En Baltimore —no hace muchos días—contrajeron matrimonio la señorita Evangelina Cossio y Cisneros,.y el señor Carlos F. Carbonell, banquero cubano ayer, y hoy Ayudante de Campo del General Lee.
A los que creen que pasó la época ideal de los amores caballerescos, le presentaremos este ejemplo consolador que tan alto habla del patriotismo desinteresado y de la gallardía cubana.
Hagamos un poco de historia para justificar el título que hemos dado a estas líneas.
Después de la sublevación de Isla de Pino, el 26 de Julio de 1895, tramada por el señor Cossio, padre de Evangelina, y otros; y luego de haber sido presa la joven animosa, siendo esposada durante dos dias en su camino a la Habana, donde estuvo tres meses incomunicada en un hediondo calabozo sin claridad alguna, fué la prisionera Ilevada a una galera de la Casa de Recogidas, donde sufrían condena mujeres de todas clases. Mas tarde fue trasladada a otra galera en los altos, donde se encontraban recluidas 26 presas políticas.
A los quince meses de encontrarse allí, fue condenada a 20 años de prisión, teniendo que cumplir dicha condena en Espafia.
Sabedora de la suerte que la esperaba y temiendo que la arrojaran al agua en el camino, por su delicado estado de salud, le dijo al señor Rockwell (consular clerk), que si él le daba algo para cortar los balaustres de una reja y una soga, ella se escaparía, si él la esperaba en la calle una noche que pudiesen acordar. Este sefior creyó más fácil ofrecerle dinero al carcelero; pero ella se opuso a esto.
Entonces Rockwell habló del asunto a Karl Decker, corresponsal del Journal, el cual se mostró muy contento con la idea por el beneficio que le podría resultar haciendo pasar el rescate como obra del periódico a que servía.
La conversacion entre Rockwell y Decker sobre el asunto tuvo lugar cerca del dia 1° de octubre de, 1896. Enseguida el corresponsal le habló al señor W. D. Mc Donald, y éste al señor Carbonell y a otro cubano, que no decimos su nombre por no saber si esta fuera de la isla; pero que fué el que combinó el plan, alquiló la casa de la calle de O'Farril número 1, compró los muebles viejos y metió una escalera en la casa, pretendiendo irle a dar lechada.
A cada una de las cinco personas se le designó su consigna, la que cumplieron al pie de la letra.
El señor Mc Donald y el incógnito cruzaron la escalera. y rompieron la barra de hierro, la cual aserruchó el primero con suma facilidad, sacando el segundo a la joven y pasándola a la casa contigua, donde se encontraba el señor Decker, y de allí, sirviendo de cochero, la llevó a la casa del señor Carlos Carbonell, donde estuvo escondida tres días, sin haberla visto nadie, y de donde salió con dicho señor Carbonell por las calles de la Habana, vestida de hombre, el 9 de abril, y tomando la lanchita de naphtha Swift, fué conducida a bordo del vapor Séneca, burlando ella y Carbonell la vigilancia de la policía a bordo.
Como se ve, el Journal vino a saber que salía ella de la carcel dos o tres días antes de efectuarlo. Por lo tanto, no tuvo tiempo de haber mandado a nadie desde Nueva York para rescatarla, pues a los siete días de saber Decker las intenciones de Evangelina se efectuó la fuga.
Tampoco le costó al periódico la cantidad que pretende, pues los pocos gastos que fueron necesarios, los sufragaron varios de los que ayudaron en el rescate.
Muchas peripecias ocurrieron en esos tres días, de las que prescindimos en obsequio a la brevedad.
Ya en New-York la joven animosa, no olvidó a su galante libertador cubano, ni éste a ella; y, por fin, el lazo indisoluble del matrimonio estrechó dos corazones que supieron comprenderse en días de prueba.
Tienen derecho a ser felices, y que el ángel de la dicha los cubra siempre con sus alas.
Texto tomado de Revista de Cayo Hueso. Julio 24, 1898. No tiene firma.
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Nota: Evangelina enviudó de Carbonell en el año 1916. Se casó en segundas nupcias con Miguel Romero, en el año 1918, con quien tuvo dos hijas.
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Evangelina Cossio Cisneros narra como atravesó la Habana, en su fuga hacia los Estados Unidos, luego de escaparse de la prisión (no había cumplido aún los 20 años de edad):
"I put on the boy's suit and I walked up and down my room and practiced stepping like a man. My feet looked very large in the boy's shoes, and I could not help trying to hide them all the time. I think I laughed a good deal when I was practicing to look like a man, but it is all so much like a dream to me that I can't exactly tell. My suit was blue, what you call serge. I wore a butterfly neck tie and a large American slouch hat.
At 5 o'clock on the third day I left the house to go to the steamer. My rescuers told me to take long steps and not to look around, and, most important of all, not to recognize them, for they said they would be near me all the time until I was safe on the steamer.
All the way across Havana I walked with long steps, with a big cigar in my mouth.
Straightaway through Obisbo street I went, the busy street of Havana, where there is always a crowd, and the sidewalks are narrow that when two people meet one of them must step down into the roadway. Every once in a while I would catch a glimpse out of the corner of my eye of my friends. Mr. Decker was nearest, just half a dozen steps behind me, on the other side of the street, strolling along with his hands in his pockets and his eyes everywhere except on me — just like a great boy, without a thing in the world to think about, and further back were the others, not one of the three seeming to know each other or myself. So we walked through Havana to the dock. There I got into a small boat. The boat went up to the Seneca. I sat and waited.
A sailor came to the edge of the steamer and said to me in Spanish , “Follow me ” I followed him. There were plenty of police there. The Chief of Police stood beside the rail as I passed. I puffed very hard on the cigar and made a great cloud of smoke about my face. I might have been his grandmother for all he could see through the smoke. An officer examined my passport. It was for Juan Sola, aged eighteen, sailor by profession. He passed it without a second glance. I followed the sailor to a little cabin on deck. He opened the door and told me to go in. I went in and crawled under the lowest berth and lay there. They made up the berth above me, and I lay in the dark, like a dead person in a coffin . But O, how glad I was to be there!"
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