Friday, July 15, 2022

Gaspar Betancourt Cisneros, "El Lugareño" (por Andrés Segura y Cabrera. Marzo 1919)




Sr. Presidente: 

Señoras y Señores: 

Fortuna grande la mía y fortuna doble, la de tomar parte en estas Conferencias y hacer la del insigne patricio de quien voy a tratar, Gaspar Betancourt Cisneros “El Lugareño”; porque por un lado, me permite asociar mi nombre al de esos talentosos jóvenes ateneístas que se han propuesto, y vienen realizándolo brillantemente, rememorar la vida de los "Grandes hombres de Cuba”; y porque al tratar de “El Lugareño”, lo hago con el mayor orgullo y con singular afecto, pues ello le vá de cerca a dos personas por quienes tengo señalada estimación: su hijo el Dr. Alonso Betancourt y Canalejo, mi amigo a quien cada día admiro más en todo orden; y su nieto Gaspar Alonso Betancourt y Valdés Pita, joven de vasta cultura y buen talento, demostrado en mil formas en la ciencia del Derecho que estudia y en el arte musical que practica con virtuosa dedicación.

Pero, si grande es mi fortuna por lo expuesto, no es menor la carga que sobre mis hombros ha echado la designación que de mí se ha hecho para hablaros hoy de un coloso en todas las esferas de su intensa existencia, de lo que dejó gallardas muestras en todo cuanto hizo por su patria y por la sociedad y la cultura principeña. 

El Lugareño fué de esos hombres que elevándose por encima de la humanidad, sirven, como dice Fouillé, para personificar, por una ley providencial según unos o por selección natural según otros, la fuerza de las naciones y de las razas con los ideales que representan. 

Fué un hombre de una imaginación avezada a las más altas especulaciones y movida por una poderosa voluntad. 

Fué estadista, economista, maestro, agricultor, publicista, político, polemista,... y en todo lo acompañó siempre el signo auténtico del derecho de los genios que, como dice el autor antes citado, es el buen éxito que se manifiesta en el poder, en la gloria, en la victoria. 

Vivió solo sesenta y tres años que dieron a su patria más lustre que siglos de otras existencias, porque ese período de tiempo brevísimo para quien no supiera invertirlo, fué por él aprovechado intensamente desde su más tierna juventud.

No será pues cansado para mis oyentes que yo les recuerde, -¿porque aquí quien la ignora?- la vida del insigne patricio señalándole más marcadamente aquellas fases de ella de que más me he de ocupar.

Nació mi ilustre biografiado en la ciudad de Puerto Príncipe, hoy Camagüey, el 29 de abril del año 1803. 

La explicación de su genealogía y hasta de la razón de sus nombres hecha por él mismo en carta que desde Florencia dirigió al Conde de Pozos Dulces respondiéndole a otra en que le pedía datos para escribir su biografía, reproducida aquí, será la más fiel expresión de estos detalles de grandísimo interés en mi labor. 

Dice: "con toda idea me llamaron Gaspar Alonso, porque yo vine al mundo con los dos apellidos que trajo desde Canarias a la Isla de Cuba el fundador de nuestra familia y deseando que en todo me pareciese a él, hubieron de darme su propio nombre". 

"También me agregaron el de Pedro mártir, porque nací el día de este Santo, que mártir había de ser mi patrono”. 

"Soy Betancourt porque fue mi padre Don Diego Antonio de Betancourt y Aróstegi, hijo de Don Gaspar de Betancourt y Agüero y Dña. Manuela de Arostegui y Agüero". 

“Y por último llevo el apellido de Cisneros, porque fué mi madre Dña. Loreto de Cisneros y Betancourt hija de Don Manuel de Cisneros e Hidalgo y de Dña. Luisa de Betancourt y Agüero". 

"Por la cuenta desciendo de buen tronco y añadiré ahora que a su sombra pasé los primeros años de mi vida no solo muy querido de mis padres sino mimado hasta el exceso por mi abuela Dña. Luisa Rufina".

"Mi padre era un Señorito de lugar educado a la antigua usanza y mediante los recursos de que entonces se podía disponer con ese objeto en el interior de la Isla, donde no había colegios ni escuelas regulares públicas y todo el sistema de educación consistía en mucho rezo, poca escritura, ninguna ortografía, gramática cotorrera y aritmética por los suelos. Así es que mi padre, a pesar de pertenecer a la más elevada clase de la sociedad camagüeyana y de haber nacido mayorazgo, puede decirse, caritativamente hablando, que sabía rezar y leer bien con alguna soltura y poca ortografía y contar hasta las cuatro primeras reglas, a Dios gracias". 

"Por esta razón y porque siendo hacendado pasaba una gran parte de su tiempo en el campo, no pudo dirigir mi educación, si bien recuerdo que visitaba a mis maestros cuando venía a la Ciudad, se informaba de mis adelantos y concluía siempre recomendando que me echaran fresco, porque ésta era la muletilla de aquellos tiempos en que se decía: la letra con sangre entra”. 

“Verdad es que sin sangre nada de provecho se creía hacedero en las Américas y mi padre debió entender que éste era el medio más eficaz para hacerme abogado, con el objeto de que defendiese los pleitos en que ya venía envuelta la vinculación de Najaza”. 

“Cierto Obispo se empeñó también en hacerme clérigo con el santo fin de que disfrutara de las muy numerosas e importantes capellanías de la familia". 

“Por lo demás, mi padre era franco, generoso, de digna postura y de agradable conversación". 

“Mi madre tenía el corazón de una espartana. La generosidad de su carácter y su caridad verdaderamente cristiana, no reconocían más límites que los de su poder y facultades y aún a éstas excedía la fuerza de su voluntad. Su entendimiento era claro, capaz de cualquier cultivo; en otro país o en otra época, habría sido una mujer tan distinguida por su talento como por sus virtudes. Sobreponiéndose a las preocupaciones de su tiempo, no necesitó de maestros para aprender a escribir, lo que se estimaba entonces en el Camagüey como pecaminoso para las mujeres porque pensaban que ese arte les serviría para corresponderse con los hombres". 

“Leía mucho y tal vez tenía ella más libros que todas las demás señoras camagüeyanas de su tiempo".

“Yo le conocí, por lo menos, la Gran Biblia comentada, el Año Cristiano, las obras de Santa Teresa y de San Agustín, las de Cervantes, algunas de Moreto y de Lope de Vega y no pocas de Historia. Era muy aficionada a ésta y estudiaba y me hacía repasar con frecuencia, tan pronto como supe leer, “Los Varones ilustres de Plutarco". 

“Mi madre se lucía, por entonces, en la tertulia de mi abuela Doña Luisa Rufina, que era una señora respetabilísima y en cuya casa se reunían los personajes que visitaban a Puerto Príncipe para desempeñar alguna comisión del Gobierno o algún empleo principal”. 

El Lugareño hubiese corrido la misma suerte de sus padres amantísimos si por aquel tiempo, -y debido a la revolución francesa y a la emigración de la Isla de Santo Domingo, cedida por España a Francia en el Tratado de Basilea, no hubiesen llegado a Camagüey algunos hombres de bastante instrucción que para asegurar su subsistencia se dedicaron a dar lecciones particulares y de los que fué El Lugareño discípulo aventajado, siéndolo también de un dominicano, célebre después en la historia de su país, y entonces regente de la Audiencia de Puerto Príncipe, el Dr. Núñez de Cáceres, que ejerció profunda influencia en su carácter y lo orientó grandemente. 

Todavía un adolescente, viéndolo expuesto a ser víctima de una aventura amorosa, su buena madre lo hizo embarcar, en 1822, con solo diez y nueve años de edad, hacia Filadelfia, en los Estados Unidos donde pasó algún tiempo sirviendo un empleo en un escritorio comercial al par que un americano le daba lecciones de inglés, siendo protegido de un portugués allí residente, llamado Pereira, que llegó a sentir por el joven Betancourt Cisneros afecto paternal. 

Como tenía bastante disposición para los idiomas, puesto, que, cuando salió de Camagüey ya conocía perfectamente el latín y el francés, al año de estar en Filadelfia dominaba el inglés y lo que es más había llegado a tener “espíritu yankee", todo lo que le valió mucho para desarrollar su afición a la vida social, que practicaba siendo asíduo concurrente a la tertulia del Sr. Bernabé Sánchez, con quien estaba emparentado, y a cuya casa concurrían también, el argentino José Antonio Miralla, el guayaquileño Vicente Rocafuerte, que fué Presidente de la República del Ecuador, el peruano Manuel de Vidaurre, oidor que había sido de la Audiencia de Puerto Príncipe y después Presidente de la Corte Suprema de Justicia de su país, y otros muchos individuos "todos insurgentes del rojo más subido".

Allí mismo, en Filadelfia, y por aquella época, fué que “El Lugareño" y José Antonio Saco intimaron su amistad, cobrandose mutuo y grandísimo afecto. 

Saco le dió a El Lugareño instrucción filosófica según el sentir del P. Varela y siguiendo su texto; Vidaurre le dió lecciones de Derecho de gente recibiéndolas, en cambio, de Betancourt Cisneros, de inglés que ya poseía; y con Miralla perfeccionó sus conocimientos de Gramática castellana. Esto y la dedicación a la lectura de obras y toda publicación sobre economía política y social consolidaron los conocimientos y formaron el carácter justo y elevado que de todas las cosas tuvo el que, entonces un adolescente, se preparaba para una vida fecunda y provechosísima para su patria y su sociedad. 

Las corrientes de la época prendieron en su corazón, -nido de tan generosos sentimientos- la llama del más exaltado patriotismo, que animaban los concurrentes, cada día en mayor número a la casa del Sr. Bernabé Sánchez y entre los que se encontraban muchos camagüeyanos que allí habían llegado perseguidos por el Gobierno colonial como reos de “constitucionalismo”; y El Lugareño, como dijo biografiándolo Manuel de la Cruz, el discípulo de tantos maestros ilustres y fervorosos, echó a un lado la Constitución del año 12, los españoles, los reyes, la aristocracia, y todo...; y perteneció, desde entonces, en cuerpo y alma a la gente insurgente y al ideal de la independencia que ya tenía en Cuba muchos cultivadores. 

Fué un separatista de inquebrantable fé en su causa y de firmísima resolución. 

Tomó parte en todas las Juntas de conspiración celebradas en casa de Bernabé Sanchez, y con José Antonio Miralla, Fructuoso del Castillo, José Agustín Arango, José Ramón Betancourt y José Aniceto Iznaga, formó la delegación que se acordó enviar a Simón Bolívar en solicitud de auxilios por los libertadores de Colombia para los laborantes por la emancipación de Cuba. 

Cumplió como bueno en todos los empeños de estos planes. 

Como expedicionario y consultivo, siempre lleno de fé y entusiasmo, aunque sufrió mucho con la disolución de la junta por el fracaso de sus planes tan relacionados con las conspiraciones de los  Soles de Bolívar ”, el “ Aguila Negra " y la Junta Patriótica, no se rindió nunca al desaliento. 

En 1834 regresó a Cuba. 

Inquebrantable en su propósito de libertar a su patria de la dominación española, no decayó un momento su ánimo y comprendiendo que era oportuna y necesaria una árdua labor de preparación del pueblo, sembrando en él el espíritu de libertad y amplio y levantado criterio de que venía saturado; acometió en mil formas la obra, siendo elocuente testimonio de su empeño y de su esfuerzo la “Gaceta de Puerto Príncipe”, donde trató de todo cuanto pudiera ser eficaz a sus planes, enseñando y cultivando a sus compatriotas; y “El Faro" después, donde igualmente publicó numerosos trabajos todos encaminados al mismo fin, y sobre las más variadas materias que de reunirse en un tomo, como dice Calcaño, formarían una hermosa enciclopedia de economía, educación, sociología y agricultura; y así será sin duda y no en muy lejana época, pues de sus papeles salvados del fuego, cuando la guerra del 68, están en plan de organización, para publicarlos convenientemente, cinco volúmenes de los más notables trabajos sobre esas materias. Esto que constituye ansias de verlo realizado, para la intelectualidad camagüeyana, mas !que digo! para todo cubano, no debe hacerse esperar.(1) 

Fué El Lugareño un hombre pleno de saber y de buena voluntad, un ser muy difícil de encontrar en el grado de sus perfecciones, que en el corto período de su agitada existencia pudiera abrazar el extenso campo de las ciencias y las letras con su profunda erudición; y más admirable esto si nos detenemos a echar una mirada retrospectiva a su época y a las condiciones de su vida en el extranjero y aquí en su patria misma. Fué, si sabio, no menos bueno y caritativo. Amigo fraternal del Padre Valencia ese Apóstol de la caridad en Camagüey, le prestó ayuda a todas sus obras en la forma más efectiva. 

Y, lo que hizo con la pluma, lo hizo con el ejemplo, en rasgos y gestos de admirable grandeza.

Dominado por el más vivo anhelo de formar a su pueblo encausándolo por la senda del trabajo honroso y consciente, a fin de prepararlo para la lucha del derecho y de las libertades, —su ansia mayor, — se dedicó a dar lecciones prácticas, gratuitas, (su corazón siempre a la altura de su cerebro) a los campesinos y con ellos se internó en sus posesiones de Najaza donde los instruye. fundando escuelas para pobres en las que se daba instrucción general; y nombrado, por entonces, por la “Real Sociedad Económica de Amigos del País de la Habana", socio corresponsal, creó en Nuevitas otra escuela de más vuelo aún, donde sus discípulos alcanzaron una completa instrucción. 

Ya preparados los agricultores por él, organizó Betancourt Cisneros un plan vastísimo de colonias agrícolas en Najaza, cuyos terrenos repartió, gratuitamente, a los que juzgaba capaces de conservarlos y atenderlos así adquiridos; y los vendió, a bajísimo precio, impuesto a censo, a aquellos en quienes descubrió ese sentimiento que con mucha frecuencia impele a los hombres a despreciar lo que fácilmente adquieren. Su penetración era mucha porque entre sus brillantísimas dotes tenía la muy sobresaliente de ser un psicólogo profundo. 

Pero los dos hechos más notables de “El Lugareño” en ese período de su estancia en Camagüey fueron: la libertad absoluta que dió a sus esclavos y la fundación del Ferrocarril de Puerto Príncipe a Nuevitas; sin que sea menos celebrable ni menos tras cendental, la "Exposición ganadera" que organizó y sirvió para dar a la crianza, impulso notorio; porque Betancourt Cisneros era muy conocedor de las razas bovina y caballar, cruzamientos mejor dirigidos, ordenación de crías y cuanto más afectaba a la industria pecuaria, riqueza principal de aquella zona.

 Cuando en el pecho de "El Lugareño”, henchido de sano y elevado patriotismo brotó el sentimiento antiesclavista y sintió el anhelo de la abolición de la esclavitud y se dispuso a trabajar en contra de la trata y del vejaminoso sistema, lo primero que hizo, el gesto sublime de su predicación, el capítulo inicial de su Programa, fué el acto de libertar a todos sus esclavos. 

¡Qué hermosísima acción!

Yo no sé comentarla. 

Siento en todo mi ser un estremecimento que me produce, a través del tiempo, la más reverente admiración de aquella alma gemela de la del mártir Presidente de los Estados Unidos Abraham Lincoln.

Espíritus gemelos en el sentir y coetáneos en la existencia terrenal, con una serie de hemogeneidades las dos vidas, que me han hecho pensar mucho; porque las coincidencias para mí responden a una cierta determinante, extraña al hombre, pero que lo intuve poderosamente, 

El Lugareño nació el año de 1803. 

Lincoln el año de 1809. 

A los 19 años Betancourt Cisneros dejó su hogar, como ho dicho, para instalarse en Filadelfia donde tuvo un modesto oficio de carpeta en un escritorio comercial; y a la misma edad Lincoln, “habiendo entrado a servir con el dueño de una "chata” o “flat boat” se embarcó en ella con el hijo de su amo y los dos solos se dirigieron a New Orleans traficando por el camino y aprendiendo acerca de la naturaleza humana mucho más de lo que se le hubiera enseñado en el colegio durante un año”, como aprendió y se formó El Lugareño, con las lecciones recibidas de sus amigos y contertulios en las veladas de Bernabé Sánchez, según antes he narrado. 

Ambos combatidos y ambos con el mismo pensamiento y la misma creencia de que “en cuanto al derecho de comer, sin permiso de nadie, el pan que gane con el sudor de su frente, es el negro igual a todos los demás seres del género humano y debe gozar de todos los derechos naturales. Este sentimiento de igualdad fué en él siempre una práctica. Os recordaré una anécdota que lo patentiza. Una tarde estaba El Lugareño en la sala de su Quinta, sentado en un sillón, departiendo con un negro de los que fueron de su dotación, que ocupaba otro sillón a su lado, cuando penetró en la pieza, con objeto de hablarle, el Capitán Pedáneo del distrito que luego de las cortesías del caso, fué invitado por Betancourt Cisneros a sentarse, no aceptando hacerlo, porque dijo no se sentaba en compañía de negros; a lo que le respondió El Lugareño: “pues espereme V. en el zaguán que dentro de un momento iré para allá." ¡Lección severa de la firmeza de sus convicciones!

Ambos, en última, mártires en su muerte: Lincoln de una bala asesina y El Lugareño de un cáncer en la garganta, que con la diferencia de dos años y meses cortaron tan preciosas existencias. 

El otro hecho a que me he referido, la creación del ferrocarril de Puerto Príncipe a Nuevitas, es por demás de señalarse en la vida de "El Lugareño”. 

De esto dice Calcaño en su biografía: “Entre otras cosas de pública utilidad a que honrosamente ligó su nombre fué una el ferrocarril de Nuevitas a Puerto Príncipe, segundo de la Isla, cuya junta directiva le conservó el carácter de Presidente, aún durante su ausencia. Este proyecto patriótico de una obra que abriendo a la ciudad las puertas de la industria y del comercio la sacó del estado de marasmo en que yacía; convirtiendo una olvidada aldea interior en ciudad casi marítima, si bien atrajo sobre el avanzado patricio la gratitud de un pueblo por parte de los buenos, no dejó de acarrearle, por otro lado amargos sinsabores, gracias a las envidias de esas nulidades a quienes ofusca y daña la luz del mérito ajeno: acostumbrados inveteradamente los capitales a la inacción, árdua empresa era despertarlos del letargo improductor y ponerlos en movimiento; pero con alma superior a los tiros de la insidiosa emulación, Betancourt superó los obstáculos de la malicia, destruyó con inflexible lógica los argumentos de sus contrarios, encendió la llama del entusiasmo en los unos, estimuló el amor propio de los rehacios y venció y las humeantes locomotoras, nuncios infalibles de prosperidad e ilustración, atravesaron triunfantes las sabanas del Camagüey."

Fué el segundo Ferrocarril de Cuba, dice Calcaño, ateniéndose sólo a la materialidad de su funcionamiento, porque, en efecto, poco antes se inauguró el de la Habana a Bejucal y Günes; pero, fué el de Puerto Principe a Nuevitas el primero en obtener la R. O. de su concesión, como fué El Lugareño, el primero en traernos la idea y hasta el nombre de “caminos de hierro” que entonces se daba a los ferrocarriles; y fueron sus amigos y coterráneos los camagüeyanos los primeros en estudiar la forma y desarrollo de la empresa, que, para el de la Habana, a cuyos gestores la dió a conocer Betancourt Cisneros, encontró apoyo oficial y el dinero necesario y por eso se inauguró antes, mientras que El Lugareño y los suyos obraban con recursos propios tan solamente. 

Y este hecho trascendentalísimo para la riqueza y prosperidad de Camagüey, entraña a más, por lo que hace a El Lugareño, un nuevo motivo de admiración a su grandeza de alma y generosidad sin límites, pues que estando situadas las inmensas posesiones de tierras del vínculo de Najaza entre Puerto Príncipe y Santa Cruz del Sur, Betancourt Cisneros, huyendo de todo pretexto a la sospecha de que él buscara con la implantación del ferrocarril, el engrandecimiento de sus propiedades, en vez de llevar las paralelas hacia el Sur, hizo su estudio y fomentó la empresa al Norte, a Nuevitas, por donde no tenía intereses propios y de todos modos resultaban engrandecidos los de su ciudad que era su punto de mira y la razón única de su empeño. 

Delicado, generoso, noble en todo. 

En 1846 por creérsele partícipe de una supuesta conspiración el Capitán General, llamándolo a Palacio le hizo presente que "si no salía del país, corría peligro de que se le arrancase la cabeza”; y ante tamaña amenaza abandonó nuevamente a Cuba refugiándose en los Estados Unidos, donde a la sazón se fomentaba con ardiente empeño la rebeldía de Cuba contra España, pero no aspirando a la independencia sino a la anexión de aquella Gran Nación Americana.

Se formó allí una delegación que se llamó “Consejo Cubano", para presidir la cual fué designado "El Lugareño". 

La política de Betancourt Cisneros tan discutida mal comprendida, fué en su esencia, la de todo cubano intelectual de aquel tiempo: enemiga del yugo opresor de la Soberanía española, enamorado de la emancipación de la Monarquía y dispuesto a obtenerla por cualquier medio. 

Manuel Marques Sterling el brillante y conceptuoso escritor en su obra "La Diplomacia en nuestra historia”, se expresa así de esta tendencia política: “El anexionismo ocupa en la historia patria un capítulo de honor. Si hoy abominamos de esa tendencia, para mí horriblemente odiosa, es axiomático que incurriríamos en loca profanación juzgando con tal dureza de criterio a los próceres que la sustentaron con espíritu altivo y noble convencimiento. El anexionista que floreció en los seis lustros de 1840 a 1870 no era un especulador vulgar, ni procedía con engaño, ni lo estimulaba el egoismo, ni para el logro de sus aspiraciones desviaba al pueblo impulsando la anarquía, el escepticismo y la corrupción; hijo de una colonia sin ambiente popular, sin opinión pública organizada, sin tradiciones revolucionarias, consagraba sus influencias, sus energías y su férvido amor patrio al desarrollo de un principio político de independencia relativa, pero independencia al fin, que, a su entender, era igualmente útil y glorioso, y colocaba el paraíso de sus ensueños bajo la sombra de la gran República en donde su mente se había cultivado al contacto de una civilización fascínadora”. 

“El anexionismo significaba la protesta del régimen tiránico y violento; y aunque no existían multitudes que la secundaran con repercusiones vitales, fué desde luego cosa admitida que el país se decidía por su incorporación a los Estados Confederados del Norte. Gaspar Betancourt Cisneros, que hizo célebre el pseudónimo con que suscrbía sus escritos, “El Lugareño", fundó en New York el periódico "La Verdad” sostenedor de la doctrina anexionista, y una vasta conspiración tejió sus redes en el subsuelo de la desventurada Isla." 

Así es como únicamente es dable, es justo, apreciar esa política sustentada por un cubano cuyo amor a su país excede a toda ponderación. 

José Antonio Saco combatió el movimiento anexionista; pero Betancourt Cisneros contestó al ilustre bayamés en un folleto que intituló “Ideas sobre la incorporación de Cuba a los Estados Unidos, en contraposición a las que ha publicado Don José Antonio Saco”, en varios trabajos insertos en “La Verdad” y en no pocas cartas privadas, entre las cuales hay varias muy importantes en que le dice, en una: “La anexión, Saco mío, no es un sentimiento, es un cálculo, es más, es la ley imperiosa de la necesidad, es el deber sagrado de la propia conservación”; en otra, apoyándose en su gran conocimiento de los cruzamientos de razas: "un atravesadito mío con una yankee o alemanota había de salir más cubano y más bonito y blanquito, sano y briosito y guapito que el Sr. Saco y su compinche “Narizotas” (Saco le decía a El Lugareño Narizotas y éste a aquel “Saquete mío” cuando se trataban en broma) con toda la pureza de su raza goda, árabe o gitana de todo hay en las Viñas de Iberia; en otra: Don Quijote no ha muerto, está vivo en el espíritu que anima a todo el que habla la lengua de Cervantes. Esos hombres solo pueden ser libres y dejar que los demás lo sean en sus opiniones y conciencias, cuando se ingerten en otros troncos y dejen de ser por lo menos, en nueve décimos, españoles. Si esto no fuera una verdad de mayor dimensión que la Península Ibérica, no habría bayameses en el mundo que sintieran perder los nueve décimos de español y engendrarle un hijo a una alemanota, irlandesa, inglesa, polaca, rusa, furía, harpía, condenación y que seguramente no saldría jipato, raquítico, babujal; y sabe Dios, si vos y yo no lo tenemos con tres cuartas partes de manding, carabalí o congo loango”; llegando en última a asegurarle que la independencia de Cuba se firmaría en inglés. 

En el sentir de su política anexionista se ven las dos tendencias que han sido el fondo de toda idea separatista: la emancipación de Cuba de la metrópoli española y el mejoramiento del cubano en todo orden. Parafraseando a Schopenhauer, cuando dijo: “raspad la piel de un metafísico alemán y encontreis un teólogo"; yo digo, y sostengo aquí ahora, que raspando la piel a un cubano anexionista de aquel tiempo, encontraríamos un separatista, como el que más lo fuera. 

El anexionismo muere con Ramón Pintó, su último mártir El Lugareño sigue su política de mejoramiento del pueblo, en lo físico como en lo intelectual y en lo moral, sin desalientos, Convencido de que si no es por un medio sería por otro que se llega a la independencia y con ella al disfrute de todas las libertades que tanto anhelaba para Cuba. 

En la emigración todavía El Lugareño, contrae nupcias por medio de apoderado, -que lo fué el Lcdo. Fernando Betancourt.-  con la Sra . María Monserrate Canalejo e Hidalgo, el 7 de septiembre de 1857, en la Iglesia de Guadalupe, hoy de la Caridad, de esta Capital, ante el cura de la misma P. Claudio Valdés, embarcando dicha señora para reunirse con su esposo que la aguardaba en New York, siguiendo a Francia en donde el Abate Estevez, residente en la Iglesia de la Magdalena, de París, les dió la bendición nupcial en 18 de junio de 1858. De esa unión tuvieron tres hijos. Loreto, nacida en 1858 y fallecida en 1860; Alonso, que vive y es tan reputado médico tocólogo entre nosotros, y que nació en 1859; y Napoleón nacido en 1860 y fallecido en 1861. 

Loreto nació en New York y Napoleón en París, y ambos murieron en esta última ciudad donde descansan sus manes en el Cementerio del Pere-Lacha' se. 

Alonso G. Betancourt Canalejo
y Gaspar Betancourt y Valdés Pita.
Hijo y Nieto del Lugareño
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Alonso nació en Florencia a cuyo lugar se trasladó El Lugareño con su esposa para buscar a ésta consuelo a sus penas por la pérdida de su primera niña. Y aquí es bueno hacer notar que a pesar de ese accidental nacimiento del Dr. Alonso Betancourt en la bella ciudad italiana, él se siente tan camagüeyano como el mismo Lugareño, su progenitor; y ama a la vieja ciudad, a sus tradiciones, -que recuerda a menudo,- a sus mujeres de excepcional belleza y a sus hombres cultos y nobles, con toda su alma y de todo corazón, porque como él dice, vé en Camagüey si no el lugar de su nacimiento material, sí el sitio en que pasó su feliz infancia, en que recibió su plena educación y en que se abrieron los ojos de su razón a la luz de la vida, de los ensueños, de los ideales y del bien. 

En 1861, rendido su ánimo por la muerte de su hijo Napoleón al amparo de una amnistía concedida por el Gobierno a los "infidentes", volvió a Cuba El Lugareño. 

Su vida fué ya, desde entonces, pesaroza y triste por ende, sin dejar de tener manifestaciones de su grandeza de siempre por su saber y su patriotismo, revelados en sus magníficos escritos que recogía en sus columnas el periódico "El Siglo". 

Casa donde falleció El Lugareño.
Calzada de la Reina No. 147.
Demolida junto a las casas contiguas, 
para construir una iglesia y convento 
para los Padres Jesuitas. Ver siguiente foto.

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Y vivía entre Camagüey y la Habana hasta que el fiero mal que le hizo presa puso fin a su existencia, -hermosamente aprovechada.- el día siete de Diciembre de 1866, en esta Capital, en la casa No. 147 de la Calzada de la Reina, demolida aquella recientemente como las contiguas, para edificarse en el lugar ocupado por ellas una iglesia y convento para los Padres Jesuitas. 

Su muerte produjo duelo general sin precedente. 

La conducción del cadáver desde la Calzada de la Reina al Muelle de Luz para ser embarcado para Camagüey por Nuevitas, (única comunicación entonces), fué una solemnísima manifestación. Los hombres más distinguidos y de la más alta representación en el país, se disputaban el honor de llevar las andas que portaban el cadáver y aquí y en su ciudad natal, los periódicos publicaron suplementos anunciando la mala nueva en artículos rebosantes de hondo sentimiento y veneración. En Camagüey, la llegada del cadáver para su sepelio fué un acontecimiento que inundó en la más profunda tristeza  a su pueblo. Como fué ello nos lo pinta brillantemente la dulce poetiza camagüeyana, Aurelia Castillo de González, en un soneto que me voy a permitir leer aquí, porque condensa en toda su extensión esa escena a que me estoy refiriendo. 

“Baja el sabio la frente con quebranto: 
El ciudadano de dolor se viste: 
Alza el obrero su plegaria triste; 
Y el campo riega del esclavo el llanto. 

Con tierno amor y con respeto santo, 
El Camagüey entristecido asiste 
A estrechar el hermano que no existe, 
Alzando al Cielo religioso canto. 

Se abate el sabio por el sabio augusto:
Al patriota deplora el ciudadano: 
Ruega el obrero por su amigo justo: 

Llora el esclavo por su buen hermano; 
Y corre, el Camagüey con paso incierto 
A recibir al “Lugareño” muerto... !!

No podía ser otra la resultante de tamaña desgracia. Camagüey, Cuba... la Humanidad, perdían un hombre singular, algo muy poco común. 

Fué bueno, fué justo, fué sabio, fué magnánimo, fué un cubano de excepcional amor a la libertad de su patria. 

La medida de esta condición de su carácter superiorísimo y firme, la dá una carta que escribió desde New Orleans el 8 de junio de 1854 a su apoderado Don José Joaquín Ruora, residente en Puerto Príncipe, que exprofeso he dejado para este momento y lugar ocuparme de ella, porque solo su lectura dá a cualquiera, idea completa de la magnitud, del patriotismo de “El Lugareño”, ile su desinterés en ara's de su causa y de su extrema dignidad. 

"Ha llegado a mis manos, escribía, por vía de New York, su atenta carta de 5 de mayo pdo. en que se sirve Vd. comunicarme la publicación del R. D. de amnistía de 22 de marzo último, a virtud del cual se consideraba Vd. ya legalmente autorizado para comunicarse conmigo como lo deseaba, por el carácter que tenía de administrador de mis bienes." 

"Muy reconocido a esta atención de parte de Vd., cumple a mi amistad manifestarle que subsiste en toda su fuerza la causa que me privaba de su correspondencia. El impreso que le acompaño, publicado en esta ciudad el 9 de mayo, le hará comprender a Vd. que los que suscribimos ese documento, preferimos la expatriación perpetua a los favores de un gobierno, al cual miramos como al opresor de nuestra patria y usurpador de todos los derechos de nuestros compatriotas." 

“Desde que me resolví a conspirar contra el Gobierno español, o más bien, contra la dominación de España en Cuba, dí por perdidas todas mis propiedades y no he pensado más en recobrarlas sino con la independencia de la Isla de Cuba y un gobierno propio, libre y digno de la civilización de sus hijos. La conducta que Vd. ha observado respecto de los arrendatarios de los sitios y tierras de Najaza le hace a Vd. mucho honor y me complazco en reconocer y aplaudir el sentimiento de justicia y equidad que ha movido a Vd. a conservar en sus colonias a hombres que eran amigos parientes del proscrito". 

“No he dejado de extrañar amigo Roura, que Vd. conociendo mi carácter y mis principios haya concebido por un momento la idea de que yo podría aceptar un perdón que no he solicitado, y que aceptándolo mejoraría mi bienestar personal, pero no en un ápice la causa a que llevo consagrados 30 años de mi vida! Permítame Vd. decirle que mis principios, mis convicciones y mi moralidad política no se sacrificarán jamás a intereses materiales, ni à afecciones de familia, ni de amigos. La causa en cuestión no es mía; es de Cuba y los cubanos, es de un pueblo oprimido y ultrajado por sus propios progenitores, exheredado no solo de sus derechos de españoles, sino hasta de los naturales de hombres y de gradado y condenado a la condición de parias políticos o ilotas." 

"Continúe Vd. con la administración que el Gobierno le ha confiado y satisfaga Vd. con su honrado proceder a quien le ha encargado de la administración de esos bienes, y cuando Vd. juzgue que pueda legalmente escribir a los proscritos, mande órdenes a quien en todos tiempos y bajo cualesquiera circunstancia, de preferencia en las adversas, desea servir a los que llama sus amigos, y es de Vd. sin más a. y s. s. q. s. m. b. Gaspar Betancourt Cisneros”. 

¿Se necesita más que esos conceptos para juzgar a El Lugareño? 

Esa carta, sola, es bastante para dejar sentado que es su autor un hombre privilegiado con la superioridad de su talento, de su patriotismo, de su dignidad y de su desinterés. Un hombre, cuya vida y obras, -que no pretendo yo haber recogido ni siquiera reasumido exactamente en este corto trabajo debe ser siempre nuestro ejemplo y objeto de nuestra más sentida y reverente veneración; y para el cual ha de parecer extraño, extrañísimo es, que no se haya llegado a la erección de un monumento que perpetúe su memoria, como es proyecto hace tiempo; pero que mientras no se lleve a la realidad deja un vacío inexplicable en los sentimientos de un pueblo por el que alentó y vivió en la más absoluta consagración "El Lugareño". 

Y como he pretendido en vano pintarte, yo, que sí sé admirarte no tengo facultades para tanto, perdóname

"Oh! tu del Camagüey apóstol santo,
¡que con luz de la verdad rompiste 
de la ignorancia el tenebroso manto, 
y con tu noble propaganda hiciste 
extremecer al despota de espanto! "(2) 

He dicho 

Dr. Andrés Segura y Cabrera




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(1) El número extraordinario de los trabajos literarios de El Lugareño y la circunstancia de haber éste utilizado la prensa y el género epistolar para divulgar sus ideas, hicieron sumamente difícil desde un principio el poder reunirlos y coleccionarlos, y desde luego, imposible el obtenerlos todos; estas dificultades se han hecho casi insuperables a causa de la situación política del país, pues las persecuciones del Gobierno produjeron la pérdida y destrucción de muchos de ellos No obstante su deudo amantísimo el Sr. José Ramón Betancourt, durante la emigración, en la guerra de los diez años, pudo recoger algunos y los empezó a ordenar y clasificar para publicarlos, sin que pudiera realizar ese propósito, por haberle sorprendido la muerte antes que llegara a terminar ese trabajo. 

Hoy esos papeles se encuentran en poder del Lic. Angel C. Betancourt, distinguido y sapiente magistrado de nuestro Tribunal Supremo, camagüeyano amante de su pueblo y también deudo amantísimo de El Lugareño, quien según nuestras noticias, se ocupa con asiduidad e interés, en seguir y completar la obra de su ilustre tío.

(2) Esta es la primera estrofa de una poesía del Sr. Leopoldo Turla, publicada en "El Demócrata” de N. York, en 1870




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Se respetó el texto como fue publicado


La Gloria City en la memoria de una antigua moradora (por Carlos A. Peón-Casas)



Mollie Jumper, pudo perfectamente encarnar a cualquier personaje de la mítica conquista del oeste norteamericano, pero su aventura personal pioneering junto a un grupo de norteamericanos en la naciente colonia de nativos norteños en tierras de Camaguey, es tan singular como aquellas primeras experiencias de expansión territorial hacia el oeste de la frontera de los Estados Unidos.

Mollie vino a las playas camagüeyanas a bordo del vapor S.S. Esperanza en Octubre de 1909. Había embarcado en Nueva York, junto a su madre, el destino inicial fue el puerto de Antilla, pero de allí hicieron ruta a Nuevitas. Su destino final: La Gloria City la entones incipiente comunidad de norteamericanos interesados en el cultivo de la tierra en lo que seria una prospera experiencia posterior.

Su primera mirada a Nuevitas tiene un valor significativo en cuanto a memoria retrospectiva, dice así la cronista en esta pieza rememorativa escrita muchos años después en un diario norteamericano:
Después que pasamos la aduana, visitamos la ciudad. La mayoría de las casas están rodeadas de jardines floridos. Las tiendas eran atractivas con su variada oferta de productos foráneos. Cerca de la Iglesia Católica ubicada sobre una colina hallamos un cementerio, en el cual un hombre desenterraban huesos en una tumba abierta. Al preguntarle por su labor nos dijo que la renta de 20 pesos por el sitio se había extinguido, por lo que aquellos restos fueron lanzados a una pila cercana a la tapia(1).
Luego de pasada esa noche, la viajera continuó rumbo a su destino. Para ello navegaron a través de la bahía, para alcanzar Puerto Viaro, por entonces el puerto de desembarco mas cercano a la colonia de la Gloria, distante unas cuatro millas. De allí, a lomo de mulas, alcanzaron el villorio que ya para la época contaba con una calle principal que llamaban Avenida Central, y que corría de norte a sur. Su descripción de la naturaleza circundante destaca por su admiración ante la novedad del paisaje, oigámoslo en su voz:
El viaje en mula fue muy interesante, el follaje circundante era muy distinto la dejado en casa, los arboles florecidos e incluso los arbustos y el pasto lucían distinto. Había orquídeas en los arboles, muchas de las que luego trasplantamos en nuestro patio.
Lo colonia de entonces, a su llegada acomodaba unos cientos de colonos, su extensión era de una milla cuadrada, pero su estado era muy parecido al de diez años atrás. Se destacaban dos iglesias principales, una Metodista y otra Episcopal. Igualmente existían tres asociaciones sociales, una escuela cubana, y otra norteamericana. Ya igualmente para entonces, existía un pequeño central, un hotel y establecimientos comerciales, incluyendo una panadería y una tienda de expendio de licores.

A su llegada la nueva colona se acomodó con su hermana y esposo, que les habían antecedido en la aventura, pero pronto compro un lote de tierra de 100 por 150 pies, por el precio de 150 dolares y allí construyo su casa, con espacios para la enseñanza y practica musical. Allí impartía lecciones de violín, piano, mandolina y guitarra. Con el tiempo llegaron a formar una orquesta que en sus minutos mas prósperos tuvo 15 instrumentos y todos los músicos eran vecinos del villorio. Nuestra heroína era, igualmente profesora de baile, de tal modo sus lecciones eran muy solicitadas.

La vida económica de la colonia se hizo mas y mas próspera con la llegada de nuevos colonos, a partir de entonces no solo se sembró caña, sino que florecieron las plantaciones de cítricos que darían tanta fama al valle de Cubitas, sobre todo por las naranjas y toronjas. La autora cuenta como abundaban otras frutas en los alrededores:
Muchas frutas deliciosas son cosechadas alrededor de la Gloria: frutabombas, cocos y aguacates Las piñas alcanzaban hasta catorce libras. En los primeros tiempos era costumbre que un grupo de nosotros fuera a caballo a una cercana plantación a recoger y empacar fruta, y luego volver a galope a casa.
Nuestra testimoniante vivió en carne propia los azotes del furiosos huracan del 32 que arrasó literalmente con la villa, y del que ella deja aquí su muy revelador testimonio:
La mañana del martes 9 de noviembre de 1932 amaneció despejada, pero una incesante bandada de palomas salvajes, nos sobrevolaban como segura señal de peligro. Cerca de la medianoche el viento comenzó a soplar, y el barómetro continuo bajando. Al amanecer un aviso telegráfico dio cuenta del paso inminente del huracan en una hora y media. El aire era del color del plomo cuando las casas comenzaron a derrumbarse. Los cubanos, norteamericanos y alemanes, permanecimos en un frágil porche por mas de dos horas mientras las ráfagas de viento alcanzaban los 150 km.
La historia del emplazamiento empezaba a declinar, como consecuencia del huracán, mas de la mitad de los norteamericanos perdieron sus propiedades, incluida la cronista, la mayoría de aquellos arruinados colonos se mudaron a la Florida y a otros territorios en Estados Unidos. Los cubanos ocuparon las ruinas y construyeron sus propias viviendas, la autora junto a un resto mínimo de norteamericanos persistieron en quedarse.

Nuestra testimoniante vivió en La Gloria por cuarenta años. Y sus experiencias vitales se entrelazaron con mas de un suceso de la vida local y nacional, y que sin dudas serán parte de otra interesante crónica rememorativa. Luego de la muerte de su madre, su hermana y cuñado, nos dice nuestra memoriosa cronista que creyó acabada su experiencia cubana, a la que puso fin el 1 de Agosto de 1948.



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1. "Mollie Jumper Led An Adventurous Life, 40 Years of it In Cuba". Lewiston Journal Magazine. Saturday May 16, 1959.



Estrella y Luceros. Carnavales de Camagüey del año 1968.

Luego de una temporada en la agricultura y obtener los Premios de Belleza, unas vacaciones en el Hotel Nacional de la Habana, Soroa, Varadero. Al regreso a Camagüey, estudio y agricultura.

Bohemia. Septiembre 27, 1968.

Wednesday, July 13, 2022

"¡Muchachas! Tened una hermosa cabellera. Un frasco de Danderine pone el cabello espeso, firme y bonito. Cura la caspa, la picazón en el cráneo y evita que el cabello se caiga," (Bohemia. Julio 1916)

Noticias del cuadro que Mr. Sawkins, pintor inglés, hizo del Padre Valencia (por Carlos A. Peón-Casas)


Noticias del cuadro que Mr. Sawkins, pintor inglés, hizo del Padre Valencia.
Referencias en una carta del Lugareño a Domingo del Monte.


por Carlos A. Peón-Casas



La vasta correspondencia que Gaspar Betancourt Cisneros, El Lugareño intercambió con su amigo Domingo del Monte, y a quien aludía con el apelativo del Poeta, nos revela hoy estos detalles sobre la famosa pintura del bendito benefactor de los pobres principeños: el Pbro. Juan de la Cruz Espí, inolvidablemente inmortalizado como el Padre Valencia.

La idea suscrita y oportunamente hecha realidad por nuestro Lugareño y el aporte generosos de otros prominente puerto principeños, se concretaría en el año de 1842.

Los detalles sobre el particular los descubrimos en esta misiva cruzada entre el Lugareño y su entrañable amigo del Monte, firmada en Camagüey, el 24 de Septiembre del año ya citado más arriba.

Bueno es acotar al lector que la presencia del pintor Sawkins, súbdito británico, no tuvo una feliz acogida en la principeña ciudad.

Los ánimos estaban muy acalorados entonces por causa de que el gobernador de la Isla de Cuba, general D. Jerónimo Valdés y Sierra, había decidido justo en marzo de aquel año, la separación del abolicionista inglés David Turnbull de su puesto de cónsul de Inglaterra en La Habana. Inglaterra como es bien sabido promovía la suspensión de la trata de esclavos y el consiguiente fin de la esclavitud.

Leamos pues los detalles del caso que nos ocupa, cuando el famoso pintor acometiera en la ciudad de Puerto Príncipe, el importante encargo que le fuera comisionado.
Ya sabreís la pelotera que vuestro amigo Mr. Sawkins ha venido a armar aquí, o sea yo si quisieredes por encomendarle el retrato del Padre Valencia. Me han caído y dicho sendas desvergüenzas; pero yo les he hecho ver que no tengo miedo como veréis vos por los dos últimos artículos que os acompaño. Consolaos con saber que el triunfo es nuestro, y el fraile está perfectamente retratado, a prueba de negros bozales y niños que no hay más que apetecer. Pero volviendo a los articulistas que gente tan ruin, que miserables, que ignorantes, por donde la cogieron, porque yo protegía al inglés porque es inglés, y no al español porque es español. En fin de todo se han valido pero inútilmente, y el retrato saldrá, y luego sé que se presente al público veremos que hacen ellos, hacen otro para el Carmen y recogen otra suscripción para Coloma(1).
El cuadro fue donado al Asilo de San Lázaro por la Sociedad Filarmónica de Puerto Príncipe, luego conocido como el Liceo de Camagüey, el 21 de noviembre de 1842.

En 1840, el propio Gaspar Betancourt Cisneros había pronunciado un Elogio al Padre Valencia sobre la tumba de aquel. Sus palabras resuenan todavía:
Este es el hombre verdaderamente grande, porque aprendió a negarse a sí mismo, y entregarse todo entero a la humanidad. De tal manera se había identificado en ella, que el grande y el pequeño, el señor y el siervo, el rico y el pobre, el nacional y el extranjero, el bueno y el malo, el religioso y el impío, todos tenían igual derecho a su benevolencia porque el aceptaba la humanidad con todas sus condiciones y flaquezas, con todos sus errores y miserias; su benevolencia era la luz, era el aire de que todos participábamos a títulos de hombres (…)(2)
El cuadro es a no dudarlo, un trasunto, de aquel retrato moral que el propio Lugareño hiciera con sus palabras. Se conservó por años en el Asilo de San Lázaro, luego Hospital Padre Valencia, la obra que acometiera, juntando la precaria limosna de solo seis reales, que con su entrega y constancia, alcanzó la fantástica suma de cincuenta mil pesos, y que fue la gran obra del juanino, junto al Hospital del Carmen y su iglesia, y el anexo Convento de las Ursulinas.

En 1938, en ocasión de las actividades por Centenario del fallecimiento del Padre Valencia, el Dr. Federico Biosca Giroud, miembro del Comité Gestor, y a la vez poseedor por entonces de un valioso archivo de documentos del Padre Valencia, incluyendo gran parte de los famosos añalejos; financió de su propio peculio la restauración del famoso cuadro obra de Sawkins, y por entonces ya deteriorado.


El trabajo lo acometió el pintor camagüeyano Servando Pita Camacho, autor igualmente de otro retrato(3) del Padre Valencia, encargado al pintor por el propio Biosca para su residencia privada.

Hoy día, el cuadro de Sawkins, sometido a una nueva restauración, se conserva en la sala principal de la Casa Museo Monseñor Adolfo Rodríguez adscrito al Arzobispado de Camagüey, en esta misma ciudad.





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  1. Cartas del Lugareño. Gaspar Betancourt Cisneros. Compilación y Prologo de Federico Córdova. Ministerio de Educación. Dirección de Cultura. La Habana, 1951.
  2. El Centenario del Padre Valencia. Reportaje de Emiliano Barrios. Camagüey, 1938 p.22.
  3. El cuadro fue expuesto al público en las vidrieras de El Encanto en ocasión de las celebraciones por el Centenario del Padre Valencia en 1938.

Tuesday, July 12, 2022

Francisco: "Cuba es un símbolo"




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Esto decía Francisco cuando era Bergoglio:

“Es necesario para Cuba y para otras naciones, emprender un plan tendiente a transformar algunas estructuras y en especial sus instituciones políticas, para sustituir regímenes corrompidos, dictatoriales o autoritarios, por otros democráticos y participativos. La libre participación de los ciudadanos en la gestión pública, la seguridad del derecho, el respeto y la promoción de los derechos humanos, se erigen como requisito imperativo, como condición necesaria para tender al desarrollo del hombre, de todos los hombres”


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Gala de Verano de “El Arte del Ballet Clásico” (AoBC). Por Baltasar Santiago Martín.

Aurora Chinchilla y Keynald Vergara 
en el pas de deux Diana y Acteón
Foto: Abelardo Reguera.
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En la noche del sábado 25 de junio de 2022 viajé desde Hialeah hasta el Lauderhill Performing Arts Center, para asistir a la Gala de Verano de “El Arte del Ballet Clásico” (AoBC), entidad anteriormente conocida como Ballet Clásico de la Florida, ambas bajo la dirección artística de la prestigiosa maitre Magaly Suárez y con el valioso apoyo de su asistente Ibis Montoto.

La función comenzó con el pas de six del ballet La Vivandiere, –La cantinera–, coreografía de Arthur Saint-Léon / Fanny Cerrito y música de César Pugni, en el que Gustavo Ribeiro satisfizo con creces el reto de ser el partenaire de nada menos que de cinco hermosas y bien entrenadas bailarinas: Aurora Chinchilla, Florie Geller, Jenna Potvin, Anna Thomashoff y Juliana Wilder; los seis con admirable acople, sincronización y elegancia, tanto desde el llamativo y bello vestuario como hasta los más mínimos detalles de la coreografía, pas de deux de Aurora y Gustavo y de todo el grupo incluidas.


La Vivandiere: Gustavo Ribeiro y Aurora Chinchilla; GR con Florie Geller, Jenna Potvin, Anna Thomashoff y Juliana Wilder; saludos finales de los seis. Fotos: Abelardo Reguera.
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Dejando ya detrás el campo húngaro donde se desarrolla La Vivandiere, April White y Raisel Cruz salieron a escena para revivir el adagio del pas de deux del segundo acto de El lago de los cisnes, con música de Chaikosvki y coreografía de Marius Petipa.

En este primer encuentro entre el príncipe Sigfrido y Odette, la princesa convertida en cisne por el maléfico brujo Von Rothbart, Odette ha recuperado la forma humana por un breve tiempo, y April lo tuvo presente, pues no abusó de los port de brass como suelen hacer otras bailarinas en este adagio, pues con solo leves aleteos reminiscentes recordó la hechizada condición de su personaje, tanto en sus solos como cuando Raisel/ Sigfrido la partnea con absoluta elegancia y clase durante todo el adagio, amén de unos arabesques penchés sin esfuerzo aparente que signaron su hermoso desempeño como Odette.


April White y Raisel Cruz, en el adagio del segundo acto de El lago de los cisnes. Fotos: Abelardo Reguera.
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Y del segundo acto de Lago, Mia Bianchi, Florrie Geller y Jorge Alejandro Boza nos regresaron al primero, con el pas de troi del mismo –que no por no ser para la pareja protagonista como el pas de deux anterior carece de menor rigor técnico e interpretativo–, en el que los tres se lucieron en sus respectivas variaciones y en el muy bien coordinado trabajo como trío.

Mia Bianchi, Florrie Geller y Jorge Alejandro Boza en el pas de troi del primer acto de El lago de los cisnes. Foto: Abelardo Reguera.
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De ese mundo de cisnes encantados, la magia del ballet nos trasladó al mundo de los dioses mitológicos romanos –copiados y “editados” de los griegos–, para disfrutar de Diana y Acteón, un pas de deux con música de Ricardo Drigo, coreografiado e incorporado por Petipa en 1886 a su versión del ballet Esmeralda, coreografía de Jules Perrot (1844), pero en el que Agripina Vagánova puso también su experta mano.

Según la mitología romana, Diana –habitualmente representada como cazadora, con arco y flecha– se estaba bañando desnuda cuando sorprendió al pastor Acteón contemplándola “curiosamente”. Enojada, le disparó un flechazo que lo hirió gravemente, y en una de esas metamorfosis tan habituales en la mitología greco-romana, Acteón se convirtió en un ciervo, y los perros de caza de Diana se arrojaron sobre él y lo devoraron.

Afortunadamente, este pas de deux se limita a que Diana se desplaza con su arco, y Acteón intenta esquivar su mirada –y sus flechas– ocultándose tras sus brazos...; “pretextos” para que sus intérpretes brillen, con grandes desplazamientos aéreos –sobre todo “Acteón”–, evidente muestra de la influencia en el ballet ruso de la técnica italiana enseñada por Enrico Cecchetti.

La brillante Aurora Chinchilla y el dotado Keynald Vergara fueron los encargados de revivir esta historia mitológica grecorromana.

Aurora Chinchilla y Keynald Vergara en el pas de deux Diana y Acteón. Fotos: Abelardo Reguera.
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Aurora estuvo pendiente en todo momento de su rol de la cazadora Diana, y satisfizo la exigente coreografía con total bravura, con bellos arabesques, sostenidos balances y jettés elegantes y precisos; y unos fouettés “clavada” en el lugar, intercalados con pirouettes, en el apogeo de su variación, mientras que Keynald hizo girar a su compañera con total verticalidad –como debe ser–, y su variación fue absolutamente deslumbrante, pues a sus saltos no les faltó altura ni, incluso, volteretas acrobáticas casi horizontales. Sus vertiginosos giros, a su vez, resultaron también impresionantes.

En fin, que ambos dejaron el escenario muy caliente tras la “huida” de Acteón perseguido por la vengativa Diana, para dar paso a Sophie Poulain y a Ethan Rodríguez, quienes bailaron el pas de deux del Festival de las flores de Genzano (Auguste Bournonville/ música de Helsted & Pauli), fieles a la esencia del estilo Bournonville, que demanda de ambos un trabajo de pies de gran limpieza y agilidad. Ethan, en su trabajo como partenaire, fue sumamente solícito para que su compañera se pudiera lucir tal y como lo hizo, con buenas extensiones y ejemplar musicalidad.

Sophie Poulain y a Ethan Rodríguez en el pas de deux del Festival de las flores de Genzano. Foto: Cortesía de AoBC.
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Sophie Poulain y a Ethan Rodríguez en el pas de deux del Festival de las flores de Genzano. Fotos: Abelardo Reguera.
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Al pas de deux de El Festival de las flores de Genzano le siguió el de Satanella, de El carnaval de Venecia –música de Cesare Pugni sobre un tema de Paganini y coreografía original de Marius Petipa–, a cargo de Juliana Wilder y Gustavo Ribeiro, quienes nos regalaron un adagio perfecto, con gran musicalidad y vistosas y sostenidas cargadas de Juliana por Ribeiro.

Juliana Wilder y Gustavo Ribeiro en el pas de deux de Satanella. Fotos: Abelardo Reguera.
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En sus respectivas variaciones, Gustavo brilló, tanto por sus elevados saltos –con volteretas en el aire incluidas– como por sus raudos giros y entrechats, mientras que Juliana, a su vez, tampoco escatimó su pirotecnia técnica, con sostenidos balances, admirables extensiones y grand jettés, con fouettés como clímax.

En la coda, ambos estuvieron soberbios, con Gustavo arrodillado ante Juliana en rendido abrazo, como simpático colofón.

A seguidas, Daynelis Muñoz como Odile y el muy esperado y siempre sorprendente Taras Domitro como el príncipe Sigfrido, asumieron el pas de deux “El cisne negro”, del ballet El lago de los cisnes, con música de Piotr I. Chaikovski y coreografía de Marius Petipa, como ya fue acotado cuando su segundo y primer acto.

Ambos, con muy vistosos trajes, abordaron el adagio con ímpetu, amén de una feliz remembranza del port de bras de Odette por parte de Daynelis para confundir y hacer olvidar a Sigfrido de su juramento de amor a la hechizada princesa del lago.


Daynelis Muñoz como Odile y Taras Domitro como Sigfrido en el pas de deux “El cisne negro” de El lago de los cisnes. Foto: Cortesía de AoBC.
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Daynelis Muñoz como Odile y Taras Domitro como Sigfrido en el pas de deux “El cisne negro” de El lago de los cisnes. Foto: Cortesía de AoBC.
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En las variaciones, Taras adornó sus saltos con los grand jettés y “de tijera” hacia delante que ya son su marca de fábrica, absolutament inobjetable, mientras que Daynelis, muy musical, se lució con un óvalo de raudos piqués, para luego enfrentarse a la prueba de fuego de este pas de deux: los esperados 32 fouettés, que, aunque intercaló con pirouettes, terminó desplazada de lugar. Muy artistas al fin, su coda fue impecable, aunque les recomiendo saludar en personaje, sobre todo Odile, que es una criatura diabólica, nada amable ni sonriente.

Taras Domitro como Sigfrido en el pas de deux “El cisne negro” de El lago de los cisnes. Foto: Cortesía de AoBC.
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Nota: Como consideración muy personal, recomiendo “editar, podar” la segunda variación de Odile tras los fouettés, que tanto musical como coreográficamente, rompe a mi juicio con la unidad del acto, máxime cuando Daynelis lució que improvisaba la coreografía, para colmo.

La segunda parte del programa estuvo destinada al segundo acto del ballet La Bayadera, con coreografía de Marius Petipa, música del austríaco Ludwig Minkus y libreto de Sergei Kuschelok y del propio Marius Petipa, inspirado en dos dramas del poeta hindú Kalidasa (la palabra “bayadera” tuvo su origen cuando los navegantes portugueses, entre los siglos XV y XVI, llegaron a la India y llamaron “bailadeiras a las “devadasi”, mujeres consagradas a la danza por la religión, de donde ha derivado a “bayaderas”).

El estreno de La Bayadera se produjo en San Petersburgo, Rusia, en 1877, y este ballet puede ser considerado como una secuela tardía del Romanticismo, caracterizado por la fascinación por las leyendas medievales y los temas exóticos, como es el caso del ballet que nos ocupa.

Para poder comprender mejor el segundo acto que se presentó, considero oportuno conocer una síntesis de todo el argumento:

La bayadera Nikiya está enamorada del príncipe Solor y es correspondida por este, pero Solor acepta casarse con Gamzatti, la malvada hija del Rajá gobernante. A su vez, el Gran Brahmán (gran sacerdote de la religión brahmánica) también desea a Nikiya y odia a Solor. Gamzatti introduce una serpiente áspid venenosa en una cesta de flores que su criada le envía a Nikiya, quien cree que se la envía Solor. El áspid la muerde, y el Gran Brahmán le ofrece un antídoto, pero Nikiya, al ver juntos a Solor y a Gamzatti, lo rechaza y muere. Esto ocurre en el mundo real.

Desesperado por la muerte de la hermosa bayadera –y bajo la influencia del opio–, Solor ve a Nikiya en el Reino de las Sombras (el mundo irreal), muerta y multiplicada su imagen por espectros de bayaderas. Junto a ella, Solor evoca su danza ante la Llama Sagrada. El guerrero continúa atrapado por la fascinante visión de Nikiya cuando hacen su aparición sus compañeros para prepararle para la boda.

Bajo la sombra del Gran Buda, un ídolo de bronce danza mientras el Gran Brahmán y los sacerdotes preparan la ceremonia nupcial. Los novios hacen su entrada rodeados de bayaderas, que ejecutan una danza ritual: símbolo de la Llama Sagrada que brilla ante el templo. El Rajá, Gamzatti y Solor bailan, pero el guerrero es continuamente asaltado por la visión de Nikiya.

Durante las danzas aparece misteriosamente un cesto con flores, idéntico al que provocó la muerte de Nikiya; Gamzatti, aterrada y atormentada por la culpabilidad, solicita a su padre que apresure la ceremonia.

El Gran Brahmán pronuncia los ritos sagrados, en medio de la indecisión de Solor. Los dioses, furiosos, desencadenan su venganza: el templo y todos los presentes son destruidos. Las almas de Nikiya y Solor se unen, finalmente, en un amor eterno.

Regresando ahora a la función objeto de esta reseña, quiero volver a felicitar a Magaly Suárez y a Ibis Montoto –tal y como hice y escribí cuando presentaron el primer y segundo acto del ballet en 2019– “por el gran reto asumido – y vencido– de montar este segundo acto de La Bayadera, sobre todo la escena del ‘Reino de las sombras’, que, dentro de la tradición de los ballets blancos, está considerada como una gloria coreográfica mundial; en especial por la entrada de 24 bailarinas (en esta función fueron solo 12), cual espectros de bayaderas, bailando una serie de arabesques.

“Aunque no estuvieran las 24 contempladas en la coreografía original, el que 12 bailarinas de cuerpo de ballet –muchas de ellas aún alumnas de Magaly–, lograran la perfección, el sincronismo y la elegancia que pude disfrutar en esa función, es algo digno de encomio y de alabanza, a la altura de cualquier compañía con más recursos y apoyo financiero”, termino mi cita de 2019, totalmente aplicable en esta nueva ocasión.

Juliana Wilder y Raisel Cruz, como la vengativa Gamzatti y el veleidoso Solor, “bordaron” su pas de deux de inicio a fin, con lujosos trajes y un adecuado maquillaje, ambos acompañados por un muy acoplado cuerpo de baile, que en todas las combinaciones requeridas: Pas de quatre, Pas de Action y Pas de trois, asumieron sus coreografías con total elegancia y excelente desempeño técnico, al igual que Mia Arroyo –acompañada por las precoces y talentosas niñas Sara Marin y Jenna Potvin– como Manu, en la simpática danza con el ánfora en su cabeza.

Juliana Wilder y Raisel Cruz, como la vengativa Gamzatti y el veleidoso Solor, en La bayadera. Foto Abelardo Reguera.
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Juliana Wilder y Raisel Cruz, como la vengativa Gamzatti y el veleidoso Solor, en La bayadera. Foto: Abelardo Reguera.
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Mia Arroyo como Manu, en la simpática danza con el ánfora en su cabeza, de La Bayadera. Foto: Cortesía de AoBC.
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En “El reino de las sombras”, reitero mi admiración por la inojetable secuencia de arabesques de las bayaderas clonadas por la opiácea imaginación de Solor, y me descubro ante Julia Conway y Daniel McCorwick, como Nikiya y Solor, por su pas de deux tan virtuoso, amén de un partneo ejemplar por parte de Daniel, con cargadas incluidas, ambos con una hermosa línea, sin poder dejar de mencionar cuando tienen que interactuar con ese gran velo o tela blanca que podría haberles ocasionado algún contratiempo, mas no, en lo absoluto.



Julia Conway y Daniel McCorwick con las 12 bayaderas en “El reino de las sombras” de La bayadera. Foto: Cortesía de AoBC.
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Julia Conway y Daniel McCorwick, en el pas de deux de “El reino de las sombras” de La bayadera. Foto: Cortesía de AoBC.
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Concluyo con mi agradecimiento a Magaly, Ibis, Adiarys, Taras y a todos los esforzados y dotados bailarines participantes, por tanta devoción por el arte del ballet, y sus admirables resultados artísticos y estéticos.



Baltasar Santiago Martín
Hialeah, 4 de julio de 2022
“Día de la independencia de los Estados Unidos”


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English version

Monday, July 11, 2022

El próximo cardenal de La Habana, ¿será oriundo de La Habana?


El arzobispo de La Habana, Mons. Juan està cumpliendo 74 años de edad. Es su último cumpleaños, antes de presentar la renuncia como cabeza de la iglesia habanera.

La capital de la isla ha tenido tres cardenales, dos camagüeyanos Arteaga y Juan, y uno matancero Jaime.

Sus obispos, en el siglo XX y lo que va del XXI, han nacido en Italia, Sbarretti; La Habana, González Estrada; Santiago de Cuba, Ruiz Rodríguez; Camagüey, Arteaga; Pinar del Río, Evelio Díaz; Camagüey, Oves; Matanzas, Jaime y Camagüey, Juan.

Luego de más de 100 años, con un solo obispo titular nacido en La Habana, ¿le tocará a la capital un prelado local? ¿Será el próximo cardenal oriundo de la antigua Villa de San Cristóbal? (JEM)
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