Los escenarios de la ciudad de Miami continúan ofreciendo una variada y muy efectiva propuesta teatral, lo que sin duda está frenando a aquellas voces siempre dispuestas a lamentarse de que no estemos en igualdad de condiciones frente a ciudades tales como Madrid, Buenos Aires, Londres o New York. Los desubicados siempre existen, ya sabemos.
Lo importante es que desde hace algún tiempo, el teatro que se viene realizando en español, en nuestra urbe, ha regresado a volar alto, con una variada y interesante programación donde no faltan las comedias de puro entretenimiento, necesarias también, así como las puestas con un alto nivel artístico y fuerte contenido dramático, lo que reafirma la posición cada día más afianzada de Miami, como el núcleo teatral hispano de mayor relevancia en todo el país, algo que he expresado en reiteradas oportunidades; pero que es necesario ratificar y tener en cuenta al momento de que estudiosos e investigadores realicen sus trabajos al respecto.
Dentro de esta grata vorágine teatral que nos rodea, los pasados 20, 21 y 22 del presente mes de Abril -lamentablemente por solo esos tres días- subió al escenario del Black Box del Manuel Artime Theater la obra Un dios salvaje (Le Dieu du Carnage), de la premiada autora francesa Yasmina Reza, a cargo de la agrupación Lumbre Teatro, contando con la producción de MarGi Happenings, puesta que nos llegó de la mano de Larry Villanueva y con las actuaciones de Marylin Romero, (Veronica Houllie), Gilberto Reyes (Michel Houllie), Yani Martin (Annette Reille) y Lester Martínez (Alain Reille),
La Reza, escritora de ascendencia judía, por quien corre sangre húngara-rusa-iraní, ha contado desde sus inicios por su producción dramática con importantes reconocimientos de parte de la Academia Francesa, quien por sus tres primeras obras -Conversaciones tras un entierro (Conversation apres un Enterrement) en 1987, La travesía del invierno (La Traversee de l’hiver), 1989 y Arte (Art) en 1994- le otorgó el Premio Moliere, máximo reconocimiento a un texto teatral.
Además de su obra dramática, es autora de narrativa, de la que forman parte sus novelas Una desolación (Une Desolation) de 1999, Adam Haberberg del 2003, Ninguna parte (Nulle part) del 2005, Felices los felices (Heureux les heureux) del 2013, Serge del 2021, entre otras. En el año 2007 publicó una biografia sobre el Presidente de Francia en ese entonces, Nicolas Sarkozy. Para el 2000 recibió el Gran Premio de la Academia Francesa por el conjunto de toda su obra.
Un Dios salvaje, fue publicada en el 2007 y tuvo su estreno al siguiente año en el parisino Theatre Antoine, contando con un elenco de lujo encabezado por la famosa actriz Isabelle Huppert, acompañada de Andre Marcon, Valerie Bouneton y Eric Elmosmino. Ese mismo año subió a las tablas en Londres, contando al conocido actor Ralph Fiennes en su reparto, mientras que al mismo tiempo en Madrid estarían entre sus protagonistas Aitiana Sánchez-Gijon y Maribel Verdú. En el 2009, el Boradway neoyorquino la presentó, formando parte de la misma los conocidos actores Jeff Daniel y Marcia Gay Hudson, obteniendo un Premio Tony. En Latinoamerica esta obra ha subido a escenarios de México, Costa Rica, Chile y Argentina.
El conocido director Roman Polansky, la llevó al cine bajo el nombre de Carnage en el 2011, con un reparto encabezado por Judi Foster, Kate Winslet, Christoph Waltz y John C. Reilly, trabajo que a pesar de su excelente elenco, no fue bien recibido por parte de la crítica especializada ni del público.
La puesta disfrutada en nuestra ciudad contó con un inteligente trabajo de dirección por parte de Villanueva, quien logró darle buen ritmo a la misma, a pesar que el argumento no provoca el que haya un desenvolvimiento en el espacio muy notorio. El director mueve a los actores por todo el escenario buscando darle esa movilidad a un texto que resulta un poco pasivo y discursivo. La intención por parte del director en tratar de hacer ver que la acción transcurre en esta ciudad, resulta en elemento intrascendente a nuestra forma de ver, debido a que no aporta ni transforma en nada al devenir de una acción, que en el texto se encuentra concebida de manera muy marcada en medio de una claustrofóbica conversación dentro en un ambiente muy sofisticadamente parisino.
Los actores en su conjunto incorporan bien a sus respectivos personajes, reflejando las personalidades de los mismos desde su entrada a escena, al mismo tiempo que van dejando descubrir poco a poco la otra cara de ellos, a medida que la acción se va desarrollando y los conflictos van saliendo a la luz.
El texto de la Reza, tratando de mostrarnos la falsedad de las imágenes que los seres humanos nos construimos de cara a los demás, nos pone frente a ciertos estereotipos, que los actores de esta propuesta supieron asumir cada cual desde sus propios recursos expresivos.
El trabajo en conjunto de los cuatros intérpretes cubrió las expectativas, empeñándose en añadirle al libreto la idiosincrasia propia de nuestra ciudad, algo de lo que se trató de dejar constancia además por medio de ciertas alusiones al entorno local, aunque de todas formas el propio marco del libreto condicionado por el particular quehacer de las costumbres de aquel país europeo donde se desarrolla la acción original, es imposible sacudirlo de ello del todo en la puesta.
Cada uno de los actores asume sus roles con características precisas, que posiblemente, aunque el texto las infiera, en la preparación de sus personajes, las convierten en demasiados obvios arquetipos, hecho que pudiera lastrar algo la puesta, restando la naturalidad necesaria en un principio antes de pasar al descubrimiento de sus verdaderas respectivas personalidades. Podría decirse que desde su presentación se nos va adelantando el resultado final. Un poco de contención por parte del trabajo de cada actor en sus inicios -y en eso la mano del director hubiera sido oportuna- les hubiera ofrecido la posibilidad de regalar una mejor y más sorpresiva transformación de los mismos.
No obstante este detalle, la labor sobre las tablas transcurre sin contratiempos, otorgándole a cada actor su momento de lucimiento individual en este campo de batalla en que se convierte la pieza, aunque es necesario hacer un aparte con respecto al trabajo realizado por Lester Martínez en su incorporación del personaje de Alain. El actor, incorporando el personaje de más complejidad dramática dentro de la obra, producto a sus constantes transgresiones del hilo argumental central debido a la continua incorporación de otra interruptora y ajena narrativa, logra darle a sus constantes dislocaciones un perfecto sentido de naturalidad, integrando cada una de sus abruptas digresiones de forma orgánica. Su repentina transformación en el perfecto niño malcriado al que le han quitado el juguete preferido, al su esposa -personaje a cargo de Yani Martin- tirarle su móvil al agua de un florero, tratando de frenar sus constantes llamadas empresariales que lo disocian del conflicto real, es una muestra de la capacidad del actor para asumir sustanciales y vertiginosos cambios de estado de ánimo en escena.
Otro aspecto a destacar en este personaje será el que la autora va a poner en boca del mismo algunos de los textos de mayor mordacidad y de agudeza crítica dentro de la obra, siendo estos siempre expresados de manera furtiva dentro del contexto, con una cierta rapidez, como para ser captados solamente por aquel espectador atento y perspicaz. En realidad son pequeños parlamentos que resultan de mucho interés y actualidad en el mundo que vivimos actualmente.
Respecto al resto del trabajo que hace posible el éxito en la realización de toda puesta en escena, nos encontramos con un trabajo escenográfico, concebido por la habitual dupla de diseñadores conformada por Pedro Balmaseda y Jorge Noa, quienes crean un magnífico ambiente tanto en lo funcional como en lo estético, que permite el buen movimiento de los actores. Igualmente apropiado resulta el diseño de vestuario a cargo de ambos creadores. Alejandro Barreto desde la luces, logra mediante una sencilla pero válida concepción de las mismas, proporcionar el entorno adecuado a esta puesta de marcado carácter naturalista.
La subida a nuestros escenarios de una obra de tal calidad en su libreto, puesta en escena e interpretaciones, aleja de las mentes la desacertada teoría, que trata de mostrar a la comedia como un género menor. Un Dios salvaje, así lo demuestra.
Gracias a Lumbre Teatro y a Margi Happenings, en especial a Marylin Romero y Gigi González, por su voluntad de trabajo y de entregar al público de Miami espectáculos con destacables méritos artísticos, igualmente al director, los actores y equipo técnico por su tenaz trabajo en pro del teatro.
Lic. Wilfredo A. Ramos
Miami, Abril 26, 2023.
Fotos/Julio de la Nuez.