Emir Rodríguez Monegal nos advertía:
Para poder leer hondamente Paradiso habrá que esperar que pasen algunos años, que se recojan en libro y circulen por todo el mundo latinoamericano las obras anteriores de Lezama y las posteriores que completan la novela, que se produzca esa contaminación de un orbe cultural aún indiferente por todas esas esencias que el nombre de Lezama convoca y concentra. Entonces, será posible empezar a leerlo en profundidad. Por ahora, lo único que podemos intentar es no leerlo tan superficial, tan analfabéticamente. Por sí sola, esta ya es una tarea mayor y en el contexto actual de la narrativa latinoamericana, imprescindible.(6)
Hoy día, cuando la obra del escritor cubano ha tenido una divulgación apreciable, al menos en el orbe hispanoamericano, la novela reclama nuevas lecturas y nuevas exégesis. A punto de cumplirse el centenario del nacimiento de Lezama, Paradiso continúa ante nuestros ojos, invitador y desafiante.

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  1. José Lezama Lima: “Carta a Rosa Lezama Lima, enero, 1966”. En: Cartas a Eloísa y otra correspondencia. Madrid, Editorial Verbum, 1998, p.109.
  2. JLL: “Apuntes para un conferencia sobre Paradiso”. En : Paradiso, Edición crítica, Colección Archivos, ALLCA XX, 1997, p.713.
  3. “Interrogando a Lezama Lima”. En: Recopilación de textos sobre JLL. Serie Valoración Múltiple, Casa de las Américas, La Habana, 1970, p.21.
  4. Xirau: “Crisis del realismo”, p.201.
  5. JLL: “Apuntes...”, p.715.
  6. Emir Rodríguez Monegal en Recopilación..., p.327.


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Información relacionada (en el blog):

Memorial card for José Lezama Lima



(Documentos de la Colección Cubana de la Biblioteca de la Universidad de Miami)

Sunday, August 8, 2021

No fue mi novia (por Joaquín Estrada-Montalván)




He saludado a M, y recordado:

Fui parte del "elenco" de "Los zapaticos de Rosa", que representaron en la cuadra de M, andaba trás ella, y una manera de demostrarle mi "amor" fue esa.

Eramos niños, andaríamos por los 10, 11 años de edad. Me había llegado "de afuera" un radio reloj, que el diseño era un libro, me decían los mayores: "parece una Biblia" (luego, cada vez que veo una Biblia, se me parece a aquel radio reloj).

Iba a visitar a M, algunos días en la temprana tarde, con mi camisa de mangas largas (abrochada en los puños, como debe ser), especulando mi radio en las manos (pero la gente veía una Biblia) y al llegar, pues a ensayar (no recuerdo si era uno de los viejos o Alberto el militar), nunca llegué a novio de M, tampoco a la puesta en escena de Pilar. Quedó todo en ensayo y atravesar Camagüey con la apariencia de un misionero (de esto no tenía conciencia). 

Only Your Love (by Kari Jobe)


Saturday, August 7, 2021

En Paz Descanse Alfredo Petit-Vergel.

Mons. Petit, perteneció a la generación de obispos cubanos (pre Raúl Castro) que llamaban a las cosas por su nombre, en privado y en público. (JEM)

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Hombre de Dios

por Mons. Antonio Rodríguez (padre Tony)
Texto tomado del Facebook de Palabra Nueva


Mons. Alfredo Víctor Petit Vergel (1936-2021) nació el 24 de julio de 1936. Su padre era un prestigioso otorrinolaringólogo. Poeta, declamador y agradable relator, que había estudiado en el Colegio de Belén de La Habana. Dio al hijo su mismo nombre. Su madre era enfermera y se llamaba Guillermina.

La residencia familiar estaba fijada en una casa de la calle San Miguel, cercana al magnífico local de la Agrupación Católica Universitaria, actual escuela de Psicología de la Universidad de La Habana.

Los dos primeros grados de la enseñanza primaria los cursó en un colegio privado laico, en el cual se impartía la asignatura de Religión y, de esta manera tomó la Primera Comunión en la parroquia de Ntra. Sra. del Carmen en esta ciudad. El padre le dio a escoger el colegio religioso donde deseaba cursar sus estudios. El niño Alfredo pidió estudiar en el Colegio La Salle, del Vedado, en el cual llegó a graduarse de Bachiller en Ciencias y Letras.

En el curso de 1954 ingresó en el Seminario El Buen Pastor de Arroyo Arenas. Allí cursó hasta primer año de Teología, pero al finalizar este curso, en 1959, el administrador apostólico sede plena de La Habana, Mons. Evelio Díaz Cía, envió tres seminaristas para estudiar la Teología en la Universidad Gregoriana de Roma. Estos eran los futuros sacerdotes Alfredo Petit, Carlos Manuel de Céspedes y el ingeniero Luis Casabón.

Los tres seminaristas cubanos fueron ordenados sacerdotes el 23 de diciembre de 1961 por el cardenal italiano Antonio Samoré en la capilla del Colegio Pio latinoamericano en Roma. El padre Petit concluyó su tercer curso de Teología en la primavera de 1963. Su tesis versó sobre Teología dogmática. Enseguida obtuvo el permiso gubernamental para regresar a Cuba y ya en ese verano fue nombrado por Mons. Evelio Díaz, párroco del Sagrario de la Santa Iglesia Metropolitana Catedral de La Habana. Poco después fue a residir al arzobispado de La Habana con el propósito de acompañar al solitario arzobispo.

En la tercera semana de junio de 1966 recibió una citación pare presentarse en el segundo llamado de las Unidades Militares de Ayuda a la Producción (UMAP), que estaban situadas en distintos territorios de la antigua provincia de Camagüey. Desde lo que fuera en ese momento el Jardín forestal de La Habana fue trasladado en un ómnibus Leyland, junto a un testigo de Jehová y el resto de los asientos del vehículo ocupado por presos comunes del Castillo del Príncipe, hasta un campamento de Camagüey. El ómnibus era custodiado por algunos militares. Los presos comunes lo trataron con mucho respeto, porque era un sacerdote.

Al llegar al campamento, la cerca perimetral de este no estaba construida. Al padre Petit y a otro recluta se les asignó levantarla con alambres de púas. Ambos la tuvieron que hacer sin guantes protectores. Cuando finalizaron, las manos de ambos estaban destruidas.

Los militares de su unidad le permitieron conservar La Biblia. En la UMAP desarrolló una hermosísima labor sacerdotal: la celebración clandestina de la misa en el cañaveral cercano al campamento. En horas de la noche, los católicos del albergue se reunían con el padre Petit para la celebración eucarística. La liturgia de la Palabra, utilizando la Biblia del sacerdote, se hacía a la luz de una linterna. Después continuaban la liturgia eucarística a oscuras, celebrada de memoria por el padre Petit, quien conservaba el vino embazado en frascos de medicinas y las hostias que cautelosamente su mamá le llevaba a la unidad.

A principios de 1967 hubo una orden militar por medio de la cual eran sacados de la UMAP aquellas personas mayores de 27 años de edad. Los tres sacerdotes reclutados en el segundo llamado, los padres Jaime Ortega y Armando Martínez, ambos de la diócesis de Matanzas, y el padre habanero Petit, estuvieron entre los beneficiados por esta orden militar. El padre Petit retornó a su familia en la segunda quincena de marzo. A los pocos días, el arzobispo Evelio Díaz le confió la parroquia del Salvador del Mundo en el Cerro. Allí estuvo hasta julio de 1984 y realizó una hermosa labor pastoral, sobre todo con jóvenes y enfermos de los hospitales aledaños.

En febrero de 1970 el nuevo arzobispo, Mons. Francisco Oves, lo nombró canciller de la arquidiócesis de La Habana. En este cargo estuvo hasta 1975. El 13 de septiembre de 1976, el propio arzobispo comunicó la noticia de que el Papa San Pablo VI honraba al padre Petit y a cuatro sacerdotes habaneros más con la dignidad de capellán de honor. Desde ese momento se le podía llamar Monseñor.

En febrero de 1980 el administrador apostólico sede plena de La Habana, Mons. Pedro Meurice lo nombró nuevamente canciller de la arquidiócesis. En julio de 1981, la Conferencia Episcopal de Cuba nombró a Mons. Petit rector del Seminario San Carlos y San Ambrosio, al mismo tiempo continuaba siendo párroco del Salvador del Cerro. Al concluir su labor en el seminario en julio de 1984, el nuevo arzobispo habanero, Mons. Jaime Ortega le confió la parroquia de San Francisco de Paula en la Víbora. El 15 de noviembre de 1991, el Papa San Juan Pablo II lo nombró obispo auxiliar de La Habana, responsabilidad en la que estuvo hasta finales de abril de 2016 cuando el Papa Francisco, por motivos de edad, aceptó la renuncia que cinco años antes le había presentado al Papa Benedicto XVI.

Mons. Alfredo Petit recibió la ordenación episcopal de manos del arzobispo Jaime Ortega el domingo 12 de enero de 1992 en la Catedral de La Habana. Los obispos co-consagrantes fueron los monseñores Pedro Meurice y José Siro González Bacallao.

Al ser obispo auxiliar de La Habana, el arzobispo Ortega lo nombró Vicario General y le encomendó la Vicaría de Víbora, Calabazar, Santiago de las Vegas, Rincón, el Centro sur habanero y la Isla de la Juventud, además, dirigió la comisión episcopal de ecumenismo e impartió clases de Derecho canónico en el Seminario de La Habana. En julio del 2012, el cardenal Ortega lo nombró vicario judicial de la arquidiócesis de La Habana, responsabilidad que mantuvo hasta hoy. Impartió también clases de Patrología (1974), Ecumenismo (1978) y de gestión parroquial en años más recientes.

El 27 de agosto de 2017 cesó como párroco de su querida iglesia de San Francisco de Paula.


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Parroquia San Francisco de Paula.
La Habana.
Fotos/Palabra Nueva  Yarelis Rico Hernández
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Foto del "Hotel del Norte", Puerto Tarafa, Camagüey. Año 1923

 


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Dra. Isabel Carrasco. Camagüey 1923.

(Cuba. Octubre 1966) El Coppelia de la Habana

 


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(Cuba. Octubre, 1966) Luz María Collazo


"Luz María baila. Desde 1961 pertenece al conjunto de Danza Moderna. Dice: "El trabajo de las bailarinas es duro. La danza moderna es nueva en Cuba y muchos aún no la entienden. A veces hemos actuado a teatro vacío. Es duro el ofició de bailar. Personalmente, me atrae la música actual: tiene más vida, nos da a quienes bailamos mayor libertad de expresión y de movimientos. Hay dos compositores cubanos que admiro mucho: Leo Brower y Juan Blanco". 

Luz María Collazo tiene 22 años. es hija de Juan y Félida: él mecánico, ella costurera. La bailarina dice: "Me gusta leer" .. Otra confesión: "Al ir a mi trabajo en el ómnibus, leí estos días los cuentos de Kafka. Es difícil el hombre. Tres veces he tenido que leer algunos para empezar a entenderlos. Difícil el hombre".

Friday, August 6, 2021

Attlantie Jazz – Band una orquesta de jazz guaimareña. (por Desiderio Borroto Jr.)

Nota del blog: Sección semanal en el blog Gaspar, El Lugareño, dedicada a Guáimaro, a cargo del historiador Desiderio Borroto Jr.


La historia de la música en la villa de Guáimaro se remonta al siglo XIX con algunos despuntes en las postrimerías del XVIII pero su consolidación ocurrió ya en el siglo XX, tríos, sextetos, septetos, banda de música pero la primera orquesta fundada en Guáimaro estuvo a cargo del maestro – músico Agapito Moré Zaldívar en 1930, esa orquesta fue precisamente una jazz – band a la que nombró Attlantie Jazz-Band, 


Agapito Moré había recibido influencias del jazz porque antes había escuchado una grabación de la Original Dixieland Jass Band que lo impresionó notablemente al punto de crear una orquesta a imagen y semejanza de la de Nueva Orleans, éste maestro – músico que fue el fundador de la primera academia de música de Guáimaro y el director creador de la Banda Municipal de Música.

En 1930, Agapito Moré reunió a un grupo de músicos guaimareños y formó la orquesta Attlantie Jazz–Band que se mantuvo en el panorama musical local y de los pueblos cercanos como Elia, Hatuey, Las Tunas, El Francisco, Cascorro hasta 1932. Integraron esa orquesta guaimareña que ya fundía jazz con ritmos cubanos: Álvaro Agramonte en el saxofón, Amable Escalante en el clarinete, Juan Cancio en el piano, Arsenio Meriño en el timbal (batería),Ermidelio Carraté en el violín, trompetistas Gualín Martínez y Ramón García, en el trombón Vicente Core, la dirección la llevó Agapito Moré y el manager de la orquesta fue Juan C. Ávila. 

La orquesta Attlantie Jazz- Band tuvo un formato instrumental muy similar a las orquesta de jazz de Nueva Orleans de esa misma época. En 1933 Agapito Moré Zaldívar se traslada de Guáimaro a Santa Cruz del Sur que había sido arrasado por el ciclón y ras de mar, él se encargaría allí de refundar la banda de música de ese pueblo mientras se reconstruía del desastre meteorológico.




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Desiderio Borroto Jr. (Guáimaro 1961) Licenciado en Historia por la Universidad de Oriente y Master en Cultura Latinoamericana por la Universidad de las Artes en Cuba. Historiador, escritor, guionista radial y curador. Ha obtenido varios Premios y reconocimientos por su obra como investigador histórico y escritor.

Tiene publicado varios libros, entre ellos Abrazado sobre la Tierra (1996), El Guajiro Barba (2001), Historia de Guáimaro: Época colonial (2003), Historia de Guáimaro: República y Revolución (2005), La Vista Gorda (2007), ensayos, entrevistas y artículos han aparecido en colecciones y antologías como: Cien años con Soler Puig (2016), Calixto García la nobleza de servir a la Patria (2018), Cuando la luz del mundo crece: Sesquicentenario de la Asamblea de Guáimaro (1869-2019) (2019). También publicaciones suyas ocupan páginas de los Cuadernos Principeños, Revista Antena, Revista Santiago, Revista Viña Joven. Además de antologías y revistas de España, Uruguay e Israel.

Dulce Amor (un poema de Thelma Delgado)



Dulce amor que creces en silencio
Apacible, blanco, tibio y perfumado
Dime, ¿eres acaso rosa bañada de rocío?
¿O el beso apasionado y largo
Que me dió mi amado?
Tiernas manos que acarician la noche
Y dan calor apaciguando el frío
Dime, ¿olvidaste aquel reproche
Y preferiste el cariño mío?
Eres amor con corazón de Niño
Que juega a pelearse con una grande ola
Sonríes y haciéndome un guiño
Corres feliz a pescar otra caracola.




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Pedro Simón Martínez, “los ojos cultos y devotos de Alicia Alonso”, amén de prestigioso intelectual sin par. (Entrevista por Baltasar Santiago Martín)


El primer recuerdo que me viene a la mente de mi relación con el investigador literario, profesor, crítico y escritor cubano Pedro Simón Martínez, tiene que ver con el homenaje, a nombre de la Unión de Arquitectos e Ingenieros de la Construcción de Cuba (UNAICC), que preparé para Alicia Alonso en 1993, con motivo del 50 aniversario de su debut en Giselle, el 2 de noviembre de 1943.

Tras un primer intento fallido con Farah, la secretaria de Alicia, para celebrar dicho homenaje en nuestra sede de Humbolt e Infanta, acepté su propuesta de que se realizara en el Café Cantante del Teatro Nacional, de conjunto con este coliseo y con la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), que también solicitó unirse a nuestro homenaje (confieso que mi hermosa y agradecida amistad con Nisia Agüero, entonces directora del Teatro Nacional, fue lo que me hizo aceptar realizar el homenaje allí, con la UNEAC incluida).

Tras la intervención de Miguel Barnet a nombre de la UNEAC, me correspondió a mí leer un poema de mi autoría dedicado a Alicia, titulado: “Para Alicia Alonso, wili, cisne, gitana y compañera”, para luego pasar a la entrega de varios obsequios que teníamos preparados para Alicia: un retrato suyo al óleo, hecho por Ramiro Zuaznábar; un diploma diseñado por Danilo Arditti, más unas zapatillas de cobre repujado sobre una base de madera preciosa y el consabido ramo de flores.

De regreso a mi asiento, Pedro Simón se acercó a nuestra mesa y me dijo: “Alicia quiere agradecerle personalmente el homenaje”, por lo que fui con él hasta donde Alicia se encontraba sentada. La diva extendió sus dos manos hacia mí, tomó mi mano derecha entre las suyas, y me expresó: “Ingeniero, muchas gracias por este homenaje tan bonito y por ese poema que usted me ha dedicado. Es la primera vez que el Colegio de Arquitectos me hace un homenaje, y lo agradezco mucho”, a lo que yo respondí: “Alicia, usted se merece todos los homenajes del mundo”.

Varios días después, visité a mi gran amigo José Ramón Rodríguez Neyra, en su oficina del Departamento de Divulgación del Ballet Nacional de Cuba (BNC), para ir a almorzar juntos al comedor del ballet, y volví a ver a Pedro Simón. Lo saludé y le pregunté si los regalos habían sido de su agrado. Me respondió, haciendo gala de una sinceridad admirable –que me sorprendió y me gustó mucho a la vez–: “El diploma sí, mucho; pero el retrato no, ni las zapatillas”. Le confesé que a mí tampoco me habían gustado las zapatillas de cobre repujado, pero que no quise hacerle un desaire al artesano que con tanto amor las había hecho para Alicia.

El 4 de septiembre de 1994 me fui a vivir a México, y en 2000 llegué a Miami. En 2009 comencé a escribir una novela biográfica sobre Alicia, titulada inicialmente: “Alicia Alonso. Bailar al borde”, y en agosto de ese mismo año viajé a Cuba para celebrarle el cumpleaños 87 a mi madre, Elsa Garrote, y el 89 a mi tía Lola, ambas grandes admiradoras de Alicia desde muy jóvenes, y decidí ir a la sede del BNC para ver a Alicia y hablarle de mi novela sobre ella.

Farah, su ya mencionada secretaria, me dijo que Alicia no estaba allí, y cuando ya me marchaba, la persona que atendía Divulgación en esa época me reconoció y me dijo que me invitaba a la Conferencia de Prensa que Alicia iba a dar en el Hotel Cohiba.

Una vez allí, mientras Alicia y Pedro entraban al salón de la conferencia, los saludé y le pude hablar a Pedro de mi novela en preparación. Al finalizar el evento, Marlene Pérez, la secretaria de Pedro, se me acercó para decirme que Pedro me iba a recibir a las 5 de la tarde, en su oficina del Museo Nacional de la Danza.

De más está decir que acudí puntualmente y que encontré en Pedro a un entusiasta colaborador de mi novela, con anécdotas y referencias bibliográficas invaluables, colaboración que se ha mantenido ininterrumpidamente hasta el día de hoy, gracias a Dios, a San Lázaro y a todos nuestros santos protectores, pues ya de regreso a mi casa en Hialeah comencé un fructífero intercambio –vía email– con Pedro sobre mi novela en proceso, y puedo decir que su valiosa ayuda y apoyo han sido imprescindibles para mi novela –cuya primera parte, desde 1920 hasta 1959, ya está lista y revisada para su publicación– y me han hecho tomarle un gran afecto, aparte de la admiración y el respeto que desde que yo vivía en Cuba siempre sentí hacia su obra y su absoluta devoción por nuestra prima ballerina assoluta, de ahí que haya decidido, sin ninguna duda, que la entrevista que hacía tiempo le quería hacer se titule: “Pedro Simón, ‘los ojos cultos y devotos de Alicia Alonso’, amén de prestigioso intelectual sin par”, porque creo que limitarlo solo a su relación con Alicia es muy reduccionista e injusto.

El investigador literario, profesor, crítico y escritor cubano, especializado en temas teóricos e históricos de la danza, Pedro Simón Martínez, nació el 6 de enero de 1938 en Agabama, un pueblo del municipio de Fomento, en la antigua provincia de Las Villas, hoy en la provincia de Sancti Spíritus, donde cursó sus primeros estudios y luego los continuó en Fomento

En 1951 ingresó en el Centro Politécnico Superior de Ceiba del Agua, en el que se graduó en 1956 –año en el que ya se radicó en La Habana– como Técnico en Laboratorio de Química Industrial, especialidad que nunca ejerció.

A partir de 1957, estudió varios años en el Conservatorio Municipal de Música de La Habana; cursó la Carrera Administrativa en la Universidad de La Habana, y obtuvo en ese centro las Licenciaturas en Derecho Diplomático y Consular (1963), y en Derecho Administrativo (1964).

En 1963 fue seleccionado entre los graduados universitarios para incorporarse a la Escuela Nacional (ENIR) Raúl Cepero Bonilla, en la cual tomó un curso intensivo para la formación de profesores de Filosofía. En 1964 recibió, en la Facultad de Humanidades de esa Universidad, el título de Doctor en Ciencias Sociales y Derecho Público.

A partir de 1964 impartió clases en la Escuela de Comercio Exterior y en la Escuela de Cuadros del Ministerio de Trabajo, y luego ejerció como profesor de Filosofía en la Universidad de La Habana hasta 1967, año en que integró un equipo especial de estudios internacionales en la Comisión de Relaciones Exteriores del Comité Central del PCC, y formó parte del Comité Cubano de la Conferencia de la Organización Latinoamericana de Solidaridad (OLAS).

En 1968 ingresó en la Casa de las Américas, como miembro del equipo fundador, encabezado por Mario Benedetti, del Centro de Investigaciones Literarias de esa institución, al cual perteneció durante tres décadas. Tuvo una particular responsabilidad en la creación y conservación del Archivo de la Palabra de la Casa de las Américas. Entre sus trabajos de investigación literaria se destacan los realizados sobre José Lezama Lima y Dulce María Loynaz, de cuyas obras fue estudioso y promotor durante varios años.

A partir de 1969 se desempeñó, paralelamente, como crítico y periodista consagrado a temas relacionados con el arte de la danza, mediante colaboraciones aparecidas en varias publicaciones, entre ellas Granma, Juventud Rebelde, Verde Olivo, Romances y Cuba en el Ballet.

Sobre la danza y otras cuestiones culturales ha colaborado además en el Boletín de Música (de la Casa de las Américas), Bohemia, Cuba Internacional, Conjunto y la revista venezolana Imagen. También, en 1969, fundó el programa radial Ballet, por CMBF, Radio Musical Nacional, emisión que dirigió y en la que participó como comentarista durante más de diez años. Participó como alumno en el seminario “Apreciación y crítica de Ballet”, ofrecido en la Habana por el célebre especialista inglés Arnold L. Haskell.

En 1970 integró el consejo de dirección fundador de la revista Cuba en el Ballet, y a partir de 1974 asumió individualmente la dirección de la publicación, responsabilidad que ha mantenido durante más de cuatro décadas. A partir de 1970, en varias ocasiones, fue enviado especial de la agencia noticiosa Prensa Latina, a los Concursos Internacionales de Ballet de Varna y Moscú.

El 5 de agosto de 1975 se casó con la prima ballerina assoluta Alicia Alonso.

Foto de Pedro Simón junto a Alicia Alonso disponible en la colección del Museo Nacional de la Danza.
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Como funcionario del Ballet Nacional de Cuba, ha viajado extensamente por América Latina, Europa, Asia, África, Australia, Canadá y los Estados Unidos, en tareas periodísticas y de relaciones públicas.

Ha dictado conferencias, en Cuba y otros países, sobre temas de literatura y danza. Sus estudios acerca de la Escuela Cubana de Ballet y otros aspectos del arte de la danza teatral, han contribuido a conformar el perfil teórico del ballet cubano. Durante cuatro décadas recogió imágenes, como fotógrafo testimonial, de importantes momentos de la trayectoria personal y artística de Alicia Alonso. Esos trabajos han sido exhibidos en varias exposiciones.

En España, preside el Patronato de la Fundación de la Danza “Alicia Alonso”, e integra el Consejo Rector del Instituto Universitario de la Danza “Alicia Alonso”, de la Universidad Rey Juan Carlos, en Madrid.

En 1998 fundó, y dirige hasta hoy, el Museo Nacional de la Danza de Cuba, institución adscripta a la Dirección Nacional de Patrimonio.

Es miembro de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC).

Reconocimientos

Ha recibido varios reconocimientos por su trabajo, por lo que le han sido otorgados:

  • Orden de la Amistad de la República Democrática de Vietnam (1978).
  • Orden Raúl Gómez García (1991).
  • En 1992 la Academia de Ciencias de Cuba seleccionó su Valoración Múltiple [sobre] Dulce María Loynaz como el mejor trabajo científico del año, en su género.
  • Distinción por la Cultura Nacional (1993).
  • Medalla Alejo Carpentier (2003).
  • En los años 2002 y 2013, respectivamente, fue condecorado con la distinción de Hijo Ilustre de los municipios de Fomento y Madruga.
  • En 2016, el Instituto Cubano del Libro le otorgó la Moneda Conmemorativa del Centenario de José Lezama Lima.

Bibliografía

  • Recopilación de textos sobre Gabriel García Márquez. Selección y notas de Pedro Simón, La Habana, Serie Valoración Múltiple, Ed. Casa de las Américas, 1969, 264 pp.
  • Recopilación de textos sobre José Lezama Lima. Selección y notas de Pedro Simón, La Habana, Serie Valoración Múltiple, Ed, Casa de las Américas, 1970, 384 pp.
  • Sobre García Márquez. Selección y notas por Pedro Simón, Montevideo, Ed. Biblioteca de Marcha (ed. actualizada y aumentada de la Recopilación de textos sobre Gabriel García Márquez, publicada anteriormente por la Casa de las Américas) 1971, 255 pp.
  • Giselle. Selección y notas; Pedro Simón, Miguel Cabrera, Ricardo Reymena, La Habana, Ed. Ministerio de Cultura, 1978, 103 pp.
  • Recopilación de textos sobre Juan Marinello. Selección de Trinidad Pérez y Pedro Simón. La Habana.Serie Valoración Múltiple, Ed. Casa de las Américas, 1979, 792 pp.
  • Giselle-Alicia Alonso-Vladimir Vasiliev. La Habana, Ed. Arte y Literatura, 1981, 256 pp., 2da, ed. 1985, idem. 3ra. edición: Barcelona, Ed. Niocia, 2013, 243 pp.
Cubierta del libro Alicia Alonso-Vladimir Vasiliev: Giselle. Historia y leyenda, de Pedro Simón.
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  • Homenaje a Dulce María Loynaz con motivo de su aniversario 85. (folleto de la exposición bibliográfica). Selección de textos y cronología por Pedro Simón, prólogo de Cintio Vitier, La Habana, Dpto. de Ediciones y Conservación de la Biblioteca Nacional José Martí, Ministerio de Cultura, 1987, 27 pp.
  • Recopilación de textos sobre Dulce María Loynaz. Selección y notas por Pedro Simón, La Habana, Ediciones Casa de las Américas y Editorial Letras Cubanas.1991, 847 pp.
Cubierta del libro Valoración múltiple: Dulce María Loynaz, de Pedro Simón.
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  • La danza en la órbita de Orígenes. Selección de Pedro Simón. Prólogo de Ivette Fuentes, La Habana, Ed. Cuba en el Ballet, 1994, 80 pp.
  • El bailarín: naturaleza y ámbito expresivo. La Habana, Ed. Gran Teatro, 1994, 12 pp.
  • La danza en Lecuona. La Habana, Ed. Cuba en el Ballet, 1995.
  • Alicia Alonso: órbita de una leyenda. [Coautor: Francisco Rey Alfonso] Madrid, Ed. Sociedad General de Autores y Editores (SGAE), 1996, 201 pp.
  • Sonetos por la danza. Antología de Pedro Simón. Tres ediciones: 1ª: La Habana, Ed. Cuba en el Ballet, 1996. 2ª: La Habana, Ed. Letras Cubanas, 2008. 3ª: Madrid, Ediciones Cumbres, 2013, 113 pp.
Cubierta del libro Sonetos por la danza, de Pedro Simón.
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  • En 2014, se antologó una amplia selección de sus ensayos y artículos, dados a conocer durante más de cuatro décadas, y se publicaron en Madrid, por Ediciones Cumbres, bajo el título El Ballet, una devoción (enfoques y precisiones), 609 pp.
Cubierta del libro El ballet: una devoción, de Pedro Simón
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  • Alicia Alonso en palabras de poetas. [Selección de Pedro Simón] [Prólogo de Marifé Santiago Bolaños] Madrid, Ediciones Cumbres, 2015, 201 pp.
  • Yo estaba allí / I was there. Imágenes tomadas por Pedro Simón / Images captured by Pedro Simón. Edición bilingüe. La Imprenta CG, Valencia, [2017], 168 pp.
Otros

  • Cuentos de Julio Ramón Ribeyro, Selección de Pedro Simón, La Habana. Colección, La Honda, Ed. Casa de las Américas, 1975, 310 pp.
  • Memorias de un maestro de ballet, de Mijael Fokín. Prólogo por Pedro Simón (p.7-15), La Habana, Ed. Arte y Literatura, 1981
  • Cercanía de Lezama Lima, por Carlos Espinosa. lncluye: "Horas privilegiadas con el poeta", por Pedro Simón. La Habana, Ed. Letras Cubanas, 1986, pp. 273-281.
  • Homenaje a Enrique Loynaz (antología de poemas, selección de cartas, críticas, cronología mínima y notas por Pedro Simón). La Habana, Ed. Gran Teatro de la Habana. 1987, 42 pp.
  • Flor Loynaz (Antología poética) selección y notas por Pedro Simón, La Habana, 1989, Edición Homenaje, Colección "La barca de papel", Ed, Ministerio de Cultura, 20 pp.
  • Poemas de Carlos Manuel Loynaz (antología poética). Selección y notas por Pedro Simón, La Habana, Ediciones Gran Teatro, 1989, 15 pp.
  • Bestiarium, de Dulce María Loynaz. Presentación de Pedro Simón, edición fascimilar, La Habana, Ed. Ministerio de Cultura-Uneac, 1991. Ed. fascimilar en braille al cuidado de Pedro Simón, La Habana, Ed. José Martí, 1993.
  • Poemas náufragos de Dulce María Loynaz. "Al Lector", prólogo por Pedro Simón, La Habana, Ed. Letras Cubanas, 1991, 52 pp.
  • Ensayos por Dulce María Loynaz. "AI lector" (presentación), por Pedro Simón. La Habana, Ediciones Homenaje, Ed. Instituto del Libro, 1992, 52 pp.
  • Alonso, más allá de la técnica, de María del Carmen Hechavarría. Prólogo por Pedro Simón, Valencia, España, Ed. Universidad Politécnica de Valencia, 1998. 2ª edición: Las Palmas, Gran Canaria, Imprenta Felipe Cabrera García, 2004. 3ª edición: La Habana, Ed. Letras Cubanas, 2008.
  • Ernesto Lecuona. Cartas, selección y notas de Ramón Fajardo. Incluye "Una fuente inestimable para futuras investigaciones", palabras de Pedro Simón en la presentación pública de la primera edición del libro, La Habana, el 22 de julio de 2013. Santiago de Cuba, Editorial Oriente, 2014, pp. 5-8.
Después de haber podido constatar todo ese espléndido universo creativo de este hombre tan “culto y devoto a Alicia, amén de prestigioso intelectual sin par”, solo me queda someterlo a mi amistoso interrogatorio:

Pedro, quiero que por un momento vuelva a ser el niño que comenzó la escuela primaria en Agabama. Cierre los ojos y dígame qué es lo primero que le viene a la mente; hábleme de sus abuelos, de sus padres y hermanos, y de esa casa y localidad donde vivió su infancia.

Me va a ser imposible abarcar en una respuesta todo lo que usted menciona, porque prácticamente se trata de mi autobiografía en todos esos años. Puedo decirle que fui un niño huérfano de padre desde que tenía 2 o 3 años, y con una madre muy valerosa que luchó para mantenernos y educarnos, a mi hermana y a mí, lo mejor que pudo. Mi padre había sido un comerciante asturiano, y mi madre procedía de una familia campesina, pero de un desarrollo intelectual por encima de la media de ese contexto. Mi madre, que fue obrera tabacalera —el tabaco junto al azúcar eran los dos medios de vida de la región en que nací—, pero, además, como tenía cierto nivel de escolaridad y vocación para hacerlo como medio de vida, puso una escuela en mi propia casa, donde enseñaba durante el día a los niños, y en las primeras horas de la noche a adultos analfabetos, que gracias a ella se alfabetizaron. Todos eran trabajadores de pocos recursos que le pagaban según podían, algunos con muy modestas cantidades de dinero, y otros en especie, es decir, traían artículos de consumo y alimentos. Así podían pagar la mensualidad de las clases, con viandas, pollos u otros artículos de que podían disponer. Cuando progresé en la escuela primaria de mi pueblo, al igual que mi hermana, ayudábamos un poco a mi madre enseñando a los alumnos. Vivíamos en el poblado de Agabama, un lugar inolvidable para mí, de gente luchadora, muy humana y solidaria.

Después de estudiar cinco años (de 1951 a 1956) y graduarse como Técnico en Laboratorio de Química Industrial, en el Centro Politécnico Superior de Ceiba del Agua, usted nunca ejerció esa especialidad; no obstante, ¿cuál considera que fue la ganancia de esos cinco años aparentemente perdidos, y cómo logró sobrevivir en la capital un joven “del campo”, con apenas 18 años?

Estar en ese centro fue un hecho muy importante en mi vida. Entré en él por una beca que me gané en una especie de concurso-oposición, y con un gran sacrificio de mi madre para poder trasladarme a La Habana, adonde viajé primeramente solo, aunque allí recibí cierta ayuda de unos parientes de mi madre. Esa escuela fue para mí una experiencia trascendental, donde estudié muchas materias de carácter general, aprendí a vivir lejos de mi familia, y sometido a una disciplina de estilo militar. No todo fue un paraíso, pero visto a distancia creo que el balance final fue beneficioso en mi formación, además de que allí me mantuve y maduré en una edad muy compleja en la formación de los jóvenes. Además, no solo me quedé luego a vivir en La Habana, adonde mi madre se había trasladado, sino que pude conseguir un modesto empleo como oficinista en una institución de asistencia social para niños.

Cuando Alicia bailó en Sancti Spíritus en 1956, estando usted ya viviendo en la capital, ¿lo supo en ese momento, o se enteró mucho después?

En ese momento, ni me enteré. Todavía Alicia Alonso ni el ballet habían entrado en mi vida, como ocurrió después.

A partir de 1957 usted estudió varios años en el Conservatorio Municipal de Música de La Habana: guitarra y canto, según leí en su vasto currículo, ¿adónde quedaron esas habilidades musicales adquiridas –y luego no ejercidas?

Pues quedaron como algo muy importante en mi cultura y mi personalidad. Estudié canto nada menos que con Zoila Gálvez, la eminente soprano y profesora, y tomé algunas clases de guitarra con Isaac Nicola. Pero el canto tuvo más fuerza, y ha durado más alrededor de mi persona, aunque no lo ejercí profesionalmente.

En 1964, ¡a los 26 años!, usted recibió, en la Facultad de Humanidades de la Universidad de La Habana, el título de Doctor en Ciencias Sociales y Derecho Público, algo que generalmente se logra con mucha más edad; ¿qué fue lo más difícil, y lo más placentero?

Lo más difícil fue que yo trabajaba y estudiaba al mismo tiempo, porque mantenía a mi madre y a mí mismo. Además, en algunas etapas, todavía dedicaba algún tiempo a la música. Lo más placentero fue todo lo que aprendí, y lo bien que me vino para el futuro.

Usted ha dicho que se considera un “aliciómano absoluto” y “que a Alicia no se le toca ni con el pétalo de una rosa”, ¿recuerda usted la primera vez que la vio bailar, y su primer encuentro personal con ella?

No recuerdo haber hablado en esos términos, aunque hay mucho de verdad en ello. No había visto bailar personalmente a Alicia Alonso y sentía una gran curiosidad por su arte y por el ballet en general. Aunque vivía un poco alejado del Teatro Amadeo Roldán (Auditórium), logré conseguir una entrada para una función en que ella bailaba. Recuerdo algo curioso: yo en ese momento era un gran admirador de la música de Mozart, que me provocaba unas sensaciones muy especiales al escucharla. Recuerdo que el día que fui a esa función de ballet, Alicia bailaba Coppélia. Cuando desde mi asiento vi de pronto a aquella mujer salir a escena, ocurrió en mí una emoción muy especial, y sentí una sensación muy parecida a la que en ese momento solo sentía oyendo a Mozart. Mi primer encuentro personal ocurrió años después. Durante un trabajo voluntario en el campo, al que asistían trabajadores del sector de la cultura —yo trabajaba ya en la Casa de las Américas como investigador literario—, mientras trabajábamos se formó una discusión alrededor del arte del ballet, en que unos lo atacaban y otros lo defendían. Yo tomé su defensa, y realmente creo que hablé durante horas. Al final de la jornada, se me acercó un compañero que yo no conocía y me preguntó: “¿Por qué tú no escribes sobre el ballet?”. Le contesté que nunca se me había ocurrido, porque mis especialidades habían sido la filosofía y la literatura. La persona que me hablaba me expresó que estaba muy impresionado con la forma en que yo había sabido defender el ballet; que él dirigía en ese momento la página cultural del periódico Juventud Rebelde, y que me invitaba formalmente a que colaborara con artículos críticos o divulgativos sobre el ballet. El compañero era el poeta, ya fallecido, Eduardo López Morales. Publiqué mi primer artículo, que fue precisamente sobre la interpretación del ballet Carmen por Alicia Alonso, y dos días después recibí una llamada del periódico, en que me decían que de la dirección del Ballet Nacional de Cuba me citaban a una reunión porque querían conocerme. Primeramente me asusté, pensando: “¿qué barbaridad habré escrito que pueda haberlos molestado?”. Fui recibido por varios miembros de la dirección, y para mi sorpresa, solo fueron elogios para mi artículo y me ofrecieron la colaboración del Ballet para que continuara escribiendo. En ese momento entró Alicia Alonso, que terminaba de tomar una clase, y Fernando Alonso le dijo: “Este es el joven que publicó el trabajo sobre Carmen que tanto nos gustó”. Alicia me extendió la mano y me dijo: “Oiga, usted sabe mirar, pero además escribe muy bien sobre lo que ve”. No tengo que explicarle cuántas emociones tuve ese día. Pero debo decirle que ese fue mi primer encuentro personal, además del inicio de una larga relación con el Ballet Nacional de Cuba.

¿Qué nómina de autores (que usted debía haber leído ya) le hizo Mario Benedetti en 1968, para ser aceptado en el Centro de Investigaciones Literarias, dirigido por él, que se iba a crear en La Casa de las Américas ese año?; ¿los consiguió y leyó todos?

No es que Mario Benedetti me sometiera a una lista de autores que debía haber leído para integrar el Centro de Investigaciones Literarias que iba a fundarse en la Casa de las Américas. Yo había sido recomendado a él para acompañarlo en ese proyecto, y después de una larga conversación conmigo sobre literatura, él sabía perfectamente por dónde andaban las cosas, pero yo comencé a excusarme de que no era graduado de Literatura, que mis especialidades eran otras, y que los temas literarios eran una afición personal de la que me había ocupado por mi cuenta; y en un momento dado, él, para darme confianza, me dijo: “Mire, con que usted se haya leído a autores como…” —y a continuación relacionó una lista, sobre todo de los grandes narradores del momento en la literatura latinoamericana— es suficiente”. Yo lo que he referido en alguna ocasión es que de allí salí corriendo a buscar a algún autor que él mencionó y no recordaba haber leído.

¿Cómo logró que Dulce María Loynaz, “una señora muy desconfiada”, según usted mismo ha comentado, le abriera sus puertas, sus archivos, y le permitiera ver su correspondencia?; ¿considera usted que su aporte más valioso en la investigación literaria ha sido ese acercamiento a la obra de Dulce María?

Yo era miembro del Centro de Investigaciones Literarias de la Casa de las Américas, y propuse preparar un tomo de la serie Valoración múltiple (antología de valoraciones críticas) dedicado a Dulce María Loynaz, una autora que en esos momentos estaba muy apartada de las actividades literarias, y que yo admiraba por haber leído su poesía y su novela Jardín. Mi proposición fue aceptada, advirtiéndome que debía lograr la confianza de la escritora, para que colaborara conmigo en el trabajo. No fue un proceso fácil. Luego de varias conversaciones telefónicas, al fin accedió a recibirme, y fui ganando su confianza poco a poco, hasta que ocurrió algo que fue decisivo. Cuando le dije que yo era el esposo de Alicia Alonso, se manifestó muy emocionada hablando sobre ella, sobre la que expresó una grande y antigua admiración. A partir de ese momento, fue cada vez más receptiva hacia el trabajo que yo pretendía realizar. Cuando Alicia se enteró de mi trabajo con Dulce María, me sugirió invitarla a que nos visitara en nuestra casa, lo cual, para mi sorpresa, fue tomado con mucho entusiasmo por la escritora. Después ocurrió toda una secuencia de logros, como las grabaciones de sus poemas que accedió a hacer, muchas de ellas realizadas en la sala de nuestra casa, en reuniones con amigos. La opinión acerca de mi trabajo en las investigaciones literarias relacionadas con Dulce María Loynaz la dejo a otros. Pero mi Valoración múltiple sobre ella fue designada por la Academia de Ciencias de Cuba como el Mejor Trabajo en su género en 1992.

¿Tiene usted alguna creencia o fe religiosa?

No tengo creencias religiosas. Fui educado desde niño con un concepto científico de la realidad. Pero respeto profundamente las creencias de otras personas, y paradójicamente, desde niño sentí una fascinación especial por la música sacra. Además, he tenido y tengo amigos creyentes, sin que eso haya significado nunca un obstáculo en nuestra relación.

Hábleme de esa otra hija suya que es la revista Cuba en el Ballet.

La dirigí durante más de 40 años. Creo que fue una gran realización en mi vida. Algo que hice con mucho amor y rigor.

El 5 de agosto de 1975 se casó con la prima ballerina assoluta Alicia Alonso; ¿dónde fue la boda, quiénes fueron los testigos y adónde fueron a pasar la Luna de Miel?

Nuestra boda fue algo muy sencillo. Ocurrió en una notaría de La Habana Vieja. Y los testigos no fueron nada especiales, sino compañeros que estaban cercanos y disponibles para desempeñar ese papel, y que se enteraron media hora antes. Tampoco tuvimos una luna de miel formal. Poco tiempo después, aceptamos una invitación a pasar unos días en un hotel en Varadero, pero la curiosidad del público hacia la personalidad de Alicia nos estropeó la estancia. Un día intentamos un paseo por la playa y las personas que allí veraneaban empezaron a caminar detrás de nosotros, a observarnos, y de pronto miramos hacia atrás y vimos que había una larga fila, acerca de la cual bromeábamos entre nosotros diciéndonos que nos parecíamos al Flautista de Hamelín. Dimos media vuelta y regresamos al hotel. También en esos días tuvimos una breve estancia en (el hotel) Los Caneyes, de Santa Clara.

Cuando usted se casa con Alicia, hacía poco que ella se había operado de nuevo de la vista en Barcelona, y recuerdo que ya en 1976 bailó nada menos que el segundo acto de Giselle completo. De ferviente admirador a devoto esposo, ¿cómo tomó usted esa férrea voluntad de Alicia de seguir bailando, pese a su debilidad visual –y luego total ceguera?

Con devoción, respeto y, desde luego, amor. Le aclaro que mientras bailó, a pesar de mayor o menor dificultad visual, nunca fue una ceguera total.

Yo siempre afirmo que hay una Alicia antes de casarse con usted, y otra después de ya convivir ustedes como pareja; mucho más segura, si se quiere; y más volcada hacia otras manifestaciones del arte, aparte del ballet, y prueba de ello es que el 3 de abril de 1986, Alicia consigue materializar sus sueños de reunir y apoyar en una sola empresa la danza, la ópera, la zarzuela, el teatro, un grupo coral, así como varios centros de promoción artística, y nace así el Gran Teatro de La Habana, con tres salas de teatro: la histórica García Lorca, la Alejo Carpentier, de 600 localidades, y la Antonín Artaud, dedicada al teatro experimental. Sobre ello tengo dos preguntas para usted:

Voy a parafrasear ahora esa conocida frase de que “Detrás de todo gran hombre se encuentra una mujer”, como “Al lado de la gran Alicia Alonso se encuentra el gran Pedro Simón”:

Primera pregunta: ¿En qué grado tuvo usted que ver con la materialización de ese sueño de Alicia?

En primer lugar, le agradezco sus apreciaciones, aunque de ningún modo me atrevería a suscribirlas de una manera textual. Claro que a partir de mi matrimonio con Alicia la apoyé en todo lo que pude para la realización de sus proyectos, pero Alicia es incomparable y en gran medida su fuerza y talento existían por sí mismos.

Segunda: En esa feliz simbiosis matrimonial y artística, ¿cuál ha sido el mayor aporte de ella a usted, y de usted a ella?

El amor.

Pedro, yo llevo viendo ballet –y específicamente al Ballet Nacional de Cuba– desde 1963, y me consta que sin la impronta, la voluntad y la visión de Alicia no hubieran surgido tantas primeras figuras femeninas como las Cuatro Joyas (Josefina Méndez, Aurora Bosch, Loipa Araújo y Mirta Plá); las Tres Gracias (Ofelia González, Amparo Brito y Rosario Suárez); Marta García y María Elena Llorente; y tantas otras excelentes primeras bailarinas, todas ellas bailando los grandes ballets como protagonistas, excepto Carmen; pero existe la opinión de que tanto Alicia como usted y su entorno “no han dejado sobresalir a otras individualidades del ballet, como a Rosario Suárez”: ¿qué responde usted a eso, y a que “Alicia es racista” y que ha existido racismo en el BNC, específicamente contra Caridad Martínez y Carlos Acosta?

Se trata de calumnias, que la propia vida se ha encargado de desmentir. Todas tuvieron las posibilidades que merecían y el tiempo transcurrido lo demuestra así. La acusación de racismo se trata de una difamación de marca mayor, la crítica internacional ha elogiado la diversidad racial que exhibe el Ballet Nacional en toda su historia. Siempre puede haber malentendidos, porque hay personas con complejos raciales, que pueden confundir las limitaciones objetivas con temas raciales. Creo que en el Ballet Nacional de Cuba ha habido lugar para todos, según el talento de cada cual.

¿Qué significan la danza y el ballet para Pedro Simón?

Obviamente, ha sido algo muy importante en mi vida, y lo sigue siendo. Primero fui espectador, lleno de curiosidad, y luego fui conquistado por la magia de la danza, y me convertí en un ferviente admirador, que sentía la necesidad de aprender todo lo posible sobre esta expresión, y de servirla en todo lo que me fuera posible. En el caso específico del ballet, he dedicado décadas a promover y defender este arte de todos los malentendidos que, a veces, sobre todo por ignorancia, se tejen alrededor de su estética y de su historia. Desde luego, la personalidad de Alicia Alonso, como artista y como ser humano, ha tenido mucho que ver en esto.

¿Cuál considera que ha sido su principal realización: el Museo Nacional de la Danza, el periodismo o sus acercamientos a la literatura?

No sabría decirle. Dejo esta apreciación a los que han conocido mi trabajo durante tantos años.

En el 2002 lo declararon “Hijo Ilustre de Fomento”, ¿qué significó para usted ese reconocimiento de su querido terruño?

Ha sido uno de los momentos más emocionantes para mí. Específicamente, nací en Agabama, un poblado que pertenece al municipio de Fomento, pero en la ciudad cabecera cursé parte de mis estudios. Reencontrarme con mis antiguos compañeros de la niñez y adolescencia, acercarme a los lugares en que viví tantos años y tuve entrañables experiencias, fue para mí algo inenarrable.

Usted y yo compartimos el gusto y la admiración por Ernesto Lecuona, María Callas, Carilda Oliver Labra y Esther Borja, por mencionar solo estas cuatro personalidades; ¿cuánto tuvo que ver Pedro Simón en que Alicia haya incorporado el ballet La Diva, de Alberto Méndez, a su repertorio, y en el continuo homenaje a Lecuona?

Creo que sí, que compartí con ella la admiración por esas y otras figuras, y la acompañé gestando algunos proyectos artísticos relacionados con ellas. En el caso de La Diva, fue un ballet concebido y creado para ella, al que se sumaron los entusiasmos de varias personas, pero en primer lugar la iniciativa de la propia Alicia.

Sé que en 2016, el Instituto Cubano del Libro le otorgó muy merecidamente la Moneda Conmemorativa del Centenario de José Lezama Lima; ¿cómo recuerda usted al autor de Paradiso?; ¿fueron grandes amigos?

En mi libro El Ballet: una devoción, antologo un trabajo mío donde se recoge lo más importante que podría expresar sobre este tema. Se titula “Horas privilegiadas con el poeta”, y lo autorizo a que tome de allí todo lo que considere útil para su trabajo.

Ahora pasaré a hacerle algunas preguntas más generales, para “conocerle mejor” (jajajá), si algún día lo invito a cenar o almorzar, por ejemplo:

¿Cuál es su comida cubana e internacional predilecta?

El tamal en cazuela, preferencia que compartía con Alicia; los buñuelos de yuca en almíbar, con los que rememoro a mi madre. Además de la buena comida china.

¿Sus héroes de la vida real?

En la larga historia de mi país me gustaría destacar las figuras de José Martí y Perucho Figueredo. Las grandes personalidades que admiro en la etapa contemporánea son varias, pero si tuviera que escoger una persona para expresar mi máxima devoción, sin dudas, tendría que decir: Alicia Alonso.

¿Qué tipo de música prefiere?

Es muy amplio el panorama que tendría que hacerle. Disfruto mucho de la música llamada clásica, y también tengo una predilección por la música tradicional cubana.

¿A quién más admira en el mundo del arte escénico?

En la ópera, debo señalar a Jussi Björling, el famoso tenor sueco; en el cine, la actriz Greta Garbo, y los filmes de Ingmar Bergman.

¿Quién es su novelista favorito, y por qué?

No tengo uno específico, pero admiro a las grandes figuras latinoamericanas en este género, como Alejo Carpentier y Gabriel García Márquez, entre otros.

¿Su poeta preferido?

José Martí.

¿A quién más admira en el mundo de la literatura?

A Dulce María Loynaz, Fina García Marruz y Eliseo Diego, entre otros.

¿Qué pregunta se me ha quedado sin teclear en mi ordenador que le hubiera gustado que le hiciera?

Ninguna, creo que usted ha tocado suficientes temas que atañen a mi vida.

Thursday, August 5, 2021

El dios de la lluvia llora sobre Santiago de Cuba (por Rafael Duharte Jiménez)


Las sequías han sido un problema crónico en la historia de la ciudad de Santiago de Cuba. En la época colonial los santiagueros pedían ayuda a los santos católicos para que lloviera. Según Emilio Bacardi en el año de 1673 se hicieron “rogativas y procesiones por la gran seca. Se saco en procesión la “reliquia” del Santo Ecce Homo, la Virgen del Carmen y el Santísimo Sacramento”.

En julio de 1840 comenzó a funcionar el acueducto construido por Dionisio Carreño el cual represo las aguas del río Paso de la Virgen y los santiagueros dejaron de mirar al cielo durante las sequías.

A inicios del siglo XX el acueducto Carreño era entonces el viejo acueducto y no tenia ya capacidad para abastecer suficientemente la ciudad cuya población había crecido. La idea de construir un nuevo acueducto floreció en al ambiente de progreso de aquellos tiempos.

El jueves 15 de enero de 1905 se inauguraron los trabajos de un nuevo acueducto que represaría las aguas del río Purgatorio. El proyecto estaba a cargo del ingeniero Joaquín Chalons, en septiembre de 1907 el nuevo acueducto comenzó a suministrar agua a la ciudad. Un año después se descubrió el Pozo de San Juan, parecía que al fin había terminado la vieja pesadilla del agua.

No tardaron sin embargo en aparecer las insuficiencias del acueducto de Chalons, las cuales han quedado reflejadas en las quejas de los vecinos publicadas por los periódicos a lo largo de varias décadas. El periódico El Cubano Libre publicaba lo siguiente en 1907: “No hay día en que no visiten esta Redacción, amigos y vecinos para quejarse de la falta de agua. Algunos no reciben el precioso liquido desde hace mas de un mes”.

El 13 de agosto de 1908, el mismo periódico decía: “hoy hemos sentido mas fétido que nunca el liquido del Acueducto Nuevo ofreciendo ¡trágala!, al paciente vecindario de Santiago”. Al año siguiente el Departamento de obras Públicas clausuró temporalmente el acueducto calificado por la prensa como “charco indecente”.


Las críticas al acueducto de Chalons se mantuvieron a lo largo de los años e incluso fueron subiendo de tono. En 1912 los periódicos La IndependenciaEl Cubano Libre en sus diatribas contra el acueducto señalaban que: “… el incalificable liquido del llamado Acueducto Nuevo, enorme charco que ha costado al país mas de un millón de pesos y que no sirve ni para abrevadero de marranos”.

El jueves 15 de septiembre de 1925 El Cubano Libre decía que cuando los vecinos abrieron las plumas en sus casas el día anterior “recibieron verdaderos chorros de fango”. ¿Cuál era el oscuro secreto del acueducto nuevo? El ingeniero Chalons había concebido en el proyecto que el embalse tuviera en el fondo una gruesa capa de cemento, la cual no se ejecuto y el fondo estaba cubierto de una tierra vegetal putrefacta que era la que daba el tufo al agua y en ocasiones enviaba chorros de fango a la ciudad.

La escasez de agua en ocasiones paralizó la urbe. Así por ejemplo, el domingo 16 de enero de 1921 no se encendió el alumbrado eléctrico, los tranvías dejaron de circular y no hubo espectáculos públicos porque no había agua para las maquinas de la Compañía Eléctrica.

Resulta particularmente interesante que al menos en dos ocasiones la cólera de los santiagueros se desbordó, produciéndose manifestaciones para reclamar al gobierno solución al problema del agua. El periódico El Cubano Libre y Oriente Literario reseñaron como sigue una de estas manifestaciones: “A las 4 p.m. del 19 de enero de 1911 partió de la Alameda Michaelson una importante manifestación de protesta organizada por la Cámara de Comercio y el Centro de la Propiedad Urbana. Se estima que participaron mas de 6 mil personas, conscientes todos de los males que se avecinaban, si Dios y la naturaleza, o el gobierno, no resolvían pronto el apreciable problema del agua.”

En el verano de 1923 la sequía provoco una escasez de agua espantosa. El lunes 6 de agosto a las 4 p.m. salio del Parque de la Libertad una manifestación cívica organizada por la Gran Logia Oriental de Cuba; se calculó en 25 mil personas las que recorrieron las calles de la ciudad hasta el gobierno provincial, al grito unánime de ¡agua! ¡agua!.

¡Ahora los santiagueros no miraban al cielo, ni pedían la ayuda de los santos, le reclamaban al Gobernador para que buscara solución al problema del agua!

En la tarde del 15 de febrero de 1938 en el lugar llamado Charco Mono concluyó una nueva represa que estuvo cargo del ingeniero contratista Octavio Navarrete; Casero Guillen presidente del Comité de Fuerzas Vivas de Santiago de Cuba, empujo simbólicamente la ultima volqueta de concreto.

La inauguración de la represa unos días mas tarde fue reseñada por el periódico Diario de Cuba:
A mediodía del viernes 25 de febrero de 1938, el Coronel Fulgencio Batista Zaldivar bautizó la represa, lanzando desde la altura de esta una botella de Carta Blanca Bacardi. El Arzobispo Valentín Zubizarreta procedió a la bendición con el rociamiento de agua bendita. Luego hubo discursos y banquete.
A principios de noviembre del año siguiente la represa de Charco Mono comenzó a desbordarse por primera vez.

En el verano del año 1950 la seca fue terrible y llego a pronosticarse que sólo quedaba agua para diez días en los embalses, lo cual provoco una movilización sin precedentes, desencadenando una serie de obras emergentes que permitieron sobrevivir a la ciudad. El 1 de agosto se recibieron por primera vez las aguas del río Cauto gracias a unas turbinas que bombeaban desde el Tempú; se hicieron instalaciones hidráulicas en la finca Caimanes; la Compañía Ron Bacardi perforó nuevos pozos en la finca Santa María; en San Juan se abrieron nuevos pozos y se añadieron bombas y se perforaron tres pozos en la finca Santa Rosa. En septiembre un informe de la Compañía General de Construcciones Públicas dijo que se trabajaba en la represa del río Cauto en el sitio denominado Gilbert; así mismo se informaba que se laboraba para que el caudal del río Guaninicum, represado en El Cristo, vertiera en los depósitos de la ciudad.

A mediados de siglo los problemas del agua retornaban cada año con la sequía. El periódico Prensa Universal denunciaba:
Anoche, martes 4 de mayo de 1953, captamos la escena en una de las calles del reparto Mariana de la Torre, cuando personas mayores y menores, de los dos sexos corrían a ponerse junto al carro de reparto de agua, formando “colas”, para alcanzar por lo menos, algún que otro cubito de agua (…) Escenas como esas son frecuentes en los distintos barrios extremos de la ciudad, provocadas por la escasez de agua y la fuerza de las tuberías.
En 1957 el Diario de Cuba publicaba esta dramática pregunta ¿Por cuál o cuantas razones no se le sirve agua al pueblo? La respuesta a esta interrogante pasaba por medio siglo de reiteradas sequías y esfuerzos hidráulicos vinculados a la represa de Chalons, los Pozos de San Juan, la represa de Charco Mono, la represa Balvina o Bacardí y la Gilbert.

La ciudad crecía y la población se multiplicaba, las sequías no cesaban y el problema del agua parecía no tener fin, ¡el dios de la lluvia lloraba sobre Santiago de Cuba!






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Rafael Duharte Jiménez (Santiago de Cuba, 1947). Profesor, Historiador Ensayista y Guionista de radio y televisión. Ha publicado 12 libros, numerosos artículos y ensayos en revistas en Cuba y el extranjero y una Historia Audiovisual de Santiago de Cuba que consta de 355 audiovisuales de 12 minutos cada uno; conferencista en 28 universidades y centros de investigación en El Caribe, América Latina, Europa y Los Estados Unidos. Es miembro de la UNIHC y la UNEAC. Actualmente labora como especialista de la Oficina de la Historiadora de la Ciudad de Santiago de Cuba.
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