Tan interesante prontuario para el turista que visitaba la ciudad, y que data de los años cuarenta del pasado siglo XX, es hoy día, un singular documento de valores históricos y culturales bien añadidos.
Precisamente para el año 1941, en que circulaba por vez primera vez, la susodicha guía, se mostraban algunos hints interesantes. Por ejemplo, la ciudad contaba con sólo un par de estaciones radiales: la WQAM y la WIOD, ambas con mil watts de potencia.
Se contaban entonces 24 salas cinematográficas, cuatro de aquellos para personas de color. El aforo total era para 25.000. Y entre las instalaciones destinadas a la recreación en general, se encontraban el Miami Lummus Park, ubicado en la calle tercera y la avenida del mismo número en la zona del noreste. El público podía practicar allí juegos de mesa como el ajedrez y el de las damas; igualmente una modalidad del juego de bolos sobre césped.
Otro espacio público, el Bayfront Park, acogía una clase bíblica cada domingo y siempre a las 3.30 pm. En la misma área, que podía alcanzarse a una distancia apropiada para los paseantes desde la calle Flaggler en su porción más oriental, se ofrecían conciertos gratuitos a cargo de la Banda Municipal, durante la etapa invernal.
Otras opciones incluían las populares carreras de galgos en el Biscayne Kennel Club en la segunda avenida y la calle 115, que se sucedían todas las noches excepto los domingos, desde Diciembre hasta Abril. Las entradas costaban 25 centavos. Igual diversión estaba disponible en otro club de igual perfil y mismo precio de entradas, esta vez en West Flaggler.
Un frontón de jai alai, el popular deporte de origen vasco, se localizaba en el Biscayne Fronton, a la altura de la avenida 35 del Noroeste. Los partidos discurrían todos los días, descansando los domingos.El precio de admisión era igualmente de 25 centavos.
Se anunciaban para el mes de noviembre una temporada de bailes en el Centro Cívico localizado en el número 35 de la calle segunda del Noroeste. Para el mes de Diciembre el mismo espacio acogía partidas de bridge. Y ofrecía una velada de Año Nuevo.
Para esa misma temporada de fin de año la ciudad acogía un Torneo Abierto de Golf, a celebrarse las instalaciones del Country Club de Miami Gardens, y dotado de una bolsa de 2500 dólares.
Para empezar el año, igualmente se sucedían otras atracciones como el Torneo Metropolitano de Pesca, que ocupaba desde el mes de Enero y hasta Abril. Una Regata para veleros, era ofrecida por el Yatch Club de Miami, en el Miramar Course.
También el arte se hacía presente durante el segundo mes del año, con una Exhibición Anual en el Miami Woman’s Club, y la ciudad celebraba con fruición su aniversario de cumpleaños en el mes de Julio.
Aludimos ahora a otros pormenores de aquella ciudad de los años cuarenta del pasado siglo XX, en medio de los avatares de la Segunda Guerra Mundial.
El antiguo y estrecho trazado de las calles originales ya causaba algunas dificultades al ya aumentado tráfico rodado de la época, cuando la ciudad contabilizaba más de 80.000 automóviles, que llegaba a la astronómica cifra de 200.000 al sumarse los vehículos procedentes de otras ciudades norteamericanas, durante la etapa alta del turismo. En la temporada alta de 1937-1938, desde Octubre hasta Marzo, la ciudad proveyó alojamiento para 796.000 visitantes. Se contaban entonces con 186 hoteles y 978 edificios de apartamentos, 1157 casas rentaban sus habitaciones. Los gastos de los visitantes promediaban anualmente unos 60 millones de dólares.
Para entonces ya se acometía la construcción de nuevos puentes sobre el río. Igualmente se hacían más anchas las calles y avenidas. Biscayne Boulevard y Coral Way se adornaban para entonces con una sucesión de palmas.
La población de entonces ascendía a los 170.000 habitantes. Un dato que nos parece sugerente apuntaba que para tal minuto que las presencia en la ciudad de Latinos e Indios Seminoles “eran relativamente pocos en número y no tenían una gran influencia sociológica”
De aquella temprana población de origen latino se nos sigue diciendo que ocupaban una pequeña área en el borde norte del distrito comercial, y aunque mantenían sus costumbres y tradiciones, eran asimilados con facilidad.
Otro segmento poblacional eran las personas de color, que contabilizaban 30.000, un número que se incrementaba en la etapa invernal con la presencia de más de 1000 choferes, trabajadores domésticos y empleados de hoteles. Se les sumaban igualmente unos 5000 procedentes de las Bahamas, de quienes se hacía notar su especial y preciso acento británico al hablar el Inglés.
Se reconocían ya entonces que los antecedentes culturales de todos aquellos grupos eran variopintos y diferían entre los distintos grupos. Los clubes, sociedades y asociaciones hacían esfuerzos para proveer oportunidades a sus miembros, para participar en la vida comunitaria. Entre aquellas destacaban las distintas iglesias que sumaban 131 en el area de los blancos, y 59 en la de los negros.
Las ingentes oleadas de trabajadores temporeros ya eran notorias. Interminables caravanas se dirigían a la ciudad a partir del mes de noviembre. Como consecuencia a la avalancha de tanta magnitud, los salarios locales ofrecidos a los recién llegados se deprimían grandemente. Para los que concurrían en busca de empleos más calificados se exigía alguna licencia como en el caso de electricistas, plomeros, carpinteros y pintores. El resto dependía grandemente de las fluctuaciones del mercado laboral. Y aunque la ciudad se empeñaba ya entonces en promover su industria y agricultura, seguía dependiendo primordialmente en los ingresos generados por el turismo.
De tal suerte para el mes de septiembre la ciudad se aprestaba a recibir a todos los turistas posibles. Hoteles y restaurantes cerrados en su mayoría durante el verano, abrían con gran premura sus puertas.
La línea de costa con más de 10 millas de extensión ofrecía a los bañistas un espacio para cualquier temporada. La pesca en la bahía y en la Corriente del Golfo ofrecían posibilidades increíbles desde pequeñas presas hasta increíbles especímenes de enorme talla y peso.
Las apuestas paramutuales en los casinos eran legales y la concurrencia de jugadores tan enorme que solo en la temporada de 1937 a 1938, sumaron un millón de personas, y las apuestas totalizaron 44 millones.
Aunque la ciudad era tan joven como para no haber figurado en los anales fundacionales de la nación americana, se hacía en aquel minuto imprescindible como un centro potencial para la industria del ocio cuyo crecimiento y popularidad, dada su espectacular posición geográfica, se nos hace obvia esta puntual referencia que hoy hemos compartido.
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Con notas traducidas de A Guide to Miami and Dade County. American Guide Series, Bacon, Percy & Dagget, NY, 1941.