“Saber que nos diferencia del resto de los
pueblos... es precisamente el saber que nada
es verdaderamente doloroso o absolutamente
placentero... por más de cincuenta años nos
hemos defendido con el chiste...”
Virgilio Piñera en ‘Piñera Teatral’
Belkis Proenza, Osmel Poveda, Aylin Silva,
Miriam Bermúdez y Vivian Morales.
Fotos/Alfredo Armas.
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Este año 2022 el teatro hispano de Miami ha arrancado por todo lo alto, estrenando un mismo fin de semana cuatro obras teatrales, las que han tenido ocupadas al por cierto no muy abundante público de la ciudad, en escoger a cual de ellas asistir, así como anunciando otros estrenos sobre nuestras tablas en las semanas que se avecinan. Enhorabuena, ya era momento!
Una de estas obras que acaba de ver la luz de los escenarios, corresponde a un poco conocido título del importante autor dramático cubano, considerado por algunos especialistas como ‘el Padre del teatro cubano’, Virgilio Piñera, llevada a escena bajo la acertada dirección de Eddy Díaz Souza, en sus sede de Artefactus Teatro, de la barriada de Kendal y que contó con las actuaciones de Belkis Proenza, Miriam Bermúdez, Vivian Morales, Aylin Silva y Osmel Poveda, estando el maquillaje en las magistrales manos de la maestra Adela Prado y la producción general a cargo de Carlos Artega.
La obra de Piñera no es lo sufcientemente extensa como sus admiradores hubiéramos querido que fuera, algo de lo que él mismo se lamentó en reiteradas oportunidades. Tampoco el autor, en un principio, vio sus textos subir rápidamente a las tablas, lo que según sus propias palabras lo llevaría a escribir teatro con la duda de si sus obras no serían bien recibidas por la critica y el público. Como ejemplo de lo antes expresado, encontramos que “Electra Garrigó” se escribe en 1941 y no se estrena hasta 1948, mientras que “Falsa alarma”, es escrita en 1948 y no sube a escena hasta bien entrada la década de los años cincuenta, exactamente en 1957. Como bien podemos apreciar sus obras casi demoraran diez años en ser estrenadas, algo que podría muy bien desmoralizar a cualquier dramaturgo, pero que en el caso de Virgilio, aunque relentizó su proceso creativo no lo detuvo.
A este autor, según algunos estudiosos del teatro cubano como es el caso de Rine Leal, se le considera el introductor del ‘absurdo’ en la dramaturgia latinoamericana e incluso algunos van aún más lejos y lo consideran el pionero en esta corriente por delante de rumano-francés Eugene Ionesco, quien estrenara “La soprana calva” en París en 1950, un año o dos después de haber visto la luz la primera versión de la virgiliana “Falsa alarma”. Lo que si está claro y sin duda alguna es que Piñera fue un innovador, un apegado a la experimentación, tratando de desprenderse de las vanguardias teatrales, lo que se muestra claramente a través de toda su obra dramática, con la excepción de una de sus más representadas obras, “Aire frio”, con la cual se escapa de su experimentación, para ofrecer un texto naturalista situado en un ambiente habanero, donde la trama y los personajes pueden ser vistos en cualquier escena de la vida cotidiana.
Para 1960 sale a la luz un tomo con sus siete primeras obras: ”Electra Garrigó” (1941), “Jesús” (1948), “Falsa alarma” (1948), “La boda” (1957), “Aire frío” (1958), “El flaco y el gordo” (1959), “El filántropo” (1960), recogidos bajo el título de Teatro Completo, siendo supervisado por el propio autor quien además escribió el prólogo del libro. Este volumen incluye fotos de algunas de las puestas, en las cuales se identifica a los actores en las mismas, así como deja constancia de los nombres de los fotógrafos: Mayito, Jesse Fernández, Agraz y Ruiz de Lavin. Hoy en día este libro es una joya, una rareza imposible de encontrar.
A partir de 1960 hasta la fecha de su fallecimiento en 1979 continua con su prolífica creación teatral, pudiendo disfrutar de algunas de sus obras en los escenarios, aunque otras no vieron la luz hasta pasados algunos años de su fallecimiento. Para 1990 sale publicado en la Habana un pequeño volumen titulado ‘Virgilio Piñera Teatro Inconcluso’, editado por Pedro de Oraá, mientras que para el 2006 ve la luz ‘Teatro Completo de Virgilio Piñera’, trabajo que estuvo bajo la responsabilidad de Rine Leal, pero que vio la luz más de una década después de su fallecimiento.
“Siempre se olvida algo”, la obra que nos trae hasta aquí, es considerada por algunos especialistas y estudiosos de la obra piñeriana, una obra menor, de hecho es casi imposible encontrar algún análisis sobre la misma en la extensa bibliografía ensayística y de investigación referida al teatro de este dramaturgo.
Si tenemos en cuenta el momento en que este texto se escribe (1963), a solo dos años de haberse pronunciado aquel terrible alegato conocido como “Palabras a los Intelectuales”, en que Fidel Castro marcaba el rumbo de la cultura y masacraba sin piedad la libertad de expresión del arte y donde un tímido Virgilio es la voz solitaria que se atreve a exponer sus dudas, hecho que lo estigmatizará ante la sociedad y cultura cubana, prohibiendo la publicación de toda su obra y la puesta en escena de su teatro, tendremos que comprender como la escritura de sus obras teatrales se verán precisadas a ser más cerradas, mucho más herméticas, donde las ideas se encuentren disfrazadas hasta el sinsentido, siendo esta la razón para que su obra dramática pase de ser satírica-burlesca a absurda-existencialista, lo que conlleva a que su teatro juegue cada vez en mayor medida con el intelecto del espectador, obligándolo a descifrar constantemente códigos muy ‘piñerianos’.
Como consecuencia de esta situación personal, es que una obra como la que estamos analizando sea un perfecto ejemplo de lo que el autor pensaba y no podía decir. “Siempre se olvida algo”, puede ser vista como un divertimento satírico-absurdista. Su historia no puede ser real y sus personajes tampoco pueden serlo a no ser que estuvieran dementes por completo, pero es ahí de donde el autor partirá, de una situación aparentemente irreal para dejarnos saber que está pensando y que nos quiere decir. Mediante el postulado de Lina, uno de los personajes, de que “siempre se olvida algo”, el autor nos tratará de hacer llegar el mensaje de que el pueblo cubano ha olvidado lo que fue para embarcarse en ese rumbo revolucionario que ya en esos momentos está dejando bien claro cual camino tomará y que tal olvido se estará realizando de manera voluntaria y premeditada. Por su parte la Señora Camacho con su autoritaria afirmación de que “nunca se olvida nada” y su tratar de convencer a la olvidadiza de que se encuentra en un grave error, nos mostrará como la gestión autoritaria de ese gobierno que recién inicia su camino va por la vía de la imposición de sus designios como única posibilidad de vida para el cubano.
De igual manera, a través de escenas verdaderamente delirantes el dramaturgo nos brinda su posición ante lo que considera el pecado capital del pueblo cubano, su habilidad para convertir cualquier acontecimiento de la vida en un chiste y a la vez hacer de la burla una manera de convivencia.
Con la introducción del personaje masculino hacia el final de la obra se mostrará claramente de que parte está el autor, al apoyar el discurso del personaje de Lina, quedando suficientemente claro y definido su pensamiento.
Dentro de esta obra el autor utiliza el lenguaje de forma magistral, jugando con él de manera irreverente, arrastrando el texto hacia un gran retruécano, a la vez que ese jugar con las palabras crea una musicalidad que va a estar presente a través de toda la obra acentuando su carácter farcesco.
En este personal análisis tratamos de ofrecer nuestra mirada que no ve en esta obra una que pueda ser considerada menor, algo que injustamente hace Rine Leal, para no tener que reconocer, a nuestro entender y sabiendo su posición respecto al gobierno cubano, el mensaje anti-revolución que Virgilio nos entrega con esta pieza. Un problema más que de conceptos dramatúrgicos, de oportunismo político.
Entremos pues a la puesta de Souza. Este director conocido en nuestro medio teatral por el detallado y curioso trabajo en cuanto a sus puestas en escena, donde borda con belleza y delicadeza cada elemento de las mismas, presenta nuevamente un espectáculo de gran impacto visual, donde los conceptos de escenográfica, vestuario y maquillaje se convierten en un todo a partir de sus propias peculiaridades. Cada una de estas partes hablarán por si mismas ofreciendo un lenguaje que permitirá entregar una variada gama de ideas y conceptos. El director no ha querido limitar la puesta a un tiempo específico, lo que se pudiera tomar a primera vista como una ambientación de los años 50, se comienza a desdibujar sutilmente con la colocación de elementos que van dando otro aire con respeto a la concepción del tiempo, de igual manera ocurre con alguna gesticulación y uso de palabras, frases que acercan la obra en tiempo y espacio, sin que por ello se rompa el encanto del texto original ni se extrapolen los valores dramáticos y de estilo del mismo. Un oportuno trabajo que enriquece la puesta sin violar su origen. Se hace imperioso destacar la posición central y privilegiada, que roba todas las miraas, de un reloj de pared que permanece parado en las ocho y cuarenticinco (o nueve menos cuarto, como usted guste de ver), con el cual el director quiere decir que el tiempo se ha detenido, que estamos en presencia del no-tiempo, lo que acentuará el carácter del absurdo de la puesta, trayéndonos a la mente los abundantes relojes sin tiempo de la obra del pintor surrealista Salvador Dalí.
Con respecto al elenco, en realidad tenemos poco que decir. Las cuatro actrices desarrollan un excelente trabajo con cada uno de sus personajes, disfrutando de ellos, algo que se hace evidente en el proceso de incorporación de los mismos a través del transcurso de la puesta. Cada una encuentra la motivación adecuada para realizar su trabajo, sabiendo sacarle partido tanto a su vestuario, peinado, maquillaje, así como a la utilería con la que deben interactuar, para encontrar su centro, haciendo derroche de organicidad dentro de estos difíciles personajes que se mueven entre la comedia y la farsa. En cuanto al personaje del hombre, el director ha querido darle una connotación más sugerente que la del propio texto original, haciéndolo aparecer al inicio de la obra, solo en escena, como una fantasma que se desliza por ella, dejando al público expectante en cuanto a su posición dentro de la futura trama. El trabajo del actor, aunque de menos peso que el de ellas dentro de la obra, está logrado con la efectividad de la larga experiencia sobre las tablas del mismo, regalándonos igualmente un personaje bien concebido en el estilo requerido por la puesta.
Que una obra como “Siempre se olvida algo” y un autor como Virgilio Piñera suban a las tablas no es solo un regalo para los amantes del teatro, es también una magnífica aventura para los directores y actores que lo asuman, poniendo en evidencia que en la dramaturgia de dicho autor no existen obras mayores ni menores, sino excelentes trabajos dramáticos, bien pensados, donde el escritor vuelca toda su imaginación, no solamente en el propósito de entretener, sino de hacer pensar al espectador, poniendo en boca de los personajes su visión de la realidad que lo rodea, sus miedos, sus incertidumbres, pero mediante un lenguaje no acto para comisarios políticos.
Enhorabuena a Artefactus Teatro por este regalo que nos motiva a seguir asistiendo a nuestros teatros y a discrepar con aquellos que sin razón dicen que en Miami no se hace TEATRO.
Wilfredo A. Ramos
Marzo 22, 2022.