“Han llevado su libertinaje a extremos de querer ir a algunos sitios de concurrencia pública a organizar sus shows feminoides por la libre. (...)La sociedad socialista no puede permitir ese tipo de degeneraciones. (…) No voy a decir que vayamos a aplicar medidas drásticas contra esos árboles torcidos, pero jovencitos aspirantes, no!”
Fidel Castro. (Discurso pronunciado en la escalinata de la Universidad de la Habana, 13 de Marzo de 1965).
Con las anteriores palabras que encabezan el presente artículo nos proponemos orientar al lector a que se sumerja en la profundidad de la trama de la reciente propuesta que subió a escena como parte del V Festival Escena LGBTQ+ que organiza la Casa del Teatro, institución fundada y dirigida por la conocida actriz Belkis Proenza, que se ha venido presentando en la sede de Artefactus Teatro co-patrocinador de dicho evento, en la barriada de Kendal, durante la pasada semana: “Torcidos. Una comedia violenta”, texto del dramaturgo y director Eddy Díaz Souza, bajo la dirección de Míriam Bermúdez, con las actuaciones de Vivian Morales, Tomás Doval, Juan Carlos Bermejo y la participación especial de la bailarina Alexandra Fernández Peña.
La idea para el texto, según su autor, tuvo su origen, por una parte, en las desafortunadas y lamentables palabras pronunciadas por Castro, en una de sus tantas arengas realizadas ante un público integrado en su mayoría por jóvenes estudiantes de la Universidad de la Habana, durante los primeros años de ese fallido y brutal engendro que ha sido la revolución cubana; mientras que por otra, en un hecho real ocurrido en el pueblo natal del autor.
Souza, hombre de profunda cultura y sensibilidad artística, encontró la oportunidad de construir un texto dramático que tuviera como génesis una palabra que por su utilización dentro del contexto en que fue dicha, fuera responsable de una tremenda carga y responsabilidad social. Al concentrarse en la palabra ‘torcidos’, dentro de dicha elocución, el dramaturgo pudo determinar el exacto valor conceptual que tal palabra acarreó para el funesto desenlace que la misma provocaría dentro del devenir de la futura sociedad cubana, daño que alcanzaría tal grado de magnitud antropológica que hoy en día aún está presente tanto en el plano sociológico como cultural de la Cuba actual.
Al enfrentarnos a este texto dramático lo primero que salta a la vista es el juego con el uso del tiempo, el que no se va a mover de manera lineal, sino a saltos entre el presente y el pasado de forma constante, obligando al espectador a estar atento a dicha traslación temporal. Ese juego contribuye a que la acción adquiera un ritmo casi cinematográfico, donde cada plano-escena, cobra vida propia, creando la impresión de cierta desconexión entre las mismas, provocando la sensación de que estamos en presencia de dos historias paralelas que se van desarrollando al unísono aunque no relacionadas entre si del todo, hecho este que contribuirá a maximizar el desenlace dramático de la acción cuando llegue el momento de la explosión del conflicto, que aunque atado al pasado, tendrá terribles consecuencias en el presente
Con respecto al lenguaje y su utilización, el mismo se desenvuelve entre lo cotidiano y lo absurdo, permitiendo que los personajes puedan moverse en un ambiente de cierta ambigüedad que hará complejo poder determinar el género preciso en que se mueve la obra, algo con lo que el dramaturgo juego de manera acertada.
La puesta en escena en manos de Míriam Bermúdez, contribuye al concepto sobre el que se basa la escritura del texto dramático, apoyando visualmente la referencia cinematográfica de la que habláramos con anterioridad. La directora divide el escenario en tres planos que marcarán el espacio de las acciones, dos reales a cada lado y uno, al centro, de clara visión metafórica. Los personajes en el ámbito cotidiano realizarán sus diálogos y acciones en esos dos espacios laterales, siendo el central, el lugar donde se moverán personajes de carácter irreal o simbólicos, donde la atmósfera por supuesto adquirirá ese ambiente de irrealidad.
Resulta interesante apreciar como solamente uno (Ibdelio) de los tres personajes (Tito y Zamira serán los otros dos) que componen la obra, será el único en moverse a manera de enlace entre uno y otro de los dos espacios escénicos que caracterizan el tiempo real en la puesta, pero nunca lo hará de manera directa desplazándose entre uno y otro, sino abandonando la escena para volver a entrar, ya sea desde el fondo del escenario o desde el proscenio, aumentando con ello el grado de separación entre ambos espacios de acción.
El texto va hacer mención a tres personajes referidos, de los cuales se hablará en repetidas oportunidades, Braulio, el cual tendrá un peso definitorio en la trama y en el desenlace del conflicto, Edelmira, que contribuirá solamente a marcar las características psicológicas de uno de los personajes y el ‘mira-huecos’, personaje del que se habla solamente como de un peligro latente que se esconde detrás de los árboles, pudiendo considerarse como una alegoría al miedo y al saberse observado por alguna mirada invisible pero siempre en acecho.
La directora, enriqueciendo la atmósfera visual de su puesta pone en escena a la muerte, personaje añadido como figura simbólica, que contribuye a crear el ambiente de irrealidad que rondará a través de la obra y que va a interactuar con los actores dentro de los límites de su espacio propio -recordemos el centro del escenario- para de esta manera impregnar la puesta de un sentido alegórico y sobrenatural.
El trabajo de puesta en escena se encuentra lleno de detalles que la directora ha manejado con precisión, enriqueciendo la imagen visual de la misma, pudiendo ser esto apreciado, por ejemplo, en la concepción ‘kischt’ del vestuario, muy bien pensada y lograda, efecto también encontrado en cierta interacción entre los actores, que denotan un mismo estilo al enfrentar el trabajo de actuación o con el muy buen uso de la voz por parte de la actriz encargada de personificar el personaje de Zamira, reforzando con sus matices dicho concepto artístico.
Otro acierto de la esta puesta es el excelente trabajo de luces que se encarga de realzar y caracterizar los ambientes sobre los distintos espacios de representación, otorgándole a cada atmósfera su independencia propia
La introducción del personaje de la muerte en manos de una bailarina, ofrece a la obra una dimensión de sobrenaturalidad y plasticidad que hace más difícil aún enmarcar la obra dentro de un género en específico, ya que la aparta de su principal ambiente realista, sumergiéndose en un mundo de símbolos y alegorías.
Tanto el texto original como la puesta llevada a las tablas se encargan de dejar clara la ambivalencia en cuanto a la posible clasificación de la misma, lo que se ve inferido desde el propio título de la obra.
En cuanto al desempeño actoral, estamos en presencia de un trabajo completamente acertado, donde cada uno de los intérpretes logra una perfecta labor de interiorización y sincronización con sus respectivos personajes.
Vivian Morales entra en la piel de Zamira de forma frontal, manejando el cuerpo mediante movimientos que no descuida de manera alguna en toda la cadena de acciones del mismo. Igualmente, como ya señalamos anteriormente, la construcción y manejo que hace de la voz, recrea el carácter dual y algo caricaturesco de su personaje. Podemos decir sin duda que este es tal vez el personaje más completo y complejo de su larga carrera.
Con respecto a Tomás Doval en el personaje del alcohólico Tito, no tenemos mucho que decir, Su trabajo como ya es costumbre está coronado por su estupenda voz, bien colocada, de excelente proyección y con un magnífico trabajo en cuanto a la diferenciación de matices. Su actitud corporal siempre en armonía con su personaje brinda una imagen totalmente creíble y orgánica con la cual es difícil dejar de identificarse.
El personaje de Ibdelio, motor del drama en esta obra, en manos de José Carlos Bermejo, se presenta ante nuestros ojos con total desparpajo, libre de medios tonos en cuanto a la entrega hacia su trabajo interpretativo. La irreverencia de su personaje, el actor la asume descaradamente, sin prejuicios, de manera abierta La riqueza de matices de su desempeño abarca un amplio espectro que van inclinando la puesta en escena de un género a otro constantemente, en un viaje de la comedia al drama, desembocando en la tragedia.
Un aspecto que nos gustaría señalar con respecto al trabajo de los actores en general, es la muy buena dicción y proyección de voz por parte de cada uno de ellos, tema este que no siempre se ve logrado en todos los trabajos sobre las tablas a lo largo de la ciudad. Otro mérito de la puesta.
Por último, el trabajo de la joven bailarina Alexandra Fernández Peña, aporta el elemento lírico-trascendente a la obra con un montaje coreográfico enfrentado también por parte de la directora, que es aprovechado adecuadamente por la intérprete, siendo un este un trabajo que enriquece el complejo concepto sobre el cual se encuentra construida la puesta.
Como es habitual en mis comentarios, no hablaré sobre la trama de la obra, por no considerar apropiado ‘contar la historia’, eso lo dejamos para que le público lo descubra por su cuenta; sobre todo porque la misma volverá nuevamente a las tablas en una breve temporada el próximo mes de Agosto en la propia sala Artefactus Teatro, donde los que se la perdieron en estos tres pasados días de presentación, tendrán la oportunidad de disfrutar de tan magnífico espectáculo.
No queremos terminar sin hacerles llegar nuestra felicitacion a la directora, al elenco y en especial a aquellos que están detrás del escenario y que sin su trabajo no estará nunca completo ningún espectáculo; Sandra Rincón a cargo del concepto escenográfico, Lissandra Neiley, en el atrezzo, Adelantado Prado en el maquillaje, Carlos Bueno en el sonido, Souza en las luces y Carlos Arteaga en la producción general.
Mención aparte para Belkis Proenza organizadora de este evento y Eddy Díaz Souza por tener siempre abiertas las puertas de Artefactus Teatro al disfrute de las artes en nuestra ciudad de Miami.
Texto y Fotos Lic. Wilfredo A. Ramos
Miami, Julio 20, 2022